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¿ Sabe cómo comunicarse con su pareja ?

Construir el amor. !Qué concepto tan raro! ¿Acaso no nos habían dicho que el amor
brota, fluye? ¿y que Eros, el amor, nació? Pues no. El amor de las parejas que dese-
an ir más allá de ese cúmulo de sensaciones se edifica. Es una obra conjunta, una ar-
quitectura compartida. El amor se construye. El objetivo es establecer qué nos une y
qué nos separa; cuáles son los puntos fundamentales que nos unen para desarrollar
un buen vínculo o cuáles nos separan para hacer un buen cierre, si existe mérito para
tal decisión. Una buena comunicación nos permite encontrar las necesidades en
nuestra pareja, de afecto, de apoyo, de comprensión, de caricias, de sexo, etc. ¿So-
mos conscientes de ellas? ¿Nos hemos preguntado cuáles son esas necesidades en
nuestra pareja? Es importante hacer un inventario de tales necesidades y sus factores
incidentes. Para tal efecto, a continuación se presenta un recuadro que nos aporta di-
cho propósito y que contribuye a comunicarnos mejor.

Cómo facilitar la comunicación.

Ambos miembros de la pareja deben leer el listado completo de actitudes al empe-


zar. Luego, en las casillas, cada uno escriba un número en el que ordenaría esas acti-
tudes para usted y su pareja, en una escala de 1 a 4, según esta tabla:

1. Muy frecuente.
2. Relativamente frecuente.
3. Poco frecuente.
4. Nada frecuente.

Intercambie las listas con su compañero(a) y acuerden la manera de mejorar, de ob-


tener una mayor satisfacción en la comunicación.

Actitudes que contribuyen Para Para


a comunicarse mejor. Mí Tí
1. Saber escuchar de una forma activa, cuando se expresan los pensamientos o
los sentimientos.
2. Saber expresar los sentimientos y pensamientos tanto con las palabras como
con las actitudes, sin que haya contradicción ni dobles mensajes.
3. Poder expresar lo que se tiene que decir sin guardárselo (agenda oculta).

4. Cuando hay dudas sobre los sentimientos o pensamientos de la otra persona,


preguntar en vez de hacer interpretaciones (leer la mente)
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5. Reconocer y expresarle a la otra persona que sus sentimientos son válidos e


importantes para ella, sin descalificarlos, así uno no esté de acuerdo.
6. Aceptar y estimular los intentos de hacer una sugerencia o establecer un punto
de vista sin descalificarlos ni dar respuestas defensivas tipo "Si pero..."
7. Manifestar los sentimientos directamente y no a través de quejas.

8. Dejar que la otra persona termine de hablar cuando está expresando sentimien-
tos o ideas sin interrumpirla.
9. Utilizar formas directas de comunicación en respuesta a la expresión de senti-
mientos, en vez de sarcasmos o ironías.
10.Referirse a situaciones o acontecimientos específicos que han sucedido y no
generalizar utilizando términos como "siempre", "nunca", "todo o nada"
11.Centrar las discusiones en los eventos actuales en vez de remontarse al pasado
o incluir a otras personas.
12.Hacer un reconocimiento de la queja que expresa la otra persona y buscar so-
lución a problemas en lugar de responder con otra queja.
13.Tratar de ponerse en la posición de la otra persona cuando exprese ideas o
sentimientos, en vez de juzgar , interpretar o hacer diagnósticos.
14.En respuesta a la expresión de los pensamientos y/o emociones, parafrasear
para aclarar la comunicación, en vez de utilizar agresión verbal o física, silencio
o descalificación.
15.Emplear un vocabulario específico y concreto para describir las conductas.

16.Lograr experimentar lo que la otra persona siente, es decir, ponerse en su lu-


gar.
Fuente: Qué nos une, qué nos separa. Editorial Planeta

Cómo pelear con sus seres queridos.

* Cuando hay testigos de la disputa el ego crece, el orgullo se hincha, lo que


se persigue no es la solución de un problema determinado sino demostrar ante los
espectadores quién es más fuerte y dominante. La regla número uno es:
Si el problema es entre tú y yo, lo arreglaremos tú y yo, y queda prohibido hacer
partícipes a otros o discutir en presencia de otros.
Estando a solas es mucho más fácil pedirse perdón mutuamente, sincerarse,
verse a la cara y hablarse con el corazón. Dos personas que tuvieron la afinidad para
unirse pueden allanar cualquier diferencia si están en intimidad.

Al saber que hay un testigo escuchando detrás de la puerta o, inclusive, que


alguien (tal vez bien intencionado) nos preguntará al día siguiente cómo terminó la
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riña, no podremos quitarnos la máscara del orgullo. Un testigo físico o mental nos
motivará, sin darnos cuenta, a tratar de mantener cierta imagen y eso bloqueará la
sencillez y la humildad indispensables para llegar a un acuerdo con quien realmente
importa.... Algunos psicólogos aseguran que los principales factores que causan la
desintegración conyugal son el alcohol, la infidelidad, la intervención de los fami-
liares políticos ,la incomunicación, la falta de afectividad, problemas sexuales, de
valores espirituales y de proyectos vitales, en donde se incluye la educación de los
hijos y el manejo del dinero entre otros. También puede constituirse en problema,
las diferencias insalvables en los caracteres individuales.

* Segunda regla para pelear: El cariño y la lealtad son conceptos no nego-


ciables, por lo tanto queda terminantemente prohibido proferir amenazas termi-
nales. En toda relación humana que se pretenda duradera debe haber ALGO into-
cable, ALGO que no puede por ningún motivo entrar a la mesa de discusión: El ca-
riño. La pareja podrá negociar cualquier cosa, pelear encarnizadamente por resolver
las diferencias, pero siempre protegiendo bajo una campana de acero blindado el
concepto de su amor; éste no se perjudicará con los resultados. Amenazas como "si
no cambias me largo" o "te advierto que si no accedes nos divorciaremos" o "lo que
dijiste acaba de matar mi cariño por tí", ocasionan que la discusión baladí se torne
peligrosamente terminal.

* La tercera regla tiene que ver con otra prohibición importante: Queda
prohibido tener actitudes extremas. Si la persona pierde el control, deberá alejar-
se, pero nunca realizar escenas que la hagan poco confiable para siempre. Todos
los seres humanos poseemos un arsenal de alto calibre que no debe usarse por nin-
gún motivo con nuestros seres queridos. Estas armas son: gritar, golpear, insultar,
romper cosas, maldecir, injuriar a los familiares del otro, empujar, arrojar objetos,
irse de la casa, emborracharse, cometer adulterio, etc. Estos mal llamados recursos
se nos devuelven, hieren y hacen perder la visión de lo que se discute. Lo único que
logran es ofender al contrincante. Las actitudes extremas son como un veneno que
daña la relación para siempre. El familiar agredido con ese armamento pesado per-
derá la confianza en el otro y no podrá verlo, aunque quiera, con los mismos ojos
que antes.

* Cuarta regla: Se debe discutir una sola cosa a la vez. Al enfadarse se pon-
drá sobre la mesa de combate solamente el asunto que haya causado la emoción ne-
gativa. Cuando no se sabe pelear es muy común comenzar reclamando un tema "A"
y terminar disputando uno "Z" totalmente diferente, después de haber pasado por in-
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numerables inicios, todos ellos sin relación, unos hirientes, otros incoherentes, otros
de tiempo pasado (supuestamente superados), pero todos esgrimidos para lesionar al
contrincante y hacerlo sentir culpable de cuanto malo pasa entre ellos. Una discusión
así no tiene pies ni cabeza. ¿Cómo matar ese monstruo de mil cabezas creado en po-
cos minutos?. El asunto inicial se complica y se deforma al grado que la pareja se
siente furiosa y el pleito no tiene solución.

* Al discutir no deben traerse a colación asuntos que ya pasaron, que ya se


discutieron y que no tiene ningún caso revivir. Hacerlo es como meter el dedo en he-
ridas viejas, Para no caer en este error común, se plantea la quinta y última regla:
Prohibido quedarse con cuentas pendientes; si algo no es lo suficientemente grave
para discutirse en el momento, deberá tolerarse para siempre . . .
Hay mucha sabiduría en la actitud de algunos padres que no hacen pleitos terribles
por que su hijo se peine o se vista un poco raro, o en la del varón que deja trabajar a
su cónyuge aunque prefiriese que se dedicara de lleno al hogar; o en la de las espo-
sas que permiten a sus maridos invitar eventualmente amigos a cenar. Es sabiduría
porque disciernen que obligar a cambiar a sus seres queridos en esas actitudes, nece-
sarias de alguna forma para ellos, ameritaría un altísimo grado de coerción. Por su-
puesto, no se trata de ser manso o sometido. Si el asunto es grave se debe hablar cla-
ro , pero si no lo es, basta con decirle al otro lo que nos molesta y dejar bien estable-
cido que por el amor que le tenemos estamos dispuestos a tolerarlo. Esa es la mejor
estrategia para que un familiar cambie, la que se basa en la premisa de que aunque
no cambie lo seguiremos amando. Al percibir eso él, a su vez, tarde o temprano tam-
bién deseará darnos gusto. Las actitudes de nuestros seres queridos deben colocarse
en una balanza, poniendo de un lado cosas buenas y de otro las malas. SI LAS
BUENAS GANAN EN PESO POR UN ALTO MARGEN, PODEMOS PERFEC-
TAMENTE TOLERAR LAS MALAS.
Fuente: La Ultima Oportunidad - Editorial Fernández Editores, Mexico

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