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Introducción
Ayer tuvimos una Conferencia Regional de Jóvenes. Entre otras cosas, anuncié el
deseo que tenemos la junta de tener un retiro para mayores de 25 años. Y la broma no
tardó en salir: alguien desde el final dijo algo así como “eso, a buscar ganao”. Era casi
inevitable.
Esto me recordó algo que estuve hablando esta semana con Samuel Drummond: el
concepto de “adquisición” en el AT. Es muy curioso notar que en hebreo, un lenguaje
con pocas palabras, la palabra “adquirir” es la misma que “ganado”. Así que, me
explicaba Samuel, el pueblo de Dios salió de Egipto en manada, como ganado. Esta
broma también era casi imposible de evitar. Pero me hizo reflexionar en este texto que
nos dice que somos un pueblo adquirido, “ganado” por Dios para sí. Esta idea ya la
encontramos en el AT.
I. Un pueblo escogido
El capítulo 19 del libro del Exodo nos presenta la preparación a la primera gran
alianza, establecida por Dios con su pueblo en el Sinaí. En esta alianza, Dios se auto
presenta ante el pueblo que El se ha escogido como heredad. Antes de plantearse los
términos de la alianza, Dios hace consciente a su pueblo de su elección y le dice a
Moisés que les recuerde su acción liberadora: cómo los ha sacado con mano fuerte y
brazo extendido de la esclavitud en Egipto (v.4). Esta acción liberadora es recibida no
por méritos propios, sino por el amor misericordioso de Dios con su pueblo.
Y el Señor les recuerda que, si de veras escuchan su voz, serán para Él “mi
especial tesoro”. En el original, debido a la parquedad del hebreo, el Señor les llama su
“especial ganado”. Para un pueblo nómada como era entonces Israel el ganado era una
gran riqueza, una especial posesión (es curioso recordar que los israelitas se marcharon
de Egipto con sus ganados). Eso es lo que les está diciendo el Señor; son su ganado, su
especial posesión. Y ciertamente, en nuestro lenguaje, ellos fueron ganados para el
Señor, fueron arrebatados, sacados de la esclavitud por el Señor. Y el pueblo de Israel,
cuando se asentó y se convirtió en un pueblo sedentario al tomar posesión de la tierra de
Canaán, siguió usando la misma terminología:
Y usa también la imagen del pastor que cuida de su majada, de su ganado. ¡El
Señor está cuidando, protegiendo su tesoro, su inversión! Me encanta pensar que el
Señor invierte en mí y en ti, hermano. Así demuestra que somos un especial tesoro para
Él.
• La fidelidad del pueblo con Dios (v.6). El pueblo debe tener una actitud de
escucha, de entrega y obediencia para estar en gracia con su Dios y ser su
propiedad personal. Ser fiel a la alianza es obedecer las normas y mandatos
que Dios ha establecido a través de Moisés.
Por eso una vez llegados a este punto podemos preguntarnos: como tesoro
especial para Dios, como una “inversión” especial de Dios, ¿qué ganancias estamos
dando a Dios? “Ganancia” curiosamente también proviene de la palabra “ganado”.
El Señor Jesús, a través de parábolas y de otras imágenes, hizo entender a sus
discípulos que haciendo discípulos es como podían ser ganancia para Dios (al respecto
podemos pensar en las parábolas de los talentos o las minas). Pero Jesús pone el énfasis
en la compasión y la misericordia.
Es mucha la gente que debe salir de la situación difícil en la que vive: los
rechazados y marginados de la sociedad que deben ser incorporados; los hombres y
mujeres que deben recuperar su dignidad como hijos de Dios (leprosos, inválidos,
prostitutas, pecadores).
Este es el pasaje introductorio al envío de los discípulos (cap. 10,1). Llamó unos
hombres para una misión especial, para que ellos también sintieran "compasión" por los
demás. “Les dio autoridad y poder para expulsar espíritus inmundos”, es decir,
combatir el mal que hay en el interior de los hombres o que les impone la sociedad y
que no les permite incorporarse, volver a levantarse y recuperar su dignidad como
personas. Los escogió, los eligió para proclamar que “el Reino de Dios está cerca”. Es
decir, en la medida en que se practique la justicia, la compasión, la solidaridad, se
acaben las discriminaciones y se construyan proyectos de comunidad, el Reino de Dios
estará al alcance de todos.
Dios llama a cada persona a una misión en la vida. Al igual que el pueblo de
Israel, hemos sido escogidos por Dios. Si somos conscientes de que le pertenecemos, el
proyecto de nuestra vida personal tiene que estar fundamentado en sus leyes y
designios, imitando en todo momento a Jesús; por él somos reconciliados y salvados. Si
vivimos unidos a Cristo, debemos sentir compasión por los demás.
Al igual que a los discípulos, Jesús nos sigue llamando hoy a anunciar y
proclamar el Reino de Dios; especialmente allí donde los hombres y mujeres viven
sumidos en la pobreza, abandono, y explotación; aquellos que son rechazados por ser
diferentes, por pensar distinto (leprosos, paralíticos y enfermos de la sociedad). Nos ha
dado autoridad para levantar a los caídos, para fortalecer sus luchas y para construir con
ellos la alternativa de la nueva sociedad.
Conclusión
Sólo quisiera que medites en esta pregunta: ¿Soy borrego o ganancia para Dios?