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2.

- DEBER DE FORMAR LA CONCIENCIA


Y DE OBRAR CON CONCIENCIA RECTA
2.1.- DEBER DE FORMAR LA CONCIENCIA
“Toda persona está obligada a procurar con seria solicitud tener siempre una
conciencia verdadera y cierta.”

La rectitud en el obrar depende de la rectitud de la conciencia, por lo tanto,


la obligación de formar y no oscurecer la luz de la conciencia, lo que es supone
mantener una voluntad recta.
«La educación de la conciencia es indispensable a
seres humanos sometidos a influencias negativas, y
tentados por el pecado a preferir su propio juicio, y a
rechazar las enseñanzas autorizadas»
Jesús advierte los peligros de una
conciencia deformada:
«La lámpara del cuerpo es el ojo. Por lo tanto, si tu ojo está sano,
todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo esta enfermo, todo tu
cuerpo estará lleno de oscuridad. Y si tu fuente de luz esta a oscuras,
¡Cuanta oscuridad habrá!» [Mt 6, 22-23]

Durante su ministerio publico, Jesús aprovechó


todas las ocasiones para formar la conciencia de sus
discípulos y apelaba a la conciencia de los letrados.
• Adquisición del debido conocimiento de la ley moral,
La obligación de formar mediante el estudio, la petición del consejo y la oración.
la propia conciencia exige • Lucha ascética, con la repetición de las sacramentos,
poner los medios necesarios, para asegurar la rectitud de la voluntad, y evitar que el
que fundamentalmente son: juicio se oscurezca por deseos desordenados.

A) Para la formación correcta de la conciencia es imprescindible que la


relación del hombre con Dios se fundamente en un clima de confianza.

-Docilidad  Esta cualidad es considerada como necesaria para adquirir la


virtud de la prudencia. Es el elemento interior del dinamismo racional de la
conciencia que permite abrirse a la fe, abriéndose libremente a Dios
presentándole la plena entrega de la inteligencia y la voluntad.
El Evangelio escrito, la tradición eclesiástica y el magisterio
doctrinal de la Iglesia representan una ayuda a la conciencia
cristiana. La meditación eclesial es esencial en la acogida del
Espíritu Santo y en el discernimiento de sus auténticas inspiraciones.
Toda persona es responsable de mantener y aplicar esa luz divina que,
si se oscurece, es por culpa suya. «cada uno de nosotros ha de dar cuenta a
Dios de sí mismo» [Rom 14,12]

 La conciencia no es un oráculo infalible, por lo tanto no es la fuente


última de moralidad. Tiene cierta autonomía relativa, ya que no se puede
concebir la dignidad humana al margen de Dios
B) Relación entre conciencia y ley

Se ha planteado la incompatibilidad entre la propia conciencia, y la


obligación moral que llega a través de las leyes, en el fondo se trata de acentos
más o menos marcados.

 Puede hacerse preferencia a la ley con menosprecio a la conciencia.


 o se ínsita, casi exclusivamente, en el quehacer de la conciencia con
desprecio a la ley.

 Hay que evitar los dos errores extremos: ni una autonomía exagerada; ni un
legalismo que anule el carácter de la conciencia.
La relación conciencia-norma implica la
comprensión del papel del Magisterio de la Iglesia en el
ámbito de la teología moral

El Magisterio no puede ni debe subordinarse a la conciencia de cada uno, ni


reducir su misión a un servicio de exhortar a las conciencias y orientar a los fieles
en sus decisiones personales.

Es evidente que los derechos de la conciencia no se pueden contraponer al


vigor objetivo de la ley.
La objeción de conciencia
Últimamente han surgido numerosos casos de objeción de conciencia
como consecuencia de las leyes dictadas por estados laicos que se caracterizan
por la ausencia de valores irrenunciables para la conciencia cristiana.

La objeción de conciencia tiende gradualmente a expandirse a todos los


niveles, en correlación de la conciencia cada día mayor de los derechos
personales.

En contexto militar, de bioética, religioso y fiscal.


4.- Deformación de la conciencia
Cuando se obra sin rectitud el juicio de la conciencia tiende a oscurecerse en modo
progresivo. Tanto la razón como la fe se nublan por el pecado.

 Conciencia laxa.- Es la que, por una razón insuficiente, juzga que los actos malos no
so n pecado o, al menos, disminuye su gravedad.

Casos extremos:

Conciencia cauterizada  que por el habito continuo de pecar, casi no advierte ya la


comisión de la culpa. Se da en personas con costumbres pervertidas o insensibles a los pecados
más graves, que la distinción del bien y del mal se ha desaparecido.

Conciencia farisaica  esta atribuye gran importancia a cosas minimas y desprecia las
verdaderas importantes.
 Conciencia escrupulosa.- Es cuando por motivos insuficientes
considera o teme que un acto sea pecado. Hay personas que con frecuencia se
torturan pensando, si sus confesiones han sido bien hechas o no, o se inquietan
cuando han olvidado alguna practica de piedad u omitido por error el
cumplimiento de la ley eclesiástica: ayuno o ceremonias litúrgicas

San Alfonso.- A menudo los escrúpulos nacen de la soberbia.

 Estos escrúpulos tienen un componente de excesivo


amor propio, de un afán de estar en regla.
 Conciencia perpleja.- Se aplica en quienes no se deciden a actuar por
temor al pecado, tanto si realizan el acto como si lo omiten. En general suele
tratarse de casos de conciencia dudosa.

Se debe tener en cuenta que la perplejidad de conciencia es siempre


relativa, es decir que puede resolverse si el interesado quiere. Ya que no existen
situaciones reales donde de obligue a realizar un acto intrínsecamente inmoral.

Nunca nadie está en una situación donde no tiene más remedio a pecar,
aunque así pueda parecerlo por error; o no quiere abandonar una situación que
debería cambiar.
5.- La educación de la conciencia
 Para quela conciencia sea siempre recta, han de ponerse los
medios convenientes: ciencia debida y cultivo de virtudes.

Se trata de poner los medios para adquirir la ciencia moral necesaria y


practicar la ascética cristiana, que llevan a vivir las virtudes humanas y
sobrenaturales.

«La dignidad de la persona humana requiere obrar con conciencia


rectamente formada: una conciencia que se oriente hacia la verdad, e
iluminada por ella, decida.» JP II
La conciencia se halla desde su propio interior referida a la ley,
que no es propiamente sino la expresión del bien verdadero de la
persona. Dicha referencia a la ley implica que la conciencia no actúa
mediante decisiones autónomas sobre el bien y el mal, sino mediante
juicios que reciben su valor de la verdad sobre el hombre que se expresa
en la ley.

De ahí que la conciencia recta sea el lugar de la armonía entre la


ley y la libertad personal.
Es necesario vencer la tendencia a la ligereza, a la comodidad, al capricho;
superar el miedo a comprometerse y a negarse a sí mismo por amor a Dios y del
prójimo. Sólo así se adquieren el equilibrio de juicio propio de la madurez, que se
manifiesta en cierta estabilidad de ánimo, en la capacidad de tomar decisiones
ponderadas y en el modo recto de juzgar los acontecimientos y a los hombres.

La humildad y seguridad en reconocer los propios pecados son


imprescindibles para la recta formación de la conciencia. Solo la humildad sitúa
realmente al hombre en la verdad.

Para que la humildad se refleje en la práctica, es muy conveniente algunos


medios muy eficaces para la recta formación, como el examen de conciencia y la
confesión frecuente
GRACIAS.

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