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La política de "crecimiento dirigido por el gasto público" produjo los resultados que se esperaban: el PIB, el empleo y la inversión
crecieron a tasas elevadas, aunque también el peso había empezado a sobrevaluarse.
Al obtener mayores ingresos de la venta de petróleo, estimularon el gastara y el aumento del déficit fiscal. El efecto del elevado
B. José López Portillo (1976-
Al inició de la administración el déficit fiscal era alrededor del 7% del PIB, ante los aumentos temporales en el precio del petróleo,
el gobierno erróneamente siguió gastando más y más. Para finales de 1981 el déficit ya era de más del 14% del PIB.
Ante el déficit fiscal, el gobierno acudió a recursos del extranjero por medio de préstamos bancarios privados. Entre 1978 y 1980 la
deuda pública total (externa más interna) se incrementó de 26 a 34 mil millones de dólares.
El aumento en el gasto público incrementó el déficit fiscal así como los préstamos externos. La política de financiar así el déficit, y la
1982)
A la par del reducido aumento de las exportaciones no petroleras y del sector industrial crecía el déficit fiscal, lo que dio lugar a que
el déficit del comercio creciera de 1.8 mil millones de dólares en 1978 a 3.4 mil millones en 1980. Como consecuencia el equilibrio
de la cuenta corriente (diferencia entre exportaciones e importaciones) se hizo más dependiente del petróleo y para 1981,
representaba el 73% de las exportaciones totales. México se había transformado en un típico país petrolizado.
En febrero de 1982 se devaluó la moneda en un 70%, ante un enorme déficit en la balanza de pagos que se había ampliado por la
especulación bancaria con moneda extranjera, una deuda externa de 19,000 millones de dólares en 1976 y de 80,000 en 1982, a lo
que se aunó el bajo precio internacional del petróleo.
El saldo positivo del sexenio indicaba: exportación de crudo por 1.5 millones de barriles con reservas probadas por 72,000 millones;
duplicación de la oferta eléctrica entre 1977- 1982; crecimiento del producto industrial a una tasa del 9%; incremento del promedio
de empleos del 5.5%, con descenso del desempleo abierto del 8.1 al 4.5%; crecimiento anual del sector agropecuario del 4.5%;
educación básica primaria al 90% de los niños; servicios médicos al 85% de la población, y de agua potable al 70%; incremento de
recursos destinados al campo en un 87%.
Como saldo negativo señalaba la caída de los precios de las exportaciones nacionales, la vigencia de las más altas tasas de interés en
la historia, la restricción del crédito y el proteccionismo de los países industrializados, la fuga de divisas y la gran deuda externa del
país.
López Portillo expidió en 1982 dos decretos: la nacionalización de la banca y el control de cambios; acusó a los bancos privados de
afectar la economía nacional y asentó: Ya nos saquearon. México no se ha acabado. No nos volverán a saquear; además de prometer
que defendería al peso como un perro.
Inició enfrentándose a una aguda crisis económica y de confianza de la población hacia el gobierno y hacia el futuro del país.
Agosto de 1982 era necesario otro ajuste en el tipo de cambio afianzó más la inflación. Para finales de 1982 la inflación era de casi 100%, algo que no
se veía desde la época revolucionaria. Por su parte, la actividad económica productiva había entrado en picada, como lo demostraba el
comportamiento del PIB que disminuyó a -0.6% en 1982 y a -4.1% en 1983.
1982 a 1983 los salarios reales disminuyeron afectando seriamente las expectativas y estimulando todavía más la fuga de capitales.
Los acreedores externos se negaron a continuar prestándole a México. El país pasó de ser un importante receptor de ahorro externo, a un
exportador neto de capitales. Sin recursos externos, y un enorme déficit en la balanza de pagos, México se vio forzado a suspender el servicio de la
1988)
deuda externa. El monto de esta ascendía a 92 mil 408 millones de dólares, equivalente al 49% del PIB. Peor aún, la estructura de pagos de la deuda
exigía que se hiciera pronto: 46% debía pagarse en un periodo no mayor a tres años y 27% durante ese mismo año de 1983.
La unión de acontecimientos externos como la caída del precio del petróleo, las elevadas tasas de interés y la recesión mundial, así como las políticas
económicas nacionales contribuyeron a la crisis de 1982
En diciembre de 1982, el gobierno aplicó la estrategia económica llamada Programa Inmediato de Reordenación Económica (PIRE), éste se proponía
reducir la demanda global con el fin de disminuir la inflación.
PIRE constaba de dos etapas: la primera consistía de un tratamiento de "shock" que se iniciaría en 1983 y, posteriormente, una segunda etapa
"gradualista" que se aplicaría de 1984 a 1985. Para que estas medidas tuvieran éxito era necesario ajustar los salarios nominales mínimos, no a los
observados, sino a los esperados que eran menores. Desafortunadamente la inflación no disminuyó al ritmo planeado, y el programa sólo logró
reducir parcialmente el déficit.
Crisis de la deuda del 83, la economía se encontraba en el centro de un caos monetario: la tasa de inflación era de alrededor de 100% y cada vez más
difícil de controlar; la economía se había "dolarizado" y la especulación de la que era objeto el peso presionó al sistema financiero a tal grado que el
país estuvo a punto de ser atrapado en una hiperinflación. El déficit del sector público alcanzó niveles sin precedentes y llevó al gobierno a casi
declarar una moratoria sobre el pago de la deuda. El clima en el país era de incertidumbre, frustración y desconfianza.
Propuso a la nación como lema de su administración la “Renovación Moral”, consideraba la salida efectiva de la crisis requería un cambio radical
revolucionario: la adopción de un nuevo modelo económico; había uno disponible, y era justamente ese que ya se había adoptado en las
economías centrales: el de economía de mercado, privatización y globalización, también llamado “Modelo Neoliberal”.