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En los últimos tiempos han comenzado a resurgir una serie de alimentos tan nutritivos
como deliciosos, que permiten darle versatilidad y calidad a nuestras preparaciones de
todos los días. Los granos de quínoa y amaranto, dos "pseudocereales" que fueron
cultivados por los pueblos originarios latinoamericanos hace casi siete mil años, podrían
inscribirse dentro de esta corriente ya que en la actualidad ganan cada vez más adeptos en
países como México, Perú, Bolivia, China, Estados Unidos e India. Se los
denomina“pseudocereales” porque poseen propiedades muy similares a las de los cereales,
pero botánicamente no lo son.
Las semillas de amaranto, por su alto contenido de proteínas, vitaminas y minerales como
el hierro, constituyen una excelente opción a la hora de reforzar la alimentación de los
niños, combatir anemias o hacer frente a procesos de desnutrición. Asimismo, es un
alimento a tener en cuenta si se busca prevenir la osteoporosis, ya que contiene calcio y
magnesio. Además, al igual que la quínoa, posee gran poder antiinflamatorio y cicatrizante.
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De aspecto pequeño (cada grano suele medir entre 0.9 y 1.7 milímetros), el amaranto suele
ser utilizado para la elaboración de harina integral de una calidad proteica muy superior a la
que se obtiene de los cereales tradicionales. En general, se la emplea para enriquecer pastas,
panes, galletas o para mezclar con harina de trigo al 25 por ciento y obtener pan francés de
un alto valor nutritivo. También resulta una buena opción para enriquecer sopas, compotas
y salsas.