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LA REPÚBLICA IMPERIAL (I)

LA CONSOLIDACIÓN DE ROMA COMO POTENCIA IMPERIAL

El Imperialismo de la República.
Los diferentes matices del
Imperialismo romano (I): el
Mediterráneo Oriental.
La actitud hegemónica de Roma
en Oriente: escenarios.
Los diferentes matices del
Imperialismo romano (II): el
Mediterráneo Occidental.
Escenarios del imperialismo
romano en Occidente: El caso
de Hispania.
LA REPÚBLICA IMPERIAL
REFLEXIONES SOBRE EL IMPERIALISMO ROMANO
ASPECTOS PRELIMINARES
En apenas dos siglos, Roma pasa de ser una sencilla comunidad del Lacio (s. VI a. C.) a controlar todas las zonas ribereñas del
Mediterráneo (Italia completa hacia el 300 a. C.; luego Sicilia, Córcega, Cerdeña y una parte de Hispania; después Macedonia y Norte de
África; y finalmente Gallia Transalpina, Cyrenaica, Cilicia, Bitinia, Galia, Africa Noua y Egipto, ya en época de Augusto). La magnitud del
Imperio territorial contrastaba con un sistema político y administrativo todavía sustentado en Roma en torno del Senado, los
magistrados y las Asambleas populares.
¿HEGEMONÍA O IMPERALISMO?
En el estudio de la forja del dominio mediterráneo de Roma, tiene su eje en dos conceptos relacionados pero bien diferentes:
imperialismo y hegemonía.
a) Imperalismo es la voluntad de expansión sin límites precisos mediante el uso de la fuerza con la intención explícita de anexionar
tierras ajenas.
b) Hegemonía es la posición política directora de un determinado Estado dentro de un territorio o conjunto de territorios, sin que sea
necesaria la anexión de tierras.
LA JUSTIFICACIÓN HISTÓRICA
• La mayor parte de los historiadores romanos –un caso paradigmático es, en ese
sentido, Polibio– justifican la actitud de Roma en términos defensivos acuñando
el concepto del Bellum Iustum por el que se presenta siempre al enemigo como
culpable y cargado de los habituales tópicos negativos.
• La nobilitas romana contaba entre sus ideales con la laus, la gloria, la dignitas…
e incluso los censores juraban convertir a Roma en más grande lo que demuestra
también un cierto carácter agresivo de la política internacional romana.
• La investigación actual –en parte responsable de la generación de este debate
sobre el supuesto imperialismo romano– parece haber concluido con un término
medio, indicando que, en el espíritu y en los ideales, Roma sí es una potencia
imperialista aunque su imperalismo parece carecer de la planificación que
sería propia de una actitud semejante, de ahí que el crecimiento progresivo y la
generalización de esta actitud fuera generando, progresivamente, transformaciones
contínuas del aparato institucional al servicio del supuesto Estado imperial.
LA REPÚBLICA IMPERIAL
LOS DIFERENTES MATICES DEL IMPERALISMO ROMANO (I)
ROMA EN EL MEDITERRÁNEO ORIENTAL
La actitud de Roma en el Mediterráneo Oriental se bifurca en dos grandes momentos con eje en la fundación de Macedonia (148 a.
C.). Hasta dicha fecha, Roma habrá empleado una actitud justificada en su deseo hegemónico –sustentado por el Senado y por el ordo
equester– de acceder a un gran mercado y restablecer el equilibrio territorial helenístico. A partir, sin embargo, de la victoria de Pidna en la
última Guerra Macedónica, Roma empezará a utilizar una política totalmente imperialista al intervenir no sólo con el ejército sino
también con las instituciones, creando en Macedonia la primera prouincia e instaurando los gobernantes.
ACTITUDES DE ROMA EN EL MEDITERRÁNEO ORIENTAL
• Roma, al enfrentarse en Oriente a territorios bien organizados y con poder centralizado,
mantiene una cierta coherencia de actuación que se manifiesta también en una coherente
elección de los objetivos políticos y militares dirigida por las clases senatoriales. El grado
de desarrollo militar de las potencias con que se enfrenta hace, además, que la anexión se
resuelva en una batalla decisiva lo que facilitaría también dicho espíritu de coherencia
interna.
• La organización administrativa que Roma utilice en el territorio helenístico será
tremendamente respetuosa con el sustrato local. Roma entendía que la organización
administrativa helenística era suficientemente madura como para tener que ser suplantada y
simplemente sustituirá al monarca helenístico por un gobernador romano. Además, la
explotación económica de dichos territorios no debía organizarse ex nouo pues contaba ya
con un aparato plenamente rodado.
• Roma no se siente superior a Grecia sino incluso deudora de ésta en lo ideológico. Ello,
incluso, motiva un abierto debate entre la intelectualidad del momento, polarizado en
posturas anti-helénicas (Catón, por ejemplo, que en sus Origines reclama la pureza original
de la cultura romana) y filo-helénicas (Ennio, Panecio, Polibio) que consideran que la
nobilitas debía asumir pautas de conducta bien probadas en las clases dirigentes griegas
(Círculo de los Escipiones). Las clases populares, por su parte, se sienten muy permeables al
influjo helénico incorporando esclavos, ritos dionisacos, orgiásticos…
• Los escenarios de este proceso hegemónico de Roma en Oriente hay que buscarlos en
la II Guerra Macedónica (200-196 a. C.); la guerra contra Antíoco (192-188 a. C.); la III Guerra
Macedónica (171-167 a. C.) y la fundación de la prouincia de Macedonia (150-146 a. C.)
LA REPÚBLICA IMPERIAL
ESCENARIOS DE LA HEGEMONÍA ROMANA EN ORIENTE
<< Flaminino se entrevistó con Filipo y le I GUERRA MACEDÓNICA (229-205 a. C.)
propuso un tratado de paz y de amistad si
Filipo V, rey de Macedonia, no había condenado la actividad de los piratas
consentía en la independencia de los griegos
balcánicos que actuaban por el Mediterráneo e incluso, aprovechando la invasión
y retiraba sus guarniciones. Filipo no aceptó y
de Italia por Aníbal, pactó con éste para apoderarse de algunos territorios
desde entonces fue claro para todos (…) que los
griegos. Roma, tras algunos conflictos de sus aliados contra Macedonia, y una vez
romanos habían llegado para hacer la guerra no
liberada ya de la amenaza de Aníbal, en el 208 a. C., firmó con Macedonia la Paz
a los griegos, sino a los macedonios en
de Fenice pues, en ese momento, carecía de intereses sobre Grecia y sobre
favor de los griegos >>
Macedonia aunque en un Mediterráneo convulso, cualquier acontecimiento podía,
(PLUTARCO, Flaminino, 5, 8) a la larga, afectar a Italia.
II GUERRA MACEDÓNICA (200-196 a. C.)
Aprovechando los afanes expansionistas de Antíoco III, monarca seleúcida, Filipo
V empezó a hostigar en torno al 200 a. C. a muchas de las comunidades aliadas
de Roma en Grecia (Quíos, Samos, Rodas, Pérgamo…). Las legiones romanas,
encabezadas por T. Quinctio Flaminino obtuvieron una victoria en Cinoscéfalos,
al tiempo que Flaminino se encargó de proclamar la libertad de las comunidades
griegas, que se regirían por sus propias leyes.
GUERRA CONTRA ANTÍOCO III (192-188 a. C.)
Los referidos afanes expansionistas de Antíoco III se orientaron hacia Asia Menor,
aunque fueron respondidos primero por Acilio Glabrio y después por L. Escipión
que en Apamea firmó la paz con Antíoco aunque Roma no ocupó ninguno de los
territorios arrebatados a Antíoco, aunque sí impuso una indemnización ejemplar a
los etolios, antiguos aliados romanos, que habían hecho defección hacia Antíoco.
III GUERRA MACEDÓNICA (171-167 a. C..)
A la muerte de Filipo V, su sucesor Perseo, entabló buenas relaciones con la
monarquía seleúcida al casar con una hija de Seleuco IV, y empezó a establecer
pactos y alianzas con las ciudades griegas aliadas de Roma. La respuesta de
Roma fue la de una serie de operaciones militares que culminaron en la victoria de
Paulo Emilio (Pidna) en la que Roma mostró su cara más agresiva con Macedonia,
que quedó dividida en cuatro partes, organizadas como una única prouincia
romana con un gobernador al frente, negando los principios que pocos años antes,
Flaminnio había proclamado al defender la libertad de todas las ciudades griegas.
LA REPÚBLICA IMPERIAL
LOS DIFERENTES MATICES DEL IMPERALISMO ROMANO (y II)
ROMA EN EL MEDITERRÁNEO OCCIDENTAL
La actitud de Roma en el Mediterráneo Occidental puede definirse como coherente en el sentido de que durante todo el periodo de la
conquista de dichas áreas, la nota predominante de la política romana fue la falta de coherencia en la elección de objetivos, por tratarse
de una política que, en realidad, dependía más de los magistrados que del Senado y porque la propia configuración diversa,
descoyuntada, heterogénea y variadísima de las comunidades del Mediterráneo Occidental –hasta entonces, menos integradas en
estructuras sociales y políticas desarrolladas– hacía difícil planear una actitud unificada.
ACTITUDES DE ROMA EN EL MEDITERRÁNEO OCCIDENTAL
• Roma contacta en el Mediterráneo Occidental –si se exceptúa el caso de Cartago– con
comunidades en las que, ciertamente, no existe una unidad en lo político. En la mayor
parte de los territorios del Mediterráneo Occidental, Roma encuentra lo mismo que en el Lacio
o en Campania: comunidades indígenas con estructuras de organización pre-municipal
que es necesario adaptar al modelo romano. Por ello, su política tendrá que ser de control
directo, de colonización y de vertebración ex nouo de los territorios.
• Al no haber organización estatal, Roma, aun empleando a veces a la aristocracia local, va a
tener que organizar los territorios a la manera romana y con una gran arbitrariedad que
buscará como objetivo, siempre, la anexión, el imperialismo, no la hegemonía,
acometiendo, desde el principio, un claro proceso de provincialización. La figura del
gobernador se convierte en esencial, y, además, Roma necesita –en muchos casos–
organizar la explotación económica de las tierras conquistadas a través de prefecturas
especializadas.
• Frente a una Roma que se siente deudora del pueblo griego y que –por lo general– defiende
una postura plenamente filo-helénica, en Occidente, Roma acuña el concepto de bárbaro y
entiende que la lucha contra el bárbaro es siempre un bellum iustum pues genera la
asimilación, por parte de los indígenas, de las formas de vida romanas, una romanización de
distinta incidencia pero omnipresente en Occidente.
• El poder romano en el Mediterráneo Occidental se fue configurando a través de diversos
hitos como son la I Guerra Púnica (264-241 a. C.); la II Guerra Púnica (218-204 a. C.); la
conquista de Hispania (195-136 a. C.); y la III Guerra Púnica (149-146 a. C.), en la que Roma
se libra de la potencia en torno de la que había gravitado toda su política occidental: Cartago.
LA REPÚBLICA IMPERIAL
ESCENARIOS DEL IMPERALISMO ROMANO EN OCCIDENTE
<< Los brillantes resultados logrados por los I GUERRA PÚNICA (246-241 a. C.)
cartagineses en su empresa ibérica fueron
Las fuentes con que contamos –todas filoromanas, por haberse perdido las
una de las causas del conflicto, porque, por
cartaginesas– manejan siempre la idea de un bellum iustum que Roma se vió
confiar en las fuerzas que podían reclutarse
obligada a acometer contra Cartago porque ésta y los griegos de Sicilia hostigaban
entre los pueblos sometidos, entraron en la
continuamente la ciudad de Mesina, aliada de Roma. Primero Appio Claudio,
guerra con gran coraje >>
después Valerio y finalmente Lutecio Catulo fueron haciendo frente a los
(POLIBIO, III, 1, 10) cartagineses, primero en Sicilia y luego también en la costa africana. Sólo la
victoria de Lutecio Catulo en Lípari en el 242 a. C. provocó que Cartago
aceptara firmar un tradado con Roma y retirarse de Sicilia.
II GUERRA PÚNICA (218-204 a. C.)
Mientras Roma se ocupaba de la piratería balcánica en el Mediterráneo Oriental
(230 a. C.) y de la conquista de la Galia Cisalpina (225 a. C.), Cartago se
recuperaba económicamente e iniciaba (237 a. C.) el sometimiento de los
pueblos hispanos del Guadalquivir, auténtico paraíso de mercenarios y minas
para los púnicos. Roma firma con Cartago el llamado Tratado del Ebro (226 a. C.)
por el que este río hacía de límite de las áreas de influencias romanas y
cartaginesas. La firma de Roma de un tratado con Sagunto, al sur de Ebro (220 a.
C.) y, después, el deseo de Aníbal de cruzar dicho río para atravesar los Pirineos
y dirigirse hacia Italia (218 a. C.) provocarían el comienzo de la guerra. Ésta se
fraguó en Italia en los ríos Tesino y Trebia, en el lago Trasimeno, y en Cannas. Tras
los fracasos de Q. Fabio Máximo, Roma decidió cortar la retaguardia cartaginesa en
Hispania (Cn. Y P. Cornelio Escipión) lo que motivó que en el 204 a. C., y ante la
imposibilidad de llegar a Roma, Aníbal se retirara. Escipión llevó la guerra a África
y venció a Aníbal en Zama, quedando Cartago reducida a un pequeño reino.
III GUERRA PÚNICA (149-146 a. C.)
Las acusaciones emitidas por el rey númida Masinisa acerca de la resurrección
del poderío de Cartago llevaron a Catón a –tras una inspección directa de la
ciudad en la que verificó que, apoyándose en el comercio, se había recuperado de
su última derrota con Roma– iniciar toda una labor de propaganda senatorial bajo el
lema delenda est Carthago que sería atacada aprovechando el pretexto de los
conflictos de ésta con los númidas y que, tras un asedio de tres años, sería
arrasada y sobre ella se esparciría sal.
LA REPÚBLICA IMPERIAL
ESCENARIOS DEL IMPERALISMO ROMANO: HISPANIA
<< Pero, cuanto más empeño ponía el La principal consecuencia de la II Guerra Púnica fue la percepción que Roma
Senado en continuar las hostilidades, más empezó a tener de la posibilidad de anexionar los territorios a los que dicha
decepcionada veía su esperanza. En efecto, Q. guerra le había aproximado: el Norte de África –en el que se limitó a mantener
Fulvio Nobilior, que había tenido el mando en alianzas con los númidas, que serían claves para la final destrucción de Cartago– e
Hispania el año anterior, y los que habían estado Hispania, donde, tras salir los Escipiones hacia África, quedaron dos legiones para
con él en campaña, habían contado en Roma a sofocar cualquier sublevación. Hasta el siglo II a. C. (conversión de Macedonia en
sus allegados las batallas interminables que prouincia), la conquista se basó en los siguientes hitos:
se entablaban, las considerables pérdidas que
se sufrían y el valor de los celtíberos >> 1. Fundación de dos prouinciae, mandadas por praetores que actuaban como
generales de sendas legiones y como gobernadores: la Hispania Citerior (con
(POLIBIO, XXXV, 1, 4) capital en Tarraco) y la Hispania Vlterior (con capital en Carthago). Desde el
primer momento, al praetor le acompañaban quaestores, un amplio consilium,
clientes, coloni…El posterior envío de Catón al frente de una legión en el 195 a. C.
supuso la revelación clara del interés de Roma por intimidar a las poblaciones
indígenas hispanas.
2. Introducción de modelos de organización romana, eliminando sistemas de
esclavitud indígenas (caso del decreto de L. Emilio Paulo en Turris Lascutana);
políticas de creación de ciudades para asentar poblaciones indígenas y darles
lotes de tierras (Gracchurris, por Sempronio Graco, p. ej.); concesión de patroni
por parte del Senado a las comunidades hispanas (M. Porcio Catón y P. Cornelio
Escipión para la Citerior; L. Emilio Paulo y Galo Sulpicio para la Baetica);
organización de las societates publicanorum para la recaudación de tributos;
fundación de colonias (Carteia)…
Ya en el siglo II a. C., Roma llevará a cabo una política de conquista abierta
contra los celtíberos y los lusitanos a los que acusará de haberse aprovechado
de la protección de Roma para plantarle cara. Es el momento de las guerras
celtibéricas (153-133 a. C.) y lusitanas (155-136 a. C.), al abrigo de las cuales
Roma no sólo fue anexionando territorios propios de estos pueblos (Segeda,
Numantia…) sino también de territorios vecinos que les abastecían como los
vacceos (Cauca, Palantia…). Al final de estas guerras y una vez que Escipión,
entre el 218 y el 208 a. C., ya había sometido las tierras del Guadalquivir, sólo
quedaba por anexionar el territorio del Noroeste, labor que acometería Augusto.

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