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Predecir lo porvenir es para los profetas la consecuencia de tener comunión con el Soberano de la
historia (ver Amós 3:7). El les revela sus designios, providencias y juicios. Por eso, el profeta se
encuentra por encima del tiempo. El profeta a veces emplea la predicción de un acontecimiento
próximo para confirmar que su misión y palabras son de Dios. ^Por ejemplo, en el peor momento del
hambre durante el sitio de Samaria, Eliseo predijo que, al día siguiente, se venderían a bajo precio harina
y cebada a la puerta de la ciudad (2 R. 7:1). Se cumplió al pie de la letra la predicción confirmando así que
él era un verdadero profeta (ver 1 S. 10:1,2; Is. 7:14; Jer. 28:15,16; 44:29,30). Los profetas a menudo prevén
el castigo como sanción de los pecados que censuran, y la salvación como recompensa de la conversión
que piden.
El principal propósito de la predicción es hacer responsables a los que le oyen o leen. Si la gente ha de
ser moralmente responsable en el presente es necesario que sepa tanto las consecuencias futuras dela
mala conducta como las recompensas de comportarse bien. Moisés dice: “Las cosas secretas
pertenecen a Jehová nuestro Dios; más las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para
siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley” (Dt. 29:29.)
Los métodos que usan los profetas para dar sus mensajes son tres: (1) por la vía oral, es decir,
usando la predicación o proclamación de la Palabra de Dios tal como la han visto, como por
ejemplo, cuando Miqueas le habla a Acab (1 R. 1:22) o cuando Natán se dirige a David (2 S. 11); (2)
por la palabra escrita (las Escrituras), como es el caso de los libros de Isaías y Jeremías; y (3) por un
acto simbólico, como cuando Isaías caminó descalzo y desnudo (despojado de sus vestidos
exteriores) en señal de que vendría juicio sobre Egipto y Etiopía, o cuando Oseas recibió el
mandato de casarse con una prostituta con cuyo matrimonio Dios deseaba mostrar Su relación con
la nación adúltera de Israel.
En el lenguaje de la profecía, la forma no se limita a un solo tipo, sino que la Palabra de Dios se
expresa en numerosas maneras. (1) Algunas profecías fueron anunciadas claramente, como por
ejemplo, cuando el profeta anunció el nombramiento del futuro rey Josías (1 R. 13:1-3) y el exilio de
Israel que duró setenta años (Jer. 25:11-14). (2) Otras profecías usaron parábolas, como por ejemplo
la de la corderita del hombre pobre (2 S. 12:1-14), o la parábola de Isaías 5:1-7. (3) Otra forma de
profecía fueron las alegorías, que son formas de expresión muy comunes en el libro de Ezequiel (la
vid que no tiene valor en el 15:1-8; la desnudez en el 16:1- 43). (4) También están las metáforas,
que fueron usadas con frecuencia, como por ejemplo en la profecía de Isaías sobre Asiria: “¡Ay de
Asiria! Vara y bastón de mi furor, en su mano he puesto mi ira” (10:5).
Típicamente, este tipo de lenguaje fue característico de la profecía del Antiguo Testamento y las
personas, cosas y eventos indicaban algún cumplimiento en el futuro. Este marcado elemento
profético del Antiguo Testamento establece el principio de que el Nuevo Testamento está latente
en el Antiguo y éste está presente en el Nuevo. La profecía hace predicciones tanto verbalmente
como usando tipologías. Por tanto, una “tipología” es en realidad una especie de
profecía y en el Antiguo Testamento están los ejemplos de la
Pascua, los sacrificios levíticos, el templo y el sacerdocio.
Ezequiel inscribe en un palo el nombre de Judá, y en otro el nombre de José, y los coloca juntos en
señal de unión de los desterrados de los dos reinos, del norte y del sur (Ez. 37:15-23). Jeremías
lleva sobre su cerviz conyudas para enseñar que las naciones serán subyugadas por
Nabucodonosor (Jer. 27).
Los profetas a veces emplean símbolos proféticos (tipos) en los cuales personas o eventos
verdaderos se usan para representar futuros personajes o sucesos más importantes. Daniel
describe el Imperio Romano como una terribles bestia. Este constituye también un símbolo
profético del último imperio, el cual perseguir a los creyentes (Dn. 7:7; Ap. 13). Presenta Antíoco
Epífanes, perseguidor de los judíos como “la abominación desoladora” (Dn. 8:13; 9:27; 12:11) y éste
llega a ser símbolo profético del anticristo (2 Ts. 2:3,4).
El ejercicio de un ministerio ante Dios. Moisés ha servido como ejemplo de intercesor a sus
sucesores (Ex. 32 y 33; Nm. 27:5; Dt. 9:18-20). Varios de los profetas tales como Jeremías, Daniel y
Samuel se destacan como poderosos intercesores (Jer. 8:18-9:1; 11:14; Dn. 9:1-19; 1 S. 12:23).
La actividad de los profetas se desarrolló en íntima conexión con la vida religiosa,
moral y hasta política del pueblo israelita. El principio fundamental de la prédica
profética era la adoración de único Dios, Jehová, y la observancia de su ley; es
decir, era la fidelidad al pacto hecho con Dios en el Sinaí, cuyas condiciones se
contenían en la ley. Si los hombres viven en obediencia a sus normas, esto
producirá una sociedad sana.
Dios levantó a los profetas para que fuesen guardas de la sana doctrina y
moralidad de su pueblo. Los puso por encima de los reyes como sus
representantes, de manera que el monarca y su pueblo vivieran bajo la dirección
de Jehová (1 S. 10:25). Dios permitió que Israel tuviese rey, pero no tenían
intención de que hombre alguno gobernara sobre su pueblo como déspota o
arbitrario. Los profetas tenían el derecho y deber de responder a los reyes en
situaciones que justificaban tal acción. El salmista expresa el respeto que reyes y
pueblo deben a los profetas, pues Jehová así lo exige, dijo, a mis ungidos, ni
hagáis mal a mis profetas” (105:15).
Los israelitas siempre estaban tentados a aceptar la idolatría pagana, la cual era
siempre fuente de inmoralidad en todos los aspectos de la vida. Razones de las
represiones de los profetas son la infidelidad del pueblo a Jehová, las injusticias
de los jueces la opresión de parte de los poderosos y la violación de la ley divina
por parte de todos. La política de muchos de los gobernadores, que por su f alta
de fe en Dios acudían a alianzas con naciones paganas, ponía en peligro la pureza
de la religión de Jehová. Tales alianzas ofrecían a los profetas materia de duras
censuras.
El evento histórico que más preocupó la actividad de los profetas fue la división
del reino hebreo al final de reinado de Salomón, y la consecuente apostasía de las
diez tribus. Como medida política para mantener separados los dos reinos, el
reino septentrional adoptó como religión oficial el culto a un becerro, la
supuesta representación de Jehová. En el r3einado de Acab se añadió la
adoración de Baal, la cual también logró infiltrarse en el reino del sur. En esta
crisis en que parecía que la religión verdadera estaba en peligro de desaparecer,
Dios suscitó poderosos profetas para detener la inundación de idolatría,
corrupción moral y social.
Henry Halley acertadamente presenta la misión y mensaje de los profetas de los
siglos V8II y VIII a. C. (Compendio Manual de la Biblia, pág. 251).