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UNIDAD 4

EL CONDICIONAMIENTO SOCIOCULTURAL COMO FACTOR DE RIESGO.


Las pretensiones no eróticas del ejercicio sexual (necesito reforzar el vínculo de pareja,
demostrar mi amor o sentir el de mi pareja, reafirmar mi condición de hombre o mujer), los
componentes de violencia que le sumamos al desempeño sexual (no sólo directa a través de
la agresión física, la dominancia o la coacción -más comunes en el hombre-, sino también, a
través de otras más “sutiles” como la hostilidad, la manipulación afectiva, los comentarios
sexuales desobligantes -comunes estrategias de expresión de violencia en ambos sexos, y si
se quiere, más en el femenino-), las demandas de un comportamiento sexual predeterminado
de acuerdo al sexo (activo en el hombre, pasivo en la mujer), la remisión casi que enfermiza
al coito vaginal como la actividad sexual por antonomasia, las pretensiones de exclusividad y
perpetuidad de la pareja sexual, las demandas de heterosexualidad como la única opción
“normal”, entre otras, son la causa de la mayor parte de los problemas sexuales que padece
la sociedad occidental y de la infelicidad misma de muchos de sus miembros.

Todas estas servidumbres sociales de lo erótico denotan en el fondo dos características


básicas de las pretensiones éticas de nuestra cultura en cuanto al hecho sexual: la gran
erotofobia de base y el sentido más recalcitrante de propiedad privada.

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El concepto de erotofobia, su origen y tentáculos ya discutimos en el Primer Bloque
Temático. En cuanto al sentido de propiedad privada y la calamitosa relación que con lo
erótico le ha dado nuestra cultura, aunque ya lo hemos tratado en otros apartes a través del
concepto de gratuidad, vale la pena hacer algunas reflexiones al respecto: ser o tener.

Cada vez que le damos un sentido de bien transferible a nuestro erotismo (le asignamos
precio y lo comercializamos), estamos dejando de lado su propia esencia (la gratuidad) y con
ello, no sólo le restringimos sus posibilidades de elevar nuestra condición humana, sino que
además, abrimos las puertas a todo tipo de situaciones de riesgo: desde gestaciones no
programadas e inoportunas, adquisición y transmisión de infecciones sexuales, hasta
violencia sexual de todo tipo y disfunciones sexuales.

El precio que le adjudicamos no es la mayoría de las veces monetario (al menos


primariamente) pero si de otras ganancias tangibles e intangibles que “merecemos” por
nuestros favores sexuales (compromiso afectivo, permanencia, exclusividad).

2
Cuando tenemos una actividad sexual no ponemos a la totalidad de nuestra persona en
juego, no ganamos ni perdemos cosa alguna, no conquistamos ni cedimos, simplemente
disfrutamos o no. De esa actividad no se debería esperar cosa alguna fuera del mero
contexto erótico: placer sexual.

Podemos considerar que la función sexual humana tiene unos fines primarios (reproducción
y erotismo) y unos secundarios (expresión de afecto, compartir intimidad, relajación, entre
otros); las dificultades surjen cuando se confunden los unos con los otros y terminamos
tratando de ejercer nuestro erotismo con un fin que bien podría ser secundario pero no
primario. Los más comunes, como decíamos al principio de esta unidad: reforzar vínculos de
pareja, expresar afecto, demostrar la condición de hombre o mujer.

Ilustrémsolo con algunos ejemplos:


Si una pareja va a un encuentro sexual y tienen en mente que “las cosas deben salir muy
bien” (“Demanda de desempeño”) porque sino ocurre así la unión de pareja se va a resentir,
pueden tener, como consecuencia de esa pretensión, dificultades tanto eróticas como de
pareja. Eróticas, porque ya no van motivados por el deseo y buscando placer sino por una
razón y fin diferentes y ello fácilmente los puede poner en papel de “obreros sexuales” (tengo

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que trabajar bien para cumplir las metas de desempeño), y sacarlos de clave erótica. De
pareja, porque si por una u otra razón no se cumple con las expectativas sexuales (que como
decíamos muchas veces son expectativas alejadas de las posibilidades de respuesta sexual
humana en pareja: preeminencia de lo coital y simultaneidad de respuesta hombre-mujer), al
considerar como equivalentes lo erótico y lo relacional, empiezan a pensar: “la estoy
embarrando”, “se me va a aburrir”, “me va a dejar”, “va a encontrar a otra persona con la que
sí, y me va a cambiar”, si asume la culpa de las supuestas fallas, o, “será que esta no es la
pareja que me conviene”, “será que es mejor cambiar de pareja”, si deriva las supuestas
culpas a su compañero (a).

Con este mismo origen, el confundir lo erótico con lo relacional, en muchas ocasiones se
expresan a través de supuestas disfunciones sexuales dificultades que son exclusivamente
relacionales. Es decir, es común que una persona esté cuestionando su relación de pareja o
la continuidad en ella, pero no lo ve así y no lo expresa como tal: “tenemos una dificultad, soy
infeliz en mi relación, tengo dudas” sino que lo manifiesta a través de un problema sexual (se
cae el apetito sexual, o aparece alguna disfunción). ¿Por qué? Porque, aunque
aparentemente paradógico, es más fácil padecer la disfunción y hablar a través de ella que
enfrentar la dificultad relacional profunda.

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Esta confusión entre lo erótico y lo relacional puede incluso llegar a amenazar la continuidad
de una relación de pareja que en los demás ámbitos funcionaba bien. ¿Por qué? Es sabido
que los humanos presentamos un fenómeno conocido como “Habituación al objeto sexual”
que consiste en que cuando se tiene actividad sexual exclusiva y duradera con una sola
persona, al trascurrir el tiempo, termina por habituarse a ella como objeto sexual, y así, el
deseo sexual disminuye. Si uno de los miembros de una pareja (o ambos), se enfrentan a
este fenómeno y confunden lo erótico con lo relacional, pues van a pensar que la relación de
pareja está cojeando y pueden amenazar, innecesariamente, su continuidad.

Este punto final lleva a reflexionar acerca de otra pretensión social, en relación con la vida
sexual en pareja, que se suma para potenciar los daños que causa la confusión de la que
venimos hablando en el último párrafo: el considerar que la vida sexual de una persona que
tiene pareja afectiva estable se debe restringir al contexto de la sexualidad en pareja
descuidando o menospreciando la validez del autoerotismo. Si me habitué a mi pareja como
objeto sexual y por ello el deseo hacia ella disminuyó, pues simplemente le doy un poco más
de énfasis a mi autoerotismo y problema resuelto. Pero se demanda lo uno y lo otro: deseo
siempre ardiente hacia la pareja y actividad sexual exclusiva, constante y duradera en el

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marco de la relación de pareja. Le pedimos a nuestro erotismo, por demandas culturales,
cosas que el no puede dar, “peras al olmo”, y lo asfixiamos.

Otro punto de reflexión al que invita el fenómeno de habituación al objeto sexual es el que
tiene que ver con uno de sus condicionantes básicos, la exclusividad. Ello quiere decir que tal
vez una “cana al aire”, vivida como una opción y sin culpas, podría reforzar el vínculo con la
pareja preferente al romper con ella lo condición de exclusividad (y con ello el de propiedad
privada devolviéndole al erotismo su carácter gratuito). Suena, por lo menos, interesante.

EN TU VIDA ERÓTICA:
• ¿Cómo vives la relación erotismo – relación de pareja?
• ¿Si hay un problema sexual, la relación de pareja está amenazada? ¿A
qué grado?
• Si la vida sexual en pareja está bien, ¿La relación de pareja también lo
está?
• ¿Tienes canales adecuados de negociación en pareja diferentes del
escenario erótico?
• Si tu pareja se echa “una cana al aire” ¿Cómo lo interpretarías? 6
Segundo, si una persona va a un encuentro sexual esperando primariamente demostrarle a
su pareja que la ama, o, esperando sentirse amada, puede encontrarse con algunas
dificultades tanto eróticas como afectivas. Eróticas, porque con mucha facilidad podrá
ponerse en el papel de “obrero sexual” para cumplir con lo que se espera de ella y así dar a
entender que ama, eso le puede sacar de “clave erótica” y truncar la exuberante respuesta
sexual que tanto buscaba; el orgasmo, como decíamos, no es un acto de amor, es un acto de
placer (ver el próximo recuadro).

Afectivas, porque al confundir lo uno con lo otro, cualquier posible “fallo erótico” (al que su
misma ansiedad de desempeño fácilmente le puede llevar) será interpretado como: “no me
quiere tanto como dice”, “todavía está pensando en su ex”, “va a pensar que no lo (a) quiero”,
“¿Será que tiene otra persona?”, “¿Será que no es el amor de mi vida?”, “Será que se nos
está acabando el amor”. Y así, vivirá la dificultad erótica como desamor. El erotismo y el amor
son dos aspectos diferentes de la existencia humana. Es importante desarrollar canales de
expresión afectiva tan solventes que no se tenga que recurrir a un canal de expresión sexual,
como la única vía o la mejor, para expresar los afectos. De no tenerlos, podemos decir que
se padece de “analfabetismo afectivo”. Las dificultades afectivas no se resuelven en la
cama. Con frecuencia encontramos a personas con las que podemos tener un encuentro

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sexual “explosivo” y como pareja no nos soportamos quince minutos. De la misma manera,
una dificultad erótica no tiene porque amenazar el afecto que compartimos con nuestra
pareja. ¿Por qué? Porque son dos categorías diferentes, con reglas de juego distintas.
¿POR QUÉ SI QUIERO TANTO A MI PAREJA NO PUEDO LLEGAR AL
ORGASMO?
Un motivo común de consulta sexual femenino es precisamente este: “Por qué
si quiero tanto a mi pareja no puedo llegar al orgasmo”, la respuesta: “Por eso”.
La persona que así se expresa está indicando que no ha captado la dimensión
personalENdeTU lo VIDA
erótico y la pone exclusivamente en la dimensión de pareja, y
ERÓTICA:
segundo, está diciendo que no reconoce el placer como la justificación
• ¿Cómo vives la relación amor – erotismo? ¿Qué piensas de
suficiente para el erotismo sino que requiere la validación que, supuestamente,
ello a la luz de lo que hemos discutido?
le debe dar el amor.
• ¿Das sexo a cambio de amor? Te has sentido utilizado (a)
Como datocuando después
llamativo, de un encuentro
en el proceso de terapiasexual noestás
sexual, te dieron amor.alcanzan
personas Te
has sentido mal por no ofrecerlo.
el orgasmo a la par con la conquista de las dos precisiones anteriores: Es
• ¿Si por
primariamente hay mí
unyproblema
porque lo sexual de pareja es porque el amor de
voy a disfrutar.
una u otra manera está fallando?
• ¿Si hay amor la vida erótica en pareja, indefectiblemente, es
buena?
• ¿Has disfrutado de una actividad sexual sin que el paso 8
siguiente sea amor? Qué opinas de ello.
Finalmente, cuando tenemos una actividad sexual en pareja no ponemos en juego nuestra
hombría o femineidad. Suena simple pero su vivencia es un poco más complicada. Si
pretendemos lo anterior, podemos sufrir dificultades eróticas al tratar de forzar nuestra
respuesta sexual para “cumplir con lo que me corresponde” como hombre o como mujer (ver
la parte final de esta sección) y así ponernos en el rol de “obrero sexual” y salirnos de “clave

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erótica”. Pero también podemos sufrir enormentete en nuestra propia autoestima, ya que si
confundimos desempeño sexual con identidad sexual, cualquier “fallo” erótico sera vivido
como: “Estoy quedando mal como hombre”, “Estoy quedando mal como mujer”, “Qué harán
otros que yo no puedo”, “Qué tendrán otras que yo no tengo”, con un gran sentido de
frustración y amargura acompañantes.

EN TU VIDA ERÓTICA:
• Alguna vez te has puesto en el papel de “obrero sexual”
• ¿Alguna vez has sentido que te estás jugando tu hombría o tu
femineidad en un encuentro sexual?
• ¿Alguna vez te has puesto a comparar tu desempeño sexual con el
supuesto esperado para tu condición?
• Qué opinas acerca de las respuestas que te acabas de dar.

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Como testimonio de lo anterior, en medio de la consulta sexológica se encuentran con
relativa frecuencia un par de tripletas que están bien sea detrás de la mayoría de
disfunciones sexuales de origen no orgánico (no por enfermedades ni problemas físicos),
como cofactor de las mixtas, o, como factor agregado de las que eran primariamente
orgánicas. De manera coloquial se pueden expresar de la siguiente manera para que te
percates de ellas y de su nocividad:

Primera tripleta:
1. “Yo soy el responsable del placer de mi pareja,

2. para que mi pareja se sienta bien debe haber penetración,

3. por eso:
• debo tener muy buena erección y demorarme en eyacular (si es hombre), o,
• debo permitir la penetración y llegar al orgasmo a través de ella (si es mujer)”

Segunda tripleta de la muerte:

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1. “En la vida sexual de pareja (heterosexual) el coito es el plato único o el plato
fuerte,

2. a través de él, tanto el hombre como la mujer deben disfrutar de igual manera; ojalá
llegar simultáneamente al orgasmo,

3. en el coito, el placer de la mujer es responsabilidad del hombre; es decir, si la mujer


llegó al orgasmo es porque el hombre cumplió con su trabajo, y si no llegó fue porque
el hombre de una u otra manera falló (algunas mujeres también se echan a cuestas la
responsabilidad del placer de sus parejas)”

A esta altura podemos comprender la falsedad y el potencial de daño que cada una de estas
suposiciones conlleva. Pretender encasillar el desempeño sexual dentro de ellas, lo único
que consigue es generar una gran ansiedad de desempeño, y como consecuencia, truncar
la respuesta erótica. Recordemos que:
• Cada quien es el responsable de su propio placer y quien debe conocer su propio
menú erótico para proponer lo que le apetece.

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• Cargar con la responsabilidad del placer de otra persona, además de ser irrespetuoso
con ella, puede sacar de clave erótica y poner en el papel de un “obrero sexual” que
debe producir metas de trabajo.
• No solo de coito se vive, el coito es un estímulo dispar para el hombre y la mujer, y
forzarlo como el único camino en pareja para el orgasmo, es pedirle “peras al olmo”;
• Y demás argumentos y reflexiones que yaERÓTICA
FUNCIÓN habrás hecho al respecto.
Gratuidad VS Propiedad Privada
El “éxito” de una actividad sexual en pareja no hace que la relación de pareja vaya
mejor o peor. La relación no puede sustentarse en lo sexual. Lo sexual no soporta ese
peso. El futuro de ella se basa en aspectos más relevantes: El sentimiento amoroso
que hayan construido, la calidad del tiempo compartido, la coincidencia de metas de
vida y el compromiso con ellas, la solidaridad y el respeto mutuo, tener canales no
agresivos de comunicación y gratificantes de expresión de afecto, las posibilidades de
crecimiento personal que ella procure, la “magia de la convivencia” entre otras.
El “éxito” de una actividad sexual en pareja no significa que mi pareja me quiera más
o me quiera menos, que yo quiera más o quiera menos. Son ámbitos diferentes.
El “éxito” de una actividad sexual de pareja no significa que se sea más hombre o
menos hombre, más mujer o menos mujer. Mi hombría o mi femineidad nunca están
en juego. Las llevo “ganadas de mano”. 13

¿Por qué? Porque el erotismo, como todos los placeres, es gratuito.


REPASEMOS:
Nuestra cultura ha enmarcado el ejercicio erótico en unas condiciones que muchas veces,
antes que favorecer su vivencia placentera, la dificulta; entre ellas:
• Servidumbres sociales de lo erótico: reforzar el vínculo de pareja, demostrar amor,
reafirmar la condición de hombre o de mujer.
• Diferentes tipos de violencia sexual, hacia el hombre y hacia la mujer.
• Demandas de un comportamiento sexual predeterminado centrado en lo coital y en
papeles preestablecidos para el hombre y la mujer.
• La restricción del gran potencial erótico al ámbito, casi exclusivo, de la sexualidad en
pareja.
• El heterosexismo (lo heterosexual como la única opción “normal”)
Todo lo anterior sólo son diversas formas en las que se presentan la erotofobia marcada y el
sentido de propiedad privada en que se ha pretendido enmarcar el ejercicio erótico en
nuestra cultura.

ANEXO 1

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CLAVE ERÓTICA
¿Cómo conseguirla?

Este requisito imprescindible para sintonizarse en lo erótico se consigue si se cumplen dos


condiciones básicas, no negociables:
1. Razón única para involucrarse en esa actividad sexual: Lo deseo, quiero, tengo ganas.
2. Única idea en mente durante la actividad sexual: Lo estoy disfrutando, dejarse llevar por
la embriaguez del placer.

Si la razón única no es el deseo y le sumo otra que lo acompañe, o lo reemplazo con otra
razón diferente: Cómo no aprovecho esta oportunidad; si no doy el siguiente paso voy a
quedar mal; hoy es sábado y los sábados “toca”; hace ocho días que no y ya es prudente; si
no lo hago va a pensar que no lo (la) quiero; si no lo hago va a pensar que “le estoy poniendo
los cachos”; si no lo hago va a buscar en otras personas lo que no encuentra en mí y “me va
a dejar”; es mi obligación como hombre o como mujer; es mi obligación como enamorado o
enamorada; si no lo hago “esto se va a acabar”, entre otras, son todas ellas pésimas
razones. Simplemente, porque no son eróticas. Y si no son eróticas mi cuerpo no las va a
vivir como eróticas (las justifico más como un compromiso que adquirí o una tarea que me

15
corresponde). Y si no las vivo como eróticas mi respuesta erótica no va a fluir (esta es causa
no orgánica de un sinnúmero de disfunciones sexuales: Desde dificultades de erección o de
control eyaculatorio en el hombre, hasta pobre lubricación vaginal o dolor a la penetración
vaginal en la mujer, sin olvidar caídas del deseo sexual o dificultades para conseguir el
orgasmo en ambos. Más adelante retomaremos estos aspectos). Y si mi respuesta erótica no
fluye me genera gran ansiedad por mi desempeño sexual, y así el ciclo se perpetúa: Lo tengo
que hacer – Si iré a responder – Por qué no respondo – Algo tiene que andar mal – fracasé.

De otro lado, si durante la actividad sexual, cualquiera ella sea (una mirada coqueta, una
conversación picante, un abrazo, un beso, sexo oral, masturbación, o penetración, entre
otras) no estoy simplemente disfrutando, y tengo cualquier otra cosa en mente, bien sea
ajena a mi desempeño sexual: Problemas económicos, laborales o académicos; dificultades
relacionales; temor al embarazo o al compromiso; si será correcto hacerlo; que pensará tal o
cual persona por lo que estoy haciendo; dudas sobre si pagaran o no el precio que espero
por mi “favor sexual” (compromiso, permanencia, afecto, estabilidad económica), entre otras.
O en relación directa con mi desempeño sexual: ¿Cómo lo estaré haciendo? ¿Me ira a pasar
lo mismo de la otra vez? Ahora si me voy a concentrar. ¿Iré a quedar bien como hombre (o
como mujer)? ¿Si iré a llegar al orgasmo? ¿Si llegará al orgasmo? Qué ira a pasar al final.

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Entre otras. Pues simplemente no estoy disfrutando, que es el sentido de lo erótico, sino
padeciéndolo (en el mal sentido de la palabra). Me estoy poniendo en el papel de un “obrero
sexual” que en lugar, por ejemplo, de trabajar con sus dedos, digitando tantas palabras por
minuto para producir una planilla en tanto tiempo, está trabajando con sus genitales y se está
diciendo: Tengo que producir una erección de tales características, tengo que producir una
eyaculación que se tarde tanto, tengo que producir un orgasmo mío o un orgasmo a mi
pareja, y eso, simplemente, no es erótico. No lo es porque el erotismo no tiene un sentido
industrial de producción y de cumplimento de metas, es, como lo habíamos visto, gratuito.
Gratuito quiere decir que no tiene una razón mejor que el deseo y que no aporta nada distinto
al placer que produce. ¿Por qué me como este postre?: Porque me gusta. ¿Qué gano al
comérmelo?: Simplemente, disfrutarlo. ¿Por qué escucho esta canción?: Porque me gusta.
¿Qué espero al escucharla?: Simplemente, disfrutarla. Placer gastronómico y placer musical
respectivamente. El erotismo es la parte placentera de lo sexual y como todo lo placentero
solo funciona en la simpleza de lo gratuito: Lo hago porque lo deseo (no existe mejor razón
alguna). Qué consigo con ello: simplemente, abrir la posibilidad del disfrute.
ANEXO 2
LA FASE RELACIONAL
De su función social al rescate del individuo.

17
Por Javier A. Gómez P.
Publicado en al Revista SEX-POL de la Fundación Sexológica de Madrid, junio de 200.

En el contexto del modelo de Respuesta Sexual propuesto por Master y Johnson, que fuera
modificado con fines terapéuticos por H. S. Kaplan, y posteriormente adoptado por la
sexología moderna, se nota la ausencia funcional y descriptiva de una fase relacional. Ella
es el medio de enlace entre la fase apetitiva y la estimulación sexual propiamente dicha y se
define como los cambios comportamentales que adopta el sujeto en busca de un objeto
sexual1.

Dada la gran importancia del componente reproductor en el ejercicio de la función sexual de


los mamíferos infrahumanos, el cumplimiento estricto y casi precodificado de la fase
relacional (cortejo) se hace indispensable -en un sistema de reproducción sexuado dimórfico
siempre se necesitarán por lo menos dos individuos de la misma especie y de sexos
diferentes para completar el genoma-2. Sin embargo, en nuestra especie, esta estrecha
1
A l za te , He l í . (1 .987 ) . Sexua l i dad Humana . Bogotá . Temis .
2
Ex i s te amp l i a ev idenc ia que i nd i ca l a ocur renc ia ocas iona l de re l ac i ones sexua les ent re mac
hembras per tenec ien tes a espec ies d i fe ren tes cada uno .

18
asociación se hace más libre tanto en cuanto al cumplimiento perentorio como a la calidad
precodificada de su ejercicio.

Es así como la aparición de la función erótica3 en los humanos nos ha permitido la posibilidad
de relegar el componente reproductor en favor del placentero, ¡a voluntad!, De espalda a ese
inmenso logro evolutivo, la Cultura Occidental ha circunscrito el ejercicio de la sexualidad en
ámbitos y fines que muchas veces, antes que favorecer su vivencia sana y gratificante, la
asfixian y amputan. Como trataremos de establecer -y aunque ninguna cultura permita el
ejercicio sexual sin regla alguna- en una sociedad cambiante, los lineamientos que rigen el
componente social de la función sexual -la fase relacional- deben también serlo, y de una
manera ágil. No se deben tratar de mantener “códigos” que se alejan de las circunstancias
socioculturales de su momento histórico y que distan del conocimiento sexológico vigente.

El desarrollo individual y la maduración de la persona, la vida en pareja, el establecimiento de


una familia4 y con ellos toda la estructura social, están en permanente cambio; la función
3
Func ión Eró t i ca : Búsqueda consc ien te de l p lace r sexua l . Gera rd Zwang .
4
Recue rdo que en una pe l í cu la de c ienc ia f i c c i ón un rec ién l l egado a l s ig l o XXV l e respond
an f i t r i ón de f o rma despreven ida : “es to me l o enseñó mi madre” . E l se r de l f u tu ro l o mira , f ru

19
sexual, en su componente relacional (y socio cultural en general), como aspecto básico de
cada uno de estos niveles también tiende al cambio y se le debe permitir su fluir.

Entrando en materia, podemos decir que siempre es prudente establecer la carga


filogenética y el ancestro etológico del comportamiento sexual humano para tratar de darle
un precedente válido a una conducta en particular, sin dejar de lado el gran valor que tienen
las comparaciones interculturales sobre las cuales tanto nos enseñaron Ford y Beach. En
ese orden de ideas, enfocaremos los siguientes aspectos: ¿qué resulta atractivo?, ¿quién
toma la iniciativa y cómo la expresa?, y finalmente, qué tipos de relaciones logran
establecerse.

En los animales inferiores encontramos como el antecesor de la fase relacional al cortejo.


Sin embargo, aunque su comparación es válida desde el punto de vista esquemático,
debemos siempre tener en cuenta que el gran peso hormonal e instintivo que tiene el
ejercicio de la función sexual animal, y su fin primordial reproductivo, son factores
condicionantes cuando se trata de extrapolar toda conducta sexual animal al ámbito humano.
Ya que en él, el grado de influencia hormonal no se ha determinado aún con exactitud (pero
ceño y le pregunta: “qué es madre”.

20
parece ser definitivamente inferior en intensidad y diferente funcionalmente), además, el
aprendizaje juega un papel preponderante, y, finalmente, la mayoría de los actos sexuales
tienen como fin primario la búsqueda del placer (aunque en algunas sociedades la fase
relacional más que de favorecerlo lo limite y ahogue).

Podemos considerar como el principal factor que condiciona el grado de “atractividad” de la


hembra en especies inferiores es el cambio que sufren sus genitales externos en respuesta
al influjo hormonal. Éste, en suma con sustancias de tipo olfatorio (denominadas feromonas
por analogía con las producidas por los insectos pero que con más rigor podríamos
denominar almizcle) logran cautivar la atención del macho de su especie. Sin embargo,
debemos tener en cuenta otros factores, a veces intercurrentes y subyugados, pero en otras
definitivamente preponderantes. En algunas ocasiones, características somáticas especiales
hacen que un tipo de hembra resulte más atractiva para un macho en particular, de tal
manera que el macho las busca y prefiere por encima de otras hembras disponibles; y ella a
su vez, las adopta y pule.

El grado de proceptividad de las hembras, por el contrario, no parece estar influenciado de


manera relevante por las características físicas particulares o posibles cambios en los

21
genitales del macho (que son mucho menores que los de ella y se restringen al grado de
madurez individual -en cuyo caso siempre se prefieren los del individuo maduro-). En su
lugar, son los factores conductuales dados por la destreza sexual, el grado de agresividad
(directa o inversa según la especie) y la capacidad de establecer relaciones de dominancia
con sus congéneres y las hembras de su grupo5 los que llevan a preferir a un macho en
particular.

Se plantea así una forma de relacionarse que selecciona a cada individuo de acuerdo con el
status de atractividad que posea, y que le permite ligar parejas que por lo menos lo iguale.
Por ejemplo, las hembras en periodo de estro (mayor poder de atracción) pueden copular
con el macho dominante, mientras que las en anestro, si es que ocurre, solo lo hacen con
“segundones”; el caso de los machos es el espejo de lo que ocurre con las hembras, con
algunas excepciones ya anotadas. No deja de sorprender la coincidencia con lo que (algunas
veces) ocurre entre los humanos.

5
Se considera como rasgo atractivo de los machos en los macacos y babones su grado de agresividad y dominancia,
condición opuesta se presenta en el chimpancé.

22
Entre las formas de invitación a las que los animales subhumanos recurren para cautivar a
una posible pareja sexual se debe destacar como la forma más usada y efectiva la
exposición de la vulva de la hembra en estro al macho (guardando relación con lo anterior).
Podríamos así decir que la conducta sexual de las hembras de los mamíferos subprimates
está determinada por el nivel hormonal, mientras que la del macho lo está por la
disponibilidad de hembras receptivas (otra interesante coincidencia, en algunos medios).

En los mamíferos subprimates, la tendencia es hacia el contacto sexual indiscriminado (en


cuanto a la pareja). Como caso curioso, los lobos y zorros establecen relaciones que se
prolongan en el tiempo.

En los primates subhumanos entran en juego niveles “superiores” relacionados con el


aprendizaje. Además, en ellos, existen otras formas menos frecuentes y más depuradas de
invitación sexual tales como gestos provocadores6 y en algunos casos el ofrecimiento de
obsequios7.
6
El mono aullador macho produce sonidos, al protruir su lengua repetitivamente de manera forzada contra sus dientes,
que son interpretados por la hembra como una invitación la cópula.
7
Curiosamente, algunos pájaros ofrecen a su hembra como parte del cortejo alimentos recién capturados.

23
Se considera en general que la tendencia de los machos primates subhumanos es hacia la
poliginia. Sin embargo, los gibones establecen relaciones monógamas en las que los nexos
de pareja se refuerzan por conductas que incluyen una forma de celos; dichos celos, se
manifiestan incluso hacia sus propias crías y parece que ellos son un motivo relevante para
la expulsión del ámbito de la familia de los cachorros que alcanzan la madurez sexual. Esta
diferencia conductual, al parecer, esta relacionada con el grado de dimorfismo intersexual.
Las especies que lo poseen en forma marcada (mayor del 15%) tienden hacia la poliginia.
Las especies que carecen de él, o que lo tienen en niveles inferiores al límite, a la
monogamia. 8

Sin olvidar que las influencias socioculturales marcan las conductas, bien para fomentar
determinados aspectos de la filogenia (caso del rol socio sexual o de género), bien para
cambiar otros (caso del igualitarismo de las sociedades modernas), en los humanos
podemos analizar el mismo tipo de variables revisadas en el párrafos previos para las
especies inferiores: qué resulta atractivo, quién adopta la iniciativa sexual y qué tipo de

8
Con un rango de tendenc ia i n te rmed ia en t re l a que cabemos l o s humanos . “La espec ie e leg ida” Arsuaga y Mar t ínez .

24
relaciones logran establecerse. Ya que como dice Octavio Paz: “El erotismo es el reflejo de la
mirada humana en el espejo de la naturaleza”.

La apariencia física parece jugar un rol primario en cuanto a lo que resulta atractivo (más
marcado para el hombre); incluso, se postula que la hipertrofia mamaria permanente en las
mujeres podría corresponder a una especie de compensación por la ausencia de cambios
vulvares asociados con el estro presentes en las hembras de las especies inferiores (vale la
pena aclarar que la citada hipertrofia es a expensas de la grasa, no de la glándula mamaria
propiamente dicha. Ésta, en estado de no lactancia tiene el mismo tamaño aproximado que
la del macho de la especie).

En términos generales podemos considerar que lo que resulta atractivo tiene límites fijados
por las posibilidades biológicas; es decir, la expresión fenotípica de nuestra carga genética
daría las posibles variaciones somáticas que enmarcarían lo atractivo y lo repulsivo en el
contexto sexual. Así se explica porqué los códigos de belleza, al igual que cualquier otro
código humano de valor, establece lo conocido como normal (en este caso lo apetecido o
apetecible) y lo desconocido como extraño o repulsivo. Evidencia de la volubilidad de los
códigos de atractividad humanos son situaciones tantas veces repetidas en las que los

25
cambios en aspectos tan banales como la moda del vestir, pueden impactar de una manera
dramática lo que se considera o no atractivo en el ámbito sexual. Al parecer, la tendencia
actual es la de considerar atractivas las características somáticas andróginas: ni la hembra
voluptuosa ni el macho musculoso.

Otro aspecto importante en el grado de atractividad son las características de la personalidad


(más marcado para la mujer). Parece ser que las personas que elegimos para fornicar
reúnen características de personalidad que buscamos en personas con quienes compartimos
actividades no sexuales. Este aspecto se ha logrado establecer incluso en relaciones
pasajeras tipo aventuras “amorosas” que no se prolongan por más de una noche. En ellas, la
novedad por un lado, y la evocación de matices conocidos de personalidad por el otro,
logran establecer un doble juego (un dulce tormento) entre la incertidumbre y la seguridad.
Otros factores que tienen influencia marcada en la atractividad y proceptividad de animales
inferiores carecen de ella en los humanos; Vg. la exposición franca de los genitales. En el
caso de los femeninos, aunque se llegue a cubrir escasamente la vulva y una pequeña zona
vecina, el resguardo de estas fronteras es acucioso y estricto (en algunas culturas se
considera de mala suerte para el hombre violar esta prohibición, aunque sea de manera
desprevenida). De otro lado, en algunas sociedades se recurre a la elongación del clítoris y

26
las ninfas para aumentar el atractivo femenino; se postula que el resultado conseguido no se
debe al aumento del tamaño en sí, sino a la riqueza de inervación que consiguen estas
zonas por la estimulación repetida, lo cual hace que la mujer que lo padeció sea mucho más
sensible al estímulo sexual. En el caso de los masculinos el pudor parece aún mayor.

Con respecto al papel que puedan jugar los olores se ha especulado mucho pero no se ha
llegado a una conclusión definitiva9. En los humanos encontramos como punto final de la
escala de olores sexuales que se inicia con las feromonas de los insectos, y continua con el
almizcle, a algunos ácidos grasos alifáticos que afortunada o infortunadamente solo pueden
sentirse en mujeres con una buena higiene personal, en situaciones de excitación sexual a
pocos centímetros de su lugar de origen (la vulva).

Los códigos sociales condicionan no solo el grado en que una persona puede ser
considerada como atractiva sino que también establecen esta cualidad como un valor
susceptible de intercambio, una variable que influencia el status10.
9
A l respec to y esp lénd idamente desa r ro l l ado encontEl
ramos
Perfume de Pa t r i ck Susk ind .
10
Se podr ía dec i r que e l cap i ta l de t raba jo de una persona ded icada a l a pros t i tuc ión ( y de a lgunas muje res v i c t im i
su grado de a t rac t i v idad y su d ispon ib i l i dad .

27
En la búsqueda del objeto sexual el ser humano recurre a diferentes estrategias. El medio
más utilizado es en definitiva su lenguaje, elemento sutil de seducción que lo diferencia de
las demás especies. Las formas de desplegarlo pueden variar desde el discurso directo
hasta las más exóticas; desde las cartas y canciones amorosas hasta los gestos
invitatorios11. Es tan encantador el juego de la seducción y tan impredecible su final que los
Trobianders consideran que todo éxito amoroso proviene de la magia. Otra vía comúnmente
utilizada es el ofrecimiento de obsequios como pago simbólico (a veces no tanto) por parte
del oferente por los favores a recibir.

La iniciativa sexual se supone en general que debe ser asumida por el hombre aunque en
muchas sociedades se acepta que sea asumida por la mujer. En unos pocos casos se asigna
este papel como exclusivamente femenino 12 y en otros no existe discriminación alguna en
relación con qué género dé el primer paso en la conquista sexual13. El igualitarismo de las
11
Ent re l o s Ba l i es to ta lmente l í c i t o rea l i za r una i nv i tac ión sexua l d i rec ta tan to por par te de l hombre como de l a
l o s J a lu i t l a f o rma de i nv i tac ión sexua l más soco r r ida es l a de repe t i r en voz a l ta l a s pa lab ras que des ignan a l o s
12
Prác t i ca es tab lec ida en l o s Kwoma, Maor i y Matacos .
13
Trob ianders , Lesu y Kur tach i .

28
sociedades modernas tiende a dejar la iniciativa en el plano de lo personal, superando su
condición de norma de rol socio sexual.

En cuanto al tipo de relaciones que logran establecerse, con fines descriptivos, las
podríamos dividir de acuerdo a la época de presentación y a su prolongación en el tiempo en:
de entrenamiento, aventuras y parejas estables.

Sociedades como los Muria en la India destinaban un lugar alejado del entorno de los adultos
y los infantes para el entrenamiento sexual de sus adolescentes; en él, los jóvenes de ambos
sexos tenían la posibilidad de establecer parejas sexuales transitorias, una tras otra, con las
sola limitación de no crear nexos estrechos que la convirtieran en exclusiva o que se
prolongaran más allá del periodo de entrenamiento. En un contexto no meramente erótico, se
han establecido este tipo de uniones en otras culturas como los musulmanes y los indígenas
de Los Andes (en estos últimos con la figura del Amaño).

En toda relación humana adulta de pareja pueden ponderarse tres niveles: el procreativo, el
relacional y el recreacional. Con diferente grado de incidencia de cada factor de acuerdo con
el tipo de relación. Cuando un individuo establece una relación en la que prima el tercero con

29
ausencia del primero, y ésta es de corta duración, se configura lo que llamamos una aventura
sexual. Aunque de manera paradójica, en estudios realizados desde los sesenta, se ha
encontrado que la motivación principal de muchas personas al buscar una aventura “erótica”
dista del interés meramente sexual, y por el contrario, lo que desea es llenar vacíos en el
componente afectivo.

En las sociedades estudiadas por Beach, el 39% de ellas aceptaban la existencia de


aventuras extramaritales. De las restantes “prohibitivas” (que coinciden en enfatizar la
fidelidad marital femenina) se establecen varias licencias de permisividad. Parece ser menos
censurado cuando la aventura extramarital se realiza con un familiar político. En varias de
ellas se establece el ofrecimiento o intercambio de compañeras y se llega a considerar a los
hombres que lo practican como hermanos de sangre. En muchas otras se dieron y se dan los
famosas carnavales o festines en los cuales es totalmente lícito acceder a contactos
sexuales con personas que en tiempo ordinario estarían vedadas. Y otras más, actuales y
depuradas. Porque como dice Kinsey: “El hombre sería promiscuo, a lo largo de toda su vida,
sino hubiera restricciones sociales”

30
Sin embargo, aparecen varios obstáculos para el ejercicio libre de la función erótica, de la
llamada utopía del amor libre o la errancia erótica14. Primero, parece que este tipo de
relación casual es poco gratificante para la mujer. Segundo, la estructura social imperante
requiere de subestructuras que la cimienten y mantengan, y todas ellas parten en su último
nivel del nexo estable de pareja. Solamente imaginémonos todos los cambios económicos,
sociales y políticos que sobrevendrían si se disolviera el vínculo de pareja de manera
universal. ¿Qué ocurriría con la crianza de los niños? y más allá ¿de dónde provendrían? Tal
vez hacia esto tendamos, pero aún nos falta camino. Y finalmente, el ser humano es una
criatura tímida, que teme estar sola y que no soporta la incertidumbre de tener que elegir
entre mil opciones a cada momento, por eso se crea normas y códigos que le dicen qué se
supone que debe hacer, y además, se inventa instituciones que lo acojan y resguarden
(familias y parejas). O tal vez, todo esto sea solo una forma de ahorrar energía para dedicarla
a fines más sublimes como lo proponía Schopenhauer.

Surge entonces la necesidad, no primariamente erótica, de crear uniones duraderas (“...el


coito es la penalización que se paga por la felicidad de estar juntos” Franz Kafka).

14
Té rm inos ut i l i zados por H. Ka tchadour ian y Kos tas Axe los para re fe r i r se a l a misma s i tuac ión .

31
Tenemos en el abanico histórico-cultural ejemplos que van desde la poliandria15, hasta la
poliginia 16 pasando por unas pequeñas sociedades en los que incluso pueden confluir 17,
hasta llegar finalmente a la más común (al menos teóricamente) en nuestra sociedad y
tiempo: la monogamia. Se estabiliza una intriga, se exhibe, desemboca en el matrimonio18.

Pero ésta tampoco es la fórmula mágica cuando se trata de prolongarla en el tiempo. Existen
muchas limitaciones que la hacen impracticable provenientes ora de la cultura de género ora
de nuestra filogenia.

Primero, pocas personas tienen la capacidad de prometer y comprometerse con el grado de


predictibilidad, estabilidad y permanencia que requiere una relación estable. Parece ser que
el hombre tiene mayores dificultades para mantener relaciones de pareja (homo y
heterosexuales), además, tiene grandes limitaciones para la apertura de su ser, componente
15
Los Toda en I nd ia y l o s Marquesans en Po l i nes ia .
16
Los pueb los musu lmanes .
17
Las desc r ipc iones de es te mode lo d i f í c i l de conceb i r menta lmente , f ue ron hechas hace unas décadas en l o s Ka ingang
Bras i l .
18
Be l la de f in i c ión de matr imon io propues ta por Luc de Heusch en su ensayo Los Amor.
Pueb los s in

32
este necesario para que se mantenga la intimidad diádica y que a la vez es demandado en
alto grado por la mujer. Podríamos decir que el hombre está más interesado en iniciar
relaciones de pareja que en mantenerlas, rasgo opuesto al femenino (es como poner en la
pista a un cienmetrista y un corredor de maratón). Además, por dificultades endémicas de
comunicación, pocas veces se llega a establecer un contrato honesto, igualitario y
respetuoso (como diría el sociólogo y sexólogo norteamericano Ira Reiss). Finalmente, otro
aspecto fundamental que limita la duración de una relación de pareja es el conocido como
habituación al objeto sexual o efecto Coolidge, factor este con ancestro etológico claro en
primates subhumanos.

En conclusión, si partimos de la existencia de la función erótica como una conquista


netamente humana en el proceso evolutivo de la función sexual, del imperativo biológico que
constituye para el ser humano ejercerla y de las limitaciones a las que nos enfrentamos
cuando tratamos de socializarla bien sea a través del contacto casual o en el marco de
uniones estables, nos encontramos ante una disyuntiva:

¿Es su carácter social -relacional- inmanente y esencial en ella? o definitivamente debería


ser ejercida sin más servidumbres sociales como un placer solitario (un paso más de

33
depuración evolutiva) a través del autoerotismo (las fantasías sexuales son la actividad
sexual más frecuente y la masturbación es la actividad somatosexual no reproductiva más
practicada histórica y trasculturalmente, a más de ser el medio más efectivo para llegar al
orgasmo en ambos sexos). Si aceptamos esto, podríamos adherir y ampliar la hipótesis de
que la “naturaleza” humana tiende más hacia la calidad y propagación de vida de cada ser
en particular que a las de las especie misma.

O por el contrario, ¿la función erótica en su todo, por encima de la fase meramente
relacional, cumple una función social directa? Si aceptamos esto, nos encontramos entre los
imperativos que claman por la importancia de establecer uniones estables, y de otro lado, los
que nos condicionan a vivir relaciones en el mejor de los casos monógamas, transitorias y
consecutivas.

BIBLIOGRAFÍA:
Alzate, Helí. (1.987). Sexualidad Humana. Bogotá. Temis
Axelos, Kostas. La Errancia Erótica. Rodolfo Alonso Editor.
Beach, Frank A. (1.949). Patterns of Sexual Behavior. New York.
De Heusch, Luc. Los Pueblos sin Amor. Rodolfo Alonso Editor.
Katchadourian, Herant. (1.989). Fundamentals of Human Sexuality. Chicago. Holf, Rinehart and Winston, Inc.
Paz, Octavio. El más allá erótico. Rodolfo Alonso Editor.

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ANEXO 3

LA “EYACULACIÓN PRECOZ”
La velocidad de respuesta como criterio de masculinidad

Un par de asuntos para reflexionar al respecto:


• Primero lo biológico:
Entre los animales sexuados la rapidez eyaculatoria es un rasgo adaptativo. Por ser el
momento de monta y eyaculación un evento en el que la pareja que copula se encuentra en
indefensión ante sus enemigos naturales, los machos han desarrollado como mecanismos de
sobrevivencia y de éxito reproductivo la capacidad de eyacular rápido. En ese orden de
ideas, y aunque parezca increíble, el macho de la especie humana es uno de los machos
que tiene un periodo eyaculatorio más prolongado ya que en condiciones favorables se tarda
alrededor de dos minutos entre la penetración vaginal y el momento de la eyaculación.
Aunque es un antecedente etológico, los humanos no nos debemos a nuestra biología. Pero
vale la pena tenerlo en consideración.

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• Ahora lo cultural:
Nunca en la historia de la humanidad se habló de un problema que se llamara “Eyaculación
Precoz”. Los primeros artículos científicos que la tratan no se remontan a más de 60 años.
¿Por qué no antes? Pues porque nuestra cultura siempre consideró que una mujer “buena”,
“sana”, “de buena familia”, nunca debería sentir placer sexual. Que ello era de las mujeres
“malas”. Solo tan tardíamente como después de la Segunda Guerra se hizo más popular la
idea que las mujeres podían disfrutar de su sexualidad. ¡Bienvenida la idea! (Es una
vergüenza cultural que no lo hubiéramos reconocido y fomentado antes). La dificultad surgió
cuando al reconocimiento del placer femenino se le sumaron las pretensiones que éste se
limitaba al estímulo coital y que de una u otra manera era responsabilidad de su pareja
sexual (del hombre). Por pretender que el hombre y la mujer restringieran sus posibilidades
eróticas a una actividad que es vivida de manera dispar por cada uno de ellos (es el coito, en
promedio, excelente estímulo para el hombre pero mediocre para la mujer) sólo quedaba el
camino de atropellar la respuesta erótica del uno o del otro. Decirle a las mujeres: “Es que
ustedes son muy lentas. Tienen que aprender a ser más rápidas. Porque si no lo son es que
están fallando como mujeres, que no quieren a su pareja o cualquier otro infundio”. O, decirle
la contraparte, igual de ridícula, a los hombres: “Ustedes son muy rápidos, tienen que
aprender a ser más lentos. Porque si no lo hacen es que están fallando como hombres, que

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son muy egoístas, que no quieren a su pareja o cualquier otro infundio”. Pues la segunda
opción fue la que culturalmente tomamos (haciendo honor a las concepciones machista y
victimista que profesamos), y así, se restringió lo sexual al entorno de pareja (heterosexual) y
a lo coital, responsabilizando al hombre del placer femenino. Resultado: Una gran carga para
el desempeño sexual del hombre (debe aprender a dominar su biología y posponer su
momento eyaculatorio), ansiedad de desempeño, y con ello, la aparición de la ubicua y
denigrante “EYACULACIÓN PRECOZ”.

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