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Caminó bien agarrado de los costados, mirando a los pasajeros. Todos dormían.
hombro de su acompañante. Y había algunos que dormían con sus bolsos apretados
contra el pecho. Uno de aquellos pasajeros abrió un ojo cuando Nicanor pasó cerca. El
Nicanor avanzaba, con pasos tambaleantes. El tren avanzaba con un ruido que
Nicanor abrió con mucho esfuerzo la puerta que permite pasar a la zona donde los
y una copa de oro que tuviera grabado el nombre del club de ellos y el
de sus novias.
Nicanor atravesó todo el vagón. De nuevo abrió
la puerta con esfuerzo. Y de nuevo pasó por la zona
incierta donde el tren se une y se separa.
En el vagón siguiente había muy pocos
pasajeros. Entre todos, se destacó una anciana que
estaba despierta como si hubiesen sido las cinco
de la tarde en el umbral de su casa. Al principio
pareció que la anciana iba a preguntarle a Nicanor
adonde iba. Pero solamente le sonrió.
Nicanor dijo “Chau”. Y Luego siguió hacia
adelante.
El tren también, cada vez más lejos de San
Pedro.
Finalmente Nicanor llegó a la locomotora. El lugar prohibido para
los pasajeros, para la sombra de los pasajeros.
Un lugar que grita “¡Fuera!”, “¡No pasar!”, “¡Deténgase de
inmediato!”, “¡Aléjese o le pongo una multa!”.
_¿Qué haces aquí muchacho?- preguntó el guarda.
_Viajo en tren…-respondió Nicanor.
Como el guarda no sabía si reír o enfurecerse, decidió esperar
un poco antes de hacer alguna de las dos cosas.
-¡Vaya con la noticia! Todos estamos viajando en tren -el guarda
se acomodó la chaqueta-. Te estoy preguntando porqué estás aquí,
en la locomotora.
_Porque mi madre, que se llama Ofelia me dijo que no
teníamos que llorar.
El guarda empezó a pensar que, quizá´, no debía ni reír ni
enfurecerse.
_A ver… Explícate mejor.
Nicanor creyó que, antes de contestar, también debía
acomodarse la ropa. Estiró su remera rayada. Y habló:
_San Pedro queda para allá –señaló hacia el final del tren- y
nosotros nos vamos para el otro lado- señaló hacia adelante. Mi
mamá está triste por eso, quiso dormirse rápido y como yo me
desperté antes de dormirme, me puse a caminar por los vagones.
_¡Ah…! ¡Ah…! ¡Ah…! El guarda acaba de
entenderlo todo.
_Con razón el tren pesa demasiado y
avanza lento- dijo. Y agregó-: De tanto en
tanto, viajan personas como tú y tu madre.
Son personas que llevan… ¿Sabes que llevan?
¡Llevan su pueblo entero como equipaje! Y
aunque el tren es fuerte no puede cargar con
un río, campos, sembrados, amaneceres
enteros, un sol y un cielo. Porque las
personas como ustedes llevan hasta el cielo
de su pueblo. Y eso, mi querido muchacho, es
muy pesado
Nicanor supo que aquel hombre tenía razón. Y pensó
que debía pedirle disculpas por el atrevimiento de llevar
tantas cosas en un tren.
Sin embargo, antes de que pudiese abrir la boca, el
guardia continuó hablando.
_Pero no te preocupes –dijo- Las personas como
ustedes suelen volver de visita. Al principio, muy seguido.
Luego, cada vez menos. Y puedes estar seguro de que en
cada viaje cargan menos pueblo con ellos. Un día se dejan
olvidado el río. Al viaje siguiente ya no quieren cargar con
los campos. Luego dejan el amanecer. Y así, un buen día
solamente llevan un poco de ropa en sus valijas.
Nicanor supo que, en esta ocasión el guarda se
equivocaba.
Los trenes y los años siguieron pasando:
pasaron cinco, diez, veinte, cincuenta… y ahora
eran Nicanor y su nieto los pasajeros del tren.
Todo estaba listo para reiniciar el largo viaje.
Las vías respiraron hondo, la locomotora bufó
como caballo de carrera que quiere ganarle al
viento, el maquinista se acomodó la gorra de
maquinista. Algunos pasajeros sonrieron y otros
ocultaron sus lágrimas detrás de las manos que
decían “Adiós”, “Hasta pronto”, “No te olvides de
mí”, “Voy a volver cuando el trigo madure”.
El silbato habló en su idioma. Y el tren partió
Muchas veces Nicanor y su nieto habían
realizado el viaje de ida y vuelta entre San
Pedro y la gran ciudad. Les gustaba hacerlo
cada verano.
Eso sí… Los guardas protestaban cuando
los veían subir, porque entonces el tren se
ponía pesado y avanzaba muy lento.
Es que Nicanor siempre se llevó consigo
el pueblo entero. Con ríos, campos,
amaneceres.
Con cielo y todo.