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FIN Y FINALIDAD DE ANÁLISIS

GENNY ALEJANDRA RODRÍGUEZ VELÁSQUEZ


CC. 43’991.667

TEORÍA PSICOANALÍTICA: POSTFREUDIANOS II

LUIS FERNANDO PALACIO.

3 DE DICIEMBRE

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS
DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA
MEDELLÍN
2007
FIN Y FINALIDAD DE ANÁLISIS

“El fin del análisis es la realización


del complejo de castración..”
Lacan, Seminario 16.

Los diccionarios psicoanalíticos definen el fin del análisis (o de la cura) como el


término al que convendría que la cura analítica llegase, en una perspectiva
para la que el fin, en el sentido de terminación, debería coincidir con el fin, en el
sentido de finalidad. (Laplanche, 1996)

En Construcciones en el análisis (1937) Freud propone como propósito del


trabajo analítico el “mover al paciente para que vuelva a cancelar las
represiones -entendidas en el sentido más lato- de su desarrollo temprano y las
sustituya por unas reacciones como las que corresponderían a un estado de
madurez psíquica.” Para esto supone que el analizante debe volver a recordar
ciertas vivencias y los afectos provocados por estas y que permanecen
olvidadas. Esto supone que los síntomas e inhibiciones del paciente son
resultado de tales represiones, es decir, que son sustitutos de eso que se ha
olvidado.

Así, el papel del analista, sería el de descifrar eso olvidado a partir de los
indicios que el analizado le comunica, es decir, tiene que hacer una
construcción a partir del discurso del demandante. La cuestión es “cómo habrá
él (el analista) de comunicar sus construcciones al analizado, cuándo lo hará y
con qué elucidaciones, he ahí lo que establece la conexión entre ambas piezas
del trabajo analítico, entre su participación y la del analizado.” (Freud, 1937)

El trabajo terapéutico se desarrollaría entonces de la siguiente manera: el


analista daría cima a una pieza de construcción y la comunicaría al analizado
para que ejerza un efecto sobre él; luego construiría otra pieza a partir del
nuevo material que afluye, procediendo con ella de la misma manera, y en esta
alternancia seguiría hasta el final. No obstante, si bien el camino que parte de
la construcción del analista debería culminar en el recuerdo del analizado esto
no siempre sucede. “Con harta frecuencia, no consigue llevar al paciente hasta
el recuerdo de lo reprimido. En lugar de ello, sí el análisis ha sido ejecutado de
manera correcta, uno alcanza en él una convicción cierta sobre la verdad de la
construcción, que en lo terapéutico rinde lo mismo que un recuerdo
recuperado” (Freud, 1937).

En lo que se refiere al fin de análisis, Freud sostiene en Análisis terminable e


interminable(1937), que “el análisis ha terminado cuando analista y paciente ya
no se encuentran en la sesión de trabajo analítico. Y esto ocurrirá cuando estén
aproximadamente cumplidas dos condiciones: la primera, que el paciente ya no
padezca a causa de sus síntomas […] y la segunda, que el analista juzgue
haber hecho conciente en el enfermo tanto de lo reprimido, esclarecido tanto de
lo incomprensible, eliminado tanto de la resistencia interior, que ya no quepa
temer que se repitan los procesos patológicos en cuestión.”

No obstante, a propósito de la posibilidad de la interrupción de la cura por parte


del analista, Freud (1937) propone que “en vez de indagar cómo se produce la
curación por el análisis, cosa que […] considero suficientemente esclarecida, el
planteo del problema debería referirse a los impedimentos que obstan a la
curación analítica.” Así, se percata de dos tipos de situación. En la primera, el
analizante se aferra al tratamiento, manifestando que él no mejora, que todo
continúa mal para él. Nos dice, entonces, “durante el trabajo analítico no hay
impresión más fuerte de las resistencias que la de una fuerza que se defiende
por todos los medios contra la curación y a toda costa quiere aferrarse a la
enfermedad y el padecimiento.” En la segunda, el analista puede detener el
tratamiento porque los síntomas han desaparecido, pero el analizante regresa
poco tiempo después, con nuevos síntomas. Estos casos dan cuenta de lo que
Freud denomina reacción terapéutica negativa.
Un síntoma que permanece apegado al sujeto es un síntoma que se rebela al
saber, se resiste a pasar por el significante. La resistencia del analizante al
saber es un rechazo al saber que muchas veces se presenta como una
resistencia a terminar el análisis. El sujeto prefiere quedarse con el analista y
no con el saber que puede obtener de su inconsciente. Hay aquí un rechazo al
saber inconsciente. Desde esta perspectiva, Freud reduce los dos casos a una
misma causa: la roca de la castración, presente como "protesta viril" en el
hombre, y como penisneid en la mujer. Afirma pues, “a menudo uno tiene la
impresión de haber atravesado todos los estratos psicológicos y llegado, con el
deseo del pene y la protesta masculina, a la «roca de base» y, de este modo, al
término de su actividad […] En efecto, la desautorización de la feminidad no
puede ser más que un hecho biológico, una pieza de aquel gran enigma de la
sexualidad. Difícil es decir si en una cura analítica hemos logrado dominar este
factor, y cuándo lo hemos logrado. Nos consolamos con la seguridad de haber
ofrecido al analizado toda la incitación posible para reexaminar y variar su
actitud frente a él.” (Freud, 1937)

En las dos situaciones mencionadas anteriormente el sujeto no puede mejorar


porque la mejoría sería como una especie de regalo al psicoanalista, cosa que
no puede hacer puesto que no quiere estar en deuda. Así, para escapar a la
deuda de castración el sujeto se aferra a su síntoma y al goce presente en él.
El sujeto puede no querer arriesgar el goce del síntoma y prefiere aferrarse a
él, como decía Freud, aún a costa del sufrimiento con el que paga, en lugar de
renunciar a él y continuar la cura.

Sandor Ferenzci, por su parte, da inicio a lo que él llama técnica activa. Esta
técnica era un recurso utilizable únicamente a los fines de disolver los
momentos en los que el tratamiento parecía estar en un impasse. Se apoyaba
en la idea de que el agotamiento y la esterilidad de las asociaciones libres se
explicaban, con bastante frecuencia, por un retiro de la libido del trabajo
analítico en beneficio de fantasías o satisfacciones físicas inconscientes. Esto
era el resultado de una crisis en la relación transferencial, y el analista debía
entonces descubrir hacia dónde había sido desplazada la libido para tratar de
movilizarla y reconducirla a la senda del trabajo asociativo. Afirma, pues, “tan
pronto como sea superado el estancamiento del análisis, que es la única
justificación y único motivo del cambio momentáneo de técnica, el especialista
volverá a asumir la actitud pasiva y receptiva, más favorable para la
cooperación eficiente del inconsciente del médico.”

La técnica activa se desarrollaba en dos fases sucesivas, destinadas a permitir


la actividad y el control de las actividades eróticas. Así, mediante la
implementación de órdenes y prohibiciones, el analista esperaba provocar en el
paciente un crecimiento considerable de la tensión psíquica que, a su vez,
podría entrañar dos consecuencias: la irrupción en la conciencia de una moción
impulsiva hasta entonces rechazada, transformando un síntoma fuerte de
desagrado en una satisfacción acompañada de placer, lo que suponía un
refuerzo y una expansión de la autoridad del yo del paciente. La otra
consecuencia podía ser la restauración de las asociaciones del paciente, una
vez superadas las resistencias.

Respecto a la finalización del análisis, Ferenczi (1927) presenta un artículo en


el Congreso de Innsbruck en el que afirma que no sólo es posible sino también
deseable. “La terminación correcta de un análisis se produce cuando ni el
médico ni el paciente le ponen fin, sino que, por decirlo así, se extingue por
agotamiento [...] la renuncia al análisis constituye así la conclusión final de la
situación infantil de frustración que está en la base de la formación de
síntomas.”

Por otro lado, en Sobre la salud mental (1960) Melanie Klein, habla de una
personalidad bien integrada como sinónimo de salud mental. Una personalidad
bien integrada reúne las siguientes características: madurez emocional, fuerza
de carácter, capacidad de manejar emociones conflictivas, equilibrio entre la
vida interior y la adaptación a la realidad y una fusión exitosa entre las distintas
partes de la personalidad. La integración de la personalidad se expresa por
medio de la fusión de las diferentes partes del sí-mismo. La necesidad de
integración deriva del sentimiento inconsciente de que partes de uno mismo
son desconocidas, de una sensación de empobrecimiento a causa de verse
privado de ciertas partes. Esta sensación de partes desconocidas de uno
mismo urge a la integración. Más aun, la necesidad de integración deriva del
conocimiento inconsciente de que el odio sólo puede ser mitigado por el amor,
y que si ambos se mantienen separados es imposible el alivio. (Klein, 1960)

En relación a lo anterior, Lacan es muy crítico y así en su Seminario XX (1962)


se pregunta “¿Son necesarias la maduración emocional, el desarrollo no
obstruído de la personalidad?, ¿Es menester una armonía, una buena
adaptación del sujeto a la sociedad?, ¿Cuál es el objetivo?. Tomemos un buen
tirador y un blanco: el objetivo puede ser el blanco, pero también la situación
misma de intentar dar en él. En análisis, uno puede querer la curación del
síntoma o interesarse por la situación misma. El autor critica así el objetivo
médico del psicoanálisis que culmina en un desplazamiento de la técnica y de
la disciplina. Finalmente, coloca a ambos jugadores en posición simétrica.”
(Lacan, La angustia, clase 11)

Siguiendo con Klein, y teniendo en cuenta su concepción de salud mental,


vemos que un análisis estaría entonces, orientado a la recuperación del
equilibrio que caracteriza la personalidad integrada de manera correcta y que
ha sido perturbada por manifestaciones sintomáticas. Así, teniendo en cuenta
sus tesis acerca del desarrollo psíquico nos dice que “ciertas actitudes
prominentes en los primeros estadios del desarrollo continúan en cierto grado
en la vida adulta. Sólo si son modificados de manera suficiente es posible la
salud mental. Por ejemplo, el bebé tiene sentimientos de omnipotencia que
hacen que sus impulsos de amor y de odio le parezcan muy poderosos.
Fácilmente podemos observar en el adulto remanentes de esta actitud, aunque
la mejor adaptación a la realidad disminuye normalmente el sentimiento de que
lo que uno ha deseado se ha cumplido.” (Klein, 1960)
En relación al fin de análisis, Klein sostiene que si bien en un análisis se
pueden haber obtenido resultados satisfactorios, “la terminación de un análisis
conlleva el surgimiento de sentimientos penosos y hace revivir ansiedades
tempranas; culmina en un estado de duelo.” Así, es común que después de la
terminación del análisis el paciente tenga que llevar a cabo, por su cuenta, un
trabajo de duelo. Klein propone entonces que “sólo si han sido ampliamente
modificadas las ansiedades persecutorias y depresivas el paciente puede llevar
a buen término por sí mismo la parte final del trabajo del duelo, lo que implica
de nuevo una prueba de realidad. “ (Klein, 1950) Plantea, además, que cuando
se decida que un análisis puede terminar es de gran utilidad comunicar al
paciente la fecha estimada de terminación, ya que esto ayuda a elaborar y
disminuir el sufrimiento por la inevitable separación mientras el paciente
todavía está en análisis y le allana el camino para que termine exitosamente el
trabajo del duelo por su propia cuenta.

Klein concluye diciendo que en el curso de un análisis, el psicoanalista a


menudo aparece como una figura idealizada. Esta idealización es usada por el
sujeto como defensa contra la ansiedad persecutoria. Así, sí el analista deja
que persista una idealización excesiva, es decir, si se apoya sobre todo en la
transferencia positiva puede ser capaz de conseguir cierta mejoría. Pero
sostiene que solo analizando la transferencia negativa tanto como la positiva se
reduce la ansiedad radicalmente. Desde esta perspectiva, en el curso del
tratamiento el psicoanalista llega a representar, en la situación de transferencia,
una cantidad de figuras que corresponden a las que fueron introyectadas en el
desarrollo temprano (Klein, 1929; Strachey, 1934). Cuando las ansiedades
persecutorias y depresivas son experimentadas y finalmente reducidas en el
curso del análisis, se produce una mayor síntesis entre los variados aspectos
del analista junto con una mayor síntesis entre los variados aspectos del
superyo. Cuando estos rasgos positivos están suficientemente establecidos,
hay motivos para pensar que la terminación de un análisis no es prematura
aunque pueda hacer revivir todavía una ansiedad aguda.
Si pasamos a considerar a los analistas de la ego-psychology vemos que estos
proponen el fin de análisis como una identificación al analista, Lacan lo mira
desde otra perspectiva y propone, como fin de análisis, una identificación al
síntoma, es decir, una identificación a lo más singular del sujeto. Colette Soler
afirma que la “identificación al síntoma” parece paradójica puesto que síntoma
e identificación suponen acepciones opuestas, la primera siendo una
singularidad de goce y la segunda un principio de homogenización. La resuelve
diciendo que el fin de análisis por identificación al síntoma “puede designar
solamente un cambio en la manera como el sujeto se ajusta a su síntoma”.
(Soler, 2004, p. 230)

La tendencia postfreudiana que Lacan critica sitúa al yo del analizante como


aquella instancia psíquica con la cual el analista “pacta” una alianza de
colaboración para batallar contra la neurosis, haciendo del yo el garante
definitivo del éxito del análisis. Lacan se opone a esto y nos señala que el yo se
encuentra estructurado como un síntoma, de manera que la voluntad del
analizante o su capacidad de reflexión nada tienen que ver en el asunto
(Lacan, 1953).

Así mismo, los analistas de la psicología del yo piensan la normalidad


asíntomática en términos de identificación, es decir, se busca que el sujeto
recupere un estado donde no haya perturbación sintomática. De esta manera,
suponen que esto será efecto de una identificación mejorada hacia la figura del
analista. Así, Soler (2004) afirma “nos esbozan acá un análisis que iría del
fracaso de la identificación normativizante a un éxito de salida, por medio de la
identificación al analista.” Frente a esto Lacan (1964) nos dice que toda
concepción del análisis que se articula definiendo el fin del análisis como
identificación en el analista, confiesa con ello sus límites. Todo análisis que se
adoctrina como teniendo que terminarse con la identificación revela, al mismo
tiempo, que su verdadero motor es elidido. Hay un más allá a esa
identificación, y ese más allá se define por la relación y la distancia del objeto a
minúscula con la I mayúscula que idealiza a la identificación.
Así pues, la propuesta lacaniana y la propuesta de los analistas de la ego-
pychology se nos presentan como opuestas, como antonímicas. La primera
“acentúa la defensa contra el real, la segunda, en cambio, supone el
enfrentamiento con ese real singular. La caída de las identificaciones con los
significantes del Otro, es la condición previa y produce un efecto de separación
donde se descubre el vacío constitutivo del sujeto.”

Pasemos ahora a examinar las tesis lacanianas acerca del fin y la finalidad del
análisis, más allá de sus críticas a las propuestas postfreudianas.

En el Seminario VII, Lacan sostiene que la acción analítica no puede reducirse


al ideal de una armonización psicológica. Afirma además que apuntar al logro
de lo que se llama el estadio genital, la maduración de la tendencia y el objeto,
que daría la medida de una relación justa con lo real, entraña cierta implicación
moral. “Cualquiera sea la regularización que aportemos a la situación de
quienes concretamente recurren a nosotros en nuestra sociedad, es harto
manifiesto que su aspiración a la felicidad implicará siempre un lugar abierto a
una promesa, a un milagro, a un espejismo de genio original o de excursión
hacia la libertad, caricaturicemos, de posesión de todas las mujeres por un
hombre, del hombre ideal por una mujer. Hacerse el garante de que el sujeto
puede de algún modo encontrar su bien mismo en el análisis es una suerte de
estafa.” (Lacan, 1960)

En relación al fin de análisis, en el Seminario 15 Lacan propone que el término


del análisis consiste en la caída del sujeto supuesto a saber sobre el que
funciona la transferencia. Así, con la caída de éste y su reducción habría un
advenimiento de ese objeto (a) como causa de la división del sujeto que viene
a su lugar. De igual manera, afirma que al término de un análisis el analista
debe “soportar el no ser más nada que ese resto, ese resto de la cosa sabida
que se llama el objeto (a).” El sujeto supuesto saber queda reducido al final del
análisis al mismo "no ser allí" que es el que es característico del inconsciente
mismo, y que este descubrimiento forma parte de la misma operación verdad.
Por otro lado, Colette Soler (2004) afirma que el sujeto transformado por el
análisis es definido por una nueva relación con la castración y con la pulsión.
Es un sujeto que sabe “hacer allí con su síntoma, ése es el fin del análisis,” nos
dice Lacan (1976). Soler traza el recorrido del análisis de la siguiente manera:
“a la entrada, la creencia en el síntoma que lo conecta con la cadena
significante del inconsciente – transferencia. A la salida, la increencia, que lo
desconecta de la cadena del inconsciente – cierre del inconsciente.”

Retomando a Lacan, Soler nos dice también que el síntoma al que el sujeto se
identifica al final es un síntoma transformado, “un síntoma de más allá de la
travesía del fantasma […] la letra del síntoma resuelve el vacío del sujeto que
terminó con la cuestión del ser y con la elucubración de saber que relaciona
esta cuestión.” El análisis que llega hasta el final deja un resto de síntoma
irreductible sobre el cual se fija, para cada uno, el goce que suple la no
existencia de la proporción sexual. Así, Lacan (1978) propone que “el análisis
no consiste en que uno esté liberado de sus "síntomas" ("sinthomes"), dado
que es así como lo escribo "symptome" (sic). El análisis consiste en que se
sepa por qué se está enredado en eso: eso se produce debido a que hay lo
Simbólico.”
BIBLIOGRAFÍA

FREUD, Sigmund. Análisis terminable e interminable (1937). En: Obras


Completas. Vol. XXIII. Buenos Aires: Ed. Amorrortu, 1979.

FREUD, Sigmund. Construcciones en el análisis (1937). En: Obras Completas.


Vol. XXIII. Buenos Aires: Ed. Amorrortu, 1979.

KLEIN, Melanie. Sobre los criterios para la terminación de un psicoanálisis


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LACAN, Jacques. Seminario VII: La ética del psicoanálisis (1960). Buenos


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________. Seminario X: La angustia (1962). Buenos Aires: Ed. Paidós, 1997.

________. Seminario XI: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis


(1964). Buenos Aires: Ed. Paidós, 1997.

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ampara en la morra (1976). Buenos Aires: Ed. Paidós, 1997.

________. Seminario XXV: El momento de concluir (1978). Buenos Aires: Ed.


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LAPLANCHE, J., y PONTALIS, J.B. Diccionario de psicoanálisis. Buenos Aires:


Ed. Paidós, 1996
SOLER, Colette. Lo que Lacan decía de las mujeres (2004). Medellín: Ed. No
Todo, 2004.

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