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La historia desmitifica el libre comercio

Por Ha-Joon Chang(*) El Grano de Arena, ATTAC


Traducción: Ángel Díaz Méndez

Usted está de visita en un país en desarrollo como analista político. Tiene el arancel
medio más alto del mundo. La mayoría de la población no puede votar y la compra
de votos y el fraude electoral son generalizados. El país nunca ha nombrado a un
solo funcionario a través de un procedimiento abierto. Sus finanzas públicas son
precarias con créditos fallidos que preocupan a los inversores. No tiene ley de
competencia, ha abolido su rudimentaria ley de quiebras y no reconoce los
derechos de propiedad intelectual extranjeros. En resumen, está haciendo todo lo
posible en contra de los consejos del Fondo Monetario Internacional, el Banco
Mundial, la Organización Mundial de Comercio (OMC) y la comunidad
internacional de inversores.
¿Suena como la receta para un desastre de desarrollo?. Pues no. El país es los
Estados Unidos, aunque la fecha es alrededor de 1880, cuando su tasa de ingresos
era similar a la de Marruecos o Indonesia hoy. A pesar de políticas equivocadas e
instituciones rudimentarias era uno de los países del mundo que crecían a más
velocidad y que más rápidamente se estaba convirtiendo en uno de los más ricos.
Especialmente en lo que se refiere a política comercial. Muchos grandes economistas,
incluyendo a Adam Smith, habían estado diciendo a los americanos durante más de un
siglo que no debían proteger sus industrias, exactamente lo que la ortodoxia del
desarrollo dice hoy a los países en desarrollo.
Pero los americanos sabían exactamente de que iba el juego. Muchos sabían con toda
claridad que Gran Bretaña, que predicaba el libre comercio para su país, se hacía rica
gracias al proteccionismo y los subsidios. Ulysses Grant, el héroe de la guerra civil que
fue presidente entre 1868 y 1876 declaró que "dentro de 200 años, cuando América haya
obtenido del proteccionismo todo lo que pueda ofrecer, también adoptará el libre
comercio". Que presciencia, salvo que su país lo hizo bastante mejor de lo predicho.
El hecho es que los países ricos no se desarrollaron sobre la base de las políticas e
instituciones que ahora recomiendan a los países en desarrollo. Virtualmente todos ellos
utilizaron protección arancelaria y subsidios para desarrollar sus industrias. Una vez que
se hicieron ricos, estos países comenzaron a demandar que los más pobres practicaran el
libre comercio y adoptaran instituciones "avanzadas", si era necesario a través del
colonialismo y de tratados injustos. Friedrich List, el principal economista alemán de
mediados del siglo XIX, argumentaba que, de este modo, los países más desarrollados
querían "derribar la escalera" con la que habían subido a lo alto y negar a los países más
pobres la oportunidad de desarrollarse.
En las últimas dos décadas, los países desarrollados han ejercido enormes presiones
sobre los países en desarrollo para que adoptasen el libre comercio, desregulasen sus
economías, abriesen sus mercados de capitales y adoptasen instituciones de "buenas
prácticas" como rigurosas leyes sobre patentes. Durante este período, el crecimiento de
los países en desarrollo se ha ralentizado notablemente. ¿Cómo podemos afrontar este
fracaso?
En primer lugar, las condiciones impuestas a la asistencia financiera bilateral y
multilateral a los países en desarrollo deberían de cambiar radicalmente. Debería
aceptarse que la receta ortodoxa no funciona y también que no puede haber políticas de
"buenas prácticas" válidas para todos.
En segundo lugar, las reglas de la OMC deben ser reescritas de tal modo que los países
en desarrollo puedan utilizar de un modo más activo los aranceles y los subsidios para el
desarrollo.
En tercer lugar, se debe apoyar las mejoras institucionales, pero ello ni ha de equivaler a
la imposición de un paquete fijo de instituciones angloamericanas a todos los países, ni
debería de hacerse con prisas, pues el desarrollo institucional es un proceso lento y
costoso.
Si se les permite adoptar políticas e instituciones mas apropiadas para sus condiciones,
los países en desarrollo se podrán desarrollar más rápido. Ello también beneficiara a los
países desarrollados a largo plazo, en la medida en que incremente sus oportunidades de
inversión y desarrollo. Que los países desarrollados no sean capaces de verlo es la
tragedia de nuestro tiempo.
(*) Ha-Joon Chang, profesor de la Universidad de Cambridge, aparecido bajo el
título "History Debunks Myth That Free Trade Is Best For All" en el Guardian
Weekly del 27 de junio al 3 de julio de 2002.

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