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Depresión

Depresión
Depresión
fuente(15)
s. f. (fr. dépression; ingl. depression; al. Depression, Gedrücktheit). Modificación profunda
del
humor en el sentido de la tristeza y del sufrimiento moral, correlativa de un
desinvestimiento de
toda actividad.
El término depresión es usado en nuestros días de un modo muy laxo y designa en su
uso
corriente patologías muy diversas. Es sin duda porque evita plantear la cuestión de un
diagnóstico de estructura y remite la cuestión de «eso que no anda» a una perturbación
momentánea del humor.
Para el psicoanalista, en cambio, esta extensión no es evidente. El concepto de
depresión en el
fondo no está definido rigurosamente salvo en la melancolía, o también en lo que se
llama
«psicosis maníaco-depresiva», donde designa una hemorragia de la libido, desplazada
primero
del objeto al yo, y que luego lleva al yo mismo a una depreciación y un desinvestimiento
radicales. Es verdad, sin. embargo, que se encuentran episodios depresivos, a veces
graves,
en las neurosis. No por ello se hará de la depresión una entidad clínica específica. Esta
parece
traducir un rechazo de los valores fálicos, o sea, del cumplimiento de las tareas
propuestas por
la existencia, con las limitaciones que las definen. Más allá de ello, quizá remita a ese
momento
en el que el sujeto se ha dado cuenta de todo aquello a lo que se ha visto llevado a
renunciar,
por pertenecer a un mundo humano, un mundo reglado por la ley del lenguaje y de la
cultura. En
todo caso, se traduce en una relación muy particular con el tiempo, el que no aparece
nunca
como un orden orientado donde las tareas del presente estuvieran determinadas por las
necesidades futuras, en las que viniera a inscribirse un proyecto. El sujeto deprimido vive
en un
tiempo uniforme y monótono. Aunque registre modificaciones del humor, estas, al ser
cíclicas, no
constituyen en ningún caso cambios verdaderos. Lo que plantea, por otra parte, todo el
problema de la relación del sujeto deprimido con el análisis. ¿Cómo hacer para que
pueda
comprometerse en él, si no puede interrogar espontáneamente lo que constituye su
historia en
función de la posibilidad de un cambio real? La respuesta debe ser reinventada cada
vez.
Depresión
anaclítica
Depresión anaclítica
Depresión anaclítica
Al.: Anlehnungsdepression.
Fr.: dépression anaclitique.
Ing.: anaclitic depression.
It.: depressione anaclitica.
Por.: depressão anaclítica.
fuente(16)
Término creado por René Spitz: trastornos que recuerdan clínicamente a los de la
depresión en
el adulto y que sobrevienen de modo progresivo en el niño privado de su madre después
de
haber tenido con ella una relación normal, por lo menos, durante los seis primeros meses
de la
vida.
Remitimos al lector al artículo Anaclítico, donde encontrará las observaciones
terminológicas
acerca de este adjetivo.
El cuadro clínico de la depresión anaclítica lo describe R. Spitz del siguiente modo:
«Primer mes. Los niños se vuelven llorones, exigentes y se aferran al observador que
entra en
contacto con ellos.
»Segundo mes. Rechazo del contacto. Posición patognomónica (los niños permanecen
la mayor
parte del tiempo acostados en su cama boca abajo). Insomnio. Continúa la pérdida de
peso.
Tendencia a contraer enfermedades intercurrentes. Retardo motor generalizado. Rigidez
de la
expresión facial.
»Después del tercer mes. Se ha establecido la rigidez del rostro. Cesa el llanto, que es
substituido por raros gemidos. Se acentúa el retardo y aparece un aletargamiento.
»Si, antes de que haya transcurrido un período crítico, que se sitúa entre el final del 3°
mes y el
final del 5°, la madre vuelve con su hijo, o se consigue encontrar un substituto materno
aceptable
para el niño, el trastorno desaparece con sorprendente rapidez.»
Spitz considera «la estructura dinámica de la depresión anaclítica como
fundamentalmente
distinta de la depresión en el adulto».
Depresiva posición
Depresiva posición
Depresiva (posición)

fuente(17)
Concepto creado por Melanie Klein desde sus primeros trabajos, «la posición depresiva
infantil
es la posición central del desarrollo. El desarrollo normal de un niño y su aptitud para
amar
parecen depender, en gran medida, de la elaboración de esta posición decisiva» (1935).
Durante los primeros meses, una parte esencial de la vida emocional del bebé está
determinada
por la lactancia. Sea cual fuere la calidad de los cuidados, ella se caracteriza por la
sucesión y
repetición de experiencias de pérdida y reencuentro. Así nace en el niño el sentimiento
de que
existe un objeto «bueno» (pecho, madre) que gratifica y es amado, y un objeto «malo »,
perseguidor, que frustra y es odiado. Paralelamente a estas experiencias que implican
factores
externos, los procesos intrapsíquicos (sobre todo la proyección y la introyección)
contribuyen a
reforzar el clivaje del objeto primitivo: «El bebé proyecta sus mociones amorosas y las
atribuye al
pecho gratificador ("bueno"), así como proyecta al exterior sus mociones destructivas y
las
atribuye al pecho frustrante ("malo"). Al mismo tiempo, por introyección, se constituyen
en su
interior un pecho "bueno" y un pecho "malo"» (1943). Este clivaje es un mecanismo de
defensa
característico de la posición esquizo-paranoide: consiste en mantener al objeto
perseguidor y
terrorífico separado del objeto amado y protector, posibilitando así al yo una relativa
seguridad;
en este sentido, es la « ... condición previa a la instauración de un objeto bueno» interno
(1957),
a la cual llegará el yo una vez elaborada la posición depresiva.
Si bien Klein modificó un poco la ubicación cronológica de esta posición, siempre tuvo la
preocupación de hacerla comenzar más precozmente (en los primerísimos meses), y
sostuvo al
mismo tiempo que ella representa un proceso con respecto a la posición esquizo-
paranoide.
«Inmediatamente antes, durante y después del destete» (1940), « ... llevado a
comprender que el
objeto de amor es el mismo que el objeto de odio» (1934), el yo comienza a efectuar la
síntesis
entre esos sentimientos de amor y sus mociones destructivas. Entonces surge la
angustia
depresiva. Su aparición significa que el yo está accediendo a la posición depresiva,
proceso que
se inscribe en una duración ligada a la complejidad y a la diversidad de los mecanismos
en juego:
conciliación de los aspectos bueno y malo de un mismo objeto conciliación del amor y el
odio,
introyección progresiva de la madre como objeto total, etcétera.
La introyección de la madre como objeto total genera « ... inquietud y dolor ante la
destrucción
posible de ese objeto» (1940). En adelante, el pequeño experimenta el sentimiento de
una
«pérdida del objeto del amor», a la vez temor de perder el objeto amado y de no ser
capaz de
proteger su objeto bueno interno. Se alcanza la posición depresiva cuando la angustia
por la
posible pérdida del objeto amado toma el relevo (sin reemplazarla nunca totalmente) de
la
angustia de ser perseguido por el objeto terrorífico. Pero, mientras que la angustia de
persecución de la posición esquizo-paranoide se relacionaba con los peligros que
amenazaban
aniquilar al yo, «la angustia depresiva se relaciona con los peligros que son
experimentados
como amenazando al objeto amado interno, y esto principalmente por la agresividad del
sujeto»
(1949). Temiendo que el objeto amado sea dañado o destruido por su odio, el niño
experimenta
«.. un sentimiento de culpa y la necesidad imperiosa de reparar» (1957). La «tendencia a
la
reparación» característica de la posición depresiva, es la consecuencia de ese
sentimiento de
culpa.
Para tratar de huir de los sentimientos ligados a las angustias específicas de la posición
depresiva, el yo puede utilizar tanto defensas maníacas (idealización, negación) como
obsesivas, o regresar a la posición esquizo-paranoide, reactivando los procesos de
clivaje.
La posición depresiva se considera «elaborada» cuando el pequeño se ha identificado
con su
objeto de amor. Esta elaboración implica que « ... se atenúa el temor de haber destruido
al objeto
en el pasado y de que pueda ser destruido en el futuro» (1957). Implica también « ... una
confianza más grande en el objeto bueno interno», la cual genera un sentimiento de
seguridad
interior. Por ello aparece como « ... una de las condiciones previas a la existencia de un
yo
estable e integrado y de buenas relaciones de objeto» (1955). No obstante, nunca es
posible la
integración completa y definitiva del yo; «ese duelo precoz es revivido cada vez que, más
tarde,
se experimenta una pena» (1940): entonces se reactiva la posición depresiva, pero si
ella ha
sido elaborada en el curso del desarrollo precoz, el sujeto puede hacer frente a esa
resurgencia
y reconstruir su mundo interior.
La comparación así planteada entre la elaboración de la posición depresiva y el trabajo
del duelo
tiene una implicación triple.
-Por una parte, la evolución de un duelo y su salida, normal o patológica, están
determinadas en
el adulto por la manera en que el recién nacido ha superado la pérdida de su primer
objeto de
amor, es decir, en que ha elaborado o no su posición depresiva: «el duelo incluye la
repetición
de la situación emocional que el bebé experimenta en el curso de la posición depresiva».
Confrontado a un duelo, el adulto se vuelve a encontrar frente a una tarea semejante a la
que
enfrentó en el curso de su desarrollo precoz. Para cumplirla, utilizará mecanismos
idénticos, por
su naturaleza y eficacia, a los que puso en obra en aquel momento. Dicho de otro modo,
el
trabajo consecutivo a las pérdidas ulteriores se realizará, tanto en su éxito como en su
fracaso,
siguiendo el modelo de la primera elaboración.
-Por otro lado, y como consecuencia, «la posición depresiva comprende los puntos de
fijación de
los trastornos maníaco-depresivos» (1959). El fracaso en la elaboración de la posición
depresiva, vinculado sobre todo al predominio de la defensa maníaca, es una causa
determinante de la instauración de esos trastornos: el enfermo maníaco-depresivo nunca
«ha
superado verdaderamente la posición depresiva infantil» (1940).
-Finalmente, esta comparación pone en perspectiva las razones por las cuales para la
comprensión de la problemática depresiva es indispensable tomar en cuenta el concepto
de
posición depresiva.
Esta triple implicación justifica por sí misma el lugar central otorgado por Klein a la
posición
depresiva en el desarrollo del funcionamiento psíquico. Ella aclara además la elección
del término
«posición», destinado a indicar que las angustias y las defensas que aparecen desde los
primeros meses pueden reaparecer a lo largo de toda la vida, en función de las
circunstancias (
1943).

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