100%(1)Il 100% ha trovato utile questo documento (1 voto)
125 visualizzazioni8 pagine
Este documento describe lo que significa vivir como Cristo de acuerdo a varios pasajes bíblicos. Explica que los cristianos deben identificarse completamente con Cristo y no solo estar interesados, renunciando a sí mismos y tomando su cruz diariamente. También deben vivir por fe, amar incluso a sus enemigos, y entregarse a otros como Cristo lo hizo. Esto solo es posible por el Espíritu de Dios que habita en los cristianos y les da el fruto del Espíritu, permit
Descrizione originale:
Titolo originale
Gá. 2.20. Viviendo como Cristo = una vida entregada
Este documento describe lo que significa vivir como Cristo de acuerdo a varios pasajes bíblicos. Explica que los cristianos deben identificarse completamente con Cristo y no solo estar interesados, renunciando a sí mismos y tomando su cruz diariamente. También deben vivir por fe, amar incluso a sus enemigos, y entregarse a otros como Cristo lo hizo. Esto solo es posible por el Espíritu de Dios que habita en los cristianos y les da el fruto del Espíritu, permit
Copyright:
Attribution Non-Commercial (BY-NC)
Formati disponibili
Scarica in formato DOC, PDF, TXT o leggi online su Scribd
Este documento describe lo que significa vivir como Cristo de acuerdo a varios pasajes bíblicos. Explica que los cristianos deben identificarse completamente con Cristo y no solo estar interesados, renunciando a sí mismos y tomando su cruz diariamente. También deben vivir por fe, amar incluso a sus enemigos, y entregarse a otros como Cristo lo hizo. Esto solo es posible por el Espíritu de Dios que habita en los cristianos y les da el fruto del Espíritu, permit
Copyright:
Attribution Non-Commercial (BY-NC)
Formati disponibili
Scarica in formato DOC, PDF, TXT o leggi online su Scribd
cado; y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en Mí. Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me Amó y se Entregó a Sí mismo por Mí. (Gál 2:20)
Introducción
¿Sabéis lo que es el D.N.I.? Seguro que sí. Es un docu-
mento que tenemos todos. Es curioso que, aunque no es obligatorio legalmente hasta la mayoría de edad, se hacen unos muy bonitos para los niños recién nacidos. A los padres les encanta. Se sienten orgullosos de su hijo, y allí hay un apartado que dice “hijo de... y de...”
Pero el D.N.I. es un documento que nos identifica, que
dice quienes somos. Lleva nuestra fotografía y nuestra hue- lla digital. En este documento no dice quién nos interesaría ser, o cómo nos gustaría llamarnos, o dónde nos gustaría vi- vir, sino lo que somos realmente. No es una declaración de buenas intenciones, sino que constata una realidad.
Cuando en nuestro D.C.I. (Documento Celestial de Iden-
tidad) dice que somos cristianos, es porque estamos plena- mente identificados con Cristo, no simplemente interesados. I. Quiénes somos
• Hombres (como Pablo). A veces caemos casi en la
idolatría pensando en grandes personajes bíblicos. Pero hemos de recordar que estos hombres estaban sujetos a pasiones como nosotros y eran tentados y sufrían pruebas como nosotros. La Biblia nos mues- tra los hombres tal como son, pero nosotros nos empeñamos en elevarlos a los altares.
5 aun estando nosotros muertos en de-
litos, nos dio vida juntamente con Cristo. ¡Por gracia sois salvos! 6 Y juntamente con Cristo Jesús, nos Resucitó y nos hizo sentar en los lugares celestiales, 7 para mostrar en las edades venide- ras las superabundantes riquezas de su gracia, por su bondad hacia nosotros en Cristo Jesús. 8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. 9 No es por obras, para que nadie se Gloríe. (Efesios 2).
• Hombres redimidos (Ef. 2:5). Pero no somos unos
hombres cualquiera. Somos unos personajes muy importantes. A pesar de ser pecadores por ser hom- bres, Dios nos ha salvado a través de su Hijo. • Hombres redimidos por la gracia de Dios (Ef. 2:8). No se debe a nuestros esfuerzos. Lo que el Se- ñor quiere que le mostremos no es toda nuestra bon- dad, honradez o esfuerzos por mejorar, sino nuestro verdadero y sólido pecado. En realidad, es lo único que puede tomar de nosotros. Y lo que nos da a cam- bio de nuestro pecado es verdadera y sólida justicia. Pero hemos de ceder en nuestra simulación de que seamos algo, y eliminar todas nuestras pretensiones de ser siquiera dignos de cualquier consideración de parte de Dios. Sólo podemos ofrecer lo que tene- mos: pecado. Dios nos da lo que tiene: gracia y salvación. • Hombres hechos hijos de Dios (Jn 1:12). La nece- sidad espiritual ineludible que tenemos cada uno de nosotros es la de firmar el certificado de defun- ción de nuestra naturaleza de pecado. Tomar mis opiniones como opcionales ante la voluntad de Dios. Ahora soy hijo de Dios, por lo que no me puedo comportar como antes. • Hombres que reinan juntamente con Cristo (Ef. 2:6). Pablo aquí está hablando en pasado no en futu- ro. Gracias a la obra que Cristo ha hecho ya, nos ha concedido la victoria ya y el poder reinar con Él ¡YA! La voluntad de Dios es hecha en la tierra a través de sus hijos. II. Cómo hemos de vivir
Decía entonces a todos: Si alguno
quiere venir en pos de Mí, niéguese a Sí mismo, tome su cruz cada Día y Sígame. (Lc. 9:23)
• Siendo crucificados diariamente (Lc. 9:23). Es de-
cir, renunciando a cualquier posibilidad de obedecer- me a mí, despojándome de mí mismo para ser reves- tido de Cristo. Nos reconocemos por nuestra piel porque nuestros órganos internos nadie los cono- ce. Hemos de quitarnos esta piel y ponernos la de Cristo. Él incluso cambia nuestro interior (cora- zón, pensamientos...). Pablo dijo: “Con Cristo es- toy juntamente crucificado...” No dijo: “He decidi- do imitar a Jesucristo”, o “haré lo mejor que pueda por seguirle”, sino: “Me he identificado con Él en Su muerte”. De la forma que Cristo se despojó de su divinidad para venir al mundo, nosotros debemos despojarnos de nosotros mismos para ir a Él. Porque andamos por fe, no por vista. (2Co. 5:7).
• Viviendo por fe (2 Co. 5:7). Esta es una característi-
ca especial de las personas que hemos sido transfor- madas por Cristo. Es lo propio de los cristianos. “... y lo que ahora vivo en la carne”, no la vida que anhelo vivir o siquiera aquella por la que oro vivir, sino la vida que ahora vivo en mi carne mortal -la vida que otros pueden ver, “la vivo en la fe del Hijo de Dios...” Esta fe no era la propia fe de Pablo en Je- sucristo, sino la fe que el Hijo de Dios le había dado (véase Efesios 2:8). Ya no es fe en la fe, sino una fe que trasciende todos los límites imaginables - una fe que proviene únicamente del Hijo de Dios. • Amando incluso a mis enemigos (Lc. 6:35). La transformación es tan profunda que el amor, no el mío sino el de Dios, inunda mi ser y puedo amar de una forma desconocida para mí hasta ahora. No pue- do esforzarme por amar a todo el mundo, pero cuando Cristo vive en mí, es Él el que ama a todo el mundo.
Por tanto, Recibíos unos a otros como
Cristo os Recibió para la gloria de Dios. (Ro. 15:7).
• Entregándonos a nosotros mismos por otros (Ro.
15:7). Si soy crucificado cada día, si vivo realmente por la fe y puedo incluso amar a mis enemigos, pue- do entregarme de la forma que lo hizo Cristo. Me en- trego por mis hermanos y por los que aun no lo son. No me importa dar mi tiempo, mi dinero, mis dones, mi vida por los demás porque no soy mío, sino de Cristo. Además, no lo hago por los demás, sino que es Cristo quien lo hace en mí. Cristo usará mi cuerpo, todo mi ser si yo lo dejo hacerlo. Él nos ha recibido a nosotros y quiere recibir a otros a través nuestro. Yo quiero que me use con un propósito: para la gloria de Dios. No lo hago con un propósito egoísta porque he dejado mi egoísmo que ha sido sustituido por Cristo.
III. Cómo vivir así
Como hijos obedientes, no os confor-
méis a las pasiones que antes Teníais, es- tando en vuestra ignorancia. (1 Pe. 1:14)
• Obedeciendo como Cristo (1 Pe. 1:14). Fue obe-
diente hasta la muerte, y muerte de cruz. Queremos ser obedientes como Él. Ya hemos abandonado nues- tra vida vieja en la que vivíamos por ignorar la vo- luntad de Dios, pero ahora que la conocemos, quere- mos vivir según su guía que encontramos en la Pala- bra Sin embargo, vosotros no Vivís Según la carne, sino Según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. (Ro. 8:9)
• Por el Espíritu de Cristo (Ro. 8:9). Nos hemos es-
forzado mucho por vivir esa vida, pero no lo conse- guimos. ¡Pero es por el Espíritu que mora en no- sotros que podemos vivir según la voluntad de Dios! El Espíritu es el que nos muestra cuál es la vo- luntad de Dios, nos guía, nos inspira, nos conforta y nos reconforta, nos da fuerzas para seguir... ¡Él lo hace todo! Nuestra responsabilidad es dejarle morar en nosotros como nuestro Señor. No es un huésped, ¡es nuestro Señor, el que da las órdenes y las eje- cuta! A los huéspedes se les enseña lo mejor de nosotros para impresionarles, pero al Espíritu le entregamos nuestro pecado para que lo transfor- me en gracia que salva a otros. Agua o fuego.
Pero el fruto del Espíritu es: amor,
gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio. Con- tra tales cosas no hay ley, porque los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Gá. 5:22-24).
• Viviendo la vida de Cristo (Gá 5:22-24). El Espíri-
tu morando en nosotros nos hace un precioso regalo: recibir el fruto del Espíritu que no deja de ser la vida de Cristo. Podemos coger cada una de las sentencia de estos versículos y veremos que Cristo vivió así. ¡Tenemos el mismo Espíritu que moraba en Cris- to! Además Pablo nos dice que esto es sólo posible para los que han crucificado la carne y sus deseos. ¡Y lo da por hecho! Es decir, los que realmente son de Cristo, son aquellos que se crucifican día a día para dejar que, por su Espíritu, Cristo more en noso- tros viviendo su abundante vida. Conclusión
Desgraciadamente muchas veces reducimos la vida cris-
tiana a una declaración de buenas intenciones o una declara- ción de principios. Pero el Señor no quiere eso de nosotros. Él nos ha hecho sus hijos. Y como iglesia somos su cuerpo y sólo Él es la cabeza. Si entendemos que somos su cuerpo, si entendemos que Cristo obra hoy a través de su cuerpo, la iglesia, debemos desear que se manifieste su vida en noso- tros. Pero que no se quede en un mero deseo, una declara- ción de buenos principios. Hemos de poner manos a la obra. Y eso empieza por renunciar a nosotros mismos, por crucifi- carnos con Cristo cada día para dejar que su vida se mani- fieste en nosotros. Y una forma práctica de hacer eso es amándonos unos a otros y entregándonos a los demás como Cristo mismo hizo. Gracias a Dios no estamos solos: conta- mos con su Espíritu que nos ayuda y hace posible que crez- camos y demos fruto en nuestra vida cristiana. Eso es lo que desea Dios de nosotros y no meras intenciones.
Hermano, mira tu carné de identidad y reflexiona sobre