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Lo esclavos que somos de nuestra biología es un tema de debate especialmente sensible. Son muchos quienes prefieren pensar que todo lo mental se explica en términos espirituales. A esto, Damasio responde: “La concepción del problema mente-cuerpo que resulta de estas reflexiones ignorantes separa la mente en un sitio y el cuerpo y su cerebro en otro. Esta concepción, el ‘dualismo de sustancia’, ya no es general en la ciencia o la filosofía, aunque probablemente sea la idea que la mayoría de los seres humanos consideraría en la actualidad como propia”.
Un ejemplo curioso de las investigaciones que interesan al neurólogo, es la de su colega Yves Agid. Damasio nos cuenta que su colega trató a una paciente de unos sesenta y cinco años de edad con un largo historial de síntomas parkinsonianos que ya no respondían a la levodopa. La paciente no tenía antecedentes -ni personales ni familiares- de depresión ni de trastornos psiquiátricos, ni siquiera el tratamiento con levodopa le había provocado cambios de humor.
El tratamiento al que se sometió a la paciente consiste en la implantación de electrodos en el bulbo raquídeo. A través de ellos se hace pasar una corriente eléctrica de baja intensidad y elevada frecuencia que puede cambiar la manera en que operan algunos de los núcleos motores. Volviendo al caso de la paciente de sesenta y cinco años, “el procedimiento transcurrió inicialmente de la misma manera que había tenido lugar para otros diecinueve pacientes tratados por el mismo grupo. Los médicos encontraron un contacto del electrodo que aliviaba muchísimo los síntomas de la mujer. Pero ocurrió lo inesperado cuando la corriente eléctrica pasó a través de uno de los cuatro lugares de contacto del lado izquierdo de la paciente, en particular, dos milímetros por debajo del contacto que mejoraba su estado”.
Según nos comenta Damasio, la paciente sufrió un cambio anímico repentino. Detuvo la conversación que mantenía, bajó los ojos y su expresión emocional se transformó en una de tristeza. Pasados unos pocos segundos empezó a llorar. “A medida que esta exhibición continuaba, empezó a explicar lo terriblemente que se sentía [...]: ‘Me estoy desmoronando, ya no quiero vivir, ni ver nada, ni oír nada, ni sentir nada… Estoy harta de la vida, ya he tenido bastante… No quiero vivir más, estoy asqueada de la vida.’ [...] El médico a cargo del tratamiento se dio cuenta de que este suceso insólito se debía a la corriente, e interrumpió el procedimiento. Unos noventa segundos después de cortar la corriente, el comportamiento de la paciente volvió a ser normal”.
Lo esclavos que somos de nuestra biología es un tema de debate especialmente sensible. Son muchos quienes prefieren pensar que todo lo mental se explica en términos espirituales. A esto, Damasio responde: “La concepción del problema mente-cuerpo que resulta de estas reflexiones ignorantes separa la mente en un sitio y el cuerpo y su cerebro en otro. Esta concepción, el ‘dualismo de sustancia’, ya no es general en la ciencia o la filosofía, aunque probablemente sea la idea que la mayoría de los seres humanos consideraría en la actualidad como propia”.
Un ejemplo curioso de las investigaciones que interesan al neurólogo, es la de su colega Yves Agid. Damasio nos cuenta que su colega trató a una paciente de unos sesenta y cinco años de edad con un largo historial de síntomas parkinsonianos que ya no respondían a la levodopa. La paciente no tenía antecedentes -ni personales ni familiares- de depresión ni de trastornos psiquiátricos, ni siquiera el tratamiento con levodopa le había provocado cambios de humor.
El tratamiento al que se sometió a la paciente consiste en la implantación de electrodos en el bulbo raquídeo. A través de ellos se hace pasar una corriente eléctrica de baja intensidad y elevada frecuencia que puede cambiar la manera en que operan algunos de los núcleos motores. Volviendo al caso de la paciente de sesenta y cinco años, “el procedimiento transcurrió inicialmente de la misma manera que había tenido lugar para otros diecinueve pacientes tratados por el mismo grupo. Los médicos encontraron un contacto del electrodo que aliviaba muchísimo los síntomas de la mujer. Pero ocurrió lo inesperado cuando la corriente eléctrica pasó a través de uno de los cuatro lugares de contacto del lado izquierdo de la paciente, en particular, dos milímetros por debajo del contacto que mejoraba su estado”.
Según nos comenta Damasio, la paciente sufrió un cambio anímico repentino. Detuvo la conversación que mantenía, bajó los ojos y su expresión emocional se transformó en una de tristeza. Pasados unos pocos segundos empezó a llorar. “A medida que esta exhibición continuaba, empezó a explicar lo terriblemente que se sentía [...]: ‘Me estoy desmoronando, ya no quiero vivir, ni ver nada, ni oír nada, ni sentir nada… Estoy harta de la vida, ya he tenido bastante… No quiero vivir más, estoy asqueada de la vida.’ [...] El médico a cargo del tratamiento se dio cuenta de que este suceso insólito se debía a la corriente, e interrumpió el procedimiento. Unos noventa segundos después de cortar la corriente, el comportamiento de la paciente volvió a ser normal”.
Lo esclavos que somos de nuestra biología es un tema de debate especialmente sensible. Son muchos quienes prefieren pensar que todo lo mental se explica en términos espirituales. A esto, Damasio responde: “La concepción del problema mente-cuerpo que resulta de estas reflexiones ignorantes separa la mente en un sitio y el cuerpo y su cerebro en otro. Esta concepción, el ‘dualismo de sustancia’, ya no es general en la ciencia o la filosofía, aunque probablemente sea la idea que la mayoría de los seres humanos consideraría en la actualidad como propia”.
Un ejemplo curioso de las investigaciones que interesan al neurólogo, es la de su colega Yves Agid. Damasio nos cuenta que su colega trató a una paciente de unos sesenta y cinco años de edad con un largo historial de síntomas parkinsonianos que ya no respondían a la levodopa. La paciente no tenía antecedentes -ni personales ni familiares- de depresión ni de trastornos psiquiátricos, ni siquiera el tratamiento con levodopa le había provocado cambios de humor.
El tratamiento al que se sometió a la paciente consiste en la implantación de electrodos en el bulbo raquídeo. A través de ellos se hace pasar una corriente eléctrica de baja intensidad y elevada frecuencia que puede cambiar la manera en que operan algunos de los núcleos motores. Volviendo al caso de la paciente de sesenta y cinco años, “el procedimiento transcurrió inicialmente de la misma manera que había tenido lugar para otros diecinueve pacientes tratados por el mismo grupo. Los médicos encontraron un contacto del electrodo que aliviaba muchísimo los síntomas de la mujer. Pero ocurrió lo inesperado cuando la corriente eléctrica pasó a través de uno de los cuatro lugares de contacto del lado izquierdo de la paciente, en particular, dos milímetros por debajo del contacto que mejoraba su estado”.
Según nos comenta Damasio, la paciente sufrió un cambio anímico repentino. Detuvo la conversación que mantenía, bajó los ojos y su expresión emocional se transformó en una de tristeza. Pasados unos pocos segundos empezó a llorar. “A medida que esta exhibición continuaba, empezó a explicar lo terriblemente que se sentía [...]: ‘Me estoy desmoronando, ya no quiero vivir, ni ver nada, ni oír nada, ni sentir nada… Estoy harta de la vida, ya he tenido bastante… No quiero vivir más, estoy asqueada de la vida.’ [...] El médico a cargo del tratamiento se dio cuenta de que este suceso insólito se debía a la corriente, e interrumpió el procedimiento. Unos noventa segundos después de cortar la corriente, el comportamiento de la paciente volvió a ser normal”.
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