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EL ABORTO PROVOCADO

http://www.encolombia.com/etica-medica-capitulo-X.htm#Aspec

El aborto provocado, inducido o deliberado -que es del que voy a ocuparme-,


de seguro es tan antiguo como la misma humanidad. Pero sólo fue a partir del
momento en que el hombre reflexionó acerca de los valores morales que deben
sustentar su actuar, cuando se constituyó en un conflicto. También desde
entonces éste se ha tornado insoluble, dado que no todos los hombres se
guían por la misma escala de valores. De ahí que la discusión de la moralidad
del aborto provocado se considere como una de aquellas que generan mucho
calor pero irradian muy poca luz1. Es y seguirá siendo inútil la búsqueda de un
terreno medio, neutral, que permita llegar a un acuerdo, pues las tesis morales
que se esgrimen son totalmente antagónicas. De todas maneras, el derecho a
argumentar, por fortuna, seguirá teniendo vigencia mientras exista inteligencia y
libertad.

Consciente de lo complejo y delicado del asunto, lo abordo convencido de que


muchos de quienes lean este capítulo no se identificarán con algunos de mis
puntos de vista. De lo que se trata es de adelantar, con franqueza y honestidad,
un sereno análisis de tan espinoso tema, respaldado por una larga experiencia
profesional y por atentas reflexiones ético-médicas.

Muchos de los que escriben y predican sobre asuntos de ética médica, por no
ser médicos, no han vivido la intimidad del problema. Por eso, de ordinario, su
enfoque es hecho con lente especulativa. No hay que olvidar, a propósito, que
el moralista, para ser imparcial, debe acudir a los hechos y analizarlos en su
dimensión existencial, en su cruda realidad. Para quienes ejercemos la
medicina, en especial la ginecobstetricia, el embarazo indeseado y todos los
conflictos que de él se derivan tienen connotaciones particularmente humanas
que nos colocan en situación de privilegio para analizar con autoridad el tema.
La solicitud de aborto, que suele ser el paso siguiente cuando se hace evidente
una gestación indeseada, no sólo enriquece nuestra experiencia sino que
también pone a prueba nuestro buen juicio y la consistencia de los valores y
principios morales que nos acompañan.

Aspectos legales o jurídicos

La ley colombiana respecto al aborto provocado es concluyente: hay sanción


penal para la mujer que se cause un aborto o que permita que otro se lo cause,
como también para quien lo realice, aun con consentimiento de la interesada
(artículos 343, 344 y 345 del Código Penal). Como vemos, por cada aborto que
se practica es lo común que surjan dos delincuentes.

Pese a la claridad de esa disposición, de ordinario carece de vigencia. Ante la


política de "dejar hacer", o de indiferencia, que adoptan las autoridades
sanitarias y de policía, la ley penal se ha convertido en rey de burlas. En
Colombia el aborto inducido es moneda de libre circulación. Excepcionalmente
se adelanta un proceso por dicho delito. Si los fallecimientos posaborto
ocurridos en los centros hospitalarios del Estado o de la Seguridad Social no
dejan tras de sí ningún proceso de carácter penal, menos lo dejan los miles de
casos que son atendidos por complicaciones no mortales, pese a existir la
certeza de que el aborto fue provocado.

Aspectos religiosos o morales

En Colombia el credo religioso que más adeptos tiene es el católico, apostólico


y romano. Según esta doctrina, el aborto es en esencia moralmente malo y, por
lo tanto, quien lo practique está expuesto a condigna sanción2. En efecto, el
Derecho Canónico3 establece para tal falta la excomunión "latae sententiae", es
decir, ipso facto (Canon 1398). No obstante, las mujeres católicas acuden sin
escrúpulo al aborto. Por lo menos así lo puso de presente la encuesta
adelantada por López-Escobar y colaboradores en 1978: el 96.7 por ciento de
las mujeres que habían solicitado y permitido el aborto, se declararon
católicas4. Igual que la ley penal, la ley eclesial para este efecto es rey de
burlas.

Aspectos sociales

No hay duda, como ya señalé, que el embarazo indeseado es la causa


precipitadora del aborto provocado. Por eso se ha considerado como una
enfermedad social. En efecto, el aborto toca y compromete a los distintos
estratos sociales, pero los más afectados vienen a ser aquellos de extracción
baja, de pobre condición socio-económica.

La mujer que logra ponerse a salvo de un embarazo inesperado, impertinente,


nunca se verá expuesta a tener que tomar tan grave determinación. De ahí que
siempre se pregone que la medida más lógica para ayudar a combatir el flagelo
del aborto sea la profilaxis del embarazo indeseado, haciendo uso de los
métodos anticonceptivos o resistiendo a la tentación del acto sexual. Esta
última estrategia requiere, a no dudarlo, una templanza admirable. La primera,
a su vez, presupone un suficiente nivel cultural de las mujeres, es decir, estar
adecuadamente informadas sobre métodos, escoger el más conveniente y
usarlo de manera correcta. Lo anterior es posible en los estratos sociales
medios y altos, no así en los bajos. Por eso el embarazo indeseado es de más
frecuente ocurrencia en la población femenina que compone esa franja social,
pues sus integrantes carecen, las más de las veces, de adecuada formación
cultural y de mínimos recursos económicos. Frente al conflicto que les genera
un embarazo no deseado, la única solución que vislumbran es ponerle fin a él.
La falta de dinero para acceder al consultorio de un médico las obliga a
ensayar el autoaborto, utilizando recursos insubstanciales o francamente
agresivos y letales. Otras veces -lo más frecuente- logran remunerar
pobremente a comadronas y a dependientes de droguerías5, que por su
ignorancia y atrevimiento también se convierten en sujetos agresivos y letales.
Es fácil entender entonces por qué esa población femenina es la que suele
ocupar las camas de los hospitales estatales, y también las mesas de autopsia.
En contraposición, las mujeres que tuvieron recursos para pagar al de manos
enguantadas y segura experiencia, resuelven su problema sin pagar otro tributo
distinto al meramente económico.
Aspectos médicos y sanitarios

No es posible cuantificar el número de abortos que se efectúan en Colombia,


dado que se trata de algo que ocurre al margen de la ley y que, por eso, debe
transcurrir de manera clandestina. Tampoco se puede disponer de registros
válidos acerca de la morbimortalidad que ocasiona. Sólo se conocen los
ingresos a hospitales estatales y de la seguridad social, por complicaciones
derivadas del aborto provocado, no siempre confesado. Por esa razón, desde
el punto de vista sanitario, la cara visible del problema se nos presenta con
rasgos poco definidos. Pero lo que es evidente es que los hospitales deben
disponer de un buen número de camas para atender una alta demanda,
fenómeno que grava pesadamente los presupuestos, de por sí exiguos, de las
instituciones asistenciales.

Se sabe que las complicaciones del aborto inducido, sobre todo las
relacionadas con sepsis, suelen adquirir una gravedad inusitada. La
pelviperitonitis, la peritonitis generalizada y el choque séptico, no sólo cobran a
su favor muchas vidas, sino que, para evitar que sean más, obligan a que se
disponga de onerosos recursos médico - quirúrgicos67.

El aborto Inducido, un problema de ética médica

La ética médica se sustenta en valores y principios intemporales. Así el valor de


la vida humana, su respeto por encima de toda consideración; así el principio
de beneficencia, el propósito de hacer el bien siempre; así el principio de
autonomía, de tanta importancia a partir de la identificación y promulgación de
108 derechos humanos; así el principio de justicia, que tiene que ver con los
mejores intereses de la comunidad.

El aborto provocado es un problema jurídico, moral y sanitario que la sociedad


ha creado y que ni el Estado ni la Iglesia ha podido resolver. ¿Qué sucedería
en la eventualidad en que jueces y sacerdotes se dieran a la tarea de perseguir
y sancionar a las mujeres que acuden al aborto y a las personas que se lo
practican? No habría cárceles suficientes para recluirlas y en los templos
sería notoria la ausencia de la mujer. ¿Qué sucedería si los médicos,
absolutamente todos, se abstuvieran de practicar abortos? ¿Desaparecería el
aborto provocado? ¿Contribuirían con ello a solucionar el problema de salud
pública? Los hospitales, entonces, serían insuficientes para atender la
demanda de asistencia por complicaciones derivadas del aborto provocado y la
mortalidad materna por esta causa incrementaría aterradora-mente sus índices.

El médico, infortunadamente, ha venido siendo utilizado como el instrumento


de solución, con todas las implicaciones que tal actividad apareja. Para él la
práctica del aborto se constituye, quiéralo o no, en un conflicto de conciencia: si
su misión está encaminada a defender y mantener la vida humana, ¿cómo
puede convertirse en un destructor de la que apenas está en cierne? Los
médicos que inducen el aborto sin incomodar mucho su conciencia, de seguro
tienen el convencimiento de que el embrión y el feto no poseen aún "vida
humana respetable"; es tan solo un apéndice palpitante en el seno materno y,
por lo tanto, puede extirparse de la manera más natural en beneficio de la
mujer o de la sociedad. Esa actitud es posible hoy como consecuencia del
pluralismo moral existente, la cual -por la misma razón- no encuentra unánime
respaldo. En los países que estuvieron gobernados por principios socialistas el
aborto era un imperativo social y político, como también individual. Aún ocurre
así en China y Cuba. El beneficio que puede derivar a la nación, a la familia o a
la mujer, es para los médicos que lo practican allí un deber prima facie. Al
respecto, el filósofo y pedagogo A.F. Shishkifl en su tratado de Etica marxista
decía: "La ética marxista declaró la guerra a todas las formas de la moral
dogmática. Esta ética no <prescribe las normas, ni busca su origen en la <
naturaleza> eterna del hombre, sino que deduce las normas de la existencia
social de los hombres8.

La pluralidad de intereses políticos, como también factores culturales y


sociales, explican por qué unos países permiten legalmente el aborto y otros
no. Entre los que lo permiten es notoria la diferencia de frecuencia con que se
practica. Según la revista The, basada en un informe del Instituto Alan
Guttmacher, de Nueva York, la rata de abortos legales por 1.000 mujeres en
edad de 15 a 44 años fue de 181 en la Unión Soviética, de 90.9 en Rumania,
de 61.5 en China, de 27.4 en los Estados Unidos, de 14.9 en Francia, de 12.8
en Inglaterra y de 5.6 en los Países Bajos9. Como es de suponer, los médicos
fueron los encargados de llevar a cabo el procedimiento.

El conflicto de conciencia de que he hablado gira alrededor del valor que pueda
concedérsele al ser humano en cierne: ¿ Es éste una vida humana? ¿Debe
asignársele un status o estatuto moral según la etapa de su desarrollo?
Intentemos encontrar respuesta a tan delicados interrogantes.

La ética médica que sigue una línea ortodoxa conservadora -y que podría
llamarse hipocrática- reposa en el principio de respetar la vida humana desde
sus inicios. Inevitablemente surge aquí otra pregunta: ¿En qué momento se
inicia la vida humana? No es difícil aceptar que es éste el quid del problema.
De ahí que a tal interrogante se le hayan dado múltiples respuestas algunas
tratando de hermanar lo biológico con lo ético, que es lo que pretende hoy la
bioética. Ante la incapacidad de la biología para despejar satisfactoriamente
esa tremenda duda, la filosofía ha acudido en su ayuda. No se piense, por eso,
que el asunto ya está resuelto.

Al decir que "la vida no se inicia sino que se transmite o se continúa"10, no se


está pronunciando una simple frase; se está enunciando una verdad.
Recordemos que cuando Rudolf Virchow acuñó su famoso principio omnis
cellula e cellula estableció un paradigma científico que iría a revolucionar la
historia de la biología: los seres vivos son un conjunto de células que vienen de
otras células. Respaldado en esta evidencia, el jesuita Pierre Teiihard de
Chardin sostuvo que la vida propiamente dicha empieza con la célula, "que es
grano natural de vida, al igual que el átomo es el grano natural de la materia
inorgánica"11.
Siguiendo ese mismo orden de ideas, hay que aceptar que la vida humana
viene implicita en la célula o gameto machc (espermatozoide) y en la célula o
gameto hembra (óvulo). A la primera la comparó don Gregorio Marañón con un
guerrillero, todo acción, y a la segunda con un nido provisto de abundantes
víveres12. La unión o fusión de esos elementos durante el proceso de
fecundación va a traer como resultado el perfeccionamiento del potencial vital
de cada uno de ellos. A partir de la unión de los dos gametos o células
sexuales se forma el cigoto, con el cual se inicia un nuevo ser con
características particulares, con identidad propia a la luz de la genética
(hominización celular). Lo que era apenas potencial comienza a convertirse en
acto, vale decir, se da inicio a una nueva vida humana. Por eso se afirma que
los gametos separadamente no tienen el mismo status moral que el que tienen
ellos unidos, pues dejan de ser la célula única para convertirse en cigoto e
iniciar el potencial de desarrollo que cada cual posee13. Es cierto que el cigoto
no es aún un ser humano en toda su plenitud, pero es el punto de partida para
serlo, debiendo pasar por diferentes etapas de perfeccionamiento celular
(ontogenesis): pre-embrión, embrión, feto, y ya fuera del útero será neonato,
lactante, pre-adolescente, adolescente, y, finalmente, adulto. Vemos así que
para llegar a la categoría de persona o individuo pleno -con las características
que Leibniz le asigna, es decir, inteligente, capaz de razonar y reflexionar- el
ser humano necesita un largo proceso evolutivo.

En relación con el aborto, la etapa biológica del proceso intrauterino de


desarrollo que más puede prestarse a controversia moral o filosófica es la
comprendida entre la constitución del cigoto y el momento de la nidación. Nadie
puede negar que el preembrión (cigoto - mórula - blastocisto) tiene vida con un
profundo potencial humano. Su status médico o biológico corresponde a eso, a
un pre-embrión, sin status civil o jurídico definido. Por eso no tiene las mismas
connotaciones biológicas ni jurídicas asignadas a una persona. El término "pre-
embrión" fue introducido por el Comité de Etica de la Sociedad Americana de
Fertilidad en 1986 para señalar un periodo de 14 días desde el momento de la
concepción y durante el cual, en razón al desarrollo biológico, posee un status
moral especial, distinto al que posee un individuo adulto, acreedor a plenos
derechos12. De todas maneras, es un status moral respetable.

En virtud del pluralismo ético, el status de la pre-persona -si se me


permite el término-, en su período gestacional ha sido considerado con tres
criterios distintos, bien descritos por el eticista norteamericano Michael D.
Bayles en su obra Reproductive Ethics15. Son ellos:

1. Criterio conservador. A partir del momento de la concepción el ser que se


inicia adquiere el derecho a vivir. Por eso el aborto es éticamente ilícito.

2. Criterio liberal. Ni el embrión ni el feto tienen derechos, es decir, carecen de


status moral. Por lo tanto, provocar 'a interrupción del embarazo en cualquier
momento, no tiene implicaciones éticas.

3. Criterio moderado. El nuevo ser tiene un status moral progresivo, de acuerdo


a su desarrollo biológico. Puesto que sólo a partir de las 28 semanas de
gestación el feto adquiere viabilidad, el aborto antes de este tiempo es
éticamente válido, si existen razones específicas.

Este criterio de conciliar lo biológico con lo ético, es estimulado por el biólogo


Cilfford Grobstein, profesor emérito de la Universidad de California en su libro
Science & the Unborn16. Según él, biológicamente se reconocen cinco
períodos, cada cual con un status propio:

1. Período pre-embrionario, que va desde el momento de 'a concepción hasta


el final de la segunda semana. No existe aún simbiosis con la madre.

Para algunos, ese conjunto de células en división y perfeccionamiento, carece


de individualidad y por lo tanto no puede considerarse como un ser definido. En
efecto, se acepta que la individualización de un nuevo ser requiere que se den
dos' propiedades: unicidad y unidad, las cuales juntas pueden no observarse
antes de la anidación. Como unicidad se entiende la calidad de ser único, y
como unidad la realidad positiva que se distingue de toda otra, ser uno solo'7.'

Recordemos que la unicidad no está fijada durante la etapa pre-embrionaria,


pues durante ella puede iniciarse la formación de gemelos monocigotos1 es
decir, dos individuos con identidad genética semejante. Asimismo, la unidad
puede verse desvirtuada ante la posibilidad de quimerismo, que es la aparición
de líneas celulares distintas a partir de diferentes fuentes de fecundación.

Para otros, situados en una posición "revisionista", el cigoto no posee toda la


información necesaria ni suficiente para dirigir el desarrollo. Sería
indispensable, según A. Francese18, que la madre suministre información
extracigótica para que se constituya el ser humano.

2. Período embrionario, desde la tercera semana hasta el final de la octava. Se


decía de verdad el embarazo pues ocurre la implantación, o nidación, y con ella
la etapa de organogénes is. Para Grobstein, como persona el embrión es aún
inactivo; es una carne viviente con muy poca muestra de espfritu19. Acepta, no
obstante, que biológicamente el embrión es sin duda un miembro de la familia
humana20.

3. Período fetal temprano, de la novena a la vigésima semana

4. Período fetal intermedio, de la vigésimo-primera a la trigésima semana.

5. Período fetal tardío, de la trigésimo-primera semana hasta el término.

Según este criterio biológico1 Grobstein acepta que sólo cuando se llega a los
periodos 4 y 5 el feto ha adquirido sus plenos derechos. Cuando se alcanza la
viabilidad, es decir, la capacidad para sobrevivir desconectado de la placenta1
se adquiere status o valor social. Como vemos, tal enfoque se presta para
alimentar el pluralismo ético que existe en torno del aborto. Como dicen C.
Wood y A. Westmore: "El status ético del embrión en sus primeras etapas está
determinado por la conciencia y el estado intelectual y emocional de cada
persona"21. El filósofo Daniel Callahan, reconocida autoridad en asuntos de
bioética, cotidiana que ha dirigido durante muchos años The Hastings Center
Nueva York, epicentro de la bioética mundial, asume una posición moderada al
aceptar que el feto no califica como una persona y, por lo tanto, carece de un
status moral pleno. El fe para él es una forma valiosa e importante de vida
humana, lo qi le lleva a aceptar que tiene una especie de estado moral parcial

El médico colombiano frente al aborto provocado

En el primer capítulo, cuando hablé de los principios moral básicos que deben
guiar a la persona para obrar correctamente mencioné la importancia que
tiene la moral objetiva o leyes que dicta la sociedad. Lo que éstas prescriben,
complementado c( lo que dicte la conciencia de la persona, o moral subjetiva,
ha sido posible que los actos queden enmarcados dentro del espacio ético.

Teniendo en cuenta lo anterior, es necesario conocer bien moral objetiva, o


jurídica, en relación con el aborto provocado pues ella debe ser de obligado
cumplimiento por parte del médico ya que se trata de un imperativo categórico.
Respecto a (preceptos o mandatos de la Iglesia católica, comprometerán sólo a
los médicos que comulguen con este credo religioso.

1. Constitución Política de Colombia.

"Artículo 11. El derecho a la vida es inviolable. No habrá pena de muerte".

2. Código Penal.

"Artículo 343. Aborto. La mujer que causare su aborto o permitiere que otro se
lo cause, incurrirá en prisión de uno a tres años. A la misma sanción estará
sujeto quien, con el consentimiento de la mujer, realice el hecho previsto en el
inciso anterior.

Artículo 344. Aborto sin consentimiento. El que causare el aborto sin


consentimiento de la mujer o en mujer menor de catorce años, incurrirá en
prisión de tres a diez años.

Artículo 345. Circunstancias específicas. La mujer embarazada como resultado


de acceso carnal violento, abusivo o de inseminación artificial no consentido
que causare su aborto o permitiere que otro se lo cause, incurrirá en arresto de
cuatro meses a un ano. En la misma pena incurrirá el que causare el aborto por
estas circunstancias".

3. Ley 23 de 1981 (código de Etica Médica)

"Declaración de principios. Artículo 12. La medicina es una profesión que tiene


como fin cuidar de la salud del hombre y propender por la prevención de las
enfermedades, el perfeccionamiento de la especie humana y el mejoramiento
de los patrones de vida de la colectividad, sin distingos de nacionalidad, ni de
orden económico-social, racial, político o religioso. El respeto por la vida y los
fueros de la persona humana constituyen su esencia espiritual. Por
consiguiente, el ejercicio de la medicina tiene implicaciones humanísticas que
le son inherentes".

"Del Juramento. Artículo 22. Velar con sumo interés y respeto por la vida
humana, desde el momento de 'a concepción (subrayado fuera de texto)y, aun
bajo amenaza, no emplear mis conocimientos médicos para contravenir las
leyes humanas". Es indispensable comentar este artículo, que forma parte del
juramento aprobado por la Convención de Ginebra de la Asociación Médica
Mundial en septiembre de 1948, juramento acogido por los redactores de la Ley
23. No obstante que ésta fue promulgada en 1981, los redactores no tuvieron
en cuenta la enmienda que al juramento le hiciera la 22a Asamblea Médica
Mundial reunida en Sidney, Australia, en agosto de 1968, y que modificó el
parágrafo que nos interesa en los términos siguientes: "Velar con el máximo
respeto por la vida humana, desde su comienzo (subrayado fuera de texto)y,
aun bajo amenaza, no emplear mis conocimientos médicos para contravenir las
leyes humanas "23. Hago esta llamada de atención por cuanto, como ya vimos
atrás, el quid biológico y moral del aborto provocado gira alrededor del
momento en que comienza la vida humana.

"De las relaciones del médico con la sociedad y el Estado. Artículo 54. El
médico se atendrá a las disposiciones legales vigentes en el país y a las
recomendaciones de la Asociación Médica Mundial, con relación a los
siguientes temas: 6. Aborto. Parágrafo Primero. En caso de conflicto entre los
principios o recomendaciones adoptadas por la Asociación Médica Mundial, y
las disposiciones legales vigentes, se aplicarán las de la legislación
colombiana".

4. Catecismo de la Iglesia Católica

"2270. La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta


desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su
existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona,
entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida.

"2271. Desde el siglo primero, la Iglesia ha afirmado la malicia moral de todo


aborto provocado. Esta enseñanza no ha cambiado; permanece invariable. El
aborto directo, es decir, querido como un fin o como un medio, es gravemente
contrario a la ley moral".

Así las cosas, descalificado jurídica y moralmente el aborto provocado en


Colombia, es de suponer que los médicos se abstengan de practicarlo. Sin
embargo, tal cosa no ocurre. En Bogotá, en 1979 y por iniciativa de la Sociedad
Colombiana de Obstetricia y Ginecología, se llevó a cabo una encuesta entre
648 médicos, relacionada con el aborto provocado. El 89,3 por cierto opinó que
la legislación nacional a ese respecto debería ser menos restrictiva.
Preguntados cuál era la actitud personal frente a la práctica del aborto, el 10
por ciento respondió que nunca lo practicaría, el 60 por ciento enviaría la
paciente a otro médico para que lo practicara, y el 25 por ciento confesó que sí
lo practicaría24. Esta posición de nuestros médicos es similar a la descrita en
otras latitudes. Por ejemplo, en una encuesta hecha a 396 ginecólogos
británicos en 1989, escogidos al azar, el 73 por ciento estuvo de acuerdo en
que la mujer, previa consulta con su médico, está en el derecho de escoger el
carnino: aborto o continuación del embarazo25.

En Colombia, como en los demás países donde el aborto e8 restrictivo, no sólo


son médicos ginecólogos los que lo llevan a cabo. El mayor numero es
practicado por médicos no especializados. Aquí sale a flote tina situación
delicada que se vive en el seno de la familia médica: la lucha por la
supervivencia profesional. Habida cuenta de que existe subempleo y aun
desempleo, algunos médicos para poder subsistir profesionalmente se
entregan a la práctica del aborto, en la que de seguro encuentran un pingúe
modus vivendi, ya que su trabajo es bien remunerado por tratarse de un asunto
al margen de la ley. Contados serán los que lo ejecutan con criterio de
solidaridad, sin afán de lucro.

Esta situación de conflicto moral, es natural, ha dado lugar a controversias


éticas. Se acepta que la persona de verdad virtuosa es aquella que actúa en
forma libre, autónoma o, si se quiere, movida por autocoacción, que es bondad
ética. Dice Kant al respecto: "Cuando se omite una mala acción, no por miedo
al castigo, sino por repulsión hacia ella, la acción es moral"26. En la situación
que analizamos, el médico que no practica abortos Sólo por temor a la ley, no
es un médico virtuoso, ético. Lo es aquel que no los ejecuta por honesta
repulsión al acto mismo, independientemente de lo que prescriban las leyes.
"El espíritu de la ley moral -dice el mismo Kant- estriba en la intención; la letra
en la accion"

Situaciones o estados de necesidad

Ya he dejado establecido que en Colombia no es posible practicar legalmente


el aborto. En concepto del legislador, no existen razones válidas para ello. Sin
embargo, pueden existir

-en mi opinión- circunstancias que bien pudieran ser consideradas como


excepciones a la ley; sería lo que los juristas denominan "estados de
necesidad". Advierto que para mí el aborto provocado es algo odioso, contrario
a mis principios morales. Pero así como en un momento dado un Estado se ve
obligado a implantar la ley marcial, contrariando principios constitucionales, que
involucran principios morales, también puede ocurrir lo mismo en Medicina. La
licitud jurídica, es cierto, no suprime la inmoralidad del acto. Pero proceder de
esa manera halla justificación, silo que se va a defender es un bien mayor que
aquel que debe ser sacrificado.

Muchas circunstancias se han invocado para explicar o justificar la práctica del


aborto. Transcribo a continuación las que registra el bioeticista norteamericano
Thomas A. Mappes en su denso libro Biomedical Ethics28:

a.Cuando la gestación haga suponer que causará la muerte materna.

b.Cuando se ponga en peligro la salud física o mental de 'a madre.


c.Cuando se presuma que del embarazo va a resultar un niño muy afectado,
física o mentalmente.

d. Cuando el embarazo es el resultado de la violación o del incesto.

e. Cuando la madre es soltera y la ilegitimidad pudiera ser causa de estigma


social

f. Cuando la llegada de un nuevo hijo se convierta en una carga económica


insoportable.

g. Cuando el advenimiento de un hijo pueda interferir la, felicidad de la mujer,


de la pareja o de la familia.

Es fácil observar que en este listado se incluyen todas las razones que pueden
arguirse para solicitar el aborto. En ml concepto, las circunstancias ay d
podríanjustificar plenamente el aborto; las b y c, con algunas reservas. Las dos
primeras (a y b) caen en el grupo del llamado "aborto terapéutico", la c) en el
de "aborto piadoso" y la d)en el de "resarcimiento o reparación".

Aborto terapéutico

Para comenzar, voy a transcribir la Declaración de Oslo, o "Postulado sobre el


aborto terapéutico", adoptado por la 24a Asamblea Médica Mundial en Oslo,
Noruega, en 197029:

"1. El primer principio moral que se impone al médico es el respeto a la vida


humana.

2. Las circunstancias que ponen los intereses vitales de la madre en conflicto


con los intereses vitales de su criatura por nacer, crean un dilema y hacen
surgir el interrogante respecto a si el embarazo debe o no debe ser
deliberadamente interrumpido.

3. La diversidad de respuestas a esta situación es producida por la diversidad


de actitudes hacia la vida de la criatura por nacer. Esta es una cuestión de
convicción y conciencia individuales que debe ser respetada.

4. No es ftinción de la profesión médica determinar las actitudes y reglas de


una nación o de una comunidad particular con respecto a este asunto; pero sí
es su deber asegurar la protección de sus pacientes y defender los derechos
del médico dentro de la sociedad.

5. Por lo tanto, donde la ley permite el aborto terapéutico, la operación debe ser
ejecutada por un médico competente en la materia y en un lugar aprobado por
las autoridades del caso.
6.Si un médico estima que sus convicciones no le penniten aconsejar o
practicar un aborto, él puede retirarse siempre que garantice que un colega
calificado continuará dando la asistencia médica.

7. Esta declaración, si bien está respaldada por la Asamblea General de la


Asociación Médica Mundial, no debe ser considerada como obligatoria para
ninguna asociación miembro en particular, a menos que ella sea adoptada por
la asociación miembro".

Como vemos, el más autorizado vocero de la profesión médica a nivel mundial


no desconoce la posibilidad de que el embarazo sea interrumpido
deliberadamente para favorecer los intereses vitales de la madre. Recordemos
que para algunos moralistas el aborto terapéutico no existe ni moral ni
científicamente30. No se ha ocupado la Asociación Médica Mundial en señalar
cuáles serían las circunstancias o indicaciones médicas para hacerlo, pues
ellas quedan a criterio de los médicos tratantes. Por fortuna, en la práctica esas
indicaciones son excepcionales, pero el hecho de que exista una sola obliga a
que perdure la denominación "aborto terapéutico", la cual, ajuicio de algunos,
debería desaparecer de la terminología médica31. El deseo de que desaparezca
quizás se deba a que, invocando esa indicación, se llevan a cabo muchos
abortos que caerían en grupos de justificación poco o nada convincente. En
especial, la indicación de causa psiquiatrica, que es la más socorrida en
algunas estadísticas32, se presta para incluir en ella circunstancias de orden
social y económico.

Según los médicos norteamericanos N. Gleicher y U. Elka33 yam, en el


proceso de toma de decisión en el aborto por indicación médica materna deben
tenerse en cuenta los factores siguientes:

1. Factores objetivos

• Morbilidad y mortalidad maternas a corto plazo.


• Morbilidad y mortalidad maternas a largo plazo.
• Mejoría de la morbilidad y mortalidad materna, a corto y largo plazo ,
como consecuencia de la interrupción del embarazo.
• Aumento de los riesgos maternos con embarazo.

1. Factores subjetivos

• Calidad del cuidado médico.

• Aceptación de la paciente.

• Consideraciones financieras.

• Consideraciones sociales.

Frente a un caso problema, el médico -y mejor, una junta médica- debe


sopesar los factores arriba mencionados. De concluirse que el riesgo materno
es demasiado alto si se permite la continuación del embarazo, la situación
deberá plantearse con toda claridad a la paciente y a su cónyuge, quienes
serán los que tomen la decisión final. Si su determinación es que se corran las
contingencias, el médico dejará la respectiva constancia en la historia clínica y
pondrá todo su empeño para que los riesgos se minimicen al máximo. La
asociación con otros especialistas y la permanencia de la paciente en una
institución con suficientes recursos técnicos, será lo deseable.

Voy a pasar revista ahora a las circunstancias especificas que harán


recomendable, de manera médicamente inobjetable1 la terminación del
embarazo para favorecer la vida o la salud de la mujer. Veremos que son muy
reducidas.

1. Hipertensión pulmonar primaria. Las mujeres que padecen esta entidad


corren un gran riesgo de fallecer en el curso del embarazo o en el puerperio34.
Por eso sería una indicación para practicar el aborto

2. Lupus eritematoso sistérnico con compromiso progresivo de la función


cardiaca o renal~.

3. Diabetes asociada a miocardiopatía isquémica. Se trata de la diabética clase


H, de la clasificación de la doctora Priscilla White, que tiene mayor riesgo de
morir durante el embarazo37.

4. Diabetes asociada a retinopatía diabética progresiva, que empeora mucho


durante el embarazo ~. Para evitar 'a ceguera definitiva se plantea la
conveniencia del aborto, especialmente en aquellas mujeres que presentan
neovascularización intensa y florida del disco óptico y que no responden al
tratamiento con láser.

5. Nefropatías e hipertensión arterial. Estas dos entidades, juntas o


independientes, pueden adquirir formas evolutivas demasiado graves. La
glomerulonefritis crónica con déficit funcional o la hipertensión arterial
catalogada como "maligna", suelen verse agravadas cuando se asociacian con
el embarazo. De igual manera, la paciente con riñón únio afectado por una
entidad susceptible de empeorar, obligaría a contemplar la conveniencia de
ponerle fin al embarazo

6. Cáncer de seno. Para algunos autores esta entidad se constituye en una


indicación formal para el aborto terapéutico, dado que el influjo hormonal
creciente desarrolla plenamente su actividad carcinocinética4142

7. Cáncer del útero. Según el tipo histológico y el estado clínico del cáncer se
adoptará la conducta. Algunas veces no se tendrá en cuenta el embarazo y se
procederá como si no existiera. Podrá entonces irradiarse el órgano afectado o
se podrá extirpar el útero haciendo abstracción de que está ocupado por un
embrión o un feto sanos

8. Embarazo extrauterino. Se procederá como si se tratara de un tumor, es


decir, se extirpará la trompa uterina que aloja al embrión o al feto y si se trata
de un embarazo abdominal se extraerá la bolsa con el feto.
9. Placenta previa. En ocasiones la inserción baja de la placenta produce de
manera precoz hemorragia genital profusa que amenaza seriamente la vida de
la madre. A pesar de que el feto no sea aún viable, la circunstancia obliga a
vaciar el útero. Es, sin duda, un aborto provocado para salvar a la madre.

Las situaciones 7,8 y 9 son sui generis, pues aquí se considera que lo que se
practica es un "aborto indirecto", que no tiene la connotación moral que poseen
los abortos directos. Por eso la Iglesia católica lo encuentra licito si las
condiciones del llamado "principio de la causa de doble efecto" se cumplen en
su totalidad; la ley penal, por su parte, no lo tiene en cuenta, pues se considera
que el fin no es causar la muerte del embrión o del fetto, sino salvar la vida de
la madre.

Aborto piadoso

La eliminación del no nacido por daño en su conformación biológica ha sido


tenida como "aborto eugenésico", denominación ésta que no siempre se
compagina con la realidad. La eugenesia hace relación a lo que ocurre durante
el engendramiento mismo, y la mayor parte de los defectos observados en los
fetos se inician después de la concepción, es decir, son adquiridos. La
eugenesia lo que busca es manipular las leyes de la herencia en procura del
perfeccionamiento de la especie. El mal llamado aborto eugenésico, por su
parte, manipula el curso de la gestación, interrumpiéndola, para eliminar un ser
que va a nacer defectuoso, evitando con ello el sufrimiento de los padres y
también el de su hijo, si se le permite vivir una existencia de pobre calidad o
muy limitada. Por supuesto que desde el punto de vista moral, el aborto por
piedad tiene mucha similitud con la eutanasia, la cual ha sido unánimemente
rechazada, pues aceptarla sería conceder licencia para eliminar los seres que
pudieran ser incómodos a la sociedad. Claro que en el aborto por piedad, como
en cualquier otro tipo de aborto, no puede consultarse el querer del embrión o
del feto, pues éstos carecen de la capacidad de comunicación y de la
autonomía que caracterizan a la persona. Es la mujer quien toma la
determinación, asumiendo ella que es su conciencia la que le otorga la facultad
de decidir por su hijo en cierne. Esa decisión de conciencia no siempre es
autónoma; muchas veces se ve influenciada por otras personas, entre éstas
por el médico. De ahí la grave responsabilidad que le cabe a éste cuando
cumple con el deber de informar a su paciente en el proceso previo a la toma
de decisiones. De su capacidad científica, pero sobre todo, de su honestidad
moral, depende la recta decisión

Aborto piadoso

La eliminación del no nacido por daño en su conformación biológica ha sido


tenida como "aborto eugenésico", denominación ésta que no siempre se
compagina con la realidad. La eugenesia hace relación a lo que ocurre durante
el engendramiento mismo, y la mayor parte de los defectos observados en los
fetos se inician después de la concepción, es decir, son adquiridos. La
eugenesia lo que busca es manipular las leyes de la herencia en procura del
perfeccionamiento de la especie. El mal llamado aborto eugenésico, por su
parte, manipula el curso de la gestación, interrumpiéndola, para eliminar un ser
que va a nacer defectuoso, evitando con ello el sufrimiento de los padres y
también el de su hijo, si se le permite vivir una existencia de pobre calidad o
muy limitada. Por supuesto que desde el punto de vista moral, el aborto por
piedad tiene mucha similitud con la eutanasia, la cual ha sido unánimemente
rechazada, pues aceptarla sería conceder licencia para eliminar los seres que
pudieran ser incómodos a la sociedad. Claro que en el aborto por piedad, como
en cualquier otro tipo de aborto, no puede consultarse el querer del embrión o
del feto, pues éstos carecen de la capacidad de comunicación y de la
autonomía que caracterizan a la persona. Es la mujer quien toma la
determinación, asumiendo ella que es su conciencia la que le otorga la facultad
de decidir por su hijo en cierne. Esa decisión de conciencia no siempre es
autónoma; muchas veces se ve influenciada por otras personas, entre éstas
por el médico. De ahí la grave responsabilidad que le cabe a éste cuando
cumple con el deber de informar a su paciente en el proceso previo a la toma
de decisiones. De su capacidad científica, pero sobre todo, de su honestidad
moral, depende la recta decisión.

Como la mujer embarazada no tiene conocimiento pleno de lo que le está


ocurriendo a su hijo en gestación, es el obstetra el indicado para auscultar su
estado y comunicárselo a los padres. Hoy día se cuenta con muchísimos
recursos para conocer las condiciones de salud del embrión y del feto en sus
distintos periodos de desarrollo. Es bien sabido, además, que la información
médico-paciente, oportuna y veraz, forma parte de la fundamentación del
actuar ético. Siendo así, el médico no puede preferir los hallazgos patológicos
que haya captado. Su deber es comunicarlos para salvar su responsabilidad.
Igualmente, cuando haya comprobado una enfermedad materna
potencialmente lesiva para el feto, debe dar a conocer el hecho, Callarlo podría
exponerlo a una futura demanda. Es natural que de esta situación surjan
preguntas cuya respuesta debe dar el médico, con el agravante de que no
siempre su saber puede absolverlas con certeza. ¿Existe de verdad daño? Si
existe, ¿qué tan severo es? ¿Cuál irá a ser la calidad de vida del hijo si nace
afectado? De las respuestas a estas inquietudes depende en buena parte lo
que deba hacerse. Muchos médicos -más por ignorancia que por otra cosa-
suelen agravar el pronóstico, induciendo a la mujer a tomar decisiones
precipitadas y, de suyo, equivocadas. Por eso es prudente revisar las
situaciones que con más frecuencia pueden observarse en el ejercicio
profesional.

1. Rubéola. Afortunadamente un porcentaje grande de mujeres ha padecido ya


la rubéola cuando llegan a la edad de procrear. Además, la existencia de una
vacuna específica ha reducido la ocurrencia de la enfermedad durante el curso
del embarazo, que es condición sine qua non para que el feto se vea afectado.
Si la enfermedad se adquiere en los primeros cinco meses, en particular
durante el primer trimestre, puede ocurrir daño fetal, sobre todo con
repercusión cardiaca, oftalmológica y neurológica ("síndrome de rubéola
congénita"). Si la rubéola se padece durante el primer mes de embarazo, el
feto puede verse afectado en el 50 por ciento de los casos, 22 por ciento en el
segundo y 10 por ciento en el tercero44.
2. Varicela. Solamente 2 a 5 por ciento de los niños nacidos de madres que
padecieron varicela en el primer trimestre presentaron el "síndrome de varicela
congénita", caracterizado por lesiones neurológicas de diferente grado de
severidad: atrofia cerebral cortical, microcefália, encefálitis, retardo mental,
calcificaciones, hipoplasia cerebral. También pueden encontrarse e les lesiones
oftalmológicas: microftalniia, atrofia óptica, cataratas, coriorretinitis. SI el
contagio se presenta en los últimos meses de embarazo podrán encontrarse
cicatrices de las lesiones dérmicas

3. Toxoplasmosis. La mujer que haya padecido alguna vez esta enfermedad, ha


quedado vacunada para siempre. La condición indispensable para que el
embarazo se vea comprometido es la primo-infección de la mujer grávida48. No
toda mujer que haya padecido toxoplasmosis durante el embarazo dará a luz
un hijo afectado por la enfermedad; mientras más temprana haya sido la
infección, mayor podrá ser el daño. Se ha establecido que el 50 por ciento de
los fetos se infectan pero sólo el 1 por ciento nace con manifestaciones claras
de toxoplasmosis congénita, es decir, hepatoesplenomegalia, calcificaciones
difusas intracerebrales, micro o macrocefalia, coriorretinitis, etc.47. Hay quienes
sugieren que si se logra poner en evidencia la infección activa antes de las 24
semanas del embarazo, podría ponerse en consideración el aborto, con la
advertencia de que si se toma como criterio para ello únicamente el riesgo
estadístico, la posibilidad de injusticia sería muy alta, puesto que
aproximadamente el 80 por ciento de los fetos nacidos serían niños normales48.

Algunos médicos desinformados creen que toda embarazada que presenta


titulos seurológicos positivios para toxoplasmosis padece la
enfermedadfermedad. Por eso alarman a su paciente y la colocan al borde del
aborto. Insisto, un título positivo sólo indica que ocurrió infección; el diagnóstico
de infección aguda se hace comprobando títulos progresivos en muestras
seriadas de suero materno, pero el diagnóstico definitivo se hace por
aislamiento del parasito de la sangre fetal del líquido amniótico (amniocentesis)
o por examen serológico del suero (cordocentesis, a partir de la semana 20 del
embarazo). También el líquido amniótico permite la inoculación al ratón y el
cultivo de tejido49.

4. Sida. Las pacientes embarazadas con serología HIV positiva pueden


demandar la práctica del aborto. En algunos países, como los Estados Unidos
de Norteamérica, se les concede antes de la semana 22 de gestación. Hay que
tener en cuenta que al 24 por ciento de los niños nacidos de niadres infectadas
con el HIV se les descubre la enfermedad al cabo de un año de edad51. El
embarazo, per se, no parece tener un efecto desfavorable sobre el curso de la
enfermedad. La circunstancia de que la mujer afectada esté gestando, obliga al
médico a sopesar el riesgo para el feto de las drogas que tenga que utilizar en
beneficio materno, que de ordinario son muchas

5. Otros virus. La infección por citomegalovirus puede adqulrirse por paso


trasplacentarlo. Teniendo en cuenta que el virus puede ocasionar daño celular
con destrucción directa de los tejidos y formación de calcio, el pronóstico
neonatal y tardío es reservado52. No obstante, la vire mia fetal consecutiva a
viremia materna es muy baja: menos del 5 por ciento.
6. Anencefalia. Así se denomina el desarrollo imperfecto de la cabeza,
caracterizado por ausencia de la bóveda craneana, defecto incompatible con la
vida extrauterina. Si se acepta que el cerebro es el órgano que proporciona las
características propias de la persona~ el sujeto anencéfalo nunca llegará a
serlo. Es, como dice Maiherbe, casi un cadáver4. Por eso, una vez hecho el
diagnóstico, debe procederse a ponerle fin al embarazo; no hacerlo sería
exponer a la madre a riesgos innecesarios y prolongar su tortura emocional.

7. Otras malformaciones y alteraciones genéticas. En la actualidad, gracias a la


ecografía y a la biopsia de las vellosidades coriales, es posible detectar muy
temprano daños cromosómicos del embrión o alteraciones morfológicas del
feto. Como no se deben ocultar a los padres, es obligación moral del médico
informar sobre la gravedad del problema y sus probables consecuencias
futuras.

8. Radiación. No se ha comprobado que la radiación diagnóstica en las


primeras semanas del embarazo cause anomalías manifiestas. Sin embargo,
desde el día 38 de la gestación, los neuroblastos, que son las células más
sensibles, pueden ser destruidos en cantidad suficiente como para causar
trastornos funcionales del encéfalo o de otros sistemas de la economía fetal.
Cuando la radiación es terapéutica, bien por medio de rayos X o por radio, algo
más del 33 por ciento de los niños presentan anomalías mentales y físicas
patentes, siendo las más frecuentes: microcefalia, hidrocefalia, idiotez
mongólica, espina bífida, pie zambo, ceguera, microftaimia, coloboma,
cataratas, coriorretinitis, deformidad de las orejas, malformaciones de brazos y
retardo del crecimiento~571

9. Medicamentos. La embarazada es muy propensa a poner en duda la


inocuidad para su bebé no nacido de los medicamentos que se le prescriben.
Esto es bueno pues evita la autoformulación. Pero es un temor infundado, pues
la generalidad de las veces el efecto teratogénico de los medicamentos es
inexistente, o, por lo menos, muy discutido. Las casas farmacéuticas, basadas
en la dolorosa experiencia con la talidornida, han acordado no recomendar el
empleo de sus productos durante el primer trimestre del embarazo. No siempre
la teratogénesis experimental en animales puede extrapolarse al ser humano.
De hacerse sistemáticamente1 ninguna persona -como afirma Virginia Apgar-
debería beber café, ingerir aspirina o aceptar cortisona o insulina como
medicamentos, pues estas sustancias son teratógenas en algunas cepas de
ratones o embriones de pollo. Hago esta observación pues no faltan médicos
que siembren la duda en la embarazada que ingirió algún medicamento
potencialmente teratogénico en animales de laboratorio. Esta duda muchas
veces lleva al aborto.

Antes que el médico dé su concepto sobre el posible efecto teratogénico de un


medicamento, debe haber analizado los factores que influyen para que lo sea:
agente usado, dosis, duración a la exposición, modo de administración,
asociación con otras drogas, susceptibilidad genética y, por supuesto, periodo
del desarrollo embrionario o fetal en que se utilizó59. La FDA (Oficina Federal de
Control de Medicamentos y Alimentos) de los Estados Unidos de Norteamérica,
para señalar el potencial efecto lesivo de una determinada droga, estableció
cinco categorías, así: A, B, C, D y X. En esta última se incluyen las más
agresivas y que, por lo tanto, no deben prescribirse; sólo se menciona la
Warfarina. La categoría D incluye fármacos que han demostrado su asociación
con niños defectuosos, pero cuyos efectos terapéuticos pueden, en un
momento dado, hacerlos útiles a pesar del riesgo. Tales el ácido etacrínico, el
litio, la fenitoina y la tobramicina60.

10. Reducción fetal. Se trata de un recurso "terapéutico", discutible éticamente,


que ha traído consigo la nueva tecnología aplicada al campo de la reproducción
humana. El empleo de fármacos que inducen el proceso de ovulación en
pacientes infértiles, con frecuencia lleva a una pítiriovulación y ésta a la
ocurrencia de un embarazo múltiple. Cuando el número de fetos es mayor de
tres, lo común es que el útero expulse su contenido en época temprana de la
gestación, restándoles cualquier posibilidad de supervivencia. Como mediante
la exploración ecográfica es posible identificar qué tan numerosa es la prole
que inicia su desarrollo, podrá asimismo establecerse un pronóstico. Frente a la
eventualidad de un desastre total, viene empleándose la técnica de la
reducción fetal, es decir, el sacrificio in útero de dos, tres o cuatro fetos, con
miras a asegurar la pervivencia de uno o dos, o del número que los padres
hayan resuelto conservar. Con ese fin, y utilizando la vision ecográfica como
recurso guía, se procede a inyectar cloruro de potasio en la zona pericárdica
del feto escogido al azar para ser eliminado. Tres son las indicaciones que
según algunos autores81justfflca-rían ética y legalmente el procedimiento:
propiciar el nacimiento de uno o dos niños viables de un embarazo múltiple, lo
cual no sería posible - aun queriéndolo los padres - si la gestación se dejara
evolucionar espontáneamente; permitir el nacimiento de un niño sano que
comienza a crecer con otro que tiene malformaciones congénitas; salvar por lo
menos un niño cuando la mujer ha decidido ponerle fin al embarazo por
tratarse de una plurigestación. La Asociación Médica Mundial se ha
pronunciado a este respecto, tal como veremos al tratar el tema de la
preconcepción.

Aborto por resarcimiento

Resarcir es compensar un daño, perjuicio o agravio. Pues bien, creo que la


mujer que ha sido víctima de una violación y como consecuencia de la misma
ha resultado embarazada, tiene todo el derecho a que se le compense, siquiera
en parte, el agravio de que fue objeto, impidiendo el desarrollo del producto de
un acto infame, ejecutado contra su voluntad. No permitir el desagravio sería,
como opinan algunos62, propiciar una segunda violación: si la primera estuvo a
cargo del criminal, la segunda correría por cuenta de quienes fuerzan a la
ofendida a proseguir con el embarazo y dar a luz al hijo de un villano por quien
solo puede sentir odio. En mi concepto, si el ser humano pudiera poner
condiciones previas a su engendramiento, de seguro que señalaría como
requisitos que fuera gestado de manera deseada y que su progenitor fuera
conocido.
En el capítulo donde traté el tema de la eticidad de la anticoncepción hice
referencia a los métodos que se utilizan post-coito. En caso de violación, el
médico debe tener en cuenta que evitar el embarazo forma parte de la atención
que debe prestar a la víctima63. Por eso remito al lector al capítulo mencionado.
Si, a pesar de las medidas que se emprendan, el embarazo ocurre, se abre el
camino del aborto.

En Francia, a finales de la década de los 80, apareció una pildora considerada


por los experimentadores como el mejor medio abortivo, superior a los
procedimientos quirúrgicos. Por supuesto que alcanzó pronta popularidad, y
también rechazo. Los grupos que defienden el derecho a la vida advirtieron que
era el más inmoral de todos los métodos, pues incita al aborto por hacerlo tan
fácil como tomar un par de aspirinas64. Me refiero a la pildora llamada RU486
cuya acción farmacológica consiste en bloquear o contrariar el efecto de la
progesterona, que es la hormona que mantiene el embarazo. Administrada
dentro de los diez días siguientes a la fecha de la menstruación esperada, surte
ya su efecto65. Su acción se ve complementada con el empleo de
prostaglandinas de uso vaginal. Una de sus indicaciones es evitar el embarazo
"inducción de la mestruación" suministrándola durante cuatro días en los días
previos a la menstruación66. De ser así, su prescripción sería parte de los
cuidados suministrados a las víctimas del asalto sexual.

Aborto por otras causas

El aborto que pudiera practicarse por las razones expuestas atrás (terapéutico,
piadoso y por resarcimiento), es de excepcional ocurrencia. En relación con el
aborto por embarazo indeseado, o impertinente, aquél es de verdad
insignificante. Por su frecuencia inusitada. el que constituye el gran problema
sanitario, jurídico y moral que he esbozado atrás, es el embarazo indeseado.
Se estima que 50 millones de mujeres en el mundo solicitan el aborto cada año
por esa causa. Frente a tamaño desafío, la Federación Internacional de
Ginecología y Obstetricia (FIGO) se pronunció al respecto en 1990 en un
artículo titulado "El aborto, una crisis en progreso". Transcribo algunos apartes:
"(...)Ni la censura social ni la legal afectan la incidencia. Sin embargo. los que
sí se elevan son las consecuencias y los resultados"."(...) El aborto puede ser
solicitado por mujeres que ya tienen su familia completa y no pueden tener más
hijos o por mujeres jóvenes, adolescentes, ansiosas de posponer sus
embarazos. Trágicamente, para mujeres que no han comenzado a tener familia
existe el peligro de que queden infértiles, cuando sobrevienen las
complicaciones de procedimientos negligentes. Aquellas más vulnerables a la
morbilidad o a la muerte son generalmente las más pobres, las que tienen
menos opciones.

"Aparte del costo en miseria humana, el aborto provocado disminuye los


esfuerzos dedicados a los Servicios de la Salud. Abundan ejemplos de camas
hospitalarias destinadas a pacientes con las consecuencias de este tipo de
práctica así como la gran demanda por transfusiones sanguíneas,
medicamentos y facilidades operatorias, mientras que se minimizan los
recursos para la práctica ginecológica de rutina.
"La primera línea de acción para prevenir estos abortos debe ser la creación y
puesta en práctica de servicios de Planificación Familiar. De manera de
hacerlos verdaderamente eficaces ellos deben estar a la orden de todos los
usuarios activos sexualmente.

"Sin embargo, aun usando solamente la esterilización (el método más eficaz
para evitar embarazos) la Planificación Familiar por sí sola no elimina la gran
demanda de solicitudes para interrupción de embarazos indeseados.

"Algunos países han seguido la acción de legalizar el aborto o la de hacer la ley


más flexible de manera que esos abortos puedan ser practicados por
profesionales competentes. Sin embargo, algunas sociedades, o grupos dentro
de ellas, han tenido objeciones severas para legalizar el aborto y ellos deben
ser respetados. Donde el aborto esté aceptado legalmente existe la necesidad
de asegurar que haya facilidades de servicios disponibles, que la gente sepa
que esos servicios funcionan y que los utilicen cuando sea necesario. La
práctica anticonceptiva debe conformar siempre parte de los servicios y el
aborto no debe ser promovido como un método de anticoncepción. Donde el
aborto sea legal, la existencia de un buen servicio de Planificación Familiar
debe estar respaldada por otro servicio que se ocupe de los abortos y entre los
dos efectuarán una eficaz combinación para salvar muchas vidas. Donde el
aborto permanezca ilegal, debería existir una obligación particular para proveer
Planificación Familiar, educación sexual responsable dirigida a gente joven a
través de la educación y además disponer de servicios que se ocupen en tratar
las complicaciones del aborto ilegal"67. No puede quedar duda de que esta
declaración de la FIGO retrata, con prudente angustia, el problema del aborto
provocado. Es tan injusta y dramática la situación que uno, cuando piensa sólo
en la mujer, se siente inclinado a engrosar el grupo de los partidarios de la
legalización irrestricta del aborto. Si piensa también en el feto, se arrepiente.
Por lo menos eso me ocurre a mí. Es que la absolución legal no sIgniflca la
absolución moral; la verdadera absolución es la tranquilidad de conciencia, la
autoabsolución. Para quienes consideramos que el embrión y el feto son seres
que poseen un valor moral respetable, su eliminación sin absolutajustificación
tiene que chocar con nuestra moral subjetiva, con nuestra conciencia.

Ese es, precisamente, el conflicto que vivirnos a diario los médicos, pues nos
toca ejercer en una "sociedad abortista", como llama a la actual el eticista
español Marciano Vidal68, sociedad que apela esperanzada a nuestros
servicios profesionales.

Actitud del médico frente a la solicitud de aborto

Ante esta realidad, ¿cuál debe ser la actitud ética del médico? ¿Debe respetar
y acatar el principio moral de autonomía de la paciente? ¿Es válido moralmente
el aborto a la luz del principio de beneficencia, que es el que rige el actuar ético
del médico?

Tres son las actitudes que puede asumir ante la solicitud de que se ponga fin al
embarazo, por ser indeseado:
1. Actitud conservadora o de repulsa. La sola insinuación desencadena rechazo
y pone fin a la consulta. Creo que la formación del médico actual, más aún si
ha estado en contacto con la bioética, no se presta para postura tan radical.
Quien actúa así es supérstite de una ética natura-lista, cerrada,
deshumanizada.

2. Actitud liberal o complaciente. Es la del médico condescendiente o abortador


de oficio. Basta la solicitud de la mujer para proceder a ejecutar el aborto, sin
importar las circunstancias que rodean el caso. Acceder al querer de su
paciente sin ningún análisis o consideración previo, pone al descubierto a un
profesional mercantilista, vacío de toda formación ética.

3. Actitud humana o paternalista. Es, sin duda, la más recomendable, pues se


ciñe al espíritu médico, que no es otro que velar por los mejores intereses de
nuestros pacientes, en este caso la mujer y su hijo en gestación. Alguien acude
a nosotros en busca de ayuda y hay que proporcionársela en la mejor forma,
según nuestro criterio técnico y ético. Es esa la misión del médico.

Al calificar como paternalista esta actitud y a la vez recomendaría, me expongo


a crítica de los filósofos. Priscila Cohn, por ejemplo, dice que "todo
paternalismo, incluyendo el que parece dictado por las razones más
humanitarias y generosas, implica el inaceptable supuesto de que nuestro juicio
sobre lo que es bueno para algunos de nuestros prójimos es el mejor juicio. Me
parece que el mejor juicio es el de la propia persona, porque es un juicio que
formula acerca de sí misma"69.

Quisiera señalar los pasos que podrían seguirse en el proceso "relación médico
- paciente" atinente con la solicitud de aborto:

1. Etapa de información paciente - médico. Durante ella el médico procurará


adquirir un conocimiento lo más completo posible del caso que se le consulta.
Por supuesto que para que eso se logre debe gravitar el compromiso de la
reserva profesional. Es la etapa de confesión, que el médico habrá de orientar
para establecer con certeza las razones o justificaciones de la solicitud de la
solicitud.

2. Etapa de información médico - paciente. Escuchada la sustentación de la


solicitud, el médico procederá a informar a la paciente acerca de las
implicaciones médicas y jurídicas que tiene el aborto provocado en nuestro
medio. Deberá, además, despejar cualquier duda acerca de las implicaciones
maternofetales que ocasionaría la continuación del embarazo. Me refiero al
caso de que existiera temor por haber padecido la madre alguna enfermedad o
haber tomado algún medicamento.

3. Etapa de análisis ético de la situación. Como dicen Seedhouse y Lovett, para


el médico el análisis ético es tan importante como el análisis clínico70.
Tratándose del aborto es aún más importante. Habrá que analizar entonces las
implicaciones morales que conlleva la terminación del embarazo, enfatizando
en los valores y principios que están en juego. Para el médico es, sin duda, una
etapa muy difícil y comprometedora, sobre todo si no está preparado para
afrontarla.

De ordinario la mujer acude sola al médico. El varón no la acompaña porque


niega la paternidad, o porque es desconocido (violación, prostitución), o porque
es indiferente, o porque es instlgador. El cónyuge o compañero hace acto de
presencia cuando existe duda acerca de la conveniencia del aborto; los dos
buscan consejo autorizado, ayuda, para poder tomar una determinación.
Precisamente, la soledad de la mujer que gesta de manera indeseada es un
factor digno de tener en cuenta en el momento de hacer el análisis ético. Es la
mujer soltera, estudiante o trabajadora joven, para quien se le viene encima el
mundo entero, para quien se cierran todas las puertas menos las del aborto,
que es por donde espera escapar de ese conflicto tremendo. Por eso su
determinación está ya tomada y, haciendo uso de su autonomía, solicita que se
le practique el aborto. En su desesperación considera al embrión o al feto como
un intruso que hay que despedir cuanto antes4 Seguramente nunca ha pensado
ni le han hecho caer en cuenta que ese intruso tiene algún valor moral. Al
saberlo es probable que recapacite sobre su determinación. Se trata de un ser
que comienza a desarrollarse y que si se le permite,llegará a ser un ser
humano. Claro que,en el fondo ese es el problema: un hijo cambiará
desfavorablemente su vida. Es interesante ver la reacción de la mujer cuando
observa en la pantalla la actividad cardiaca o los movimientos del incipiente
feto, captados ecográficamente. Se sacude emocional-mente y a veces desiste
de su propósito. Por eso se recomienda que la mujer que piensa abortar sea
sometida a esta prueba.

El diálogo médico-paciente sí que es trascendente en la circunstancia que


analizamos. Esa comunicación mutua, ese inducir a la reflexión, permite hacer
de verdad consciente el derecho de autonomía. Bien sabemos que este
derecho tiene validez moral yjurídica mientras no atente contra la autonomía de
otro. Se dirá, ¿es que acaso el feto posee el derecho de autonomía? No, no lo
tiene, no lo puede tener, pues la autonomía supone capacidad reflexiva.
Precisamente, por ser tin incompetente, quien debe tutelar sus intereses -si es
que se acepta que los tenga- es su progenitora, en primer término; luego
corresponde ese deber a la sociedad a través de leyes y disposiciones
pertinentes.

Puede pensarse que al emprender el médico estas reflexiones con su paciente,


ejerce un tipo de coacción moral sobre ésta, atentatoria contra el principio de
autonomía. Es posible que sea así, pero el papel del médico no puede ser el de
un simple instrumento para satisfacer la voluntad del paciente, sino que
también tiene una función de magisterio que cumplir en su ejercicio profesional.
Si un paciente acude al médico para que le extirpe un órgano que quiere donar,
o por simple capricho, es obligación suya advertir los riesgos a que se expone,
sin importar que sea una acción altruista. Ese magisterio, es cierto, tiene
mucho de paternalismo, principio éste que ha venido a menos en la concepción
de la nueva ética médica.
4. Etapa de toma de decisión. Es lo común que la paciente, haciendo uso de su
autonomía, insista en su determinación abortista, no obstante los
planteamientos éticos que su médico le haya hecho. ¿Cómo actuar entonces?

Seguramente el médico que se ha tomado el trabajo de adelantar este proceso


de reflexión durante la consulta, no practique abortos. Frente al pluralismo
moral aceptado hoy, el médico debe ser comprensivo y tolerante. "Aborto y no
aborto -dice el filósofo español Ferrater Mora- son elecciones por igual
legítimas y aceptables dentro del contexto de la idea de tolerancia"71. Más
adelante agrega: "Para que la actitud contra el aborto sea tolerable, es
menester que quienes la adopten sean asimismo tolerantes y que, por
consiguiente, permitan la tolerancia respecto a la decisión libre de abortar o no
abortar72.

Creo que el paso siguiente que debe dar el médico no es despedir a la


paciente, abandonándola a su propia suerte. Si él no practica el aborto, bien
por temor a la moral objetiva o bien por convicción de conciencia, o por ambas
cosas, no es, en mi concepto, antiético orientarla para que su determinación no
vaya a tener desenlace catastrófico para ella, pues, de hecho, irá a serlo para
el feto.

El doctor Edwar C. Hill, quien presidiera el 520 Encuentro Anual de las


Sociedades de Ginecología y Obstetricia de la Costa Pacífica de los Estados
Unidos de Norteamérica, dijo lo siguiente en su oración presidencial: "Una cosa
acerca del aborto es cierta: es un asunto de vida, una realidad. La moralidad
del aborto no puede ser legislada. Es, siempre ha sido y seguirá siendo, una
trágica decisión. Al igual que en otros juicios de la práctica médica, la decisión
debe hacerse por la alternativa menos mala. El aborto puede estar moralmente
justificado si se practica para aliviar el sufrimiento y aligerar la carga a la
paciente, a su familia ya la sociedad. Nuestra responsabilidad es reconocer la
autonomía de la conciencia individual, ayudar a nuestras pacientes a
considerar todas las implicaciones de su predicamento para que ellas escojan.
Si tal escogencia involucra la terminación del embarazo, entonces debe
hacerse tan pronto como sea posible, con seguridad, con compasión, y con un
profundo sentimiento de pérdida por la vida que es sacrificada

Cuando el doctor Hill habla de que el aborto podría estar justificado si con él se
va a aliviar el sufrimiento de la paciente, la familia y la sociedad, toca lo
referente al principio de beneficencia, de tanto compromiso para el médico.
Algunas veces 'a8 circunstancias que rodean el caso lo llevan a uno al
convencimiento de que si no se practica el aborto, la mujer y los que la rodean
sufrirán un grave daño emocional y aun tísico. Aquí entra en conflicto el
principio de beneficencia (bien para la madre y la familia) con el de no
maleficencia (daño al feto). El médico, en su leal saber y entender, sabrá cuál
de los dos es para él deber prima facie.

Si su conciencia lo inclina por el principio de beneficencia que favorece a la


madre y no es abortista practicante, deberá insistir en los peligros que conlleva
un procedimiento ejecutado por manos inexpertas. Inevitable es entonces la
pregunta: "A quién me recomienda, doctor?" Con ella la paciente de nuevo pide
ayuda. ¿Estamos impedidos moralmente a ayudarla? ¿Hacerlo sería -como
piensan algunos- una doble moral del médico? Creo que lo correcto es
suministrar la ayuda, pues iremos a evitar un daño mayor. De nuevo surge el
paternalismo médico. Pienso que igual haría un padre con su hija en similares
circunstancias. Aquí ya no están en consideración los fines, sino los medios. SI
el fin es malo, no por eso habrá de buscarse un medio malo. Como el aborto es
moralmente malo, el medio para conseguirlo debería ser también malo, vale
decir, debería también ocasionar daño físico a la mujer que aborta. Quien
acepte esta tesis es, sin duda, un perverso. Por eso no creo que sea
deshonesto, ni expresión de una doble moral, orientar a la mujer. Recordemos
que en la encuesta adelantada entre médicos en Bogotá, el 60 por ciento
respondió que si una paciente les solicitara el aborto, ellos, al no practicarlo, la
remitirían a un colega74.

Es válido recordar que en los países donde el aborto está autorizado, la


morbimortalidad por dicha causa es insignificante. Un ejemplo: en los Estados
Unidos de Norteamérica la tasa de mortalidad en 1982 fue de 0.8 por 100.000
abortos75. En los países donde es ilegal, esa tasa no puede saberse a ciencia
cierta, por razones obvias. Lo evidente es que la sepsis posaborto suele ser la
primera causa de mortalidad materna. En un estudio adelantado en 36
instituciones asistenciales de Bolivia, Colombia, Perú y Venezuela en 1990, se
encontró una tasa de mortalidad debida al aborto de 406 por 100.000 nacidos
vivos, siendo la sepsis la complicación más frecuente76.

Epilogo

Como señalé al principio de este capítulo, el tratamiento del tema del aborto
provocado es un asunto supremamente delicado, razón por la cual muchos
médicos y muchos eticistas prefieren no embarcarse en su discusión. Yo me he
atrevido a hacerlo porque omitir el análisis del problema en un libro sobre ética
médica sería motivo de frustración entre los lectores y demostración de
ignorancia y cobardía. A riesgo de causar escándalo en algunos sectores, me
he sentido obligado a registrar mi pensamiento al respecto, animado sólo por el
deseo de dejar abierta una discusión que pueda contribuir a la solución de tan
complejo y doloroso asunto. Por lo menos, espero que aquellos colegas que
me lean reflexionen con espíritu crítico sobre él. De esa manera ejercitarán su
conciencia para, llegado el momento, tomar la decisión más sabia. Bien
sabemos que la conciencia es nuestra propia voz interior, independiente de
sanciones y recompensas externas, como dice Erich F'romm77. En particular,
aspiro a que mis colegas de especialización, los ginecobstetras, tan
involucrados en este asunto, encuentren en estas páginas una orientación que
les ayude a tomar el mejor camino. No ignoran ellos que las decisiones éticas
en el campo de la ginecobstetricia son en extremo difíciles y delicadas78, más
que en cualquiera otra especialidad médica.

Quiero terminar citando las palabras de dos autoridades indiscutibles en


asuntos de bioética: del fundador de esta disciplina, el médico norteamericano
Van Reenselaer Potter, y del moralista español Marciano Vidal. Dice el primero:
"Por supuesto, la terminación del embarazo mediante el aborto no es solución
satisfactoria al problema del embarazo indeseado. Las otras alternativas son la
abstinencia sexual total y el uso de técnicas anticonceptivas efectivas. La
educación sexual en las escuelas puede proporcionar la información necesaria,
pero la orientación familiar parece más conveniente. La información puede ser
suministrada después del hecho, y los servicios de aborto pueden entregar
adecuada consejería, educación y soporte emocional antes, durante y después
del procedimiento. La provisión de asesoramiento contraceptivo es esencial"79.

Por su parte, Vidal manifiesta: "Como en casi todas las cuestiones de moral, en
el problema del aborto lo principal no es el juicio estrictamente <moral», sino la
realidad que suele escapar de un restringido horizonte. Lo más importante no
es condenar el aborto, sino elevar el nivel moral de la humanidad a fin de que
la realidad del aborto no tenga por qué tener cabida en nuestro mundo"80.

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