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¿Borregos o tesoros?

Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio,


nación santa, pueblo adquirido, para que anunciéis las
virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz
admirable. (1 Pe. 2:9)

Introducción

Ayer tuvimos una Conferencia Regional de Jóvenes. Entre otras cosas, anuncié el
deseo que tenemos la junta de tener un retiro para mayores de 25 años. Y la broma no
tardó en salir: alguien desde el final dijo algo así como “eso, a buscar ganao”. Era casi
inevitable.

Esto me recordó algo que estuve hablando esta semana con Samuel Drummond: el
concepto de “adquisición” en el AT. Es muy curioso notar que en hebreo, un lenguaje
con pocas palabras, la palabra “adquirir” es la misma que “ganado”. Así que, me
explicaba Samuel, el pueblo de Dios salió de Egipto en manada, como ganado. Esta
broma también era casi imposible de evitar. Pero me hizo reflexionar en este texto que
nos dice que somos un pueblo adquirido, “ganado” por Dios para sí. Esta idea ya la
encontramos en el AT.

I. Un pueblo escogido

2 Partieron de Refidim y llegaron al desierto de Sinaí,


e Israel acampó allí en el desierto frente al monte. 3
Entonces Moisés subió para encontrarse con Dios, y Jehová
lo llamó desde el monte, diciendo: --Así dirás a la casa de
Jacob y anunciarás a los hijos de Israel: 4 "Vosotros habéis
visto lo que he hecho a los egipcios, y cómo os he levantado
a vosotros sobre alas de águilas y os he traído a mí. 5 Ahora
pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi pacto, seréis
para mí un pueblo especial entre todos los pueblos. Porque
mía es toda la tierra, 6 y vosotros me seréis un reino de
sacerdotes y una nación santa." Estas son las palabras que
dirás a los hijos de Israel. (Ex. 19:2-6)

El capítulo 19 del libro del Exodo nos presenta la preparación a la primera gran
alianza, establecida por Dios con su pueblo en el Sinaí. En esta alianza, Dios se auto
presenta ante el pueblo que El se ha escogido como heredad. Antes de plantearse los
términos de la alianza, Dios hace consciente a su pueblo de su elección y le dice a
Moisés que les recuerde su acción liberadora: cómo los ha sacado con mano fuerte y
brazo extendido de la esclavitud en Egipto (v.4). Esta acción liberadora es recibida no
por méritos propios, sino por el amor misericordioso de Dios con su pueblo.

Y el Señor les recuerda que, si de veras escuchan su voz, serán para Él “mi
especial tesoro”. En el original, debido a la parquedad del hebreo, el Señor les llama su
“especial ganado”. Para un pueblo nómada como era entonces Israel el ganado era una
gran riqueza, una especial posesión (es curioso recordar que los israelitas se marcharon
de Egipto con sus ganados). Eso es lo que les está diciendo el Señor; son su ganado, su
especial posesión. Y ciertamente, en nuestro lenguaje, ellos fueron ganados para el
Señor, fueron arrebatados, sacados de la esclavitud por el Señor. Y el pueblo de Israel,
cuando se asentó y se convirtió en un pueblo sedentario al tomar posesión de la tierra de
Canaán, siguió usando la misma terminología:

Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no


nosotros a nosotros mismos. Pueblo suyo somos, y ovejas de
su prado. (Sal. 100:3)

Y usa también la imagen del pastor que cuida de su majada, de su ganado. ¡El
Señor está cuidando, protegiendo su tesoro, su inversión! Me encanta pensar que el
Señor invierte en mí y en ti, hermano. Así demuestra que somos un especial tesoro para
Él.

Ahora bien, el pacto establecido entre Dios y su pueblo en la alianza sinaítica


exige a Israel tres compromisos o condiciones para mantener la palabra dada.

• El pueblo debe ser consciente del sentido de su pertenencia a Dios (v.5).


Pertenencia que se establece en una relación permanente con Dios. Estar en su
presencia significa dejarse llenar de su amor que lo irradia todo, que lo cambia
todo. Sentir que su vida, sus acciones y todo su existir no le pertenecen porque
son propiedad total de Dios; y de esta manera toda la orientación de la vida se
debe construir solamente en la única perspectiva de agradar a Dios.

• La fidelidad del pueblo con Dios (v.6). El pueblo debe tener una actitud de
escucha, de entrega y obediencia para estar en gracia con su Dios y ser su
propiedad personal. Ser fiel a la alianza es obedecer las normas y mandatos
que Dios ha establecido a través de Moisés.

• El llamado a vivir en santidad. "Serán para mí un pueblo de sacerdotes y una


nación santa": consagrarse a su Dios y ser testimonio de su presencia el
mundo. El Señor se ha revelado a Israel, haciéndolo objeto de su especial
predilección, pero esta elección implica exigencia, consagración: ser testigo de
la divinidad y bendición para todos los pueblos.

II. Siendo ganancia para Dios

Por eso una vez llegados a este punto podemos preguntarnos: como tesoro
especial para Dios, como una “inversión” especial de Dios, ¿qué ganancias estamos
dando a Dios? “Ganancia” curiosamente también proviene de la palabra “ganado”.
El Señor Jesús, a través de parábolas y de otras imágenes, hizo entender a sus
discípulos que haciendo discípulos es como podían ser ganancia para Dios (al respecto
podemos pensar en las parábolas de los talentos o las minas). Pero Jesús pone el énfasis
en la compasión y la misericordia.

36 Y cuando vio las multitudes, tuvo compasión de


ellas; porque estaban acosadas y desamparadas como ovejas
que no tienen pastor. 37 Entonces dijo a sus discípulos: "A la
verdad, la mies es mucha, pero los obreros son pocos. 38
Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su
mies."
10:1 Entonces llamó a sus doce discípulos y les dio
autoridad sobre los espíritus inmundos para echarlos fuera,
y para sanar toda enfermedad y toda dolencia. 2 Los
nombres de los doce apóstoles son éstos: primero Simón,
llamado Pedro, y su hermano Andrés; también Jacobo hijo
de Zebedeo, y su hermano Juan; 3 Felipe y Bartolomé;
Tomás y Mateo el publicano; Jacobo hijo de Alfeo, y Tadeo;
4 Simón el cananita y Judas Iscariote, quien le entregó. 5 A
estos doce los envió Jesús, dándoles instrucciones diciendo:
"No vayáis por los caminos de los gentiles, ni entréis en las
ciudades de los samaritanos. 6 Pero id, más bien, a las
ovejas perdidas de la casa de Israel. 7 Y cuando vayáis,
predicad diciendo: 'El reino de los cielos se ha acercado.'
(Mt. 9:36-10:7)

Jesús es consciente de la realidad que vive su pueblo: pobreza, abandono,


discriminación, hambre, etc. Por eso dice el texto: “al ver Jesús a la gente se
compadecía de ella”. Compadecer significa: padecer - con; es decir, sensibilizarse
desde lo más profundo de sus entrañas, sentir dolor ante determinadas situaciones que
viven los demás. Por eso Jesús en el versículo 37, recalca estas palabras: “La mies es
mucha, los trabajadores pocos”.

Es mucha la gente que debe salir de la situación difícil en la que vive: los
rechazados y marginados de la sociedad que deben ser incorporados; los hombres y
mujeres que deben recuperar su dignidad como hijos de Dios (leprosos, inválidos,
prostitutas, pecadores).

Este es el pasaje introductorio al envío de los discípulos (cap. 10,1). Llamó unos
hombres para una misión especial, para que ellos también sintieran "compasión" por los
demás. “Les dio autoridad y poder para expulsar espíritus inmundos”, es decir,
combatir el mal que hay en el interior de los hombres o que les impone la sociedad y
que no les permite incorporarse, volver a levantarse y recuperar su dignidad como
personas. Los escogió, los eligió para proclamar que “el Reino de Dios está cerca”. Es
decir, en la medida en que se practique la justicia, la compasión, la solidaridad, se
acaben las discriminaciones y se construyan proyectos de comunidad, el Reino de Dios
estará al alcance de todos.

Dios llama a cada persona a una misión en la vida. Al igual que el pueblo de
Israel, hemos sido escogidos por Dios. Si somos conscientes de que le pertenecemos, el
proyecto de nuestra vida personal tiene que estar fundamentado en sus leyes y
designios, imitando en todo momento a Jesús; por él somos reconciliados y salvados. Si
vivimos unidos a Cristo, debemos sentir compasión por los demás.

No podemos malinterpretar las palabras de Jesús, ni sus acciones. El no vino a


hacer señales milagrosas como los magos; vino a transformar la vida de los hombres, a
que nosotros comprendiéramos cual es nuestra misión.

Al igual que a los discípulos, Jesús nos sigue llamando hoy a anunciar y
proclamar el Reino de Dios; especialmente allí donde los hombres y mujeres viven
sumidos en la pobreza, abandono, y explotación; aquellos que son rechazados por ser
diferentes, por pensar distinto (leprosos, paralíticos y enfermos de la sociedad). Nos ha
dado autoridad para levantar a los caídos, para fortalecer sus luchas y para construir con
ellos la alternativa de la nueva sociedad.

Conclusión

Sólo quisiera que medites en esta pregunta: ¿Soy borrego o ganancia para Dios?

1 ¡Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra!


2 Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia
con regocijo.
3 Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no
nosotros a nosotros mismos. Pueblo suyo somos, y ovejas de
su prado.
4 Entrad por sus puertas con acción de gracias, por
sus atrios con alabanza. Dadle gracias; bendecid su nombre,
5 porque Jehová es bueno. Para siempre es su
misericordia, y su fidelidad por todas las generaciones. (Sal.
100)

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