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Maria Sangrienta.

Las reuniones entre jóvenes adolescentes, las jornadas al calor del fuego en un
campamento siempre han sido un auténtico foco de leyendas urbanas que causan
pánico entre quienes las escuchan. La historia de la chica de la curva es una de las
habituales. Y también aquella con la que cuenta diversas versiones y que invita al
oyente del tétrico relato a poner a prueba un extraño ritual mágico. Ha de efectuarse a
medianoche en una habitación a oscuras. Dentro tiene que haber un espejo. Todo
consiste en encender unas velas y poner delante del espejo unas tijeras abiertas que
miren hacia el experimentador que deberá pronunciar tres veces el nombre e
Verónica. Si el ejercicio sale bien en el espejo dejará de verse su reflejo y surgirá la faz
de una mujer joven de tez blanca, ojos oscuros y pelo largo.

Ahí acaba el relato, en algunas versiones, en otras ni siquiera es necesario


pronunciar nombre alguno. Pero de acuerdo a la historia en su versión más extendida
la fantasmal presencia invitará al experimentador a que intente adivinar la fecha de su
muerte. Si acierta Verónica desaparece. En caso contrario las tijeras saldrán volando
en dirección al pecho del que ha preguntado y fallado. Pero, como decimos, existen
varias variantes del relato. En algunos lugares se dice que hay que preguntar el
nombre del experimentador. Acto seguido el espejo relejará las imágenes de nuestro
futuro entierro. Todo depende del contexto en el que se genera el relato. En alguno
países sudamericanos se dice que nuestro rostro reflejado en el espejo se deforma
hasta permanecer en del diablo.

En los países anglosajones el nombre de Verónica no tiene mayor influencia


pero la leyenda urbana sí se repite allí aunque la protagonista es ahora una mujer
llamada Maria Sangrienta. Su nombre lo dice todo. El relato es muy similar al que
hemos expuesto sobre Verónica. Pero también existen variantes. Una de ellas tomó
cuerpo a finales de los años ochenta en la zona de California. Se decía que las chicas
de los institutos se juntaban a las puertas de los lavabos colectivos y que una tras otra
pasaban al interior. Cuando la chica estaba enfrente del espejo otra de las chicas
apagaba la luz y salía al exterior. En ese instante quien está delante del espejo debe
pronunciar una suerte de sortilegio tres veces. La frase mágica dice así: “Maria
Sangrienta, muestra tu espanto en esta noche de llanto”.

A los pocos segundos el rostro pálido de Maria Sangrienta emerge desde el


mundo de los muertos a través del espejo. Cuando esto ocurre la joven debe salir al
exterior a toda velocidad y reunirse con sus compañeras. Si tiene tres arañazos en la
cara es que ha pecado recientemente, en caso contrario, es buena persona. Para los
expertos en leyendas que esta historia repita en tantos países y siempre en el mismo
contexto juvenil es un reflejo ritual de la ansiedad adolescente. Además la presencia
de un espejo entronca con las antiguas tradiciones que las consideraba como una
puerta hacia el más allá.

Todo apunta que el origen de esta historia tiene


más de cien años pero sus raíces nos remontarían a
comienzos del siglo XVI y todavía un nombre propio
que lo habría generado: Maria Tudor. Una mujer que
nació en la alta sociedad inglesa, nombrada princesa y
que en principio se pensó en casarla con Enrique VIII,
finalmente desposó con Ana Bolena. A Maria se le
desposeyó de su título y se le declaró hija bastarda.
Se cuenta que se deseo posterior fue volver al
catolicismo pero que para lograrlo provocó revueltas
de todo tipo durante el mandato de su hermano
Eduardo VI. Tras la muerte de este Maria Tudor aupada por el apoyo popular se casó
con Felipe II para acceder al trono. Tras casarse quedó embarazada aparentemente.

El parto no llegó. Su vientre hinchado parecía estar causado por otras razones.
Será en 1555 cuando Roma levante la excomunión a Londres provocando una abierta
caza de protestantes. Las persecuciones se hicieron más contundentes tras la marcha
del monarca español. Le sugirieron que la causa de no quedarse Maria encinta era
culpa de la escasa persecución de herejes. Convencida también de ello Maria Tudor
decidió quemar vivas a más de medio centenar de personas. La historia modificada en
el siglo XIX hizo que se empezara a llamar a Maria Tudor con el nombre de Maria
Sangrienta 1 en recuerdo a todos los crímenes que cometió.

Esa denominación popular convirtió a la historia de los fantasmas del espejo en


una forma de provocar la aparición de tal maligno personajes. No hay forma de
encontrar la fuente de esta leyenda ni de descubrir como en los países hispanos Maria
Sangrienta pasó a llamarse Verónica. Pero esa es quizás la magia de las leyendas
urbanas que no siempre requieren de las modernas tecnologías para alcanzar
popularidad universal y es que esta historia, anterior a la aparición de Internet,
decenas de años ha alcanzado una difusión tan extraordinaria como los mitos que se
extienden tan rápidamente gracias a los ordenadores y el correo electrónico.

1
O también María la Sanguinaria (Bloody Mary).

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