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Abraham

padre del pueblo judío


Hace muchos años, unos 4.000, existió un hombre justo y
temeroso de Dios llamado Abram. Tenía la vida resuelta,
pues poseía un gran rebaño y vivía tranquilo con su
mujer, Sara, en una ciudad llamada Ur, en la región de
Caldea.
Pero un día, Dios le pidió
que dejara la casa de su
padre y se fuera hacia una
tierra que Él le mostraría.
Le prometió que le haría
padre de un gran pueblo,
una tierra (Canaán) y que
le daría toda clase de
bendiciones
Él fue el hombre elegido por
Dios para una misión: fundar
un pueblo en el cual Dios se
manifestaría y en el cual
nacería, dos mil años
después,
el Salvador.
Salió, pues,
Abraham como se lo había
ordenado el Señor.
Llevó consigo a Sara,
su mujer, y a Lot, su sobrino,
y salieron para dirigirse a la
tierra de Canaán (Gén.12,1-5)
Fue un largo viaje. Una vez en la tierra de Canaán,
“el Señor lo sacó fuera de casa y le dijo: mira el
cielo; cuenta las estrellas, si puedes. Y añadió: así
será tu descendencia. Y Abraham creyó a Dios”
(Gén.15,5-6)
Pasado el tiempo, Dios volvió a hablar con Abraham:
“Yo haré contigo mi Alianza y te multiplicaré
grandemente. Cayó Abraham en tierra, y siguió
diciéndole Dios: He aquí mi pacto contigo: serás padre
de una muchedumbre de pueblos. Desde hoy no te
llamarás Abram, sino Abraham, porque te tengo
destinado por padre de muchas naciones (Gén.17,2-5).

Y Dios y Abraham
fueron fieles a la Alianza
que hicieron
Abraham se fió
de Dios
y, aunque tenía
más de noventa
años y Sara, su
mujer, no podía
tener
descendencia,
cuando Él le dijo
que tendría un
hijo, le creyó y
no dudó
Además, Dios quiso probar la fe de
Abraham con una dura prueba: le pidió que
le ofreciera en sacrificio la vida de su
único hijo, Isaac, que el mismo Dios le
había concedido de modo milagroso
“Toma a tu hijo, a tu unigénito,
a quien amas, y ofrécelo en
sacrificio sobre una de las
montañas que yo te indicaré”
(Gén.22,2)
Aquello parecía
absurdo: si él y Sara no
podían tener más hijos
y sacrificaba al único
que tenía, ¿cómo
llegaría a ser padre de
un pueblo numeroso?

Era lógico que no


entendiera lo que Dios le
pedía, pero aún así
Abraham obedeció a Dios
Se llevó a Isaac a la montaña y, cuando estaba a
punto de matar a su hijo con un cuchillo, un
ángel del Señor lo detuvo y le dijo: “No le hagas
daño”.
Vio, entonces, a un
cordero enredado en la
maleza, al cual sacrificó
en lugar de su hijo
Y añadió el ángel de Dios:
“Por haber hecho esto y
no haber perdonado a tu
hijo único por amor a mí,
Yo te llenaré de
bendiciones y
multiplicaré tu
descendencia como las
estrellas del cielo y como
las arenas del mar… y
serán benditas en tu
descendencia todas las
naciones de la tierra,
porque has obedecido mi
voz” (Gén.22,16-18)
Abraham creyó en Dios contra toda
razón: cuando su mujer ya no puede
tener hijos, cree a Dios que le anuncia
descendencia;
cuando Dios le ordena sacrificar a su
hijo único, sigue creyendo que Dios
será fiel y le dará numerosos
descendientes…
Por eso el autor de la carta a los Hebreos dice de
Abraham que es modelo de fe, porque se fió de
Dios y “partió sin saber dónde iba” (Heb.11,8)

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