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JESUCRISTO: EL

SALVADOR UNIVERSAL
e-mail: molceses@hotmail.com

El Camino, la Verdad, y la Vida de los Hombres

Según la Biblia, la Palabra de Dios, Jesucristo es el Salvador del


mundo. En diferentes pasajes de la Escritura, el Hijo de Dios es el
ÚNICO camino hacia Dios, y la ÚNICA luz que ilumina al mundo.
El mismo Jesús, el Cristo, dijo de sí mismo, lo siguiente: “Yo soy
el CAMINO, y la VERDAD, y la VIDA; nadie viene al
Padre, sino por Mí” (Juan 14:6).

¿Se imagina usted, amigo lector, cuán exclusivas son estas palabras
de Jesucristo? Él está diciendo que es Único, pues es el CAMINO
que conduce al Dios Padre. Es también la VERDAD, pues su
doctrina es la doctrina de Su Padre Dios (Juan 7:16). Finalmente, él
es la VIDA, y esto debido a que él tiene autoridad de Dios para
darla AHORA a sus seguidores, y en la resurrección (Juan 5:28,29).

Ningún profeta “pre” o “post” Jesucristo habló así, con esa


autoridad, ni tampoco hubo alguno que afirmara lo que Cristo dijo
de sí mismo. Pero lo cierto es que para Cristo, ningún líder
religioso poseía---- ni posee--- la luz y la verdad que él trajo. Su
doctrina es excepcional y diferente a las demás doctrinas
religiosas no cristianas. Para Jesús, seguramente, los demás
“iluminados” estaban en tinieblas y necesitaban de su luz. Es por
eso que el mensaje de Jesús es para todo el mundo. Él vino para
que su doctrina luminosa fuese predicada a todos los hombres del
planeta (Mateo 24:14). Recordemos que muchos de los filósofos

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religiosos del oriente existieron antes que él, y no obstante, él
afirma que es la verdadera y única luz que ilumina al mundo. Su
mensaje también era para los orientales budistas, sintoístas,
taoístas, hinduistas, y posteriormente, para los mahometanos o
islámicos, por mencionar algunas religiones.

Hay quienes afirman que en “los años perdidos de Cristo”,


Jesús estuvo en el oriente aprendiendo de las filosofías religiosas o
místicas. Pero: ¿Por qué es tan diferente la doctrina cristiana de las
demás religiones no cristianas? Casi todas las religiones orientales
creen en la reencarnación, y no obstante, ni Jesús ni sus
apóstoles la enseñaron, sino más bien, la resurrección de los
muertos (Juan 5:28,29; Juan 11:25). Además, Jesús enseña que
sólo hay UN Dios verdadero (Juan 17:3), en tanto que las
religiones orientales enseñan una pluralidad de dioses con
representaciones iconográficas a quienes dirigen sus oraciones. Sin
embargo, y en contraste, Jesús enseña que sólo hay UN solo
Mediador entre Dios y los hombres---¡Él mismo! (1 Timoteo 2:5).

La mayoría de las religiones orientales colocan a la mujer en un


plano secundario o inferior al hombre. Ellas se convierten en las
esclavas de sus maridos prácticamente. Pero Jesús dignifica a la
mujer y la eleva al plano o nivel que le corresponde, como una
compañera idónea del hombre, y a la cual se le debe cuidar como si
fuera un vaso frágil. Ya la mujer no caminará detrás del marido
sino a su lado. Cristo verdaderamente libera a la mujer y la coloca
en un lugar de honor con el hombre. ¿Cómo, entonces, se atreven
los ignorantes a afirmar que Cristo fue educado en el oriente? Bá,
¡abramos los ojos de una vez y por todas!

La Verdad hace Libres a los Hombres

Jesús dijo: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará


libres” (Juan 8:32). Sí, la verdad nos hace libres del pecado y del
diablo. Siendo Jesús LA VERDAD, es lógico concluir que aquellos

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que no le creen ni le siguen andan en la mentira y en la esclavitud.
Por ejemplo, la Biblia afirma que el pecado esclaviza. El Señor
Jesús vino a abrirnos los ojos para que veamos nuestra situación
pecaminosa, y para que nos rectifiquemos y logremos nuestra
liberación del pecado. Los alcohólicos, los drogadictos, los
sensuales, los pervertidos, los idólatras, etc., están,
definitivamente, esclavos a sus pecados. Ellos creen que han
logrado su “liberación” al hacer lo que les viene en gana. Pero
Jesús afirma que aquel que practica el pecado es esclavo del pecado
(Juan 8:34). Jesús dirá luego: “Así que, si el Hijo os libertare, seréis
verdaderamente libres” (Juan 8:36). Es claro que para Jesús, las
otras religiones, y los otros “iluminados”, no liberan a nadie, sino
sólo él. Es más, si no se sigue a Cristo---¡no se es libre!

No Hay Otro Nombre Dado a los Hombres en que


Podamos ser Salvos

El apóstol Pedro, cuando se levantó para hacer una apología de su


Señor, dijo: “Y en ningún otro hay salvación; PORQUE NO
HAY OTRO NOMBRE BAJO EL CIELO, dado a los
hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). Sí, sólo
Jesucristo trae la salvación a los hombres según la doctrina
apostólica. Los demás líderes religiosos jamás pretendieron
redimir al hombre de sus pecados, y ninguno de ellos murió
expiando las culpas ajenas. Por ejemplo, Confucio (Siglo VI AC),
Lao Tsé (Siglo VI AC) estaban vigentes en el oriente cuando Cristo
nació, pero sólo Jesucristo tuvo “la fórmula” para restaurar al
hombre caído y moribundo a fin de conducirlo al camino que lleva
al estado de perfección y felicidad duraderas. Sabemos que Buda
murió anciano bajo la sombra de un frondoso árbol, sin morir por
nadie. De igual modo, ninguno de los demás líderes de las
religiones más importantes del mundo murieron trágicamente por
nadie. Pero la muerte de Cristo sí tuvo un propósito, y ese fue el de
redimirnos ante Dios (Juan 3:16; Romanos 5:8-10). Él pagó
nuestras culpas con su muerte ignominiosa en la cruz.

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Un Hombre sin Pecado y Sin Engaño

Todos los hombres han pecado, pero Jesucristo fue un hombre


perfecto y sin mácula. Él mismo retó sus detractores a que le
convencieran de que era un pecador, y nadie lo pudo hacer. Él les
dijo con franqueza y muy directamente: “¿Quién de vosotros de
redarguye de pecado?” (Juan 8:46). Y el apóstol Pedro pudo
firmar de Jesús lo siguiente: “El cual no hizo pecado, ni se
halló engaño en su boca.” (1 Pedro 2:22). Y por su parte Pablo
manifestó sobre Jesús: “...sino uno que fue tentado en todo
según nuestra semejanza, PERO SIN PECADO.” (Hebreos
4:15).

¿Podemos imaginar a alguien sin pecado hoy? Sólo Jesús era un


hombre perfecto y recto.

Jesús Significa Vida Eterna

El anhelo de todos los hombres es vivir eternamente con paz y


amor. Jesús afirmó ser la única fuente de la vida eterna. También
dijo: “...yo he venido para que tengan VIDA, y para que
la tengan en ABUNDANCIA” (Juan 10:10). Él afirmó ser la
RESURRECCIÓN y la VIDA, y el único que podrá levantar a los
muertos de sus sepulcros para conducirlos a su reino en la tierra
(Juan 5:28,29; 11:25).

Ningún líder religioso no cristiano afirmó tener el poder de dar


vida venciendo a la muerte. Jesús resucitó de la tumba y con este
magno suceso él pudo demostrar que era más que un líder
religioso. Él demostró ser el Hijo de Dios.

También Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo: El que oye


mi palabra, y cree al que me envió, tiene VIDA ETERNA;
y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a

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vida” (Juan 5:24). Es claro, entonces, que el que tiene a Cristo y a
su palabra en el corazón, y cree que Dios lo envió, ha pasado de la
condición de muerte espiritual a vida espiritual, la cual se traducirá
en vida eterna en el reino de Dios. A la vista de Dios, el pecador ya
no está muerto en vida sino vivo y redimido de su condición
moribunda por causa del pecado (1 Juan 3:14). Sin Cristo la
humanidad está muerta, y sin esperanza. Por eso Cristo es
exclusivista y único, capaz de dar eternidad a los mortales. Ni
Mahoma, ni Confucio, ni Buda, ni Lao Tsé, ni ningún otro
líder y pensador religioso puede ofrecer vida eterna, y de hecho---
¡Nunca la ofrecieron a sus seguidores!

San Juan es claro al decir: “El que tiene al Hijo, tiene la vida;
el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Juan
5:12). Esto es definitivo, si el hombre tiene a Cristo, o es un
cristiano consagrado, entonces tiene la vida. En caso contrario, está
perdido.

Jesucristo y Dios Padre

¿Quién pudo decir como Jesús: “Yo y el Padre uno somos”?


(Juan 10:30). Y Además, Jesús pudo decir: “...el que me ha
visto a mi ha visto al Padre” (Juan 14:9). ¿Acaso no son estas
palabras impresionantes e impactantes? ¿Acaso algún líder
religioso pudo decir lo mismo?. Y además, ¿quién pudo decir como
Jesús: “el que no honra al Hijo, no honra al Padre que le
envió”? (Juan 5:23). También, ¿quién pudo decir: “Porque he
descendido del cielo...”? (Juan 6:38). Sumado a lo anterior,
Jesús dice: “Nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al
Padre conoce alguno, sino el Hijo, y a quien el Hijo
quiera revelar.” (Mateo 11:27). Esto es interesante, pues para
Jesús NINGÚN hombre conoce a Dios, sino sólo él. ¿Se imagina
usted que para Jesús, incluso los líderes religiosos que vinieron
antes que él no conocían a Dios? Buda no conocía a Dios,
Confucio no conocía a Dios, Lao Tsé no conocía a Dios, etc. Sólo

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Cristo pudo revelar a Dios porque mantuvo una relación muy
estrecha con Él (Juan 1:18).

La Autoridad de Jesucristo

Jesucristo demostró realmente su autoridad, y entendiéndose por


autoridad en este caso, la persona que está revestida con algún
poder, mando o magistratura. Así, el apóstol Mateo dijo de Jesús:
“Porque les enseñaba como quien tiene AUTORIDAD, y
no como los escribas.” (Mateo 7:29). Pero la autoridad más
extraordinaria que tenía Jesús era la de perdonar pecados. En una
ocasión el Señor Jesús le dijo al paralítico de Capernaum: “Pues
para que sepáis que el Hijo del Hombre TIENE
POTESTAD en la tierra para PERDONAR PECADOS.”
(Mateo 2:10). Pero, ¿qué otro líder religioso pudo alguna vez decir
que tenía esa misma autoridad para perdonar pecados? Y en otra
ocasión Jesús manifiesta a los judíos que él tiene más autoridad
que los antiguos líderes de Israel. Sus palabras son como siguen:
“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás...PERO
YO OS DIGO que cualquiera que se enoje contra su
hermano, será culpable en el concilio...” (Mateo 5:21,22).

Jesucristo es el Profeta

¿Cómo era conocido Jesús por la gente de su época? “Y la gente


decía: Este es Jesús EL PROFETA, de Nazaret de Galilea”
(Mateo 21:11). Dos de los discípulos confesaron de Jesús lo
siguiente: “De Jesús Nazareno, que fue varón profeta.
Poderoso en obra y en palabra delante de Dios y del
pueblo” (Lucas 24:19). Y Pedro dijo: “Porque Moisés dijo a
los padres: El Señor vuestro Dios os levantará PROFETA
de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en
todas las cosas que os hable” (Hechos 3:22).

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Sí, Jesús fue el Maestro y el Profeta. Él profetizó muchas cosas que
ocurrieron al pie de la letra. Las profecías concernientes a su
propia resurrección al tercer día, su regreso al Padre, la
restauración del pueblo judío en su tierra, su segunda venida, y su
reino milenario en la tierra, son sólo algunos ejemplos. ¿Qué
profecías nos dejaron los otros profetas y maestros de las otras
religiones? ¡Nada que sepamos!

Jesucristo es el Juez de Dios

Jesucristo ha sido designado o nombrado por Dios para ser el Juez


del mundo. Nuevamente el apóstol Pedro dijo de Jesús: “Y
nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús
hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien
mataron colgándole en un madero...y nos mandó a que
predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que
Dios ha puesto por JUEZ de vivos y muertos” (Hechos
10:39-42).

Jesús es el Juez de vivos y muertos, y el que tiene la autoridad de


retribuir a cada hombre y mujer según haya sido su obra. Juan dice
en el libro de las revelaciones de este modo: “He aquí que yo
vengo pronto, y mi galardón conmigo, para
recompensar a cada uno según haya sido su obra”
(Apocalipsis 22:12). Y Jesús mismo dijo: “Porque el Padre a
nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo” (Juan
5:22). Y el apóstol Pablo dice del Juez Jesucristo: “Por cuanto
ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con
justicia, POR AQUEL VARÓN a quien Dios designó,
dando fe a todos de haberle levantado de los muertos”
(Hechos 17:31).

El juicio de Dios vendrá sobre todos aquellos que no obedecen a la


verdad, a los que persisten en obrar la injusticia (Romanos 2:8).
Aquellos, pues, que han resistido a Cristo y a su evangelio del reino

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no se salvarán (Romanos 1:16). Y es que el evangelio trae a la luz la
vida y la inmortalidad para todos los que creen en él.

Jesús el Abogado

Las Sagradas Escrituras describen a Jesús como El Abogado y el


Intercesor de los hombres ante Dios. El apóstol Juan dice del Señor
Jesús, así: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que
no pequéis; y si alguno hubiere pecado, ABOGADO
tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan
2:1). Y Pablo le dice al joven Timoteo: “Porque hay un solo
Dios, y un solo MEDIADOR entre Dios y los hombres,
Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5). Y a los romanos Pablo les
dice: “¿Quién es el que nos condenará? Cristo es el que
murió; más aun, el que también resucitó, el que además
está a la diestra de Dios, el que también intercede por
nosotros.” (Romanos 8:34).

Notemos, como dijimos antes, que sólo Cristo es el único


MEDIADOR, ABOGADO, e INTERCESOR de los hombres ante
Dios. Aquí no se menciona a los santos o a la virgen María.
Tampoco se menciona a Mahoma, Confucio, Buda, Lao Tsé, o
cualquier otro líder religioso. Solamente Cristo es el único que
puede entender al hombre y presentarlo ante Su Padre, pues él se
compadece de nuestras debilidades (Hebreos 4:15).

La Presencia de Cristo en sus Fieles

Si bien es cierto que Cristo está ausente en cuerpo, lo está en


espíritu con su iglesia, y en medio de sus fieles. Jesús dijo:
“Porque donde hay dos o más reunidos en mi nombre,
allí ESTOY YO EN MEDIO DE ELLOS” (Mateo 18:20). Y en su
epístola a los Gálatas, el apóstol Pablo dice: “Y por cuanto sois
hijos, Dios envió a vuestros corazones el espíritu de su

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Hijo, el cual clama: ¡Abba Padre!” (Gálatas 4:6). Este es un
gran misterio por cierto. El espíritu de Cristo está en los corazones
de los fieles. Jesús, después de resucitar, da a sus discípulos la gran
comisión, y les dice: “...Y he aquí YO ESTOY CON
VOSOTROS TODOS LOS DÍAS , hasta el fin del mundo”
(Mateo 28:20).

Sí, Cristo está ausente en cuerpo, pero presente en espíritu con su


iglesia fiel. Él vela por cada uno de sus seguidores y escucha sus
plegarias como Abogado fiel. Sin duda, ningún otro líder religioso
pudo asegurar semejante cosa para después de su muerte. Este es
un legado extraordinario y único de Jesucristo.

Jesucristo, la Razón de vivir

Muchos seres humanos se pierden en las drogas, el alcohol, y otros


vicios, porque sencillamente NO encuentran el verdadero sabor de
la vida. Quieren escapar de la dura realidad entorpeciendo sus
sentidos, pero Pablo tiene el “secreto” revelado por Jesús de la
dicha y la felicidad verdaderas. Veamos sus palabras: “Porque
para mí el vivir es Cristo, y el morir ganancia” (Filipenses
1:21). Sí, Pablo había experimentado el cambio de su vida en Cristo.
Él sabía que el verdadero sentido de la vida está en vivir para Cristo
y su causa. Recordemos que Jesús les dijo a sus discípulos: “Yo he
venido para que tengan vida, y para que la tengan en
abundancia” (Juan 10:10).

Efectivamente, Cristo vino a darnos propósito a nuestras vidas, y


una buena razón para dedicarlas a él. En Romanos 15:13 Pablo les
dice a los creyentes de Roma, lo que sigue: “Y el Dios de
esperanza os LLENE DE GOZO Y PAZ en el CREER, para
que abundéis en ESPERANZA por el poder del Espíritu
Santo”.

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¿Nos damos cuenta cómo se obtiene el gozo y la paz? Es por el
CREER en Cristo y sus promesas. Cuando un hombre acepta a
Cristo y cree en sus promesas, llega a tener un propósito para su
vida, y una esperanza de un futuro glorioso si es fiel hasta la
muerte. Los hombres ateos no tienen una esperanza y no tienen
una razón para vivir, y son desdichados y amargados. No es de
extrañar que muchos se quiten la vida finalmente. Por eso Pablo
pudo decir con verdad: “La vida del hombre NO consiste en
la abundancia de bienes que posee” (Lucas 12:15). Entonces
es claro que la felicidad del hombre no proviene de las cosas
materiales en abundancia. “Los ricos también lloran” se
titulaba una novela mejicana, y es muy cierto ese dicho. El apóstol
Pablo le dijo al joven Timoteo: “Porque la raíz de todos los
males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos,
se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos
dolores” (1 Timoteo 6:10).

Jesucristo: El Deseado de los Pueblos

Cuando el profeta Hageo profetiza sobre Cristo y su reino


milenario, dice por inspiración divina lo siguiente: “Y haré
temblar a todas las naciones, y vendrá el DESEADO DE
TODAS LAS NACIONES, y llenaré de gloria esta casa, ha
dicho Jehová de los ejércitos” (Hageo 2:7).

Jesús el Cristo es el líder ideal deseado por todos los pueblos de la


tierra. Su misión será gobernar este mundo para implantar la paz y
la justicia deseadas todos los pueblos de la tierra. Al volver al
mundo, él inaugurará una era de paz por mil años (Apocalipsis
20:1,3). Será verdaderamente una “nueva tierra” (2 Pedro
3:13,14). El profeta Isaías predijo esa era ideal cuando dice:
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el
principado sobre su hombro; y se llamará su nombre
Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno,
Príncipe de paz. Lo dilatado de su imperio y de la paz no

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tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino,
disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia
desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los
ejércitos hará esto” (Isaías 9:6,7).

También el profeta Miqueas dice del gobierno mundial y milenario


de Cristo, así: “Y él juzgará ENTRE muchos pueblos, y
corregirá a naciones poderosas hasta muy lejos; y
martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas
para hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se
ensayarán más para la guerra.” (Miqueas 4:1-4).

Sí, el fiel Abraham, por la fe, pudo vislumbrar los días de gloria de
su descendiente Jesucristo. Él se gozó, 2,000 años antes de que
naciera el Mesías, de “ver” aquellos años de gloria de su hijo o
descendiente y de la otra simiente adoptada---¡La iglesia! (Gálatas
3:16,29).

Como vemos, Jesús es el hombre que Dios ha levantado para


cambiar el curso caótico del mundo y darnos un futuro brillante y
glorioso en esta misma tierra. Él dijo a sus seguidores leales: “Los
mansos heredarán la tierra” (Mateo 5:5). Y también les
enseñó a que pidieran: “Venga tu reino. Hágase tu
voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”
(Mateo 6:10).

Jesús Nació para ser Rey

“Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Yo para


esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar
testimonio de la verdad.” (Juan 18:37). Si amigos, Jesús nació
para ser Rey. En Lucas 19:12 Jesús se refiere a sí mismo como un
“hombre noble”. San Mateo comienza su evangelio diciendo que
Jesucristo es el descendiente del rey David (Mateo 1:1). Y a sus
discípulos Jesús les promete un lugar de honor en su reino

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(Lucas 22:28-30). Y en Mateo 25:31,34 Jesús habla de él mismo
como el rey que volverá a la tierra para recoger a sus escogidos y
conducirlos a su reino milenario en Jerusalén (Mateo 5:33-35). Un
rey tiene súbditos, territorio, y leyes. Jesús es el Rey que tiene
súbditos de todo el mundo habitado. Él reinará sobre todas las
naciones, y sobre sus enemigos, los cuales harán su voluntad, de no
hacerlo, les irá mal..

Jesús, el Maestro y Señor de los Creyentes

Jesús dijo: “Vosotros me llamáis MAESTRO y SEÑOR; y


decís bien, PORQUE LO SOY” (Juan 13:13). Es claro que Jesús
fue y es un Maestro singular, ya que sus doctrinas no se encuentran
en ningún otro lugar salvo en la Biblia. Y él es Señor porque goza
del señorío y de la honra en el mundo entero. Su mensaje ha calado
hondamente en la historia de la civilización en la era cristiana. Su
mensaje ha transformado vidas, la sociedad humana; ha
humanizado a los hombres con conceptos de altruismo,
solidaridad, y compasión. Los asilos, los orfanatos, los hospitales,
las escuelas, etc., son fruto de su doctrina de amor y servicio por de
los demás.

Es claro que las enseñanzas de Jesús son revolucionarias y divinas,


pues cambian a los hombres radicalmente. Delincuentes se vuelven
honestos, los homosexuales se convierten en heterosexuales, y se
casan para procrear hijos y establecer un hogar normal y
correctamente fundamentado. Los ateos se convierten en
creyentes; los resentidos, en tolerantes y comprensivos; los
violentos, en pacifistas; los adúlteros, en monógamos; los fatuos,
en sabios y prudentes; los acomplejados, en hombres seguros y
confiados. En fin, podemos señalar muchos otros ejemplos, pero
éstos son más que suficientes, sin duda, para demostrar el poder
transformador de las Palabras de Cristo (2 Timoteo 3:16,17; Lucas
24:19).

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Jesús y Su Vida Predichos en la Biblia

Una de las cosas que hace singular a Jesucristo es el hecho de que


él cumplió---y seguirá cumpliendo--- todas las profecías
mesiánicas sobre su persona, las cuales fueron predichas cientos y
hasta miles de años antes de su nacimiento en Belén. Y cuando él
aparece en la historia, sus partidarios le preguntan: “¿Eres tú
aquel que había de venir, o esperaremos a otro”? (Mateo
11:3). Más adelante Jesús mismo les revelará: “que era
necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mi
en la ley de Moisés, en los profetas, y en los salmos.”
(Lucas 24:44).

Ahora bien, una de las más notables profecías concernientes a su


persona es la que aparece en Daniel 9:24-26. Esta profecía del
A.T prueba contundentemente que Jesús era (...y es) una persona
singular, única, y sobresaliente. Ésta es conocida como la
PROFECÍA DE LAS SETENTA SEMANAS. Daniel la recibió
directamente del ángel Gabriel. Ella revela la futura historia del
pueblo de Israel, e incluso el momento exacto de la venida del
Mesías prometido. Admitiendo algún error posible por nuestro
actual sistema cronológico (Jesús nació alrededor del año 5 AC) y
la posible utilización de un año profético de 360 días en lugar de
nuestro actual año solar, es exacto que el periodo culminó
alrededor del tiempo del ministerio público de Cristo. En realidad,
Sir Robert Anderson y otros han demostrado que, permitiendo
algunas suposiciones razonables, el cumplimiento de la profecía se
realizó en el día exacto en que Cristo por primera vez aceptó y
estimuló su reconocimiento como rey de Israel, el día de la así
llamada “entrada triunfal” en Jerusalén, una semana antes de
su rechazamiento y crucifixión.

La profecía también predijo que “se le quitaría la vida al


Mesías”, y no por sí. Es decir, sería rechazado por los israelitas
como su Rey; y eso, según sabemos, es lo que ocurrió. Otras partes

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de esta gran profecía no se han cumplido aún, pues esperan su
cumplimiento cuando Cristo regrese al mundo en persona para
establecer su reino milenario en la tierra.

Hay más profecías relacionadas con su vida, tal vez no tan


sorprendentes, pero sí igualmente milagrosas. Su nacimiento
virginal fue predicho en Isaías 7:14. Su pueblo natal está predicho
en Miqueas 5:2. Su entrada triunfal y pública en Jerusalén
en un asno está predicha en Zacarías 9:9,10. Su traición por 30
piezas de plata en Zacarías 11:12,13. Su agonía en la cruz está
predicha en el Salmo 22 e Isaías 53.

Creo que hay mucho más que decir de Jesucristo, pero lo expuesto
es más que suficiente para que el lector crea que Jesús fue
realmente el enviado de Dios al mundo. Es también suficiente para
saber que fuera de él es imposible alcanzar la salvación. Es un
hecho que es vital decidirse por Cristo para lograr la vida eterna en
su reino. Caminar por otros rumbos sólo producirán tristeza y
decepción. Jesús desea que la gente le crea como el enviado de
Dios, y que su mensaje es la voluntad de Dios para con los
hombres.

Su sacrificio expiatorio en la cruz no tuvo parangón. Él murió para


pagar el precio por nuestros delitos y pecados. Él canceló nuestras
deudas ante el Padre, y nos abrió el camino para recobrar nuestro
estado original de perfección, longevidad indefinida, y la armonía
con él. Jesús es el Unigénito de Dios que se presentó como hombre
de una virgen. Él dijo que probó ser más que cualquier otro hombre
o profeta de las religiones existentes. Él demostró tener poder y
autoridad sobre hombres y cosas. Demostró que podía perdonar
pecados, resucitar muertos, curar las enfermedades, expulsar
demonios, convertir el agua en vino exquisito, y finalmente,
resucitar de los muertos, y regresar al Padre, ascendiendo al cielo
ante muchos testigos oculares.

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