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En el mes de febrero del año 2000 recusaron al Magistrado Jorge Rosell Senhenn cuya
incidencia aún no ha sido resuelta.
PUNTOS PREVIOS
Visto el fallo del Juzgado Quinto de Reenvío del 12 de agosto de 1997 y confrontado como ha
sido dicho pronunciamiento con la sentencia dictada por esta Sala el 12 de marzo de 1997, se
constató que el mencionado Tribunal de Reenvío al emitir nueva sentencia se ajustó a lo
ordenado por la Sala de Casación Penal al analizar y comparar los elementos probatorios,
estableciendo debidamente las razones de hecho y de Derecho en las cuales fundamentó su
decisión que declaró terminada la averiguación por no revestir carácter penal los hechos
acusados, de conformidad con el ordinal 1º del artículo 206 del Código de Enjuiciamiento
Criminal hoy derogado y vigente para el momento en que se dictó la sentencia. Así se declara.
RECURSO DE FONDO
ÚNICA DENUNCIA
“…Con fundamento en el artículo 331 ordinal (SIC) 11º del Código de Enjuiciamiento
Criminal derogado denuncia el formalizante la infracción de los artículos 444 del Código
Penal y 59 de la Constitución de la República de 1961, derogada, ambos por errónea
interpretación, y 206 ordinal 1º del Código de Enjuiciamiento Criminal por indebida
aplicación, porque la recurrida incurrió en violación de preceptos legales expresos…”.
"...resulta que el juez de la sentencia recurrida, dio por establecido el hecho de que la empresa
Por otro lado, el Legislador Penal hizo uso de distintos vocablos para definir unívocamente lo
mismo, es decir, que la tutela penal abarca a todas las personas, naturales o jurídicas,
indistintamente. Para ello, utilizó estos términos: 'el que', 'quien', 'quienquiera', 'el individuo',
'la persona', y otros, dando a ellos un contenido unicomprensivo o apodíctico, lo cual quiere
decir que no admite contradicciones, en el sentido establecido en el Código Civil, respecto de
la definición legal de persona, la cual abarca tanto a las naturales como a las jurídicas...".
"...Por ende, PROCTER & GAMBLE DE VENEZUELA C.A., en su carácter de persona
jurídica, es un individuo moral en el sentido literal en que el Legislador utilizó el término en el
artículo 444 del Código Penal, para referirse al sujeto pasivo del delito de difamación. En
consecuencia, PROCTER & GAMBLE DE VENEZUELA C.A., tiene capacidad para ser
sujeto pasivo del referido delito, por lo que el tipo penal consagrado en dicho artículo es
aplicable por entero a la situación fáctica de la cual fue víctima y por ello requiere ser titulada
por la justicia penal, en aplicación de la garantía constitucional y penal de protección al
derecho al honor o reputación.
En tal sentido, la recurrida incurrió en el vicio de errónea interpretación al entender que el
término individuo equivale exclusivamente a ser humano, siendo que, desde el punto de vista
literal o gramatical, individuo significa persona, y las personas pueden ser naturales o
jurídicas, tal como lo dispone el artículo 15 del Código Civil. Tal error del juzgador constituye
una extralimitación en su función de intérprete de la ley, en la medida en que discriminó a las
personas jurídicas en cuanto a la tutela penal del derecho al honor o reputación, con lo cual
creó una desigualdad de facto, no existente en la ley. Por lo demás, dicha violación tuvo
influencia decisiva en el dispositivo del fallo, al haber determinado una conclusión judicial
equívoca, por cuanto consideró que los hechos eran atípicos, lo cual dejó desamparada a la
agraviada e impune una actividad delictiva, evidentemente típica y antijurídica, tal como lo
definió el Legislador de forma auténtica...".
"...El artículo 444 se ubica dentro del Título IX del Código Penal, denominado delitos contra
las personas. Ahora bien, sobre este particular deben hacerse dos observaciones. En primer
lugar, el Legislador ha utilizado el término persona para denominar el referido Título. En
ningún momento ha hablado separadamente de personas naturales o de personas jurídicas, sino
simplemente, de personas, las cuales, repetimos, pueden ser naturales o jurídicas, a tenor de lo
dispuesto en el mencionado artículo 15 del Código Civil. Es decir, que el Legislador, de forma
auténtica, ha considerado que los bienes jurídicos titulados por los tipos que conforman ese
Título del Código Penal, son ciertos derechos e intereses fundamentales intrínsecos a la propia
existencia de las personas, sean estas naturales o jurídicas. Por supuesto, las personas jurídicas
tendrán la posibilidad de ser sujetos pasivos de esos delitos, siempre y cuando, por su propia
naturaleza, tengan la capacidad legal para ser titulares del bien jurídico de que se trate. Así, es
obvio que una persona jurídica no posee vida física y, en consecuencia, no podría ser sujeto
pasivo del delito de homicidio; pero, en cambio, poseen un honor, una reputación, como uno
de los elementos esenciales de su existencia. En tal sentido, la Constitución de la República
(artículo 59) y la jurisprudencia de las Salas de Casación Civil y Político-Administrativa de la
Corte Suprema de Justicia, reconocen que las personas jurídicas tienen honor o reputación, tal
como citamos más adelante.
Siendo las personas jurídicas titulares indiscutibles del derecho al honor o reputación, bien
jurídico titulado por el artículo 444 del Código Penal, la interpretación teleológica de esa
norma nos lleva directamente a la conclusión según la cual las personas jurídicas pueden ser
consideradas como agraviadas o sujetos pasivos del delito de difamación.
De manera que, en el presente caso, la interpretación auténtica o literal, y la interpretación
teleológica de la norma nos llevan hacia una sola conclusión: las personas jurídicas pueden ser
sujetos pasivos del delito de difamación...".
"...el Juez de la recurrida en su sentencia atribuye al artículo 444 del Código Penal, un alcance
que dicha norma en realidad no posee, al restringir su ámbito regulador sólo a las agresiones
contra el honor de las personas naturales, siendo que, por el contrario, el término individuo
utilizado por el Legislador para definir el sujeto pasivo del delito de difamación es equivalente
al vocable persona, tanto si el intérprete acude al método literal, como si acude al teleológico.
En ese sentido, la recurrida incurrió en el vicio de errónea interpretación, que, con base en el
ordinal 11º del artículo 331 del Código de Enjuiciamiento Criminal, da lugar a la nulidad del
fallo, por vía del recurso de casación de fondo.
v) El Elemento Extra-Penal: Debemos, también, hacer una breve referencia al elemento extra-
penal de la interpretación teleológica, siendo que el intérprete no puede darle a la norma un
sentido contrario a los más elementales derechos recogidos en la Carta Magna, la cual contiene
las bases fundamentales de la República.
En tal sentido, al limitar la recurrida la protección del honor sólo a las personas naturales,
incurrió en una violación flagrante del derecho a la igualdad y no discriminación, previsto en
el encabezamiento del artículo 61 de la Constitución de la República, en los términos
siguientes:
Artículo 61 de la Constitución de la República: "No se permitirán discriminaciones...'.
En efecto, como hemos visto, el artículo 444 del Código Penal tutela el honor o reputación
tanto de las personas naturales como de las jurídicas, siendo que el término individuo se utiliza
como sinónimo de persona. Al restringir el sentenciador el ámbito regulador de dicho artículo
sólo a las personas naturales, realizó una discriminación y creó una desigualdad. En efecto,
esta discriminación es, sin embargo, francamente contraria a lo dispuesto en el referido
artículo 61 de la Constitución de la República.
El derecho a la igualdad y no discriminación, está también recogido en la Declaración
Universal de Derechos Humanos, adoptada en la Asamblea General de la ONU el 10 de
diciembre de 1948...".
"...En virtud de lo anterior, decir que una persona jurídica no puede ser sujeto pasivo del delito
de difamación, es una afirmación temeraria y pedestre que pone en peligro la reputación de
instituciones como son las personas jurídicas, que son factores indispensables de la vida social
y económica de la nación. Entre otras personas jurídicas, están las empresas del Estado, las
fundaciones privadas y públicas, las organizaciones no gubernamentales de derechos humanos,
ecológicos y del consumidor, las asociaciones de vecinos y grupos culturales, las asociaciones
de hecho lícitas de cualquier género, los sindicatos, los partidos políticos, los colegios
profesionales, los gremios empresariales, las asociaciones deportivas y folklóricas, las
diferentes iglesias y grupos religiosos, sociedades de padres y representantes, comunidades
educativas, juntas de condominio y un largo etcétera, tan variado como es de rica la vida en
sociedad, las cuales quedarían desprotegidas de quedar firme la interpretación errónea de la
recurrida por haber incurrido en los errores de fondo que ahora denunciamos.
Es obvio que, siendo mi representada -Procter & Gamble de Venezuela C.A.- una empresa, de
quedar firme la sentencia recurrida, quedarían desamparadas de tutela penal todas las
organizaciones económicas de su género, dentro del cual mi representada es un miembro
individual...".
"...Por todas estas consideraciones, que deben ser tomadas en cuenta por el intérprete judicial
de la ley penal, una vez realizadas las otras formas de interpretación -a saber, literal,
teleológica, histórica, comparativa y extra penal- todas coincidentes en que la tipificación del
delito de difamación no excluye a las personas jurídicas de la tutela penal, denunciamos que la
recurrida realizó una interpretación errónea de la referida norma sustantiva penal, causando
con ello la impunidad de un hecho delictivo, y así pedimos que esta Sala de Casación Penal lo
declare.
2.- Errónea interpretación del artículo 59 de la Constitución de la República:
Por otra parte, afirma la recurrida que las personas jurídicas no tienen honor objetivo,
incurriendo, de ese modo, en errónea interpretación del artículo 59 de la Constitución de la
República, el cual hace referencia a 'toda persona', sin establecer distingos, por lo cual más
(SIC) puede el intérprete restringir el derecho al honor consagrado en dicha norma, al ámbito
exclusivo de las personas naturales...".
"...El caso es que, hoy por hoy, no se discute en la Jurisprudencia Nacional -inclusive la de ese
Máximo Tribunal- que las personas jurídicas tienen la titularidad del derecho constitucional al
honor o reputación. La doctrina también reconoce ese hecho jurídico, como lo hace respecto
de los derechos individuales o fundamentales que les son aplicables, por su naturaleza.
El propio Constituyente consagró en el artículo 59 de la Constitución vigente, el derecho al
honor o reputación de las personas tanto naturales como jurídicas. En efecto, dispone el
referido artículo lo siguiente:
Artículo 59 de la Constitución de la República: 'Toda persona tiene derecho a ser protegida
contra los perjuicios a su honor, reputación o vida privada'.
La norma se refiere a 'toda persona', sin excepción, lo cual quiere decir que comprende el
honor o reputación tanto de las personas naturales, como el de las jurídicas.
Una conocida regla del Derecho dispone en ese sentido que' donde la ley no distingue, no debe
distinguirse' (Ver en CABANELLAS, Guillermo. 'Repertorio jurídico', Editorial Heliasta S.R.
L., Argentina, 1992, pág 245) (Subrayado nuestro).
Ahora bien, a tenor de lo dispuesto en el artículo 15 del Código Civil: 'Las personas son
naturales o jurídicas', lo cual quiere decir que las personas jurídicas son personas, y en ese
sentido tienen derecho a ser protegidas contra los perjuicios a su honor o reputación, según
dispone el texto constitucional.
La Jurisprudencia de ese Máximo Tribunal ha reconocido pacíficamente que las personas
jurídicas tienen derechos individuales, entre los cuales se encuentra el derecho al honor o
reputación.
En efecto, la Corte ha reconocido expresamente a las personas morales, la titularidad de
derechos individuales consagrados en la Constitución, como lo son los derechos a la igualdad
y no discriminación, a la inviolabilidad de la correspondencia, al libre tránsito, a la libertad de
expresión, a petición y oportuna respuesta, a ser juzgadas por sus jueces naturales y al honor o
reputación...".
"...Todo esto nos lleva a la conclusión de que las personas jurídicas tienen honor o reputación,
en razón de lo cual pueden ser sujetos pasivos del delito de difamación, pudiendo acceder a los
órganos de la administración de justicia para defender ese derecho, mediante el ejercicio de las
acciones civiles y penales a que hubiere lugar, como lo garantiza el artículo 68 de la
Constitución de la República.
Ciudadanos Magistrados, el Juzgado Quinto de Reenvío en lo Penal, desconociendo la
doctrina del Máximo Tribunal, así como las autorizadas opiniones de los más destacados
tratadistas de las distintas especialidades jurídicas, sostiene que las personas jurídicas no tienen
honor, incurriendo de ese modo en un error de interpretación legal al determinar fallidamente
el alcance del artículo 59 de la Constitución de la República, el cual garantiza el derecho al
honor, reputación y vida privada a toda persona, sin distinción. En este sentido, el juez, al no
ceñirse a la correcta interpretación literal y teleológica que correspondía de acuerdo a la
Legislación venezolana vigente, realizó una exclusión de las personas jurídicas como sujetos
pasivos del delito de difamación, con lo cual interpretó erróneamente la norma y contrario
(SIC) la voluntad del Estado venezolano de castigar la difamación cuando se afecta el honor o
reputación de cualquier persona.
El hecho de interpretar el texto del referido artículo, que garantiza la protección al honor,
reputación y vida privada de toda persona, restringiendo su aplicación a las personas naturales,
con el fin de desconocer esa garantía y las otras referidas a los derechos individuales de las
personas jurídicas, es un absurdo que conduce a desconocerlos (SIC) también el derecho a la
libertad de expresión (artículo 66), el derecho de acceso a la justicia y el derecho a la defensa
(artículo 68), el derecho de asociación (artículo 70), el derecho a la inviolabilidad de la
correspondencia (artículo 63), el derecho a la inviolabilidad del domicilio (artículo 62), el
derecho de dirigir peticiones (artículo 67), el derecho a ser juzgado por sus jueces naturales
(artículo 69), la garantía de amparo judicial de los derechos constitucionales (artículo 49), aun
cuando la Constitución, sin distinción alguna garantiza estos derechos individuales a toda
persona. Dejar a las personas jurídicas sin derechos individuales es una discriminación de
facto inaceptable que viola la Constitución de la República. De aceptar esa absurda
interpretación, las personas jurídicas estarían privadas de todos los derechos individuales,
económicos y sociales que les reconoce la Constitución en plano de igualdad con las personas
naturales, cuando corresponda por su naturaleza.
Ciudadanos Magistrados, es erróneo interpretar el texto del Código Penal, y en concreto el
delito de difamación tipificado en el artículo 444 ejusdem, como referido exclusivamente a las
personas naturales, excepción hecha de las expresiones textuales referidas a determinadas
personas jurídicas, tales como: '...Congreso, Fundaciones, Estado, Municipio, Establecimientos
Públicos, Cuerpos Judiciales, Políticos o Administrativos...', etcétera. Es un absurdo dejar
desprotegidas de forma total a las personas jurídicas cuando no tengan esa denominación
literal. Por tanto, de acuerdo con la interpretación de la recurrida, se constituiría una especie de
licencia para difamar a las personas jurídicas, por cuanto, según su convicción, el artículo 444
del Código Penal está limitado a las personas naturales. Tan grave como lo anterior, es afirmar
que los delitos contra la propiedad cometidos en perjuicio de personas jurídicas no tienen
tutela penal, por cuanto no establecen de forma expresa que las mismas sean sujetos pasivos de
tales delitos; ya que, según la recurrida, sólo la propiedad de las personas naturales estaría
protegida penalmente. En realidad, el Código Penal protege a las personas, sin discriminar. En
consecuencia, sólo la lógica, los hechos y las circunstancias determinarán que tipo de persona
podría ser sujeto pasivo del delito, en una situación concreta. En el caso de la difamación, es
obvio que tanto las personas naturales como las jurídicas son sujetos pasivos de dicho delito, y
de allí se desprende que ambas gozan de protección a su honor o reputación.
Al interpretar la recurrida el artículo 444 del Código Penal como referido exclusivamente a los
seres humanos, incurrió en el vicio de errónea interpretación, toda vez que le dio a dicha
norma un sentido y alcance limitativo y discriminatorio que la misma no posee. En efecto,
como hemos visto, el término individuo utilizado por el Legislador en la referida norma, a los
fines de determinar el sujeto pasivo del delito de difamación, es comprensivo tanto de las
personas jurídicas como de las personas naturales.
Por lo demás, con base en esa errónea interpretación del artículo 444 del Código Penal, el
sentenciador incurrió en una violación flagrante del derecho a la igualdad y no discriminación,
previsto en el artículo 61 de la Constitución y en los Pactos Internacionales suscritos por la
República, siendo que, al considerar que sólo los seres humanos pueden ser sujetos pasivos del
delito de difamación, limitó la protección del derecho al honor o reputación sólo a las personas
naturales, dejando totalmente desprotegidas a las personas jurídicas, aún cuando es un hecho
que tales entidades son titulares indiscutibles del mencionado bien jurídico.
Asimismo, como antes se dijo, la recurrida incurrió en errónea interpretación cuando sostiene
que el artículo 59 de la Constitución de la República consagra el derecho al honor o reputación
sólo para los seres humanos, siendo que esta Honorable Corte ha establecido en reiteradas
oportunidades que las personas jurídicas gozan del mencionado derecho.
Como consecuencia de la errónea interpretación de los artículos 444 del Código Penal y 59 de
la Constitución de la República, el sentenciador incurrió en indebida aplicación del artículo
206, ordinal 1º, del Código de Enjuiciamiento Criminal, declarando Terminada la
Averiguación por no revestir los hechos acusados carácter penal, siendo el caso que, por el
contrario, los hechos establecidos encuadran en el tipo penal previsto en el citado artículo 444
del Código Sustantivo (SIC) Penal, por lo que lo procedente era dictar el correspondiente auto
de detención o de sometimiento a juicio, y no declarar la terminación de la averiguación.
La violación denunciada tuvo influencia decisiva sobre el dispositivo del fallo recurrido,
puesto que la errónea interpretación de las normas contenidas en los artículos 444 del Código
Penal y 59 de la Constitución de la República, fue lo que condujo al sentenciador a considerar
que los hechos eran atípicos y -en consecuencia- a declarar Terminada la Averiguación
Sumaria por no revestir carácter penal los hechos acusados, siendo que, de haber determinado
correctamente el sentido y alcance de los mencionados artículos, hubiera dictado el
correspondiente auto de detención o de sometimiento a juicio y ordenado, en tal sentido, la
continuación del proceso, y no su culminación.
Ciertamente, lo que llevó al juzgador a declarar Terminada la Averiguación Sumaria, fue, en
primer lugar, la errónea interpretación que hizo del artículo 444 del Código Penal, según la
cual el término individuo no comprende a las personas jurídicas, por lo que no podrían éstas
ser sujetos pasivos del delito de difamación. Con base, pues, en esa interpretación errónea, el
Juez de la recurrida puso fin a la Averiguación Sumaria, siendo que uno de los hechos que
fueron establecidos por el sentenciador es que la agraviada por las imputaciones difamantes -es
decir, Procter & Gamble de Venezuela C.A.- es una persona jurídica. No obstante, en el
presente recurso ha quedado establecido que en el artículo 444 del Código Penal, el Legislador
utilizó el referido término de forma idéntica al de persona, garantizando la tutela del honor o
reputación tanto a las personas naturales como a las jurídicas.
Asimismo, tuvo también influencia determinante en el dispositivo del fallo la errónea
interpretación que el sentenciador hizo del artículo 59 de la Constitución de la república, ya
que, en su errado criterio, dicha norma -que garantiza el derecho al honor y a la reputación a
toda persona- sólo consagra el honor y la reputación de los humanos. En tal sentido, al no tener
-según el Juez de la recurrida- honor o reputación las personas jurídicas, no podían ser las
mismas víctimas de ataques a ese bien jurídico, por lo cual tampoco podrían ser sujetos
pasivos de aquellos delitos que precisamente se dirigen a tutelar tales bienes. Partiendo como
premisa de esa interpretación errónea, el sentenciador declaró Terminada la Averiguación
Sumaria por no revestir, en su criterio, los hechos acusados carácter penal. Sin embargo, ha
quedado demostrado en el presente escrito de formalización que en la actualidad no se discute
la titularidad del derecho al honor o reputación que ostentan las personas jurídicas, la cual,
incluso, ha sido reconocida en reiteradas oportunidades por esa Honorable Corte Suprema de
Justicia, como antes señalamos.
El hecho declarado probado por el Tribunal de la recurrida, de que la empresa Procter &
Gamble de Venezuela C.A., es una persona jurídica, es demostrativo de su condición de sujeto
pasivo del delito de difamación, de manera que al declarar Terminada la Averiguación
Sumaria, por faltar ese elemento típico, la sentenciadora de Reenvío incurrió en un error de
interpretación al determinar erróneamente el sentido y alcance de los artículos 444 del Código
Penal y 59 de la Constitución de la República; y asimismo incurrió en indebida aplicación al
aplicar el artículo 206, ordinal 1º, del Código de Enjuiciamiento Criminal, declarando
Terminada la Averiguación Sumaria. INFRACCION QUE DENUNCIO EXPRESAMENTE
EN ESTE ACTO...".
Considera este Tribunal que de los autos no resulta comprobada la comisión del delito de
DIFAMACIÓN AGRAVADA CONTINUADA, previsto y sancionado en el artículo 444
último aparte del Código Penal en relación con el artículo 99 ejusdem, delito éste imputado al
ciudadano JUAN SIMÓN GANDICA SILVA en el libelo acusatorio. En efecto, como explica
la doctrina y la jurisprudencia, el cuerpo del delito es el delito mismo, revelado por todas las
circunstancias y modalidades de su ejecución; la prueba de que se ha cometido un delito
tipificado en la ley, la acción adecuada a la descripción contenida en un determinado
preceptor; adecuación típica que no encuentran los hechos establecidos en ninguna de las
normas penales examinadas.
La doctrina de la Casación Venezolana ha asentado como requisito de la comprobación del
cuerpo del delito la comprobación de la acción:
'El cuerpo del delito' es el delito mismo, revelado por todas las circunstancias y modalidades
en su ejecución. La prueba de que se ha cometido un delito tipificado en la ley, la acción
adecuada a la descripción contenida en un determinado concepto de la Ley Penal. La
'materialidad' que alude el formalizante podría ser un elemento para la comprobación del
cuerpo del delito, pero si el hecho punible requiere, además, otros añadidos típicos para que
llegue a configurarse un determinado tipo de delito esa sola materialidad carece de relevancia
penal. La prueba de la existencia de los efectos y dinero robados no es suficiente para
configurar el delito de robo agravado previsto en el artículo 460 del Código Penal. La tenencia
de cosa ajena puede ser lícita o ilícita y esta última puede ser derivada de cualquiera de los
delitos contra la propiedad en los cuales la apropiación de la cosa mueble sea elemento
componente del tipo. Esta Tesis es consecuente con la doctrina establecida por la Sala de
Casación Penal, Sentencia del 17 de julio de 1956, que dice:
'La base del procedimiento en materia penal dice el artículo 115 del Código de Enjuiciamiento
Criminal es la comprobación o existencia de una acción u omisión previstos expresamente por
la ley como delito o falta. En consecuencia, si no hay prueba de la acción o de la omisión no
puede haber cuerpo del delito y ni la una ni la otra se pueden considerar evidenciadas en
materia de hurto por la sola circunstancia de que una cosa determinada exista'. (Conf.
GACETA FORENSE, segunda etapa Nº 74 pág. 603).
Ahora bien, se desprende de la anterior transcripción que la prueba del cuerpo del delito
presupone prueba de la acción y en la medida en que se trata de un delito formal o de mera
conducta, como lo es el delito de Difamación, comprobar el cuerpo del delito es comprobar la
acción y al no existir uno de los elementos positivos del delito, vale decir, acción, tipicidad, y,
culpabilidad para llegar a la convicción plena de la existencia de la imputación por parte del
presunto acusado de un hecho determinado e individualizado, que efectivamente hubiese
expuesto a la PROCTER & GAMBLE DE VENEZUELA C.A. al desprecio u odio público
que le hubiese ofendido en su honor o reputación, es dable establecer entonces que no hay
cuerpo del delito de Difamación Agravada Continuada, mucho menos pueden existir indicios
de culpabilidad, por lo que resulta, en consecuencia, procedente Declarar Terminada la
presente Averiguación Sumaria por no haber lugar a proseguirla en cuanto se refiere a los
hechos atribuidos en autos a dicho ciudadano, conforme a lo dispuesto en el ordinal 1º del
artículo 279 del Código de Enjuiciamiento Criminal, en virtud de no revestir carácter penal los
hechos acusados por considerar que los hechos que dieron origen a la presente averiguación no
concurren todos los elementos del tipo descritos en el artículo 444 del Código Penal, estando
en presencia de un HECHO ATIPÍCO por ausencia del sujeto pasivo, ya que el término 'algún
individuo' no es aplicable a las personas jurídicas en el tipo delictual de la DIFAMACIÓN, en
consecuencia lo procedente y ajustado a derecho es CONFIRMAR la decisión dictada por el
Juzgado Cuadragésimo de Primera Instancia en lo Penal y de Salvaguarda del Patrimonio
Público de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas. Y ASÍ SE
DECLARA...".
La denuncia de infracción por falta de aplicación de los artículos 444 del Código Penal y 59 de
la hoy derogada Constitución de la República de 1961, así como la infracción del ordinal 1º
del artículo 206 del Código de Enjuiciamiento Criminal por indebida aplicación, la basa el
formalizante en el numeral 11 del artículo 331 “ejusdem” que contempla como motivo de
casación de fondo la "indebida aplicación" de algún precepto legal expreso, siempre que dicha
violación haya tenido influencia decisiva sobre el dispositivo del fallo recurrido.
Esta Sala, para decidir sobre el recurso interpuesto, hace las siguientes consideraciones
jurídicas acerca del delito en el cual está basada la acusación, esto es, la difamación.
Previsión legal.
"El que comunicándose con varias personas reunidas o separadas, hubiere imputado a algún
individuo un hecho determinado capaz de exponerlo al desprecio o al odio público, u ofensivo
a su honor o reputación, será castigado con prisión de tres a dieciocho meses.
Si el delito se cometiere en documento público o con escritos, dibujos divulgados o expuestos
al público, o con otros medios de publicidad, la pena será de seis a treinta meses de prisión".
Generalidades.
La persona que se conduce honorablemente, con honor, merece tener de sí misma un elevado
concepto. Este legítimo sentimiento, a través del cual reconoce y estima sus propios méritos,
deriva hacia la consciencia de su valía personal. Correspondiendo a una valía elevada se halla
la dignidad personal, inspiración y oriente de las actividades personales en general. Este
sentimiento de dignidad anima y reconforta a quien lo alberga, es decir, sirve al unísono de
estímulo y defensa en relación con las vicisitudes de toda índole que deba enfrentar la persona.
Y ése es el concepto del honor, en su acepción subjetiva o interna. Esos méritos se traducirán
en una buena reputación, que es la opinión de la gente respecto a una persona y esto representa
el concepto de honor en su acepción objetiva o externa. Naturalmente, siendo tan importante
la sensación de la propia dignidad u honor e influyendo éste de modo tan decisivo en la actitud
de todos (o por tenerlo o por no tenerlo, en mayor o menor medida), se comprende cómo
afecta la lesión del honor a quien se precie y esté orgulloso de poseerlo.
La distinción entre honor subjetivo y honor objetivo (reputación) permite entender el que una
persona de espíritu elevado y a quien por tanto poco o nada logra molestar a veces la
detracción, pueda verse gravemente perjudicado en su honor objetivo o reputación por esa
misma detracción, ya que siempre hay quienes están dispuestos a creer en la malignidad de la
maledicencia. Debe considerarse como grave el ataque al honor de las personas, estando
obligado el Estado a proteger éstas a través de aquél. Sin embargo, en Venezuela se ha venido
haciendo lo contrario pues los delitos de injuria y difamación, que protegen honor y
reputación, han devenido en letra muerta. Y esta situación debe cambiar.
Sujetos delictuales.
1) Sujetos activos.
Lo pueden ser cualesquiera. Al principiar el Código Penal en el artículo 444 (difamación) con
"El que...", queda claro que los sujetos activos de dicho delito pueden ser todos los imputables
que desarrollen la conducta prevista en esa disposición legal.
2) Sujetos pasivos.
Todos pueden serlo, incluidos inconscientes (como dementes, dormidos y los que están en vida
vegetativa), desprestigiados, niños y aun difuntos. En el caso de ciertos inválidos (que no
están conscientes), de ebrios, sordos, dementes y, con mayor razón de todos los difuntos, se ha
sostenido que no es posible injuriarles u ofenderles porque no están capacitados para percibir
el insulto. Mas como el Código no hace distingos, todos pueden ser sujetos pasivos. De allí
que los niños y menores de edad, aunque no puedan ser imputables como sujetos activos de
tales delitos, sí puedan ser víctimas de los mismos.
En esta causa, el busilis de la cuestión es determinar si las personas jurídicas pueden ser sujeto
pasivo del delito de difamación, o no.
Los defensores del acusado, abogados JESÚS MARÍA MANZANEDA MEJÍA, MORRIS
SIERRAALTA y MIREN BARRIOLA DE COLMENTER, han alegado con reiteración y
profusión de razones, que el tipo del delito de difamación no se amolda a hechos imputados a
una persona jurídica, ya que dicha previsión típica exclusivamente se refiere a "todo
individuo" que haya sido el destinatario de las imputaciones correspondientes. Y que
"individuo" sólo puede ser una persona natural.
Es oportuno aclarar que los hechos típicos, o conductas descriptivas con las que la ley describe
los delitos, no tienen siempre la misma claridad en el texto legal. El hecho típico se puede
describir, en dicho texto legal, haciendo referencia al comportamiento humano mismo, en su
movimiento o acciones, o también omisiones, o se puede describir haciendo referencia a
conceptos, o puede describirse haciendo referencia a la intención. Por el hecho de que no
siempre tienen esos tipos la ideal claridad, se impone su interpretación: puede ser ésta
gramatical o también teleológica. La primera sólo ve hasta cerca y atiende la mera letra de la
ley. La segunda es ver lejos y así trata de indagar la "mens legislativa" y el valor amparado por
la norma incriminadora. El concepto de valor o alcance de la significación o importancia de
algo, ya eleva "per se" el nivel de la interpretación y obliga al esencial concepto substancial
del delito. Toda acción tiene valor de acto y valor de resultado. El valor de acto es
fundamental. Es esencial. En Venezuela se le ha venido dando un valor prioritario y casi
exclusivo al resultado. A un concepto mecanicista, utilitarista: el "hombre máquina". Hay que
moralizar el Derecho Penal: tiene una profunda raíz ética y solamente puede entenderse sobre
la base de ese hondo contenido ético. Actualmente, en el mundo, hay una tendencia muy
fuerte a la etización del Derecho Penal, como una reacción a criterios positivistas, mecánico-
naturalistas, que olvidaron el valor de los conceptos substanciales de la moral y de la filosofía
en ese Derecho fundamental como garantizador de convivencia. Y por eso -según KANT-
"Los fines del Estado se reducen únicamente a la tutela del Derecho. El Estado debe asegurar a
los ciudadanos el disfrute de sus derechos" (DEL VECCHIO, G. Filosofía del Derecho, 2a.
ed., p. 209, Ed. Bosch, Barcelona, 1935). El Derecho Penal es el Derecho público por
antonomasia y es garantía fundamental para que haya una coexistencia pacífica. Y por ello
hay la obligación de aplicarlo con certeza, para que así el Derecho Penal pueda trabajar en la
estructura moral de la población y cumplir su principal misión ético-social e incidir en la
voluntad de la gente, así como hacer que los ciudadanos se hagan más éticos: "El sentir
jurídico permanente del obrar conforme a Derecho" (WELZEL). Y es lo que se conoce como
la teoría ético-social del Derecho Penal.
El tipo del artículo 444 del Código Penal usa la palabra "individuo" para identificar al sujeto
pasivo del delito de difamación allí incriminado. Una mera interpretación gramatical, que sólo
atienda a las palabras escritas en dicho tipo y a su pura significación lingüística, puede
conducir a establecer una sinonimia entre los términos "individuo" y "persona". Las razones de
tal aserto principian por hallarse en los diccionarios de sinónimos, puesto que así los
consideran. Y en Filosofía se hace referencia al "individuo humano" cuando se quiere hablar
con máxima propiedad:
También son considerados en zoología como "individuos" los animales, a los cuales el
Derecho no reputa como personas sino como cosas. Y a estas cosas se les llama "individuos".
De modo que no hay razón para que una persona jurídica no pueda encajar en la idea de
"individuo" y sobre todo habida cuenta de la comprobada sinonimia existente entre los
términos "persona" e "individuo".
En torno a aquella clave del tipo, esto es decir, a si las personas jurídicas pueden ser sujeto
pasivo del delito de difamación, o no, la interpretación teleológica implica el hacer una serie
de consideraciones.
Es conveniente analizar ahora si las personas jurídicas tienen honorabilidad. Y tal análisis se
debe mirar a la luz de los sendos puntos de vista correspondientes al par de aspectos -subjetivo
y objetivo- antes señalados. Las personas jurídicas, como ficción jurídica o entidades
inmateriales que son, no tienen sentimientos ni por tanto la subjetividad que es inmanente al
honor, que como se puntualizó con anterioridad es un respeto de sí mismo o amor propio
afincado en el sentimiento de la propia dignidad.
Una vez establecido que las personas jurídicas no tienen honor "sensu stricto", esto es,
el honor subjetivo del cual antes hízose referencia, es indefectible plantearse la cuestión de si
tienen reputación u honor objetivo, es decir, la opinión de la sociedad sobre las personas que
en su seno actúan.
No puede negarse que las personas jurídicas tienen capacidad para realizar acciones
jurídicamente relevantes. Y si se les considera susceptibles de ser sujetos activos de delitos,
pese a que sus "actos" son discutibles en principio, por fuerza se les considerará dueñas de una
reputación: si sus "actos" causan el efecto mayor de que se les pueda considerar "criminales",
"a fortiori" podrán lograr el efecto menor y puramente pasivo de que se forje una reputación en
torno a esos mismos actos. Es harto conocido en Derecho el brocárdico de que "cuando se
puede lo más, se puede lo menos" ("Qui potest majus, potest et minus"). Por añadidura, se
puede considerar la circunstancia indudable de que las personas jurídicas tienen un patrimonio
y que se ha llegado a opinar que la difamación podría llegar a considerarse como un delito
contra la propiedad: CARRARA disertó acerca de que dentro de las ventajas de una buena
reputación está la de propiciar ganancias económicas y que, por eso, se había pensado colocar
la difamación entre los delitos contra la propiedad, pues acarrea pérdidas económicas. Esta
inusual visión que de la difamación llegaron a tener (no a imponer) algunos clásicos, permite
una mejor comprensión de los efectos del delito y de cómo es de lógico el aceptar con
naturalidad que también pueda ser cometido contra las personas jurídicas.
Ahora bien: siendo que la reputación no surge por generación espontánea, sino que es la
opinión que alberguen los otros sobre una persona natural o también jurídica, es paladino que
la buena reputación es el resultado de la integridad de las personas y por consiguiente es un
producto directísimo del mérito. Mérito simbolizado en el derecho de rango constitucional a
ser protegidos ese honor y esa reputación. Ese derecho se ha juzgado de tan elevada
importancia que aun aquellos considerados de vida deshonorante gozan de tal protección. Y
por imperio de la lógica y de la justicia deben ser protegidas en su reputación las personas que
la han sabido ganar a punta de méritos y hasta de sacrificios. Así que todas las personas deben
contar con la protección de su reputación. Las personas jurídicas tienen una reputación y en
consecuencia tienen perfecto derecho a que el Derecho Criminal les dé la debida protección
respecto a esa reputación.
Hay, en primer término, como expresóse con anterioridad, la interpretación literal o puramente
gramatical; pero no significa ello que sea la única ni la que va más a fondo en el supuesto de
hecho o previsión legal, con el fin de saber a ciencia cierta qué quiso la ley penal cuando
efectuó esa tipificación criminosa y cuáles bienes jurídicos quiso proteger. Y como ha de
llegarse hondo para poder mirar ese bien jurídico y captar en toda su plenitud la "ratio-iuris" o
el valor que ordena proteger, requiérese una interpretación más profunda que permita ahondar
hasta el máximo en esa última finalidad del Derecho Criminal: y allí está la norma, más
principista que los tipos penales inspirados en ella y cuyos mandatos son de esta índole: "No
matarás", "No robarás", "No difamarás", etc. Y para este estudio radical se impone la
interpretación teleológica.
de los tipos penales y esto fue proscrito ha mucho de la ciencia penal porque se prefirió la
interpretación teleológica que considere la intención del agente, quien puede anticipar fines y
acomodar la cadena causal para lograrlos. Y quien quiere los medios y los pone, también
quiere el fin. Esta interpretación se impuso definitivamente con el advenimiento del finalismo.
Quedarse en la interpretación literal del tipo ata al mecanicismo y a la forma en perjuicio de
una interpretación real que desentrañe la real intención del legislador; y en definitiva esa
interpretación afecta la lógica y la justicia. No es posible dejar impunes hechos integrantes de
una ordenación causal perfectamente capaz de lograr el fin último. Prescindir de esta evidencia
es pasmar la interpretación de los tipos y hacerla casi desfalleciente, pues así no es capaz ni de
penetrar lo más mínimo en la mente y verdaderas intenciones finales del sujeto activo del
delito. Y por ende se desconocería la virtualidad de la causa, es decir, su virtud de producir
efectos.
Con el finalismo dejó de tener tanta importancia el tipo (en cuanto a su interpretación
estrictamente gramatical o especie de camisa de fuerza) y tiene más importancia la acción (del
agente) concebida de modo finalista.
En la acción humana, al escoger la persona su fin, marcha después en una acción mental de
retroceso a ordenar la constelación causal y elegir los medios para la obtención de ese fin. Esos
medios causales es lo que WELZEL, padre del finalismo, que por lo demás inspiró a
BETTIOL, que es el padre del teleologismo en Italia, denomina efectos "concomitantes": uno
no solamente quiere el fin último o el "telos", sino que también quiere los efectos
concomitantes. La finalidad es una intención consciente: la voluntad consciente de que habla
JESCHECK.
La moderna teoría del delito arrumbó las tesis mecánico-naturalistas (del "hombre
máquina" como decía LA METTRIE) y hoy se habla de la teoría de la adecuación social y de
la teoría final de la acción e imputación objetiva y de la acción social; de la trascendencia e
influencia que tengan las acciones de cada cual en su mundo circundante.
Hace mucho, entonces, que no se habla de la intención vacía de finalidad, lo cual llegó a su
colmo con VON LIZT que veía en el acto de injuriar el resonar de las cuerdas vocales que
producen vibraciones en el aire. Y es justamente la injuria el delito que demuestra más cuán
errado era ese criterio abandonado ya: la injuria (como delito formal) no requiere un resultado
material o alteración material del mundo exterior y perceptible por los sentidos, como era
considerado el acto humano, es decir, de modo netamente naturalista. Por esto, aunque las
personas jurídicas no pueden percibir la detracción, sí pueden ser víctimas de una difamación:
tal es el caso -como se comentó antes- de difuntos e inconscientes. Hoy se habla no de la
acción causalista sino de la acción finalística, pues el hombre (gracias a su saber causal previo)
puede orientar el cúmulo de medios y el suceder causal desde el objetivo final, en una
operación de retroceso (como se dijo) y en una operación de avance desde las etapas del
proceso hacia su meta final: "la causalidad es ciega; la finalidad es vidente". Doctrina ésta que,
aunque sea con eventuales variantes, se impone ahora en la teoría del delito en el mundo y
Así que no cabe hoy hablar del acto humano en sentido causalista, materialista o mecánico-
naturalista.
Para aclarar esto me remito a la diferencia existente entre la difamación, por un lado, y un rayo
mortal, por otro; en la difamación todos los actos están dirigidos en función del fin prefijado:
creación de la especie detractora, su comunicación e incluso su eventual divulgación escrita,
etc. Mientras que en el rayo el resultado de muerte es la resultante ciega de los elementos
causales existentes. Dado que la finalidad se basa en la capacidad de la voluntad de prever,
dentro de ciertos límites, las consecuencias de su intervención en el curso causal y de dirigir,
por consiguiente, éste, conforme a un plan, a la consecución del fin, la espina dorsal de la
acción final es la voluntad, consciente del fin, rectora del acontecer causal. Ella es el factor de
dirección que configura el suceder causal externo y lo convierte, por tanto, en una acción
dirigida. No se puede calibrar la verdadera proyección de una acción difamatoria valiéndose
únicamente de la letra de la ley: ésta sería una interpretación impotente que clamaría por un
contenido real y vigorizador: “la letra mata y el espíritu vivifica”.
BETTIOL está en lo cierto con su orientación. Sólo se puede prescindir del mecanicismo con
la referencia a los valores.
BETTIOL asevera que el Derecho Penal es "vindicador de los más altos valores éticos de la
colectividad"; que el valor es una relación entre el orden que existe en la realidad y el hombre
"considerado en su personalidad moral" (subraya BETTIOL); y es también "la naturaleza de
las cosas expresada en términos inteligibles, de que puede servirse el hombre para sus fines
morales"; que los valores se truecan en "exigencias impuestas al hombre que actúa en este
mundo"; que al valor "puede denominárselo bien jurídico"; que de nada sirve realizar un
depurado análisis lógico de cada elemento contenido en la definición (refiriéndose al tipo
legal) "si no se conoce el bien jurídico que la norma penal tutela"; que no es posible continuar
"en la superficie de los problemas"; que es preciso descender a las profundidades "e indagar
debajo de la norma lo que ella tutela, para que la investigación jurídica se halle ligada a la
sustancia de las cosas"; que cuando se indaga acerca de la función de la norma "se trata de
explicar un concepto del legislador que puede ser captado lógicamente"; que dicha lógica que
atiende a un fin, o teleológico, debe ser "puesta al servicio de los valores sociales que la norma
tutela"; que los conceptos penales deben ser conceptos teleológicos y que toda la atención del
jurista debe concentrarse "en el valor tutelado", porque sólo considerándolos así asumen una
orientación realista; que los valores tutelados por el Derecho tienen un significado y un relieve
"que se les atribuye a través de las predominantes concepciones ético-económico-políticas y de
sus indudables afinidades sustanciales"; que "todo el Derecho Penal se orienta hacia los
valores, hacia finalidades predeterminadas"; y puso punto final en el capítulo afirmando que el
orden entre los conceptos no es meramente arbitrario, ya que "procede de la naturaleza de las
cosas, de la naturaleza de los valores que el Derecho Penal tutela". Pero como este orden debe
ser real, se impone que tenga presente el "valor" individualizado "a través de un procedimiento
"El juez, para descubrir la voluntad de la ley, debe usar medios interpretativos, gramaticales y
teleológicos y elementos muy varios para descubrir el fin de la ley. INTERPRETACIÓN
GRAMATICAL. Advirtamos que la interpretación debe ser siempre única y que el juez ha de
valerse armónicamente del medio gramatical y del teleológico. El primero de esos medios
busca el valor de las palabras. La ley escrita puede ser interpretada en forma literal y
sintáctica. A nuestro modo de ver, se trata de un grado inferior de la interpretación aunque se
parta del supuesto de que todas las palabras tienen significado, de que nada hay superfluo y de
que el texto expresa exactamente la voluntad de las leyes. Las palabras pueden ser de uso
común o de lenguaje técnico. Las primeras deben interpretarse según el sentido del idioma del
país, aunque, a veces, el legislador les ha dado significación especial. Cuando la ley emplea
términos técnicos, estos deben interpretarse con el contenido que tienen en el código o en la
ley, a no ser que conste otra cosa de modo indubitable. Cuando una palabra tiene significado
usual y técnico, sería erróneo creer que, por estar en el código, ha de ser interpretada siempre
técnicamente. A veces, como ha ocurrido en España, al desentrañar la índole de la frase
"acciones u omisiones voluntarias", consignada en el artículo primero del código penal, o la
palabra daños, que se usa en la parca fórmula del estado de necesidad, en el número séptimo
del artículo octavo, han tenido que interpretarse esas palabras de un modo inverso.
Técnicamente la primera, y conforme al significado corriente de la palabra "daño", la segunda.
En cuanto encontramos dificultades para hallar el sentido de una frase, tenemos que extravasar
la mera interpretación gramatical e ir a parar a la teleológica, indagando el espíritu de las leyes
mediante el manejo de la ratio legis y del sistema del ordenamiento jurídico total. Por eso nos
parece sobremanera acertada la primera parte del artículo 4° del Código Civil de Venezuela,
cuando dice: "A la ley debe atribuírsele el sentido que aparece evidente del significado propio
de las palabras, según la conexión de ellas entre sí y la intención del legislador". En suma,
hemos superado la etapa en que sólo se consideraba justa la interpretación literal y ya no
pensamos, con Beccaría, que el espíritu de la ley puede depender de la buena o mala lógica del
juez, de su buena o mala digestión, de sus pasiones, de su debilidad, de sus relaciones con el
ofendido, etcétera, etcétera. Alegatos ciertos, puesto que son seres humanos, pero que no
bastan para reducir la empresa de juzgar a una tarea filológica. Ya dijo Cicerón que la
interpretación apegada a las palabras, sin tener en cuenta la mens legislativa, sería callída et
malítiosa iuris interpretatio. CONCEPTO DE LA INTERPRETACIÓN TELEOLÓGlCA
Hemos abandonado los ius-penalistas la usadera terminología de interpretación lógica.
Sentado ya que cuando el tipo del artículo 444 del Código Penal quiere decir
"individuo" quiere igualmente decir "persona", no hay ninguna razón para excluir de su
considerando a las personas jurídicas puesto que también son "personas" e incurriríase así en
una discriminación proscrita en los siguientes artículos de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela:
"ARTÍCULO 20: Toda persona tiene derecho al libre desenvolvimiento de su personalidad, sin
más limitaciones que las que derivan del derecho de las demás y del orden público y social."
"ARTÍCULO 21: Todas las personas son iguales ante la ley, y en consecuencia:
1. No se permitirán discriminaciones fundadas en la raza, el sexo, el credo, la condición social
o aquellas que, en general, tengan por objeto o por resultado anular o menoscabar el
reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad, de los derechos y libertades de
toda persona.
2. La ley garantizará las condiciones jurídicas y administrativas para que la igualdad ante la
ley sea real y efectiva; adoptará medidas positivas a favor de personas o grupos que puedan ser
discriminados, marginados o vulnerables; protegerá especialmente a aquellas personas que por
alguna razón de las condiciones antes especificadas, se encuentren en circunstancia de
debilidad manifiesta y sancionará los abusos o maltratos que contra ellas se cometan. ...".
"ARTÍCULO 26: Toda persona tiene derecho de acceso a los órganos de administración de
justicia para hacer valer sus derechos e intereses, incluso los colectivos o difusos, a la tutela
efectiva de los mismos y a obtener con prontitud la decisión correspondiente.
El Estado garantizará una justicia gratuita, accesible, imparcial, idónea, transparente,
autónoma, independiente, responsable, equitativa y expedita, sin dilaciones indebidas, sin
formalismos o reposiciones inútiles."
Y no sólo la novísima Constitución establece tales principios sino que para cuando
acaecieron los hechos investigados aquí, la derogada Constitución también los establecía en
sus artículos 59 y 61.
"ARTÍCULO 59: Toda persona tiene derecho a ser protegida contra los perjuicios a su honor,
reputación o vida privada."
Capítulo I
Disposiciones Generales.
“...Se consagra el principio de progresividad en la protección de los derechos humanos como
una obligación del Estado a favor de toda persona natural o jurídica...”.
"La interpretación en el ámbito penal, para establecer la tipicidad, ha de llevarse a cabo en una
forma completamente restrictiva y, jamás, repetimos, jamás, debe interpretarse en forma
extensiva. La doctrina venezolana ha hecho un estudio profundo respecto a la interpretación
de la ley penal y es por ello que nos permitimos invocar el contenido de la opinión de JOSE
RAFAEL MENDOZA TROCONIS, de lo cual podemos concluir que en la interpretación
penal no caben figuras analógicas ni extensivas, y es por ello que a la ley hay que dársele la
interpretación que emana del propio texto en forma restringida y siempre a favor del
procesado".
"Con mucho más moderno estilo Hippel primero y Grispigni después (tomándolo de la
doctrina alemana) han dicho que el axioma in dubio pro reo nada tiene que ver con la
interpretación y sólo se refiere a la prueba de los hechos. Toda una monografía ha sido escrita
en Alemania por Moser como tesis doctoral, afirmando, en efecto, que in dubio pro reo no
tiene nada que ver con la interpretación de las leyes penales substantivas. Debemos combatir
también el principio in dubio mitius, porque equivaldría a anular toda interpretación, ya que
siempre debería escoger el juez la hipótesis más benigna. c) Necesidad de admitir en ciertos
casos la interpretación extensiva incluso de las leyes penales que no favorezcan al reo. En
resumen, nosotros afirmamos: a') Que si el medio literal y el teleológico llevan a un resultado
armónico y terminante, conforme a él deben interpretarse las leyes penales, sea éste restrictivo
o extensivo puesto que con esos elementos se ha logrado hallar la voluntad de la ley. Ya
Suárez en el siglo XVII sentó doctrina sagacísima: No basta la semejanza de razón para
producir la extensión de la ley, pero en caso de identidad de razón, incluso las leyes penales
pueden ser interpretadas extensivamente siempre que el caso, además, esté comprendido bajo
alguna propia significación de las palabras. El Profesor Mendoza lo reconoce también así en
cuanto a las leyes venezolanas y se funda en que la parte especial del código es casuística, lo
que obliga a dar al juez cierta libertad de juicio" (La Ley y el Delito, Ed. Andrés Bello,
Caracas, 1945, p. 139).
Pues bien: no sólo la "verba legis" o letra de la ley lleva al convencimiento de que sí puede
considerarse que la referencia típica a "individuo" es equiparable por completo al vocablo
"persona", con lo cual ha de incluirse también a las personas jurídicas en dicha previsión legal,
sino que la interpretación teleológica o finalista impone que así se considere: el bien jurídico
La ley penal, para ser provechosa, debe obtener los fines del Derecho, especialmente el bien
común en armonía con la seguridad jurídica y la justicia, y cumplir su esencial cometido
social, esto es, reducir la criminalidad y garantizar el "mínimo del mínimo ético absoluto",
como decía MANZINI; y para que sus amenazas surtan el efecto de intimidación e inhibición
consiguiente deseado, esa ley debe aclarar en lo posible su contenido y el de su amenaza. La
información legal es indispensable, pues de nada valen amenazas de sanciones coactivas sin
destinatarios jurídicos: es evidente que todos los ciudadanos se sienten destinatarios jurídicos
de la ley penal cuyo tipo castiga el difamar; y se sienten así, muy especialmente, de la norma
que manda no difamar, ya que todos saben hasta por instinto que la moral condena la
difamación o lesión moral y que la ley natural prohíbe y castiga ese proceder. Y en una etapa
intermedia entre la prohibición y el castigo, la ley penal, para lograr su cometido, amenaza con
penas (función imperativa) a quienes contradigan dicha norma penal (antijuridicidad). Por
consiguiente hay que saber muy bien cuáles son esos bienes y cuáles son los hechos lesivos a
ellos, para que la amenaza identifique a los destinatarios jurídicos y llegue a éstos el mensaje
jurídico.
Según BINDING hay el más moderno apotegma de que no hay delito "sin tipicidad" y
tampoco sin una clara definición o tipificación. Alguien pudiera alegar que el tipo de la
difamación no está claro en cuanto a que atañe a las personas jurídicas y que, por consiguiente,
no hay delito. Pero no es así. Es obvio que el tipo de la difamación es clarísimo respecto a
que nadie debe difamar a los demás. Y es obvio, así mismo, que se difama a otros (dueños y
administradores) si se difama a una persona jurídica. Y es manifestísimo que las personas
jurídicas tienen reputación y que por lo mismo son susceptibles de perjuicio en esa reputación
o, en otras palabras, de difamación.
No hay duda de que el mensaje de la norma llega claro a todos: no difamar. Y todos
saben lo que esto significa. Se sabe que el honor y la reputación son muy elevados valores
-"prendas del alma" los denominó Shakespeare- y que es un mal evidente dañarlos. Todos
saben así mismo que a toda persona jurídica le sigue como su sombra una reputación y que
tampoco es justo dañarla. Constituiría un completo absurdo que se defendiera solamente la
reputación de las personas naturales y se dejara inerme la de las personas jurídicas, que
abandonadas así a la más absoluta indefensión podrían ser destruídas por la más impune
difamación. Ello sería desconocer la potencia causal y su estela de graves daños de toda
índole, que no se circunscriben sólo a las personas jurídicas sino que de modo automático
extiéndense a sus propietarios y administradores. Las personas jurídicas son sujetos de
obligaciones y por lo tanto tienen también derechos, uno de los cuales es el derecho a que se
respete su reputación y a que en caso contrario el Derecho Criminal reafirme la justicia: "El
delito constituye la negación del derecho; la pena es, a su vez, la negación del delito; siendo la
negación de una negación, la pena reafirma el derecho" (Hegel).
Pues bien: una vez establecido que las personas jurídicas sí pueden ser sujetos pasivos del
delito de difamación, corresponde a esta Sala de Casación Penal del Tribunal Supremo
analizar si los hechos objeto de la acusación e investigados en esta causa, constituyen ese
delito.
Son la injuria y la difamación los delitos que atentan de modo directo contra el honor y la
reputación de las personas.
La difamación, como se expresó con antelación, está descrita en el Artículo 444 del Código
Penal. El criterio distintivo entre difamación e injuria consiste en que mientras en esta última
se atribuye una ofensa genérica, no pormenorizada, en la primera se irroga una ofensa
específica, determinada, caracterizada o pormenorizada. Y como en la difamación, por
atribuir un hecho determinadamente detallado, hay un mayor ataque a la víctima (por la mayor
apariencia de verdad), por eso se ha castigado más severamente.
En este caso se imputó a la persona jurídica PROCTER & GAMBLE el siguiente hecho
determinado: "La Biblia del consumidor que se publica en Estados Unidos dice 'La crema
dental CREST es cancerígena'... 'El uso del dentífrico CREST produce CANCER'... 'Usar la
crema dental CREST destruye la dentadura y produce CANCER'... la Procter & Gamble INC.
fabrica la crema dental CREST producto nocivo para la salud". Tal imputación se hizo el 16 de
octubre de 1995 en la prensa nacional, en un aviso desplegado en la página 20 del diario
"2.001". Y en el editorial del diario "2.001" de ese mismo día, se imputó el siguiente hecho
determinado y muy capaz de exponer al desprecio u odio público: "La crema dental ‘Crest’
produce cáncer. En los Estados Unidos se ha comprobado científicamente que la crema ‘Crest’
es cancerígena, produce cáncer a quienes la usan…”. “…No hay duda que de esta empresa
imperialista, la ‘Procter & Gamble’, quiere infectar de cáncer a la población venezolana con
sus comprobadamente dañinos productos, por lo que responsablemente este diario alerta a los
consumidores de dichos productos para que los rechacen, de la misma manera que llamemos la
atención del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social para que actúe perentoriamente en el
decomiso de la crema dental ‘Crest’ por el riesgo mortal que entraña para los venezolanos.
Como vocero al absoluto servicio del pueblo y de los intereses del país, no permitiremos que la
empresa imperialista ‘Procter & Gamble’ nos inunde y nos mate de cáncer”. El editor-
responsable del diario "2.001" era para cuando ocurrieron los hechos, el abogado JUAN
SIMÓN GANDICA, acusado en la presente causa.
Este delito exige el "animus diffamandi" (voluntad consciente de difamar), por lo cual queda
excluida la respectiva responsabilidad penal al no haber ese ánimo sino otros "animi":
"jocandi", "narrandi", "defendendi", "consulendi" y "corrigendi". Están descartados por
completo y por potísimas razones todos estos "animi", con la excepción del "animus narrandi",
que luego de unas generalidades se analizará.
En Venezuela existe y se respeta el derecho a la libre expresión del pensamiento y, como una
derivación del mismo, la libertad de prensa.
"ARTÍCULO 57: "Toda persona tiene derecho a expresar libremente sus pensamientos, sus
ideas u opiniones de viva voz, por escrito o mediante cualquier otra forma de expresión, y de
hacer uso para ello de cualquier medio de comunicación o difusión, sin que pueda
establecerse censura. Quien haga uso de este derecho asume plena responsabilidad por todo lo
expresado. No se permite el anonimato, ni la propaganda de guerra, ni los mensajes
discriminatorios, ni los que promuevan la intolerancia religiosa.
"Se prohibe la censura a los funcionarios públicos o funcionarios públicas para dar cuenta de
los asuntos bajo sus responsabilidades".
Estos artículos, como se expresó antes, garantizan y también limitan esos derechos. Y no
podría ser de otro modo, ya que todo derecho implica un deber, habida cuenta de que todo
derecho tiene un límite impuesto, justamente, por el derecho de los demás. El artículo 60
“ejusdem” manda que "Toda persona tiene derecho a la protección de su honor, vida privada,
Y esto tiene tras de sí un capital proceso histórico que incluye ilustres antecedentes: la pena de
horca para cualquiera que imprimiera un escrito sin licencia, aplicábase por un Edicto de
Francisco I, promulgado en Francia en 1395. La revolución de la imprenta y el fenómeno de
la comunicación de masas tiene su apogeo al despuntar la época de las libertades, inspirada por
los filósofos estadounidenses y franceses y representada en sus respectivas Constituciones. El
privilegio real de la censura se derribó al compás del artículo 11 de la Declaración de
Derechos del Hombre y del Ciudadano, la cual en 1789 estableció que "la libre comunicación
del pensamiento y opinión es uno de los más preciosos derechos del hombre. Por ello todo
ciudadano puede hablar, escribir e imprimir libremente, con obligación de responder en caso
de abuso de esta libertad en los casos determinados por la ley". La libertad de expresión es
quizá el derecho natural más consubstanciado con el alma humana, pues nace con la persona
misma que hasta principia su vida por expresarse.
De esta libertad de expresión, tal como se manifestó con anterioridad, deriva la libertad
de prensa. La prensa no sólo es de gran importancia porque informa y forma, sino porque es un
órgano caracterizado de la opinión pública: la prensa orienta a la colectividad y así forma una
opinión pública que después recoge y a su vez comunica a todos los coasociados: por todo esto
es que sin la prensa no puede concebirse la vida de los Estados modernos. Pocas libertades
públicas tienen tanta importancia como ésta de la emisión del pensamiento por medio de la
imprenta. Ella simboliza un haz de derechos transcendentes que le dan un relieve
extraordinario frente al poder y frente a las vicisitudes que vive la nación. La prensa es un
medio poderosísimo de emitir el pensamiento y por ello tiene una gran importancia como
producto y factor sociológico. Sí es por tanto la prensa el "cuarto poder" y aunque no consta
como tal en la constituciones de los diversos países, sí es uno de sus elementos básicos. La
prensa ha influido en alto grado a las sociedades moviendo voluntades, acoplándolas e
impulsándolas con reiteración hasta la mejor solución de sus problemas: así logra su propósito
y justificación, que es influir en las determinaciones de la vida pública.
Por todo eso, en suma, la prensa está revestida de gran autoridad moral: pero todo
derecho implica un deber y toda autoridad una responsabilidad, en una relación directamente
proporcional: así que grande es también la responsabilidad que asume la prensa por las
informaciones u opiniones que da en máxima difusión. En los Estados Unidos de América,
donde la prensa y los medios de comunicación en general han alcanzado la más elevada
potencialidad, la jurisprudencia ha establecido hace décadas la doctrina de la "Real Malicia",
en lo concerniente a la responsabilidad de dichos medios. Consiste esa doctrina en no hallar
responsabilidad penal o civil para los periodistas, aunque lo que comuniquen sea incierto, con
excepción de cuando actúen a sabiendas de la falta de veracidad.
Contra el desconocimiento del "telos" o fin último o bien común o violación del orden
jurídico, ha de ponerse en práctica la coacción. El poder coactivo lo ejerce el Estado a través
del Poder Judicial. Por eso puede afirmarse que la fuente de validez de un sistema jurídico es
la voluntad del Estado. El Derecho Constitucional y el Derecho Criminal armonizan la libertad
y la autoridad. La suprema autoridad es la soberanía, que es el Estado mismo en la concepción
jurídica del Estado. Éste es el Derecho y, según KELSEN, el derecho es coacción. Ahora bien:
la probabilidad lógica de que las normas sean ejecutadas por la coacción o no, se denomina
coactibilidad o coercibilidad. Esta posibilidad se frustra y se desnaturaliza así el Derecho, si se
violenta o se desconoce "el telos", es decir, si se desconoce el fin último. La coercibilidad es
básica ya que, como se dijo antes, toda norma jurídica tiene la posibilidad lógica de ser violada
y, en consecuencia, ha de ponerse en práctica la coacción. Pero si ésta no se realiza, se
pervierte el orden jurídico ideal y se causa el injusto. La "ratio-iuris" de las normas es el
asegurar el respeto a los principios de la moral y de las buenas costumbres; mantener el orden
público; facilitar la seguridad jurídica y la aplicación uniforme del Derecho. En conclusión:
ante la violación de las leyes hay la imperiosa necesidad de una reacción estatal. Lo contrario
es la impunidad. Si no hay castigo se pierde autoridad, se pierde soberanía y se pierde el estado
de Derecho mismo. La necesaria consecuencia ética o moral de la impunidad es la negación de
la justicia o la imposición de la injusticia. La consecuencia jurídica de la impunidad es
pervertir todas las estructuras jurídicas. Y la consecuencia criminológica de la impunidad es el
incremento de los delitos, ya que el principal factor tenido como "determinante situacional de
la no agresión es el temor al castigo".
obvio peligro social e individual, su revelación se impone como un deber moral. En verdad,
en muchas oportunidades, la falta de sindicación o de sanción colectiva, sanción moral desde
luego, de hechos o situaciones irregulares y nocivas, significa una sociedad de cómplices. Ese
deber moral y discernir cuándo y en qué medida existe, es de particular importancia en la
noble tarea de la comunicación social, porque sus operadores no sólo informan sino que
forman o deforman la opinión pública: asenderear ésta e informarla y formarla de modo
íntegro, es a lo que debe tender el esfuerzo de los comunicadores sociales y es donde se puede
hallar la dignidad de su profesión.
"In medio virtus", expresaron los latinos para indicar que la virtud y frecuente mejor solución
está en el término medio. Y ésta es la solución de aquel dilema. Se ha dicho que la virtud más
importante (incluso como garantía de felicidad) es la moderación, que es causa y efecto de
"moderar". Y "moderar" es "ajustar", es decir, ni mucho ni poco, ni pecar por exceso ni por
defecto. De modo que como principio general no se debe denigrar a nadie, ni tampoco hacer o
dejar de hacer lo que pudiera resultar injurioso y difamatorio; pero tener muy presente que
existe el derecho de ejercer lo que CARRARA llamó el "derecho de inspección moral" y que
ese ejercicio comporta la posibilidad y aun el deber de hacer (o dejar de hacer) lo que pueda
ofender a través de un justo menosprecio a otros. La justicia o "suma de todas las virtudes" es
la constante y perpetua voluntad de dar a cada quien lo que le corresponde. Y esto último es
válido en especial para los profesionales de la comunicación social, quienes no por ello están
exentos de cumplir su noble trabajo con la debida moderación: ésta es el mejor criterio
conmensurante para saber cuándo hubo un puro ánimo informativo o cuándo excedióse éste de
manera dolosa para caer en simples disputas y consiguientes campañas desacreditadoras o
difamatorias.
La prensa tiene un gran compromiso con la verdad, porque la verdad necesita una voz y la voz
más potente que llega al público sigue siendo la prensa. Por eso no se debe falsear los hechos
o, separándolos de su verdadero contexto, alterar su verdadera significación. Es comprensible
que en la prisa del jadeante trabajo cotidiano un comunicador social cometa un error al aceptar
una información mal comprobada o al expresar un juicio injusto, lo cual así a veces podría
acusar más bien ligereza que dolo malo. Pero, sobre todo si el error ha sido reiterativo, lo cual
lo haría mucho menos comprensible, todos los comunicadores sociales que hayan divulgado el
error tienen el deber de restablecer la verdad, si están conscientes de su elevada misión y de su
gran poder y responsabilidad. Háyanse obligados, frente a los millares de lectores en quienes
pudieran hacer impresión sus escritos, a no arruinar el sacro patrimonio de la verdad. Y jamás
han sido tal poder y consiguiente responsabilidad tan exigente como hoy, cuando las
comunicaciones han llegado a ser tan fáciles como extensas: de allí que su gran influencia
debe ser matizada por el deber de informar la verdad de los hechos y en correspondencia con
el derecho de saber la verdad. De todos modos se informa y después forma o deforma la
opinión pública, que es patrimonio de toda sociedad normal que resiente sobremanera la
inexistencia de una opinón pública: el no haberla es un grave vicio de la vida social. Así como
sería también una seria irregularidad el que la hubiera, mas desorientada o viciada o informada
sobre la base de datos inciertos.
Esta Sala de Casación Penal del Tribunal Supremo de Justicia, tiene el convencimiento de que
no hubo moderación en la imputación y/o publicación o comunicación-editorial que el 16 de
octubre de 1995 hizo el diario "2001", así como tampoco en las otras imputaciones hechas a
PROCTER & GAMBLE en las otras ediciones del mismo diario y cuyos ejemplares constan
en autos. Y que no hubo la elemental comprobación de la veracidad en lo que se publicó. El
qué y el cómo de su proceder lo evidencian así: la imputación fue tan sumamente grave cuan
“La Biblia del Consumidor que se publica en los Estados Unidos dice: ‘La crema dental Crest
es cancerígena’…. ‘El uso del dentífrico crest produce cáncer’
‘Usar la crema dental CREST destruye la dentadura y produce CÁNCER la PROCTER &
GAMBLE INC. fabrica la crema dental CREST producto nocivo para la salud”.
“En la página ix del índice menciona el Capítulo 10,relativo a HIGIENE DENTAL Y ORAL,
contenido en la página 251 del mismo.- En la página 253 del libro aparece la sección relativa a
Pastas y Polvos Dentales, de la cual se traduce a continuación lo relativo a “Carcinógenos.-
Evitar el uso de productos que contengan sacarina y Azul Nro. 1 FD&C. Igualmente, el
polisorbato 80 en algunas marcas puede estar contaminado con dioxano-1, 4. El uso de fluor
en pastas de dientes es controversial debido a que se ha sugerido una evidencia de
carcinogenicidad”.
Seguidamente aparece una lista de Pastas y Polvos Dentales con tres columnas, la primera de
izquierda a derecha contiene el nombre del producto y las otras dos columnas son,
respectivamente, indicadores de Dermatitis por Contacto y de Cancerígenos. Igualmente se
indican los siguientes códigos para interpretar el cuadro: a) figura en círculo blanco: poco o
ningún riesgo. b) figura en círculo gris. Riesgo mínimo. c) figura en círculo oscuro: de
cuidado, y d) un signo de verificación (√ ): recomendado. Sigue una lista de los productos
con sus respectivos códigos calificadores, con la siguiente calificación en la línea siete (7) de
la página 254 que dice: “Pasta Dental Crest para Control de Placa Dental, 29, 23, 38: figura en
círculo blanco (poco o ningún riesgo) respecto Dermatitis por Contacto, y figura en círculo
oscuro (de cuidado) respecto a Cancerígeno”.
GAMBLE DE VENEZUELA, C.A. Y para que se perfeccione este delito basta que con dolo
o intención consciente de difamar se haga a un individuo o persona una imputación de hechos
determinados capaces de exponer al desprecio u odio público. Tal imputación debe ser a través
de una comunicación, cuya forma agravada está en los escritos públicos o impresos
divulgatorios de dicha imputación. Tal ha sido el caso y como la máxima expresión
publicitaria es la divulgación periodística, ha habido por consiguiente una difamación
calificada en términos de gravedad.
Este Tribunal Supremo de Justicia, para cumplir su labor revisora del Derecho ha de
atenerse a los hechos establecidos por la recurrida y limitarse a considerar la denuncia
formulada, para determinar si los textos legales cuyo quebrantamiento se alega han sido o no
aplicados con rectitud por el Juzgado Quinto de Reenvío en lo Penal. Así lo establecía el
parágrafo único del artículo 331 del hoy derogado Código de Enjuiciamiento Criminal: fuera
de los casos excepcionales que señalaba el ordinal 10° de dicho artículo, la Corte Suprema
ejercería su jurisdicción con absoluta sujeción a los hechos establecidos en la sentencia
recurrida, sin que fuera dable revisarlos o establecer otros distintos.
Ahora bien: puntualizados los hechos establecidos por la recurrida, esta Sala con
absoluta sujeción a éstos, considera evidente que la sentencia del Juzgado Quinto de Reenvío
en lo Penal del 12 de agosto de 1997 que declaró terminada la averiguación sumaria de
conformidad con el ordinal 1° del artículo 206 del Código de Enjuiciamiento Criminal,
infringió el artículo 444 del Código Penal y el artículo 59 de la Constitución de la República
de 1961, vigente para el momento en el que se dictó la decisión: ésta desconoció la
interpretación teleológica y progresiva que debe hacerse de la ley en general, y que debió
hacer la recurrida de las antedichas disposiciones legales; e incurrió además en una
discriminación a las personas jurídicas, que también son “personas” como ya se indicó.
DECISIÓN
Por las razones expuestas, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala de Casación Penal,
administrando Justicia en nombre de la República y por autoridad de la Ley, declara CON
LUGAR el recurso de casación de fondo intentado por la parte acusadora, correspondiendo a
esta Sala dictar sentencia que resuelva sobre el mérito del asunto materia del proceso, sin
reenvío, según lo establece el ordinal 1° del artículo 510 del Código Orgánico Procesal Penal.
Este Tribunal Supremo de Justicia pasa a ejercer su jurisdicción con absoluta sujeción a
los hechos establecidos en la sentencia recurrida, de acuerdo con la atribución que le otorga el
ordinal 1° del artículo 510 del Código Orgánico Procesal Penal y el parágrafo único del
artículo 331 del Código de Enjuiciamiento Criminal aplicable para el caso de autos, en el que
el escrito de interposición del recurso de fondo se había presentado con anterioridad a la fecha
de entrada en vigencia del Código Orgánico Procesal Penal.
La Sala declara firme la sentencia del Juzgado Quinto de Reenvío en lo Penal del 12 de
agosto de 1997, en lo que no fue objeto del recurso de casación de fondo.
Por ello, no debió declararse terminada la averiguación por no revestir carácter penal
los hechos acusados según lo establecía el ordinal 1° del artículo 206 del Código de
Enjuiciamiento Criminal, considerando esta Sala que están configurados a cabalidad los
elementos constitutivos de delito de difamación agravada continuada previsto en el artículo
444 del Código Penal, en concordancia con el artículo 99 “ejusdem”.
La acción penal para el enjuiciamiento del delito previsto en el artículo 444 del Código Penal
prescribe por un año, de acuerdo a lo previsto en el artículo 452 “ejusdem”.
Artículo 452: “La acción penal para el enjuiciamiento de los delitos previstos en el presente
Capítulo, prescribirá por un año en los casos a que se refiere el Artículo 444,...”.
Los hechos atribuidos al abogado JUAN SIMÓN GANDICA como editor responsable de los
diarios “2001”, “Meridiano” y la revista “Gran Clase y Belleza”, constituyen el delito de
DIFAMACIÓN AGRAVADA CONTINUADA previsto en el artículo 444 del Código Penal
en concordancia con el artículo 99 “ejusdem”. Pues bien: en los delitos continuados la
prescripción comienza a contarse desde el día en que cesó la continuación del hecho.
Cursa en el expediente que las afirmaciones difamantes en contra de la Procter & Gamble de
Venezuela, C.A. se iniciaron el 7 de octubre de 1995 y que cesaron las publicaciones el
mismo año 1995, transcurriendo en exceso el año que contempla el artículo 452 del Código
Penal que hace que opere la prescripción de la acción penal para el enjuiciamiento del delito
de Difamación Agravada Continuada.
El artículo 44 del Código Orgánico Procesal Penal establece las causas de extinción de la
acción penal y señala de manera expresa:
Y es por lo que esta Sala considera que en el caso de autos se extinguió la acción penal,
por estar evidentemente prescrita en relación con el delito previsto en el artículo 444 del
Código Penal y de conformidad con el ordinal 8° del artículo 44 del Código Orgánico Procesal
Penal. Pero la Sala ha establecido el cuerpo del delito en atención a una reiterada
jurisprudencia de la misma en la cual señala: "Al extinguirse la acción penal no cesa la
responsabilidad civil nacida de la penal, por tanto, la comprobación del cuerpo del delito,
cuando se declara la prescripción, constituye un requisito indispensable a los efectos de las
reclamaciones civiles que pudieran surgir como consecuencia de la infracción delictiva" (Sent.
14/8/74, GF 85, 3 E., p. 811).
DISPOSITIVA
Por las razones antes expuestas, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala de
Casación Penal, administrando Justicia en nombre de la República y por autoridad de la Ley,
declara EXTINGUIDA la acción penal para el enjuiciamiento del delito de Difamación
Agravada Continuada contemplado en el 444 del Código Penal, en concordancia con el
artículo 99 “ejusdem”, cometido por el abogado Juan Simón Gandica Silva en su carácter de
editor responsable del Bloque De Armas en contra de la Procter & Gamble C.A, de acuerdo al
ordinal 8° del artículo 44 del Código Orgánico Procesal Penal.
Queda de esta forma corregida la sentencia dictada por el Juzgado Quinto de Reenvío en lo
Penal del 12 de agosto de 1997.
Dada, firmada y sellada en el Salón de Audiencias del Tribunal Supremo de Justicia, en Sala
de Casación Penal, en Caracas a los veintinueve (29) días del mes de febrero del año 2000.
Años 189° de la Independencia y 141° de la Federación.
Magistrado Suplente,
La Secretaria,
EXP. Nº 97-1971
AAF/ma.