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Salvo el curso de los i inea de los bosques, costa elalma yerra, Desaparece, vuelve, se acerca y se ale, Ajena a si misma e inasequible, ra segura, ora insegura de su existe tos y glaciares. Por esos para} mientras el cucrpo es, y sigue siendo, y no tiene donde cobijarse. 1 Politica de la tortura Y el objeto del poder no es més que el poder>.! 1.1, :Sin fin? En el siglo xx1 rtura> parece eve ar escenarios arcaicos y remotos que side el pasado tétrico y cruel de la humanidad, Es como si fenémeno extremo tuviera que ser consignado cin hist6rica que contribuye a hacerlo retroceder reversible y definitiva. Las historias de adas, son un repertorio de brutalidades, un catilogo de nventario de atrocidades que se dibujan sobre el fondo Bar 2000, pag. 270. la expresién hosea demora en la desnudez inerme de la victima y del verdugo, penetra en los oscuros recovecos de la celda en la que se arranca la confesin, entra arteramente en la c4mara de los tor: mentos, pinta la higubre fiesta punitiva. Cepo o rueda, tenaza o la tigazo, horca u hoguera: la escenografia de la tortura ha quedado dispuesta sobre el tablado de Ia Inquisicién. Quizas porque ahi se culmen de la historia. Pero el tel6n puede caer. Tanto e§ asi que horror y repugnancia dan paso incluso a ese sentimiento de o sublime que invade a quien contempla la destruccién del cuerpo ajeno desde la debida distancia En efecto, la historia deberfa concluir invariablemente con un bap: py end. Elprogreso vence sobre la barbarie y la tortura se ve rechazada hasta el pasado premoderno de lacivlizacién. La figura de Cesare Bec: aria se yergue tranquilizadora con su tratado Dei delitt e delle pene, publicado en 1764, que condena con firmeza la teorfa y la practica de! la tortura y del que se hacen eco Pietro Verriy los grandes reformistas del siglo xvi. Abolida en la casi totalidad de las tierras europeas —ent 1740 en Prusia, en 1770 en Sajonia, en 1780 en Francia, en 1786 en el Gran Ducado de Toscana, en 1789 en el Reino de Sicilia—, a partir de Ja modernidad ilustrada la tortura pervive como una presencia inquie- tante cuya siniestra sombra se extiende sobre la civilizacién. Pero no se deja reducir a mera fantasmagoria. Monstruosa, y pese a ello real, la tortura veda el final feliz. El capitulo sobre su ab« cién no podia ser el tiltimo. Derogaciones, excepciones y anomal se suceden. Exigen apostillas y afiadidos. Se dirfa que la tortura des~ aparece, a lo sumo, durante algunas décadas. Sin embargo, resurge muy pronto en los margenes: en los conflictos y las guerras, en los confines de los imperios modernos, en las colonias. Regresa, con toda: su feroz potencia, en las cérceles de las dictaduras, en los lager de Jos regimenes totalitarios. Su avance imparable se mantiene también durante la segunda mitad del siglo pasado. ;Cémo olvidar las atro- cidades cometidas en Argelia y en Iran, en la Grecia de los Corone~ les, en el Portugal de Salazar? Por no hablar del empleo masivo de la tortura en las dictaduras latinoam: 16 ar en las periferias del tiempo y del espacio. Emerge samente desde el pasado y amenaza con tener un futuro. n?», se pregunta Edward Peters en la edicién ampliada de su » Torture, convertido ya en un clésico.? Su pregunta retoma la Fiorelli, el historiador més importante de la tortura, que al de su monumental La tortura gindiziaria nel diritto comune, ida en 1953-1954, habia ineluido una seccién conclusiva titu- a «Sin un final?», Pregunta que es una admisi6n. La tortura des- historia, la sobrepasa. Manifiesta u oculta, perseguida o tolerada, la tortura no ha cono- eclipse alguno, a tal punto que, aun en su secular variabilidad, ‘esenta como un fenémeno ininterrumpido, una institucién per- te, una constante de la historia humana. Lo documentan los i508 y las leyes, lo atestigua la memoria colectiva. Carece de sen- ‘onsiderarla la aberraci6n de un derecho primitivo, la anomalia na justicia todavia balbuciente, el tropiezo en el recorrido de 'az6n triunfante, Podemos intentar proyectarla en la brutalidad cena del pasado para convencernos de que vivimos en el adveni- de un paraiso. Una época lejana, un lugar distante, una ideo- desacreditada: son las coartadas de una visién tranquilizadora ya no se sostien La tortura ha eludido anatemas y censuras, ha sorteado vetos y ibiciones. No ha sido suprimida, ni siquiera superada, La tor- a resiste tenazmente, paso del suplicio ala pena. La va sobriedad punitiva, que gira en torno a la economia del cas- o basta para debelarla, La cércel no elimina la tortura, no la ra. También Michel Foucault admite en su famoso ensayo » Torture, Expanded E 1996, pag, 171 Ww aba 0, mejor, abusaba de ella contra disidentes y subversivos, pide ra su justificaci6n, su aceptacién y su legalizacién; con la pre- ién de actuar a instancias del pueblo, solicita su plena auroriza- . Y, si bien se mira, justo cuando se la hace pasar por expedien- extraordinario del antiterrorismo, la tortura descubre su rostro intimo y oscuro: el del terror. Inscrita desde el comienzo en la del dominio, de la cual constituye la préctica més violenta y ‘cuciante, la tortura pertenece ala politica de la intimidaciGn, inter- aun antes que externa. En este sentido, exhibe la potencia de la ania, de 1975 Vigilar y castigar, donde, reconstruyendo la genealogia del presidio, traza la superaci6n, en cierta medida todavia optimista, de los suplicios por medio de las penas— que la tortura sigue obsesio- nando al sistema penal. Porque al adecuarse ala separacién de cu po y alma se hace més sutil y etérea, pero no menos temible. La condena de la tortura favorece paradéjicamente su propag cién clandestina, inclusive en los paises democréticos. Para medir la amplitud actual del fenémeno basta con leer los datos que propor~ ciona Amnistia Internacional —en 2016, los pafses que torturaron: fueron por lo menos 122— y seguir la sucesién de noticias que le- ¢gan no sélo desde los escenarios bélicos, los campos de refugiados © los sétanos de las dictaduras, sino también desde las penitenci rias, as cérceles y los centros de internamiento de los paises demo- criticos. De todo ello resulta un mapa amplio y espectral que lleva a hablar de globalizacién de la tortura. Cuanto més se la denunci ‘més se oculta y disimula la tortura detris de nuevas formas. Aboli- da, resurge; climinada, se manifiesta con mayor virulencia. ¥ se i pone en la actualidad de la politica, en su orden del dia més urgente, ‘No sehabian apagado atin los rescoldos del World Trade Centre cuando la tortura se convirtié en tema de debate piblico. En el cenario apocaliptico de un ataque inminente en el que los terro1 tas estarian dispuestos a usar armas de destruccién masiva, gpor qui no se deberfa recurrir a la tortura, al objeto de conseguir informa: ciones indispensables, salvando asf muchas vidas humanas? Con war on terror, la «guerra al terror», la tolerancia para con la torturs ¢s la prueba més llamativa de la erosién inmediata y profunda de derechos humanos. Su entrada en el siglo x01 no podia ser més gloriosa. La tortura s presenta como el arma iiltima de los servicios de inteligencia pai contener el intermitente conflicto global. El propio poder politico, que antes prohibiera exteriormente el empleo de la tortura mientrs 1.2. Tortura y poder Se sucle imaginar el infierno como un penar sin fin. Esto, y no otra es la condenacién eterna, que no conoce rescate ni redenci6n. [La sentencia a muerte se traduce en tortura, dolor que se cierne, ame- zadlor, en el corredor de la muerte perpetua. La tortura es el semblante perverso y despiadado de la eternidad. Por eso evoca visiones infernales. El castigo es perpetuo. Aunque la tortura no se dilata hasta un tiempo eterno, sino que se cumple en luna repetitividad sin fin, Este «sin fin» incesante es uno de sus ras- os peculiares. No sorprende que el torturado anhele continuamente el final, asi {uera el final resolutivo de la muerte. Lo que le aflige es la angustia dleun morir interminable, A ojos del torturador, en cambio, la muer- Ae prematura de la victima es un percance iritante, y el que pierda la consciencia un error que debe evitarse. Se necesita que el otro Permanezca consciente, vivo, por lo menos en tanto se prolongue la ortura. Asi pues, aunque a menudo termine en la muerte, la tortura ho debe confundirse con la ejecucién. No es una técnica del ajusti- damiento. Con la muerte del otro desapareceria toda relacién: in- tlusive, y ante todo, la de poder. La muerte pondrfa a la victima a ulvo de las manos del verdugo, misera y paradéjica salvacién. Por to la tortura no se satisface con la muerte del otro, la cual, por el 3. Foucault, M., Vigiler y castigan. Nacimiento de la prisin, Siglo XX1, Buent ‘Aires, 1976, pig 2 y sigs 18 a lantiene con vida, tal como quiere un antiguo suplicio, pero ado sigue siendo un cuerpo sin voz. contradice la idea, que durante largo tiempo ha gozado de ‘onsenso, de que el fin iltimo de la tortura seria la confe- verdad. Como sila pena estuviera ya de por si justificada, si quien la sufre llevara en si, casi, la culpa. Con este retorci- ioral, sobre el que se ha edificado una ficcién secular, se ha lo no slo descargar al verdugo de toda responsabilidad, sino is hacer pasar la tortura por instrumento de la confesi6n, cuando queda libre de las ataduras ficticias de la Verdad, » cae la coartada del interrogatorio, se muestra la tortura como ue siempre ha sido y es: la practica violenta del poder. Por con- te, para pensar la tortura no hay que situarse en el cédigo de Ih verdad, sino en el del poder. Quizas nadie como Franz. Kafka haya dejado al descubierto el de la tortura, sefialando su estrecho lazo con la ley del po- lr, Su célebre relato En la colonia penitenciaria, escrito en 1914 y ado en 1919, es una compleja y admirable alegoria que gira en una méquina curiosa, ein eigentiimlicher Apparat, «un apa- Jato muy peculiar».* Las referencias son multiples: el aparato alu- ‘ile al dispositivo de la técnica, que escapa incluso a su supervisor, al ‘Wal depone y suplanta; representaa la méquina de guerra, que pro- Jyete salvacién pero trae destrucci6n; apunta a la alienaci6n del tra- al fetichismo del consumo, a la monstruosidad del progreso contrario, sefiala el instante en que esa practica prolongada de vi lencia, aun triunfante en su atrocidad, se ve intempestivamente p vada de su objeto. Su mira tltima no es la aniquilaci6n. La tortura ‘mis alld al hacer del morir una pena duradera, al transformar al humano en una criatura agonizante, Sélo tomandola de este modo, como ejercicio de violencia absi luta, puede captarse la relevancia politica de la tortura. Es entoné cuando se hace claramente visible su estrecho vinculo con el poder El poder, primeramente, de dominar al otro, de avasallarlo con suplicio, de someterlo con el sufrimiento, de subyugarlo con la jacién, sin mas Ifmite que la muerte, que debe evitarse, Hasta en fibras més intimas de su ser debe experimentar el torturado el dol aque se le inflige, constituido en insignia del poder tremendo ei tado del torturador. A un lado, la vietima inerme en la vergiienza’ su humillacién; al otro, el verdugo triunfante en Ja apoteosis de soberania, Nada le es concedido a la victima; todo le esté permiti al verdugo. Este hace del torturado un cuerpo en el que transcribir la pe "Trabaja la carne, lugar de sus experimentos, materia de su técnica destrucci6n, El verdugo es un artesano con maneras de creador qh se erige en sefior del dolor. El otro, deshumanizado, se ve reducid ‘a mera, a pasiva corporeidad. Igual sucede cuando la tortura afect al alma: el dolor psfquico se confunde con el fisico, éste con aq El cuerpo sufriente de la victima entra en ese engranaje, puesto punto con herramientas y mecanismos siempre nuevos, con instru: ‘mentales que hay que probar. La tortura no ¢s la sede de un proc n la soleada colonia —lugar tradicional de extraterritorialidad 0, sino el laboratorio del ingenio destructive. ‘0 el limite entre el jardin de los tormentos y el universo de los la- La violencia provoca el dolor, lo pone al desnudo, lo hace visi habitado por sombras impersonales: el oficial, el soldado, el via- ble, audible, Heridas, golpes y sacudidas ahogan la palabra. No haj ie y el condenado, que se intercambian disfraces, papeles y suer- sitio para los sonidos articulados. Tan s6lo gemidos y alaridos. SMM Mes— los interrogantes inquietantes son muchos, pero por lo menos por un lado dicha violencia querria penetrar en lo mas intimo, en serioridad més intangible de la victima para sacarla afuera y ap‘ derarse de ella, por el otro le suprime el lenguaje, con lo cual con: vvierte en vana su propia empresa. Puede sacarle las entrafias mien clona, 1999, pig. 145. homénima de Octave Mirbeau (N. del'T), 20 a » a descifrar, si quiere por lo menos comprender la pena, se eje- n su cuerpo desnudo, inserto en el engranaje de producir ver~ Como ha observado Benjamin,’ su espalda es una superficie de ra, su piel una pagina en blanco en la que se hunden las agu- tras la sangre se lava con agua para preservar la belleza de la pcién. El aparato es performativo: transforma palabras en he- Asilo ha querido el anterior comandante, que lo ha disefiado. [pa se borra sélo si el castigo se transcribe. Condena y pena 1 misma cosa. La ley es tortura, la tortura es ley. Tal es la le- idn en la colonia penitenciaria, La tortura es la sentencia ins- n el cuerpo del condenado, En palabras de Kafka: Ja funci6n del aparato esta clara: se trata de una especie de impreso- ra que, mientras escribe, mata. La maquina estampa la sentencia de muerte sobre el cuerpo del condenado. Se apresta la ejecucidn de un soldado sobre el que pesa la acusa- cién de desobediencia e injurias a un superior. Pero el ingenio, ar- caico y desusado, avanza con un lento ritual, de no menos de dove horas, cuyo fin es imprimir vocales y consonantes —sin descuidar plumadas y arabescos que, si bien prolongan el suplicio, deberfan servir para sublimar el dolor y la muerte—. Ast pues, antes de la gie= cucin tiene lugar la tortura. Exponente del mundo europeo moder~ no donde ya no hay pena de muerte, donde las torturas ? entre la vida y la muerte, el angosto interregno de la tortura— @ fin de asistir a aquel especticulo de otros tiempos al que ya casi na die acud El aparato es, la vez, miquina de justicia y maquina de muertes t asi explica el oficial la costumbre judicial vigente en la colo= nia, donde, por lo demés, se aplican «medidas especiales». No hay juicio, ni defensa, ni admisin de culpa, ni confesién de Ia verdad? 2Y para qué, sila culpa se da siempre por sentada? La verdad, latins caverdad, es a que esté contenida en la sentencia condenatoria. Ne ces necesario dérsela a conocer previamente al condenado porque «ya la conocer en su propio cuerpo». Kafka pone del revés la logical de la justicia para arrojar luz sobre la tortura. Y, paradéjicamentey todo se ve més claro. Al reo no se le pide que hable; es més, le pon tun tapén en la boca para que no grite. La sentencia que se verd oblis ta Nuestra sentencia no parece severa. Al condenado se le escribe en el po, con Ia rastra, a orden que ha incumplido. A este condenado, ejemplo», el oficial sefialé al hombre, «se le escribira en el cuerpo: Jonra a tus superiores! Kafka no se limita a dirigir una mirada profunda y despiadada al wvo dela tortura. Intuye, asimismo, su motivo tltimo: la lesa jestad. La tortura es la respuesta a todo aquel que, incluso sin Jo, ha desafiado la ley del poder. Que en el relato al soldado se pute insubordinaci6n no es casual. La acusacién es ejemplar en el sentido de que dice a las claras cual es el crimen implicito en toda pena de tortura, esto es, el crimen majestatis. Desafio al principio de soberania y ala licitud ilimitada del poder, el cual reacciona con una tica extrema y, aun asi, disponible en todo momento. «En toda cin —escribié Foucault—, hay un crimen majestatis, y en el or de los eriminales un pequeiio regicida en potencia>.!* No se sca verdad alguna mediante la tortura; al contrario, lo que se res- ra en el cuerpo del torturado, sobre el que triunfa la venganza erana, es la verdad del poder, .na reproducida por Di Cesare; en este punto, [a sn mi pais habia torts 6. Traduzco de la versin it versign expafiola anteriormente citada es algo menos enfitica: rasen la Edad Media» (pig. 164). © Katka, F, Obras completas 3, Narraciones otros escritos, op. cit, pag. 146. $8. Como las anteriores, estas tees citas estin tomadas de Kafka, F, op. cit respec tivamente pigs. 151, 152, 150. Benjamin, W., Angelus novus, Comares, Granada, 20 10. Kafka, E, Obras completas. 3. Narracionesy otros esr Foucault, M, Vigilary castigas: Nacimiento de le pris igs. 149-150. in, op. cit, pag. 59. 22 23, {Al final del relato el aparato se niega a escribir el imperativo Sei gerecht!, «{Sé justo!». La maquina ciega, que fuera de control vo- mita una tras otra las ruedas dentadas de su enigmético engranaje,, censarta al oficial, ruedecilla de la jerarquia militar, simbolo del so- metimiento mediocre, de la disciplina entregada y obediente. En su rostro pettificado no hay vestigio de redencién. La rebelién de la maquina de tortura, en medio de cuyo desplome el torturador aca- ba torturado, es el emblema de una revancha amarga, de un desqui- te atroz y funesto. La tortura no restablece la justicia, sino que reactiva el poder. Queda al descubierto la mecanica de la tortura: sistema para marcar el cuerpo que inscribe a éste en la ldgica de la soberania al transc bir en él la verdad del poder. Esta estrategia de re-apoderamiento esta siempre al acecho. No hay forma politica que quede a salvo, ni siquiera la democracia. Puede que se interrumpa el espectéculo del suplicio, pero no por ello desaparece la tortura. Incluso cuando el veredicto es inscrito en el alma, la tecnologia politica del cuerpo: sigue funcionando, dado que el alma es, a su ve2, instrumento del poder que se ejerce sobre el cuerpo. La torvura se conserva firme € indeleble en el espacio mas oscuro del ritual politico, donde la so- berania se recompone, herida tan sélo un instante, mientras que el torturado no ha dejado de ser el enemigo. Sobre su cuerpo se abate la supremacia del poder, no la del derecho sino la de la fuerza fisicay porque el transgresor, al infringir la ley, ha atentado contra la sobe- tania. La politica de la tortura es, a fin de cuentas, una politica del terror. En el cuerpo torturado queda impresa la presencia desatada del poder soberano. 1.3, El oscuro telén de fondo del sacrificio. La tortura en el dispositivo del terror Alli donde irrumpe el terror, emerge la tortura. La complicidad entre ambos es profunda; su convivencia, intima y secreta. La tor tura, en su aparente anacronismo, parecfa eclipsada en el Estado 24 no, donde a su ver el terror se estancaba, casi apaciguado y argado. No ha sido sino por poco tiempo —no ha sido sino apariencia: terror y tortura han regresado por la fuerza al n del dia mas apremiante—. El terror invoca la tortura remi- lo ala soberania que se abre mas alld de la ley, donde repenti- nla tortura se vuelve legitima. Ambos son rituales iticos que imprimen e inscriben el poder en los cuerpos, crean- turbacién y desconcierto y revelandose, a la vez, premodernos modernos, inadmisibles y, aun asi, admitidos en el espacio La posibilidad de recurrir a la violencia subsiste como telén de del poder politico, entendiendo por violencia soberania y mo- io de la fuerza. El Estado protege la vida de sus ciudadanos Ja amenaza de la muerte —aun si jamés hubiera de usar las ar- Los ciudadanos, por su parte, se someten, temiendo el poder tivo del Estado. El reconocimiento del poder politico pasa cl temor y la necesidad de seguridad. Si la violencia esta conte- en el orden, el orden esté contenido en la violencia, La demo- jicia hace que se olvide este eirculo vicioso. Sin embargo, al igual otras formas politicas, no escapa a él. El paso a un Estado poli- pdrfa producirse répidamente, inclusive en un marco de legali- a libertad deja pasoa la seguridad: arresto preventivo de perso- 8 sospechosas, constitucién de tribunales especiales, reinstauracién ile la tortura. De repente se descubre que el poder politico se asien- sen la posibilidad de recurrir a una fuerza que cualquier ciudada- podria experimentar en propia piel. ;Quién protegerd entonces los ciudadanos del arbitrio del Estado? Pero no hay que identificar, sin mas, terror con violencia, Su re- Iacién es més compleja, como aclara Hannah Arendt en su ensayo Sobre la violencia in situaci6n alguna es més evidente el factor autoderrotante de la vic~ ia de la violenei como en el empleo del terror para mantener una \cidn [..]- El terror no es lo mismo que la violencia; es, més a 25 ls Cotte lagual citi cltnan a ekuanet bigua reticencia no es casual. Es justo en la tortura donde TaDet Wderoblo vd olde, ao abies duleua porul wate |a innegable convergencia entre democracia y totalitarismo Piece wsvcomplarstecuaull entiende Agamben en Homo sacer." La tortura es parte del ide la biopolitica que discurre de forma subterrénea arrastrando la vida del Homo sacer, a quien se puede matar pero no sa- ficar. Aunque Agamben no la mencione, la tortura es el ritual Para comprender el surgimiento 0, mejor, la pervivencia de tortura es necesario examinar la matriz, simbélica de la violencia tica desde la que se genera el terror. Esto es precisamente lo que | comienzo, inscribe la nuda vida en el orden del Esta- ordinario se evita con cuidado. Si en el imaginario comin la tort causa de dicho comienzo, de este arché, es arcaica de un ‘ocupa un lugar especial es porque se intenta hacerla retroceder en ible. tiempo y en el espacio hasta una lejania casi exética, con la inte al vez sea en un contexto teolégico-politico donde pueda es- cién de exorcizarla y negar su inquictante proximidad, Contribui yevorse el valor de la tortura. En su arqueologia, la escritura an- ria a ello la desaparicién del especticulo de los suplicios, sustitui |a tortura grababa en el cuerpo el poder soberano. No era en Ja modernidad por la préctica secreta de la tortura, que pese nncia cualquiera. Era més bien una forma de sacrificio la que todo sigue existiendo al lado de la reforma penitenciaria. La tort a dicha presencia sagrada, El sacrificio y no el contrato eta no deja de ejercerse entre bastidores, en lugares inaccesibles al pili poder soberano. La victima de la tortura daba lugar a co donde, confiado a agentes que se mueven a la sombra del pod ifestara el cuerpo mistico del soberano. La tortura sobe- estatal, el ritual se leva a cabo de tal manera que se lo pueda recu: ribufa de manera inmediata al poder, a su consolidacién, a desmentir y negar. En su forma moderna, la tortura adquiere el peimiento. ricter opaco de lo negable. Debe saberse, pero no debe verse. jodernidad secularizada, en cuyo trasfondo pervive la teo- una practica politica que, pese a no poder tener lugar en el espacie ica, la soberania no rompe sus lazos con el sacrificio. publico, conviene que deje sentir su peso sobre éste, que se cies ies al contrario, la violencia sacrificial se difunde, se vuelve co- sobre sus aledafios, para que la amenaza sea eficaz. Por eso cuat i, converte de maltiples formas en condicién ordinaria de Ja tortura irrumpe en toda su ferocidad se la acusa inmediatament de ilegal. in en la soberania popular los ciudadanos estén lamados al Para el liberalismo no es mas que una violacién, una disfuncis Belen videos eat nase a sored una patologia. Para la moralidad liberal, persuadida de que todé Ajtie se manifiesta en el acto sacrificial —como atestigua la tumba los ciudadanos son iguales en dignidad y respeto, es el efecto soldado desconocido, monumento no del desconocido, sino de un desequilibrio del poder que pone a éste en entredicho. Sobre aera se otulcndsianc a tortura el liberalismo no tiene nada mds que decir. Aparte, eso de estar dispuesto a legalizar, por via excepcional, su uso frente terror. Sacred Violence. Torture, Terror, and Sovereignty, The 12, Arendt, H., Sobre la violencia, Alianza, Madrid, 2005, pig. 75 igan Press, Ann Arbor, 2008, 26 27 Mientras que los razonamientos de Beccaria se han quedado en nes, ¥ por eso siguen siendo validos, la lucha contra la tor- ido adquiriendo, en cambio, otro carécter, que ya no es tivo sino critico. El principio ya no se discute. Durante mu- mpo, su apologia se antojaba impensable —por lo menos 1 cl siglo xxi, Demasiado motivada y decidida era ya la conde- ida en la Declaracién de los Derechos del Hombre y del idano de 1789, en cuyo articulo noveno se pide la presuncién jocencia y se prohibe el exceso de rigor: «Todo hombre se pre~ ocente hasta que haya sido declarado culpable; si se juzga jpensable su arresto, cualquier rigor que no sea sumamente ne- » para asegurar su persona debe ser severamente reprimido ley. rada ilegal en casi todas partes, la tortura pasa de un lugar | estrado: queda degradada de reina de las pruebas a oscura ic cmplice del poder. Y el Estado se adapta: deja a la tor- cha soberanfa. Lo cual no significa que tal exigencia de violencia pueda representarsele en ocasiones como injustificada, un abuso poder; el sacrificio no seria entonces mas que una muerte insensi Sil cuerpo del ciudadano es la sede inmediata de su poder, 20 €s posible que sea torturado? A no ser que en el Estado modei perdure un fondo oscuro de poder, no permeado por la sober: popular, que escapa a los ciudadanos. Se tratarfa de la presencia ca, oculta, siempre negable, del cuerpo mistico de la soberania grada, Esta se recaba de la tortura. Ya no es, sin embargo, el rit de la tortura soberana, en la que el individuo era sacrificado al der que podia salir triunfante. Al contrario, aqui ya no hay motive para el triunfo. En su exigencia de credibilidad, el poder, con ar glo al dispositive mismo del terror, mata —que no sacrifica, ni bria podido hacerlo— al ciudadano. Y eso es lo que en la to: perpetrada por el Estado nadie puede dejar de reconocer con d Z6n: que no somos mas que un pedazo de nuda vida. Tras la fa da del ciudadano asoma el Homo sacer. He aqui por qué, cuando en el Estado moderno aflora la tortu Jo hace con una patina arcaica, con una impronta de sacralidad q resulta ofensiva, que hiere la soberania popular y que ninguna at n ha sido capaz. de borrar. fuera de la ley», pero sigue practicéndola o, mejor, haciendo Wie se practique, bajo mano, m4s 0 menos a escondidas. Enton- , como luchar contra la tortura, si quien delinque es el Estado? més, el Estado lo niega, si rechaza admitir cualquier res- dad, remitiéndose a su propia legislaci6n, que prohibe ofi- nte la tortura? Y por encima de todo: si es el propio Estado dive transgrede, gquién certificaré el delito? Porque es obvio que lo ha cometido se sustraer4 a todo juicio. El problema se te- ln aXin mas complejo por cuanto el torturador, que antes actuaba luz del dia, se esconde desvaneciéndose en los meandros del apa- atal. ¥ el Estado, necesariamente, lo defiende, le ofrece ampa~ ue el esbirro permite la represién en silencio. La responsabi- se revela aun tiempo colectiva y fragmentada. :Quién responde rtura de Estado? 1.4, La tortura tras la abolicién de la tortura [A pesar de que, en el curso de los dos tiltimos siglos, un gran m miento abolicionista ha intentado suprimirla definitivamente, lat tura nunca ha desaparecido. Al contrario, se ha transformado, tandose alas nuevas circunstancias. Como observa Serge Porteli, pasado del Cédigo de Procedimiento al Cédigo Penal»."* Abol por ley, se ha convertido en una practica clandestina ala sombral la soberania. aduccién al castellano de dicha declaracién puede leerse en hetp://www. 15, Portelli, S« Pourquoi la torture’, Vr, Paris, 2011, pg, 12 («lle est passée om/obra-visor/declaracion-de-los-derechos-del-hombre-y-del-ciu code de procédure au code pénal»(N. del'T). 28 29 adquiere auroridad ¢ influye en la opinién publica. No faltan, lesde luego, los casos de abuso y transgresi6n. Se sigue torturando, en Europa —el Reino Unido en Irlanda, Fran- en Argelia— y en todo el mundo, desde América Latina a los es comunistas, de Asia a Africa y América del Norte. Los Esta- saben, pero niegan; no cuestionan el principio, sino que tratan ntener la tortura bajo el manto del secreto, Se avergiienzan de contrariamente a cuanto sucede con la pena de muerte, no la indican, ‘Tras los genocidios del siglo xx, que refutan cualquier sucio di progeso, la tortura —a la que confiadamente se considera el recru: decimiento de una «barbarie» totalitaria— ha sido estigmatizada, ‘una opinién pablica internacional ala que la entidad de los crime perpetrados ha vuelto més prevenida y sensible. El papel desempe- jiado en los lager por la tortura sistemitica al servicio del exterminic causa inquietud, temor y alarma. Se invoca la dignidad humana y st buscan las reglas con las que defender a la humanidad de sf mismi La tortura es encausada en los tribunales donde se juzgan esos crf ‘menes feroces, convertida en materia del derecho internacional. La ONU la prohibe solemnemente, al poco de acabada la gu rra, en la Declaracién Universal de los Derechos Humanos de 194% en cuyo articulo quinto se lee: «Nadie seré sometido a torturas ni ® Tales palabr Se intenta entonces elaborar instrumentos jurfdicos y crear or- ismos internacionales capaces de posibilitar un control escru- pso de Ia tortura en el mundo, El resultado es la Convencién ra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o De- lantes, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Uni- 10 de diciembre de 1984, que entré en vigor el 27 de ju 987. Esta Convencién constituye el medio piblico més impor cen la lucha contra la tortura, que queda definida asi en su ar- primero: penas o tratos crueles, inhumanos 0 degradantes parecen sefialar un antes y un después, un punto sin retorno. Pe en definitiva, no se trata més que de palabras que, juridicamente, s «un ins cogens, una norma, imperativa e inderogable, carente de efe tos pricticos y que se demuestra fécilmente eludible."* Es Europa, escenario de las guerras mundiales, patria de la Shi la que va un paso més alld con un documento que, por primera ve también prevé penas. El Convenio para la Protecci6n de los D rechos Humanos y de las Libertades Fundamentales, cuyo articul tercero prohibe la tortura,” se firma en Roma el 4 de noviembre 1950. Sern jueces quienes se encarguen de verificar que la prohit bicién se respete en todos los paises de la Uni6n. Es asi como, 1959, se instaura el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, ¢ sede en Estrasburgo. Todos los ciudadanos europeos pueden rect rir a él, Aunque el Tribunal interviene con lentitud, s6lo post fa tum y con condenas que tienen efectos limitados, el parecer del Ti A los efectos de la presente Convencién, se entenderd por el término tortura» todo acto por el cual se inflja intencionadamente a una per- sona dolores o sufrimientos graves, ya sean fisicos o mentales, con el inde obtener de ella o de un tercero informacién o una confesién, de stigarla por un acto que haya cometido, 0 se sospeche que ha co- ido, 0 de intimidar 0 coaccionar a esa persona o a otras, 0 por cualquier razén basada en cualquier tipo de discriminacién, cuando 10s dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario pai- ico u otra persona en el ejercicio de funciones piblicas, ainstigacién suya, 0 con su consentimiento o aquiescencia, No se considerarsn tor- Jos dolores o sufrimientos que sean consecuencia tinicamente de nciones legitimas, o que sean inherentes o incidentales a éstas.”” jvesal-declaation-human-rights/ Burhaedt, W, Folter Polit wnd Techmile 17. Vésse hup://wwwsun.orgl 18, Vase Harrassr, K., Ma Schmerzes, Fink, Miinieb, 2007. 19. «Nadie pods ser sometido a tortura nia pents otratosinhumanos o deg ‘ese; véase en https//www.echt.coeint/Docurents/Convention_SPA.pdf (N. del texto ea ani de a Convene ped ncn puede consular en ps//webarch /2010072300300 erro on spanishvew eto (Nel T) 30 ll Con todo, la originalidad de la Convencién no radica tanto en . La negra ave fénix manera de definir la tortura como en la prohibicién absoluta est blecida en el articulo segundo: «En ningtin caso podran invoc; circunstancias excepcionales tales como estado de guerra o am zade guerra, inestabilidad politica interna o cualquier otra emerg cia publica como justificacién de la tortura». Particularmente deci va ha resultado la ereacién de un Comité contra la tortura, for por diez expertos con funciones de supervisién y denuncia. Los bitos de actuacién de dicho Comité se perciben con més nitidez Jos comités mas restringidos, como el Subcomité instituido por Convenio Europeo para la Prevencién de la Tortura y de las Pe 0 Tratos Inhumanos 0 Degradantes, de 1987, asimismo autori cefectuar visitas preventivas periddicas. Las instituciones internacionales se han visto asistidas por efi ces organizaciones no gubernamentales como Amnistfa Internaci nal, que combate la tortura y la pena de muerte desde 1961, y Hi man Rights Watch, la organizacién para la defensa de los derec! humanos més importante de Estados Unidos. Ante las numerosi ‘mas violaciones —se habla de «crisis global» —, en el afio 2000 nistia Internacional lanz6 la campaiia Stop Torture?" No es posible, sin embargo, dejar de subrayar una paradojas| por un lado se multiplican las jurisdicciones, aumentan los trib war contra la tortura significa buscar su rastro entre las som- antener la vigilancia sobre los abusos y las priicticas denunciar un poder que actia en secreto y que, rayando cons- mente la falta de legitimidad, lejos de limitarse a atemorizar ciona con violencia, De ahi el papel determinante de los media. saber no siempre significa poder. Y en una lucha las mas de las desigual, en la que el culpable casi siempre es el Estado, junto mole de las informaciones crece también el sentimiento de cencia. La Red ha contribuido al control y a la transparencia. Haste pensar en las fichas secretas de los presos de Guanténamo, da- ths conocer por WikiLeaks# A menudo, sin embargo, las relacio- iies cle fuerza permanecen inalteradas. Saber que Cl! ab a torturaalos \dos que defienden los derechos humanos —como Yu Wensh- etenido desde octubre de 2014 a enero de 2015 en el centro de Iuiencion de Daxing, uno de los dieciséis distritos de Pequin— no ica, por desgracia, poder intervenir de manera eficaz.”” Ja globalizacién de la tortura aflade complejidad al panorama. ienicas, medios y experiencias pueden exportarse sin ninguna di- \d. También la perspectiva histérica muestra una cadena sin in- upciones: sila Sareté francesa introdujo la tortura en Indochina y medio del magneto, en sus campos de internamiento —el mas oso sito en Ia isla de Poulo Condor— Vietnam del Sur recurri6 [pricticas extremas, de las descargas eléctricas a la falaka, los gol- propinados en la planta del pie. Por no hablar del bagaje de pe- Ja que los nazis llevaban consigo al abandonar Alemania a partir 45. Resulta paradigmitico el caso de Klaus Barbie, quien, tras lil proceso de Néiremberg, hizo desde 1947 una aportacién deci- a los servicios secretos de Estados Unidos colaborando duran- nal, de 1998—, los comités y las orga les, por el otro la tortura no retrocede ni menos atin desaparece bi la amenaza del derecho internacional. Porque, a fin de cuentas, propios Estados tendrian que condenarse a si mismos. ¥, en caml incluso aquellos que han ratificado la Convencién contra la Tor rade 1984 (176 en 2015) ignoran amonestaciones y denuncias. A ser que queden realmente desacreditados. Es precisamente la o dena oficial, pues, lo que favorece la propagacién clandestina de tortura, 2. Vase: hups://wikileaks.org/gitmo/. BP. Véase China Submission to the UN Committee against Torture (ASA 17/ 21, Véase hups://www amnesty org/en/getinvolved/stop-torture, 2015), 32 te la Guerra Fria con los Counter Intelligence Corps de su ejércit ‘todos cada vez més sofisticados, pero no por ello menos En 1951, bajo la falsaidentidad de Klaus Altmann, logré embar » capaces de no dejar rastro, Se trata de la «tortura blanca», qu Pe et ee ene i etree Race Ee eed on Arce Jermaneceré, en adelante, invisible: desde la privacién del suefio a y més tarde en Bolivia —desde 1955— fue maestro de tortura y st jentaci6n espacio-temporal, de la inmovilizat lamiento, cundé empresas sanguinarias. « violencia sexual a a crueldad psicol6gica, del simulacro de eje- Pero no son solo torturadores lo que se exporta. En los tiltime a cualquier forma de humillacién fisica y moral, ¥ asi, veda- afios, por obra sobre todo del gobierno de George W. Bush, ha apariencia, la tortura se transforma hasta el punto de superar nido aumentando la deslocalizacién de detenidos, que son confi ‘epto clisico y poner a prueba las definiciones del pasado. dos a paises amigos donde la familiaridad con la tortura es mayor se conjura para que se guarde silencio y se olvide de prisa. el control, menor. Extraordinary rendition la llaman. Los prisio concede, asi, el privilegio de la impunidad a quien tortura por del Estado 0, peor atin, sin que éste lo sepa, ya se trate de del orden, agentes de los servicios secretos, paramilitares 0, y Rumania, por ejemplo—. Estados Unidos ha recurrido, ade aso, milicias privadas, siguiendo la extendida tendencia ‘a barcos acondicionados como prisiones flotantes, anclados, monopolio de la violencia. El espacio entre bastidores ejemplo, frente a la isla de Diego Garcia, territorio briténico se practica la tortura se vuelve més amplio e incontrolable, se océano Indico que es sede de una base militar norteamericana igual que en Guanténamo, lo que se buscaba era la extratertitoti dad, como ficilmente puede intuirse. Pero ni siquiera después de ‘Obama decidiera el cierre de este campo de internamiento ha c la extraordinary rendition. De los exreclusos, muchos han sido traditados a otros paises. En julio de 2016 Ttalia decidié acoger, ‘motivos humanitarios, al ciudadano yemenita Fayiz Ahmad ¥: Suleiman, preso en Guantnamo durante catorce afios. Salen aqui la luz dos fenémenos estrechamente conectados. muchos los Estados que aun declarando ilegal la tortura la pr can mas 0 menos a escondidas, invocando la politica de emerget apelando a la excepcionalidad 0 llegando incluso a declarar el do de excepcién. Se sirven, a tal fin, de la definicién de «tor ‘cuyos términos tratan de restringir. Por otro lado, y mientras s extendiendo, la tortura se va disimulando poco a poco, vali in mas el mutismo y se hace mas espeso el silencio, Com- ila pero tolerada, en cada ocasidn la tortura desaparece y reapa- cual negra ave fénix, con arreglo a las circunstancias, Tortura y democracia igaci6n clandestina de la tortura no se detiene a las puertas ses democréticos. En las tiltimas décadas del siglo pasado iamente la conviccién de que la tortura estaba ligada a politicas violentas, que constitufa el residuo del llamado to- ismo en sus diversas variantes, o el arma salvaje y despiadada Hegimenes dictatoriales. El dia en que desapareciera el totali- } empezando por el que todavia dominaba tras el Telén de Y las dictaduras, como las latinoamericanas, renacieran a la cia, ese dia la tortura seria borrada del mundo. Semejante mas o menos ingenua, més 0 menos inocente, tranqui- 7a documentos han io pblcdos por la ONG Reprieve, Loe nue asta el punto de impedir considerar abiertamente lo que pucden verse en https fwww.reprieve.org.uk/press/2014_07_09 diego. gar la en muchos paises occidentales —por ejemplo, en la I oe eae, mania de los afos 1970—, descansaba en el supuesto de que 34 35 También las democracias pueden convivir con la tortu cho lo hacen, aceptandola en su seno de manera mas 0 menos uplicita o mas o menos implicita, segtin las circunstan dad de la opinidn publica, Pero, de ser necesar lernos pueden llegar a a tortura sin preocuparse demasiado por ye su condena se haya extendido entre los ciudadanos. Cuan in- \icnciable es, por otra parte, la opinién publica, incluida la de los 1s occidentales, es cosa que demuestran los sondeos. En un ar- 1o aparecido en abril de 2009, Mark Danner escribia: «Las en- «estas sefialan la tendencia de la mayoria de los estadounidenses sstrarse favorables a apoyar la tortura sélo si tienen la seguridad le que “frustraré un ataque terrorista”». En un trabajo de 2011, ali subraya, comentando los tiltimos datos, que «una mayoria wial a favor de la tortura es un fendmeno muy reciente, de la era s-Obama».” La democracia ni previene ni impide la tortura. Por la sencilla Jn de que la tortura no depende de una forma politica concreta, flexibilidad hace que pueda conservarse en el complejo escenario sélo la democracia tenfa capacidad verdaderamente dis tea la tortura. «jA més democracia, menos tortural». Como si emocracia fuera inmune a la tortura, como si franqueara el pas tuna nueva tierra del derecho, de la rectitud, de la moral, inavi se an nuevo capitulo de la historia de la humanidad del que la tura no podria formar parte En los diltimos afios del nuevo siglo se ha roto un tabi el vela en el ethos democritico la garantfa contra todo abuso 0 vi in, Se produjo un cambio de paradigma en toda regla cuan vais del 11 de septiembre, la més grande democracia occidental promulgar el estado de excepcién, reconoci6 y, en parte, just Ef recurso a la tortura para combatir el terrorismo. Asi es como tados Unidos ha hecho peligrar las pocas conquistas habidas 4mbito de los derechos humanos y ha sentado un precedente ct efectos siguen siendo incalculables. Si Estados Unidos empleay tanto en tanto, métodos coercitivos, gpor qué no habrian de he Io también los Estados asiéticos y africanos que estan siempre sospecha? Por qué no habrian de sentirse legtimados a hacerlo rusos en Chechenia o los indios en Cachemira? [La transgresién del tabi —la desaparicién del nexo inm aque ligaba la tortura alos regimenes totalitarios— ha ofrecida Sbstanve la ventaja de sacar ala luz un fenémeno que venia delin dlose desde tiempo atrés y del que se habia preferido apartar la ‘ada: Ia democratizaci6n efectiva de la tortura, En su libro de Torture and Democracy, na suma raomumental sobre formas Y todos actuales, el politdlogo estadounidense de origen irani D Reali subraya la hipocresia de as democracias que recursen ala qura con medios cada vez mis sofisticados para borrar sus r salvar asf las apariencias. Ya no se trata —observa Rejali— de tortura es compatible con la democracia y por qué, sino de pre tarse «de qué manera» es compatible.” snocratico, Es més, puede afirmarse que la democratizaci6n de fortura, su pervivencia, deja al descubierto el vacio que se abre, jnque disimulado, en el centro de toda democracia, dislocada en- soberania constitucional y poder gubernamental.* En otras pa~ 2h Danner, M, «US torture: Voices from the Black Sites, en New York Review of fo 4 Je septiembre de 2009 (htp//verw:nybooks.com/articles/2009/04/09/as- ie-voices-fromthe-black-sts/). Se raduce del origin tend to show that of American ae willing to support torture only when they are assured thwart a terrorist atack”> (N: dl D, sTorture snd democracy. What now?» en Biswas, S.y Zalloua,Z D, Torture: Power, Democracy and the Human Body, University of Washington enle 2011, pi, AO: a publi majority favoring toreare isa very recent vx phenomenon: (se rade del original, N-del ” sato di eecesione, BolltiBoringhiesi, Turin, 2003, pg. 12 si- ‘Agamben, Gx Estado de excepcdn. Homo sacer 1, I, Adriana Hi- w. Buenot Are, 2005; Agamben, Estado de excepion, Homo saer I! “tencia 2010; ademss, Agamben, Gy «Note iminaie sur le concept de sen td, Démocrati dans quel at? a fabrique, Paris, 2009, pigs. 9-14. 25, Rejali, Dy Torture and Democracy, Princeton University Press, Pri Oxford, 2007, pig. 21 36 a7 Jabras: es justamente la tortura la que desvela que el misterio de politica no es la ley, sino la policia 1.7. Estado de excepcién y tortura preventiva. ‘Tras el 11 de septiembre EI 11 de septiembre de 2001 cuatro vuelos comerciales fueron ‘viados de sus rutas por diecinueve miembros de Al-Qaeda. Se est llaron contra objetivos escogidos cuidadosamente, simbolos de: norteamericana: las Torres Gemelas de Nueva York y ala del Pentégono, en Washington. El tltimo err6 el blanco y se trell6 cerca de Pittsburgh, en Pensilvania. A bordo de los avio' murieron 265 personas, en el World Trade Center 2.752 y en el P tégono 125. Con estos atentados se inauguré dramaticamente elm vo milenio, El mundo entré en una nueva era. Estados Unidos reaccioné declarando la war on terror, la «gui al terror». Esta expresién, empleada por primera vez por el p dente George W. Bush el 20 de septiembre de 2001 durante una sién conjunta del Congreso, fue copiada y relanzada por todo O dente.® La «guerra al terror» iba dirigida contra las organizaci clasificadas como «terroristas» y contra todos los llamados fa los» —irreconocibles como Estados en lamados también Estados «canallas».® Pocos dias 29, En declaraciones realizadas el 16 de sep zado s6lo las expresiones war again psl/georgewbush-whitchouse arc html); con posterioridad, como e tervor, de tal suerte que =ucrra al terrore y «guerra contra el terrorismo» se ahora indistintamente (N. del 30. En inglés, rogue sates. sas traducciones (desde : Splicado a Estado, scanalla» ha hecho fortuna (por ¢ lane del libro de Noam Chomsky Estados canallas.E Hay quienes 5istrarasus ciudad: ‘Gtuir una amenaza, y Estados canallas «propiamente dichose. Asi define 38 17 de octubre, con a operacién Enduring Freedom, «libertad »», daba comienzo la invasion de Afganistan y el desmante- nto del régimen taliban. No mucho después, el 19 de marzo de 3, se desataba el ataque contra el Irak de Sadam Husein, acusado war a Al-Qaeda y de poseer armas de destruccién masiva, acu- \es ambas que se demostraron infundadas. Ja «guerra» ni en el . Una «guerra al terror» podria no tener fin. és cuando al «enemigo», ni bien identificado ni b se lo define sdlo en base a su ac a las ventajas de una guerra ilimitada, la war on terror le ion6 al Gobierno estadounidense el pretexto para suspender rtades civiles, reforzar el poder ejecutivo y declarar el estado de na través de la Patriot Act, que el Congreso aprobé casi por lad el 26 de octubre de 2001. En un escenario que ‘paulatina~ lato presentado por las principales cadenas televisivas—, la pera democracia del mundo renuncié a muchas prerrogativas de- eriticas. Entre otras cosas, la Patriot Act, concebida para prevenir les terroristas, concedfa poderes extraordinarios ala policia y a servicios de inteligencia, elevaba el nivel de la vigilancia de las co- 39, ‘A partir de ab el estado de emergencia ha tendido a normali Jo extraordinario se ha vuelto ordinario y la suspensién de la se ha prolongado al infinito. Aunque no sin un profundo detri escenario bélico donde los frentes no estan bien definidos to de la imagen que los Estados Unidos tienen de sf mismos y igo se camufla actuando de manera intermitente, mediante que el mundo tiene de Estados Unidos. De modo que la vieja ino y acciones breves y fulminantes, el conflicto se de- gunta filoséfica <;Qué hay de bueno en tratar de derrotar al \ novedad tras el 11 de septiembre: que la condena de la dejado de parecer obvia. ello nos hace malvados?» ha vuelto a plantearse; en su nueva rable a la tortura. Baste pensar en Ia guerra partisana, sign: gde qué serviria derrotar a las fuerzas antidemocréticas del la o en la guerra de liberacién, como la de Argelia. Lo rror si para ello hay que servirse del terror y dafiar la demoers a que en la guerra tradicional interrogar al enemigo Los ataques del 11 de septiembre mataron a algo més de 3.000) tun arma estratégica decisiva. Con todo, la Convencién sonas. Cuatro afios de «guerra preventiva» en Trak causaron la de 1949, que protege los derechos de los «enemigos» cap- tede un gran ntimero de iraquies, 60.000 segtin el Iraq Body constituido un importante freno al uso de la tortura 600.000 segiin la revista médica The Lancet. Echar cuentas 20 erra al terror» permitié, no obstante, a Estados Unidos sulta dificil: por cada victima del 11 de septiembre resultaron tos entre 20 y 200 iraquies. La escalada de la «guerra al terrot provocado devastaciones, masacres y atrocidades aiin hoy di de valorar. Exportados de semejante manera, los «valores occi tales» han quedado comprometidos quizs para siempre. Aterrorizar a los terroristas: ésta ha sido la estrategia adopt en una espiral de violencia que ha respaldado el dictado de u paracién simbélica. Sélo que aterrorizar a los terroristas si volverse su imagen especular, més decidida y resuelta incluso. como para probar que los valores democriticos no del pacidad de reaccidn. En la «guerra contra el mal» todo vale, recurrir a medios prohibidos. No importa que el terrorismo no: resultado vencido, que no haya disminuido la violencia 0 que, contrario, se haya favorecido el reclutamiento de nuevos yibi Nada, quizés, mejor que la tortura, que es una forma de retributivo, para aparecer como el arma eficaz para castigar a los xgeles del mal». Nada ha demostrado mejor la ruina moral de k tados Unidos que la tortura, Salida de la semiclanidestinidad habfa proseguido su afinacién, la tortura fue declarada neces: el Gobierno estadounidense, fue admitida en el debate publ fue aceptada por primera vez de manera oficial en una demoei n, de la que es signatario, inventando una raordinaria categoria de , ambigua férmula con la que el jurista Winfried Bi c septiembre. Puede decirse que todo empieza con un ensa- subrayé el cardcter salvifico que la tortura tendria para la seguri ile Thomas Nagel, una de las voces mas autorizadas de la filoso- piblica. Pero ya en diciembre de 1992, en el curso de una confer itica estadounidense, titulado «War and massacre», que data cia en la universidad de Heidelberg, el célebre sociélogo Niklas Li Tcontexto historico es el de la guerra de Vietnam, que tuvo mann habia puesto sobre el tapete, con la intencién de socave veto a la tortura, la cuestién de la bomba de relojerfa, pregunt ‘Nagel afirma que existe una «base moral» para las reglas de la dose si «en nuestra sociedad existen todavia normas a las que y a, en particular, la «conducta» que debe observarse iénero «torture porn» — al filme de James Bond Casino Royale, 2006, 0 a la debatida Zero Dark Thirty (La noche més oscura), de Asi ha sido como el publico norteamericano ha podido se- al terrorista por el bi especticulo de la tortura es we hace de una abyecci6n un rito de pasaje indispensable hacia manidad superior. Gibt es in unserer Gesellichaft noch unverzichtbare Normen?, 39, <'l faut torturer un homme pour en ssuver ce 193. (N. del T), 12, JP, Folte im Rechtsstaat?, Hamburger Edition, Hamburgo, 40. Véase la entrevista concedida a Combat el 9 de noviembre de 1962. 41. Bahar, A, Folter im 21, Jabrbundert. Auf dem Weg in ein newes Mit | Pelicula que narra la operacién de los Navy SEAL que acabé con la vida de DTV, Miinieh, 2009, { aden (N. del). 46 a7

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