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Ernesto Suárez
Aceptando el juego de identificación del escritor como sujeto de la voz poética, estos
primeros versos del poema presentan la evidencia expresiva de ese azar. La poesía,
simplemente sucede, es casual. Y sucede, transcurre, porque caminamos, hacemos el camino
por la vida que es el lenguaje. Al caminar, ¿cómo nos damos cuenta del suelo que nos sostiene y
que pisamos?. De ahí, quizás, que el título de un poema sea precisamente ése: “Sin título”. No
hay más. El poema finaliza con estos otros versos:
Quien haya leído Cuadernos de Hopper no habrá pasado por alto su compartida
sensibilidad con los textos de Carver. Sin tratar de negar aquí lo evidente, no obstante, ya en
este poema que inicia el libro de Nicolás Melini se introduce otra vuelta de tuerca más a la
supresión de las distancias entre géneros postmodernamente carveriana. Así, en los poemas de
Cuadros de Hopper, Melini extrema el transcurrir de la narración hacia lo que es nada. Los
hechos son tan cotidianos, tan intrascendentes que sospechamos de ellos: Todo no puede ser tan
simple. De manera que eso que sucede todos los días debe guardar un secreto. Esta es la
segunda capa de apariencia narrativa de los poemas de Nicolás Melini.
Entiéndase entonces que cuando me refiero a la nada hablo de ese principal sentido de
lo oculto que la define. Como en otro de los poemas titulado “Cosas que realmente importan:”:
Sonreímos nerviosos ante el dolor...como si nada. La lectura de estos poemas que fingen
ser relatos ultracortos lleva hasta los territorios de Poe, James o Melville. Ante el misterio
fingimos, igual que se fingen relatos estos poemas. Igual que el mundo normal aparenta ser
normal cuando, asustados, temerosos, intuimos su misterio, lo hondo y extraño que tiene cada
momento y lugar porque son irrepetibles, únicos.
La poesía nos enfrenta a la realidad. Por supuesto, hay poemas que no cumplen
este principio. Muchos. Pero, de nuevo, el escritor sabe, como en el poema “Mentir”:
Todo ser humano se reconoce realmente una vez acepta la existencia de todas
esas que conforman su propia vida. Su propia vida y la de los otros. Repito: la vida. En
su libro de ensayos Utopía y desencanto, Claudio Magris afirma: “La literatura defiende
lo individual, lo concreto, las cosas, los colores, los sentidos y lo sensible contra lo
falsamente universal que agarrota y nivela a los hombres y contra la abstracción que
los esteriliza (...). La literatura defiende la excepción y el desecho contra la norma y las
reglas”. No hay otra realidad que la realidad y el ser en ella. Por eso entre los versos de
Melini espigan todos y cada uno de los detalles de una posible vida real. Mirar significa
simplemente eso: mirar, ver, sentir, darse cuenta.