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LA SEPARACION Y LA OBEDIENCIA

PETER MASTERS & JOHN WHITCOMB

Iglesia Bautista de la GraciaAR


INDEPENDIENTE Y PARTICULAR
Calle Alamos No.351
Colonia Ampliación Vicente Villada
CD. Netzahualcóyotl, Estado de México
CP 57710
Telefono: (5) 793-0216

1 Cor. 1:23 Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado...


LA S E P A R A C I O N Y LA OB E D I E N C I A

Durante la mayor parte de estos mil novecientos años, el Cristianismo Evangélico ha estado profundamente
conciente del mandamiento del Señor de que su pueblo debe permanecer completamente separado de los falsos
maestros y de sus peligrosas doctrinas.
La tradición evangélica es una historia de separación de verdadero valor. A lo largo de los siglos de oscurantismo,
sucesivos grupos de ‘separatistas’ mantuvieron en alto la luz del Evangelio ante la implacable persecución de la Iglesia
Católico-Romana.
La Reforma es la historia de la defensa heroica de Martín Lutero por las doctrinas bíblicas de la salvación del
alma, y del ‘noble ejército de mártires’, que estuvieron dispuestos a defender esas doctrinas con sus vidas.
La historia posterior del evangelicalismo es la crónica de los peregrinos del ‘Mayflower’, de los disidentes, de
los puritanos, y de tantos otros que amaron al Señor y su Palabra más que a sus propias comodidades y, por lo tanto,
contendieron por la fe que ha sido una vez dada a los santos.
No obstante, durante la segunda mitad del siglo diecinueve, los evangélicos bajaron la guardia y empezaron
a dejar que sus denominaciones y colegios teológicos fuesen infiltrados por hombres que criticaban la Biblia.
A medida que las denominaciones absorbían mayores cantidades de falsos maestros, algunos evangélicos las
abandonaban para fundar iglesias independientes. Durante algún tiempo, los que decidieron militar dentro de las
denominaciones, continuaron manteniéndose apartados del error, convirtiéndose en comunidades en orden de bata-
lla, formadas por ‘militantes’ que resistían a los falsos maestros y se oponían a ellos con todas sus fuerzas.
Pero en los últimos treinta años ha habido otro cambio,un cambio tan serio y trágico que exige la atención y
preocupación de todos los evangélicos. Numerosos evangélicos en las viejas denominaciones han sido persuadidos a
creer la mentira de que las personas pueden convertirse en ‘cristianos salvados’ sin pasar por una experiencia de
conversión evangélica, y que a Católicos y liberales deben considerárselos como verdaderamente salvos no importa lo
que ellos crean.
Veamos, por ejemplo, la posición en la Iglesia de Inglaterra, donde años atrás había numerosos evangélicos
que se consideraban a sí mismos como los ‘rebeldes de adentro’ y se oponían a las falsas enseñanzas. Ellos miraban a
los Anglo-Católicos y liberales como a enemigos de la fe, que no tenían derecho, porción ni parte en la Iglesia de
Inglaterra.

Revolución de Pensamiento:

Pero para 1967, todo esto estaba cambiando, porque en ese año, una conferencia importante que se convocó
en la Universidad de Keele, reunió a la mayoría del clero evangélico Anglicano, quienes prometieron personalmente
adoptar una actitud totalmente diferente hacia su denominación. Habían empezado a dudar del valor y la validez del
mandamiento de Dios de mantenerse alejados de las falsas enseñanzas. Decidieron que ya no continuarían mirando
a la Iglesia de Inglaterra como a una denominación mayormente apóstata, lamentando su declinación y repudiando
a los Anglo-Católicos y a los obispos liberales.
Se comprometieron a adoptar una nueva actitud por la cual ellos considerarían a toda la Iglesia de Inglaterra
como una iglesia válida en el favor de Dios. Mientras que, como evangélicos, buscarían de influirla hacía una posi-
ción ‘más sana’, ya no se considerarían más a si mismos como los únicos poseedores de vida espiritual. Desde ese
momento había tocado claramente la trompeta para anunciar una nueva era en la cual las enseñanzas no evangélicas
serían reconocidas como verdaderamente cristianas, y la naturaleza exclusiva del camino de la salvación, revelada en
la Biblia, sería dejada de lado.

‘Los Católicos son verdaderos cristianos’:

En 1977, los Anglicanos evangélicos convocaron otra conferencia especial en Nottingham, y allí redactaron
lo que se conoce como la Declaración de Nottingham. Este documento resultó ser tan radical que muchos evangéli-
cos, al oírlo citar, apenas pueden creer lo que oyen. En una parte el documento declara, en estas palabras, que todos
los Católicos Romanos son verdaderos cristianos...
“Al vernos a nosotros mismos y a los Católicos Romanos como cristianos iguales, nos arrepentimos de las actitudes
que hayan parecido negarlo.”
Este punto se repite en una declaración resumida para que se haga perfectamente claro de que esto es exac-
tamente lo que los Anglicanos evangélicos piensan ahora. La declaración dice que todos los Católicos Romanos son
verdaderos cristianos aunque carezcan de luz y experiencia evangélica. (En otra parte admite de que puede ser posible
que los hombres se salven mediante otras religiones, sin oír el nombre de Cristo.)
La Declaración de Nottingham también deja bien claro que la unidad con la Iglesia de Roma es el deseo y la
meta de los Anglicanos de hoy, y de que ellos aprueban el movimiento carismático por su contribución positiva en
este sentido.
No existe ninguna duda de que nosotros hoy consideramos al clero evangélico dentro de la Iglesia de Ingla-
terra como a los ‘rebeldes de adentro’. Estos hoy han concedido reconocimiento a un punto de vista de la salvación
que es totalmente diferente a la conversión evangélica, y anhelan aceptar a Roma tan pronto como sea posible.

Cristo no es el único camino:

La Declaración de Nottingham niega la naturaleza exclusiva del Evangelio como el único camino de la
salvación y revela el cambio de punto de vista más dramático que pudiera imaginarse de parte de los que pretenden
ser evangélicos.
¿Qué debemos pensar de esta nueva posición doctrinal sostenida por los Anglicanos evangélicos, y muchos
otros de puntos de vista similares en las denominaciones que han transigido doctrinalmente? ¿Cómo pueden los
hombres afirmar que creen en la conversión evangélica propia y, al mismo tiempo, decir que los liberales y Católicos
también son verdaderamente ‘salvos’ sin que hayan tenido una experiencia igual? ¿Cuál es el verdadero punto de vista
de estos ‘evangélicos’? ¿Tienen siquiera convicciones evangélicas genuinas?
El mismo problema surge con ciertos evangelistas que organizan sus campañas sobre una base ecuménica. Si
tales evangelistas predican la justificación por la fe solamente como el único camino de la salvación y al mismo
tiempo aceptan a Católicos como a cristianos verdaderos, ¿qué es lo que en realidad creen? ¿Cuán sinceros son? ¿Qué
debemos pensar de ellos? ¿Cómo podemos evaluarlos a la luz de esas evidentes contradicciones?

LA CAMPAÑA DE SATANAS... SEMBRAR CONFUSION Y ERROR EN LAS IGLESIAS

La gran campaña de Satanás es contaminar a las iglesias de Cristo en el mundo y llevarlas al caos doctrinal y
espiritual. Satanás desea con ansias hacer que las iglesias que han mantenido un testimonio poderoso se sumerjan en
una confusión total, y está detrás de todos los esfuerzos por infiltrar con herejías a las congregaciones doctrinalmente
sanas.
Satanás fomenta todo paso falso que el pueblo de Dios pueda tomar en dirección al compromiso ecuménico,
y alienta toda forma de evangelismo superficial que pudiera introducir convertidos falsos y engañados a las iglesias.
Pablo nos advierte: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los
gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12).
En los primeros capítulos de la Biblia se nos da una introspección al método más exitoso que el enemigo de
las almas haya usado alguna vez para llevar a cabo la caída del pueblo de Dios: “Pero la serpiente... dijo a la mujer:
¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” (Génesis 3:1).
El principal subterfugio de Satanás para socavar al pueblo de Dios fue usado por primera vez cuando tentó a
Eva para que dudara del mandamiento de Dios de que ella y Adán debían abstenerse de tocar algo. El mismo método
se usa hoy para persuadir a las iglesias doctrinalmente sanas, a que abran sus puertas a los falsos maestros, falsas
doctrinas, falsos convertidos y falsos métodos.

Satanás odia la ‘separación’:

Satanás busca continuamente de fomentar la duda en la mente del pueblo de Dios en cuanto a los manda-
mientos divinos de que no toquen ciertas cosas. Siempre que Dios dice, ‘Manténganse separados de la religiones
falsas y la mundanalidad; no tengan nada que ver con ellas’ entonces el diablo inmediatamente susurra, ‘Bueno, ¿pero
dijo Dios eso en realidad?’
Con esta estrategia Satanás, en épocas pasadas, ha mutilado a grupos enteros de iglesias de un solo golpe, y
no es una declaración exageradamente modesta decir que la mayor parte de la Biblia se concentra en esta sola manio-
bra particular. El Antiguo Testamento es extenso como lo es debido, porque lleva tiempo registrar las repetidas veces
que ha ocurrido esta obra maestra de falsedad satánica.
Una y otra vez el pentateuco enfoca la atención sobre la negativa del pueblo ‘típico’ de Dios en su desobe-
diencia a un mandamiento divino de que no debe tocar algo que Dios les ha prohibido. Todas las dificultades
surgieron de sus intentos por combinar la Verdad con la falsedad, la obediencia con la desobediencia, la adoración
pura con la adoración falsa. Cuando Dios les mandó que no tuvieran nada que ver con los cananeos, se unieron en
matrimonios con ellos y pronto contaminaron la verdadera fe con la adoración idólatra.
Si estudiamos el libro de Jueces y tratamos de explicar esos ciclos de prosperidad y bendición seguidos por
períodos de opresión y desesperación, ¿cuál es el problema que encontramos? Todas las veces fue la idolatría: el
esfuerzo por mezclar la verdadera fe con los dioses falsos.
Desde la época de Samuel hasta la de Nehemías podemos descubrir los mismos problemas de transigencia,
coaliciones con los enemigos de Dios, matrimonios con personas de distintas naciones, etc. Es un desfile intermina-
ble de alianzas prohibidas.

Si continuamos estudiando a los profetas, descubriremos que el primordial grito de sus corazones era para
advertir al pueblo acerca de sus compromisos con las cosas prohibidas.
Todos los creyentes hemos oído la voz del enemigo que, en conexión con alguna fruta prohibida, nos susu-
rra, “Bueno, ¿dice Dios eso en realidad?” Las Escrituras nos mandan que nos mantengamos separados de ciertas
diversiones carnales, de la codicia y de las falsas enseñanzas. Sin embargo, en todos los casos la voz susurra, “Bueno,
¿Dice Dios eso en realidad? ¡Piense cómo se beneficiaría usted si fuese tolerante en cuanto a esto!”
Igualmente, cuando venimos a la cuestión de la separación de las falsas enseñanzas, el diablo le dice a los
pastores y ancianos de la iglesia, “¿Acaso Dios ha dado un mandamiento de que no nos unamos a las cruzadas
evangelísticas que son organizadas por denominaciones apóstatas o ecuménicas? Usted no se va a lamentar sino que
va a prosperar. Su testimonio florecerá, y logrará oportunidades que jamás podría conseguir en el desierto de la
independencia.”
Este tema es tanto más importante en la época actual porque parece haber una actividad sumamente inten-
sificada de parte de Satanás para traer al pueblo de Dios a un estado extremo de compromiso. Nos está diciendo más
persuasivamenter que nunca, “¿Conque Dios ha dicho eso? ¿Es justo que seamos tan negativos y cínicos, y que
juzguemos a los demás? Seguramente que es algo terrible ocasionar divisiones entre el pueblo de Dios. ¿Cómo puede
alguien ser tan arrogante como para imaginarse que posee el monopolio de la Verdad?”

¿A quién debemos escuchar?

El diablo ha susurrado exitosamente en muchísimos oídos estas palabras: “¿Conque Dios ha dicho realmen-
te: No toquen eso? ¿Nos ha dado Dios un mandamiento a la separación? ¿Se limita la experiencia cristiana realmente
sólo para los que poseen la experiencia evangélica del nuevo nacimiento? ¿Es realmente necesario desenmascarar a la
doctrina católicorromana como errónea y al liberalismo como mentira? ¿No podemos ver lo bueno en estas cosas y
cooperar con esa gente?”
El diablo odia la doctrina bíblica de la separación de las falsas religiones, porque su método más exitoso de
herir a las iglesias evangélicas siempre ha sido el introducir falsos ‘cristianos’, herejías y confusión, y nunca ha enfatizado
más esta estrategia que en nuestra época actual.

La cuestión ante nosotros es si, como creyentes individuales o como iglesias, vamos a escuchar a Dios cuando
nos manda que no nos mezclemos con ciertas cosas, o si vamos a escuchar los argumentos sutiles y lisonjeros del
diablo.
EL MANDAMIENTO A LA SEPARACION

La Biblia nos enseña que debemos mantenernos estrictamente separados de cualquier forma de religión que
contradiga o socave las doctrinas esenciales de la fe Cristiana en cuanto a la salvación del alma. Este es un manda-
miento primordial y obligatorio de la Palabra que es dado en numerosos pasajes, ninguno de los cuales podría
considerarse ni remotamente nebuloso o conflictivo.

‘Salid .... Apartaos’:

El mandamiento a la separación está categóricamente expresado en 2 Corintios 6:14-17:

“No os juntéis en yugo con los infieles: porque ¿qué compañía tienes la justicia con la injusticia? ¿y qué comunión
la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿ó qué parte el fiel con el infiel? ¿Y qué concierto el templo de
Dios con los ídolos? porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré en ellos; y seré el Dios
de ellos, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo;
Y yo os recibiré”

La palabra apartaos viene de la palabra griega aforizo, que está relacionada con la palabra horizonte, y signi-
fica ‘señalar por fronteras.’ Pablo nos dice que debemos separarnos en el sentido en que se establece o fija un lindero
que nunca debemos cruzar. Los falsos maestros y sus errores deben estar fuera de límites para nosotros; más allá del
horizonte. No debemos nunca tener comunión con los falsos religionistas a ningún nivel. El apóstol usa las palabras
más fuertes que tiene a su disposición para ordenarnos que nunca tengamos comunión con ningún maestro religioso
ni con denominaciones que nieguen la Palabra de Dios o sostengan falsas doctrinas.
Como es lógico, nunca debemos ‘unirnos en yugo’, lo que significa que nunca debemos trabajar con los que
no son creyentes ni con los falsos maestros en consorcios espirituales de ninguna clase. Por este mandamiento se nos
prohíbe formar parte de comités, compartir plataformas o desempeñarnos en equipos pastorales con ellos. Asimismo,
se nos dice que nunca debemos unirnos con ellos en asambleas de iglesias o denominaciones. El ‘yugo’ es el vínculo
del servicio.
En lo que respecta a Dios, los falsos maestros que niegan los fundamentos de la fe nunca deben recibir
reconocimiento espiritual, ni debemos reconocer a sus iglesias como iglesias válidas a la vista de Dios.
Por supuesto, debemos sentir conmiseración y preocupación por las personas que están atrapadas en el error
y tratar de sacarlas como a brazas del fuego, pero la regla de la Escritura es que debemos aborrecer “aun la ropa
contaminada por su carne.” Ciertamente podemos tratar de alcanzarlas como a ‘extraños’, pero debemos ser escrupu-
losamente cuidadosos de no hacer o decir nunca nada que tolere, alague, dignifique o reconozca sus falsas doctrinas.

‘Que os fijéis ... y que os apartéis’:

En Romanos 16:17, Pablo manda a las iglesias, “que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de
la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos.” Este versículo se refiere a los falsos maestros que
crean nuevas escuelas de pensamientos contrarios a la sana doctrina y hacen que las personas tropiecen y pasen por
alto la Verdad. Esto se aplica a la Iglesia Católica Romana, la cual se separó del cristianismo bíblico hace muchos
siglos, y se ha expandido hasta alcanzar grandes proporciones, enseñando lo opuesto a las doctrinas de la salvación
dadas en la Biblia. Se refiere a los liberales, quienes han introducido una nueva religión, contraria a la Verdad de Dios.
Ambos movimientos engañan a las almas de millones de personas.
No es de sorprender que el apóstol denuncie a estos maestros y movimientos con las palabras fuertes que él
usa en este pasaje. Desde el punto de vista de los verdaderos creyentes, dichos movimientos son tan ofensivos a Dios
que deben ser evitados completamente.

¿Es obedecido... ?

¿Es obedecido este mandamiento cuando los evangelistas invitan a falsos maestros a participar en sus reunio-
nes? ¿Es obedecido cuando los organizadores de campañas refieren los ‘buscadores’ a las iglesias de falsos maestros,
para ser instruidas por ellos? ¿Es obedecido por los pastores evangélicos que trabajan en estrecha relación con falsos
maestros en denominaciones, sesiones de comités y comparten estrechamente las numerosas actividades?

l Corintios 5:9-13 es otro pasaje en el cual se ordena la separación. Este pasaje particular trata principalmente
de varios pecados personales, pero incluye el pecado de idolatría, lo cual fue el primer compromiso religioso de
aquellos días. Los que practican cualquier forma o método de religión falsa deben ser expulsados y el pueblo de Dios
no debe tener nada que ver con ellos, y ni siquiera comer con ellos.
Los falsos maestros son los enemigos de la cruz de Cristo, según Pablo lo expresa en Filipenses 3:18. ¿Cómo
es posible que los evangélicos puedan fraternizar e identificarse con ellos?
En Gálatas 1:8 el apóstol Pablo advierte que el error es tan sutil que a veces el falso maestro puede venir
dotado de grandes dones y de una manera personal sumamente atractiva. Puede que tenga un espíritu bondadoso y
cariñoso, y una simpatía considerable, pero si representa enseñanzas falsas (como las que representan los liberales y
Católicos), no debemos, de ningún modo, brindarle nuestro compañerismo. Pablo dice: “Mas si aun nosotros, o un
ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.”
La palabra ‘anatema’ literalmente significa que debe ser excomulgado, y tratado como enteramente inacepta-
ble. La enseñanza falsa es tan peligrosa, y tan ofensiva a Dios, que Pablo dice que aun si él mismo, o cualquier
miembro de su grupo, predicara un Evangelio diferente, que debía ser anatema (“maldito”).
Este tema reviste tal importancia que el apóstol es inspirado por el Espíritu Santo para que repita la adverten-
cia, y en Gálatas 1:9, nos dice: “Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio
del que habéis recibido, sea anatema.” Es decir, excomulgado; colocado lejos de la aceptación y cooperación; totalmen-
te rechazado; tratado como un perfecto extraño.

‘No lo recibáis’:

Juan, el discípulo del amor, fue usado del Espíritu Santo para dar uno de los mandamientos más claros acerca
de la separación que encontramos en toda la Biblia. En 2 Juan 6-11, se nos dice que no tengamos comunión con los
falsos maestros bajo ninguna circunstancia.
Juan empieza este pasaje recordándole a los lectores de que el amor por el Señor se demuestra en la obedien-
cia y fidelidad a la Palabra revelada por Dios: “Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el
mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio”(2 Juan 6).
Habiendo establecido así el tema, como el de la lealtad al Evangelio auténtico y original, Juan prosigue
diciendo que muchos engañadores han salido por el mundo... “que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne...
Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios ... Si alguno viene a vosotros, y no trae
esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido!” (2 Juan 7-10).
Aquí Juan dice que cualquiera que no cree en la doctrina (que significa ‘enseñanza’) de Cristo, no tiene a
Dios, y si cualquier maestro viene a nosotros y no trae la enseñanza de Cristo, no debemos tener comunión con él ni
darle reconocimiento, ni alentarlo, y tampoco debemos tolerarlo o aun saludarlo en el nombre de Cristo.
La enseñanza de Cristo es la enseñanza que el Señor ha dado acerca de sí mismo y de su obra en el Calvario
para la salvación de los pecadores. Incluye la propia enseñanza del Señor acerca del arrepentimiento y la conversión.
Dicha enseñanza es, en síntesis, las doctrinas del Evangelio que salvan el alma, las cuales han sido oscurecidas,
negadas y atacadas con tanta ferocidad por la Iglesia Católico-Romana y por los liberales que niegan la Biblia.
En 1 Timoteo 4:1, se nos recuerda que la falsa enseñanza es la obra del diablo y sus demonios: “Pero el
Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a
doctrinas de demonios.” Una de las principales tareas de las huestes satánicas en la actualidad es atraer y engañar a la
gente hacia las falsas doctrinas, y de ninguna manera debemos dar reconocimiento ni cooperar con los que son
propagadores de las doctrinas de demonios.
¿Está algún lector involucrado en una alianza denominacional en la que se está identificando con falsos
maestros, les está otorgando reconocimiento, y los está alentando? ¿Está alguno cooperando con los tales maestros en
algún programa evangelístico? La separación de los falsos maestros no es la opinión de los hombres sino lo que Dios
exige de nosotros; y si vamos a serles fieles debemos obedecerle.
En 1 Timoteo 4:2, Pablo dice que muchos de los que enseñan lo contrario a la Verdad revelada de Dios
hablan por la hipocresía de mentirosos. Aparentemente, muchos de estos maestros saben lo que están haciendo. Ellos
saben que no hay poder y verdad reales en las cosas que dicen. Ellos saben que son manipuladores de la verdad y que
no son sinceros en sus puntos de vista.

‘Apártate... y evita’:

En 1 Timoteo 6:3-5, una vez más se nos manda que nos apartemos de los que no enseñan las palabras y
doctrinas de nuestro Señor Jesucristo, y en 2 Timoteo 2:16-21, se nos dice que evitemos las palabrerías vanas y
profanas de los que tienen apariencia de piedad pero niegan la eficacia de ella. Este es un principio fundamental que
se enseña en toda la Biblia, de que no debemos participar de las obras infructuosas de las tinieblas, sino que más bien
debemos reprenderlas (Efesios 5:11).
De textos tales como éstos debería hacerse evidente de que es desobediencia bíblica de la clase más seria el
extender reconocimiento espiritual a los que enseñan otro ‘evangelio.’ Podemos amar a los individuos que están en
esos errores en el sentido de tratar de ganarlos; podemos tener compasión por los que están en esas tinieblas doctrina-
les y podemos esforzarnos por alcanzarlos como a extraños, pero jamás debemos tolerarlos y reconocer sus enseñan-
zas, porque esto es un gran crimen contra la Palabra de Dios. El Señor manda que su pueblo no tenga compañerismo
con los falsos maestros.

L A S E P A R A C ION SECUNDARIA

¿Deberíamos separarnos de evangélicos quienes intencionalmente y entusiastamente tienen compañerismo y


cooperan con falsos maestros tales como los liberales y católicos romanos?
Numerosos evangélicos que personalmente mantienen separación bíblica de los que repudian el verdadero
Evangelio, se sienten perplejos acerca de cómo deberían considerar a otros evangélicos que hacen esfuerzos especiales
para cooperar con estos falsos maestros. ¿Deberían romper el compañerismo con ellos también? ¿Es lo que se llama
‘separación secundaría’ algo correcto o incorrecto?
La respuesta a esta pregunta se aclara bien una vez que logramos apreciar la fuerza del mandamiento de
mantenernos estrictamente separados de toda religión falsa, y de la cantidad de veces que se repite en las Escrituras.
Como hemos visto, es uno de los mandamientos más fundamentales y más serios del Nuevo Testamento. Es un
mandamiento imperativo, vital y primario, no la porción de un consejo opcional sobre un asunto de importancia
relativamente menor, y es absolutamente obligatorio para todos los cristianos creyentes.

‘Participa en sus malas obras’:

La Palabra de Dios enseña que los que rehúsan de plano obedecer este mandamiento se convierten en
ayudantes y participantes de las malas obras de los falsos maestros. Puede ser que no se den cuenta o no quieran
aceptar esto, pero, a pesar de ello, la Biblia les advierte de que esto es verdad. Ayudan a la causa del Anticristo y, por
lo tanto, se colocan a sí mismos bajo las reglas de censura y separación que deben ser aplicadas por las iglesias que son
fieles a la voluntad del Señor. El pasaje de 2 Juan 9-11 es muy enfático sobre este asunto: ”Cualquiera que se extravía,
y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios ... Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis
en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras.”
Tan pronto como cualquier cristiano verdadero desobedece este mandamiento fundamental de Dios y se
asocia con los enemigos de Cristo, el tal participa (comparte el compañerismo) en por lo menos cuatro formas
diferentes:

(a) Dicho creyente asesta un golpe terrible a la naturaleza exclusiva del mensaje del Evangelio. Cuando se le
observa que transige al punto de vista de los no evangélicos y que acepta sus pretensiones a la vida espiritual, la clara
enseñanza de la Palabra es socavada. La línea entre la Verdad y el error se hace confusa, y la distinción entre ‘salvo’ y
‘no salvo’ queda eliminada. Los creyentes comunes que observan estas cosas pronto dejan de pensar en la ‘conversión’
en términos evangélicos precisos. (Estas consecuencias se han manifestado en una escala terrible en las décadas
recientes.)
(b) Dicho creyente ayuda al diablo a lograr uno de sus principales objetivos, es decir, causar tal confusión que
el mundo ya no vea más un cristianismo bíblico distinto, ubicado claramente aparte del error Católico y liberal. Le
comunica al mundo que todas las llamadas iglesias cristianas tienen mucho en común; y no hay nada que sea más
nocivo al verdadero testimonio del evangelismo que esa declaración. (En el siglo diecinueve, hasta el hombre de la
calle conocía los argumentos Protestantes en contra del dogma Católico, pero los evangélicos transigentes han aban-
donado hace mucho ese lugar en el conocimiento general que el público tiene de ellos.)

(c) Dicho creyente baja la guardia del pueblo de Dios y lo expone al peligro extremo de que sea infiltrado por
los falsos maestros y la falsa doctrina. Una vez que las personas siguen el ejemplo de sus pastores transigentes y
aprenden a aceptar ‘otros puntos de vista’ y ‘otros maestros’, entonces no transcurre mucho tiempo para que se
experimente el colapso de una doctrina importante. Los liberales y Católicos jamás podrían infiltrar las iglesias
evangélicas sin la ‘ayuda de adentro’. Necesitan un ‘pase’ para poder entrar en la familia de Dios, que sólo un ‘colabo-
rador’ evangélico les puede dar, cuando les brinda credulidad, reconocimiento y oportunidad.

(d) Dicho creyente alienta a los falsos maestros en su infidelidad y pecado, y los fortalece en sus obras. El
surgimiento y dominio del liberalismo en las denominaciones desde los 1880 hasta los 1930, fue financiado total-
mente por los evangélicos. Cuando los enemigos del Evangelio querían adquirir influencia, simplemente se hacían
cargo de colegios evangélicos e instituciones publicitarias, y los evangélicos necios continuaban pagando las cuentas
y financiándolos. Lo mismo está sucediendo en la actualidad en las denominaciones donde los evangélicos dan
dinero para apoyar misiones nacionales y extranjeras que están formadas principalmente por personal no evangélico.
No sólo que el evangélico transigente apoya a los falsos maestros a nivel práctico, sino que también los sella en su
condición engañada al no desafiarlos acerca de sus posiciones doctrinales.

Estas son las consecuencias de la desobediencia a Dios: Satanás se regocija, el Espíritu Santo se entristece, y
el Salvador es herido mucho más de lo que las palabras pudieran expresar. Si el comprometedor es un pastor o clérigo,
su congregación verá que su lider espiritual está dejando de lado una importante área de enseñanza bíblica y, por
consiguiente, la autoridad de la Biblia se verá más socavada todavía. Para ellos se ampliará más la brecha entre lo que
la Biblia dice y lo que los cristianos deben realmente hacer.
Las palabras de 2 Juan 11 son las propias palabras del Señor para condenar la transigencia. Dichas palabras
indican que la persona que se coloca a sí misma del ‘lado’ del enemigo debe ser considerada como culpable de un
grave pecado contra el Señor y su obra. El comprometedor se hace copartícipe del mal cometido por los falsos
maestros; por lo tanto, definitivamente hay culpabilidad por asociación.

‘Todo hermano que ande desordenadamente’:

La triste necesidad y deber de la separación secundaría están también afirmadas en 2 Tesalonicenses 3:6, 14
y 15, donde el apóstol Pablo indica que el rechazo intencional de los deberes fundamentales de la vida cristiana deben
enfrentarse con las críticas severas de la disciplina y la separación de la iglesia. En este capítulo, Pablo trata particular-
mente del problema de algunos miembros de la iglesia que no quieren trabajar. Pero antes de tratar de esta ofensa
específica, Pablo establece el principio que gobierna toda la disciplina, y separación de la iglesia.
Este principio es de importancia vital para este estudio porque gobierna la separación secundaria: el funda-
mento sobre el cual uno debe separarse a veces de los que son compañeros creyentes. El apóstol dice: “Pero os
ordenamos, hermanos, en el nombre del Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no
según la enseñanza que recibisteis de nosotros.”
La ‘enseñanza ’ consistía en todas las doctrinas y deberes vitalmente importantes que los inspirados apóstoles
predicaron y registraron. Incluía, como es lógico, los mandamientos esenciales de mantenerse separados de las reli-
giones falsas a toda costa. (Pablo usa la misma palabra en el capítulo anterior, v. 15, donde está claro que se refiere a
todas las doctrinas y deberes fundamentales de la fe, y no sólo a la obligación de trabajar para vivir.)
Cualquiera que era rebelde o insubordinado, y que ignoraba estas instrucciones apostólicas, debía ser adver-
tido, y si no se arrepentía, debían ‘separarse de él’.
Mucho peor que ‘ociosidad’:

El hecho de que Pablo aplica este principio a la ociosidad indica cuán importante es el aplicar la misma
disciplina a ofensas más serias. Si la iglesia debe expulsar a un hombre por vivir a expensas de los demás creyentes,
entonces cuánto más debería ejercitarse esta disciplina en el caso de un creyente que se sale de lo normal para
favorecer y ayudar a los enemigos del Señor.
Si la iglesia debe disciplinar a un hombre por haraganería personal, cuánto más deberá ejercitarse la discipli-
na, por el pecado de adulterio espiritual. Si un hombre debe ser disciplinado por ser un lastre financiero para su
congregación, cuánto más deberá ser disciplinado un hombre que intencionalmente menosprecia un mandamiento
primordial, lo cual conduce a la traición del Señor, al saqueo de la Verdad, y a la infección de la salud espiritual de la
congregación.

La alianza de Josafat:

El juicio sobre los que transigen con los enemigos de Dios es exactamente igual al que se enseña en otra parte
de la palabra de Dios. En 2 Crónicas 19:2, Dios reprendió al piadoso rey Josafat de Judá por el pecado de hacer una
alianza con Acab, rey de Israel, a un nivel tanto personal como militar. Cuando Acab le pidió a Josafat que fuera a la
guerra con él, le respondió: “Yo soy como tú, y mi pueblo como tu pueblo; iremos contigo a la guerra” (2 Crón.18:3).
Esta es exactamente la posición tomada por los evangélicos ecuménicos de hoy en sus relaciones con los no
evangélicos. Pero Dios condenó a Josafat y le envío un profeta que le dijo: “Al impío das ayuda, y amas a los que
aborrecen a Jehová? Pues ha salido de la presencia de Jehová ira contra ti por esto” 2 Crónicas 19:2).
A pesar de que más tarde Josafat reformó su conducta (durante la invasión de los moabitas), no obstante su
amistad y alianza con Acab le costó la pérdida de todos sus hijos por mano de su hijo mayor, y la posterior ejecución
de todos sus nietos.
El principio se hace penosamente claro de que cuando el pueblo de Dios se compromete con los enemigos
del Señor, comete un pecado tan serio que exige la intervención divina para salvaguardar el honor y la obra del Señor.

Las plagas de Babilonia:

El principio contenido en Apocalipsis 18:4 es también muy claro. A medida que se describe la corrupción y
fornicación de Babilonia, leemos:“Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes
de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas.”
Algunos dicen que Babilonia representa la Iglesia de Roma. Otros dicen que representa la sociedad pecadora
de todas las épocas. De cualquier forma el principio es el mismo; si el pueblo cristiano hace alianzas con los que son
enemigos del Señor, participa en los pecados de ellos, se contamina con sus enfermedades y atrae hacia sí la disciplina
de Dios.
Ningún evangélico transigente tiene la intención de entusiasmar a los enemigos de Cristo, pero el Señor
mismo dice que eso es precisamente lo que hacen. Cuando Dios prohíbe estas alianzas, sus hijos no deben desesti-
marlo jamás.
Los evangélicos que cooperan con los falsos maestros son definitivamente culpables de un mal terrible, según
las Escrituras lo aseveran repetidas veces. Por lo tanto, el separarnos de todos los que andan desordenadamente y
desobedecen al Señor en un asunto tan esencial y primordial como éste, es un deber de vital importancia a pesar de
que a menudo es algo personalmente difícil y muy triste.

“A ALGUNOS QUE DUDAN, CONVENCEDLOS”

Evidentemente, cuando hablamos de disciplina no debemos olvidarnos de que muchos creyentes ofenden
por ignorancia a los mandamientos de Dios, y debe haber una sincera y compasiva preocupación por “ganarlos” antes
de hablar de separación.
Numerosos evangélicos han sido guiados erróneamente por otros a identificarse con liberales y Católicos, y
necesitan aclaraciones sobre el asunto. La mayoría de las personas nacidas de nuevo se sienten instintivamente incó-
modas con respecto a la transigencia, pero quizás hayan sido alentadas hacia el error por ministros en quienes tenían
confianza.
También hay muchos evangélicos que no están muy apercibidos del alcance hasta el cual sus pastores y
denominaciones están comprometidos. Tenemos el deber de ayudar a esos creyentes para que vean lo que está mal y,
sensiblemente, guiarlos a que enfrenten seriamente la cuestión.
Quizás conozcamos a pastores jóvenes que están en denominaciones comprometidas y quienes recién ahora
están empezando a pensar bien en sus situaciones. Quizás conozcamos a pastores ancianos que tienen cargos pastorales
en lugares relativamente aislados, y a pesar de que sus iglesias están asociadas con denominaciones apóstatas, ellos
personalmente se han ‘desviado del camino trillado’ y alejado del contacto directo con la apostasía de sus denomina-
ciones. En tales casos, debemos cuidarnos de no juzgar a los hombres sin comprender sus situaciones. Debemos
siempre estar ansiosos por alcanzar, ganar y ayudar a otros creyentes cuando ellos tienen que enfrentar estas cuestio-
nes doctrinales.

Los que son obcecados:

No obstante, en estos días trágicos y desesperantes, hay también muchos pastores y clérigos profundamente
comprometidos, quienes ya han tenido más que oportunidad suficiente para considerar detenidamente las cuestiones
doctrinales. Otros pastores les han hablado de su transigencia, les han reconvenido, y hasta han orado por ellos. Pero
a pesar de estos esfuerzos, continúan indiferentes a los claros mandamientos del Señor. Parecen estar intencionalmente
determinados a desobedecer a Dios y alentar a sus congregaciones a que hagan lo mismo. No hay duda de que
debemos separarnos de tales individuos en obediencia a 2 Tesalonicenses 3, y orar de que, por la gracia de Dios, se
avergüencen de lo que están haciendo. Cuando hablamos de separación debe hacerse énfasis de que estamos pensan-
do en hombres o mujeres obcecados que han rechazado el mandamiento del Señor.
En 2 Tesalonicenses 3:14 el tema es expresado en estas palabras: “Si alguno no obedece a lo que decimos por
medio de esta carta, a ése señaladlo, y no os juntéis con él, para que se avergüence.”
Pablo enfatiza la forma de separación en el versículo siguiente: “Mas no lo tengáis por enemigo, sino amonestadle
como a hermano.” La suposición es que el individuo que anda desordenadamente es un verdadero evangélico. ¿Modi-
fica esto el nivel de la separación? De ninguna manera, porque el no tener compañía con alguno no es algo que puede
efectuarse en diferentes grados; siempre debe significar una separación definida.

Separación y advertencia:

No obstante, a causa de que el ofensor es un evangélico profesante, tenemos la obligación de hacer algo
además que separarnos; debemos amonestar a esa persona. Las palabras de Pablo no significan que oficiamente nos
separemos pero que extraoficialmente continuemos teniendo relaciones amistosas. Significan que nos separemos,
con un serio esfuerzo de advertir al ofensor del error de sus caminos. Debemos complementar nuestra separación con
la amonestación.
Amonestamos, del griego NOUTHETEO, ‘ponemos en mente’ y ‘advertimos’ al ofensor del error de sus
caminos. La disciplina de la Biblia se ha diseñado tanto para proteger la Verdad como para reformar, en el caso de ser
posible, a aquellos que pueden ser rescatados de su error.
Si todos los evangélicos fieles obedecieran a las Escrituras y no tuvieran compañía con los hermanos que
comprometen la doctrina, los transigentes pronto se avergonzarían y cambiarían sus caminos. Pero los que transigen
con la doctrina a veces continúan gozando de considerable cordialidad y respeto por parte de aquellos que procuran
mantener la separación escritural. Cuando sus libros reciben calurosas reseñas y sus puntos de vista son citados
continuamente, ¿es probable que alguna vez se sientan avergonzados de su conducta?
LOS ARGUMENTOS EN CONTRA DE LA SEPARACION DEL ERROR

A muchos cristianos creyentes sinceros se les ha enseñado que rechacen la separación sobre las bases que se
dan a continuación. Estos diez “argumentos”, según hemos oído, son los que se expresan más a menudo.
La mayoría de estos argumentos se tratan en más detalle en libros tales como Biblical Separation Defended,
por el Dr. Gary Cohen (Presbyterian and Reformed Publishing Company), y Biblical Separation: the Struggle for a
Pure Church, por el Dr. Ernest Pickering (Regular Baptist Press).

1. Deberíamos hacer cualquier cosa que logre oportunidades para el Evangelio. “No puede haber nada malo en
cooperar con los no evangélicos en las cruzadas evangelísticas y en denominaciones doctrinalmente mezcladas cuan-
do esto crea oportunidades para el Evangelio. Si el evangelista puede obtener un mayor número de oyentes cuando
unimos esfuerzos con los modernistas y
Respuesta: Esta forma de pensar descansa en la idea de que el fin justifica los medios. Si anda bien, entonces
debe ser correcto. Los resultados valen más que la pureza de los métodos que usamos. Sí un evangelista parece estar
ganando almas, entonces Dios debe estar con él, y el predicador no puede estar equivocado.
Sin embargo, la Biblia condena la actitud que dice: “Hagamos males para que vengan bienes” (Romanos
3:8). Un creyente jamás debe ignorar las reglas de la Biblia (en el asunto de la separación o en cualquier otra cuestión)
por el mero hecho de que su plan de acción parece funcionar.
El Señor, en su misericordia y gracia, a menudo continúa usando a su pueblo a pesar de que hacen lo malo y
entristecen a Dios, pero todavía tienen el deber de hacer que sus métodos se conformen a la Palabra de Dios.

La desaprobación de Dios:

Moisés desobedeció a Dios cuando (en la segunda ocasión) golpeó la roca para conseguir agua para el pueblo
de Israel (Números 20:7-13). No obstante, a pesar de su desobediencia, Dios honró esa acción y hubo agua para el
pueblo. Sin embargo, Moisés hizo mal, y más tarde tuvo que pagar por su desobediencia.
Dios condena a los de su pueblo, que se desvían “... para tomar consejo, y no de mí; para cobijarse con cubierta,
y no de mi espíritu... Que se apartan para descender a Egipto, y no han preguntado de mi boca; para fortalecerse con la
fuerza de Faraón... ¡Ay de los que descienden a Egipto por ayuda!” (Isaías 30:1-2; 31:1).
Los cristianos no deberían nunca aprovecharse de las bendiciones que reciben de Dios para interpretarlas
como un permiso para hacer lo que les place. Las bendiciones jamás nos eximen de la obligación de autoexaminarnos,
de ser obedientes y de reformarnos. (Vea, por ejemplo, Romanos 6:1-2 y Hebreos 3:7-10).
La obediencia es primordial en la vida del cristiano. El Señor ama la obediencia más que el sacrificio. El
Señor dice: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15). Y el apóstol Juan dice: “... no amemos de palabra
ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (l Juan 3:18).
La Biblia nos da reglas muy definidas, tanto para decidir con quiénes podemos tener comunión como con
quiénes no debemos cooperar en el evangelismo. Dios no quiere que usemos la ayuda de sus enemigos para reunir
multitudes. Dios no necesita la cooperación de los modernistas y Católicos. Dios llama a su pueblo a que trabaje
independientemente de los falsos maestros y que dependa únicamente del formidable poder del Señor.

2. El Señor Jesucristo nunca se separó de los falsos maestros. “Está bien cooperar y tener compañerismo con los que
no son del punto de vista evangélico porque Jesús lo hizo así. Jesús aceptó las insinuaciones e invitaciones de los
fariseos y líderes judíos cuando habló en el Templo y las sinagogas, y nunca se separó a si mismo de los falsos maestros
de su día.”
Respuesta: Este argumento es tan contrario al simple peso de los hechos que nos sorprende muchísimo
de que sea presentado siquiera. El Señor tenía el deber de entrar al Templo y las sinagogas de los judíos porque era el
legítimo Rey de ellos. Pero una vez que estuvo en esos lugares, Jesús, sin titubeo alguno se opuso, expuso y denunció
a los líderes religiosos, con el resultado de que hubo una hostilidad constante por parte de ellos y hasta varios intentos
por quitarle la vida.
Todos en Israel en esos días estaban bien apercibidos de la gran sima que separaba al Señor y los líderes
judíos. Compárese la conducta del Señor con la de los evangélicos ecuménicos de hoy. Cuando el Salvador visitó el
Templo, ¿tuvo compañerismo con los incrédulos fariseos y oró con ellos? ¿Dio la impresión pública de que había una
unidad espiritual e intercambió saludos cordiales con ellos? ¿Trabajó con ellos en comités y esfuerzos conjuntos?
La respuesta es que Jesús condenó públicamente a la mayoría de los maestros judíos como hipócritas ciegos
y los llamó generación de víboras. Los acusó de cerrar el Reino de los Cielos a los hombres, y les declaró que el Reino
también estaba cerrado para ellos. Se refirió a las oraciones de ellos como un pretexto hipócrita y condenó todas sus
prácticas religiosas. Les dijo que ellos eran los que destruían el verdadero mensaje de Dios y que (sin arrepentimiento)
no escaparían de la condenación del infierno.
Todo esto puede leerse en Mateo 23:13-33. En un discurso, el Señor pronunció por lo menos ocho ayes
sobre los líderes judíos a oídos abiertos de la multitud. En muchos otros discursos Jesús dijo cosas similares.

Disasociación constante:

Todo el ministerio del Señor Jesucristo estuvo opuesto a las falsas enseñanzas de los líderes judíos, y esto fue
(humanamente hablando) la base del odio de ellos contra él lo que condujo a la Cruz del Calvario. En casi todos sus
discursos públicos el Salvador hace alguna referencia para disociarse a sí mismo de los líderes judíos y los fariseos.
Ninguna persona que lea seriamente los Evangelios podrá dejar de ver la condenación del Señor contra los
falsos maestros (y el resultado) en casi todas las visitas que hizo al Templo y las sinagogas. Todas excepto una de las
visitas del Señor al Templo resultaron en una confrontación con los judíos y dos veces trataron de matarlo. Las visitas
a las sinagogas también produjeron hostilidad y antagonismo, con dos atentados más contra su vida.
¿Tiene todo esto algún parecido con la conducta de los evangélicos ecueménicos de la actualidad cuando
están en presencia de los que niegan el Evangelio? Cuando los evangélicos de hoy tienen compañerismo y cooperan
con los no evangélicos están haciendo exactamente lo contrario a lo que hizo el Salvador: están rechazando el ejemplo
del Señor, y jamás podrán justificarlo.

3. A los corintios y gálatas nunca se les dijo que se separaran. “Pablo nunca les dijo a los miembros ‘sanos’ de la
iglesia de Corinto que renunciaran de la congregación, a pesar de que esa iglesia estaba llena de problemas terribles.
Pablo tampoco aconsejó a los creyentes ‘sanos’ de las iglesias en Galacia a que se fueran, a pesar de que esas iglesias
virtualmente habían abandonado la fe.”
Respuesta: A pesar de sus defectos, la iglesia de Corinto afortunadamente no estaba infestada de herejías
doctrinales fundamentales, y sus problemas podían ser corregidos. Un problema serio era que toleraban a un ofensor
moral.
Como es lógico, Pablo no aconsejó que esa persona renunciara de la iglesia, porque les estaba ordenando que
expulsaran al miembro culpable. En cierto sentido, por lo tanto, Pablo estaba definitivamente aconsejando la separa-
ción.
Así es, en la Corintios 5:9-11, Pablo enseña muy claramente el deber de la expulsión o separación para toda
una gama de ofensas. Les dice a los corintios que aunque tenían que continuar relacionándose con gente pecadora en
el mundo, debían separarse de los que profesaban ser cristianos y cometían estas serias ofensas. Debían separarse de
los fornicarios, avaros, idólatras, maldicientes, borrachos y ladrones. Además, debían evitar a dichos ofensores a un
nivel social también y ni siquiera debían comer con ellos.
En su segunda carta a los corintios, Pablo da el poderoso mandamiento de separarse de las falsas religiones,
lo cual ya ha sido considerado en estas páginas. ¡Las cartas a los corintios están tan llenas de instrucciones acerca de la
separación, que nos deja perplejos que la situación en Corinto se haya usado como una justificación para oponerse a
la separación!
En el caso de las iglesias de Galacia, esas eran iglesias jóvenes que habían sido visitadas y perturbadas por
falsos maestros. Pablo sabía muy bien que la mayoría de los miembros de estas iglesias eran gente verdaderamente
convertida, por lo tanto los reprende, y apela poderosamente para que ellos vuelvan a la Verdad.
Al mismo tiempo les manda que no tengan nada más que ver con los falsos maestros. En Gálatas 1:8-9, Pablo
declara que los falsos maestros deben ser anatematizados (excomulgados). En Gálatas 5:12, Pablo refuerza esto di-
ciendo que los falsos maestros deben ser cortados, lo cual, literalmente significa ‘amputados’, y denuncia a tales
maestros en los términos más severos.
Solo nos resta repetir, que a la luz de la vehemencia de sus mandamientos de separarse del error en las
epístolas a los corintios y gálatas, es completamente desconcertante que los que se oponen a la separación hayan
escogido dichas epístolas para justificar el punto de vista de ellos.

4. Los profetas de la antigüedad se quedaron en las comunidades descarriadas. “La separación está mal porque los
profetas de la antigüedad fueron llamados a quedarse y ministrar dentro de Israel a pesar de que esa nación era
desobediente y estaba lejos de Dios. El ejemplo de ellos muestra que uno puede predicar contra el error de una
comunidad mientras permanece dentro de ella.”
Respuesta: Este argumento es tan sorprendente como el anterior, porque los profetas no podrían haber sido
más independientes del sistema religioso establecido de lo que lo fueron, ni tampoco podrían haberse desasociado a
sí claramente de los malvados líderes y de los falsos maestros.
En los días del Antiguo Testamento, Dios los llamó a permanecer dentro de Israel porque el país era una
combinación conjunta de Estado e Iglesia. Pero parte del mensaje de ellos era advertir a Israel de que Dios pronto
pondría fin a este arreglo porque era ofensivo para él (ver, por ejemplo, Jeremías 31:31-34). Los profetas predijeron
que en los días del Nuevo Testamento la verdadera iglesia sería llamada a salir del Estado de Israel y sería separada. Los
evangélicos de hoy quieren hacer que la cronología vuelva a los días del Antiguo Testamento.
Debe subrayarse que los profetas jamás cooperaron con los falsos maestros. Los profetas denunciaron a los
que adoraban ídolos, y se pusieron en contra de los reyes malvados. Podemos pensar en Elías, Jeremías y Ezequiel, y
en el sufrimiento que estos profetas tuvieron que soportar por mantener sus posiciones independientes.
Todos los profetas de la antigüedad se pusieron en contra de los males prevalecientes del pueblo y sufrieron
las consecuencias. Ninguno de ellos hizo las paces con los líderes impíos ni con los profetas de Baal, y la idea de que
tuvieron compañerismo espiritual con tales personas, o de que cooperaron de alguna forma, no puede considerarse
como una exposición seria del mensaje de la Biblia.

5. La Biblia hace de la creencia en la deidad de Cristo la única prueba del compañerismo. “La Biblia autoriza la
separación solo cuando la deidad de Cristo es negada. 2 Juan 7 define al falso maestro como alguien que niega que
Jesucristo ha venido en carne. Todos los que reconocen que Jesucristo ha venido en carne son aceptables para la
comunión y cooperación, sin tener en cuenta sus puntos de visto sobre otras doctrinas.”
Respuesta: Según este punto de vista de 2 Juan 7, no debemos separarnos de los liberales (que niegan la
infalibilidad de la Biblia) ni de los Católicos (que niegan las doctrinas esenciales y evangélicas de la Biblia), ni
considerarlos como falsos maestros mientras ellos crean en la deidad de Cristo. ¿Es este un entendimiento correcto de
2 Juan 7?, que dice: “Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en
carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo.”
El hecho es que 2 Juan 7 ha sido arrancado del contexto y usado para justificar el compañerismo que es
llanamente condenado tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento.
La declaración de Juan debe tomarse en forma seria y lógica. ¿Qué implica realmente la aceptación de la
deidad de Cristo? Si una persona realmente entiende y cree que un miembro de la Divinidad vino al mundo en la
carne, inevitablemente creerá en las consecuencias de ello. Creerá que cada palabra que Cristo habló es infalible y
debe obedecerse. Creerá implícitamente en la impecabilidad de Cristo, en su poder, sus milagros, y su propia expli-
cación de su misión.

Cínicos incrédulos:

¿Cómo puede alguien realmente creer que Cristo era Dios y, al mismo pensar que él es falible y está equivo-
cado en algo? ¿Cómo puede alguien realmente comprender que Cristo era Dios y hacer caso omiso a sus propias
palabras que explican el significado de su muerte? Si, por consiguiente, somos confrontados por alguien que es
teológicamente liberal y que niega la infalibilidad de las palabras de Cristo, que no cree en los milagros y rechaza la
expiación de Cristo, no debemos decir, “Limitemos nuestros requisitos a lo mínimo y simplemente preguntémosle si
cree en la deidad de Cristo.”
No hace falta que nos molestemos en preguntarle sus puntos de vista sobre la deidad de Cristo porque su
incredulidad habla más elocuentemente que sus palabras. No puede creer seriamente y verdaderamente que Jesucris-
to ha venido en carne, y de ninguna manera debemos brindarle nuestro reconocimiento y aprobación espirituales.
Si miramos más detenidamente lo que dice Juan, notaremos que el apóstol no sólo otorga al Señor su
nombre terrenal, sino también su título. Juan condena a todos esos maestros “que no confiesan que Jesucristo ha
venido en carne.”
El término Cristo, o sea el ungido, siempre se usa en la Escritura para indicar al Mesías que salvaría a los
hombres de sus pecados. Cada vez que se menciona la palabra Cristo es como el doblar de una hermosa campana que
anuncia la obra que el Salvador consumó en el Calvario.

La suficiencia total de Cristo:

Por lo tanto, Juan incluye en su clasificación de falsos maestros a los que no creen que ya ha venido el que
Dios designó para que llevara nuestros pecados, el que consumó la propiciación perfecta por todos nuestros pecados
y nuestro único Sacerdote. Cualquiera que pretende ser cristiano pero no cree que en el Calvario Jesucristo logró la
satisfacción completa por el pecado y que su obra es el único fundamento para el perdón de todos los pecados, no está
enseñando la Verdad.
Aquí nos recordamos que la posición oficial de la Iglesia Católica Romana está totalmente opuesta a dicha
enseñanza evangélica. La doctrina católicorromana contradice llanamente lo único que es suficiente de la obra de
Cristo y la justificación por la fe solamente, pero es sobre este punto que el apóstol Juan insiste con vehemencia.
Juan no quiere decir con eso de que nosotros debemos preguntar, como mera cosa técnica, ¿Cree usted que
Jesucristo vino en carne?” Juan nos da una prueba eficiente y adecuada del credo de un hombre. Juan quiere que
nosotros formulemos la pregunta siguiente: ¿Cree usted que el infalible realizador de milagros, el Hijo de Dios, vino
para sufrir y morir en el Calvario para llevar nuestros pecados y para ser nuestro único y omnisuficiente Sacerdote y
Mediador? ¿Cree usted que por confiar solamente en él (y no en usted mismo ni en su iglesia o en ningún sacramen-
to) sus pecados serán gratuitamente lavados y que su alma será instantáneamente salvada?”
Si dicha pregunta no puede ser contestada positivamente, entonces nuestro deber será mostrarle a esa perso-
na, tan cariñosa y tiernamente como podamos, el maravilloso amor de Dios en Cristo, pero no brindarle nuestro
reconocimiento y compañerismo. Nuestro deber es mostrar a hombres y mujeres las implicaciones cabales de la
deidad de nuestro Señor, no sellarlos en la oscuridad de sus almas al darles la aprobación espiritual.

Una fórmula evasiva para la transigencia:

A la pregunta de prueba de Juan se la ha tergiversado para que sea una pregunta evasiva y superficial carente
de sus implicaciones lógicas. Pero esta es la técnica que muchos evangélicos han adoptado con el fin de justificar su
transigencia y cooperación con los falsos maestros.
¿Qué se imaginan los evangélicos ecuménicos que Juan quiere decir con las palabras que siguen a este sépti-
mo y muy abusado versículo, “Cualquiera que no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios” (2 Juan 2:9)? ¿Qué
quiere decir Juan con “la doctrina de Cristo” ? Evidentemente quiere decir toda la doctrina: que Cristo vino en carne,
sufrió y murió en el Calvario por los pecadores, y se convirtió en el Mediador y Salvador perfecto y omnisuficiente
para los que vienen a Dios por él.
La expresión ‘doctrina de Cristo’ incluye toda la verdad acerca de su persona inmaculada, su infalibilidad, su
conocimiento y enseñanza perfectos, sus milagros, y su autoridad completa sobre su iglesia por todos los siglos. Juan
dice que si un hombre rechaza la doctrina de Cristo, ese hombre no debe ser considerado como verdadero cristiano
y la gente debe ser advertida de que el tal es un falso maestro.
La cooperación con los modernistas y Católicos es contrario a la Biblia y muy doloroso para Dios, y el uso
que los evangélicos ecuménicos han hecho de 2 Juan 7-9 es tan superficial y falto de erudición que puede considerarse
como una imitación burlesca de la exégesis seria y honesta de la Sagrada Palabra de Dios.

6. La separación es el pecado de fomentar un cisma: “La separación es mala porque es el pecado cismático que es
condenado en 11 Corintios 1:10, donde Pablo ordena ‘y que no haya entre vosotros divisiones’ (del griego ‘schisma’).
Por lo tanto, bajo ninguna circunstancia debemos dividir o perturbar a la Iglesia de Dios.”
Respuesta: La primera respuesta a este argumento es simplemente completar la cita de 1 Corintios 1:10.
Pablo ruega: “que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente
unidos en una misma mente y en un mismo parecer.”
Debemos preguntarnos, ¿estaba el apóstol Pablo de acuerdo con los idólatras a quienes llamó “incrédulos
inicuos”? ¿Estaba perfectamente unido en una misma mente y en un mismo parecer con los judaizantes (a quienes él
condenó), con los falsos maestros incrédulos (de quienes ordenó la separación) o los fornicarios (a quienes excomul-
gó)?

Es evidente que el Espíritu Santo (hablando por medio de Pablo) exige la unidad entre los que pueden unirse
en mente y parecer, porque aman y creen el mismo Evangelio. Está mal aplicar el versículo para promover la unidad
con falsos maestros puesto que se nos manda que no estemos de acuerdo con ellos.
Debemos aclarar un punto adicional acerca de las divisiones. Cisma es un término que cubre cualquier
forma de división que sea totalmente injustificada, tal como la que es causada por rencillas sin importancia, el mal
temperamento, un espíritu que no perdona, el buscar el bien propio, el orgullo, los celos, un espíritu parcial, la falta
de amor, etc. Cualquier separación que se haga en obediencia al claro mandamiento de la Escritura (debido a la falsa
doctrina o algún otro error serio) de ninguna manera puede considerarse como el “pecado del cisma.”

7. El trigo y la cizaña deben crecer juntos. “Es nuestro deber quedarnos en las denominaciones, no importa cuán
malas lleguen a ser, y también cooperar en nuestro evangelismo con los que no comparten nuestros puntos de vista
evangélicos, porque el Señor nos dice que su Iglesia, tarde o temprano, va a contener elementos buenos y malos hasta
el Día del Juicio. La parábola del trigo y la cizaña nos dice que no hagamos esfuerzos por asegurar una iglesia pura,
sino que dejemos que los dos crezcan juntos hasta la siega.”
Respuesta: Los que usan este argumento a favor del inclusivismo no tienen en cuenta la interpretación que
el mismo Señor nos da de su parábola. Aparentemente, piensan que el campo en el cual el trigo y la cizaña crecen
juntos representa la iglesia. Por lo tanto, llegan a la conclusión de que la parábola está hablando de la iglesia cuando
dice que los cristianos y los que no son salvos continuarán viviendo juntos hasta la siega. Sin embargo, en Mateo
13:38 el Señor nos dice que el campo representa el mundo, no la iglesia. La parábola no habla de la iglesia en
absoluto.
Este error elemental en la exposición de la parábola ha conducido a una enseñanza que contradice muchos
pasajes del Nuevo Testamento. Versículo tras versículo nos instan a que nos cuidemos de las falsas enseñanzas, a
mantenerlas fuera de nuestras congregaciones y a rechazar a los que son responsables de las mismas.

8. El Señor oró por la unidad entre todos los creyentes, no por la separación. “Está bien trabajar con los que
profesan ser cristianos, ya sean evangélicos o católicorromanos, porque el Señor oró por dicha unidad en Juan 17:21.
El Señor jesucristo oró: “Para que todos sean uno; para que el mundo crea que tú me
enviaste.” La separación siempre divide y es, por lo tanto, lo opuesto a lo que el Salvador desea y por lo que él ora.”
Respuesta: ¿Por quienes oraba el Salvador? ¿A quiénes quería ver unidos en perfecta unidad el Señor Jesucris-
to? ¿Oraba por todos los que dicen ser cristianos?
Evidentemente el Señor no oraba por los que “profesan ser cristianos”, quienes le dirán en el Día del Juicio:
“Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre... y en tu nombre hicimos muchos milagros?”, porque les dirá, “Nunca os
conocí, apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 17:22-23).
Cuando leemos la oración del Salvador en Juan 17, descubrimos que oraba específicamente por los que
tienen vida eterna y conocen a Dios (v. 3); que han venido a Cristo y guardan su Palabra (v. 6); que han recibido la
Verdad (vv. 7-8); que no son del mundo (vv. 14 y 16); que son uno con la Divinidad (v. 21); que han gustado de la
gloria de Dios (v. 22); que son habitados por Cristo (v. 23); que definitivamente irán al cielo (v. 24); y que tienen el
amor del Señor en ellos (v. 26).

Una oración “exclusiva”:

En otras palabras, se hace perfectamente claro que la gran oración de nuestro Señor era exclusivamente para
las personas que han nacido de nuevo que le conocen y le aman, y que creen implícitamente en su Palabra. En Juan
17, el Señor definitivamente no hizo peticiones a favor de teólogos liberales, etc. Jesús no oró por los sucesores
espirituales de Judas, el hijo de perdición (v. 12), ni por ningún otro que niega al Señor o su Palabra.
La unidad por la que oró el Señor Jesucristo es una unidad que sólo puede existir entre creyentes, porque el
Señor ora para que su pueblo sea uno, de la misma forma que el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo son uno. Orando,
Jesús pidió “para que sean uno, así como nosotros somos uno” (v. 22). Los miembros de la Deidad están unidos en la
Verdad y en la vida espiritual. Los miembros de la gloriosa Divinidad jamás podrían encontrarse creyendo cosas
diferentes ni representando puntos de vista diferentes.
Si somos cristianos Evangélicos sólo podemos tener unión espiritual con los que están con nosotros en la
Verdad, y jamás debemos pretender de que hay alguna unidad espiritual entre nosotros mismos y los que no han
encontrado a Cristo o los que niegan su Evangelio. La unidad espiritual debe ser exclusivamente “en la Verdad.”

9. El Señor nos dijo que no juzguemos a los demás. “No podemos separarnos de otros que profesan ser cristianos
porque el Señor dijo que no debemos Juzgar a los demás. Los que son separatistas poseen un espíritu censurador y
condenan a los demás de una manera que el Señor nos prohibió cuando dijo, ‘No juzguéis, para que no seáis juzgados’
(Mateo 7:1).”
Respuesta: Los que presentan este argumento no han convenido con los numerosos pasajes de las Escrituras
que nos mandan practicar discernimiento a fin de protegernos contra los falsos maestros. Por ejemplo, la Juan 4:1
dice: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos Profetas han salido
por el mundo.” También Romanos 16:17 “Y os ruego hermanos, que miréis los que causan disensiones y escándalos contra
la doctrina que vosotros habéis aprendido; y apartaos de ellos.” (Romanos 16:17)
En Mateo 7, el Señor está hablando acerca de la censura hipócrita. Jesús en foca la atención particularmente
sobre los individuos que critican a los demás por hacer cosas que, ellos mismos hacen, y que no logran darse cuenta
de la viga que está en el propio ojo de ellos. El Señor no está hablando aquí de nuestra obligación de ejercitar
discernimiento.

“Guardaos de los falsos profetas”:

Los que usan Mateo 7:1 para proscribir el discernimiento cristiano deberían continuar leyendo hasta los
versículos 15 al 23 en el mismo capítulo. En el v. 15 el Señor manda que nos cuidemos de los falsos profetas que
vienen a nosotros con vestidas de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. ¡Jamás debemos permitir que los lobos
lleguen a las ovejas!
Luego el Señor dice que podremos discernir a los falsos maestros por sus frutos, dándonos una guía en
cuanto a cómo debemos discernir a los que son lobos. Los liberales publican mucho ‘fruto’ en forma de libros que
niegan la fe. Los Católicos celebran la Misa, etc.
En Mateo 7:21-23 el Señor nos advierte acerca de muchos que pretenden hacer cosas en su nombre, pero
que son obradores de iniquidad, y él no tiene absolutamente nada que ver con ellos. ¿Podría el Salvador mandar que
su pueblo siguiera una política contraria? Si los que usan el argumento citado anteriormente tan siquiera leyeran todo
el capítulo 7 de Mateo, descubrirían que, trágicamente, han entendido mal las palabras del Salvador y han hecho que
enseñe lo opuesto a lo que él enseña a lo largo del resto de dicho capítulo.

10. A la Sardis muerta, el Señor le dice, afirma las cosas. “Apocalipsis 3:2 nos dice que nos quedemos en nuestras
denominaciones no importa los puntos teológicos decadentes de la mayoría de los pastores e iglesias que haya en
ellas. Nuestro deber es sostener en alto la Verdad en los lugares más oscuros y así ‘afirmar las cosas.’ Estas palabras
fueron dirigidas a Sardis, que en sí misma era una iglesia muerta. Se nos llama a vivir el resto de nuestras vidas como
una minoría fiel, si es necesario.”
Respuesta: Los que presentan este argumento suponen que la iglesia de Sardis estaba doctrinalmente muer-
ta. Pero la iglesia de Sardis parece haber sido de creencias ortodoxas. No había negado las doctrinas fundamentales de
la fe que salvan el alma, y gozaba de una reputación de ser sólida.
Sardis fue reprobada porque la congregación, a pesar de ser nominalmente sana, estaba virtualmente muerta
en términos de vida y vitalidad espirituales. Las personas estaban firmes, pero firmemente dormidas. A Sardis no se
le dijo que disciplinara a los herejes y que reformara su posición doctrinal; se le dijo, ¡Despiértate!’
El mandamiento “Afirma las otras cosas” quiere decir: “Muevan las brasas de la vida espiritual que se están
apagando; prediquen el Evangelio y caminen con el Señor. Acaben con el frío formalismo y la reincidencia.”
Es particularmente significativo que a la iglesia de Sardis se le haya dado sólo un breve tiempo para arrepen-
tirse y convertirse en una congregación verdaderamente seria y dedicada.
El hecho de que a una iglesia técnicamente ‘sana’ se le haya dado un breve tiempo para arrepentirse, difícil-
mente sea de aliento para que los Evangélicos se pasen toda la vida (y ministerios) en iglesias completamente apósta-
tas.

El mandamiento a la acción urgente:

Las cartas a las otras iglesias en Apocalipsis 2-3, indican que el Señor exige que se le dé atención inmediata a
las falsas doctrinas en sus iglesias. A las iglesias se las reprende severamente por tolerar a falsos maestros por cualquier
período de tiempo. ¿Es esto consecuente con la idea de que los creyentes deberían quedarse el resto de sus vidas en un
medio ambiente apóstata?
La frase en Apocalipsis 3:2, “Afirma las otras cosas”; con toda seguridad que nunca tuvo la intención de
justificar la transigencia. Dicho sea de paso, el sacar a este versículo del contexto para usarlo de esa manera sería como
caminar en punta de pies por un campo de minas explosivas, representado por los versículos circundantes, todos los
cuales proclaman la más severa censura por parte de Dios con respecto a una situación doctrinalmente confusa en sus
iglesias.
Cualquier lector que con una mente imparcial evalúe los argumentos en contra de la separación, pronto
estará de acuerdo en que constituyen un caso sorprendentemente débil y mal considerado. Cuando pastores capaci-
tados y talentosos se ven obligados a recurrir a argumentos como los antedichos, esto sirve para mostrar que la Biblia
es consecuentemente clara en su insistencia con respecto al deber de la separación.

LA SEPARACION ES POSITIVA, NO NEGATIVA

Para muchas personas el mandamiento a la separación constituye un requisito muy negativo, pero en reali-
dad es uno de los aspectos más positivos de la obediencia en la vida Cristiana.
La separación bíblica puede definirse muy simplemente como la obediencia a los grandes textos de “no
tocar” de las Escrituras. Es positiva porque garantiza la seguridad y pureza doctrinales de las iglesias, así como tam-
bién sus bendiciones en el servicio del Señor.
La separación puede verse en una luz más positiva cuando consideramos algunos términos equivalentes, o
sinónimos. En vez de la palabra separación, podemos usar la palabra devoción, la cual habla de que estamos exclusi-
vamente comprometidos a alguien o algo. Es un sinónimo razonable, porque separación significa que estamos exclu-
sivamente del lado del Señor y que no prestamos servicio de ninguna clase a sus enemigos. Estamos verdaderamente
dedicados a él.
La palabra devoción comunica una hermosa y positiva fidelidad al Señor, y esto es exactamente lo que
significa separación. Otros sinónimos de separación ayudarán a resaltar el aspecto positivo de este término. Podemos
pensar en compromiso, lealtad, fidelidad y legitimidad. Todas estas palabras describen cómo los maridos y las esposas
deberían amarse y cuidarse, unos a otros, manteniéndose fieles mutuamente y exclusivamente el uno para el otro.
Dichas palabras son también sinónimos perfectos de separación para el Señor. Separación significa que amamos al
Señor, y le vamos a obedecer y servir con todo nuestro corazón, alma y fuerza. Nos vamos a mantener alejados de las
cosas que él odia y permanecer fieles a él, no importa las insinuaciones y propuestas que nos hagan los falsos maestros.
El mandamiento a la separación en 2 Corintios 6, termina con esta promesa (v. 17-18) “Y yo os recibiré, y seré
para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.” En realidad, el Señor dice: ‘Quiero
recibirlos, quiero que sean exclusivamente míos. Estoy avergonzado de las alianzas de ustedes. No puedo moverme
entre ustedes y bendecirlos como quisiera. No puedo manifestar mi presencia entre ustedes. Ansío moverme entre las
congregaciones de ustedes y bendecir a todas sus familias de una manera poderosa.’
Motivo de aflicción al Espíritu:

‘Ustedes les rinden homenaje a los que son mis enemigos, y buscan la ayuda de los que odian mi Palabra.
Tocan la música de un mundo caído y les sonríen a los que son totalmente mundanos. Me han hecho salir avergon-
zado de mis propias iglesias y han afligido a mi Espíritu hasta ahuyentarlo.’
‘Quiero amarlos y abrazarlos y moverme entre ustedes pero no puedo hacerlo de una forma integral hasta
que se separen de las cosas que me son ofensivas. Cuando demuestren que verdaderamente me aman, yo voy a venir
a ustedes.’
¿Cómo podemos trabajar y cooperar con los que desprecian la Palabra y rechazan la suficiencia del Calvario?
La separación del error es el único acto positivo y real de verdadero compromiso y lealtad al Señor y su propia Palabra.

EN EL EVANGELISMO O LAS ASOIACIONES DE IGLESIAS, ¿DEBERIA LA UNIDAD ESTAR ANTES


QUE LA VERDAD? ¿ES EL AMOR MAS IMPORTANTE QUE LA DOCTRINA?

Es evidente que los escritores neo-evangélicos más prominentes en el mundo evangélico creen que nuestra
meta principal debe ser eliminar las distinciones doctrinales y enfatizar la unidad entre los que dicen ser cristianos.
Según la opinión de ellos, debe haber una reducción al mínimo de las diferencias doctrinales para darles a los cristia-
nos un frente unido que impresione al mundo y así asegurar que le presten atención.
Esta posición, no importa cuán atractiva e impresionante sea exteriormente al observador superficial, es un
desastre cuando se la mira a la luz de la Escritura. La gran comisión de nuestro Señor Jesucristo tiene un énfasis muy
diferente, que está en contradicción total a la filosofía del evangelismo ecuménico.
La gran comisión no dice, ‘Hagan discípulos de todas las naciones por cualesquier medios o métodos que se
les pueda ocurrir.’ Nuestro Señor fue mucho más específico en cuanto a cómo debía hacerse su obra en este mundo.
La gran comisión también contiene el mandamiento de traer a los convertidos inmediatamente a un progra-
ma de enseñanza. Nótese cuan definitivamente se enfatiza esto en las palabras del Señor Jesús: “Enseñandoles que
guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28:20).
En otras palabras, la Escritura entera es la base de esta instrucción, y este debe ser el énfasis supremo de la
gran comisión en cuanto a prioridades. Es una responsabilidad vitalicia que se le asigna al pastor/maestro, bajo el
Espíritu de Dios, de instruir al nuevo convertido en todo el consejo de la Verdad que Dios nos ha revelado.

La comisión de Dios minimizada:

Esta es la gran tarea que, en el evangelismo ecuménico moderno, ha sido minimizada hasta el punto de
desaparecer totalmente. La nueva meta es guiar a la persona a Cristo y luego dejarla ir para que ‘escoja una iglesia de
su elección’ (o ninguna iglesia, si así lo prefiere). Al convertido se lo deja al cuidado del Espíritu Santo. El neo-
evangélico ha hecho su trabajo de evangelizar al mundo mediante las técnicas fáciles de la metodología del siglo
veinte.
Una de las ideas básicas de la filosofía actual del evangelismo ecuménico es que el amor es realmente más
importante que la doctrina. Los escritores neo-evangélicos nos dicen que la doctrina divide, mientras que el amor
unifica.
¿Qué dice la Biblia con respecto a esto? Les realmente cierto que en el Nuevo Testamento el amor es más
importante que la doctrina, o la Verdad? En el llamado capítulo del ‘amor’ de 1 Corintios 13, se nos dice lo siguiente:
“Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (agape).
Algunos dicen, “¡Esto lo resuelve todo el amor es supremo!” Pero cuando examinamos más detenidamente
ese capítulo, descubrimos que la Verdad también está mencionada en el mismo. En el versículo 6 se nos dice que, el
amor se goza de la verdad. En otras palabras, la fe, la esperanza y la verdad son virtudes pero la Verdad tiene una
posición totalmente diferente. Es el marco de referencia, el fundamento, la atmósfera sin las cuales las virtudes tales
como el amor no pueden existir de ninguna manera.
El amor se goza de la verdad. ¿Por qué? Porque sin la Verdad para definirlo, para interpretarlo, para proteger-
lo, para guiarlo, para canalizarlo entonces, el amor puede convertirse en un desastre total. No nos atrevemos a colocar
la Verdad en el mismo nivel de las virtudes. Las virtudes se marchitarían y morirían si no fuera por la Verdad.
Es difícil imaginar que la vida en este planeta pudiera existir sin el agua. El agua es absolutamente imprescin-
dible para la vida, mientras se mantenga dentro de los conductos apropiados, dentro de sus canales, acueductos y
tuberías correspondientes. Pero cuando el agua se sale del control, se convierte en la segunda peor catástrofe que
puede ocurrirle a este planeta, con el fuego en primer lugar. Por una parte, es una bendición esencial absoluta, pero
por otra puede convertirse en un desastre casi total. Así es también con el amor.
La definición que Dios da del amor:

El amor sin la definición divina (los canales revelados por Dios dentro de los cuales debe fluir) se convierte en
la cosa más horrible del mundo. Puede destruir a millones de seres humanos, y puede ser reducido a un sentimenta-
lismo satánico. Obsérvese lo que sucede dentro de un hogar cuando una madre o padre muestran amor hacia un hijo
rehusándose a disciplinarlo. En el nombre del amor el hijo es destruido, como el libro de Proverbios lo explica
claramente.
Según lo define Dios, el amor hace por una persona aquello que es lo mejor para ella a la luz de la eternidad,
no importa cuál sea el costo. Así es como lo define Dios. De alguna manera, cuando se trata del evangelismo mun-
dial, mucha gente se ha olvidado de las definiciones divinas y ha caído en el sentimentalismo. Debemos considerar
algunos pasajes claves de las Escrituras para ilustrar la diferencia entre el amor y la Verdad.
“Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permanecíereis en mi, palabra, seréis verdade-
ramente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31). El Señor Jesucristo dijo que la
libertad final sólo puede lograrse mediante la sumisión total y la rendición incondicional a la Verdad. Aquí no hay
nada con respecto al amor.

El amor obedece a la Verdad:

Hay muchos que hablan de un modo vehemente de su amor por Jesucristo y por los perdidos. Leamos la
declaración cortante que nuestro Señor da en los versículos 15, 21, 23 y 24 de Juan 14, cuando hace énfasis en que la
obediencia a la Verdad es la mejor forma del amor: “Si me amáis, guardad mis mandamientos ... el que tiene mis
mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama... el que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos
a él, y haremos morada con él... el que no me ama, no guarda mis palabra.. ”
Esto es lo que podemos llamar la prueba de fuego del amor. ¿Obedece la persona los mandamientos del
Señor Jesucristo? En realidad no hace ninguna diferencia que hablemos mucho de nuestro amor si no estamos
obedeciendo a Cristo. ¿No es esto una tragedia en los hogares, cuando ocasionalmente, los hijos le dicen a la madre
o al padre, ‘Te amo’, y le escriben estas palabras en una tarjeta de cumpleaños o para navidad? Sin embargo, muchos
padres sienten verdadera aflicción porque durante todo el año, o por lo menos durante largos períodos de tiempo,
esos mismos hijos muestran muy poca obediencia o respeto, y esas palabras sentimentales, por lo tanto, significan
muy poco o nada.
La obediencia es lo que vale, no las palabras. La obediencia sin amor es teóricamente posible, pero el amor sin
obediencia es imposible. Es un substituto satánico del plan de Dios. En Juan 21 se nos da un ejemplo de alguien que
decía mucho acerca de su amor por Jesús, pero cuando tuvo que demostrarlo, la obediencia brillaba por su ausencia.
Esa persona, por supuesto, se llamaba Pedro. Insistió en que su fidelidad jamás vacilaría, diciendo: ‘Aunque todos los
discípulos te traicionen, yo permaneceré fiel. Tú puedes contar conmigo.’

El amor enseña la Verdad:

Pero cuando vino la presión, su resolución se desvaneció, negó a su Señor, y cuando Jesús lo miró en el patio,
Pedro salió del lugar y lloró amargamente. Después de la resurrección, estando a orillas del mar de Galilea, el Señor
Jesucristo enfrentó a Pedro, muy cariñosamente, pero en verdad, y le dijo: “Simon, hijo de Jonás, ¿me amas más que
éstos? ¿me amas realmente más que estos otros discípulos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. El le dijo: Apacienta
mis corderos... Pastorea mis ovejas... Apacienta mis ovejas” (Juan 21:15
¿Cómo expresamos amor al Señor Jesucristo, según la lección que nos da esta confrontación? Apacentando
sus ovejas, como también lo ordenó en la gran comisión: instruyendo a su pueblo y adiestrándolo en todo el consejo
de Dios, “enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado.”
Hechos 20 provee un buen ejemplo de un apóstol que obedeció la gran comisión del Señor Jesucristo. A
pesar de que no dice nada del amor por el pueblo efesio en este pasaje, Pablo mostró el amor supremo de cualquier
discípulo hacia esos creyentes. ¿Qué hizo por ellos? ¿Les dijo, ‘Los amo, los amo, los amo’? Hechos 20:26 y 27 nos
dan la respuesta: “Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos;’ porque no he rehuido a
anunciaros todo el consejo de Dios.”
Pablo había estado predicando por tres meses, y después que algunos habían hablado en contra de su men-
saje, decidió separarse con los discípulos para continuar reuniéndose en la escuela de Tirano. En este lugar, por dos
años, instruyó a ese grupo en todo el consejo de Dios. Tratemos de imaginar el adiestramiento prolongando, inten-
sivo y profundo que esos ancianos efesios deben haber experimentado a través de Pablo.

El amor no excluye nada:

El resultado fue, “ ... que todos los que habitaban en Asía, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús.”
Todos en la provincia oyeron el verdadero mensaje acerca de Cristo porque Pablo basaba su evangelismo en las
instrucciones doctrinales claras y sanas de esa banda de pioneros. Esa es la clave divina para el evangelismo mundial.
El evangelismo moderno al estilo ecuménico habría llegado a la ciudad de Efeso, habría proclamado un
mensaje simplificado, no conflictivo y pulido, y luego hubiera salido apresuradamente para ir a otra ciudad. No era
fácil para Pablo predicar el material doctrinal que enseñaba a esos creyentes en Efeso. Pablo trató de doctrinas que
eran conflictivas, ofensivas y divisivas, por lo cual les dijo, ‘no he rehuido anunciaros...’ Recordemos las palabras de
Gálatas 1:6-8: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir
un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo.
Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.”
¿Por qué ser tan brusco y quizás poner en peligro la cariñosa relación que él gozaba con esa iglesia? Se hacía
necesario el riesgo de convertirse en el enemigo de ellos, como Pablo nos dice en Gálatas 4, a fin de decirles la Verdad.
Un pasaje en Efesios 4 nos dice cómo lograr el equilibrio perfecto. Nótense los dones que Dios ha dado a la
verdadera iglesia, el cuerpo de Cristo, para el servicio y ministerio en esta época. “Y El mismo constituyó a unos,
apóstoles; a otros, profetas; a otros evangelistas; a otros, pastores y maestros” (Efesios 4:11).
Cada uno de estos dones en la forma de una persona es una persona doctrinal. Todas ellas están totalmente
involucradas en la Verdad. Todas estaban totalmente involucradas en predicar, enseñar y disciplinar a la luz de la
Verdad revelada. En el Nuevo Testamento no hay ninguna clase de enseñanza que sug¡era que el amor es más impor-
tante que la doctrina o la Verdad.
En este pasaje, el versículo 15 se refiere al amor cuando dice, “siguiendo la verdad en amor.” El amor es la
forma y el método de hablar o seguir la Verdad. El amor es el siervo de la Verdad. Hace que sea más fácil de recibir,
absorber y digerir. Pero jamás debe permitírsele que eclipse o ponga a un lado la Verdad.
La Verdad de Dios no puede cambiar jamás, pero la Verdad de Dios en las manos de mensajeros humanos es
una cosa muy delicada y frágil. O se la proclama y defiende vigorosamente o tiende a evaporarse en el transcurso de
una generación. La Verdad no puede perpetuarse mediante la transigencia, y la transigencia no puede evitarse sin la
separación. Este principio básico ha sido ilustrado una y otra vez en la historia de grupos de iglesias, instituciones
cristianas de educación superior, sociedades misioneras, etc., etc., durante los siglos.
Podemos nombrar grupo tras grupo y organización tras organización que comenzaron con el profundo
deseo de honrar a Jesucristo y su preciosa palabra. Pero en el transcurso de una, dos o a lo más tres generaciones,
fracasaron como instrumentos del Espíritu Santo porque no hubo determinación ni coraje para poner en vigor la
separación bíblica de los elementos que envenenaban, contaminaban y destruían el testimonio esencial.

El amor resiste los venenos:

La ciencia no conoce sistema orgánico alguno, que pueda sobrevivir sin un proceso intrincado, complejo y
que se use constantemente, que purifique al sistema orgánico de las sustancias tóxicas que lo atacan. Y esto también
es cierto en la Iglesia de Cristo, en los esfuerzos por entender y perpetuar la Verdad de Dios. Es imposible que una
organización pueda sobrevivir a menos que tenga un sistema que la purifique de las influencias nocivas.
Necesitamos recordar de que estamos en un medio ambiente o atmósfera sumamente nocivo. Estamos inmersos en el
mundo de Satanás, y él tiene acceso constante a cualquier siervo de Dios a través de su naturaleza caída. Sin embargo,
algunos piensan que la meta de ganar personas para Cristo es más importante que sostener fielmente todas las
enseñanzas de la Biblia.“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también
segará” (Gálatas 6:7).
Toda la cuestión del éxito en el ministerio cristiano necesita reexaminarse constantemente. ¿Cómo puede
evaluarse el éxito relativo de un ministerio cristiano aparte de la infalible e inerrable Palabra de Dios? ¿Quién puede
determinar lo que el éxito significa?

El amor obedece los preceptos divinos:

¿Fue un éxito la cruz de Cristo? Aparentemente el mundo no lo piensa así. Lo que consideramos un éxito en
el ministerio de un compañero creyente puede resultar en un horrendo fracaso ante el Tribunal de Cristo. El juicio
comenzará con la iglesia, y cuando llegue ese día descubriremos que un hombre no será coronado a menos que haya
contendido legítimamente (2 Timoteo 2:5). Los que corren la carrera cristiana deben correr de acuerdo con las reglas
de Cristo si esperan recibir un premio. Por consiguiente, la cuestión no es velocidad y ruido sino obediencia humilde
y dedicada a su Palabra. Pablo dice: «Corred de tal manera que lo obtengáis» (1 Corintios 9:24).
No estamos sugiriendo, ni por un momento siquiera, que la separación bíblica debiera conducir a los extre-
mos de aislamiento que a menudo son dibujados como una caricatura de la posición separatista. Dios no puede ser
honrado por la transigencia ni por el aislamiento. El Señor Jesucristo nos dio el ejemplo perfecto en su relación con
gente terriblemente pecadora. Nos mostró cómo estar totalmente separados de los pecados de ellos en todo momen-
to, y aun así estar involucrados con las tales personas de manera que puedan oír su mensaje.
La separación es el factor que domina las relaciones de Dios con Israel aun antes de Moisés, en el llamamien-
to de Abraham. Podríamos estudiar las refinadas ayudas visuales del Tabernáculo, el Templo y el Sacerdocio, los atrios
y las cortinas, y notar los horrendos castigos que cayeron sobre las personas que de alguna forma comprometieron o
contaminaron el precioso e infinitamente delicado repositorio de la Verdad revelada por Dios. En el Anti-
guo Testamento tenemos un milenio y medio de ayudas visuales sobre la doctrina de la separación del error como
antecedente necesario para la revelación del Nuevo Testamento en cuanto a ese tema.
Quisiera presentar al más grande predicador, al estilo antiguotestamentario: Juan el Bautista. ¿Qué clase de
transigencia podemos detectar en Juan el Bautista? Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su
bautismo, les decía: “¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de
arrepentimiento... Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles...” (Mateo 3:7, 8 y 10). Juan el Bautista les
dio dos alternativas a sus oyentes. O debían ser bautizados con el Espíritu Santo, o con fuego. O debían ser inmersos
en el Espíritu de Dios mediante la fe en el Mesías, o debían ser inmersos en el fuego de un infierno eterno.
¿Cómo sabemos que este pasaje se refiere al fuego del infierno? Porque el mismo versículo siguiente dice que
Cristo: “quemará la paja en fuego que nunca se apagará.” En esta predicación no hay ni un ápice de transigencia,
acomodo, negociación o participación de las introspecciones religiosas con esos apóstatas religiosos.
¿Podemos decir que ese fue un enfoque cariñoso de parte de Juan el Bautista? Ese era el único enfoque
posible. ¿De qué otra manera podía expresarse el ‘amor’ verdadero en el caso de personas que estaban en el borde del
infierno eterno y que solo podían salvarse al ser sacudidas para que reconocieran su depravada condición y el inmi-
nente juicio de Dios? Y en mi opinión personal, fue sobre la base de esta predicación que leemos en el libro de Hechos
que muchos de los fariseos creyeron. Con la advertencia de Juan el Bautista resonándoles en los oídos se dieron
cuenta de la situación en que se encontraban en la presencia de un Dios santo.

El amor protege a la grey:

¿Alentó el Señor Jesucristo a sus discípulos para que escucharan benévolamente a otros líderes religiosos de
esa ápoca? ¿Les sugirió que tenían que exponerse a los diferentes puntos de vista religiosos a fin de que ampliaran su
comprensión de las opiniones disponibles? La respuesta se da en Mateo 7:15, donde el Señor dice: «Guardaos de los
falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.” El Señor Jesús también dijo,
«Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos ...” (Mateo 16:6). En otras palabras, ‘No se atrevan a someterse a la
enseñanza de ellos, porque su influencia contaminante y venenosa es absolutamente mortal.’ Sin embargo, hoy los
neo-evangélicos nos dicen que deberíamos tanto enseñar como estudiar en universidades y colegios de teología
liberales (o semi-liberales).
Pero ahora leamos Mateo 10:34, donde el Salvador dice: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra.”
Hay una cosa que es peor que la división y eso es la paz con la transigencia. La Verdad es infinitamente más impor-
tante que la unidad. “ ... No he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre
contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa.”
(Mateo 10:34-36).

Es muy significativo que el tamaño de la compañía en error, o el balance mayoritario o minoritario, no se


discuta aquí. Martín Lutero pudo marcar o discernir a los que causaban divisiones y tropiezos en contra de la doctrina
que él habla aprendido de las Sagradas Escrituras, y se apartó de ellos. Por tanto, él excomulgó a toda la Iglesia
Católica Romana. A toda la vasta mayoría de la cristiandad de Europa occidental le dijo: “¡anatema”. Alabado sea
Dios por esa decisión, que involucró enorme coraje.
Al tratar con los corintios que habían fracasado en excomulgar a un apóstata moral de su medio, Pablo dijo:
“Os he escrito por carta que no os juntéis con los fornicarios; no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los
avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. Más bien os escribí Que no
os juntáis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón;
con el tal ni aun comáis. Porque que razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis a los que están dentro?”
Nótese esta asombrosa declaración de separación bíblica. No nos separamos de personas inmorales que no son cristia-
nos creyentes. Debemos asociarnos con publicanos y pecadores que son los recipientes potenciales de la obra de
convicción y conversión del Espíritu Santo a través de nuestro testimonio. Pero el único grupo del cual debemos
separarnos son los Cristianos inmorales o los que son herejes doctrinales. Estas personas son las que debemos exco-
mulgar, o de las que debemos separarnos. No debemos ni aun comer con ellos. ¿Por qué no? Porque si un mundano
o un cristiano joven e indocto ve que estamos teniendo compañerismo (que es lo que entiendo que significa ni
comáis) con ellos, dicha persona podría interpretar la forma externa de tal compañerismo como una aprobación de la
herejía o mala conducta moral.
El resultado de la transigencia:
El apóstol. Pablo declara la razón. Y es para que el testimonio de la Verdad pueda a toda costa ser protegido
del mal entendido por parte de observadores indoctos o carentes de iluminación. En la Corintios 15:33, el apóstol
declara: “No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.” Una buena forma de vida, o buena
doctrina, siempre está contaminada por un medio ambiente malo o malas asociaciones, mientras que una mera
asociación de lo bueno con lo malo jamás va a hacer que lo malo se mejore. Lo bueno se empeora; lo malo no mejora.
Lo mismo sucede con la manzana podrida en un barril. La manzana podrida nunca mejora, sino que las buenas
manzanas se echan a perder.
¿Es correcto que la pureza doctrinal esté flagrantemente sumergida por respeto a la unidad eclesiástica exter-
na? Con toda seguridad que esto es una negación total de la Palabra del Espíritu a través de las Escrituras.

El amor corrige el error:

¿Por qué? Porque por amor a la Verdad, hasta la familia (la unidad más estrechamente vinculada del mundo)
será dividida por la hostilidad y la enemistad, a fin de que por lo menos alguien dentro de esa unidad pueda perpetuar
la Verdad de Dios. ¿Cómo edificará el Señor Jesucristo su iglesia? La edificará mediante la separación del error.
Considérese Mateo 18:15-17:
“Por tanto, si tu hermano pecare contra ti, ve, y redargúyele entre ti y él solo: si te oyere, has ganado á tu hermano. Mas si no
te oyere, toma aún contigo uno ó dos, para que en boca de dos ó de tres testigos conste toda palabra. Y si no oyere a ellos,
dilo á la iglesia: y si no oyere á la iglesia, tenle por étnico y publicano.”
Esto significa que el error, ya sea moral o doctrinal, debe ser eliminado del cuerpo, o la iglesia no puede
crecer de la única manera en que puede honrar a Dios. En Romanos 16:17, el apóstol Pablo dice: “Mas os ruego,
hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que
os apartéis de ellos.”
Debemos fijarnos, vigilar y observar. Sí honramos y amamos al Señor Jesucristo, mantendremos vigilancia
sobre cualquier cosa que pueda destruir su Verdad. Evitaremos a esas personas, y nos apartaremos de ellas.

Peter Masters, Pastor del Tabernáculo Bautista en Londres, GB.


John C. Whitcomb, Director de Estudios Doctorales del
Seminario Teológico de la Gracia, Winona Lake, IN, EUA.
Copyright, Derechos Reservados para la traducción.
Publicado Originalmente en 1983
IMPRESO EN MEXICO, 2000

Nota aclaratoria:
El lector observerá el uso frecuente en este folleto de las palabras ‘transigir’, ‘transigencia’, ‘transigentes’, etc. para
referirse a los que transigen con las doctrinas y prácticas falsas o con los enemigos de Dios o con las normas bíblicas
de separación. Los autores usan esta palabra transigir (en sus distintas formas) para describir a los creyentes que se
comprometen con el error en sentido doctrinal o práctico. Estos ‘creyentes’ vacilan en cuanto a la verdad y sin
percatarse de su error, se colocan de lado del enemigo. Deben de ser ‘intransigentes’ con él, pero tratan de justificar su
falta de firmeza y su transigencia (es decir, apoyo para aquellos que están en el error) usando una larga lista de
argumentos que son contestados y refutados en este tratado.

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