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EVOLUCIÓN Y TENDENCIAS ACTUALES DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL EN

AMÉRICA LATINA

MARITZA MONTERO.

Universidad Central de Venezuela. Apdo. 80394. Prados del Este. Caracas 1080-A. Venezuela

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Hacer un recuento de la evolución y estado actual de la Psicología Social en nuestra parte del continente americano
no es tarea fácil, en el sentido de que la vastedad del territorio que cubre la América que ha sido llamada Latina, la
dificultad de las comunicaciones y la pluralidad de centros académicos, de investigación y de intervención, hace que
cualquier intento de cubrir el campo a cabalidad sea casi siempre utópico. Sin embargo, la periodicidad de los
congresos interamericanos de Psicología, la labor de publicaciones periódicas tales como la Revista Latinoamericana
de Psicología, la Revista interamericana de Psicología y el Boletín de la Asociación Venezolana de Psicología Social
(AVEPSO), así como los aportes de otras publicaciones de carácter nacional, permiten establecer el curso seguido
por esta rama de la Psicología en la región.

Orígenes

El inicio académico de la Psicología Social en América Latina puede fijarse, para la mayor parte del continente en la
década del 50, surgiendo conjuntamente con la creación de la mayor parte de las Escuelas de Psicología y con el
reconocimiento de la necesidad social de la profesión. En efecto, en 1952 se funda la primera escuela de Psicología
de Cuba (Universidad Católica de Sto. Tomás de Villanueva); en 1953 aparece la primera en Brasil; en 1954 la
primera de Venezuela (Universidad Central) y ya para inicios de la década del 60 (en 1962 aparece la primera en
Chile y poco tiempo después se funda la primera del Perú), la disciplina está firmemente implantada en la mayoría
de las universidades latinoamericanas, si bien en algunos países (Costa Rica, por ejemplo), ello no ocurre sino hasta
los años 70 (Dobles, 1989).

Como ya se ha dicho antes (Casañas y otras, 1984; Montero, 1989), esta Psicología se caracteriza mayormente por
su carácter dependiente y meramente reproductor de teorías, métodos y temas de estudio en boga en los EE. UU.
(principalmente) y Europa; si bien hay ya en los años 50 el principio de una línea de investigación que ha probado
ser sumamente fructífera en América Latina: el estudio de los efectos de la cultura sobre el comportamiento y sobre
la identidad social de los habitantes de estas regiones, y a su vez, la relación entre esa identidad, condiciones
estructurales y conciencia social, que se transformará en los años 70 en una fuente de producción de conocimiento
estrechamente ligada al propio desarrollo de la subdisciplina.

Pero aún antes de la creación de las escuelas de Psicología, ya algunas cátedras de Psicología Social existían como
asignaturas en otras carreras universitarias: educación, periodismo en Cuba (Casañas y otras, Op. Cit.), economía
en Brasil (Ribeíro de Almeida, S.f.). Y el interés por el nivel psicosocial de explicación de muchos fenómenos sociales
y psicológicos está presente desde mediados del siglo pasado, en ese campo a veces un poco impreciso que luego
se delimitó en diferentes ciencias sociales: antropología, sociología, politología, Psicología Social. Así, en 1841, en
su Resumen de la Historia de Venezuela, Rafael María Baralt dedicaba un capitulo al tema del carácter nacional
usando argumentos que volveremos a encontrar a fines del siglo XIX en Le Bon; igualmente en algunos de los
positivistas latinoamericanos que escribieron a principios de siglo se puede encontrar capítulos referentes a la
Psicología Social de los pueblos. Y en 1916 Arthur Ramos, en Brasil, publicaba una obra titulada Introducción a la
Psicología Social, pionera de los libros de texto latinoamericanos en esta disciplina. Pero transcurrirán cincuenta y
cuatro años antes de que aparezca otra obra equivalente, la de Rodrígues (1972, otro brasileño, seguida en 1976
por la de Salazar y otros en Venezuela).

Es decir, que se necesitaron veinte años de trabajo sistemático a partir de la creación de escuelas de Psicología y de
departamentos de Psicología Social; más el establecimiento de líneas de investigación con la consiguiente
producción ligada a ellas; la formación y egreso de varias promociones de psicólogos y el entrenamiento en la
práctica docente e investigativa, para que la Psicología Social latinoamericana empezase a producir medios de
estudio surgidos de su propio seno. Hasta ese momento (y todavía hoy la práctica se mantiene en muchos centros
académicos), la formación psicosocial se hacía exclusivamente a través de textos producidos casi siempre en los EE.
UU. La Psicología Social estudiada era fundamentalmente la que esos textos presentaban; desde su perspectiva se
analizaban los problemas de estudio, muchas veces también determinados por la influencia teórica y metodológica
que de esos manuales se desprendía, cuando no directamente tomados de ellos.

Una segunda característica que marca los inicios de la Psicología Social es que, y ello parece inevitable, quienes
comienzan a desarrollar una práctica psicosocial sistemática en muchos casos se habían formado en centros
académicos estadounidenses y europeos, o bien debían su entrenamiento básico a ciencias afines: Sociología,
Antropología, Filosofía, incluso Medicina. Esto supone por una parte la importación, a veces acrítica (hay algunas
excepciones) de modelos, teorías, métodos y áreas de interés, y, por otra parte, sesgos provenientes de esas
disciplinas de origen, que si bien aportaban enfoques de interés, en lugar de complementar, durante algún tiempo
ocuparon el puesto que debía corresponder a tendencias y perspectivas surgidas dentro de la propia Psicología
Social.

Pero como ya he dicho, algunas excepciones hay a esta configuración ajena del objeto de estudio. Las
investigaciones relativas a autoimágenes y heteroimágenes de los miembros de la propia cultura, así como de otras;
los estudios sobre estereotipos nacionales, que luego darán lugar a trabajos sobre los aspectos psicosociales del
nacionalismo y la identidad social y nacional en particular; que si bien se inician marcados por el uso de modelos
teóricos y metodológicos provenientes de otros ámbitos, pasarán más tarde a desarrollar sus propios modelos y a
un uso crítico y selectivo de teorías y métodos.

Que sea esa línea de investigación la que primero adquiera una definición y configuración propias no es casual. En
efecto, si se toma en cuenta la cantidad de obras relativas a la definición identificatoria del «carácter nacional», de
la «Psicología de los pueblos americanos», es comprensible este desarrollo. Una vasta literatura de carácter
sociopolítico y antropológico sirve de marco a este tipo de estudios. Muchas de esas obras fueron los textos que
para bien o para mal orientaron la educación básica en nuestros países. Desde México hasta Argentina puede
decirse que cada país latinoamericano ha tenido en algún momento de su existencia como nación uno o varios
momentos de reflexión sobre esa problemática, con la consiguiente producción de tratados al respecto.

Tal literatura configura una protopsicología social, en la medida en que nociones tales como las de actitud, valores,
creencias, imágenes, mentalidades y patrones sociales de conducta son tratadas en ellas en un nivel
eminentemente psicosocial, ora histórico, ora filosófico, y lo psicológico es presenta como una derivación natural de
la fundamentación desarrollada en esas obras. Al mismo tiempo, esa literatura muchas veces constituyó la
expresión ideológica con la que se pretendió explicar el desarrollo frustrado de las naciones latinoamericanas, por
comparación con modelos europeos y con el paradigma estadounidense.

Fases en el desarrollo de la Psicología Social en América Latina

Si los inicios de la Psicología Social están marcados por la dependencia teórica y metodológica y sus antecedentes
por el carácter ideologizado de la perspectiva adoptada, esta situación comenzará a caminar a mediados de la
década del 70. Una visión de conjunto del devenir de la subdisciplina en América Latina permite distinguir las
siguientes fases en su evolución:

1. Fase de una protopsicología social, correspondiente a los antecedentes. Más que de una Psicología Social
propiamente dicha se debe hablar aquí de un pensamiento de carácter sociopsicológico, difuso, muchas veces
ideologizado, que cumple una función justificatoria para regímenes autoritarios, para políticas de inmigración y, en
general, para el desarrollo de una conciencia e identidad social de carácter dependiente. Esta fase tiene sus
primeras expresiones a mediados del siglo pasado y produjo una abundante bibliografía durante toda la segunda
mitad del mismo y la primera del actual.

2. Fase de constitución y afirmación sistemática de la subdisciplina. Correspondiente a la implantación


científica de la Psicología Social y a la creación de un nicho académico para la misma, no solo en ciencias afines sino
dentro de la enseñanza e investigación psicológicas per se. Esta es la fase dominante durante la década del 50 y
principios de los años 60.

3. Fase de consolidación de la psicología Social como disciplina académica y a la vez de reproducción


dependiente de conocimientos producidos fuera del ámbito latinoamericano. Durante esta fase predomina una
producción de conocimientos psicosociales marcada por la adopción acrítica de teorías y métodos surgidos en otras
latitudes y por la desvinculación entre los problemas estudiados y la realidad social en que esos estudios se
producen. Y a la vez, esta dependencia típica del carácter periférico de nuestros países, está marcada por el retraso
informativo. Se siguen los modelos implantados desde fuera, pero siempre a la zaga. Se adoptan las teorías largo
tiempo después que han sido entronizadas en los centros de producción del conocimiento y muchas veces cuando
ya comienzan a ser superadas por nuevas propuestas, haciendo que la actividad realizada en nuestros países sea
obsoleta desde su nacimiento, limitándola.

Esta fase se caracteriza por la producción de una Psicología Social que, siguiendo la clasificación de Stryker (1983),
es eminentemente psicológica, ya que surge en el campo de la Psicología, predomina en ella la perspectiva
psicológica por encima de la social y tiene como paradigma metodológico el método experimental; si bien no sea
ésta la estrategia de investigación predominante. Su duración cubre desde mediados de los años 60 hasta mediados
de la década del 70.

4. Fase de crisis de la Psicología social, en la cual la enseñanza, producción, teorías y métodos de la


subdisciplina comienzan a ser sometidos a análisis críticos en función de su relevancia y significación social en
sociedades específicas. Los psicólogos sociales comienzan a sentir un intenso malestar en relación con las
condiciones en que realizan su trabajo, en relación con las orientaciones que lo inspiran y, sobre todo, en relación
con su utilidad y efectos. Comienzan a preguntarse a quién sirve y para qué sirve su quehacer y han acumulado ya
suficiente experiencia como para haber constatado que ciertas explicaciones teóricas asumidas como el modo
apropiado de comprender y aprender la realidad, no producen respuestas, o bien las que dan son irrelevantes o
simplemente no funcionan, no sirven. Es el momento de las denuncias y es también el momento (y obviamente hay
una relación en todo ello) en que convenzan a producirse los primeros libros de texto.

Y decimos que hay una relación entre denuncias y producción de textos, porque esta última exige una revisión del
campo de estudio, que aún en los casos menos críticos, supone la contrastación con la realidad a fin de ejemplificar
los principios y conceptos que en ella se contienen. Pero más aún, como coautora de uno de esos libros, producido
en 1976, puedo decir que la motivación que nos impulsaba en aquel momento era la de producir nuestro propio
libro de Psicología Social, ya que los que hasta cierto punto representaban «el estado del arte» en la materia para
su lugar de origen, no nos permitían explicar la realidad en que vivíamos, no se referían a nada parecido a ella y
nos parecía absurdo (¡también a nuestros alumnos!) hacer mención de casos ocurridos en Middletown o en
Chattanooga o en Neverland y no a lo que sucedía a nuestro alrededor.

La especificidad de la cultura, las peculiaridades de la sociedad concreta escapaban y, al mismo tiempo, la


investigación psicosocial se hallaba en un callejón sin salida, que en el mejor de los casos sólo permitía llegar a
aproximaciones exploratorio descriptivas, muchas veces deformadas por el enfoque teórico subyacente, a menudo
descontextualizadas y parceladas. No necesariamente esos textos subsanaron tales vicios, pero sí abrieron la puerta
a nuevos temas, a nuevas perspectivas y coincidieron con el inicio de una nueva praxis marcada por la derivación
cada vez más perceptible hacia una Psicología Social sociológica, más cercana -a teorías y puntos de vista
provenientes de las ciencias sociales, pero sin sacrificar a ellas su nivel de análisis y de explicación y marcada
también por la búsqueda de nuevos enfoques metodológicos.

El trabajo de Graciano (1976 en 1981) es una buena expresión de esta crisis. En él se denuncia la inexistencia, para
el momento, de una Psicología Social brasileña, ya que la existente era importada, y la necesidad de «... determinar
primero cuáles son los problemas importantes para los psicólogos sociales brasileños si es que algún día vamos a
hacer una verdadera contribución a nuestra disciplina» (Op. Cit., p. 415). El trabajo de Ziviani (1976 en 1978)
igualmente ilustra esta necesidad de generar «teorías de inspiración propia», que den relevancia social a esa
Psicología Social, y de tomar en cuenta «... el dualismo y la naturaleza bidireccional de la interacción social» (p.
21).'Otro tanto hacíamos para la misma época (Montero, 1976) cuando analizábamos la producción psicosocial
venezolana entre 1962 y 1975, mostrando su carácter acrítico y la ausencia casi total de explicaciones teóricas y
metodológicas propias y reclamando la necesidad de hacer una Psicología Social que fomentara «... el conocimiento
[] de la realidad para los sujetos que la construyen. Revelar los nexos entre las causas y los efectos, entre
fenómenos aparentemente desligados e inconexos; situar al hombre y sus acciones en el contexto y reconocerlo
como actor y como producto del mismo. Descubrir, no ocultar» (1976, p. 9). Nueve años después, en 1985,
repetimos la investigación considerando los trabajos realizados entre 1974 y 1984. Los resultados mostraron que si
bien seguían predominando las fundamentaciones teóricas externas, podía observarse ya una línea crítica por
cuanto esas teorías muchas veces eran sometidas a análisis y examen en función de la problemática tratada, la cual
derivaba de la realidad.

No obstante, no es ésta la única respuesta a la crisis, otra corriente propugna, a partir de la consideración del
carácter universal de la ciencia y por ende, de la Psicología Social, la necesidad de replicar estudios en diferentes
culturas, a fin de hallar los aspectos comunes (Rodrigues, 1979; 1989). Pero también subyaciendo a esta posición
está la consideración de la preocupación por la relevancia de la investigación psicosocial y por el conocimiento de la
realidad que se estudia (Rodrigues, Op. Cit.).

Situar cronológicamente esta fase es difícil, pues todavía hoy en día hay manifestaciones de ella, pero su momento
de erupción comienza alrededor de 1976 (coincidiendo con la crisis denunciada también en otros ámbitos) y produce
la mayor parte de sus manifestaciones hasta principios de los años 80.

5. Fase de desarrollo propio de la Psicología Social latinoamericana. El calificativo «propio» significa aquí
producción autóctono, en función de problemas derivados de la realidad y con utilización crítica de teorías y
métodos existentes, así como con aportes teóricos y metodológicos surgidos en ese quehacer psicosocial. Esta fase
coincide con manifestaciones pertenecientes a las dos anteriores, ya que en un continente tan vasto como el
americano, con 20 países latinoamericanos, algunos de ellos a su vez de gran extensión y población, es imposible
pensar en un desarrollo homogéneo, cosa que de hecho difícilmente ocurre aún en un sólo país. Sin embargo,
mirando la producción latinoamericana en su conjunto, podemos decir que la avanzada de la misma se encuentra
desde 1983, aproximadamente, en esta fase, a la vez que mantiene una actitud de denuncia crítica.

Lo que caracteriza a esta fase quizá pueda resumiese por ese elemento crítico. La Psicología Social que se está
produciendo puede tipificarse por su ubicación en la línea sociológica antes mencionada, marcada por esta
perspectiva (no toda Psicología Social sociológica es crítica, ni toda Psicología Social psicológica es acrítica). Es una
Psicología Social que se revisa a si misma, a sus objetivos, a sus fundamentos y a sus efectos, tanto desde la
perspectiva marxiana cuanto desde perspectivas que pueden seguir otras corrientes filosóficas. Esa base social es
muy clara en los trabajos producidos en los años 80: Durkheim, Marx, la teoría de la dependencia, Freire, Fals
Borda, Habermas, Parsons, entre otros autores le suministran un marco teórico, pero siempre sometida a análisis y
a la prueba de su capacidad para suministrar elementos capaces de interpretar y explicar fenómenos psicosociales.
De hecho muchos autores prefieren hablar de una psicosociología y aún, más recientemente, del rescate y
reconstrucción de una Psicología Colectiva (cf. Arciga Bernal, 1989 y Fernández Christlieb, 1989). Asimismo, una
Psicología Sociológica de base marxiana se hace claramente presente en algunos países del continente (México,
Brasil, Venezuela, Colombia), la cual presenta expresiones tanto críticas como acríticas. A su lado coexiste la
Psicología Social marxista cubana.

Pero además es ésta una Psicología Social que busca un nuevo paradigma, y de hecho se inserta en él (Montero,
1989, 1991) ante la creciente incapacidad del que hasta entonces dominaba, para dar respuesta a los problemas
que ahora enfrenta. Así, es una Psicología que reconoce el carácter histórico de los fenómenos que estudia
(Montero, 1978; Martín-Baró, 1983; Jurema, 1985); que plantea una apertura metodológíca, en el sentido de
aceptar métodos alternativos y una diferente relación entre quien investiga y su objeto de investigación (Montero,
1984), y rechaza el dominio absoluto del modelo de producción de conocimiento generado en el campo de las
ciencias naturales, privilegiando la investigación en ambientes naturales sobre la de laboratorio (Marín, 1978); que
reconoce el carácter activo de los sujetos de investigación, productores de conocimiento; que reconoce igualmente
el carácter dinámico y dialéctico de la realidad social, y por ende de la condición relativa, temporal y, especialmente,
del conocimiento producido; que amplia su objeto de estudio, incluyendo el nivel psicológico de fenómenos tales
como la ideología y la alienación (en 1977, Salazar decía ya que la Psicología Social estudia la conducta y la
ideología); que admite el carácter simbólico de la realidad expresado a través del lenguaje (Fernández Christlieb,
1986) y que asume explícitamente su compromiso político y social (Martín-Baró, 1986; 1987).

Por supuesto, y como se desprende de la diferencia de impulso y dirección que la subdisciplina tiene en el
continente latinoamericano, hay paralelamente una Psicología Social que sigue un rumbo más tradicional o apegado
a los dictámenes de algún centro académico europeo o estadounidense, y que está produciendo un buen número de
investigaciones acordes a las líneas usuales.

Hay también quien mira las manifestaciones de cambio con escándalo y aún temor, pero ante los resultados, ante el
conocimiento producido y su aplicabilidad, no se puede explícitamente negar su relevancia social y su capacidad de
dar alguna respuesta a los álgidos problemas que afectan a nuestra América. De hecho, la principal crítica a esta
posición, dirigida a la posibilidad de introducir sesgos valorativos establecidos por el compromiso (Rodrigues, 1989)
no parece hallar fundamento hasta ahora, por cuanto la adopción de un nuevo paradigma no ha significado el
desligarse de la producción científica en general, ni mucho menos establecer un corte que sería ahistórico. Lo que
busca esta Psicología Social es ocupar un lugar per se en la producción de conocimiento, aún a costa de abandonar
el «privlegiado» lugar en la cola del león (no exenta de pulgas).

Consecuencias inmediatas del desarrollo de una Psicología Social latinoamericana

El «despegue» de la Psicología Social en la América Latina ha tenido evidentes consecuencias para sí y para su
inserción social. En el primer caso debemos más bien hablar de relación de interacción mutua entre crisis,
reestructuración y desarrollo distintivo como ciencia. En efecto, la toma de conciencia de la Psicología Social
respecto de su rol real, de su rol asignado y de su rol posible en las sociedades latinoamericanas, condujo a una
inmediata organización del campo profesional en el sentido de suscitar la creación de una organización
internacional, la ALAPSO (Asociación Latinoamericana de Psicología Social de considerable actividad en la segunda
mitad de la década del 70 y principios de los años 80, que la llevó a organizar algunos encuentros científicos y a
publicar cuatro números de una revista, entre 1981 y 1982. Se crearon, asimismo, asociaciones nacionales tales
como AVEPSO (Asociación Venezolana de Psicología Social); ABRASO (Asociación Brasileña de Psicología Social);
ACHIPSO (Asociación Chilena de Psicología Social); AMEPSO y SOMEPSO (Asociación Mexicana de Psicología Social y
Sociedad Mexicana de Psicología Social), las cuales, con mayor o menor éxito, han logrado crear Publicaciones
periódicas (el Boletín de la AVEPSO, publicando cuatrimestralmente desde 1978, es un buen ejemplo de ello) y
realizar reuniones científicas en sus respectivos países. Aumenta significativamente el número de publicaciones en
el área, no sólo por la existencia de Boletines y Revistas, sino por la producción de libros sobre temas específicos y
de recopilaciones de artículos (p. e. La Psicología Social en Latinoamérica, volúmenes I y II, recopilados por G.
Marín).

Por otra parte, en muchos países de América Latina, desde fines de la década del 70, profesionales de la Psicología
Social empiezan a ocupar cargos relevantes en equipos de planificación, públicos y privados. ¿Ha generado alguna
diferencia la presencia de psicólogos en cargos ejecutivos? ¿Ha sido socialmente relevante esa presencia? Nuestra
información no permite hacer generalizaciones para toda América Latina, pero si nos permite señalar, por ejemplo,
que en el caso venezolano, por ejemplo, una ministra de Estado, psicóloga, logró importantes reformas legales en el
sentido de reconocer igualdad de derechos civiles a la mujer.

Pero quizá donde más clara se ve la relación entre desarrollo propio de la Psicología latinoamericana y relevancia
social, sea al examinar qué áreas o campos de acción dentro de esa Psicología se han fortalecido más, e incluso
surgido, en los últimos treinta y cinco años. Para ello hicimos una revisión de 928 trabajos producidos en la
Psicología social latinoamericana desde 1956 en adelante (siete libros de texto; 16 recopilaciones; 38 obras
independientes; cinco publicaciones seriales de diversos centros académicos y diversos números de 56 publicaciones
periódicas). Revisión que no pretende ser ni exhaustiva ni representativa, pues para cumplir cualquiera de esas dos
condiciones habría que establecer cuál es la población de publicaciones en el área, tarea que supone recursos y
tiempo fuera de nuestro alcance actualmente. No obstante, creemos que la revisión refleja bien la producción
fundamental de la región, ya que 16 países están representados; sí bien la producción de unos tiene mayor
divulgación que la de otros, en parte por mayor posibilidad de comunicación de la autora con centros académicos de
esos países, pero también porque autores de los mismos publican más en revistas internacionales y aún en revistas
nacionales de otros países latinoamericanos, lo cual es un índice de mayor producción e información, entre otros
aspe os. Como toda clasificación, la que hemos hecho es arbitraria en algunos puntos; específicamente en aquellos
en los cuales los datos no revelaban claramente una tendencia y debimos imponer algún criterio para agruparlos.

Los resultados son los siguientes (ver tabla 1):

Como vemos en la tabla precedente, cuatro áreas tienen la mayor representación: la Psicología Política, que en
América Latina se desarrolla como una rama de la Psicología Social y que debe, probablemente, su alta frecuencia a
la asunción por parte de grupos de psicólogos sociales altamente productivos, dei reto y el compromiso de estudiar
la realidad en que viven, aún con riesgo de sus vidas. Las condiciones políticas de muchos de nuestros países han
inclinado la balanza hacia este campo, en el cual la descripción, explicación e intervención han llegado a ser no sólo
necesarias, sino a veces la tarea más urgente y a la vez la más difícil de realizar. Su nivel de producción y desarrollo
hacen previsible que muy pronto se desgaje del tronco psicosocial común.

Encontramos luego lo relativo a la definición de la propia disciplina, a la crítica a su quehacer, a la revisión de su


enseñanza, a su carácter histórico, sus tendencias y su método. Es ésta una presencia lógica, pues toda ciencia que
quiere construirse necesita pensarse a sí misma, definir su objeto y su método y someterse continuamente al
autoanálisis.

En cuarto lugar está el abigarrado campo de los constructos relativos a lo que se ha llamado cognición social
(actitudes, valores, creencias, representaciones sociales, autoconcepto, atribuciones, entre otros aspectos), que ha
comenzado recientemente a transformarse en una Psicología Social del Conocimiento. Esto puede estar
respondiendo a las características del desarrollo de la disciplina en general y en parte también a la herencia que la
Psicología Social arrastra desde fines de los años 60 e inicios de los 70, marcados por la influencia de las teorías del
equilibrio en los EE.UU. y su contrapartida europea, el modelo de las representaciones sociales. En el caso de las
actitudes no hay que olvidar, además, que dese el surgimiento mismo de la Psicología Social, ellas han ocupado un
lugar preponderante como objeto de estudio.

Luego se presenta la Psicología Social comunitaria, cuyo desarrollo, relevancia social y producción cobran cada día
mayor alcance. Este dato confirma una tendencia ya prevista por Rodrígues (1979) y por Escovar (1980), que se
venía perfilando desde las postrimerías de los años 70 (evidente en el XVII Congreso Interamericano de Psicología,
cuando se origina un Comité Gestor de Psicología Comunitaria dentro de la Sociedad Interamericana de Psicología,
liderizado por Luis A. Escovar), se afirma desde inicios de los 80, para constituir hoy día un área de la Psicología per
se.

Los procesos colectivos, denominación en la cual incluimos las migraciones, el gregarismo, la socialización, los
conflictos sociales y las organizaciones, siguen en orden de frecuencia. Las demás áreas, de interés decreciente,
constituyen cada una un subcampo de la Psicología Social, por derecho propio: Psicología Social de la comunicación
(intersubjetiva, de masas, no verbal); Psicología Ambiental, a la cual unimos los incipientes estudios en lo que se
está denominando como Psicología Urbana, y los pocos que encontramos sobre calidad de vida; Psicología Social de
la salud; Psicología Social de la educación; Psicología Social y lenguaje; grupos; Psicología Social del trabajo y
Psicología Social de la familia.

Siguen los estudios sobre los efectos psicosociales de la cultura (no sobre identidad social, nacional y nacionalismo,
incluidos en el área de la Psicología Política) y las comparaciones transculturales. Luego están los estudios sobre la
aplicación de la Psicología Social y generación de tecnología social; sobre el cambio social y el desarrollo social y
sobre la Psicología Social criminológica y relativa al estudio de las desviaciones sociales.

Por debajo de estos temas, la representación es pobre, bien porque se trate de campos que apenas comienzan a
surgir (caso. de la Psicología Colectiva, que se plantea como redefinición de la Psicología Social, desde una
perspectiva política), o que son estudiados en pocos lugares en América Latina (Psicología Vial, para la que sólo
encontramos estudios en Venezuela, Brasil y Cuba); o categorías en la que agrupamos trabajos que no cabían en
otras debido a su carácter meramente descriptivo de situaciones o de tipos específicos de sujetos.

La tabla que comentamos revela las áreas que predominan como objeto de estudio en la Psicología Social
latinoamericana y nos permite vaticinar el posible surgimiento a partir de ellas, de nuevos campos en un futuro
próximo, marcados por el carácter interdisciplinario, al igual que la disciplina madre. Revela, también importantes
ausencias. A saber: no encontrarnos estudios en el campo de la Psicología Social económica (apenas un estudio
sobre creencias de los consumidores hacia productos nacionales o importados), área que se desarrolla actualmente
en otras regiones del mundo y que tendría mucho que hacer en estos países de economías tan maltrechas. Tampoco
la Psicología Social, hasta ahora, ha generado en nuestros países un área dedicada a la Psicología Forense o
Jurídica, a pesar de existir algún interés por los aspectos criminológicos (hasta donde sabemos hay algún trabajo
sobre el tema en Argentina solamente).

En lo relativo a roles sexuales, estereotipos ligados al género y en general feminidad y masculinidad, decidimos
incluir los estudios producidos en este campo en la cuarta categoría, donde como puede verse, tienen una buena
representación, ya que se privilegió el carácter cognoscitivo de los mismos.

Nuestros hallazgos comprenden las áreas encontradas por Pick de Weiss (1986) en México. Esa investigación
encontró que para ese momento predominaban en la Psicología Social mexicana los siguientes temas:
comunicación; desarrollo humano, entendido como creencias acerca del carácter social del mexicano, de su filosofía
y estilo de vida; Psicología Social de la salud; Psicología Social poblacional; transcultural; ambiental, criminológica,
de las organizaciones y psicometría en Psicología Social, entendiendo en este rubro lo relativo a método y técnicas.
Asimismo, se cubren casi totalmente nuestros propios hallazgos de 1985, cuando encontramos los siguientes temas
en Venezuela: procesos mediadores (constructos sociocognoscitivos); comunicación; política; vial; comunitaria;
ambiental y socialización.

A modo de conclusión

Este recorrido panorámico de la Psicología Social muestra que en sus casi cuarenta años de existencia sistemática y
académica en América Latina, la subdisciplina ha logrado establecer un campo que si bien es reconocible y
reconocido, no está claramente delimitado (y creemos que nunca lo estará), ya que parece ser su sino el engendrar
nuevas áreas (comunitaria, política, ambiental) y el desarrollar otras de carácter interdisciplinario (salud, educación,
trabajo, por ejemplo).

Al mismo tiempo, la existencia de esta Psicología está marcada por una intensa producción, desarrollada casi
totalmente a partir de los años 70, así como una marcada participación en eventos científicos. Si se observa bien el
panorama, se constata que muchos nombres se repiten una y otra vez en publicaciones y en programas de
congresos, a la vez en publicaciones y en programas de congresos, a la vez que los mismos nombres están en el
inicio de algunas de las principales líneas de investigación. Y más aún, en la organización de muchas publicaciones.
Y esto revela un hecho evidente: no son tantos los psicólogos sociales en América latina, pero si puede decirse que
son muy activos y que hacen sentir su voz y conocer sus puntos de vista y resultados de investigación.

Quizá ello se deba a que, después de varias décadas de consolidación como subdisciplina, de establecimiento
reproductivo y de crisis, y después de haber logrado en muchos casos el objetivo de trabajar por una realidad
concreta, el objeto de estudio ha sensibilizado a los psicólogos sociales de tal manera que, comprendiendo la
relevancia social del mismo, no puedan permanecer silentes ante sus hallazgos. Pero no podemos asumir que todos
los trabajos psicosociales que se llevan a cabo en la región respondan a un compromiso social, ni siquiera a una
clara concepción del rol del psicólogo en sociedades periféricas. Sin embargo, en términos globales si es posible
señalar que la Psicología Social latinoamericana ha comprendido y definido su rol fundamental, y en la disyuntiva de
responder a una realidad y plantearse no sólo el dar respuesta, sino también, como quería Graciano en 1976, el
plantearse las preguntas, en lugar de asumir las soluciones dadas, el conocimiento desligado del objeto,
premasticado, ha entendido que la manera de hacer una ciencia relevante socialmente es atendiendo a los
problemas concretos de la vida cotidiana. Que sólo cuando estudiamos aquello que vivimos hacemos ciencia
transcendente, pues cuando se estudia al ser humano en situación se produce conocimiento para la humanidad.

http://www.cop.es/papeles/vernumero.asp?id=580

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