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Emma-Margarita R. A.-Valdés
Desde niña su espíritu estaba
recogido en el amor de Dios, porque
nació sin pecado original.
Su espíritu se regocija en Dios Salvador
María fue llamada “La Virgen” porque de
manera única y singular vivió totalmente
para Dios en apertura constante a su plan
salvífico.
Desde entonces la virginidad ya no fue maldición
ni soledad sino la señal divina (cfr. Is 7, 14). La
prueba que demuestra efectivamente que Cristo
es el Hijo de Dios que ha venido para salvar a los
hombres.
Llamamos a María “castísima”
porque estuvo plenamente
dispuesta para el trabajo del Reino
Ella es el modelo por excelencia de la
mujer consagrada que ama a Dios y a
los demás con un corazón indiviso y
libre.
María nos descubre que la castidad no
es virtud pasada de moda sino fuerza
para conquistar los ideales.
María, cuando el Arcángel San Gabriel la visita,
acepta gustosa su misión de madre.
Dios ha dado a María una misión transcendental
para la salvación de la humanidad.
El texto de la “Anunciación” (Lc 1, 26-38) es
el relato de una vocación, de una elección
por parte de Dios para una misión de
salvación a favor del pueblo.
Las frases “Llena de gracia, el Señor es
contigo” indican realmente la complacencia
divina en María escogida para una tarea de
liberación, y la asistencia necesaria para
llevarla a cabo.
María es verdaderamente “Madre de Dios”,
porque en el mismo instante en que fue
concebida, por obra del Espíritu Santo se
convirtió en la Madre, según la carne, de la
segunda persona de la Santísima Trinidad.
En la maternidad de María subrayamos
la divinidad del hijo que en ella toma
carne (cfr. Lc 1, 26-38).
El Verbo altísimo asume una naturaleza
como la nuestra, María tiene la misión de
darle esa humanidad, no sólo en el
aspecto carnal, sino sobre todo infundirle
un alma que le genere actitudes y
sentimientos humanos.
Verdaderamente María es nuestra madre
porque nos ha dado una vida nueva: la
Vida de Cristo.
Alabamos y exaltamos la pureza de María en lo
más grande, porque ésta no procede de ella
misma sino de Dios que la hizo una criatura
perfecta, sin sombra de pecado.
Por eso Ella, por los méritos de Cristo, su
Hijo, es capaz de regenerarnos en la virtud
para que podamos vivir en armonía
completa con Dios y nuestros hermanos.
María nos dice: "Todos los sufrimientos
y las cruces son diferentes modos con
que yo llamo a las almas."
“A ti, Virgen María.
Por tu inmensa bondad
te ofrezco mi alma en flor, mi poesía.
Sembraste caridad
en mi tierra baldía
con el milagro de tu cercanía”.
(Emma-Margarita R. A.-Valdés).
La Gracia es la vida de Dios en nosotros, la gracia es
el Amor de Cristo que se comparte. María al ser
Madre de Cristo está llena de este Amor de Dios y su
mayor alegría consiste en participar a todos los
hombres de esta plenitud de gracias con que Dios la
ha colmado.
El Creador quiso ser creado en su naturaleza
humana y por eso requirió de una madre. Eres
madre del Creador por eso, porque le diste la
naturaleza humana, un cuerpo de hombre.
Madre del que creó el mundo.
Por un lado criatura y por otra creadora de
la vida humana del Creador. Tú tuviste
entre tus brazos y alimentaste al Creador
niño. Lo acunaste, le enseñaste a caminar,
a hablar, a rezar, a vivir como hombre. Y te
obedeció durante treinta años.
Él, a su vez, te convirtió en Madre nuestra
también. Y todo por amor de Dios a Ti y a
nosotros. Estableciste un parentesco inusitado:
Hija del Padre, Madre del Hijo, Esposa del
Espíritu Santo, Madre nuestra.
Te llamamos bendita porque eres la fuente de
la fuente de aguas vivas y eres la Madre de la
salvación que se llama Jesús. Al dar las gracias
a Cristo, volvemos la mirada a quien fue su
Madre.
María que eres la "llena de
gracia“, la razón principal desde
el momento de tu concepción a
tu realeza en el cielo.
Oración
Oh piadosísima Virgen María, ayúdanos a
conocer y vivir nuestra fe a través de la
gracia liberadora de Cristo Señor Jesús, del
amor generoso del Padre, y en la íntima
comunión del Espíritu Santo.
Madre, tú eres el bendito amor que nos
sumerges en la gloria del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo.
Tú nos inspiras la vida bienaventurada
que brota del Espíritu que mora en
nosotros.
Tú sabes escuchar y responder a
nuestras peticiones, Oh clemente, oh
piadosa, oh dulce siempre Virgen María!
Amén.
María fue escogida por Dios para ser
copia fiel del Hijo venido a la tierra
para sufrir y morir por nosotros y
predestinada a ser con el Hijo,
Corredentora.
A la sombra de tu misericordia
nos refugiamos,
¡Oh Madre de Dios!
No ignores nuestras súplicas
en las tentaciones,
mas líbranos de los peligros.
¡Oh toda pura,
toda bendita!