licenció y doctoró en Filología Clásica. Es profesor de investigación del CSIC y académico de la Real Academia de la Historia, posee una importante obra como poeta, ensayista y traductor. Entre sus poemarios destacan La caja de plata (Premio de la Crítica, 1985), El otro sueño (1987), Por fuertes y fronteras (1996), Sin miedo ni esperanza (2002) y Cuaderno de vacaciones (Premio Nacional de Poesía 2015). La mayor parte de su obra poética está recogida en Los mundos y los días, cuya cuarta edición se publicó en 2012. En 1989 obtuvo el Premio Nacional de Traducción por su versión del Cantar de Valtario. En 2006 recibió el Premio de Literatura de la Comunidad de Madrid, y en 2003 el Pemio Julián Marías de Investigaciones en Humanidades. Por Cristian Longo Viejo Ha ocupado el cargo de Director de la Biblioteca Nacional de España (1996- 2000). En 1997 promovió la creación de la Fundación Biblioteca de Literatura Universal (BLU) cuyo objetivo era la publicación de obras de autores clásicos de otras lenguas y la revitalización de autores también en lengua española, así como la realización de otras actividades encaminadas a destacar el valor de la lengua española como lengua universal de cultura. Por Cristian Longo Viejo Estilo Cristian Longo Viejo En su poesía se funden el estudioso y el creador, sin que ninguna de las dos facetas corrompa a la otra. Su poesía se clasifica dentro de lo que se ha llamado en la poesía española contemporánea una «poética transculturalista»: una lírica irónica y elegante, a veces escéptica, en ocasiones desenfadada, en la que lo transcendental convive con lo cotidiano y lo libresco se engarza con lo popular. Usa la métrica libre y la tradicional. Como homenaje a Hergé, el creador de Tintín, Luis Alberto de Cuenca ha definido la segunda etapa de su poesía como línea clara Además de su obra como poeta, ensayista y filólogo, hay que destacar su faceta de letrista musical; suyas son algunas de las letras más conocidas del grupo de rock la Orquesta Mondragón. Más de una treintena de sus poemas han sido antologizados y musicados por Gabriel Sopeña e interpretados, en una primera entrega, por Loquillo, en su disco Su nombre era el de todas las mujeres, editado en octubre de 2011. Parte de su obra ha sido traducida al francés, alemán, italiano, inglés y búlgaro. Por Cristian Longo Viejo Hola mi amor yo soy el lobo Yo lo que quiero es tu cuerpo tan brutal Quiero tenerte cerca para oiírte mejor Y lo que adoro es tu fuerza de animal Hola mi amor soy yo tu lobo Si con tus garras me quisieras tu abrazar Quiero tenerte cerca para verte mejor Si con tus dientes me quisieras tu besar Hola mi amor yo soy el lobo Hola mi amor yo soy el lobo Quiero tenerte cerca para oírte mejor Te he comprado un anillo, un pastel y un yoyo Hola mi amor soy yo tu lobo Hola mi amor soy yo tu lobo Quiero tenerte cerca para verte mejor quiero bailar contigo un lindo rock & roll Si con tus garras me quisieras tu abrazar Hola mi amor yo soy el lobo Si con tus dientes me quisieras tu besar Hola mi amor yo soy el lobo Te he comprado un anillo, un pastel y un yoyo Quiero tenerte cerca para hablarte mejor Hola mi amor soy yo tu lobo Hola mi amor soy yo tu lobo quiero bailar contigo un lindo rock & roll Quiero tenerte cerca para olerte mejor Yo solo quiero una noche sin final Hola mi amor yo soy el lobo En la que ambos nos podamos devorar Quiero tenerte cerca para hablarte mejor Hola mi amor soy yo tu lobo Quiero tenerte cerca para olerte mejor Por Cristian Longo Viejo Su nombre era el de todas las mujeres su protección, los dioses su asistencia Era una criatura detestable y la literatura su cobijo. en el plano moral, un ser abyecto, Fueron tiempos difíciles aquellos. una abominación lovecraftiana. No era tampoco guapa, ni atractiva, La olvidé. Por completo. Para siempre ni graciosa, ni joven, ni simpática. (o eso creía entonces). Me cruzaba Era un montón perverso de basura. con ella por la calle y no era ella Pues fuiste tan imbécil que por ella quien se paraba ante un escaparate dejaste a la que amabas y vendiste de ropa deportiva, no era ella tu alma en los bazares de la noche quien compraba el periódico en un quiosco y se perdía entre la muchedumbre. Era todo tan triste y tan absurdo. Como si hubiera muerto. No era ella. No vivías apenas. Te colgabas Su nombre era el de todas las mujeres. de la pared de la melancolía y veías pasar las lentas horas que hacia nada conducen y hacia nunca. Las mujeres te habían retirado Por Cristian Longo Viejo Hola mi amor, yo soy el lobo… y otros poemas de romanticismo feroz (2008). Se trata de una antología recogida bajo el término de “romanticismo feroz” donde se reúnen una serie de poemas de amor cínicos y descarnados, cruelmente humorísticos o despiadadamente sádicos. Su autor se ha vuelto nostálgico, ve más cerca la muerte y preso de los recuerdos nos presenta una pasión amorosa, ahora más pasiva, pero hay páginas de voyeurismo (mirón) feroz: paisajes con figuras que asaltan el renio blanco e indagan sobre los placeres ocultos, menos gimnásticos pero igual de intensos. Los versos son más perfectos, se retuercen con maestría, incluso el autor se atreve con la métrica de los haikus japoneses. El espíritu hedonista e idéntica libertad sigue estando presentes. La nota nostálgica se refleja en una de sus confesiones: escribo sin miedo ni esperanza. Pero sin caer en el pesimismo, ya que aún queda mucho de romanticismo feroz; y es que la nostalgia y el tiempo no han logrado acabar con el zarpazo de la bestia: “No es tan débil tu amor como parece” dice para acabar el último poema de su último cuaderno. Muchos de los temas que aborda tienen un fuete componente de cultura popular. En sus versos están presentes temas tan prosaicos como una huelga general, el oficio de chapero y, especialmente, todo lo que tiene que ver con el amor vital y urbano, basado más en lo físico y que, por lo tanto, suele ser más sincero y reconocible. El autor sigue con lo que ha bautizado como línea blanca, término extraído del cómic de Tintín. Es decir, opta por una estética de la sencillez con una limpieza de trazo exquisita de la que se han eliminado los elementos más barrocos. Destaca su destreza para conjugar en sus poemas la cita de poetas como Ovidio y Lope de Vega con Diana Palmer, la novia de El Hombre enmascarado, el tebeo norteamericano creado por Lee Falk. Coleridge, Chénier o Hobbes se mezclan con la actriz Mae West y el héroe de cómic Flash Gordon. Esta línea tan pop reconcilia con la poesía a aquellos que huyeron de ella cansados del simple ejercicio de leer palabras perfectamente amasadas y aliñadas, pero impostadas y alejadas de los intereses, sensaciones y obsesiones del mundo actual. Por Cristian Longo Viejo El poeta se vuelve cada vez más triste y nostálgico, un trovador sin miedo ni esperanza. Una tristeza que nos es próxima, porque no se aborda desde el dramatismo, sino a través de la distancia que da el humor inteligente. En esta antología se recogen los poemas de romanticismo feroz. En algunos el aullido es aún de cachorro, en otros es ya el macho alfa de la manada quien se expresa. El poeta busca esa noche sin final, ese amor y pasión duraderos y felices, con muchas mujeres, sean solteras, casadas o malcasadas, listas o tontas, gordas o sordas, pijas o modernas, así estén ebrias o drogadas –el alcohol, la droga y sus resacas aparecen mucho-, pero la cosa, habitualmente, acaba en fríos mañaneros, en desilusiones y engaños, en malestar y desesperación, en riñas y decepciones, en abismos y vacíos, en la imposibilidad de “ser feliz diez minutos seguidos”, en un crudo y cernudiano choque entre la realidad y el deseo. No hay pizca de moralismo, hay desoladora constatación del fracaso. El pasado, cuando vuelve siempre es r para mal. Acaso queda una fragancia en el aire, y no tiene por qué ser forzosamente de veneno. Por Cristian Longo Viejo La poesía de Luis Alberto de Cuenca es pródiga en citas, homenajes y referencias culturales procedentes del cine, la literatura, la pintura, la música, el cómic, los cuentos populares, la antigüedad clásica o la época medieval. No rechaza el soneto ni la métrica canónica. Pero nada de esto es un corsé ni pesa nunca. De Cuenca gusta de discurrir por el coloquialismo de lo cotidiano –donde transcurren sus historias- y, sobre todo, por arriesgarse sobre suelos prosaicos, en los que parecería que va a resbalar y darse una costalada, pero sobre los que siempre se endereza con un guiño o con un engarce a las palabras siguientes, una vez más con la mediación del humor. Así, el autor se ha convertido en uno de los poetas más seguidos de España
Por Cristian Longo Viejo
Soneto del amor oscuro El desayuno Me gustas cuando dices tonterías, La otra noche, después de la movida, cuando metes la pata, cuando mientes, en la mesa de siempre me encontraste cuando te vas de compras con tu madre y, sin mediar palabra, me quitaste y llego tarde al cine por tu culpa. no sé si la cartera o si la vida. Me gustas más cuando es mi cumpleaños y me cubres de besos y de tartas, Recuerdo la emoción de tu venida o cuando eres feliz y se te nota, y, luego, nada más. ¡Dulce contraste, o cuando eres genial con una frase recordar el amor que me dejaste que lo resume todo, o cuando ríes y olvidar el tamaño de la herida! (tu risa es una ducha en el infierno), o cuando me perdonas un olvido. Muerto o vivo, si quieres más dinero, Pero aún me gustas más, tanto que casi date una vuelta por la lencería no puedo resistir lo que me gustas, y salpica tu piel de seda oscura. cuando, llena de vida, te despiertas y lo primero que haces es decirme: Que voy a regalarte el mundo entero «Tengo un hambre feroz esta mañana. si me asaltas de negro, vida mía, Voy a empezar contigo el desayuno». y me invaden tu noche y tu locura. Por Cristian Longo Viejo Cuando vivías en La Castellana Casada En el hombro la herida me latía Cuando vivías en la Castellana como un segundo corazón. Si a ella usabas un perfume tan amargo le dolía también, no me lo dijo. que mis manos sufrían al rozarte La puerta se cerró. Por un momento y se me ahogaban de melancolía. nos abrazamos, y eso era la vida. Si íbamos a cenar, o si las gordas Pero volvió el dolor, volvió la niebla daban alguna fiesta, tu perfume sobre mis ojos y frente a mis labios. lo echaba a perder todo. No sé dónde Y volverían dudas y reproches, compraste aquel extracto de tragedia, y la herida del hombro, y su marido. aquel ácido aroma de martirio. Lo que sé es que lo huelo todavía Dedicatoria cuando paseo por la Castellana La tierra estaba seca. muerto de amor, junto al antiguo No había ríos ni fuentes. hipódromo, Y brotó de tus ojos y me sigue matando su veneno. el agua, toda el agua.
Por Cristian Longo Viejo
Entre las chicas norteamericanas En el supemercado que estudian español en la academia Cualquier lugar es bueno para el odio, de enfrente de tu casa, hay una gorda hasta el supermercado. «¿Por qué compras que es igual que la Venus de tus sueños. esto en lugar de aquello? ¿Estás de oferta Bajo una camiseta de elefante o qué? ¿Crees que soy tonto y que no oigo que pone «University of Indiana las cosas que te dice el pescadero? (Jones)» y unos pantalones de hipopótamo, Me aburro. No te aguanto. No te olvides se mueve por el mundo con el arte la botella de ginebra. ¡Ah, no, que le da su ascendencia mitológica. déjate de comida preparada! Hace ya varios días que vigilo Aprende a cocinar como mi madre.» desde el balcón su cuádruple barbilla «Cuando tú aprendas a comerme el coño.» y el sol dorado de su cabellera. Hace ya varios días que le envío, cuando se pone a tiro de mis ojos, dardos de amor y flechas de deseo. Pero no llegan nunca a su destino. Por Cristian Longo Viejo Dime qué puedo hacer sino adorarte Nadie perdió la guerra aquel verano. cuando inundas tu valle con espuma La ganamos los dos. Tú, con la ajorca de afeitar y, empuñando la navaja, de la victoria en el tobillo izquierdo. eliminas el vello que te sobra. Yo, con los dedos de tus pies brotando Dime qué puedo hacer salvo extasiarme de mi boca, como un cáncer benigno viendo como tus labios inferiores e ilimitadamente delicioso. y tu monte de venus y tus ingles Aquella guerra tuvo sus secuelas se liberan del manto innecesario en mi cerebro enfermo, sus metástasis y emergen tal y como aparecieron en mi imaginación, y estoy seguro cuando naciste, flor sin equipaje, de que alimentará tus fantasías luna sin ramas, sol claro y desnudo mientras vivas. O casi. O más allá.
Por Cristian Longo Viejo
CAPERUCITA FEROZ que Bruno Bettelheim en Psicoanálisis Cuando la dulce niña se desnuda de los cuentos de hadas, a saber, y se mete en la cama con el lobo que, al meterse en la cama motu -que lleva el camisón de la abuelita-, proprio todos pensamos que en el fondo quiere y no hacer movimiento para huir, que el animal consume el sacrificio, lo que quiere la niña es acostarse porque nadie con ojos en la cara con la bestia, ofrecerle lo que tiene podría confundir a un lobo fiero -que no es solo la roja caperuza, con una vieja chocha, y menos alguien el pastel y el tarrito de manteca- como Caperucita, que es la nieta y acabar convirtiéndose en mujer. de la vieja en cuestión. De forma y modo que hay que dejarse ya de tonterías Por Cristian Longo Viejo y llegar a la misma conclusión