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Efemérides - 06/08/2008

La destrucción del Templo y otras desgracias para el


pueblo judío
El trasfondo histórico: Tishá Beav, el 9 de Av (o Ab), por julio-agosto, es el terrible día de luto en el cual, con
el correr de los siglos, se acumularon diferentes desgracias sobre el pueblo judío. El ayuno de Tishá Beav es
expresión de duelo, como el de varias otras fechas que también veremos en el presente capítulo. Y en esto se
distingue del ayuno de Iom Kipur, que no va asociado a expresión de luto alguna, tal como ya lo hicimos notar
cuando hablamos de esta celebración.
Además, todos estos ayunos de luto, cuando caen un sábado, quedan postergados para el día siguiente, el
domingo. No así el ayuno de Iom Kipur, fecha que es Shabat Shabatón (``sábado de sábados'', según también
ya se vio en el capítulo correspondiente), y por lo cual se celebra el mismo sábado -si así le toca en el
almanaque- sin sufrir postergación alguna.
Tishá Beav recuerda la destrucción del Primer Templo de Jerusalén a manos de Nabucodonosor, rey de
Babilonia, en 586 a.C., y la del segundo, quemado por Tito, general romano en esa época, en el año 70 e.c. Y
con cada una de estas destrucciones, gran parte de los judíos que las sobrevivieron porque no murieron
luchando en la guerra o consumidos por el hambre en la capital asediada por el enemigo, después de la
derrota fueron llevados al exilio. Y de este modo, la destrucción de cada Templo simboliza al mismo tiempo el
fin de la vida nacional del pueblo judío, la pérdida de su patria, el cese de la independencia y el comienzo de
su dispersión entre los pueblos del mundo.
Otras desgracias: después de la destrucción de los dos Templos, hubo otras desgracias importantes en la
Historia judía, que también sucedieron en Tishá Beav.
Ese día cayó Betar ante el ataque de los romanos: fue la última fortaleza que, en tiempos de Bar Kojba, logró
mantenerse después de que los invasores sometieron, poco a poco, los focos de la rebelión que encabezó
este luchador judío. El hecho ocurrió en 135 e.c.
Durante la Edad Media, la fecha de Tishá Beav está vinculada con diversos decretos de expulsión de judíos
en Europa, y el más trascendental de ellos es el que emitieron Fernando de Aragón e Isabel la Católica, los
reyes de España, en 1492, por el cual todos los judíos que no se convertían a la fe cristiana, debían dejar el
país en el plazo de unas pocas semanas. A este decreto de expulsión se debe el hecho de que tantas familias
españolas tengan hoy diversas dosis de sangre judía en sus venas: es la de los judíos que en esa
oportunidad se convirtieron por la fuerza a su religión.
Y en cuanto a los que se negaron a hacerlo, de ellos desciende el sector sefardí del pueblo judío. El término
significa precisamente eso: ``español''. Sefarad es el nombre hebreo de España, sefaradim son los judíos
expulsados de la Península Ibérica que se dispersaron por Holanda, Turquía, los países balcánicos, etc., en
los años y siglos subsiguientes a su expulsión de España. Hay quienes también establecen una relación
directa entre la apremiante necesidad de irse que tenían los judíos desterrados por el decreto de Fernando e
Isabel, y el viaje de Cristóbal Colón, quien procuraba hallar una nueva ruta para llegar a las Indias.
La motivación histórica: ya nuestros sabios de la antigüedad se preguntaban, asombrados, por qué tantas
desgracias juntas convergen en una misma fecha del calendario judío.
Y hallaron una respuesta, que exponen en el Talmud (Tratado Taanit, Cap. 4 Mishná 6). El 9 de Av -así lo
establecieron después de hacer los cálculos cronológicos del caso- fue el día en que los hijos de Israel fueron
sentenciados por Dios a andar durante 40 años por el desierto, antes de permitírseles a los hijos, a la nueva
generación, el acceso a la Tierra Prometida.
El duelo de Tishá Beav: Tishá Beav es, junto con Iom Kipur, día de ayuno de 24 horas completas, desde una
puesta del sol hasta la otra. Todos los demás ayunos del calendario hebreo sólo comienzan con la salida del
sol, es decir, que durante las horas de la noche todavía se puede comer y beber. (Costumbre que también
perpetúan los musulmanes en su ayuno del Ramadán, durante un mes entero.)
Los textos de duelo especiales que se recitan en Tishá Beav, entonados con melodías tristes, se conocen por
el nombre genérico de Kinot, ``Lamentaciones'' (¡no confundir con el libro de la Biblia que veremos en
seguida!), y entre ellos se destaca el Libro de Eijá, con cinco capítulos de duelo y de lamentos que la tradición
judía atribuye al profeta Jeremías, que fue contemporáneo y testigo de la destrucción del Primer Templo.
En las Biblias traducidas a otros idiomas, se llama a este libro de Jeremías con el nombre de
``Lamentaciones'', su nombre hebreo, en cambio, proviene de la palabra inicial del mismo. Otra composición
poética contenida en las Kinot son las elegías de Iehudá Ha-Leví (poeta judeo-español del siglo XII e.c.)
llamadas ``Siónidas'', que dicen en su verso inicial: ``Oh Sión, ¿no preguntas cómo están tus prisioneros, los
que desean tu paz, y son el resto de tus rebaños?''
Algunas Kinot hacen referencia a persecuciones y matanzas de judíos habidas en Europa en plena Edad
Media, durante las Cruzadas, y en otras oportunidades. Y de los tiempos más antiguos, se evocan los diez
sabios judíos torturados hasta morir, hecho que ocurrió como consecuencia de la revuelta de Bar Kojba, por
orden del emperador Adriano.
También es costumbre de Tishá Beav recitar la plegaria matutina sin el talit o ``manto ritual'' y sin los tefilín o
filacterias, que se consideran ornamentos que el judío se coloca a la hora de la oración en honor de Dios.
Tampoco se estudia la Biblia o el Talmud, porque son libros edificantes para el alma humana; salvo
fragmentos especiales que contienen textos de admonición o de luto, que sí están permitidos. Tal es, también,
el carácter de las lecturas de la Torá y de los Profetas que se leen en Tishá Beav en la sinagoga, ya sea por
la mañana, o por la tarde.
En la oración de Shemoné Esré o Amidá se intercala un párrafo especial que comienza con la palabra Anenu
(``¡Respóndenos!'' oh, Señor) y en la Amidá de la tarde (o Minjá), otro capítulo más donde rogamos: Najem,
``¡Consuela (oh, Dios), a los enlutados por Sión!''
Heriberto Haber z"l

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