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Sobre la naturaleza de las cosas de

Lucrecio
El Libro III de De la naturaleza de las cosas

“Dichoso aquel que ha podido


conocer las causas de las cosas y
ha pisoteado todo tipo de
temores, el destino inexorable y
el estrépito del ávido
Aqueronte” (Geór.1. 490-94).
Lucrecio
• T. Frank:
• El primero de los romanos en presentar un tema filosófico de una
forma poéticamente atractiva.

• 1.926-934:
• “(…) da gusto acercarse
• y beber en manantiales que nadie tocó y da gusto cortar flores
• frescas y hacerle una llamativa corona a mi cabeza con
• aquellas que las Musas nunca antes tomaron para cubrir las
• sienes de nadie. En primer lugar porque mis enseñanzas tra-
• tan de cuestiones graves y se encaminan a desatarle al espíritu
• los estrechos nudos de la religión; luego, porque en tema
• tan opaco entono versos luminosos y los voy empapando
• todos ellos de gracia poética.
Lucrecio y las guerras civiles
• T. Frank:
• Lucrecio era lo suficientemente mayor como para haber observado con total
comprensión la crueldad de las guerras civiles entre las facciones de Mario y Silla, y
eso debe haber sido suficiente como para alejarlo de la vida política.

• I, 30-43:
• “(…) Porque sólo tú puedes
• beneficiar a los mortales con paz serena, ya que los fieros
• menesteres de la guerra los gobierna Mavorte omnipotente,
• ese que a menudo, derrotado por herida perdurable de amor, se
• acuesta en tu regazo, y así, levantando sus ojos, echada hacia
• atrás la bien torneada nuca, apacienta, anheloso de ti, miradas
• ansiosas de amor, y en tu boca se encarama el aliento del tendido:
• sobre este tú, divina, mientras está recostado en tu cuerpo
• santo, desparrámate y viértele de tu boca dulce charla pidiéndole
• grata paz, excelsa tú, para los romanos. Porque nosotros no
• podemos con serenidad llevar a cabo nuestra obra en un tiempo
• aciago para la patria, ni el retoño famoso de Memio, en tales
• circunstancias, faltar a la común salvación”.
Argumento de Lucrecio
• T. Frank:
• Problema: los crímenes que perturban la sociedad se deben
al miedo a la muerte. Este miedo se surge de una
aprehensión sobre qué harán los dioses con nuestras almas.
El deseo de evitar la muerte y el temido Más allá conduce a
los hombres a acumular riqueza y poder por medios
perversos.
• Solución: la forma para alcanzar una vida en paz, es creer que
la muerte es simple disolución y que los dioses no están
preocupados del comportamiento humano.
• Respaldo: la prueba de que esta creencia está bien fundada
descansa en la filosofía atomista de Epicuro, que explica que
la creación del universo a partir de una reunión de átomos,
sin actividad divina.
La ataraxia
• Glannon:
• Lo que motiva los argumentos de Epicuro y Lucrecio
es la ataraxia.
• Epicuro:
• “Cuando decimos que el fin es el placer, no nos
referimos a los placeres de los libertinos ni a los que
se encuentran en la vida disoluta, como creen
algunos que nos desconocen y no coinciden con
nosotros o lo han entendido mal, sino al hecho de
no sentir dolor en el cuerpo ni turbación en el
alma” (Carta a Meneco, 131).
El miedo a la muerte
• Razonamiento de Epicuro:
• 1. Nada es bueno o malo para una persona, excepto lo que la hace
experimentar placer o dolor.
• 2. Los muertos no sienten nada.
• 3. Por tanto, nada es bueno o malo para alguien que está muerto.

• De donde se desprende que:


• 4. La condición de estar muerto no es (buena o) mala para el que está
muerto.
• 5. Pero si algo no es malo cuando está presente, entonces no hay
fundamento racional, en ningún momento previo, para temer su presencia
futura.
• 6. Por tanto, es irracional para una persona temer su futuro condición de
estar muerta.

• Epicuro y Lucrecio conciben la muerte como la disolución de los átomos del


alma y su separación del cuerpo para volver a la vasta reserva de material
atómico en el universo.
La referencia a la Segunda Guerra Púnica
(3.829-842)
• “Así pues la muerte no es nada ni
• nada tiene que ver con nosotros, una
• vez que se considera mortal la sustancia
• del espíritu, y lo mismo que en el
• tiempo pasado ninguna pena sentimos
• al llegar de todas partes cartagineses en pie de guerra, cuando
• todo bajo las altas brisas del éter se estremecía en el pavoroso
• desorden de la guerra y temblaba de espanto, y dudoso
• estuvo bajo cuál de los dos imperios por tierras y mares habría
• de caer la humanidad entera, igualmente cuando no
• estemos, una vez que ocurra la separación del alma y el
• cuerpo que en unidad nos constituyen, es bien claro que a
• nosotros, que no estaremos entonces, nada en absoluto po-
• drá ocurrimos o impresionar nuestra sensibilidad, aunque la
• tierra se revuelva con el mar y el mar con el cielo” .
Los terrores de ultratumba (1.111-126)
• “(…) Y es que se desconoce cuál es la naturaleza
• del alma, si nace o, por el contrario, se les trasmite a los
• nacientes, si perece a la vez que nosotros deshecha con la
• muerte, o va a ver las tinieblas de Orco y sus charcas deso-
• ladas, o si por milagro se trasmite a otras bestias, tal como
• cantó Ennio, que entre nosotros fue el primero que trajo
• del Helicón deleitoso una corona de fronda inmarcesible,
• cuya fama ilustre habría de resonar a través de los pueblos
• de Italia. Aunque, pese a todo, Ennio expone de otra parte,
• publicándolo con versos eternos, que existen los templos del
• Aqueronte, donde no perduran las almas ni nuestros cuerpos
• sino una suerte de imágenes descoloridas de extraña manera.
• De allí cuenta que salió el espectro de Homero el
• siempre florido y, llorando a lágrima viva, se puso a decir y
• explicar la producción de las cosas”.
El miedo a los castigos de ultratumba
• Bernstein:
• Lucrecio rechazó los terrores que produce un juicio
futuro; combatió las creencias que encadenan la mente
humana a la esclavitud de la superstición. Su propósito
era liberar a la humanidad de los miedos invalidantes
impuestos por la religión.
• Explicación de Lucrecio:
• a) El miedo popular a los castigos de ultratumba brota
de la percepción correcta de las penas sancionadas por
el Estado, b) pero que son confundidas con los
tormentos del pasado mítico, c) internalizados por la
culpa d) originada en la ansiedad ante la posibilidad de
que sean descubiertas las faltas cometidas, e) y
finalmente proyectadas y magnificadas tras la muerte.
Interpretación de Tobías Reinhardt: una
katábasis simbólica
• 1) Simposistas en un banquete. Su ánimo está
determinado por el miedo a la muerte (3.912-30).
• 2) La Naturaleza, en una situación semejante a un
juicio, dirigiéndose a una persona que enfrenta la
muerte inminente (3. 931-77).
• 3) Los pecadores, presuntamente sufriendo en el
inframundo (3.978-1023).
• 4) Los buenos y grandes de los tiempos pasados que
también murieron (3. 1024-52).
• 5) Modelos de comportamiento errado causado por el
miedo a la muerte, que pueden observarse en el
mundo de los vivos (3. 1053-75).
1) Simposistas en un banquete (3.912-930)
• “También eso hacen muchas veces los hombres, cuando
• se ponen a la mesa y sujetan las copas y cubren sus frentes
• de guirnaldas, que dicen muy de corazón: «Corto disfrute es
• este de los pobres hombres; así que pase, ya nunca más será
• posible reanudarlo», como si en la muerte el peor de los
• males fuera eso de que la seca sed los abrase y tueste a los
• desgraciados, o les vaya a entrar deseo de alguna otra cosa.
• Y es que nadie va a echar de menos su propia vida o su
• persona en ese tiempo en que a la vez descansan dormidos
• mente y cuerpo. Pues, si es por nosotros, de acuerdo, que
• sea inacabable ese sueño, no nos va a entrar ninguna añoranza
• de nosotros mismos; y eso que en nuestros órganos
• los primordios correspondientes en modo alguno se extravían
• lejos de los movimientos sensitivos, ya que cuando el
• hombre se despabila del sueño él solo se recobra; mucho
• menos, por tanto, hay que pensar que tenga que ver la
• muerte con nosotros, si es que puede ser menos lo que vemos
• que es nada; pues se sigue mayor destrozo de la masa
• de materia, y no hay nadie que del lecho despierte y se levante
• una vez que le ha llegado la fría detención de la vida”.
La interpelación de la Naturaleza (3. 931-
977) (A)
• “En fin, si Naturaleza de pronto echara
• a hablar y se pusiera a reñimos a
• alguno de nosotros de esta manera:
• «¿Qué accidente tan grave te ocurre,
• mortal, para dejarte llevar tan desconsideradamente
• por penoso duelo? ¿Cómo es que lloras y te
• lamentas de la muerte? Porque tal como gratis se te dio la
• vida anterior ya pasada, y no es que todos sus bienes, como
• puestos en cántaro cascado, se te hayan escurrido o sin corri-
• pensarte se perdieran, ¿por qué tú, como comensal de la vida
• satisfecho, no te retiras y con serenidad vas entrando, necio,
• en ese sueño tranquilo?
La interpelación de la Naturaleza (3. 931-
977) (B)
• “(…) Si por el contrario todas y cada
• una de las cosas de las que has disfrutado se te derramaron y
• o perdieron, y la vida ya te cansa, ¿por qué ibas a querer añadir
• algo más, que otra vez acabaría de mal modo y resultaría
• todo sin compensación para ti, (y) no más bien pones fin a
• tu vida y tus fatigas? Pues el que yo en tu caso urdiera o encontrara
• otra cosa más que te gustara, nada importa: todo es
• siempre lo mismo; si tu cuerpo no está ya marchito por los
• años y tus miembros gastados no desfallecen, todo sin embargo
• te aguarda siendo lo mismo, aunque siguieras vivo
• para sobrepasar a toda criatura, y aún más, aunque nunca te
• fueras a morir», ¿qué vamos a responder sino que Naturale-
• za plantea justa querella y con sus palabras expresa la verdad
• de su causa? (…)
La interpelación de la Naturaleza (3. 931-977) (C)
• “Pero si ahora uno más viejo y talludo se queja y por su
• muerte llora el pobre más de lo debido, ¿no le gritará más
• bien con razón y en tono áspero le reñirá: «¡Vete por ahí
• con esas lágrimas, pozo sin fondo, y reprime tus quejas:
• después de haber tenido todas las compensaciones de la vi-
• da te marchitas; pero como siempre ansias lo que falta y
• desprecias lo que hay, la vida se te ha escurrido sin logro ni
• gusto, y sin darte cuenta la muerte está a tu cabecera antes
• de que puedas marcharte harto y lleno de bienes; pero abandona
• ahora todas esas cosas impropias de tu edad y con serenidad,
• venga ya, cede ante los años; no hay remedio»?
• Justificada estaría, creo yo, su acusación, justificadas sus
• reprimendas y denuncias.
La interpelación de la Naturaleza (3. 931-
977) (D)
• Porque lo antiguo se aparta desalojado siempre por nuevas
• realidades y es necesario reponer unas cosas con otras;
• nadie cae en los abismos del Tártaro negro: hace falta mate-
• ría para que crezcan las generaciones venideras, todas las
• cuales sin duda te seguirán en el disfrute de la vida; y no
• menos por tanto que tú fueron ellas antes cayendo y habrán
• de caer. Nunca así dejará de surgir una cosa de otra; a nadie
• se le otorga la vida en posesión, a todos en usufructo.
• Mira igualmente lo poco que nos importa la antigüedad
• pretérita del tiempo eterno, antes de nacer nosotros; la naturaleza
• así nos pone delante una imagen de ese tiempo que
• tras la muerte nuestra al cabo llegará: ¿acaso algo espantoso
• en él se revela?, ¿acaso parece siniestro en algún modo?,
• ¿no se presenta como más tranquilizador que ningún sueño?”
Los castigos de ultratumba (3.978-1023) (A)
• “Y por supuesto, cada una de las
• cosas que proclaman que hay en
• Aqueronte insondable, las tenemos todas
• en la vida: el pobre Tántalo colgado
• no teme la roca enorme en los
• aires, según el cuento, embotado de absurdos terrores, sino
• que más bien en esta vida el vano temor a los dioses agobia
• a los mortales que recelan de los percances que a cada cual
• le pueda traer su suerte; (…)
Los castigos de ultratumba (3.978-1023) (B)
• (…) tampoco a Ticio tumbado se le
• arriman pájaros en el Aqueronte ni, busquen lo que busquen
• hurgando en su pecho inmenso, no hay cosa que hallarse
• pueda durante tiempo inacabable por cierto; aunque esté ahí
• en el suelo con su cuerpo descomunal y ocupen sus miembros
• explayados no ya nueve yugada sino la bola de la
• tierra entera, no podrá sin embargo sufrir dolor eterno ni del
• propio cuerpo suministrar por siempre alimento: un Ticio es
• para nosotros más bien ese al que en la postración de sus
• amores desgarran pajarracos, lo recome el temor ansioso o
• lo quebrantan los afanes de cualquier otra pasión.
Los castigos de ultratumba (3.978-1023) (C)
• (…) Un Sísi-
• fo viviente y puesto también ante nuestros ojos es aquel
• que se empeña en solicitar de los lictores haces y hachas
• crueles, y una y otra vez se retira fracasado y deprimido:
• y es que solicitar un mando que es inútil y nunca se
• otorga, y por ello una vez y otra soportar duras fatigas, es lo
• mismo que con gran esfuerzo empujar monte arriba la peña
• que ya arriba en la cumbre sin embargo mira cómo de nuevo
• se derrumba y precipita hacia las llanuras de la campiña. (…)
Los castigos de ultratumba (3.978-1023) (D)
• (…) De
• otra parte, alentar continuamente en nuestro corazón un carácter
• descontento y no llenarse de cosas buenas ni hartarse
• jamás de lo que nos ofrecen las estaciones del año cuando en
• su rueda vuelven y traen sus cosechas y variados deleites, sin
• que a pesar de todo nos llenemos nunca de los frutos de la vida,
• esto en mi opinión es lo mismo que lo que cuentan de las
• muchachas que en la flor de la edad acarrean agua en cántaro
• cascado que no hay manera de llenar aunque se quiera”.
Simbolismo general de los condenados
infernales
• Cada uno es un ejemplo de un vicio universal, tan
contemporáneo como mitológico. Todos son males
porque le quitan autocontrol al individuo y hacen de su
vida y la de otros algo inestable y miserable.
• La pérdida del autocontrol es particularmente peligrosa
por:
• A) Uno rinde la propia voluntad, y es por tanto esclavo
de las pasiones, de la misma forma como puede serlo
del destino y de los dioses.
• B) Los apetitos que genera no pueden ser saciados
como el hambre y la sed. Viola las fronteras fijadas para
el comportamiento humano, en analogía con las
fronteras y reglas físicas fijadas para el funcionamiento
del universo.
Los castigos de ultratumba (3.978-1023) (E)
• “Cérbero y las Furias y la privación de luz, el Tártaro que
• por sus gargantas vomita calores espantosos, no, ni están en
• parte alguna ni pueden estar, es muy seguro; más bien es que
• en esta vida el miedo al castigo por las maldades claras es claro,
• y también la expiación del crimen: la cárcel y el espantoso
• despeñamiento de los condenados, azotes, verdugos, el potro,
• la pez, la plancha, teas; y aunque falte todo eso, la propia
• conciencia, atemorizada por sus acciones, se arrima clavos
• y se escuece con latigazos, sin ver entretanto qué término
• puede haber de sus males ni cuál sea el final definitivo de su
• castigo, y esas mismas cosas más todavía teme que en la
• muerte se le agraven; por donde el vivir de los necios viene a
• ser a la postre su Aqueronte”.
Ilíada XIX 258-261
• “Sea testigo primero Zeus, el dios más sublime y excelso,
• y también la Tierra, el Sol y las Erinies, que bajo tierra
• castigan a las gentes que prestan juramento perjuro,
• de que nunca he puesto la mano sobre la joven Briseida.
Los grandes de los tiempos pasados que murieron (3.
1024-1052) A
• “Esto también podrías para tus
• adentros de vez en cuando decirte:
• «Perdió la luz de sus ojos incluso el
• buen Anco, que fue mejor que tú,
• malvado, en tantas cosas; desde entonces
• cayeron muchos reyes y gobernantes que imperaron sobre
• grandes naciones; también aquel famoso que en tiempos
• pavimentó por el ancho mar un camino y permitió a las
• legiones cruzar el piélago y enseñó a caminar a pie sobre la
• charca salada y con las cabriolas de sus caballos despreció
• los rugidos del ponto, se quedó sin la luz y el alma en su
• agonía se le escapó del cuerpo; el Escipíada, aquel rayo de
• la guerra, espanto de Cartago, puso sus huesos en tierra como
• si fuese el más ruin de los criados. (…)
Los grandes de los tiempos pasados que murieron (3.
1024-1052)
• (…) Agrega aquí los des-
• cubridores de ciencias" y elegancias , agrega los cofrades
• del Helicón entre los que Homero tras hacerse con el cetro
• se quedó descansando en el mismo sueño que los otros.
• Demócrito, en fin, una vez que una vejez bien cuajada le fue
• dando señas de que decaían los impulsos memoriosos de su
• mente, por propia cuenta salió al paso de la muerte y le
• ofreció su persona; el propio Epicuro, tras apagarse la
• carrera de su vida, feneció, él, que sobrepasó a la humanidad
• entera con su talento y apagó las estrellas todas levantándose
• como un sol en las alturas. ¿Y titubearás y protestarás
• de morir, tú, que, aunque vivo y con los ojos abiertos,
• dispones de una vida que es ya casi muerte, que derrochas la
• mayor parte de tu existencia en dormir y, cuando estás despierto,
• roncas y sigues viendo ensueños y sufres un estado
• de ánimo angustiado entre vanos temores, que tantas veces
• no puedes hallar qué mal tienes delante cuando borracho te
• sientes abrumado, pobre mío, por preocupaciones de toda
• clase y con el alma sin tino, zarandeado, vas de acá para allá
• en tu extravío?»”.
Consecuencias del miedo a la muerte (3.
1060-1070)
• “Sale una y otra vez de sus ricas estancias a la calle aquel que
• ya está harto de estar en casa: (al punto se presenta) y entra,
• pues, claro, siente que en la calle no le va mejor; arreando a
• sus potros hacia la cortijada se lanza a la carrera, como si se
• apresurara para prestar ayuda en el incendio del caserío: bos-
• teza acto seguido, en cuanto cruza el umbral del cortijo, o se
• retira a dormir desfallecido y busca aturdimiento, o incluso a
• toda prisa se encamina y regresa a la ciudad. De esta manera
• cada cual huye de sí mismo y, de quien por lo visto, como sucede,
• es imposible escapar, no se despega y lo aborrece a su
• pesar, porque es que, estando enfermo, no comprende la cau-
• sa de su dolencia; (…).
Las ideas de Epicuro sobre los castigos de
ultratumba según Lactancio
• Divine Institutes, III.17.42:
• “Epicurus says … the punishments of hell do not have to be
feared, because souls die after death; nor is there any hell at
all”.

• Ibid., VII.7.13:
• “Zeno, the Stoic, taught that there was a hell, and that the
abodes of the virtuous were separated from the wicked, and
that the former inhabited quiet and delightful regions, while
the latter paid their penalty in dark places and horrible
caverns of mud. The prophets made the same thing clear to
us. Therefore, Epicurus was in error who thought that this
was a figment of the poet’s imagination, and took those
punishments of hell to be those which are borne in this life”.
Las ideas de Epicuro sobre los castigos de
ultratumba según Séneca
• Cartas a Lucilio 24.18:
• “No soy tan necio como para repetir en este lugar la
• cantinela de Epicuro y afirmar que el temor a los infiernos
• es vano, que la rueda de Ixión no da vueltas, que la
• roca a espaldas de Sísifo no es empujada cuesta arriba y
• que las entrañas de un condenado no pueden ser devoradas
• y regenerarse cada día. Nadie es tan ingenuo que tema
• al Cancerbero, a las tinieblas y al espectro de las sombras
• formado de huesos descarnados. La muerte o nos destruye
• o nos libera: liberados nos queda el componente más
• noble, una vez desembarazados de la carga; destruidos nada
• nos queda, al sernos arrebatados por igual los bienes
• y los males”.
Cicerón y los castigos de ultratumba
• Tusculanas 1.10-11
• Dime una cosa, por favor. ¿Te aterrorizan la leyendas sobre el Cerbero infernal de tres cabezas", el
fragor del Cocito", la travesía del Aqueronte, de Tántalo que con el mentón toca la superficie del
agua agotado por la [sed, Sisifo hace rodar la piedra con fatiga y sudor sin avanzar ni [siguiera
una pulgada, ¿o quizá también la leyenda de los jueces inexorables Minos y Radamantis? En su
presencia ni Lucio Craso ni Marco Antonio te defenderán, ni siquiera, dado que la causa se juzgará
en presencia de jueces griegos, podrás recurrir a Demóstenes; tú tendrás que defenderte a ti
mismo ante un público inmenso. Quizá es esto lo que temes y piensas por ello que la muerte es
un mal eterno.
• -¿Me consideras tan loco para creer en esas leyendas?
• -¿De verdad no crees en ellas?
• No, en absoluto.
• -Una mala noticia, por Hércules.
• -¿Dime por qué, por favor?
• -Porque podría desplegar mi elocuencia, si tuviera la ocasión de refutar esas leyendas.
• -¿Y quién no en una causa de esta naturaleza? ¿O qué dificultad puede haber en refutar estas
creaciones fantásticas de poetas y pintores?
• -Bien de filósofos ha habido que han escrito libros enteros en contra de estas leyendas.
• -En vano, sin duda. ¿Quién puede ser tan insensato para dejarse impresionar por esas leyendas.
• -Desde luego que si los infelices no están en los Infiernos, es indudable que no hay nadie en los
Infiernos.
• -Eso es precisamente lo que yo pienso”.
Conclusiones relevantes
• M. Gale:
• Lucrecio, que conocía muy bien que sus muy bien educados
lectores de clase alta, no creían en la existencia de las escenas
del inframundo en un nivel literal. No atacó las creencias
generales que implicaban, es decir, que los dioses se
interesan en los asuntos humanos.
• Subtexto: no hay nada atemorizante en el inframundo –tú,
lector, has estado ahí”. El infierno es destruido desde adentro.
• El verdadero propósito de la katábasis, paradójicamente, es
asegurarnos la no existencia del inframundo, mediante la
explicación reinterpretación de algunas de las etapas que un
visitante recorre.
• Remedio: dedicarse al estudio de la naturaleza de las cosas.
Cicerón – Sobre los deberes
• 1.34-35:
• “Hay también deberes que observar en orden a quienes nos han injuriado.
La venganza y el castigo tienen también sus límites, y quizás debamos
satisfacernos con que el ofensor sienta pena de su acción, para que él no
vuelva a hacer nada semejante, y todos los demás sean menos propensos a
faltar”.
• 1.89-90:
• “Hay que procurar también que la pena no exceda a la culpa ni que por
idéntico motivo uno sea castigado y otro ni siquiera apercibido. Que el
castigo sobre todo sea sin ira, porque quien castiga airado difícilmente
guardará la moderación entre lo poco y lo demasiado, que tanto gusta a los
peripatéticos y con razón, con tal que no alabaran la iracundia y dijeran que
era un don muy útil de la naturaleza”.
• 2. 18-19:
• “(…) y tomar venganza de quienes hayan intentado perjudicarnos, e
infligirles el castigo que nos consiente la discreción y la humanidad”.
Los dos tipos de amor
• Lucrecio reconoce dos facetas del amor, cada una
centrada en la figura de Venus, con conexiones
complejas entre sí.
• Ideal feliz.
• Realidad desapacible.
• El poeta, algunas veces, usa la máscara del
idealismo y otras la del realismo e incluso del
pesimismo. Siempre es consciente de la brecha
entre ellas y está tratando de encontrar una
solución.
La Venus real
• Introducción de Venus tan fisiológicamente como
sea posible. Sueños húmedos: L4; v. 1393; 277.
Sigue la pubertad y el amor
• La reducción de la mitología de Venus a la fisiología
es risible. Pero es también una declaración
empática: esta es nuestra Venus: así es como
nosotros los romanos la conocemos, y así es como
ella funciona para nosotros, desprovista de
personalidad o divinidad, causando solo desastres.
Peligros del amor, sufrimientos e ilusiones
de los enamorados
• L4; v. 1336; 279.
• La tragedia del amor se basa enteramente en la
falta de control de los seres humanos. Cuando
Venus es personificada aquí no es una diosa, sino
una mujerzuela o un mero objeto del deseo sexual.
Es el equivalente a voluptas, queda reducida a
significar el sexo mismo, no siempre es agradable y
tiene poco que ver con los ideales epicúreos.
Sátira contra la idealización de la amante
• L4; v. 1560; 282.
• Lucrecio dirige algunas de sus líneas más sarcásticas
contra la ceguera que les permite a los amantes
idealizar a su amada imperfecta al ocultar la horrible
realidad física bajo eufemísticos nombres cariñosos.
• Importante: remover la propia ceguera y descubrir la
verdad sobre la mujer.
• A la luz de la razón, el amante puede convertirse en un
epicúreo propiamente tal y sacar el mejor partido de la
realidad.
• Engaño del amor: querer poseer a la pareja y no poder.
• Después, se aleja de la sátira y desarrolla una
aproximación más razonable y epicúrea.
Opciones al amor destructivo
• Antes, ha tenido que mostrar “de qué huir”, que es tan importante como
“hacia dónde huir”.
• Lucrecio sugiere alternativas para que el hombre romano pueda escapar de
los asuntos romanos destructivos. Ambos requieren que uno deje de
engañarse a sí mismo:
• A) La reciprocidad en el amor: L4; v. 1639; 284.
• B) El matrimonio: L4; v. 1666; 285.
• La tradición romana alentó el matrimonio debido a la necesidad de
mantener el nombre de la familia, el poder y la riqueza entre las clases
altas.
• Lucrecio combinó algo de los dos mundos, agregando quizá su propia
interpretación de la doctrina epicúrea. Describe el matrimonio en términos
de amistad, el ideal más alto del epicureísmo, mientras mantenía un
contexto romano aceptable.
• Final de L4: El hábito en el amor: L4; v.1758; 288.
• Convicción de que el amor no viene de las flechas de Cupido. Lo caracteriza
en cambio como una Consuetudo, un proceso gradual, consciente y realista
de aprender a vivir con otra persona.
El romanticismo en Lucrecio
• Lo que Lucrecio está atacando es una actitud obsesiva
hacia el amor romántico. Puede haber existido en la
vida, entonces y ahora. La encontramos reflejada y
amplificada en el poema.
• Su ataque contra el amor romántico no significa que
nunca sea él mismo romántico. Lo que pasa es su
objeto no es el romance humano, sino el “romance”
más amplio y menos personal del amor ideal natural.
• Venus no es puramente sexo. En el proemio del Libro I,
simboliza la creación, la primavera, el placer epicúreo,
la Madre Tierra y la Naturaleza misma. L1; v.1; 91

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