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Sobre el libro de Goleman, pretendo ahora expresar la
importancia del reaprendizaje emocional para la superación
de traumas y la capacidad para adaptarnos a las
circunstancias de nuestra vida ante la exposición de diversas
experiencias traumáticas.

Por trauma nos referimos a experiencias personales que han


generado una serie de cambios en nuestra manera de pensar,
sentir y actuar impidiéndonos adaptarnos a nuevas
situaciones.
La doctora Judthi Lewis, de la Universidad de Harvard ha
desarrollado un método innovador para el tratamiento de
éstos pacientes. Pasa por tres fases: El paciente debe
recuperar cierta sensación de seguridad, luego de haberla
perdido a causa del trauma. Seguidamente debe recordar los
detalles del trauma. En tercer lugar, debe atravesar el duelo
por lo que pueda haber perdido. Sólo entonces podrá
restablecer su vida normal.

Lo básico de este proceso nos permite reaprender que no hay


por qué considerar la vida como una situación de alarme
constante.
Lo interesante es que estos tres pasos son aplicables a
situaciones muy dramáticas, como a situaciones muy
cotidianas. Puede aplicarse en una mujer que ha sido violada
en su intimidad sexual y pretender recuperar la seguridad
para relacionarse con las personas sin desconfiar de ellas, así
como a una persona que se ha enamorado y no ha sido
correspondido, y por tanto teme enfrentar un nuevo
encuentro con otra persona que le atrae.y actuar
impidiéndonos adaptarnos a nuevas situaciones.
En los dos casos se presenta pérdida de seguridad, debe
recordar qué le generó el trauma y finalmente atravesar por el
duelo, lo cual incluirá la aceptación de la realidad en toda su
magnitud; no solo reconocer que no es correspondido, sino
que tiene las capacidades para relacionarse con las personas
de manera eficaz a pesar de ese fracaso, que no es el fin del
mundo, que la vida ofrece nuevas oportunidades a quien las
busca.
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Afortunadamente, las tragedias que quedan grabadas a fuego
son relativamente escasas en la vida de la mayoría de la gente.
Sin embargo, a pesar de ello, el mismo circuito emocional que
tan profundamente inscribe los recuerdos traumáticos,
también permanece activo en los momentos menos
dramáticos. Los problemas más comunes de la infancia -
como, por ejemplo, sentirse crónicamente ignorado y falto de
atención o afecto, el abandono, la pérdida o el rechazo social-
tal vez no lleguen a alcanzar dimensiones tan traumáticas,
pero también dejan su importancia en el cerebro emocional,
ocasionando distorsiones -y también lágrimas y arrebatos de
cólera- en las relaciones que el sujeto establecerá durante el
resto de su vida.
Sin embargo, en el curso de una terapia a largo plazo, estos
pacientes deben afrontar dos tipos de cambios. Por una parte,
sus reacciones emocionales ante los acontecimientos que las
suscitan se hacen menos molestosas, y hasta podríamos decir
que se vuelven más sosegadas, y, por la otra, su conducta
comienza a ser más eficaz a la hora de obtener lo que
realmente desean. Lo que no cambia, en modo alguno, es el
miedo o el deseo subyacente y la punzada inicial de la
emoción. Los investigadores descubrieron también que, en el
caso de los pacientes que sólo habían asistido a unas pocas
sesiones de psicoterapia, las entrevistas mostraban la mitad
de las reacciones emocionales negativas que presentaban al
comienzo de la terapia y. en cambio, eran doblemente
proclives, a obtener la respuesta positiva que tanto anhelaban
de la otra persona. Pero recordemos también que lo que no
cambiaba era la especial susceptibilidad subyacente a sus
necesidades.
En términos cerebrales, podemos concluir que el sistema
límbico emite señales de alarma ante el menor indicio del
acontecimiento temido, pero el córtex prefrontal y las áreas
anejas son capaces de aprender un modelo de respuesta
nuevo y más saludable. En resumen, pues, el reaprendizaje
emocional –es una tarea que, ciertamente, no concluye
nunca- puede remodelar hasta los hábitos emocionales más
profundamente arraigados de nuestra infancia.

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