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Cada líder y miembro de nuestras iglesias debe aprender a tomar riesgos por Cristo en sus ministerios. Si no nos
arriesgamos en nuestros ministerios, entonces realmente no estamos ni ejercitando nuestra fe ni obrando con fe. El secreto
de ser innovador es no tener miedo al fracaso.
Yo suelo recordarles a los líderes de «Saddleback» que tienen mi autorización para equivocarse
al menos una vez a la semana. Les digo esto a los miembros de mi equipo y a los líderes laicos,
recordándoles periódicamente que no tengo problemas con que se equivoquen, siempre y cuando no estén
cometiendo una y otra vez los mismos errores cada semana. Claro está que yo no quiero que los líderes de
«Saddleback» cultiven hábitos desordenados; mi único deseo es que se sientan con libertad para
fracasar, porque eso significa que también ¡se sentirán con libertad para tomar riesgos! El hecho es que si
usted no está cometiendo errores, entonces probablemente no está intentando nada nuevo y por ende, no
está aprendiendo; es muy posible entonces, que su ministerio rápidamente quede desactualizado e,
incluso, podría perder relevancia.
El secreto de ser innovador es no tener miedo al fracaso. Permítame, por lo tanto, animarle a
tomar riesgos en su ministerio. ¡No tenga miedo de intentar métodos diferentes o a cuestionar las
estructuras existentes! El gran inventor Tomás Edison consideraba como ventajosos los fracasos, pues
ellos revelaban lo que no daba resultados y le abrían campo para descubrir lo que sí funcionaría. Edison
avanzó más allá de los errores y los fracasos, e inventó, entre muchas otras cosas, la bombilla eléctrica.
Son pocos los grandes logros que se han alcanzado sin haber tomado riesgos y por eso, nuestros
líderes y miembros deben aprender a tomar riesgos por Cristo en sus ministerios. Una de las razones por
las cuales esto es tan importante para su propio ministerio es que esta actitud desarrolla la fe. Es decir,
el tomar riesgos es una de las formas en que se expresa la fe, y la persona que asume riesgos santos está
demostrando fidelidad en el servicio a Dios.
¿Estamos dispuestos a creerle a Dios por grandes cosas? Si la respuesta es «sí», entonces
automáticamente nos convertimos en «socios del riesgo», hombres y mujeres que confían en Dios y viven
por la fe, no por la vista. Cuando enseñamos a nuestra gente a tomar riesgos, estamos enseñándoles a
desarrollar su fe en Dios.