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LA IMPORTANCIA DE LA

PARENTALIDAD PARA EL
DESARROLLO DEL CEREBRO Y LA
MENTE INFANTIL

LIC. CÉSAR ALEJANDRO GARZA BERMÚDEZ


LOS BUENOS TRATOS INFANTILES Y EL DESARROLLO DEL CEREBRO
LOS CUIDADOS,LA ESTIMULACION Y LA PROTECCION QUE RECIBEN LOS
NIÑOS Y LAS NIÑAS, RESULTADO DE UNA BUENA PARENTABILIDAD
LOS BUENOS TRATOS:

SON LOS RESULTADOS DE LAS COMPETENCIAS QUE LOS ADULTOS HAN


DESARROLLADO, GRACIAS AL ECHO DE HABER CRECIDO EN CONTEXTOS
FAMILIARES Y SOCIALES DONDE FUERON BIEN TRATADOS
LA IMPORTANCIA DEL CARIÑO EN EL
DESARROLLO DEL CEREBRO

La nueva ciencia del cerebro ha transformado en pocos años las


concepciones sobre el funcionamiento del cerebro y el origen de la
mente y su desarrollo.
Lo más relevante es que estas investigaciones, sobre todo las realizadas
en las últimas décadas, han demostrado que los cuidados, la
estimulación y los buenos tratos que los adultos dedican a sus hijos
e hijas, desempeñan un papel fundamental en la organización, la
maduración del funcionamiento del cerebro y del sistema nervioso.
NEUROTROFINAS

para garantizar su proceso de maduración, el cerebro produce


sustancias conocidas como neurotrofinas
la secreción de neurotrofinas es el resultado
de la actividad neuronal que, a la vez, depende de las interacciones
con el entorno. la producción de neurotrofinas, proteína necesaria
para la supervivencia y el crecimiento de las neuronas depende, a
su vez, del estímulo de las experiencias relacionales a tal punto que
en contextos de carencias y estrés, ésta se altera y explica la atrofia
cerebral que se observa en niños y niñas afectados por negligencia
grave y malos tratos severos (lagercrantz, hanson y evrard, 2002).
LOS BUENOS TRATOS INFANTILES Y EL DESARROLLO
DEL CEREBRO

Los buenos tratos, más en particular los cuidados, la estimulación y


la protección que reciben los niños y las niñas, resultado de una
parentalidad competente en el transcurso de sus tres primeros años de
vida, son determinantes para la configuración de un cerebro sano
con capacidad para responder a todos los retos de una existencia
infantil y, más tarde, a los de una vida adulta.
La organización del cerebro

I) Las estructuras superiores o «neocórtex»: situadas en


la parte superior del cerebro, responsables de la
motricidad y de la palabra, median, además, el
procesamiento de informaciones complejas como la
percepción, el pensamiento y el razonamiento, así como
las representaciones perceptuales complejas y
abstractas que constituyen nuestros procesos de
pensamiento simbólico y asociativo. Son las áreas
evolutivamente más avanzadas.
II) El sistema límbico o cerebro emocional: localizado en la parte central,
incluye las regiones denominadas córtex orbitofrontal, el hipocampo,
la ínsula, el córtex cingulado anterior y la amígdala. Todas estas
áreas desempeñan un rol central en la coordinación de la actividad
de las estructuras cerebrales superiores e inferiores. Es el sistema
que da soporte al aparato emocional y al sistema operativo de la
memoria, por lo que desempeña un papel fundamental en el manejo
de las emociones, la motivación y la conducta dirigida a objetivos.
Junto con esto, estas estructuras límbicas permiten la integración de
una amplia gama de procesos mentales básicos como:
– La valoración del sentido
– El procesamiento de la experiencia social o cognición social.
– La regulación de las emociones y la empatía.
Las bases neurobiológicas del buen
trato
Existe una diferencia notable en relación con el cuidado de las crías
entre los mamíferos y los reptiles. Los mamíferos cuidan a sus crías
hasta que puedan valerse por sí mismas. Los reptiles no se ocupan
casi de ellas e, incluso, en algunas especies las crías tienen interés de
alejarse rápidamente de sus progenitores para impedir ser devoradas
por ellos. En el caso de los mamíferos y, en particular, en los
humanos, la evolución ha permitido la emergencia de estructuras
en el cerebro emocional o sistema límbico que permiten que los
progenitores
sean particularmente sensibles a la presencia de sus hijos
y a sus necesidades. Esto es válido no sólo para los mamíferos, en
general, y los humanos, en particular, sino también para las aves,
cuyo sistema límbico es lo que les permite cuidar a su progenie hasta
que las crías están en condiciones de desenvolverse solas.
Las hormonas del buen trato

Las investigaciones actuales han permitido establecer


que cuando una madre o un padre cuida a su hijo de una
forma adecuada y afectiva presenta un aumento en la
sangre de las tasas de oxitocina, vasopresina y
endorfinas. Todas ellas son hormonas responsables de
conductas sociales de muchos tipos y forman parte de
lo que los neurofisiólogos denominan el «circuito
neurológico asociativo»
(Taylor, 2002).
La existencia de estos «circuitos hormonales asociativos» permite
la apariencia de sentimientos de vinculación afectiva como, por
ejemplo, el apego intenso de una madre por sus crías o los lazos de
amistad entre diferentes personas. Pero el papel de estas hormonas
no sólo se limita a facilitar la vinculación afectiva, sino que, como lo
hemos señalado en nuestro libro Los buenos tratos a la infancia, estas
hormonas son fundamentales cuando los hijos o las hijas son amenazados
por situaciones de peligro y de estrés provenientes del entorno,
pues impulsa comportamientos protectores (Barudy y Dantagnan,
2005).
Oxitocina: la hormona de los cuidados maternos

La producción por parte de la mujer de una hormona llamada oxitocina


desempeña un papel muy importante en la capacidad de las
madres para priorizar el cuidado y el buen trato de sus crías (Nelson,
Panksepp y otros autores, citados por Taylor, 2002). Conocida
por la mayoría de las mujeres modernas debido a su utilización, a
veces indiscriminada durante el parto, la oxitocina, relacionada
también con la producción de leche materna, es responsable, junto
con las endorfinas, de la alegría y del placer con que una madre recibe
a su cría después del parto.
La oxitocina puede ser uno de los recursos más importantes que
la naturaleza ha proporcionado a las mujeres para asegurarse de
que las madres se ocupen de sus crías, las traten bien y les proporcionen
los cuidados necesarios para que lleguen a la madurez, sobre
todo en épocas de estrés. La cantidad de oxitocina también aumenta
cuando las mujeres cuidan a los niños de otras madres. Otras hormonas
relacionadas con la conducta maternal, como los péptidos
opioides endógenos, un conjunto de morfinas naturales segregadas
por el cerebro, provocan un sentimiento de placer cuando las madres
cuidan a sus crías.
LAS POSIBILIDADES CUIDADORAS Y BIENTRATANTES DE LOS
PADRES

Los hombres también poseen una estructura cerebral que, si ha sido


influenciada por una historia de buenos tratos durante su infancia,
les permite también ocuparse de los cuidados y de la estimulación
de sus crías. Pero, en muchos casos, la integración de la cultura patriarcal
es un obstáculo para el aprovechamiento integral de estas
posibilidades.
Los padres que se implican en la crianza de sus hijos lo hacen de
una forma singular entre otros, por la diferencia en la organización
de su cerebro y en la producción hormonal. La capacidad de cuidar
y de crear vínculos afectivos está también presente en los hombres,
pero su origen es diferente (Geary, 1999).
LAS BASES BIOLÓGICAS DE LA PATERNIDAD
BIENTRATANTE

Los buenos padres no sólo son capaces de proporcionar el sustento


a su progenie, también pueden ser amorosos, cuidar a ésta y
demostrarlo orgullosos que están de ella. Éstos son los padres que
invierten tiempo en las actividades de sus hijos, se interesan por sus
formas de ser y de aprender. Son padres capaces de enseñar,
proteger
y cuidar a sus hijos, quienes ocupan un lugar prioritario en sus
vidas.
Los padres no han sido estudiados atentamente en las investigaciones
sobre el origen biológico y psicológico de las capacidades de
cuidar y tratar bien a los niños.

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