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La Libertad Cristiana

JUAN LUIS SEGUNDO S. J.


PARROQUIA DE SAN JUAN BAUTISTA – 19891

Presentación

El mensaje cristiano sostiene que donde abunda el pecado “sobreabunda la gracia” y que la
gracia sólo es capaz de actuar allí donde existe el pecado. Las iglesias cristianas han entendido con
frecuencia que allí donde abunda el pecado sólo puede sobreabundar el miedo a la libertad o el
temor al castigo. Con ello han falsificado muchas veces el mensaje del que eran depositarias,
porque no han sabido compensar su legítimo pesimismo respecto del hombre con el optimismo de
la “mirada benevolente de Dios” y de su misericordia siempre fiel y siempre a la espera respetuosa
del sí o del no libremente dado. De este modo cabe decir, sin acritud alguna pero con cierta
tristeza, que demasiadas veces han sido las Iglesias cristianas el mayor obstáculo a la libertad de
hijos a la cual fuimos llamados, por su falta de fe en la libertad o por su pretendida administración
de la misma en provecho propio. Jesús en cambio, nos habla del hombre en tonos mucho más
matizados y más ricos; nadie dejó tan claro como Él “que ustedes son malos” (Mateo 7, 11) pero
sin embargo llamó a los hombres y los animó a ser libres, responsables y “misericordiosos como
vuestro Padre” (Lucas 6, 36). Porque Jesús no pretendió usar el favor de Dios en provecho propio
sino más bien invitó a todos a ser responsables y co-creadores con Él.
Nuevamente este gran teólogo y amigo que es Juan Luis Segundo, con su aporte sereno y
profundo, nos invita a que, como Jesús, no abandonemos nunca la empresa de ser hombres, porque
sólo desde esta libre decisión iremos capacitándonos para soportar las “negatividades” de nuestra
existencia (límite y pecaminosidad) y luchar contra ellas, respetando las “positividades” de esta
existencia, tratando de aprender de ellas para llegar así a la plenitud “del heredero”.

Ismael Rivas
Cura Párroco

INTRODUCCIÓN

Vamos a intentar hacer un recorrido por los mil años que dura la redacción del Antiguo
Testamento, analizando cómo va enfrentando el hombre el problema de su libertad: por y para qué
vive.
La creación parece hecha para cumplir un destino prefijado, sin deliberaciones, decisiones,
opciones ni dudas, siguiendo el curso de su naturaleza, cuando aparece el hombre, un ser que
parece tener una misteriosa cualidad que puede adquirir un aspecto terrible y funesto como otro
esperanzador, lleno de promesas implícitas y de sueños: la libertad.
A medida que el hombre va descubriendo a Dios va también cuestionándose sobre qué es lo
que realmente puede hacer, qué cosas dependen de él y cuáles no, para influir en la realidad que le
toca vivir.
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Digitalizado a partir de una copia mimeografiada de la síntesis de las charlas realizada por Soledad
Márquez.
Proyecto “Memorias de una Parroquia”, 1968-2007, de los Grupos de Reflexión de Jóvenes, mayoritariamente
originados en la pasada década de los ’70. Parroquia San Juan Bautista, Pocitos, Montevideo, Uruguay.

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Aunque cuando leemos el A.T. volvemos de alguna manera tres mil años hacia el pasado,
vamos a encontrar que, a través de la historia, muchas situaciones se van repitiendo con cada
generación. Cada uno de nosotros, cuando descubrimos nuestro cristianismo, pasamos también por
todas esas etapas de ir buceando más y más hondo para darle mayor profundidad a nuestra fe y,
aunque con experiencias únicas e irrepetibles, podemos decir que la generalidad de las personas
recorre ese mismo camino dentro de las condicionantes de cada época.
La concepción de la libertad fue evolucionando en el pueblo de Israel y tuvo que ir
enfrentando diversas problemáticas hasta la venida de Jesús; podríamos decir que al llegar ese
momento lo esencial del proceso ya estaba hecho y que de ahí en adelante los hombres buscamos
profundizar en lo que Jesús y luego Pablo nos dejaron como legado.
Dentro de un proceso de educación puede suceder que pasemos de una afirmación a la que
consideramos su opuesta y surgirnos entonces el cuestionamiento de dónde y por qué nos
equivocamos. Evidentemente no podemos decir dos cosas contradictorias y aceptar a ambas como
ciertas, sin embargo sabemos que la pedagogía que realmente ayuda a madurar es la que permite el
ensayo y el error para ir acercándose cada vez más a la verdad sin imponer conocimientos desde
afuera que no se está capacitado a comprender y que sólo podrían aprenderse de memoria.
Así, cuando hablábamos de que el dogma no es un límite al pensamiento del hombre sino
por el contrario una especie de trampolín que lo libera, veíamos también el hecho de que muchas
veces fue necesario pasar de una formulación dogmática a otra y poníamos como ejemplo la del
Concilio de Florencia que dice que fuera de la Iglesia no hay salvación y que por lo tanto todo el
que muere sin estar dentro de ella se condena y que, cinco siglos más tarde, en el Vaticano II,
después de describir al cristiano que llega a la salvación pasando por la cruz y la resurrección, dice:
“Esto vale también para todos los hombres de buena voluntad”. Evidentemente no podemos.
oponer un sí a un no en cosas que están dentro de un proceso de educación y perdernos en
averiguaciones de qué pasó aquí o cómo se cometió tal equivocación sino que debemos tomarlos
como pasos sucesivos del aprendizaje.
Otro ejemplo de esto lo tenernos en el hecho de que durante ocho de los diez siglos que dura
el A.T. el pueblo de Israel ignoró que existiera otra vida después de la muerte y, aunque ninguno lo
dijo claramente, aparece implícito en la esperanza de que Dios hiciera justicia en esta vida porque
luego no tendría oportunidad. ¿Se pasó aquí del error a la verdad? En el A.T. también vamos a
encontrarnos con concepciones de Dios y de la libertad del hombre que van a ir cambiando y con
ellas toda la forma de vivir y de pensar del pueblo israelita.
El Concilio Vaticano II, en la constitución Dei Verbum2, admite que en el A.T. “hay cosas
imperfectas y transitorias que muestran la pedagogía divina” o sea que no se puede hacer
divisiones de verdadero y falso sino que se debe entender que se está dentro de un proceso de
educación o de aprender a aprender (en inglés: deutero learning), que significa segundo
aprendizaje, a diferencia de cuando sólo recibimos información (proto learlinq) que sería el primer
aprendizaje. El deutero learning o aprendizaje al cuadrado consiste en aprender a resolver los
problemas de uno mismo de tal manera que, a medida que se va creciendo, se necesitan menos
órdenes y más razonamientos basados en la propia experiencia.
Es muy nuevo para la Iglesia concebir la Biblia desde este ángulo y hay quien busca aún una
única teología en el A.T. cuando en realidad hay tantas cuantas fueron necesarias dentro del
proceso de educación que las hizo ir evolucionando también en su concepción de Dios.
Pío XII, un papa considerado muy conservador y autoritario, en 1953 tuvo el gran acierto de
orientar con una encíclica la exégesis científica de la Biblia, tal cual lo venían haciendo los
protestantes. Y, dirigiéndose a los juristas italianos les dijo “que ejercitaran la tolerancia ante los
errores, porque en muchos casos es el bien mayor” Esto llamó mucho la atención porque hasta
entonces la Iglesia sólo los admitía como un mal menor y cuando no se tenía la fuerza pública para
obligar a la gente a corregirlos.
Un tiempo después, el cardenal Lercaro, analizando ese discurso, dijo que Pío XII no se
refería, como se había entendido en su momento, a que el bien mayor es permitir a las personas
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Dei Verbum, documento del Concilio Vaticano II relativo a la revelación divina (18 de noviembre
de 1965)
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exponer sus ideas libremente sino que se trataba de “respetar la verdad”. Esto que parece
contradictorio tiene una gran sabiduría porque el hombre se acerca mucho más a la verdad cuando
yerra y aprende a corregirse que cuando repite una información cierta pero que él no descubrió ni
hizo suya.
Para enseñar matemáticas hay que permitir que la persona se equivoque para entonces
mostrarle cuál es el error y cómo puede evitarse, de lo contrario se podría acertar alguna vez pero
no se poseerán los medios para volver a obtener la verdad. Esto mismo veremos que sucede en la
Biblia cuando estudiemos las distintas etapas por las que fue pasando el pueblo hebreo: el error es
parte del proceso educativo de Dios que permitió que el hombre se equivocara, hiciera luego sus
crisis y éstas lo instaran a seguir profundizando y a no detenerse en la búsqueda de la verdad.

Etapas Pre-Cristianas De La Fe

El descubrimiento de Dios en el A.T. fue marcado por diversos acontecimientos históricos


que vivió el pueblo de Israel y que, de alguna manera, nos muestran como etapas dentro de ese
proceso.
La Biblia es como una especie de antología en la que se va organizando el material que se
tiene de acuerdo a un orden cronológico. Entonces, todo lo referente a la creación, sean escritos
más antiguos o más recientes, se lo colocó al comienzo. Esto trae como consecuencia que
encontremos juntas diferentes teologías, por lo que, para nuestro estudio, mantendremos el orden
en que fueron redactados porque son testimonio del momento del proceso educativo en que se
encontraba el pueblo de Israel y cuál era su comprensión del misterio de la libertad humana que le
correspondía.

I etapa.

La Biblia comenzó a escribirse alrededor del año 1000 A.C. durante el reinado de David,
que fue el primer rey de Israel que tuvo capital establecida y una gran corte con letrados que
escribían los edictos, las crónicas de los reyes y toda la documentación que exigía el gobierno en
aquél entonces. Allí nace la literatura del pueblo israelita.
Esta primera etapa dura unos 100 o 150 años y aparecen dos autores importantes: el yavista
y el eloísta (llamados así porque denominaban a Dios: Yahvé y Eloim) que escriben tres de los
cinco libros que integran el Pentateuco: Génesis, Éxodo y Números. Están allí los primeros relatos
sobre los orígenes de la tierra, la división de los pueblos y las lenguas (la torre de Babel), el diluvio
y la salvación de Noé con su familia, episodios semi-míticos del comienzo de Israel, la vida de los
patriarcas: Abraham, Isaac, Jacob y sus hijos, la ida a Egipto, el éxodo, etc.
En esta primera etapa el problema de la libertad no se plantea, el hombre la ejerce pero no
tiene demasiado espacio para reflexionar; sabe que según sus opciones le va a ir bien o mal, pero
dado que es el tiempo de mayor esplendor de Israel, de su máxima prosperidad, no se interroga
demasiado y acepta que el rey sea quien tiene en sus manos la conducción de sus súbditos, quienes
obedecen y están conformes con esa situación.

II etapa.

En el año 900 A.C. comienza ya la decadencia de la monarquía y en el 850 termina la vida


política propia y la independencia de Israel después de sucesivas derrotas. Aquí también dejan de
escribir el yavista y el eloísta, dos personajes que tienen influencia para hacer reflexionar al pueblo
y darle una cierta unidad a las doce tribus de Israel, que han estado separadas y por lo tanto vivido

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experiencias muy diferentes; no todas pasaron por el Sinaí, algunas ya estaban instaladas en Judá.
La unidad es frágil e incluso tienen un mosaico de religiones diferentes.
El yavista y el eloísta tomaron los líderes del pasado y los colocaron en líneas genealógicas,
de tal manera que teniendo héroes comunes y a Jacob como padre, se lograra cierta cohesión del
pueblo.
Israel unido tuvo sólo cuatro reyes: el primero fue Saúl que pasó su vida combatiendo y que
no se estableció en parte alguna; luego David; lo sigue Salomón y, cuando comienza el reinado de
Roboán surge ya la división. Jerusalén queda como capital del sur mientras que en el norte se van
estableciendo distintas capitales como Siquem y Samaria.
Con esta división aumentan las dificultades de los israelitas, cercados por dos grandes
vecinos que son Egipto y Asiria, con civilizaciones mucho más antiguas y adelantadas, que están
en permanente conflicto entre sí y que usan a Israel para sus idas y venidas, determinándole un
trágico destino de alianzas tanto con uno como con el otro, a la vez que soporta las invasiones de
ambos.
Por el año 850 A.C. aproximadamente comenzaría la segunda etapa.
En el año 700 A.C. cae el reino del Norte en poder de Asiria y Judá pasa a ser atacada
permanentemente. Es un momento muy difícil para el pueblo de Israel, en el que se duda de toda
religión aprendida porque parece que Yahvé está siendo vencido o ha roto la alianza con ellos.
En esta etapa los personajes importantes desde el punto de vista de la reflexión son los
profetas, que por cierto no iban escribiendo sus propias profecías sino que los discípulos de
algunos de ellos se fueron encargando de hacerlo, mientras que de otras, por ejemplo Elías, no se
recogía lo que iban diciendo.
Profecía no es predicción del futuro, como se interpreta muchas veces, sino la transmisión
de cómo Dios ve la realidad, si la acepta o rechaza. Los profetas más importantes son: Amós,
Oseas y el primer Isaías (Cáp.1 al 39).
En esta etapa se escribe también el Deuteronomio que tiene su importancia por las normas
que busca imponer al pueblo de Israel.

Isaías

Frente a grandes fuerzas ante las que el hombre se da cuenta que no puede hacer nada, como
son la prosperidad, la fecundidad y las guerras que no puede definir a su favor, la libertad es algo
que se vive como muy limitado y se tiende a querer conquistar a Dios para que actúe
favoreciéndolos por medio de oraciones, ritos y sacrificios. La crítica que hace el profeta entonces,
en nombre de Dios, se dirige a esa situación. Así en el capítulo 1 de Isaías, del versículo 10 en
adelante, dice:
“Oíd una palabra de Yahvé regidores de Sodoma. Escuchad una instrucción de vuestro
Dios, pueblo de Gomorra. ¿A mí que, tanto sacrificio vuestro? -dice Yahvé. Harto estoy de
holocaustos de carneros y de sebo de cebones; y sangre de novillos y machos cabríos no me
agrada, cuando venís a presentaros ante mí. ¿Quién ha solicitado de vosotros que llenéis de
bestias mis atrios? No sigáis trayendo oblación vana: el humo del incienso me resulta detestable”.
Evidentemente este trozo se dirige a Israel y a sus dirigentes, tomando el nombre de esas
ciudades como metáfora.
Sigue diciendo:
“Novilunio y sábado convocar a reunión: no tolero ayuno ni asambleas festivas. Vuestros
novilunios y solemnidades aborrece mi alma: me han resultado un gravamen que me cuesta llevar.
Y al extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos para no veros. Aunque menudeéis la
plegaria yo no oigo. Vuestras manos están llenas de sangre...”

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El sentir de Dios que transmite el profeta con respecto al culto, podemos muy bien pensarlo
en función de nuestras convocatorias a misa dominical sin limpiar previamente nuestras manos de
la violencia que ejercemos con los más débiles.
Dentro de Israel tampoco se guardaba la justicia, se vertía sangre de inocentes y se intentaba
conquistar a Dios con rituales.
Viene aquí la famosa tríada de la viuda, el huérfano y el extranjero, es decir, aquéllos que no
pueden hacer valer sus derechos:
“… lavaos, limpiaos, quitar vuestras fechorías de delante; de mi vista, desistid de hacer el
mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al
huérfano, abogad por la viuda. Venid pues y disputemos -dice Yahvé-“.
O sea que Dios quiere que primero se actúe de forma acorde a sus deseos y sólo luego se
acuda a Él; nunca antes.
Esto ya insinúa lo que va a ser la profecía de Oseas con su gran profundidad y ternura,
donde aparece la noción de alianza.
El yavista y el eloísta hablaban ya de alianzas en las que Dios se obligaba a algo a cambio de
una exigencia y los pobres mortales sólo podían obedecer, en una relación similar a la de un señor
con su vasallo.

Oseas

La alianza de que habla Oseas no podemos considerarla entre iguales pero sí entre dos
personas lo que expresa con la imagen del matrimonio en el que Yahvé es el marido e Israel la
esposa.
El deseo de la propia fecundidad y de las victorias ante sus enemigos, ha hecho que muchas
veces Israel fuera infiel a su Dios adoptando los dioses de los pueblos vecinos; éstos son los
amantes de la metáfora.
Para que el profeta comprenda a fondo el mensaje que Yahvé quiere que transmita a su
pueblo, Dios lo obliga a casarse con una prostituta que le es infiel y con la que tiene dos hijas a los
que llama: “No hay compasión” y “No mi pueblo”; en estos dos nombres describe el sentir de
Dios, hacia Israel que le ha sido infiel.
Dice luego Oseas:
“Su madre se ha prostituido, se ha deshonrado, la que los concibió cundo decía: “Me iré
detrás de mis amantes, los que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mis
bebidas”.
El hombre va con su libertad más allá de los límites que puede tocar: cree tener la forma de
conseguir lo que por sí mismo no logra recurriendo a otros dioses, luego, como le va mal, decide
ponerse con Dios en una relación de fidelidad que, aunque poco profunda, implica cierta igualdad
ya que Israel se obliga por un lado y Yahvé por el otro. Israel después de pasar por el error busca
corregirlo.
Y sigue el texto de Oseas:
“No reconoció ella que era yo quien le daba el trigo, el mosto, y el aceite virgen, que
multiplicaba para ella la plata, ¡y el oro lo empleaban en hacer el Baal! Por eso yo cerraré su
camino con espinas, la cercaré con seto y no encontrará más sus senderos”.
Se refiere a los caminos por los que iba al encuentro de los otros dioses. “Perseguirá a sus
amantes y no los alcanzará, los buscará y no los hallará...”
Aquí viene la promesa que hace Yahvé, en esa alianza Él se obliga con lo que sigue:
“Entonces dirá: “Voy a volver a mi primer marido que entonces me iba mejor que ahora”.
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Cada vez que Israel le sea fiel podrá decir que le va mejor con Yahvé que con cualquier otro
dios. Esto es importante desde el punto de vista de la libertad porque el hombre alcanza aquí un
plano superior en el que no sólo decide su propia existencia sino que de alguna manera se lanza
también a dominar las estaciones, la fertilidad del suelo, la fecundidad de las familias, los triunfos
de las guerras, etc., porque todo eso lo hace depender de Yahvé y de la fidelidad con que Israel
actúe para con Él.
“Yo la enamoraré, la llevaré al desierto y hablaré a su corazón. Allí le daré sus viñas,
convertiré el valle de Akor en puerta de esperanza y ella me responderá allí como en los días de
su juventud, como el día en que subía del país de Egipto”.
En tiempos del desierto, los judíos no tenían más Dios que Yahvé o sea no había rivales ni
amantes e Israel estaba en sus manos, en cambio, ahora, los dioses vecinos son una tentación
constante para ella.

II etapa – 2ª parte
El Deuteronomio

A esta segunda época pertenece también el Deuteronomio que, si bien se atribuye a Moisés y
se lo ubica en el Monte Moira dando al pueblo de Israel una segunda ley, está escrito siglos
después, cuando ya están instalados en la tierra prometida y viven toda clase de derrotas y peligros
ocasionados por sus poderosos vecinos e incluso se pierde el reino del Norte. En esa situación y
por la influencia de los profetas se escribe el Deuteronomio que quiere mostrar que la ley del Sinaí,
que parecía tan remota e impracticable, sirve también para la nueva situación en que se encuentran
y que si la cumplen Dios les va a otorgar todo lo que necesiten, incluso las victorias en la guerra,
que es la promesa más inverosímil que podían pensar porque estaban rodeados de enemigos muy,
pero muy superiores a ellos. El Deuteronomio entonces es el decálogo pero en un contexto de
alianza que termina en el Cáp. 5, versículo 32, diciendo:
“Cuidad pues de proceder como Yahvé vuestro Dios os ha mandado. No os desviéis a
derecha ni a izquierda. Seguid en todo el camino que Yahvé vuestro Dios os ha trazado: así
viviréis, seréis felices y prolongareis vuestros días en la tierra que vais a poseer”.
En este momento los israelitas creen tener la felicidad al alcance de la mano y aunque
todavía no hablan de libertad, evidentemente, está en juego, porque del cumplimiento de la alianza
está el obtener cosas más allá de las que un hombre solo puede obtener de la vida.
Esta idea de que practicando una ley se es feliz va a entrar en crisis en la etapa siguiente y va
a originar todo el proceso de reflexión sobre qué es, para qué sirve y qué significa realmente la
libertad para el hombre, mientras que aquí el problema parece resuelto.
El Deuteronomio finaliza en el Cáp. 28 con la bendición y la maldición de Dios, según se
cumpla o no con sus prescripciones, tanto a nivel individual como colectivo, o sea que todo el que
sea fiel de corazón (y no simplemente un adorador que, como dice Jeremías, ofrece muchos
sacrificios pero los días de ayuno no paga a sus obreros y falta a los derechos humanos de la gente)
y cumpla esa ley, ante las demás naciones, siendo así testigo de cómo Dios quiere que se viva la
justicia, recibirá a cambio la felicidad.
El sentido de la alianza es que Yahvé quiere que haya un pueblo que se muestre a los otros
como beneficiado por vivir acorde a su ley.
Evidentemente, esta concepción de la alianza es algo infantil y se va a poner en tela de juicio
cada vez que se vea a un inocente sufrir; Israel lo va a vivir en carne propia y por lo mismo va a
tener que salir de esa simplicidad con que imaginó la dicha al alcance de la mano y va a tener que
buscar más adentro para darse una nueva respuesta acerca del sentido de su libertad.
El sueño milenario de que habla Moneau es que los sucesos correspondan de alguna manera
a lo que él decide interiormente, que haya en el universo una especie de eco a su conducta. En esta

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etapa creen que no es el hombre el que con su libertad construye la historia sino que a través de la
alianza con Dios, el primero iría determinando qué le interesa y el segundo lo iría realizando.
Han pasado siglos de pensamiento teológico, filosófico, etc., y sin embargo ese sueño de que
al bueno y al malo le sucedan cosas acordes a su comportamiento, sigue golpeando a las puertas
del corazón del hombre que espera que haya un eco a su actitud y resulta la mayor de las tragedias
el vivir en un mundo sordo a las intenciones que pasan por su interior, tanto que se prefiere pensar
que Dios manda esas cosas terribles a los inocentes por error, porque en realidad le correspondían a
sus padres o antecesores que eran los que habían pecado,
En esta segunda etapa despierta la conciencia moral de Israel y hace una legislación que
pretende estar al alcance del hombre pero al mismo tiempo aparece el anhelo de que los
acontecimientos estén en relación con su conducta.
Jean Moneau, un ateo, premio Nóbel, tiene una frase conmovedora al respecto:
“La ciencia tendría que acostumbrar al hombre a dejarse de soñar con cosas que no tienen
sentido, como ésta de que los sucesos van a estar en conexión con su actuar, más aun, hacerle ver
que es prácticamente imposible que esto suceda porque lo que para uno es un buen
acontecimiento, al otro puede acarrearle graves males; es necesario que el hombre despierte de
este sueño milenario para así descubrir su soledad total...”
Se refiere a la soledad con que vive su vida moral, porque no hay alguien que, atento a ella y
de acuerdo a ella, vaya ordenando los acontecimientos.
“…su radical foraneidad, él sabe ahora que, como un gitano está al margen del universo
donde debe vivir”.
Es como un nómada que va de un lugar al otro. Ésta no es su casa, las cosas no responden
como si fueran suyas sino como si ignoraran que el hombre está allí.
“Universo sordo a su música, indiferente a sus esperanzas, a sus sufrimientos, a sus
crímenes”.
Pero esto el hombre aún no lo ha descubierto en esta segunda etapa que estamos viendo sino
que sigue en ese sueño milenario,
En tiempos de Jesús se ve esta forma de pensar cuando le preguntan si la enfermedad de una
persona se debía a su pecado o al de sus padres.
En el Uruguay, cuando se empezaba a vivir sus escasos años de prosperidad, a principios de
siglo, los congresos católicos se reunían y veían aterrorizados la secularización del país porque
pensaban que Dios no podía aceptar ese gran pecado de apartarse de Él y que enviaría grandes
catástrofes por ese motivo.
La Iglesia siempre tiene la tentación de juzgar los acontecimientos como premio o castigo de
una conducta y se olvida de que si hubo alguien aparentemente fracasado, que terminó en la cruz,
sí hay alguien que puede ser un símbolo de ese gitano frente a un mundo sordo a su música e
indiferente a sus esperanzas, es Jesús de Nazareth.
De alguna manera Israel hace historia en esta segunda etapa pero no con su propio trabajo
sino a través de su alianza con Dios; a él no le toca más que cumplir con la ley moral impuesta y
esperar que Yahvé se ocupe de sus adversarios.
La libertad del hombre se limita a cumplir o no con el decálogo, no tiene aún una tarea
histórica que realizar.

III Etapa

Alrededor del 580 al 500 A.C. cae el Reino de Judá en poder de los asirios y tiene lugar el
exilio de la clase dirigente: los sacerdotes, los letrados y en fin todos los que tenían cierto nivel de
cultura que les permitía leer y escribir, -privilegio que en las sociedades primitivas tenían muy
pocos-, son llevados a Babilonia. En Israel queda sólo la mano de obra. No podemos determinar
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cuánto duró este exilio porque no volvieron todos juntos sino que lo fueron haciendo en etapas,
cuando Ciro, rey de Persia, se los permitió.
300 años A.C. aproximadamente, Alejandro Magno introduce la civilización griega en todo
lo que es el Próximo Oriente (hoy Medio Oriente), llega hasta la India y muere dejando el imperio
a Tolomeo.
En esta época tienen importancia las obras del Segundo Isaías (Cáps. 40 al 55), de Ezequiel
y de un grupo de sacerdotes que escriben el Levítico y las partes del Génesis y del Éxodo que no
pertenecían al yavista ni al eloísta.
Aparecen también los llamados Libros Sapienciales, que tratan los problemas de la
conciencia humana.
Como Israel ya no tiene historia política, porque no es independiente, la religión va menos a
su relación con otras naciones y se vuelve una forma de vivir, una manera de ser y de actuar con
sabiduría. Ser sabio es actuar con dignidad, tanto para con Dios como para con los hombres; no es
tanto el que sabe muchas cosas o el que acude a muchas ciencias como el que sabe vivir.
Dentro de los libros sapienciales está el de los Proverbios y otros que plantean una cierta
teología o forma de vida, como ser el de Job y el Eclesiastés
Si bien se atribuye a Salomón la escritura de estos libros, por considerarlo el más sabio de
los reyes de Israel, él no fue su autor. También pertenece a esta etapa el libro de los Salmos que es
una colección que recoge oraciones existentes en Israel para distintas ocasiones y épocas, algunas
incluso de tiempos de la monarquía.
Corno se dice que David componía salmos se lo ha considerado su único autor, cuando,
obviamente, los hay muy posteriores a él, pero éste ponerlos bajo la protección de su nombre es
una forma de darles mayor importancia.
Hasta esta etapa Israel ha sido, más que monoteísta, monólatra, es decir que si bien ha
adorado sólo a Yahvé ha admitido la existencia de otros dioses, que luchan por otros pueblos y que
son rivales de Yahvé, como veíamos en Oseas.
Una de las grandes causas de la crisis religiosa de los exiliados en Babilonia es que están en
un territorio donde Yahvé no actúa porque está gobernado por otros dioses.
Veíamos también este sentir cuando Caín recibe la condena del exilio por haber dado muerte
a su hermano y debe salir entonces de la presencia de Yahvé, y por lo mismo, quedar sin su
protección. Caín se queja de que es demasiado duro su castigo porque cualquiera que lo encuentre
podrá matarlo y Yahvé le da entonces una especie de salvoconducto para que se defienda, que es
decir: miren que detrás de mí hay un Dios poderoso que no me ve en este momento pero que si me
hacen algo va a intervenir. Muchas veces se habla del “signo de Caín” como el que marca al
fraticida o sobre el que pesa una maldición, sin embargo es la marca compasiva y misericordiosa
que le hace Dios para protegerlo cuando salga de su vista. En el Cáp. 24 del libro de Josué tenemos
otro ejemplo de este creer en otros dioses cuando en el momento de pasar el Jordán, para entrar en
la tierra prometida, Josué les pregunta a qué Dios quieren servir de ahí en adelante. Y, cuando
todos eligen a Yahvé, les dice que no van a poder hacerlo porque es un Dios celoso, o sea que
reconoce y admite el poder de convicción que tienen los otros dioses sobre Israel.
Los exiliados en Babilonia cuando se dan cuenta que el único Dios que existe es Yahvé, en
cualquier territorio en que se encuentren, resuelven la crisis religiosa en que estaban sumidos.
Aparece entonces la palabra “ídolo” marcando este cambio.
A partir de este momento, Yahvé no tiene los celos de antes con respecto a los otros dioses y
se ríe de los hombres que hacen estatuas y luego las adoran. ¿Por qué? Porque ahora es reconocido
no solamente como el único Dios de Israel sino también como el Creador, Señor y Dueño de todo
el universo. Esto lo podernos ver en el segundo Isaías.

Segundo Isaías

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El profeta toma sobre sí el dar esperanza a ese pueblo exiliado y el Cáp. 4, llamado el libro
de la consolación, comienza así:
“Consolad, consolad a mi pueblo -dice vuestro Dios...”
Luego pasa a describir a ese Dios que va a llevarlos de vuelta a Israel y dice:
“Ahí viene el Señor Yahvé con poder y su brazo lo sojuzga todo” En ese “todo” ya se está
dando una idea de su universalidad.
“Como pastor pastorea su rebaño, recoge en brazos sus corderitos, los lleva en el seno y
trata con cuidado a las paridas.”
Van descubriendo que su Dios es grandioso pero también tierno.
Y el segundo Isaías da también la imagen de Yahvé como el creador del cielo y la tierra
diciendo:
“¿Quién midió los mares con el cuenco de la mano y abarcó con su palmo la dimensión de
los cielos, metió en un tercio de medida el polvo de la tierra, pesó con la romana los montes, y los
cerros con la balanza?”
El sacerdotal va a decir lo mismo cuando escriba la primera página de la Biblia:
“En el principio creó Dios el cielo y la tierra...”
Esta frase que nos puede parecer de lo más simple hoy día, llevó sin embargo cinco siglos de
proceso antes de poder manifestarla. Recién ahora se profundiza esa idea y se la llena de todas sus
consecuencias: desde el caos hasta el hombre todo es creación de Yahvé.
A continuación el Segundo Isaías hace una pregunta retórica, porque la respuesta que
obviamente se espera es “nadie”.
“¿Quién abarcó el espíritu de Yahvé y como consejero suyo le enseñó? ¿Con quién se
aconsejó, quién le explicó y le enseñó la senda de la justicia, y el camino de la inteligencia le
mostró? “.
La consecuencia de esto es el gobierno universal de Dios de tal manera que cosa alguna le
opone resistencia. Ellos están en la peor situación que imaginan pueden estar pero para Yahvé es
como si estuvieran en la mejor, porque Él puede cambiar esa realidad. Surge entonces cada vez
más fuerte el argumento de que Yahvé va a actuar para sacarlos de esa situación.
“Las naciones son como gota en un balde, como escrúpulo de balanza son estimadas, las
islas pesan cono una chinita (una piedrita).Todas las naciones son como nada ante Él”.
Yahvé es todo, el resto es nada. Israel va llegando a descubrir la verdadera trascendencia de
Dios, es decir: que está por encima de todo lo creado, que nada puede oponérsele.
“Como nada y vacío son estimadas por Él...”
No tiene por qué darles importancia, no pesan, le son indiferentes en ese sentido.
“¿Pues con quién asemejaréis a Dios, qué semejanza le aplicaréis?”
Viene aquí la ironía de Yahvé ante los ídolos:
“El fundidor funde la estatua, el orfebre de oro la recubre y funde cadenas de plata. Se
escoge madera incorruptible, se busca un hábil artista, para erigir una estatua que no se caiga...”
Los otros dioses son imágenes que ni siquiera se pueden tener en pie si el hombre no las
ayuda.
Resumiendo: el segundo Isaías expresa el descubrimiento suyo y del pueblo de Israel de que
Dios es rico, que no hay otro, que es el creador del universo, que trasciende todo lo que los
hombres y las creaturas pueden hacer, pensar o comprender. Cuando el hombre mide esa distancia
insondable que hay entre él como creatura y Dios como creador, comienza también a plantearse el
problema de si con su libertad él puede hacer frente a los acontecimientos, porque supone son
dirigidos por Dios, al que ya no puede pedirle cuentas. Surge aquí la crisis que le hará buscar una
nueva solución para su libertad.
9
La tendencia de la segunda etapa era conseguir que Dios hiciera lo que ellos necesitaban
mediante el cumplimiento puntual de las leyes, ahora desisten de eso porque nadie puede atar a
Dios, dueño de todo el universo, y hay como una especie de alejamiento con respecto a Yahvé que
parecía muy próximo en la etapa anterior,
En el profeta Isaías (19, 14), el de los primeros 39 capítulos, hay un párrafo que dice:
“Aquel día será Israel tercero con Egipto y Asur, objeto de bendición en medio de la tierra,
pues la bendecirá Yahvé Sebaot diciendo: Bendito sea mi pueblo Egipto, la obra de mis manos
Asur y mi heredad Israel”.
Este universalismo no es propio de la época en que escribía Isaías, que vivió en el contexto
de la alianza, sino de esta otra etapa y la Biblia de Jerusalén hace una nota en que dice que este
oráculo data probablemente del destierro, es decir: cuando ya han descubierto que hay un solo Dios
para toda la tierra y que no pueden lograr, los israelitas, de Dios, más que los egipcios o los
babilonios.
Es decir: no existe un pueblo elegido, todo el universo es igualmente preferido por Dios.
Ezequiel, en el Cáp.16, hace un relato simbólico de la historia de Israel y subraya que todo
el amor que Dios le da a Israel es inmerecido, que no hay una alianza donde ambos ponen su parte
sino que si Dios los saca y los lleva otra vez a su tierra va a ser por compasión, no porque se lo
hayan ganado.
El sueño milenario del hombre de que los acontecimientos guarden relación con su conducta
cae al descubrir la trascendencia de Dios que está más allá de toda comprensión humana por lo
grande y maravilloso que es.

III etapa. 2ª parte.


El Libro de los Salmos

A través del libro de los salmos vamos a ver un poco cómo fue cambiando la situación para
la libertad del hombre. Esta colección fue hecha a la vuelta del destierro y pertenece a distintas
épocas.
El primero de ellos es un salmo muy antiguo, típico de la alianza que, aunque pequeño, es
muy interesante. Dice así:
“Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni en la senda de los pecadores
se detiene, ni en el banco de los burlones se sienta, sino que se complace en la ley de Yahvé y
susurra su ley día y noche. Es como un árbol plantado junto a corrientes de agua, que da a su
tiempo el fruto y jamás se amustia su follaje; todo lo que hace le sale bien.”
Parece mentira que alguien pueda ser tan superficial y tan poco experimentado que no se dé
cuenta que esto no es así.
Un filósofo de nombre Beison dice que la experiencia no obliga siempre al hombre a
cambiar. Parecería que si se mantiene una continuidad al final es imposible resistirse a la
modificación pero se puede también ir desviando dentro de las categorías que uno tiene las
diferentes experiencias, de tal modo que, cuando uno vea a Fulano, Mengano y Zutano sufrir y que
todo les sale mal, se pregunte: “¿Qué habrán hecho? , por algo habrá sucedido esto” Tanto es así
que cuando algo sale mal a alguien, con el agravante de que todo el mundo se da cuenta, descarga
su indignación contra Dios y, como quien le pide cuentas pregunta: “¿Pero y yo, qué hice para que
me pasen estas cosas?”. Evidentemente esto que aún hoy tiene vigencia es propio de la segunda
etapa.
Y sigue el salmo diciendo:
“¡No así los impíos, no así! que ellos son como paja que se lleva el viento…”
Ojalá, dirá más de uno...

10
“Porque Yahvé conoce el camino de los justos pero el camino de los impíos se pierde”.
Y aquí termina el primer salmo. El salmo 37, versículo 25 mantiene esta misma idea de la
segunda etapa. Dice el salmista:
“Fui joven, ya soy viejo, nunca vi al justo abandonado...”
Si recordamos el grito de Jesús en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?” diremos: es el justo por excelencia y sin embargo va a la muerte con ese
sentimiento.
“Ni a su linaje mendigando el pan...”
Uno se imagina que cuando se leía este salmo alguien diría alguna vez que él vio, conoce,
puede mostrar a un justo o a sus hijos atravesando situaciones muy difíciles, sin embargo, según la
teología de ese momento, sabemos la contestación que le darían: “quien sabe que habrá hecho..”
El salmo 58, en sus últimos versículos (11 y 12) dice lo siguiente:
“Se alegrará el justo de haber visto la venganza, sus pies bañará en la sangre del impío. Y
se dirá: ‘sí, hay un fruto para el justo; sí, hay un Dios que juzga en esta tierra’”
El sueño milenario del hombre es que haya un eco para las virtudes del hombre o los
crímenes que se cometan pero Dios parece no ver, ser sordo o no existir en la tierra porque no
interviene ni toma parte de los sucesos.
El 44 es el salmo del pueblo desterrado en Babilonia; la Biblia de Jerusalén le ha puesto
como nombre: “Lamentación nacional” porque expresa los sentimientos de Israel hacia Yahvé en
esa circunstancia.
“Oh Dios, con nuestros propios oídos lo oímos, nos lo contaron nuestros padres...”.
Se refieren a todo lo que hizo Yahvé por Israel anteriormente mientras se preguntan ahora
qué pasa que no ocurre lo mismo sino que:
“de nuestros vecinos nos haces la irrisión, burla y escarnio de nuestros circundantes, mote
nos haces entre las naciones, meneo de cabeza entre los pueblos.”
Y en el versículo 13 está la frase más fuerte y la más importante referida al destierro:
“Nos llegó todo esto sin haberte olvidado, sin haber traicionado tu alianza...”
Es decir: no tuviste en cuenta la alianza, no fuimos nosotros quienes la rompimos sino tú.
La respuesta que enseñan a dar en el segundo Isaías, el sacerdotal y Ezequiel es que es cierto
que Yahvé rompió la alianza porque nadie, ningún pueblo puede pretender atar a Dios y obligarlo a
ser según lo hace el pueblo y a darles a cambio tales o cuales acontecimientos. Se da entonces una
especie de alejamiento de Dios que se va a notar sobre todo en el plano individual. Así el salmo 73
describe los pasos por los cuales pasa un hombre justo pero que no obtiene de Dios la respuesta de
justicia esperada. Encuentra entonces una solución muy pobre pero que aparece en muchos salmos
y en éste que la Biblia de Jerusalén llama: “La justicia final”.
El primer versículo es como el título, dice:
“En verdad Dios es bueno para Israel, el Señor es bueno para los de puro corazón”,
Si bien aquí establece la proporción entre la conducta del hombre y los acontecimientos,
dice inmediatamente que estuvo a punto de hacer un disparate, que ésta es una conclusión a la que
llegó después. Versículo 2:
“Por poco mis pies se extravían...”
Estuvo a punto de ir por el camino herético.
“nada faltó para que mis pasos resbalasen porque estaba celoso de los insensatos, al ver la
paz de los impíos...”

11
La experiencia le habla de un mundo sordo a los crímenes y a las esperanzas, de un Dios en
el cielo o donde estuviera que no se preocupaba de poner en relación los acontecimientos con la
conducta moral del hombre. Entonces dice cómo viven los impíos:
“No, no hay congoja para ellos, su cuerpo está sano y rollizo; no comparten la pena de los
hombres...”
O sea que todo les va bien. En el versículo 10 dice:
“Por eso mi pueblo va hacia ello... “
Ver a los impíos sin castigo lleva a mucha gente a decidirse a actuar de igual forma, es decir:
a no guardar la ley de Dios.
“Aguas de abundancia les llegan. Dicen: ¿Cómo va a saber Dios? ¿Hay conocimiento en el
Altísimo? Miradlos: ésos son los impíos, y, siempre tranquilos, aumentan sus riquezas. Así que en
vano guardé mi corazón puro”.
El salmista dice que no sacó provecho alguno en cumplir con los mandamientos y que lo
único que lo detiene para no pasarse al otro bando y transformarse en un hereje es que siente que
con eso perdería su identidad de israelita, se sentiría como aislado, marginado, porque pasará a
tener una religión diferente que su propio pueblo.
“Si hubiera dicho: voy a hablar cono ellos, habría traicionado a la raza de tus hijos...”
Eso fue lo que lo detuvo, pero con esta consecuencia:
“Me puse, entonces, a pensar para entender esto...”
El hombre quiere entender lo que está pasando, qué está haciendo Dios.
“Ardua tarea ante mis ojos”-dice el salmista- “el descubrir qué pensaba Dios,”
“Hasta el día en que entré en el misterio...”
Porque él cree haber encontrado la solución al problema.
“donde su destino (el de los impíos) comprendí, oh, sí, tú en precipicios los colocas, a la
ruina los empujas”.
Es decir: van a terminar mal.
“Sí, cuando mi corazón se enojaba (ante la paz de los impíos), cuando se torturaba mi
conciencia, estúpido de mí, no comprendía, una bestia era ante ti.
Sí, los que se alejan de ti perecerán, tú aniquilas a todos los que te son infieles”.
La ruina de los infieles no vale mucho como solución porque aún cuando estén arruinados
podrán decir: ¿quién me quita lo bailado? porque si no hay otra vida, que para el judío de esa época
no la hay, el que terminen bien o mal los impíos no soluciona nada.
Surge entonces otra respuesta que es la de que Dios no actúa inmediatamente ni pone en
orden los acontecimientos en forma automática, de ahí entonces la cantidad de salmos que
comienzan pidiendo a Dios que se despierte, se levante, venga y vea que llegó el momento en que
debe intervenir porque es exagerado el tiempo en que permite que los que no cumplen la ley gocen
de todos los bienes sin ninguna traba.
Nos encontramos con una crisis cada vez mayor de la confianza en la libertad porque al
hombre sólo le quedan por decidir cosas prácticas sin importancia, que en la vida de cada día no
tienen mayor trascendencia. Ese es el problema que nos lleva a través de los libros sapienciales al
de Job y al Eclesiastés que son los que manifiestan más claramente esta crisis que obliga a pasar a
otra etapa.

Job

12
La Biblia de Jerusalén brinda cierta ayuda para leer este libro de Job porque, a través de la
grafía, lo divide en dos partes que podrían pertenecer a autores diferentes. Una de ellas está escrita
en prosa, utilizando como cuadros para efectuar su relato.
Sabemos que el libro de Job no es histórico sino que forma parte de los considerados
sapienciales porque, a través de una especie de dramatización, propone dos teologías, de tal
manera que el hombre y Dios decidan cuál es la que hay que adoptar.
El primer autor plantea algo que puede resultar infantil e irónico y es una apuesta entre
Yahvé y Satán -que es el ángel de la corte de Dios que se distingue por llevarle la contra a Dios,
por criticarlo-.
Yahvé parece tener una tendencia a alabarse no sólo por sí mismo sino también por sus fieles
y delante de Satán dice: “¿Han visto a mi siervo Job cómo me sirve?”, a lo que éste le retruca que
es por los muchos beneficios que ha recibido del propio Yahvé y que su conducta no es
desinteresada. Yahvé entonces le va sacando uno por uno todos los bienes a Job hasta que se
convierte en el paradigma de todos los males, enfermedades y desgracias; sin embargo Job no lo
maldice por lo que Dios gana la apuesta y le restituye todo lo que había perdido, aunque no queda
muy claro si los hijos que habían muerto resucitan o si le da otros y si la mujer que lo había
abandonado vuelve o si la cambia por otra.
El otro autor escribe todo en poesía y es el que presenta dos teologías distintas, dos
concepciones de Dios, del hombre y de su libertad.
Unos amigos que vienen a visitarlo cuando está en lo más hondo de su desgracia, atacan a
Job utilizando la teología de la alianza que consiste en que al justo le va bien y al impío mal, por lo
que incitan a Job a confesar que es lo que ha hecho para merecer tanto castigo.
Job no tiene prácticamente ninguna teología y se defiende como puede de los ataques de sus
amigos diciendo que la experiencia le ha mostrado que no es cierta la teología de la alianza, que no
hay proporción entre la conducta del hombre y lo que le acontece, que él tiene su conciencia clara
y que no es el pecador que merece lo que le está pasando.
Si algo no tiene Job es paciencia porque todo él es un grito de dolor, quejándose de sus
amigos, de Dios y de lo que le sucede. Job quiere citar a Dios ante un tribunal porque no ve su
justicia y si no lo hace es porque sabe que a la postre el juez sería el propio Dios, porque él no
puede creer que la teología que le han enseñado en Israel sea cierta. En el Cáp. 9 versículo 19,
dice:
“Si se trata de fuerza, ¡es él el poderoso! si de justicia, ¿quién lo emplazará? Si me creo
justo, su boca me condena, si intachable, me declara perverso. ¿Soy intachable? ¡Ni yo mismo me
conozco y desprecio mi vida!”
La vida sin sentido de Job plantea la crisis de la libertad del hombre ante un Dios que no le
permite desenvolverse con ella. Y, en el versículo 22 está la frase que me parece fundamental desde
este punto de vista:
“Pues todo es lo mismo...”
Es decir: mi libertad no decide nada importante, nada decisivo ni relevante, no veo a través
de mi experiencia que nada cambie con que uno sea justo o impío.
“... y por eso lo digo: Él extermina al intachable y al malvado”. O sea que Dios no tiene
escrúpulos en exterminar a unos y a otros. Son palabras muy fuertes y están en la Biblia, son
conocidas como “palabra de Dios”, es decir que Dios ha querido que el hombre diga incluso
alguna blasfemia con tal de que aprenda, piense, haga pensar a otros, encuentre una solución al
problema de la libertad, se vaya instruyendo y vaya ahondando en los problemas que la existencia
le plantea.
“Si una calamidad acarrea la muerte de improviso, Él se ríe de la angustia de los
inocentes”.
La desesperación de Job le hace decir las frases más fuertes que se han escrito al parecer
contra Dios que, siendo el creador de todo el universo, parece no ver qué es lo que allí ocurre,
Entonces Job rechaza a ese Dios y en el Cáp. 10, versículo 20 dice:
13
“¿No son bien pocos los días de mi existencia? Apártate de mí -le dice a Dios- para que
pueda gozar de un poco de consuelo, antes que me vaya para ya no volver a la tierra de tinieblas
y de sombras, tierra de oscuridad y de desorden, donde la misma claridad es como la calígine”
Es decir: como la tempestad o la oscuridad.
Este texto indica que no se piensa en otra existencia, en otra vida más allá de la que se vive
en este mundo.
El libro de Job es uno de los más hermosos del A.T. pero también de los más desesperantes;
el cuentito de la apuesta entre Yahvé y Satán es casi una ironía pero la parte teológica es muy
importante.
Yahvé mismo es quien pone fin a esta discusión cuando se aparece a Job y lo apoya ante sus
amigos diciéndoles que Él no está de acuerdo con ellos. Job se calla pero no se vuelve atrás en lo
que ha dicho, si bien se arrepiente de haber hablado y tratado a Dios como lo ha hecho.
El Cáp. 38 comienza así:
“Yahvé respondió a Job desde el seno de la tempestad y dijo: ¿Quién es éste que empaña el
Consejo..:?”
Consejo viene a querer decir lo mismo que “providencia”.
“el modo que yo tengo de dirigir los acontecimientos, de tomar decisiones, con razones sin
sentido?”
Y entonces le plantea dos veces a Job esto que parece una ironía de Dios:
“Ciñe tus lomos como un bravo…”
Es lo mismo que decirle: aprieta tu cinturón como un valiente porque vamos a discutir
seriamente.
“Voy a interrogarte y tú me instruirás”’.
Esta tercera etapa de la religión de Israel comenzaba con el descubrimiento del monoteísmo
más estricto, manifestado sobre todo en la creación de Dios del universo entero. Pues bien,
basándose en esa trascendencia en la cual Job cree, Dios le pregunta sobre sus misterios y sobre los
por qué de las cosas que le ocurren. Evidentemente es una contestación teológica que no arregla
nada pero que hace callar a Job porque, si bien él no reconoce la providencia de Dios en las cosas
que le ocurren, acepta que no puede explicar las maravillas que está gozando, contemplando y
admirando, y que esa misma actitud debe tener ante lo negativo que le sucede.
“¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?”
Es el único argumento del creador contra Job y esto se desarrolla en varios capítulos. Luego
sigue una excelente definición de la sabiduría hebrea describiendo las maravillas inexplicables de
la creación para los hombres de aquella época.
“¿Quién fijó las medidas de la tierra? ¿Lo sabrías? ¿Quién tiró el cordel sobre ella? ¿Sobre
qué se afirmaron sus bases? ¿Quién asentó su piedra angular’? ¿Quién encerró el mar con doble
puerta...?
¿Has mandado una vez en tu vida a la mañana, has asignado a la aurora su lugar...?”
De esta forma Dios le está recordando a Job la enorme distancia que existe entre el creador y
la creatura con la imposibilidad consiguiente de comprender tanto lo bueno como lo malo que le
ocurre, que cuando las cosas le vienen bien no se pregunta a qué se deben, pero cuando no le
gustan no deja de protestar y de tratar a Dios de insensible y de injusto, y quiere llevarlo a juicio.
En el Cáp. 40, cuando termina el primer discurso, Yahvé dice a Job:
“¿Cederá el adversario de Sadday? (o de Dios), ¿el censor va a replicar aún? Y Job
respondió: He hablado a la ligera...”
No dice: fue falso lo que dije ni me equivoqué en mis apreciaciones.
“Me taparé la boca con mi mano...”
14
Porque le resulta difícil controlar sus ganas enormes de seguir hablando y diciendo
disparates contra la providencia divina.
“Hablé una vez... no he de repetirlo; dos veces… ya no insistiré”
Capítulos y capítulos podemos leer de sus discursos pero ahora piensa no continuarlos.
“Yahvé respondió a Job desde el seno de la tempestad y dijo:
Ciñe tus lomos como un bravo, voy a preguntarte y tú me instruirás...”
Nuevamente el Dios todopoderoso que hace cosas que el hombre no puede comprender
siquiera sigue describiendo otras maravillas de la creación como algunos animales enormes,
fuertes y extraños de aquél entonces.
En el Cáp. 41 termina este segundo discurso de Yahvé y al comenzar el Cáp. 42, Job le
responde:
“Sé que eres todopoderoso: ningún proyecto te es irrealizable. Era yo el que empañaba el
Consejo con razones sin sentido.”
Es el reconocimiento de su incapacidad para comprender la providencia de Dios.
“Sí, he hablado de grandezas que no entiendo, de maravillas que me superan y que
ignoro...”
O sea: no es que sea falso lo que dijo anteriormente sino que como no las puede comprender
en su totalidad, debió callarse.
“Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos.
Por eso me retracto y me arrepiento en el polvo y la ceniza”.
La no relación entre la conducta del hombre, lo que su libertad elige y los acontecimientos
que le caen luego encima, lleva a la crisis que se resume con estas palabras: “todo es lo mismo”.
Yahvé no da razón de lo que hace sino que se limita a poner a la creatura en su lugar: si tú
quieres guardar mi ley, hazlo, pero no esperes retribución por eso.
La imagen de Dios que se transmite es dura y fría.

El Eclesiastés

Uno de los últimos libros sapienciales de la Biblia y tal vez el más profundamente
escandaloso de todos es el Eclesiastés. Se supone que fue escrito por Salomón y refleja sus
experiencias como rey de inmenso poder que se rodeó de placeres magníficos y que sin ser
particularmente fiel a Yahvé, tampoco le fue mal en sus empresas. Sus casamientos lo llevaron a
colocar los dioses de sus esposas en el templo que él mismo había mandado construir para Yahvé,
permitiendo realizar allí su culto. Sin embargo, parecía que contaba con la bendición de Dios.
Un autor que, evidentemente, conoce el libro de Job, trata de sacar una conclusión lógica de
ambas situaciones y con gran desencanto de lo que la libertad del hombre puede hacer, relata como
el rey Cohélet, que es otro nombre de Salomón, logra sus propósitos hasta el límite máximo en su
búsqueda del placer, la sabiduría, la justicia, etc. Y el Eclesiastés dice como Job: “todo es lo
mismo” pero con otras palabras muy conocidas:
“Vanidad de vanidades...”
Que significa inutilidad suprema o vaciedad superlativa, porque el hombre no alcanza lo que
elige ni lo que busca y, si se propone un proyecto, es incapaz de realizarlo; hay fuerzas que lo
superan, que disponen de las cosas por lo que al hombre sólo le queda aprender que:
“Todo tiene su momento y cada cosa su tiempo bajo el cielo: su tiempo el nacer, su tiempo el
morir, su tiempo el plantar y su tiempo el arrancar lo plantado”.

15
Dios manda los sucesos y hay que tomarlos como vienen, por lo tanto, hacer un proyecto
dentro de esa situación es inútil, porque cuando uno comienza algo tiene que cortarlo porque viene
lo contrario. Todo lo que el hombre puede proyectar o pensar que va a llevar adelante debe
enfrentar la providencia de Dios que va distribuyendo fracasos, éxitos, satisfacciones, sufrimientos,
etc. Y surge entonces la conclusión: ¿qué gana el que trabaja y se fatiga y pretende ejercer la
libertad haciendo proyectos de vida si al fin sólo va a obtener lo que Yahvé le destine?
“Él ha hecho todas las cosas apropiadas a su tiempo, también ha puesto el afán en sus
corazones...”
Es decir: el deseo de llegar a determinadas metas.
“… sin que el hombre llegue a descubrir la obra que Dios ha hecho de principio a fin”.
¿Qué es lo que Dios ha hecho o lo que pretende y quiere? Las creaturas no lo saben.
Después de cada experiencia Salomón saca como consecuencia que al hombre sólo le queda
en la vida la posibilidad de acomodarse a las circunstancias sacándoles el mayor partido posible
pero sin hacer proyectos de largo alcance.
Jesús encuentra esta teología en su época sobre todo entre los saduceos que forman la parte
más importante del Sanedrín y que, si bien son judíos, su religión es muy vaga.
Dice en el versículo 12 del Cáp. 3:
“Comprendo que no hay para el hombre más que alegrarse y buscar el bienestar en su vida.
Y que todo hombre coma y beba y disfrute bien en medio de sus fatigas, eso es don de Dios”.
O sea: la libertad no tiene sentido y lo mejor que puede hacer es quedarse inmóvil y el
hombre recibir los días de sol bendiciendo a Dios y pasar como pueda los de tormenta y lluvia
porque de esa manera le va a sacar a la existencia mucho más que precipitándose a buscar cosas
que no dependen únicamente de su esfuerzo y que nunca puede llegar a controlar totalmente. Y es
tal el desencanto de Cohélet que continúa diciendo:
“Todavía más he visto bajo el sol: en la sede de la justicia allí está la iniquidad y en el sitial
del justo, allí el impío”.
“Dije en mi corazón: Dios juzgará al justo y al impío, pues hay un tiempo para cada cosa y
para todo quehacer. Dije también en mi corazón acerca de la conducta de los humanos: sucede así
para que Dios los pruebe, y les demuestre que son como bestias. Porque el hombre y la bestia
tienen la misma suerte: muere el uno como la otra; y ambos tienen el mismo aliento de vida”.
Aquí hay una clara confesión de que la vida termina con la muerte y que no tiene, la libertad
del hombre, cómo lograr nada que sea definitivo, importante, decisivo.
Al final del Cáp. 3 dice:
“Veo que no hay para el hombre nada mejor que gozarse en sus obras pues ésa es su paga.
Pero ¿quién le guiará a contemplar lo que ha de suceder después de él?”
O sea que el hombre no tiene que hacer planes para un futuro después de la muerte porque
es inútil. Hasta este punto llega la crisis de la libertad en la tercera etapa del A.T.

IV Etapa

Dos siglos A.C., más o menos por el año 170, Antíoco IV, rey de Siria que gobierna
Palestina, busca violentamente helenizarla e instala gimnasios en el templo, propone poner el
báculo de Júpiter, etc. Contra esto surge una guerrilla pro-hebreo que se relata en los dos libros de
los Macabeos.
Allí se ve cómo tienen que corregir rápidamente la idea aún viva de la alianza porque la
fidelidad a Yahvé no los libra de que sus enemigos los masacren si guardan el descanso sabático,
por ejemplo, y no se defienden adecuadamente. Esto muestra también como coexisten las teologías
de las etapas anteriores con las nuevas que van surgiendo como consecuencia de las diferentes
16
crisis que las invalidarían. Vemos por lo mismo que en el Evangelio le preguntan a Jesús quién
pecó, y por lo tanto es el culpable, de la enfermedad que presencian.
De esta cuarta etapa son también el libro de Daniel, que es una especie de apocalipsis que
relata el fin del mundo, y el libro de la Sabiduría que muestra la teología que tienen los fariseos en
la época de Jesús.
En estos tres libros aparece la idea que caracteriza a esta etapa, y que se plantea como
solución tentativa: el hecho de que tiene que existir otra vida en donde la justicia tenga la última
palabra por medio de un juicio que tiene que ser presenciado por los hombres vivos, o sea
resucitados, en donde, nuevamente, se pueda poner en relación lo que el hombre hace con lo que
Dios le da, renovando así la antigua alianza.

El Libro de la Sabiduría

La idea aportada por el helenismo y que caracteriza esta cuarta etapa es la de la inmortalidad
del alma. Cono los hebreo tienen una idea de cuerpo y alma unidos, esta solución aportada por los
griegos la traducen en la resurrección de los muertos o de la carne para que, de seguir viva, el
alma, pueda volver a formarse el ser que era antes.
La única forma de salir de esa idea de “vanidad de vanidades…” del Eclesiastés o de la
inutilidad de nuestra libertad, es la de permitirle decidir nuestro destino total, es decir: que pase por
encima de la muerte. Si bien no hay un libro como el de Job que compara las dos teologías, en un
momento dato, buena parte de Israel, en especial los más fervientes, como es el grupo de los
fariseos, adoptan la idea de la resurrección de los muertos.
El libro de la sabiduría explica en su primer capítulo, de manera muy sencilla, que no fue
Dios quien hizo la muerte -y recuerda el relato de la creación- sino que fue consecuencia del
pecado del hombre. El plan de Dios es introducir vida pero el hombre, bajo el impulso del diablo, a
través de la insinuación de la serpiente, peca y altera así la voluntad de Dios de crear todas las
cosas para una vida sin fin. Como la muerte no puede tener la última palabra, porque significaría la
derrota de Dios, se supone que la vida va a vencerla.
En el Cáp. 1, versículo 12, dice:
“No os busquéis la muerte con los extravíos de vuestra vida...”
O sea: no es algo natural sino producido por la conducta del hombre.
“No os atraigáis la ruina con las obras de vuestras manos, porque no fue Dios quien hizo la
muerte”.
Este es el argumento teológico fundamental para indicar que la muerte no va a tener la
última palabra porque sólo es una interrupción del plan de Dios, venida desde fuera de su voluntad
de creador y por lo mismo, no puede triunfar sobre la vida.
“Dios no se recrea en la destrucción de los vivientes. Él todo lo creó para que subsistiera.
Las creaturas del mundo son saludables, no hay en ellas veneno de muerte ni el imperio del Hades
sobre la tierra, porque la justicia es inmortal”.
Se ve aquí la influencia de la helenización en las palabras: el Hades es la morada de los
muertos en el mundo griego; los judíos la llamaban el Seol y nosotros lo llamaríamos infierno, no
en el sentido cristiano del lugar donde se atormentaría a los condenados sino donde viven las
sombras de los muertos; allí son tratados de manera diferente según su conducta en la tierra: los
buenos en los campos Elíseos y los malos en lugares más tormentosos.
Decir que la justicia es inmortal es algo nuevo en Israel y significa que el que cumple la
voluntad de Dios, expresada en la ley, tiene vida definitivamente, porque la muerte no puede
arrasar con ella. Existen, según esto, dos clases de hombres según las apuestas posibles: los que
creen que la muerte se llevará toda la vida del hombre y por lo tanto éste sólo obtiene lo que
consigue en esta vida, y los que creen -como vimos antes- que la justicia es inmortal. Nadie sabe
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cuál es el verdadero desenlace porque nadie volvió de la muerte para contarlo, pero hay como dos
apuestas posibles que van a estructurar toda la vida del hombre y a determinar el empleo de su
libertad. Para el impío toda va a terminar con la muerte, mientras que para el justo en cambio la
justicia es inmortal.
En el Cáp. 2 se describe entonces la lógica de los impíos, que creen que la muerte se llevará
todo y que, por lo tanto, hay que apurarse para obtener el mayor fruto posible de esta vida.
“Corta y triste es nuestra vida, no hay remedio en la muerte del hambre, ni se sabe de nadie
que haya vuelto del Hades. Por azar llegamos a la existencia y luego seremos como si nunca
hubiéramos sido. Porque humo es el aliento de nuestra nariz y el pensamiento, una chispa del
laudo de nuestro corazón; al apagarse, el cuerpo se volverá ceniza y el espíritu se desvanecerá
como aire inconsistente. Caerá con el tiempo nuestro nombre en el olvido, nadie se acordará de
nuestras obras; pasará nuestra vida como rastro de nube, se disipará como niebla acosada por
los rayos del sol y por su calor vencida. Paso de una sombra es el tiempo que vivimos, la muerte
no torna sobre sus pasos, una vez puesto el sello, nadie regresa”.
Y, en el versículo 6 se sacan otras consecuencias más importantes y concretas:
“Venid pues y disfrutemos de los bienes presentes, gocemos de las criaturas con el ardor de
la juventud. Hartémonos de vinos exquisitos y de perfumes, etc., etc.”
Su apuesta los induce a acumular todos los placeres y satisfacciones posibles en la vida. La
síntesis de esto está en el versículo 11:
“Sea nuestra fuerza norma de justicia”.
Es decir: nada nos detenga para obtener lo deseado. El sentido común les dice que nadie va a
premiar la debilidad de detenerse o frenarse ante algo que les produzca placer.
Uno pensaría que al impío no debería interesarle para nada el justo, al que, a lo sumo vería
como alguien equivocado, que se priva de cantidad de cosas por causa de su creencia en la
inmortalidad de la justicia, pero no es así. Es un detalle ciertamente fino el que el libro de la
Sabiduría pone como preocupación del impío y es que necesita probarse a sí mismo que el justo se
engaña sobre el más allá y sobre la protección que espera de Dios, entonces busca torturarlo y
hacerle la vida imposible para asegurarse de que no hay nadie, ni ningún poder, detrás del justo,
que impida que lo toquen.
“Tendamos lazos al justo que nos fastidia, se enfrenta a nuestro modo de obrar, nos echa en
cara faltas contra la ley y nos culpa de faltas contra nuestra educación. Se gloría de poseer el
conocimiento de Dios y se llama a sí mismo hijo del Señor. Es un reproche de nuestros criterios, su
sola presencia nos es insufrible, lleva una vida distinta de todas y sus caminos son extraños”.
En el versículo 17 dice:
“Él se ufana de tener a Dios por Padre. Veamos si sus palabras son verdaderas...”
El impío aparece como un especialista en conseguir el éxito en esta vida y el justo como una
víctima que, en razón de la otra vida, se priva de cantidad de satisfacciones. El especialista del
éxito es el impío y el del sufrimiento, el justo. La imagen del justo es pintada por negativa, es
decir: por lo opuesto.
“Así discurren, pero se equivocan, los ciega su maldad; no conocen los secretos de Dios, no
esperan recompensa por la santidad”.
Si traducimos esto a la positiva tendremos la imagen del justo: es el que espera recompensa
por la santidad, que es hacer lo que Dios quiere en este mundo, subordinando a ello la satisfacción
presente.
“No creen en el premio de las almas intachables. Porque Dios creó al hombre para la
incorruptibilidad, le hizo imagen de su misma naturaleza; mas por envidia del diablo entró la
muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen”.
Según esto los impíos, con sus obras y palabras, llaman a la muerte, no porque le tengan
cariño precisamente sino porque han hecho un pacto con ella teniéndola por amiga, de tal forma

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que, si la muerte obtiene la victoria, ellos también son ganadores. En cambio, si la muerte es
vencida, el justo será quien tenga la razón, porque su esperanza está llena de inmortalidad.
Para el libro de la Sabiduría, el impío es causa de perpetua tentación para el justo, tanto que
cuando éste muere muy joven o prematuramente, hay que considerarlo como un bien porque Dios
se apresuró a sacarlo de la atracción por el éxito de aquellos que no se detienen ante nada porque
su única norma de justicia es el poder.
En el Cáp.5 se relata el juicio que sobrevendrá después de la muerte. Allí todos están
presentes: los que han apostado a la muerte y los que lo han hecho a la justicia.
“Irán acobardados los impíos a dar cuenta de sus pecados, y sus iniquidades se levantarán
contra ellos para acusarlos, entonces el justo se mantendrá en pie con plena seguridad, en
presencia de los que lo afligieron y despreciaron sus sufrimientos. Al verle, éstos quedarán
consternados, sobrecogidos de espanto, estupefactos por lo inesperado de su salvación. Se dirán
mudando de parecer, gimiendo con el espíritu angustiado:...”
La apuesta del impío no era la correcta y su único castigo es no tener justicia para seguir
viviendo y por lo tanto desaparece. No es que sea atormentado en el infierno, desaparecen, pero
antes repiten con certidumbre las palabras que hacían en la apuesta: nosotros no creíamos en este
justo y él es quien tiene razón, el que está junto a Dios y es contado entre sus hijos y participa en la
herencia de los santos. Erramos, nos equivocamos,
“la luz de la justicia no nos alumbró, no salió el sol para nosotros. Nos hartamos de andar
por sendas de impiedad y perdición, atravesamos desiertos intransitables, pero el camino del
Señor, no lo conocimos”.
“Todo aquello pasó como una sombra, como noticia que va corriendo, como nave que
atraviesa las aguas agitadas y no es posible descubrir la huella de su paso ni el rastro de su quilla
en las olas; como pájaro que volando atraviesa el aire y de su vuelo no se encuentra vestigio
alguno; moviendo sus remos golpea el aire ligero, lo corta con agudo silbido, se abre camino
batiendo alas y después no se descubre señal de su paso; como flecha disparada al blanco....etc.”,
Esto es lo que le ocurre al impío. Esta concepción es importante porque es lo último a que
llega el A.T. desde el punto de vista de la libertad. Desde la III a la IV etapa ha cambiado
enormemente el panorama volviéndose ahora la libertad algo decisivo para el destino futuro y
eterno del hombre,
La síntesis del libro de la Sabiduría es que se somete al hombre a la prueba de ponerlo
delante del misterio de la muerte y dejarlo elegir entre la justicia y la muerte; el hombre está a
prueba y según se aleje de las cosas de esta vida, y se mantenga relativamente indiferente a ellas,
mejor se prepara para la inmortalidad, porque, en la medida en que tenga éxito en sus proyectos
terrenos, va a tener la tentación de pasar por encima de la ley.
Esto tiene mucho de parecido con la espiritualidad cristiana que esperaba el juicio de Dios y
que nos consideraba “desterrados en este valle de lágrimas” -corno decíamos en la oración-.
¿Tendremos la libertad sólo para pasar una prueba? ¿Vale la pena ese examen? ¿Quién se beneficia
con él?
No olvidemos que este libro de la Sabiduría pertenece al A.T. y que, aunque se parezca
mucho a la vida espiritual que nos enseñaban hace unos cuantos años, aún no ha llegado el
cristianismo.

Las Moscas

Jean Paul Sartre, en su obra de teatro “Las Moscas”, da una versión moderna de la Orestíada
de Esquilo. En ella cuenta las aventuras de Orestes, hijo de Agamenón y de Clitemnestra, reyes de
Argos.
Paris, uno de los príncipes de Troya, ha raptado a Helena, la esposa de Menelao, que es tío
de Orestes y rey de otras ciudades griegas. Agamenón ha ido a luchar para salvar el honor de su
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hermano y, el mismo día que vuelve de la guerra es asesinado por su mujer y Egisto, que es su
amante, para así apoderarse ambos del trono.
Orestes está en ese entonces educándose en Grecia y, cuando vuelve, su hermana Electra
trata de convencerlo de que es su obligación vengar al padre de ambos, matando a los criminales.
Sartre toma este argumento para plantear el problema de la libertad a través del personaje
principal que, al regreso a su ciudad, encuentra a la gente asediada por los remordimientos
-simbolizado en las moscas- mientras que él se encuentra vacío y sin nada por qué sufrir ya que
no ha hecho aún nada que le sea realmente propio.
Orestes siente que la libertad existe para que el hombre construya o decida algo y cargue
luego con ese destino que se ha forjado, pero que él aún no ha hecho uso de esa libertad porque no
tiene nada de qué arrepentirse ni a lo que sentirse atado; entonces, hace lo que su hermana le pide,
no tanto por deseo de venganza que no tiene sino por darse a sí mismo un destino con ese acto,
porque siente que sólo así él tendrá peso en la tierra y un lugar propio, no compartido con nadie,
fruto de su creatividad.
Es curioso que Sartre que es profesor de filosofía, y que viene usando en sus personajes
nombres griegos, incorpore aquí a Júpiter que es el supremo dios romano, en vez de hacer
intervenir a Zeus, como sería de esperar. Júpiter va a tratar de recuperar a Orestes, convencerlo de
que se arrepienta de su pecado -y Sartre pinta al dios con los caracteres exactos que Santo Tomás
de Aquino le da en su “Suma Teológica” al Dios de los cristianos, libro que es evidente conoce
perfectamente - en un largo discurso que resumiéndolo dice lo siguiente:
“El mundo es bueno, lo he creado según mi voluntad, yo soy el bien... Se refiere al universo
entero, no en el sentido despectivo que se le da a lo mundano en la espiritualidad cristiana.
Es importante ver que lo que tiene sentido, lo que vale, ya está hecho, ya existe y es Dios”
que, de alguna manera, ha pasado a la creación su perfección y el hombre siente el bien y el orden
con que está hecho todo.
“Pero tú has hecho el mal y las cosas te acusan con voces petrificadas...”
Matar a la madre, aunque sea por venganza, no está dentro del orden y el universo entero lo
acusa.
“Si bien está en todas partes, tu cuerpo mismo te traiciona pues se acomoda a mis
prescripciones. Yo puse el orden en tu cuerpo; el bien está en ti y fuera de ti, es el que permite el
éxito de tu mala empresa porque fue la claridad de las antorchas, la dureza de tu espada; y todas
esas cosas tú las debes a mí. Yo soy el que puse esas cualidades en las cosas y en tu mismo cuerpo.
Y ese mal del que estás tan orgulloso ¿qué es sino un reflejo del ser? Una senda extraviada, una
imagen engañosa, cuya misma existencia está sostenida por el bien”.
O sea que todo lo bueno es de Dios y lo malo es sólo un salirse del orden. Esto es típico de
la filosofía de Santo Tomás: el mal necesita del bien para existir. Por lo tanto, hacer el mal es una
especie de error que no lleva a nada y que tampoco se puede considerar algo propio.
Pero Orestes no se rinde y contesta a Júpiter lo siguiente:
“Fuera de mí, lo sé, lo que he hecho sin excusa, pero no volveré bajo tu ley; estoy
condenado a no tener otra ley que la mía”.
Es importante esto porque, a la vez que reconoce que ha actuado contra su propia naturaleza,
es él quien con su libertad da valor a las cosas y decide cuál es el bien para él, aunque Dios se la
haya decidido previamente, porque es él quién da ley a las cosas. Tener libertad significa entonces
tener una ley dentro de sí que decida qué es lo que se debe hacer en cada circunstancia.
“Júpiter, tú eres el rey de los dioses pero no eres el rey de los hombres”.
Júpiter se enoja y le dice:
“Tú, gusano, que quien te hizo....etc.”
Y Orestes vuelve a responderle:

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“Sí, yo sé que tú me hiciste, pero no debiste hacerme libre si me querías tuyo así, porque
soy un hombre Júpiter, y cada hombre debe inventar su camino”.
Si partimos de la idea de que todo ha sido ya perfectísima y completamente creado, la
libertad sólo sirve para probar al hombre y la historia podría ir exactamente al revés -del siglo XX
al I- que igualmente serviría a Dios para juzgarnos, ya que lo único que podríamos hacer sería
deshacer algo del orden establecido. Por eso, uno de los desafíos más grandes que se le han
presentado al cristianismo, es admitir que para que nuestra libertad sea realmente importante y
decisiva tiene que tener la posibilidad de inventar algo que todavía no esté hecho, porque Dios no
creó al hombre sólo para que fuera el dueño de las cosas sino para que continuara su creación.

ETAPAS CRISTIANAS DE LA FE

Vamos a repasar brevemente algunas cosas que ya hemos visto en otras oportunidades sobre
Jesús histórico pero ahora lo haremos desde el punto del sentido de la libertad del hombre.
Tampoco aquí encontraremos toda la respuesta al problema porque, Jesús, como verdadero
hombre, creyó su proyecto fracasado, que lo que Él inventó no dio resultado y por eso su último
grito en el calvario fue como pidiéndole cuentas a Dios del por qué de su abandono. Pablo nos va a
aportar después el dato que Jesús no tenía, y que se manifestó luego en su resurrección, de que
Dios no lo abandonó nunca, a Él ni a su proyecto, y que el Reino se está realizando en este mundo
de una manera que no es del todo visible y que Gaudium et Spes en el Nº 39 denomina:
“misteriosamente” porque no siempre sabemos dónde.

I. JESÚS HISTÓRICO.

Para estudiar la historia real de Jesús es necesario analizar los pasajes del Evangelio para
separar, en la medida de lo posible, los agregados pospascuales que los discípulos, después, en su
redacción de los hechos históricos, hicieran... Por ejemplo: después que saben que Jesús es el
Cristo, el Mesías esperado en Israel, a nadie se le iba a ocurrir poner en su boca esas palabras tan
terribles del grito en la cruz: “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?”. Si lo incluyeron
en el Evangelio es porque esas palabras fueron pronunciadas verdaderamente por Jesús. Por lo
tanto, el relato que pone a Jesús diciendo que Él solo va a pasar en el sepulcro un día y medio y
que después va a resucitar, y que no condice con el anterior, debernos considerarlo un agregado
pospascual, es decir: que fue escrito a la luz del conocimiento que les aportara la resurrección.
La gran diferencia que se plantea entre lo prepascual y lo pospascual es la finalidad de la
vida de Jesús. Desde que se hace bautizar por Juan en el Jordán, comenzando así lo que llamamos
“la vida pública de Jesús”, su principal objetivo es preparar el reinado de Dios; ése fue su proyecto
histórico.
En el Padrenuestro nos referimos a ese gobierno de Dios sobre la tierra. Mateo utiliza el
procedimiento literario llamado “paralelismo” porque explica una frase con otra, es decir: la
primera dice una idea y la segunda expresa lo mismo pero de otra manera. Lucas no hace esas
añadiduras y por lo tanto su Padrenuestro es más corto. Los dos dicen: “venga a nosotros tu Reino”
pero Mateo agrega: “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.
La voluntad de Dios no se está realizando en la tierra; en el cielo sí todos hacen lo que Dios
quiere, el problema se da aquí. Dios quiere que los hombres libremente hagan, su voluntad, se
organicen y vivan de la forma más plenamente humana posible.
El reinado de Dios significa una reestructuración de Israel y, después de la resurrección, los
discípulos entienden que la tierra entera debe ser transformada para que todos los hombres vivan
según los valores y las prioridades que Dios tiene en su corazón.
Todo lo que Jesús dice está orientado a preparar el Reino de Dios en los corazones de los
hombres, de tal manera que eche allí raíces y no sea solo algo impuesto por Dios. Por eso Jesús,
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desde el principio, va revelando el corazón de Dios, sus prioridades y para quiénes especialmente
viene su Reino, o sea: quiénes serán sus favoritos. Son los “felices quiénes...” del discurso central
de Jesús: los pobres, los hambrientos, los que lloran y en general todos los que sufren porque están
siendo deshumanizados en la sociedad de Israel.
Jesús entiende que Dios necesita colaboración humana en ese proyecto y como profeta se
pone al servicio de esa preparación y, a través de sus parábolas, va a ir mostrando cómo es el
verdadero corazón de Dios, porque las autoridades, que dicen hablar en su nombre, lo muestran
completamente distinto de lo que en realidad es.
Hans Küng3, en su libro “Ser cristiano” dice:
“Aquél que se convertía al Dios de Jesús tenía que dejar al Dios que le enseñaban a adorar
en Israel”, porque sus valores eran diferentes: no iba tras del justo para premiarlo sino del que
sufría para aliviarlo, del marginado para reintegrarlo a la sociedad, del que estaba afligido o
hambriento para darle consuelo y aquello que necesitaba.
Jesús habla relativamente poco de otros hombres y del uso que deben dar a su libertad, Él
predica por sí mismo, siente que su misión es ayudar a instaurar el Reino y comunica eso,
obviamente, a sus discípulos. Es un proyecto riesgoso y por eso la última de las bienaventuranzas
(que podemos ver tanto en Lucas como en Mateo) no es dicha al pueblo en general sino a sus
propios discípulos, proponiéndoles su mismo destino de lucha:
“bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentiras toda clase de
mal contra vosotros por mi causa”.
No se trata de una prueba sino de aceptar las condiciones que impone la acción histórica
cuando desestabiliza la sociedad tal cual está implantada.
“Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos, porque de la
misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros”.
Cristo constituyó la Iglesia para ser profética y llevar un mensaje tan profundo que, en la
medida que se enraizara en la historia, levantaría enorme oposición por los intereses ya existentes
en las distintas sociedades que se verían lesionados por él.
Cuando Jesús dice: “no creáis que he venido a traer la paz sino división y espada” está
indicando que el Reino, al introducirse en la historia no le permite continuar su rumbo, busca
sacarla del carril habitual y conservador para darle una nueva dimensión.
En el Concilio Vaticano II se trató de insistir nuevamente en la condición profética de la
Iglesia que no une por lo superficial a la gente sino que la divide en su toma de posiciones.

Parábola de los talentos

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Hans Küng (1928- ), sacerdote y teólogo católico. Nació en Sursee (Suiza) y estudió en la Universidad
Pontificia Alemana y la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma. Ordenado en 1954, continuó sus
estudios en el Instituto Católico de la Sorbona en París, donde escribió su tesis doctoral, Justificación: la
doctrina de Karl Barth y una reflexión católica (1957), que analiza las semejanzas entre la doctrina católica y las
creencias sobre la justificación sostenidas por el teólogo protestante Karl Barth. La obra fue muy elogiada,
tanto por ecumenistas católicos como por la comunidad protestante.
Küng fue sacerdote de parroquia en Lucerna antes de convertirse en profesor de teología dogmática en la
Universidad de Münster. Fue teólogo oficial del Concilio Vaticano II. En su libro Concilio, reforma y reunión
(1960) cuestionaba la doctrina de la infalibilidad y reclamó una reforma de las iglesias católica y protestante.
En 1975 la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano le amonestó por sus opiniones y
escritos de teología, y en 1979 revocó su facultad para la enseñanza como católico. Los efectos de la polémica
se vieron mitigados en 1980 por un acuerdo que le permitió seguir enseñando desde una posición secular.
Entre sus principales obras se encuentran La Iglesia (1967), ¿Infalible? (1970), Ser cristiano (1974), ¿Existe Dios?
(1978), ¿Vida eterna? (1982), Responsabilidad global (1991) y La Iglesia católica (2002). En 2003 publicó la primera
parte de sus memorias, titulada Libertad conquistada.

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Las dos últimas parábolas de Jesús están en Mateo 25. La de los talentos relata que un señor
reparte entre tres siervos una cantidad importante de dinero y se va de viaje. A su vuelta les pide
cuentas y dos de ellos lograron sacarle fruto poniendo su inteligencia y creatividad en juego, pero,
el otro, devuelve íntegro y únicamente el dinero recibido. Es interesante el diálogo que tiene con su
señor cuando llega su turno. Dice el siervo:
“Señor, sé que eres un hombre duro y que cosechas donde no sembraste y recoges donde no
esparciste, por eso me dio miedo y fui a esconder en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es
tuyo”.
Hay que destacar que la libertad va a tener que luchar contra el miedo que debilita la
inteligencia e impide que el hombre sea creador y busque en cambio recetas ya hechas porque no
se anima a salir al descampado con su propia capacidad de juzgar, de pensar, de actuar.
El amo acepta la definición que se da de él de haber dado una parte de la creación a sus
siervos para que, con su trabajo, la continuaran; se prohibió incluso a sí mismo terminarla para que
los otros pudieran asumir esa responsabilidad y es duro al exigir a los hombres que lo ayuden
porque quiere que el Reino se deba tanto a Él corno a los hombres que ponen su libertad al servicio
del nuevo cielo y la nueva tierra, como se lo llama dos veces en el N. T. O sea que no sólo nos
creamos nuestra propia tierra, la nueva humanidad, etc., sino que también Dios espera que
construyamos para Él un nuevo cielo que no tendría sin nosotros. Se da aquí a la libertad del
hombre toda su dimensión porque Dios mismo le entrega su proyecto para que lo realice.

La parábola del juicio final

Tal vez no se ha dado suficiente importancia a esta parábola que relata cómo va a juzgar
Dios esa historia que los hombres han construido. Los judíos esperaban que Dios utilizara la ley
que dice a los hombres qué tienen que hacer en cada circunstancia para juzgarlos y por eso los
legistas y los fariseos están dispuestos a contestar a Jesús qué se puede hacer en sábado pero,
cuando les pregunta si está permitido hacer el bien, no saben qué decir porque el bien es lo que está
mandado, nada más, y la inteligencia no entra en juego allí, no crea ni inventa.
Cuando se tiene como único precepto “amar al hermano” -y ésa es en síntesis la :parábola
del juicio final-: si se ve a alguien con hambre hay que darle pan; si tiene sed, algo para beber; si
está solo o preso, acompañarlo; si enfermo, ayudarlo....etc.
La primera gran sorpresa de esta parábola es que iguala a todos los hombres:
-los que han recibido la ley y los que ni la conocen,
-los que saben que el amor llega a Dios mismo y los que le preguntan: “Señor ¿cuándo te
vimos y te hicimos el bien?” porque lo ignoran. Y Jesús dice: no importa que no lo supieran,
cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, yo gocé con el bien que le
hicieron.
La segunda sorpresa es que cuando ya no hay una ley que define las circunstancias en que se
debe aplicar esto o aquello, (porque todo se resume en amar, y nade puede hacerlo como otro
porque cada cual tiene un contexto distinto, circunstancias diferentes que no están escritas en
ningún lado y que solo la inteligencia que surge de querer y de aprender a hacerlo a través de la
propia experiencia, sabiendo poco a poco qué es lo más conveniente) los hombres tienen
obligatoriamente que inventar, que ser creativos.
Somos irremplazables cada uno de nosotros; la situación en que estarnos, las personas que
nos rodean necesitan un amor que sólo nosotros podernos darles y en circunstancias que somos los
únicos que conocemos y que tendremos que resolver con nuestra imaginación.
No se nos juzga aquí para ver si salvamos una prueba sino para evaluar nuestra construcción
histórica quitándole todo lo que no vale porque fue hecho por hábito, por rutina, por egoísmo o por
no tornarnos el trabajo de conocer mejor los condicionamientos o la situación en que viven
nuestros hermanos.

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Aparece aquí por primera vez una idea que soluciona el problema que planteaba Sartre de la
libertad, central, pero al mismo tiempo irrelevante porque determinaba el destino de los hombres
pero a nadie más importaba... Con Jesús la libertad parece afirmarse en el proyecto que el hombre
realiza en la historia. Sin embargo, cuando Cristo muere, todo su proyecto parece derrumbarse con
Él, estrellado contra fuerzas opuestas más poderosas, sin que Dios intervenga. Los enemigos de
Jesús, aparentemente, tienen la última palabra y las esperanzas que Él engendrara se vienen abajo.
Recuerden la expresión de los discípulos de Emaús: “Nosotros esperábamos que Él liberara a
Israel, pero ha muerto y no ha pasado nada…” . Sin embargo pasa algo y es la resurrección de
Jesús.

II. DESPUÉS DE LA RESURRECCIÓN.

Vamos a ver en los Hechos de los Apóstoles qué piensan los que estaban junto a Jesús,
después de la resurrección, de ese proyecto que se ha comenzado a vivir y cómo presentan las
cosas una vez que tienen la conciencia de que Jesús es vencedor de la muerte, y de que Dios nunca
lo ha abandonado.
No podemos estar seguros de la historicidad exacta de este comienzo de la historia de la
Iglesia, escrita por Lucas veinte años después de la muerte de Cristo, porque no tenernos con quién
hacer comparaciones -como nos permitían los tres sinópticos del Evangelio-.
Entre los judíos convertidos al cristianismo hay ya una cierta división: están los que viven en
Palestina y que no han salido de allí -como Pedro, por ejemplo- y los helenistas, es decir: los que
viven en el imperio greco-romano y han absorbido la cultura allí existente y que van a tener
bastante influencia en Jerusalén y también en la Iglesia.
Lucas y Pablo pertenecen a este grupo, al igual que Esteban y los siete diáconos. Los
helenistas son los que se quejan de que su gente es dejada de lado por los palestinos que atienden
más a su propio grupo que a los que vienen del imperio romano.
Podemos sospechar que Lucas haya dado a esa historia de la primera comunidad cristiana su
propio enfoque de las cosas y que, por ejemplo, los discursos de Pedro después de la resurrección
puedan más bien reflejar el pensamiento de Lucas que lo que en realidad haya dicho Pedro, porque
es una historia hecha en base a recuerdos e interpretaciones, por alguien que de seguro tiene una
posición tomada frente a esa división de los judíos.
Mateo es un caso claro de un judío que, aunque sabe griego, tiene la mentalidad de los
palestinos y presenta a Jesús como el nuevo Moisés que viene a dar la ley moral definitiva a Israel
y, aunque narra hechos en que se manifiesta el universalismo de Jesús, está mucho más centrado en
el pueblo hebreo.

Hechos de los Apóstoles

En los capítulos 2 al 4 de los Hechos de los Apóstoles están los discursos de Pedro que
trasmiten qué piensa la comunidad cristiana después de la resurrección de Jesús, qué proyectos
tiene, cómo ve al hombre, qué le ofrece a su libertad.
Han tenido la experiencia de que Jesús ha vencido a la muerte, de que Dios no lo ha
abandonado nunca y de que es el Mesías esperado. ¿Qué ofrece ese hombre que está junto a Dios y
lo representa? ¿Qué propone? Esa respuesta la vamos a encontrar en estos discursos.
En el año 50, aproximadamente, San Pablo escribe el primer documento cristiano que
tenemos: es la Primera Carta a los Tesalonicenses. Aparece allí una comunidad cristiana
relativamente similar a la que nos relata Lucas en los Hechos en donde Pablo dice prácticamente lo
mismo que Pedro. Tenernos así una confirmación de cómo, por lo menos una parte de la Iglesia, ha
interpretado la resurrección.

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Los tres discursas de Pedro.

Después de Pentecostés, al haber recibido ese Espíritu Santo que los lanza al mundo, que los
hace hablar en lenguas extrañas, Pedro se presenta al público e intenta, primeramente, disipar el
malentendido ése de que están borrachos diciendo que no puede ser así porque son las 9 de la
mañana, lo cual corno argumento tal vez no vale mucho, pasando luego al meollo de su discurso.
Si Uds. recuerdan la predicación de Jesús, sus polémicas con los fariseos y legistas, sus
parábolas, lo que decía a la gente cuando la curaba, etc. van a notar ciertas diferencias con la que
hace Pedro.
“Israelitas, escuchad estas palabras: a Jesús Nazareno, hombre a quien Dios acreditó entre
nosotros con milagros, prodigios, señales que Dios hizo por su medio entre nosotros, corno
vosotros mismos sabéis...”
Es interesante que cuando se pidió a Jesús alguna señal que indicara que realmente estaba
avalado por Dios y no por Belcebú, Él se negó rotundamente diciendo que no se daría otro signo
que el que recibieron los ninivitas cuando Jonás les predicó, es decir: ninguno (ellos resolvieron
convertirse porque encontraron razonable lo que se les decía ya que su conducta merecía la
destrucción de la ciudad, y fueron sensibles a la historia). ¿Por qué no juzgan por ustedes mismos?
-les increpó Jesús- ya se les han dado suficientes elementos para que sepan si esto viene de Dios o
no. Los signos que Él realiza devolviendo a alguien su calidad humana -San Juan los llama
“Puertas” en vez de milagros- muestran los beneficios que el Reino trae. Sin embargo, en su
discurso, Pedro busca demostrar que Dios estaba detrás de Jesús recordando sus milagros.
“A éste, que fue entregado (a los tormentos de la muerte) según el determinado designio y
previo conocimiento de Dios...”
Para Pedro el plan de Dios era que Jesús muriese, aunque, según los Evangelios, su muerte
se debe a razones históricas muy concretas.
“A éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores del Hades”. Después explica que en
un salmo de David se dice que Dios no va a dejar a su elegido sufrir la corrupción y que no puede
aplicarse esto a David, porque todo el mundo sabe dónde está su sepulcro, pero sí a Jesús que es
uno de sus descendientes.
En el versículo 32 dice:
“A éste Jesús, Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos...”
La resurrección no se puede utilizar como prueba apologética porque sólo la tuvieron,
sintieron y vivieron los que hablan participado de la vida y de los valores de Jesús. Si Jesús
resucitado se hubiera presentado ante los Sumos Sacerdotes, por ejemplo, se hubiera demostrado
su mesianidad, pero no se sabe porqué le van a creer a Pedro si no le creyeron al propio Jesús.
“Y exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha
derramado en lo que vosotros veis y oís”
El Espíritu Santo el que está actuando por boca de ellos.
Y el discurso termina diciendo:
“Sepa pues con certeza toda la clase de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este
Jesús a quien vosotros habéis crucificado”.
Cristo es la palabra griega correspondiente a la hebrea “mesías” que significa “ungido”,
signo que se hacía a alguien para encomendarle una misión. Pedro no dice cuál fue la misión que
Dios encomendó a Jesús y presenta la resurrección como un reconocimiento o un premio por
haberla cumplido, pero es un mesías extraño porque nada visible ha cambiado en Israel, no ha
hecho nada importante, pero eso sí, quedan ellos como testigos. Antes se creía ver claro que el rol
del mesías era comenzar el Reino, pero ahora ha desaparecido, es glorioso, y de su tarea ni se habla
porque no se sabe bien cuál era.
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Los otros discursos de Pedro tienen lugar en el templo de Jerusalén, a donde iban los
cristianos a orar, ya que no consideraban que su religión era otra que la de los judíos, si bien Jesús
había hecho algunos cambios. Allí encuentran a un paralítico y lo curan y, cuando la gente se reúne
atraída por ese milagro, dicen los Hechos:
“Pedro, al ver esto, se dirigió al pueblo: “Israelitas, por qué os admiráis de esto o por qué
nos miráis fijamente, corno si por nuestro poder hubiéramos hecho esto. El Dios de Abraham, de
Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, a quien vosotros
entregasteis y de quien renegasteis ante Pilatos, cuando éste estaba resuelto a ponerlo en libertad.
Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis que se os hiciera gracia de un asesino,
(Barrabás)...”
Si bien la muerte de Jesús figuraba en el plan de Dios -según vimos antes-, la causa
aparente, los actores de los que se valió Dios para llevarla a cabo, son ellos.
“Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello. Y por la fe en
su nombre este mismo nombre ha restablecido a este hombre que vosotros veis y conocéis. Ya sé
yo, hermanos, que obrasteis por ignorancia...”
O sea: les resta responsabilidad.
“Pero Dios dio cumplimiento de este modo a lo que había anunciado por boca de los
profetas: que su Cristo padecería”.
Esto es un poco exagerado porque es difícil encontrar profetas que hablen de que el mesías
había de morir asesinado; después de la resurrección descubren que Jesús se parece a la profecía de
Isaías que habla del servidor de Yahvé, que da su vida por su pueblo y así lo salva.
“Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados sean borrados”.
Este lenguaje sólo aparece en boca de Jesús en ocasión de la curación de un paralítico, es la
única vez; la actividad de Jesús fue mucho más secularista, que ésta que aparece en Pedro, ya que
se mostró mucho más preocupado por las necesidades que por los pecados de la gente.
Aquí se plantea una situación de enemistad con Dios que urgiría remediar. “A fin de que del.
Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que les había sido destinado, a Jesús, a
quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal”.
El fracaso histórico del proyecto de Jesús de instaurar el Reino de Dios en la tierra les hace
pensar en una segunda venida verdaderamente mesiánica donde se juzgaría a todos los hombres y
se destruiría este mundo para comenzar otro totalmente nuevo. No dudan que Jesús es el señor, que
está sentado a la diestra de Dios pero como no entienden el por qué de su muerte y fracaso, lo
resumen de este modo.
“Vosotros sois hijos de la promesa...” -dice Pedro- al terminar su segundo discurso, antes de
ser llevado preso, junto con Juan, y azotado por orden de los Sumos Sacerdotes, que además les
prohíben hablar de Jesús de esa manera. En el interrogatorio o presumario en que les preguntan
con qué poder y en nombre de quién hicieron el milagro de curar al tullido, Pedro, lleno del
Espíritu Santo (Cáp.4, versículo 8) les dijo:
“Jefes del pueblo y ancianos...”
Se dirige fundamentalmente al Sanedrín formado por los escribas, los Sumos Sacerdotes y
los ancianos del pueblo. “Puesto que con motivo de la obra realizada en un enfermo somos hoy
interrogados por quién ha sido éste curado, sabed todos vosotros y todo el pueblo de Israel que ha
sido por el nombre (es decir: el poder) de Jesucristo, el Nazareno...”
En el helenismo “mesianismo” no significaba nada, era algo propio de los judíos y ya aquí
aparece “Cristo” supliéndolo y agregándosele, como una especie de apellido, a Jesús.
“… a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su
nombre y no por ningún otro se presenta éste aquí sano delante de vosotros. Él es la piedra
angular que vosotros habéis desechado pero que Dios ha elegido... “
Y aquí viene algo interesante:

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“Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos
salvarnos”.
La palabra “salvación” es empleada sin determinación pero dándosele el sentido de pasar el
juicio de Dios y ser aceptado por Él y el mesianismo de Jesús queda reducido a eso.
Esto está al final del tercer discurso de Pedro. Volvemos ahora al primero para analizar sus
consecuencias:
“Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles: ¿Qué
hemos de hacer, hermanos? Pedro les contestó: convertíos...’”
Es importante destacar que en todos estos discursos no apareció para nada la palabra clave
del mesianismo de Jesús: “Reino de Dios” y podríamos decir que de allí en adelante desaparece de
los escritos que no pretenden ya reproducir las palabras exactas de Jesús. La explicación de esto es
que Israel fue destruida y ocupada en el año 70 por el ejército romano y ya no tiene sentido para
ellos hablar de “Reino de Dios”.
“Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar para remisión de vuestros
pecados...”
El bautismo es un rito de iniciación -ya sea a un club, sociedad, grupo, secta o religión- y en
este caso es también de limpieza porque borra los pecados.
Jesús habló a sus discípulos de lo que iban a tener que hacer y sufrir, sin embargo aquí, el
que entra en la Iglesia lo hace para ser salvado mediante un signo religioso hecho en el nombre de
Jesucristo.
“Con otras muchas palabras los conjuraba y exhortaba: ‘salvaos de esta generación
perversa’. Y entonces los que acogieron su palabra fueron bautizados. Aquel día se les unieron
unas tres mil almas”.
Resulta un poco extraño que Jesús luche tres años para formar a los primeros que forman su
comunidad y que en un solo día la Iglesia recibe y hace cristianos a tres mil personas, y según dice
más adelante, al otro día cinco mil más, y eso sin contar las mujeres...
La gloria de Jesús ha eclipsado todos sus otros rasgos; con Dios lo puede todo, es el
salvador. Se espera el momento de su regreso a ejercer su mesianismo, es decir: el fin del mundo,
dentro de esa generación, de tal manera que hay quiénes dejan ya de trabajar, como podemos ver
en la carta de Pablo a los tesalonicenses.
El interés por la historia y por las cosas de este mundo desaparece y la Iglesia se vuelve una
comunidad religiosa decisiva, comenzando aquí la idea que se mantiene hasta el Concilio Vaticano
II de que fuera de ella no hay salvación.

Pablo.

En un primer momento Pablo piensa como Pedro y la mayoría de la comunidad cristiana


pero luego, reta el tema de la resurrección, lo profundiza, lo hace más rico y más humano.
Pablo hizo entrar en la Iglesia a miles de paganos, les fundó varias comunidades y luchó
porque no se los subordinara a los judíos convertidos, por lo que se le llamó:”el apóstol de los
paganos”.
En el Cáp. 16 de los Hechos de los Apóstoles tenemos una de las primeras misiones de
Pablo, donde podernos ver cómo pensaba y actuaba,
Estando en Filipos, ciudad de Macedonia, de misión con Silas, son llevados presos y estando
en la cárcel, sucede lo que allí relatan:
“Hacia la medianoche Pablo y Silas estaban en oración cantando himnos a Dios; los presos
los escuchaban. De repente se produjo un terremoto tan fuerte que los mismos cimientos de la
cárcel se conmovieron. Al momento quedaron abiertas todas las puertas y se soltaron las cadenas
27
de todos. Despertó el carcelero y al ver las puertas de la cárcel abiertas secó la espada e iba a
matarse, creyendo que los presos habían huido. Pero Pablo le gritó: “no te hagas ningún mal, que
estamos todos aquí”. El carcelero pidió luz, entró de un salto y tembloroso se arrojó a los pies de
Pablo y Silas, los sacó fuera y les dijo: “Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?’”.
Es la típica pregunta religiosa que atribuye, a los que parecen ser protegidos por Dios, el
conocimiento del camino de la salvación y que veíamos en los discursos de Pedro.
“Le respondieron: ‘ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa’.
Y le anunciaron la Palabra del Señor a él y a todos los de su casa. En aquella mismo hora
de la noche el carcelero los tomó consigo y les lavó las heridas; inmediatamente recibió el
bautismo él y todos los suyos”.
Fíjense en la rapidez con que se procesa una entrada a la Iglesia: el creer en Jesús requiere
una pequeña explicación y enseguida se lo bautiza y pasa así a integrar la comunidad cristiana. O
sea que diez años después de la muerte de Jesús, Pablo también tiene la idea de que la Iglesia salva
porque sus miembros han sido puestos bajo el único nombre que hay sobre la tierra capaz de
lograrlo: Jesús de Nazareth.
La resurrección les ha dado el conocimiento de la grandeza de Jesús, de la importancia de
sus enseñanzas pero, muy poco después, se hace casi imposible volver a la historia de Jesús y la
causa real de su muerte porque se carecía de los medios de que hoy disponemos para ello; y el
impacto concientizador de las parábolas se pierde durante siglos, pasando a ser consideradas,
simplemente, como cuentitos moralizadores. La libertad del hombre está muy cerca nuevamente de
la planteada en el Libro de la Sabiduría que consideraba esta vida como un período de prueba con
el único cambio de que, en vez de juzgarnos en función de los mandamientos, ahora se hace a
través del ingreso en la Iglesia con sus instituciones, su fe y sus sacramentos y son sus autoridades
las que velan porque actúen con eficacia. El proyecto de Jesús de crear el Reino de Dios en la
tierra, con la colaboración de los hombres, pierde vigencia y se retrocede a la etapa de la prueba.
Después de un tiempo viene la masificación de la Iglesia al hacerla Constantino la religión
del estado y luego, cuando cae el imperio romano, los bárbaros encuentran que es la única
autoridad que subsiste; la Iglesia tiene que predicar el evangelio a gente muy primitiva, que no está
madura para otra cosa que para una moral basada en el premio y el castigo y no se vuelve para
nada sobre el peligro que implicaba ser cristiano; asumir los valores de Jesús y luchar por
insertarlos en la historia.

Las cartas de Pablo

San Pablo tiene como tres períodos en sus cartas: en el primero piensa que el fin del mundo
está próximo, que Jesús va a venir una segunda vez a terminar el mundo y a juzgar a todos; los
muertos van a resucitar y los que están vivos van a subir en los aires al encuentro del Señor; como
esto va a ocurrir en la primera generación cristiana urge resolver los problemas inmediatos y se
pierde interés por la historia. Esto aparece en la Primera Carta a los Tesalonicenses.
Su segundo periodo es muy rico, es el de las grandes cartas a los romanos, a los corintios y a
los gálatas, donde el pensamiento de Pablo está mejor, más claro, aunque nunca da la impresión de
ser un profesor que ya sabe su materia sino alguien que está pensando y creando lo que va
diciendo. No son tampoco tratados de donde podemos sacar su pensamiento global sino -salvo la
de los romanos- contestaciones a preguntas que le hacen desde las comunidades.
Del tercer periodo sabemos poco; es la época del cautiverio, no se sabe si fue en Roma o en
Éfeso, donde aparece un Pablo completamente distinto que habla mucho de la divinidad de Jesús y
de las posibilidades de su muerte. Son las cartas a los filipenses y a Filemón. También están las
cartas a los efesios y a los colosenses que no habrían sido directamente escritas por él sino por
alguien a quien Pablo diera las grandes líneas a seguir en su desarrollo.
Las otras cartas no serían de Pablo aunque aún se le atribuyan.

28
Para ver qué pensaba Pablo de la libertad vamos a ver las grandes cartas, o sea: gálatas,
romanos y las dos a los corintios, donde este tema aparece como central del mensaje cristiano que
él quiere transmitir.

Carta a los gálatas

Pablo ha fundado una comunidad en Galaxia con paganos convertidos y debe enfrentar el
problema que le plantean de que, judíos venidos de Jerusalén, les han dicho que tienen que
recomenzar su cristianismo pasando por la ley de Moisés, es decir por el judaísmo del A.T. Así, en
el Cáp. 3 versículo 1 dice:
“¡Oh insensatos gálatas! ¿Quién os engañó a vosotros, a cuyos ojos fue presentado
Jesucristo crucificado?”.
Y, en el versículo 4:
“¿Habéis pasado en vano por tales experiencias? ¡Pues bien en vano sería!”.
Si vuelven a ponerse bajo la ley de Moisés todo el cristianismo que han aprendido no ha
servido de nada.
Al comienzo del Cáp. 5 repite lo mismo:
“Soy yo, Pablo, quien os lo dice: si os dejáis circuncidar, Cristo no os aprovechará nada”.
La circuncisión era signo de aceptar la ley de Moisés, de comprometerse a cumplirla y, para
Pablo, volver a ella era manifestar que Cristo murió en vano porque no consiguió transmitir lo que
quería.
En el Cáp. 3, versículo 25, explica esto:
“Antes de que llegara la fe, estábamos encerrados bajo la vigilancia de la ley, en espera de
la fe que debía manifestarse. De manera que la ley ha sido nuestro pedagogo hasta Cristo, para
ser justificados por la fe”.
La situación transitoria que se vivía es comparable con la del esclavo que se ocupaba -en la
cultura greco-romana- de la educación de los niños de la casa, les daba órdenes y los obligaba a
cumplir con sus tareas escolares, de tal manera que parecía el amo; así la ley decía qué se podía
hacer y qué no durante una determinada etapa.
“Mas una vez llegada la fe, ya no estamos bajo el pedagogo. Pues todos sois hijos de Dios
por la fe en Cristo Jesús”.
Solemos darle a esta filiación un sentido afectivo y decimos: Dios nos ama, nos tiene en
cuenta a todos pero, cuando Pablo lo dijo, se refería a algo aún más extraordinario.
Toda la filosofía griega -de la cual derivaba la romana- pensaba en las cosas en términos de
causas y efectos; así el reloj, por ejemplo, es un efecto, es el resultado de la acción del relojero, que
transmite al reloj su propia naturaleza humana; o sea: el efecto es generalmente de naturaleza
inferior a la causa que lo hizo, sin embargo, esta ley no se cumpliría entre padres e hijos y esto es
lo que nos quiere decir Pablo; a través de la fe nos hemos hecho hermanos de Jesucristo y por lo
tanto hijos adoptivos de Dios, es decir: una especie de dioses en la tierra; entonces, estar debajo de
una ley no tiene sentido, no es sólo por el afecto y la confianza que puede existir entre Padre e hijo
sino por tener ambos la misma naturaleza creadora, estar por encima de todas las cosas y tenerlas a
su disposición, aunque, evidentemente, nuestra creación no será tan excelente y sin dificultades
como la de Dios.
En el Cáp.4 Pablo sigue explicando qué sucede cuando el hijo se vuelve mayor de edad o
sea, desde el momento en que recibe el mensaje de Jesucristo, qué lugar debe pasar a ocupar la ley.
Jesucristo nos enseñó que estábamos en la mayoría de edad y que como tales habíamos
heredado lo que pertenecía a nuestro Padre, o sea el universo entero, para crear, hacer cosas que

29
surgieran de nuestra capacidad de ser libres, de hacer proyectos y llevarlos a cabo, de inscribir
cosas en la historia de tal manera que cada uno de nosotros tenga parte en lo que en ella ocurre.
“Pues yo digo: mientras el heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo
con ser dueño de todo; sino que está bajo tutores y administradores hasta el tiempo fijado por el
Padre”.
La ley de Moisés era una autoridad que estaba por encima del hombre cuando en realidad
estaba para servirlo.
No se trata, en el momento de ser herederos, mayores de edad, de matar al pedagogo sino de
colocarlo en el lugar que le corresponde: así también henos de poner la ley a nuestro servicio.
Para Pablo era un insulto a Dios el que el heredero pidiera permiso a los esclavos para hacer
tal o cual cosa porque era como no reconocerse hijo de Dios ni aceptarlo a él como Padre.
Jesús vino para que cada hombre se reconozca a sí mismo hijo, heredero y mayor de edad,
que debe hacerse cargo de lo que es suyo.
“De igual manera, también nosotros, cuando éramos menores de edad...”
Ahora ya no lo somos.
“Vivíamos como esclavos bajo los elementos del mundo...”
Según la filosofía estoica todo el universo estaba hecho de acuerdo a una ley a la que el
hombre debía adaptarse; la ley de Moisés o la del estoicismo son los llamados “elementos del
mundo” y equivalen al pedagogo.
“Pero al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido
bajo la ley para liberar a los que se hallaban bajo la ley y para que recibiéramos la filiación”.
La Biblia de Jerusalén agrega la palabra “adoptiva” que, aunque no está en el original
obviamente tiene razón porque no tenemos naturaleza divina, hemos sido hechos hijos pero no se
nos da ni se nos puede dar el poder que Dios tiene de crear las cosas de la nada; tenemos que
hacerlo a partir de lo que ya existe; la historia nos da cosas a medio hacer, hechas de manera
imperfecta para que nosotros hagamos proyectos sobre ella y le pongamos el sello de nuestra
libertad para construir un mundo donde reine el amor, la solidaridad, la justicia y todo lo que forma
la existencia humana y hace al hombre imagen y semejanza de Dios.
“La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su
Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!”
“Abbá” es la palabra cariñosa que se usaba en Palestina para nombrar al padre de familia y
equivale a “papito”.
“De modo que ya no eres esclavo sino hijo y si hijo también heredero por voluntad de Dios”.
San Pablo añade en el Cáp.5, versículo 1:
“Para ser libres nos libertó Cristo”
Este es el Evangelio para él.
“Manteneos pues firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud.
Soy yo, Pablo, quién os lo dice: si (os dejáis circuncidar) os metéis de nuevo bajo el yugo de la
esclavitud, Cristo no os habrá servido para nada”.
O sea: si no aceptamos este mensaje de libertad, no nos sirve de nada el ser cristianos; sin
embargo, muchos cristianos se escandalizaban de lo que Pablo decía, les parecía una imprudencia
y que no se podía mirar la ley como desde arriba sino que había que practicarla hasta el último
ápice.

Cartas a los Corintios

30
A los corintios no ha venido nadie de Jerusalén a decirles que tienen que volver bajo la ley
de Moisés pero el miedo a la libertad los hace tomar lo primero que tienen a mano para sentirse
seguros y se dividen según quien primero que tienen a mano para sentirse seguros y se dividen
según quien los ha bautizado y evangelizado diciendo: yo soy de Cepas, yo de Apolo, yo de
Pablo... y discuten entre sí cual vale más desde el punto de vista de Dios: si la persona, el apóstol o
la jerarquía eclesiástica que los ha hecho cristianos.
Pablo les responde en el Cáp. 1 de la primer carta pero, cuando llega al Cáp. 3 resume la
actitud que hay que tener frente a eso.
Los pedagogos bajo los cuales se colocan los corintios son las autoridades de la Iglesia. La
comunidad que acaba de nacer está ya impidiendo que surja la libertad creadora del hombre, no
porque la autoridad oprima sino porque los cristianos buscan recetas, quieren estar seguros de que
tienen en la mano a Dios, de que poseen la seguridad de la salvación.
“Yo tuve que hablarles como a niños en Cristo...”
No como a personas maduras.
“Les di a beber leche y no alimentos sólidos porque todavía no lo podíais soportar. Ni aun
lo soportáis al presente...”
Necesitan pedagogos en quienes basarse para decir: yo estoy en el verdadero camino.
En el Cáp. 3, versículo 21, -la Biblia de Jerusalén le pone el nombre de “Consecuencias” al
título- dice Pablo terminando este tema de la división:
“Así que no se gloríe nadie en los hombres porque todo es vuestro...”
El mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro, todo es de ustedes, nada está por encima,
todo está para servirlos.
“... y vosotros de Cristo...”
Y ustedes saben que Cristo tiene un proyecto que es el Reino de Dios.
“... y Cristo de Dios”.
Cristo vive para Dios, para llevar a cabo ese proyecto que exige su creatividad y la de todos
ustedes.
La tarea es de todos y tienen el mundo a vuestra disposición.
Tampoco la Iglesia está por encima nuestro y sin embargo -como los judíos se ponían bajo la
ley- muchas veces nosotros nos ponemos infantilmente bajo sus estructuras. La Iglesia es muestra,
nos ha sido dada para crear, eso no significa que no la respetemos. Corno al pedagogo que ha
dejado de serlo, hay que usarla como lo que es, con todo lo que tiene de bueno y de imperfecto y
ponerla a nuestro servicio con la creatividad y responsabilidad que nos corresponde.

Los grandes temas de Pablo en las Cartas a los Romanos y a los


Corintios
1. El amor.

San Pablo en el Cáp. 5, versículo 13 dice:


“Porque, hermanos, habéis sido llamados a la libertad”.
La libertad creadora es fundamental para San Pablo, es la esencia misma del ser cristiano.
“Sólo que no toméis de esa libertad pretexto para la carne...”
La carne no significa en Pablo los bajos instintos o la sensualidad como en las lenguas
modernas sino lo humano, o sea que aquí dice que no tomen la libertad como pretexto para el

31
capricho, las pasiones o seguir solamente lo que a uno le gusta porque entonces esa persona se
vuelve a hacer esclava, esta vez no de la ley sino de los propios deseos.
Es difícil usar la libertad para construir y no para servir al propio egoísmo.
“Antes al contrario, servíos por amor los unos a los otros”.
Todos, somos creadores de un proyecto de amor; cada uno tiene su propia capacidad de dar
y de crear con aquello que le es propio y que nadie sino él puede hacer por amor a los demás; todos
somos responsables de todos y de la creación que nos hagamos los unos en los otros.
Para Pablo nuestro único proyecto es el amor y nadie elige el mal ni no amar, aunque luego
nos desviemos en el camino. Es lo que le pasa al artista si nosotros le preguntamos si es libre,
probablemente nos contestará que sí, y si él elige la belleza o la fealdad, con seguridad respondería
que nunca se le ocurrió elegir, que siempre quiso la belleza.
San Pablo tampoco tiene miedo a que alguien le diga que siempre elige el egoísmo, cree que
todos elegimos el amor pero que después el egoísmo se nos mete sin que nos demos cuenta, porque
cuando el proyecto se nos vuelve difícil, lo dejamos a medio hacer o nos desviarnos y lo que era
una creación se va deshaciendo y convirtiendo en esclavitud a la ley del menor esfuerzo, a lo
placentero, a lo más fácil, etc.

2. La moral.

El cristiano tiene entonces que reformular su vida moral en términos de un provecto. ¿Qué
quiere crear?
En el Cáp. 13 de la Carta a los Romanos dice que lo que le da sentido a toda la ley y a todos
los preceptos es el amor; si sirven para el amor hay que aceptarlos, si no, desecharlos. Esto aparece
también dos veces en la Primera Carta a los Corintios (Cáps. 6 y 10) contestando a las preguntas de
si es lícito comer carne inmolada a los dioses y luego vendida en las carnicerías, y sobre la
fornicación, es decir: todo lo que son relaciones sexuales fuera del matrimonio. Y cuatro veces San
Pablo responde la misma ‘barbaridad’ en términos morales:
“Todo es lícito...”
Evidentemente sigue la lógica de lo que hemos visto, pero añade a continuación:
“... pero no todo es conveniente”.
Aparentemente la diferencia entre lícito y conveniente está en la gravedad de las cosas y
parece que San Pablo dijera: esto no es grave, vean ustedes si conviene o no, sin embargo, no es así
porque, en el Cáp. 6, dice que ni los adúlteros ni los borrachos entrarán en el Reino de Dios.
La pregunta sobre lo conveniente es relativa porque envía a otra pregunta: ¿conveniente para
qué? , en cambio “lícito” es algo absoluto. El cristiano no debe preguntarse por lo lícito porque él
es el dueño de todo, pero la moral empieza cuando uno se pregunta: ¿es esto conveniente para mi
proyecto de amor?
En lo de comer carne de cerdo San Pablo dice: depende de las circunstancias. Si no hay
nadie que se pueda escandalizar por verlos comerla, háganlo; pero, si alguien les dice: esta carne
ha sido ofrecida a los ídolos, y no se lo pueden explicar, no la coman para que la conciencia del
otro no los juzgue, porque todos somos responsables de lo que el otro piensa.
La pregunta relativa es mucho más difícil de contestar que la absoluta porque se trata de
conocer todas las leyes sociológicas que sirven para ayudar verdaderamente al otro, porque hacer
un plan de amor exige manejar cosas concretas con cuidado y hay que aprender a hacerlo. San
Pablo dice que hay que dejar a las personas la libertad de ir haciendo sus propias experiencias,
orientándolos, pero nunca dándoles recetas, aunque se equivoquen, porque sólo así irán asumiendo
una verdadera responsabilidad creadora.

32
3. El miedo a la libertad.

Estamos acostumbrados a ver la libertad como prueba, como veíamos en el libro de la


Sabiduría y en la primera concepción cristiana de la resurrección. El deseo de presentarse con
seguridad ante Dios lleva a no querer la libertad porque es riesgosa.
San Pablo le dedica a este tema todo el Cáp.5 de la Carta a los Romanos; la primer parte
dice que por más pecadores que seamos nunca vamos a estar en peores condiciones que cuando
Dios quiso redimirnos y mandar a su hijo con nosotros, por lo tanto, ahora que tenemos a su hijo y
la sangre de su hijo con nosotros, no hay lugar para el temor.
En el Cáp. 8 de esta misma carta repite lo que vimos que decía a los gálatas de que no hemos
recibido un espíritu de esclavos sino de hijos y lo explica refiriéndose al peligro del temor al
examen, a la prueba frente a Dios. Si el hombre con su libertad debe decidir su destino siempre
tiene la posibilidad de equivocarse y de forjarse una eternidad desgraciada, entonces San Pablo, en
el versículo 14 dice:
“En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios”,
Otra vez repite la idea de hijos que significa más que un mero afecto, como ya vimos.
“Sois hijos de Dios porque no recibisteis un Espíritu de esclavos para recaer en el temor...”
El temor inhibe al hombre para lanzarse a proyectos de amor, de ahí que el pecado más
grande en este continente es el de omisión. Las cosas pasan a nuestro lado sin que generen en
nosotros proyectos de amor, como el levita que pasó al lado del herido en el camino; pudo ser su
prójimo y sin embargo, continuó su camino para cumplir con sus deberes en el templo. A parecer
no quebrantó ninguna ley pero no hizo un proyecto de amor para ese hombre medio muerto a la
vera del camino.
Cuando hablamos del infierno, lo concebimos no tanto como un lugar a dónde van las
personas sino como el valor absoluto de lo que nosotros hacemos cada vez que se nos presenta un
hermano con una necesidad frente a nosotros, es el sí o el no dado a Dios lo que constituye el cielo
o el infierno. Esa es nuestra libertad en cada acto.
Dice Rahner4 que el infierno es una realidad que Dios nos muestra en el presente cada vez
que dejamos de hacer por uno de nuestros hermanos el acto de amor que hubiera servido para
humanizarlo.
La segunda parte del Cáp. 5 es un paralelo entre Adán y Cristo y dice que desde Adán todos
los hombres somos pecadores pero que por Cristo todos recibimos la gracia de Dios, que es más
poderosa que el pecado, y que conduce a toda la humanidad a la salvación.
La idea de la salvación universal que aparece como novedad en el Concilio Vaticano II está
aquí bien clarita, pero lo leíamos sin entenderlo y sacándolo del contexto. Por lo tanto, no tenemos
que pensar que nuestra libertad puede hacernos peligrar la salvación, el peligro es que omitamos
crear, precisamente por miedo, lo que nuestros hermanos necesitan de nosotros.
Dice Rahner que es mucho más seguro que todos los hombres sean salvados a que haya un
solo hombre en el infierno.
Pablo dedica un capítulo entero a quitarnos todo miedo a que el uso de nuestra libertad nos
coloque a nosotros o a otros en un peligro cualquiera con respecto a nuestro destino eterno. El uso
de la libertad nunca puede llevarnos a desear no haberla tenido, en cambio, sí podemos lamentar no
4
Karl Rahner (1904-1984), religioso jesuita y teólogo alemán (nacionalizado austriaco), considerado uno de los
más eminentes representantes de la teología católica durante el siglo XX. En 1922 ingresó en la Compañía de
Jesús. Fue ordenado sacerdote en 1932. El prestigio de Rahner se incrementó tras ejercer como teólogo
consultor de la Iglesia católica desde 1960 hasta la conclusión del Concilio Vaticano II en 1965, e integrar la
comisión teológica internacional creada por el papa Pablo VI. Sus obras más importantes fueron Escritos de
teología (16 volúmenes publicados a partir de 1954), Oyente de la Palabra. Para una filosofía de la religión (1941,
acerca de la forma y del momento en los que el ser humano se abre a la revelación divina) y Curso fundamental
sobre la fe (1976).

33
haberla empleado más para crear en torno a mí un mundo donde haya más amor, solidaridad y
justicia.

4. El pecado.

Si siempre elegimos el amor, ¿cómo entra el pecado en nosotros? Volviendo al ejemplo del
artista, que siempre elige la belleza, resulta que no consigue, sin embargo, plasmarla en su obra
siempre, algo se mete en su realización y hace que cuando el pintor vea su cuadro terminado no lo
reconozca como el que quería hacer e incluso no quiera ponerle su firma. ¿Qué pasó? Dice San
Pablo que la realización está bajo el dominio del pecado mientras que nuestro interior obedece a la
ley del amor. Nuestro yo interior quiere amar pero luego le sale otra cosa porque los instrumentos
que debe emplear tienen su propia ley. San Pablo la llama “la ley de los miembros” porque es
similar a lo que le sucede a un escultor que empieza a mover las manos para darle a la estatua la
expresión deseada y la mano se le va, el reumatismo le hace doler un dedo, entonces se le borra un
ojo a la estatua y bueno, si sale sin barbas es la Virgen Santísima y si con barbas, San Antonio. Lo
cierto es que al final el hombre hace lo que los instrumentos quieren porque estamos creando en un
mundo ya creado y la fuerza de las cosas nos lleva de tal manera que nuestra historia no refleja
nuestra intención primera. En el fondo estamos continuamente diciéndonos: “esto no es lo que yo
quise hacer”, parece que la historia nos robara nuestros proyectos porque es una fuerza más grande
que nosotros. Así es cono entra el pecado en nosotros, según San Pablo; no se presenta como una
búsqueda expresa del mal sino que es algo racionalizado. Entonces se explica, por ejemplo, una
tortura o una violación de los derechos humanos corno la única forma de salvaguardar la seguridad
nacional. Siempre hay razones y no hay por qué pensar que desde un principio se actúa con mala
fe; se cae en el autoengaño de pensar que se está actuando por amor haciendo exactamente lo
opuesto a lo que correspondería a ese sentir.
Esto está claramente desarrollado en el Cáp.7, versículos 14 al 24 de la Carta a los Romanos.

4. La Cruz.

La cruz para los hombres es que, aparentemente la historia va matando todos nuestros
proyectos de amor, pero San Pablo descubre una resurrección de Jesús que es mucho más grande
que su glorificación a través de todos nuestros proyectos de amor, pero San Pablo descubre una
resurrección de Jesús que es mucho más grande que su glorificación a través de ese reino que se
está construyendo silenciosa y misteriosamente. Y en él Jesús vive, vence a la muerte, a la
enemistad, al odio.

5. Nuestra tarea.

En la parábola de los talentos Jesús mostró a Dios como el que cosecha donde no sembró
¿por qué? Porque nos ha dejado en mundo imperfecto, una creación inconclusa donde todavía no
hay amor ni solidaridad, donde hay mucho que hacer para evitar cataclismos y enfermedades que
el hombre no domina. De ahí la terrible importancia de nuestra libertad creadora para buscar cómo
erradicar el dolor del mundo.
Freud dice que nunca se está tan desprotegido ante el dolor como cuando se ama, porque el
otro se vuelve para nosotros tan terriblemente importante que estamos en permanente peligro de
sufrir, porque no podemos mandar sobre sus sentimientos ni impedir que cambien o que le suceda
algo que nos cause inmenso dolor. Sin embargo es el amor lo que hace a nuestra libertad
importante y decisiva cuando el otro nos necesita.

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Dice San Pablo en el comienzo del Cáp. 8: la creación gime porque no quiere estar sometida
a la inutilidad, quiere ayudar al hombre, volverlo más humano, más feliz, más amado, más cercano
y semejante a Dios porque de esa manera Dios también será más amado.
El trabajo de cada generación para aliviar o quitar dolores ha hecho que se pasara de 25 años
promedio de vida a 70; surge ahora otro problema para resolver y es el de la Tercera Edad, qué
razones darle para vivir. Es decir: todas las generaciones se van a encontrar frente a ese desafío de
buscar creativamente soluciones a las nuevas propuestas que la creación les va haciendo.

6. La resurrección.

Lo más importante de la resurrección va a ser la manifestación de la libertad de los hombres


que la historia no parece reflejar y no tanto el reencuentro con caras conocidas que puede ser muy
grato pero no tan sorprendente e interesante. Vamos a ver allí qué se hizo de definitivo en la
historia, esa faz que ahora se nos oculta de que nada de lo hecho con amor se pierde. Por eso San
Pablo define la resurrección como “la manifestación de la libertad de los hijos de Dios” porque
todo lo que hayamos creado a imagen de Dios va a aparecer allí correo definitivo.
Y, en el Cáp. 8, versículo 18 de la Carta a los Romanos dice:
“Estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son nada comparados con la gloria que
se ha de manifestar en nosotros”.
O sea que allí veremos qué hemos hecho, qué somos, qué ha salido de nosotros que ha
dejado nuestra huella en la historia,
“porque la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de
Dios”.
No vemos como florece el amor que sembramos en la historia, nos parece que se estrella
contra las fuerzas enormes que hay en la naturaleza, en la sociedad, en un mundo -ya hecho por
otros hombres- no dando paso a nuestros proyectos, sin embargo, la resurrección fundamental que
San Pablo vio en Jesús fue la de su obra.
“La creación, en efecto, fue sometida a la inutilidad, no espontáneamente, sino por aquél
que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para
participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios”.
La historia está cansada de servir a la corrupción y quiere ver qué hemos hecho de
definitivo, porque parece que cada vez se nos exige más y que por más fuerza que hagamos no
logramos cambiar las cosas.
En la resurrección veremos lo que nuestra libertad edificó, el nuevo cielo y la nueva tierra
que creamos con amor.

7. El juicio de Dios.

San Pablo tiene la certidumbre de la salvación de toda la humanidad. ¿Por qué? Porque Dios
que es amor puso su vida en nosotros, no sólo por la muerte de su hijo sino dándonos la capacidad
de crear a su imagen y semejanza.
En el Cáp. 3 de la Primera Carta a los Corintios encontramos uno de los párrafos más
interesantes de Pablo en que nos dice cómo va a ser el juicio de Dios y que supera, en cierto
sentido, a la parábola que hiciera Cristo sobre este tema. En Mateo 25, 31 se muestra a Dios
diciendo que cada vez que hayamos hecho algo por los demás -bueno o malo- a Él se lo hicimos.
Era nuevamente la concepción de la prueba, quiénes pasan el examen y quiénes no y uno se
preguntaba: ¿con qué computadora hará las cuentas Dios? Porque cada hombre es una mezcla de
hechos buenos y de otros que dejó de hacer.

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San Pablo tiene una imagen más madura del juicio de Dios basado en el uso que le dimos a
nuestra libertad. Dice allí:
“Sobre el cimiento que es Cristo...vea cada cuál como construye...ya que somos
colaboradores de Dios...”
A esto se le llama “sinergismo” que quiere decir: energía puesta junto con la de Dios.
“Porque nadie puede poner otro cimiento que el que ya ha puesto Jesucristo, y si uno
construye sobre ese cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja...”
Vean como va bajando la solidez de los materiales.
“La obra de cada cual quedará al descubierto porque se manifestará el día que ha de
revelarse por el fuego. Y la calidad de la obra de cada cual, la probará el fuego”.
Es muy importante esto, porque para que el juicio se realice sobre la creación de cada uno
tiene que dejar de preocuparnos si nos van a premiar o a castigar e interesarnos sólo qué quedará
de lo que hemos hecho, qué permanecerá de nuestra historia, qué valdrá lo definitivo.
Teilhard de Chardin5 tiene una de las frases más audaces y bellas con respecto a esto:
“Y a mí ¿qué me importa el cielo si yo no puedo colocar allí nada de definitivo con mi obra
en la tierra?”.
Después dice Pablo que el fuego va a respetar únicamente lo que se haya hecho con amor;
aunque sólo sea un acto en la vida del hombre, ése va a entrar en lo definitivo y con él la persona
que lo realizó. El tiene la certidumbre de que el amor va a quedar para entrar en el Reino y que lo
hecho en el egoísmo va a ser destruido por el fuego y, cómo siempre, por pequeña que sea, hay una
dosis de amor en el hombre, San Pablo está seguro de la salvación universal.
Entrará más o menos de la historia del hombre en el nuevo cielo y en la nueva tierra, eso
depende de nosotros, de nuestra creatividad, pero el amor no se pierde nunca y la resurrección
manifestará cómo hemos sido hijos de Dios según hayamos imitado con nuestra libertad su acción
creadora. A mí me va a importar más que si voy al cielo o al infierno, qué pasó con lo que yo dije
en Pocitos, si provocó en Uds., mayor riqueza y humanización. Esa es mi curiosidad cuando llegue
al juicio de Dios.

8. El cielo.

En la Segunda Carta a los Corintios, Cáp. 5, dice:


“Sabemos que si esta carpa que es muestra habitación terrestre se desmorona, tenemos una
casa que es de Dios, una habitación eterna, no hecha por mano humana que está en los cielos.
Gemimos en este estado deseando ardientemente ser revestidos de nuestra habitación celeste”.
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Pierre Teilhard de Chardin. (1881-1955) Paleontólogo y filósofo francés. Su padre era un caballero
hacendado aficionado a los estudios de historia natural y el hijo pronto empezó a compartir esta inclinación.
A los 10 años ingresó en el Colegio de Jesuitas de Villefranche-sur-Saône y, como adoptara la decisión de
ingresar en la Compañía, pasó varios años dedicado a los estudios eclesiásticos. Posteriormente sus
desplazamientos a El Cairo e Inglaterra le permitieron adquirir una competencia profesional en materia de
geología y paleontología, al tiempo que la lectura de Henri Bergson despertaba su interés por la teoría de la
evolución. En 1912 recibió las órdenes sagradas. Durante la I Guerra Mundial sirvió de camillero en la
Sanidad del Ejército y fue condecorado en dos ocasiones por actos de valor. En 1922, después de doctorarse
en la Sorbona, pasó a desempeñar el cargo de profesor de geología en el Instituto Católico de París. Su
primera expedición a China septentrional (1923-24) tuvo por resultado el descubrimiento del hombre de
Pekín (Sinanthropus pekinensis) y aseguró su reputación en los círculos paleontológicos. Vuelto a Francia, sin
embargo, tropezó con la objeción de sus superiores religiosos; pronto fueron declaradas heterodoxas sus ideas
sobre el pecado original y la relación de éste con la teoría evolutiva y se le prohibió ejercer la enseñanza.
Regresó a China y de 1929 hasta el estallido de la II Guerra Mundial fue asesor del Servicio de
Levantamientos Geológicos de China. Mientras tanto, continuó escribiendo sobre la filosofía de la evolución.
En 1938 concluyó su obra capital, Le phénomène humain (El fenómeno del hombre), pero ni ésta ni ninguna
otra de sus obras filosóficas pudieron ver la luz mientras vivió el autor.

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Es interesante la idea “loca” que tiene San Pablo de la arquitectura, él quiere que le revistan
la carpa, que no se la saquen ni se la truequen, que no le den otra cosa diferente aunque sea mejor,
quiere seguir viviendo donde lo hizo en la historia. La carpa es nuestra habitación terrestre y no
queremos irnos a la patria celestial sin ella; que se nos ponga una casa encima, eterna, definitiva,
pero que no se nos saque la que tenemos.

9. La libertad.

Jesús, como no conocía su propia resurrección, como hombre que era, usó los instrumentos
históricos que tenía, entre ellos sus discípulos; Pablo, en cambio, hace una reflexión nueva y se da
cuenta de que en la resurrección se juega el sentido de la historia del hombre y nos ofrece entonces
lo que él entiende que es el mensaje central del cristianismo: el hombre está hecho para la libertad,
porque está hecho para el amor, para crear, si bien finita y relativamente , en forma similar a la de
Dios.
Cada hombre tiene la posibilidad de hacer algo único e irrepetible que ningún otro puede
lograr. Ese es el sentido de nuestra libertad que está en el Concilio Vaticano II, que parece sin
embargo que lo hubiéramos olvidado y que la resurrección tuviera simplemente la función de
consolar a los parientes de los difuntos, cuando lo importante es que da sentido a toda nuestra vida
y nuestro quehacer en la historia.
Creo que de esta manera se entiende un poco más el sentido de nuestra libertad. Hemos visto
cómo ha ido evolucionando y pasando por distintas etapas a través de los diferentes textos que
analizamos, hasta llegar a la concepción de Pablo que es mi deseo que la Iglesia la usara más, la
explicara más porque en ella se da el sentido de la historia del hombre.

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