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Edgar Ladron de Guevara

Autor: Juan Antonio Molina

Publicado en ArtNexus No. 51 - Dic 2003

Toda la obra reciente de Edgar Ladrón de Guevara parte de (o llega a) la proposición de

ilusiones, mutaciones y retruécanos visuales. Las superficies de los objetos no parecen

interesarle como no sea en su cualidad ambigua, en su multiplicidad de significados y en su

amplia gama de posibilidades plásticas. Sus intereses estéticos superan las nociones

demasiado rígidas acerca del documento fotográfico, de modo que le permiten colocarse

con total legitimidad dentro de las tendencias más atractivas de la fotografía

contemporánea. Sin embargo, aun dentro de estas tendencias, el trabajo de Ladrón de

Guevara es raro, porque es sutil. Y en el contexto de la cultura visual contemporánea la

sutileza es un valor cada vez menos apreciado.

Los trabajos recientes de Ladrón de Guevara parecen desprenderse de la tradición

fotográfica para acercarse más a una tradición de origen pictórico. Ya la crítica

contemporánea ha retomado el término pictorialismo para hablar de prácticas fotográficas

basadas en la puesta en escena, la manipulación del soporte y la disolución del referente. El

resultado, en el caso de Ladrón de Guevara, es esa autosuficiencia de la imagen, que parece

referirse más a sí misma que a una circunstancia externa. Como si fueran pinturas, las fotos
de este autor se constituyen en sistemas de signos que no necesitan justificarse en la

“realidad”, sino en la propia lógica que la representación les ha impuesto.

En tales condiciones es mejor comentar estas obras en virtud de sus posibilidades

expresivas que de su capacidad denotativa. Estamos hablando en última instancia de signos

que se denotan como un producto de la relación exhaustiva entre el sujeto autor, la materia

y —algo fundamental en el caso de la fotografía— la técnica. Si bien en obras anteriores de

Edgar Ladrón de Guevara (Construcciones para el ojo, 1994-1995, y El beso esencial,

1997) la intensidad expresiva del signo era todavía notable, en la serie que ahora presenta

(Caligrafías, 2003) el efecto predominante es el de la sutileza, la ambigüedad y la

transparencia. De modo que el signo aquí no se nos está proponiendo como una entidad

nerviosa y exasperante. Más bien como sujeto a un movimiento de repliegue, de

introspección que parece compensar su tendencia a expandirse en virtud de su diversidad de

significados.

Por otra parte, como bien indica el título de esta serie, las imágenes tienen una cualidad

caligráfica, que tiende a vincularlas también con el dibujo y la escritura. Sobre todo en

algunas fotos que muestran detalles ampliados de cabellos y otros pequeños objetos,

difícilmente identificables. En todo caso, incluso en aquellas fotos más elocuentemente

figurativas, lo que predomina es la línea, pero una línea que se entiende como trazo, que

disfraza su origen técnico y pretende imponerse como resultado de una manufactura.

Enfatizando la línea, las áreas de color y las texturas, disolviendo el contexto en que se

ubican los sujetos y objetos fotografiados, creando un efecto de abstracción, prácticamente

atemporal, Edgar Ladrón de Guevara plantea una propuesta muy personal en la

representación del cuerpo humano. Las figuras son vagas y vaporosas; parecen flotar en un

ambiente que se desvanece. Despojados de peso (casi despojados de carnalidad), los


cuerpos se divorcian de cualquier referente real, dejan de significar sujetos particulares y

tienden hacia lo genérico. Se vuelven enunciados casi universales.

Éste es probablemente uno de los resultados más consistentes en el trabajo de Guevara. Sus

obras evaden toda posibilidad de localismo, de historicismo o de particularismo. Pudieran

haber sido hechas en cualquier lugar del mundo, con cualquier medio, hablando de

cualquier sujeto en cualquier circunstancia. Tienen esa vocación de raigambre vanguardista

a comprometerse solamente consigo mismas. Tal vez sea un fenómeno que ya hoy día deba

ser visto con nostalgia: la posibilidad de que el arte encuentre al arte como su mayor fuente

de compromiso.

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