SAN JUAN concepto Es la transcripción de un término griego que significa revelación.
Todo apocalipsis supone una revelación hecha por
Dios a los hombres de cosas ocultas y sólo por Él conocidas, sobre todo referidas al futuro. Es necesario deslindar exactamente fronteras del género apocalíptico del profético, del que es una prolongación.
El profeta transmite oralmente sus oráculos,
mientras que el apocalipsis es una visión consignadas por escrito.
En el Ap. las visiones no tienen validez en sí mismas
sino por el simbolismo que encierran: todo tiene valor simbólico. Cuando el vidente describe una visión traduce en símbolos las ideas que Dios le sugiere y acumula cosas, colores, números simbólicos, sin preocuparse de la incoherencia de los efectos obtenidos.
Es necesario para entenderle: hacerse cargo de sus
procedimientos y traducir de nuevo en ideas los símbolos que propone para no falsear el mensaje. Existen varios libros apócrifos tanto del AT como del NT con este género.
Sin embargo sólo contamos con un Ap en el canon,
cuyo autor se llama a sí mismo Juan, desterrado en la isla de Patmos, por su fe en Cristo. AUTOR. Una tradición muy difundida del siglo II identifica a Juan con el apóstol, el autor del cuarto evangelio: San Justino, San Ireneo, Clemente de Alejandría, Tertuliano.
Sin embargo no era considerado como tal para las
iglesias de Siria, Capadocia y Palestina sino hasta el siglo V, pues no lo creían obra de un apóstol.
Cayo, sacerdote romano del s III lo atribuía a Cerinto.
Conclusión: Ap tiene mucho parecido al corpus joanus se distingue netamente: por su lenguaje Por su estilo Por algunos puntos de vista teológicos, parusía.
ES DIFÍCIL ASEGURAR QUE PROCEDA INMENDIATAMENTE
DEL MISMO AUTOR, SIN EMBARGO SU INSPIRACIÓN ES JOÁNICA. En cuanto a la fecha, se admite ordinariamente que fue compuesto durante el reinado de Domiciano, hacia el 95;
Algunos creen que ciertas partes fueron redactadas
ya en tiempo de Nerón, poco antes del 70. CONTEXTO Para comprender adecuadamente el Ap es necesario situarlo debidamente en el ambiente histórico que le vio nacer: un período de perturbaciones y persecuciones violentas contra la iglesia naciente.
Es un escrito de circunstancias destinado a levantar y
afianzar la moral de los cristianos, escandalizados de que se pudiera desencadenar una persecución tan violenta contra la Iglesia de Cristo. “Animo Yo he vencido al mundo” Para realizar su plan, Juan vuelve sobre los grandes temas proféticos tradicionales, especialmente el del “gran Día de Yahavé” (Am 5,18). Los profetas anunciaban al pueblo santo, esclavo bajo el yugo de los asirios, de los caldeos y luego de los griegos, dispersado y casi destruido por la persecución, el día cercano de la salvación, en que Dios vendría a liberar a su Pueblo de la mano de sus opresores, devolviéndole no sólo la libertad, sino también el poderío y dominio sobre sus enemigos. Cuando Juan escribía, la Iglesia, el nuevo Pueblo elegido, acababa de ser diezmada por una sangrienta persecución desencadenada por Roma y el imperio romano (la bestia) pero a instigación de Satanás, el adversario por excelencia de Cristo y su Pueblo. La interpretación histórica es el sentido primero y fundamental.
Pero su riqueza y mensaje no se agota en ello.
Su visión de la historia depende de valores eternos
sobre los que puede apoyarse la fe de los fieles de todos los tiempos. Ya en el AT, la confianza del Pueblo santo estaba fundada en la propuesta de Dios de permanecer “con su Pueblo” (Ex 25,8), presencia que significaba protección sobre los enemigos para llevar a cabo la salvación.
También ahora, y de una manera mucho más perfecta,
está Dios con su nuevo Pueblo, que ha unido consigo en la persona de su Hijo, Emmanuel (Dios con nosotros); y la Iglesia vive de esta promesa de Cristo resucitado: “Yo estoy con uds todos los día hasta el fin del mundo” Mt 28,20. Siendo así, nada tienen que temer los fieles; aunque por algún tiempo tengan que sufrir por el nombre de Cristo, en definitiva serán vencedores de Satanás y de todas sus maquinaciones. Presencia masiva de símbolos. Es esta peculiaridad, la que primero y más poderosamente llama nuestra atención. El libro se encuentra saturado de visiones simbólicas. El autor sigue los usos habituales de los escritores apocalípticos.
su libro se presenta como una profecía de la historia,
llena de símbolos. El autor se ve coaccionado a escribir de esta manera, porque el mensaje que quiere transmitir así́ se lo impone. La victoria de Cristo ha cambiado el curso del tiempo y las dimensiones del espacio; su luz nueva baña por completo nuestra realidad y llena de sentido los acontecimientos de nuestra historia; éstos quedan transfigurados por la presencia de Cristo. Y solamente el símbolo es capaz de superar el convencionalismo de nuestro lenguaje, elevar lo concreto a una dimensión transcendente y abrirlo a una contemplación misteriosa. El simbolismo del Apocalipsis proviene en primer lugar del Antiguo Testamento (la serpiente, el paraíso, las plagas, las trompetas...), también de la apocalíptica judía, y especialmente de la concepción original, propia del autor, que sabe incorporar los diversos elementos en una nueva síntesis genial. Clases de símbolos Simbolismo cósmico: significa la dimensión transcendente, la presencia de Dios. Sobre todo los cataclismos (sol negro, luna que se desangra, terremotos...), expresan la presencia inmediata de Dios en la historia. Ante esta presencia tan fuerte, la naturaleza se resiente, y el hombre por ello está invitado a reconocer a Dios; sin embargo muchos le rechazan. Simbolismo teriomórfico (es decir, tomando como referencia el mundo animal): alude a las fuerzas sobrehumanas, casi descomunales, pero siempre controladas por el poder de Dios. Estas fuerzas actúan en la historia de manera bruta, "bestial", deshumanizándola. Aparecen el gran dragón, la primera y segunda bestia, los caballos, los cuernos... Simbolismo cromático: los colores adquieren una significación que sobrepasa su valor convencional y meramente estético. El rojo indica la violencia y la crueldad; el blanco hace referencia al mundo sobrenatural, especialmente a la resurrección; el dorado es el color de la liturgia; el verde no significa la esperanza, como se piensa comúnmente, sino la caducidad de la vida y la muerte. Simbolismo aritmético: Los números "hablan" y expresan la calidad de algo que su cantidad indica. El siete y sus múltiplos significan la perfección, la totalidad; el doce hace referencia a la historia de la salvación, al Antiguo Testamento (doce tribus) o al Nuevo Testamento (doce apóstoles); las fracciones de siete y sus múltiplos indican la parcialidad, se refieren a un poder o un tiempo breve, limitado.