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Crear espacios que nos hagan bien en el día a día es prácticos, útil y
efectivo, solo necesitas empezar por seguir estos consejos y decidirte a
aplicar las diversas formas que existen para aprovecharlos.
• Según un estudio del King’s College de Londres de 2011, un tercio de los pacientes ingresados en un centro psiquiátrico sufren algún episodio de violencia. Se estima que casi la mitad
de los trabajadores de estas instituciones están expuestos a situaciones violentas cada año. Y no es una experiencia aislada en Gran Bretaña, sino que se repite en todos los países.
• Se han realizado numerosos esfuerzos para paliar estos episodios pero no han funcionado. Se ha comprobado, que para los pacientes el estrés ocasionado por la propia enfermedad
se puede ver intensificado por el trauma de estar confinados durante semanas en pabellones cerrados. La mayoría de estos centros son muy ruidosos, los enfermos carecen de
privacidad y se entorpece la comunicación entre pacientes y entre estos y los trabajadores.
• Hasta ahora la arquitectura se había tenido en cuenta para diseñar edificios más seguros. Tener en cuenta los principios de la neuroarquitectura permitiría diseñar espacios que
disminuyeran la agresividad, que calmaran emocionalmente a los pacientes. Por ejemplo, salas compartidas con asientos móviles que les diera la capacidad a los pacientes de
controlar su espacio personal y la interacción con otros, además de utilizar superficies que absorbieran el ruido y apostar por grandes ventanales para que entre más luz natural.
• Bebés prematuros
• Uno de los casos de neuroarquitectura más conocidos es el de las salas de cuidados intensivos (UCI) para bebés prematuros. A comienzos de los años 90, el doctor Stanley Graven
trabajaba en maternidad del Hospital de Florida. En general, estas unidades se diseñaban pensando, sobre todo, en el trabajo que desarrollan enfermeras y médicos. Graven, no
obstante, comenzó a pensar de qué manera aquellas salas donde los recién nacidos debían pasar semanas o meses influían en su progreso y salud. Al nacer prematuramente, estos
niños deben enfrentarse a parte del desarrollo que teóricamente deberían haber hecho en el útero de la madre, fuera. En el tercer trimestre de gestación es cuando se produce el
desarrollo del sistema auditivo y luego el visual, en ese orden. Gravan propuso una serie de cambios en el diseño de las salas para que estas UCI tuvieran un sistema de control de
sonido y de luz que se adaptara a la edad de gestación de cada pequeño con el objetivo de no influir en sus sistemas neuronales. Comprobaron que aquellos cambios tenían un efecto
positivo sobre el desarrollo de los bebés. Y hoy en día las salas de hospital para prematuros se desarrollan –la mayoría- teniendo en cuenta estos criterios.
• Por el momento, buena parte de la neuroarquitectura se está aplicando a edificios de uso público y, sobre todo, a hospitales y centros educativos. De hecho, ya comienza a haber
escuelas e institutos en que arquitectos y neurocientíficos han trabajado conjuntamente para diseñar instituciones que favorezcan la luz natural, que tengan un buen flujo de
ventilación y en las que se minimice el ruido. Y es que un buen diseño de la escuela puede explicar que varíen del 10 al 15% las puntuaciones de los alumnos de enseñanza primaria
en una prueba de lectura y de mates, como sugiere un informe elaborado por la Universidad de Georgia en 2001.
• Al visitar Nueva York por primera vez, una de las atracciones principales para los turistas es subir a la cima de los casi 400 metros del Empire State Building y contemplar la ciudad. De
hecho, los rascacielos son uno de los atractivos de la ciudad, como también ocurre en Tokyo o en Hong Kong. La altura está de moda y cada vez parece que nos acercamos más al
cielo. En 2016, por ejemplo, está previsto que se acabe de construir la torre Busan Lotte World Tower, de medio km de alto. Una nimiedad si se compara con la Burj Khalifa, el edificio
más alto del mundo, con más de 800 metros.
• “Es una locura”, espeta el neurocientífico Francisco Mora. “Vivir allí arriba vulnera todos nuestros códigos cerebrales adquiridos hace más de cuatro millones de años para sobrevivir.
Cuando el cerebro se formaba, teníamos verde cerca, contacto con la tierra. En esos edificios no hay árboles, ni naturaleza ni nada. Eso va a violar los códigos genéticos expresados en
el cerebro que nos hacen tener esa querencia por todos lo que consideramos vida, la naturaleza, los árboles. Y tal vez eso cree nuevas enfermedades como esquizofrenia, depresión,
o que muten genes en ese nuevo ambiente”, considera. Y añade: “O se tienen en cuenta los códigos emocionales de nuestro cerebro o van a aparecer patologías mentales y del
cuerpo muy nuevas”.