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El delito(art.10) es una conducta que infringe una norma penal. El CP efectúa una
diferenciación entre delitos (graves o menos graves) y faltas en atención a la pena que
lleve asignada la correspondiente infracción.
La pena es la principal consecuencia de una conducta delictiva y supone una privación o
restricción de bienes jurídicos establecida por la ley e impuesta por el órgano jurisdiccional
competente.
Las medidas de seguridad(art.6) se fundamentan en la peligrosidad criminal del sujeto al
que se impongan; solo se admiten medidas de seguridad postdelictuales. La finalidad de
toda medida de seguridad es la prevención especial, tratar de evitar que ese sujeto
peligroso vuelva a cometer un delito. Junto a esa función, cabe señalar otras funciones
específicas; terapéuticas, educadoras, etc.
Las normas, por último, con el vehículo mediante el cual se expresan los mandatos legales.
En su estructura se distinguen dos partes:
⁃ El presupuesto (supuesto de hecho), mediante el que se describe la conducta que la ley
prohíbe.
⁃ La consecuencia jurídica o sanción, a través de la que se establece la sanción que la ley
asocia a aquélla.
Hay algunas normas que no responden a esta estructura: son las llamadas normas penales
incompletas o leyes penales en blanco.
2. Naturaleza
Acerca de la naturaleza:
⁃ El DP es Derecho y , por tanto hay que diferenciarlo de las normas morales o éticas. Lo
que pretende es hacer posible la convivencia humana, interviniendo solamente
cuando el orden social se vea perturbado a través de una conducta humana que
pueda afectar a intereses de terceros.
⁃ El DP es una parte del ordenamiento jurídico positivo, entendido éste como el conjunto
de normas creadas o reconocidas por una comunidad políticamente organizada y
que garantiza su efectividad mediante la fuerza pública.
⁃ El DP tiene naturaleza pública, lo que significa:
⁃ 1. Regula las relaciones entre los particulares y el Estado.
⁃ 2. El ius puniendi es la manifestación más significativa de la soberanía del Estado.
⁃ 3. Cuando el DP protege bienes individuales lo hace en interés de la colectividad.
⁃ La mayor parte de los delitos son perseguibles, lo que significa que su persecución o
castigo no depende de la voluntad del afectado. Existen, sin embargo, algunos
delitos, cuya persecución depende del afectado (los llamados delitos semipúblicos
o privados). Se trata de supuestos en los que el Estado considera más conveniente
que sea el agraviado el que impulse el procedimiento.
⁃ El DP es plenamente autónomo tanto a la hora de establecer sus presupuestos como a
la hora de fijar sus consecuencias jurídicas.
3. Función del Derecho Penal. Función y fines de la pena: teorías retributivas y teorías
preventivas
Actualmente la función principal del DP es la protección de bienes jurídicos para hacer
posible la convivencia. Los bienes jurídicos son bienes fundamentales para el individuo y la
comunidad que, al ser tutelados por el Derecho, se convierten en bienes jurídicos.
Algunos autores asignan al DP otras discutibles funciones:
⁃ Función ético-social: DP incidiría en la esfera interna del individuo de forma que podría
modificar sus esquemas de valores. Puede conducir a la confusión;la sociedad
puede malinterpretar que lo que no está castigado por esta rama es correcto
(mentir, ser infiel).
⁃ Función simbólica o retórica: utilización del Derecho sin posibilidades de aplicación útil;
trata de dar la sensación ante la opinión pública de que el mismo está bajo control.
Supone una manipulación del miedo al delito y de la idea de seguridad.
⁃ Función promocional: algunos consideran que el DP debe actuar como un instrumento
de transformación de la sociedad, de modo que la prohibición penal iría por
delante del cambio de actitud de la comunidad. Esto conduce al fracaso del DP, el
cambio social debe ser previo para que esta rama pueda cumplir su cometido.
Una primera diferenciación distinguiría entre leyes ordinarias y leyes orgánicas. De estas
últimas nos interesa saber que son las relativas al desarrollo de los derechos
fundamentales y de las libertades públicas, necesitándose de la mayoría absoluta del
Congreso para su aprobación, modificación o derogación.
También existe:
⁃ Los Decretos Leyes: son disposiciones legislativas provisionales dictadas por el Gobierno
en caso de urgente necesidad, que no pueden afectar a derechos y deberes
fundamentales y deberán ser votados en el Congreso para su convalidación.
⁃ Los Decretos Legislativos o disposiciones del Gobierno que contienen legislación
delegada, dado qe las Cortes Generales pueden delegar en el Gobierno la potestad
de dictar normas con rango de ley sobre materias no reservadas a las leyes
orgánicas.
⁃ Los reglamentos: son normas escritas dictadas por la Administración, de carácter
subalterno, inferior y complementario de la ley.
¿Q rango debe tener la ley penal?
⁃ La posición doctrinal mayoritaria defiende la necesidad de legislar a través de ley
orgánica, alegando que las leyes penales afectan a derechos fundamentales, como
libertad o el honor.
⁃ Un sector minoritario opta por aceptar que se pueda legislar a través de ley ordinaria o
legislación delegada. Argumentan que las leyes penales limitan, afectan o protegen
derechos fundamentales, pero no desarrollan esos derechos.
⁃ Por último, hay una posición intermedia en la que se inscribe el Tribunal Constitucional,
que defiende la necesidad de que la ley penal tenga rango de ley orgánica siempre
que imponga penas o medidas de seguridad que afecten o limiten derechos
fundamentales. De lo contrario bastaría una ley ordinaria.
La interpretación por parte del juez es una actividad obligada tanto por razones lógicas
(difícilmente se puede aplicar una ley cuyo contenido y alcance se ignoran), como por
razones jurídicas, a tenor de lo que dispone el CC: los jueces y tribunales tienen el deber
inexcusable de resolver en todo caso los asuntos de que conozcan ateniéndose al sistema
de fuentes establecido. Se castiga al juez o magistrado que se negase a juzgar.
La determinación del sentido de un texto puede hacerse indagando la voluntad del
legislador, lo que éste pretendía en el momento de elaborar la norma (interpretación
subjetiva) o bien atendiendo al significado objetivo del texto (interpretación objetiva).
Actualmente es la segunda opción la que prevalece, dados los inconvenientes que plantea
la primera.
Cabría concluir diciendo que la interpretación consiste en la fijación del sentido objetivo
del texto de esa ley.
La interpretación se rige por los principios siguientes:
⁃ El principio jerárquico implica que las normas deberán interpretarse de forma que sean
compatibles con la Constitución.
⁃ El principio de vigencia supone que entre dos posibles interpretaciones de un precepto
se debe optar por la que se de vigencia al mismo y no por la que se la niega.
⁃ El principio de unidad sistemática nos fuerza a reconocer la validez de todos los
preceptos que integran un ordenamiento jurídico, de modo que la norma penal
guarde coherencia tanto con las otras normas penales como con el resto de
normas jurídicas. El intérprete debe optar por la interpretación que guarde
coherencia con las leyes penales.
⁃ El principio dinámico, que es una consecuencia de la concepción objetiva de la
interpretación, ésta ha de ir acompasándose al paso del tiempo, sin quedar
congelada en el sentido originario. Supone que la interpretación de las normas
debe evolucionar con la realidad a que son aplicadas.
Clases de interpretación:
A) En atención al intérprete o sujeto que realiza la interpretación, cabe hablar de:
⁃ Interpretación judicial, es la que efectúan los jueces y tribunales cuando aplican la
norma a un caso concreto.
⁃ Interpretación doctrinal o científica es la realizada por los estudiosos del DP
⁃ Interpretación auténtica es la llevada a cabo por el propio legislador, siendo vinculante
sólo en el caso de que la norma que interpreta otra sea del mismo rango o
superior. Si existe discordancia entre la interpretación que se propone en la
Exposición de Motivos y lo que se dispone en el texto articulado, prevalecerá éste.
B) Atendiendo a los medios empleados, se distingue entre:
⁃ La interpretación gramatical, que supone la indagación del sentido de la ley
desentrañando el significado de las palabras contenidas en su texto. La ley utiliza
los términos en el sentido que le damos comúnmente , aunque a veces las usa en
una acepción específicamente jurídica, que no coincide con la que tiene en el
lenguaje común. La interpretación gramatical no siempre es suficiente para
descubrir el sentido de la ley, de ahí que deba complementarse con otros criterios;
va a servir de límite infranqueable frente a otros criterios de interpretación.
⁃ La interpretación lógico-sistemática es aquella que pretende extraer el sentido del
precepto tomando en cuenta su ubicación en un cuerpo legal, dado que ésta debe
responder a una lógica. El CP constituye una agrupación de normas penales en
donde su ubicación obedece a razones de lógica jurídica.
⁃ La interpretación teleológica atiende al fin que persigue la norma. Es el criterio rector
decisivo en la interpretación de las leyes penales. Si una conducta no pone en
peligro ni lesiona el bien jurídico tutelado, cabría negar la existencia de un delito.
⁃ La interpretación histórica rastrea los antecedentes del precepto para comprenderlo
mejor.
⁃ La interpretación comparativa supone el estudio de ordenamientos jurídicos
extranjeros.
C) En atención a los resultados obtenidos:
⁃ La interpretación declarativa, que supone que el intérprete da al precepto un ámbito de
aplicación coincidente con el que se deriva de entender las palabras en el uso
común del lenguaje. El sentido de la norma coincide pues con su tener literal.
⁃ La interpretación restrictiva implica que el intérprete asigna al precepto un ámbito de
aplicaci4 más estrecho que el que le correspondería según el sentido usual de los
términos, restringe el posible significado literal.
⁃ La interpretación extensiva se da cuando se atribuye al precepto un ámbito de
aplicación más amplio del que le correspondería según el sentido usual de los
términos. Supone la inclusión del máximo de acepciones permitidas por su tenor
literal.
⁃
5. La analogía en DP
La analogía consiste en la aplicación de las normas a supuestos distintos de los previstos
en ellas, pero que son semejantes a éstos,apreciándose entre el supuesto previsto en la
norma y el supuesto al que aplica, identidad de razón. La analogía es un modo de
integración del ordenamiento jurídico que permite colmar lagunas, aplicando las normas a
supuestos carentes de regulación.
Se dice que las leyes penales no se aplicarán a casos distintos de los comprendidos
expresamente en ellas. Sin embargo, no es pacífico en la doctrina que ello suponga la
exclusión en todo caso de la analogía en el ámbito penal.
Podemos distinguir según se trate de analogía in malam o in bonam partem.
⁃ Analogía in malam partem: supone la aplicación analógica de normas desfavorables a
supuestos de hecho distintos de los previstos en las mismas. Ello viene prohibido
en DP por el principio de legalidad, que exige que sea la ley la que taxativamente
determine las conductas que se castigan. El CP prevé en el art. 4.2 que si un juez
considera que una conducta determinada merece reproche penal, podrá acudir al
Gobierno exponiendo las razones correspondientes, pero se abstendrá de castigar.
⁃ Analogía in bonam partem: es la aplicación analógica de normas favorables, hay
posiciones encontradas. Una primera admite tal posibilidad. Otra segunda
distingue según que exista o no en la ley una previsión específica de aplicación
analógica: en caso de que así sea, se admite; si no existe tal previsión, se niega la
aplicabilidad analógica de las normas: sólo la ley es fuente de DP
⁃
4. El asilo
El derecho de asilo se incardina en los derechos humanos y fundamentales de la persona.
En caso de persecución toda persona tiene derecho a buscar asilo y disfrutar de él en
cualquier país. La ley establecerá los términos en que los ciudadanos de otros países y los
apátridas podrán gozar del derecho de asilo en España.
La acción cumple una función de delimitación o negativa, al permitir excluir todas aquellas
formas de conducta que carezcan de relevancia para el DP, porque ni siquiera reúnen las
condiciones mínimas de una acción humana por no intervenir para nada la voluntad del
sujeto o porque son actos de animales o acontecimientos de la naturaleza.
La conducta como sustrato fáctico del tipo exige una manifestación externa de la voluntad
de una de estas dos formas: haciendo lo prohibido (acción en sentido estricto) o no
haciendo lo debido (omisión). Junto a esta manifestación de voluntad algunos tipos exigen
la producción de un resultado (delitos de resultado). Desde el punto de vista de la
estructura de la conducta se diferencian, pues, los delitos de mera actividad y los de
resultado.
El concepto del resultado es utilizado por la doctrina penal con un doble sentido, lo que en
algunas ocasiones puede generar confusión. Así, además del resultado típico que ahora se
considera, se utiliza también el término resultado para referirse al resultado jurídico, esto
es, al ataque al bien jurídico exigido en el tipo, ya sea su lesión o el peligro. El resultado
típico, en cambio, alude a las consecuencias externas separables temporal y espacialmente
de la acción. Ejemplo: delito de homicidio, además de la acción de matar –apuñalar,
disparar, envenenar, etc.- se exige la producción del resultado de muerte.
Adviértase que todos los delitos tienen resultado jurídico, pero no todos tienen el
resultado típico o material, sólo los así llamados delitos de resultado. Cumple, pues, una
función de límite al seleccionar de entre todas las consecuencias de la acción aquella que
es relevante para el derecho penal. Junto a la pérdida de la vida que representa un
homicidio, se puede producir un daño moral a los familiares y a veces un quebranto
económico para los mismos, sólo el primer resultado sería el relevante para el derecho
penal.
Ejemplos de delitos de mera actividad: agresiones sexuales, omisión del deber de socorro,
el allanamiento de morada, etc.
450 CP ).
Desde un punto de vista normativo, tanto la acción como la omisión son modos de
infringir el derecho. Desde un punto de vista naturalístico, en cambio, no son iguales. La
omisión sólo existe una vez que ha sido recogida por la norma penal, mientras que la
acción existe con independencia de que se recoja o no en un tipo penal. Ambas sólo son
delito, una vez que han sido recogidas en el tipo penal, pero mientras que la norma en la
acción es sólo un factor de selección o límite, en la omisión, la norma es el factor
constituyente del comportamiento. Se omite porque existe un deber de actuar que ha
impuesto la norma. Así por ejemplo, omitir la asistencia sanitaria existe porque ha sido
recogida en el art. 196 CP.
Esta descripción genérica del tipo de injusto de los delitos de omisión se corresponde con
la primera clase de omisión, llamada omisión propia o pura. En esta modalidad de omisión
¿De dónde surge esa específica función de protección o la posición de garante? Antes del
Código penal de 1995 se planteaba un problema de legalidad, pues, no existía una
regulación expresa que determinase cuándo surgían estos especiales deberes. Podemos
Para superar estos inconvenientes surge la teoría de las funciones, según la cual la posición
de garante es una situación en la que el ordenamiento jurídico impone una concreta y
predeterminada obligación de intervención para evitar que se produzca la lesión del bien
jurídico, ante una situación típica de peligro para éste. Desde esta concepción son dos las
fuentes de la posición de garante: la función de protección del bien jurídico y el deber de
vigilancia de fuentes de riesgo. Para la primera el sujeto es garante porque tiene una
función de protección para el bien jurídico que deriva de una vinculación familiar, de la
asunción voluntaria del riesgo o de la comunidad de peligro entre omitente y victima. El
deber de vigilancia de fuentes de peligro supone que el sujeto tiene una función de
controlar una fuente de riesgo que deriva, a su vez, de la responsabilidad que tiene por la
conducta de otras personas (el cuidador de personas que pueden lesionar a terceros); o de
velar por fuentes de peligro que están bajo su dominio (animales peligroso, automóvil,
etc.) y de la injerencia o actuar precedente. Esta última es la teoría dominante
actualmente en España.
El Código penal 1995, con el art. 11 CP viene así a dar cobertura legal a la comisión por
omisión. Concretamente el art. 11 del CP advierte que los delitos o faltas que consistan en
la producción de un resultado sólo se entenderán cometidos por omisión cuando la no
evitación del mismo, al infringir un especial deber jurídico del autor, equivalga, según el
sentido del texto de la Ley, a su causación. Acto seguido establece que la aludida posición
de garante puede proceder de la ley, de un contrato o de un comportamiento anterior que
haya creado una situación de riesgo para el bien jurídicamente protegido. Ahora bien, no
basta con que exista una obligación legal, contractual o una injerencia para que nazca una
posición de garante, sino que se requiere además la concurrencia de los criterios
materiales aludidos más arriba para que pueda equipararse la omisión a la acción en el
sentido de la ley, para que se iguale en gravedad a la acción.
Así habrá posición de garante: en el mencionado caso de la madre que deja morir al hijo
recién nacido por inanición, en tanto en cuanto está obligada por ley (el Código Civil
taxativamente así lo establece) a proporcionarle alimentos y cuidarle y asume la función
de protección de su vida; en el caso del socorrista que ha sido contratado para cuidar de
los que utilizan la piscina y deja que muera ahogado el niño que se le ha confiado y asume
voluntariamente la evitación de la muerte por ahogamiento de los que allí acuden. Y, por
último, como ejemplo de actuar precedente –basado en la idea de la injerencia, según la
cual quien crea un peligro resulta garante de que no se produzca un resultado dañoso- se
alude al hecho de que quien enciende un fuego en el campo para preparar la comida está
obligado a evitar que se propague, pues tiene el deber de controlar el foco de peligro que
ha creado. Aquí el problema es fijar los límites de la injerencia: ¿se produce ésta cuando el
actuar precedente es sólo antijurídico o además ha de ser doloso? Al menos, habrá de ser
imprudente para que genere responsabilidad de acuerdo con lo que dicta el principio de
culpabilidad.
Algunos autores, además, distinguen otra clase de omisión, la constituida por omisiones
puras de garante, en las que el tipo sólo castiga por la omisión, con independencia de cuál
sea el resultado, y pese a existir posición de garante en el omitente. De este tipo es la
omisión agravada del socorro del art. 195.3 CP: la posición de garante se ha generado por
la ingerencia previa que se produce por la causación imprudente de la situación de peligro
para el bien jurídico que después se ha de socorrer.
4.- La imputación del tipo objetivo en los delitos de resultado: la relación de causalidad e
imputación objetiva.
experiencia de una persona media. Así, cuando se mata a una persona por
un disparo en la sien, se puede afirmar sin más que la muerte tiene su causa en el disparo.
En otros casos, será necesario el dictamen de expertos en las ramas del saber
correspondiente.
Las teorías de la relación causal tratan de dar respuesta al problema de determinar si una
determinada acción es o no causa del resultado producido, de manera que éste le sea
objetivamente imputable al sujeto. Para exponer las teorías se partirá de unos ejemplos.
⁃ La víctima de un disparo que le causa una herida en el pie fallece debido a que la
ambulancia que la traslada al hospital sufre un grave accidente. ¿Se podría decir
que el disparo ha sido la causa de la muerte? – curso causal irregular
⁃ El sobrino envía a su tío al bosque, sabiendo que ese día habrá tormenta con la finalidad
de que sea alcanzado por un rayo y muera, lo que le permitirá disfrutar de una
sustanciosa herencia. Efectivamente un rayo acaba matando al tío. ¿se puede decir
que la acción de enviar al tío a coger setas al bosque es la causa de la muerte de
éste?
⁃ Alguien arroja al suelo a otro, fracturándole el brazo, para evitar que sea alcanzado por
una viga que se cae de un edificio en construcción. ¿Sería objetivamente imputable
tal lesión, pese a que el lesionado, a raíz de la violencia sufrida, se ha librado de
una desgracia mayor?
5. La madre fallece al enterarse de que su hijo ha sido asesinado. ¿Cabría entender que la
muerte de la mujer es resultado de la acción homicida que recayó sobre su hijo?
Antes de examinar las teorías de la relación causal más destacadas conviene tener claros
los conceptos de condición y causa. Por condición entendemos aquello que es necesario
pero no suficiente para la producción del resultado, mientras que causa sería el
antecedente necesario y suficiente del resultado producido.
De acuerdo con esta teoría tendríamos que aceptar, por ejemplo, que el disparo en el
primer supuesto propuesto ha sido la causa de la posterior muerte de la víctima, ya que de
no haberse producido seguiría viva. Por el contrario, en el caso del médico habría que
concluir que no es causa.
Esta nueva teoría trata de superar los inconvenientes de la anterior, considerando que no
son causa todas las condiciones concurrentes que no pueden suprimirse sin que a su vez
desaparezca el resultado, sino sólo a aquéllas que, conforme a la experiencia, sean
adecuadas para producirlo. La adecuación depende de la previsibilidad objetiva. Se realiza
un juicio de pronóstico posterior objetivo, esto es, con posterioridad a la producción del
hecho un observador imparcial (un juez) habrá de representarse la situación anterior a su
comisión, teniendo en cuenta la experiencia general y los conocimientos personales del
autor. Si tras ese análisis se llega a la conclusión de que la condición era apropiada para
originar el curso causal desarrollado, tal condición será causa en sentido jurídico-penal.
Así, en los ejemplos propuestos, es claro que el disparo ya no se manifiesta como causa de
la muerte de la víctima, pues, según dicta la experiencia general, lo lógico es que si el
La crítica que se le hace es que no es ya propiamente una teoría causal, pues introduce
consideraciones valorativas para decidir si la acción es o no causa, y lo cierto es que a
pesar de la imprevisibilidad objetiva del resultado lo cierto es que causalidad material sí
que hay.
Con esta teoría se da un paso hacia delante, pues se parte de la idea de que lo que
interesa determinar como causa es la condición jurídico penalmente relevante, esto es,
distingue el plano de la causalidad lógico-científica y el plano de la responsabilidad o
imputación del resultado. La relevancia penal derivará de que la condición sea adecuada
en el sentido arriba referido y
además –he aquí la novedad- que sea relevante de acuerdo con la interpretación del
sentido de cada tipo. La crítica que se le hace es que no llega a determinar los criterios
relevantes para la imputación, esto es, los criterios de la relevancia típica de la causa. Este
paso lo dará la moderna teoría de la imputación objetiva.
Esta teoría distingue al igual que la anterior entre causalidad e imputación objetiva (o
causalidad natural y causalidad jurídica), si bien propone los criterios determinantes de
esa imputación; es decir, una vez determinado que el resultado ha sido causado por una
acción humana (lo que se hará generalmente conforme a la teoría de la equivalencia de las
condiciones) es necesario acreditar que es objetivamente imputable, lo que sucederá
cuando:
b) el resultado sea materialización del riesgo creado por la acción, siempre que dicho
resultado sea uno de los que el tipo tenía por finalidad evitar.
Ambas condiciones tienen que darse para que pueda imputarse el resultado a la acción de
que se trate. Estos dos grandes principios se pueden concretar en una serie de criterios
más específicos:
⁃ a) adecuación, esto es, que ex ante sea objetivamente previsible que con esa forma de
Tampoco caen dentro del fin de protección de la norma los casos de segundos daños, por
ejemplo, en colisiones en cadena o en los casos de resultados sobrevenidos muy
posteriormente –muerte acontecida muchos años después a consecuencia de un sida
contagiado por el sujeto-.
c) Disminución del riesgo. Conforme al mismo no son imputables al sujeto los casos en los
que con su acción ha tratado de evitar otro resultado más grave. El supuesto propuesto en
segundo lugar constituye un buen ejemplo para aplicar este criterio.
De las teorías expuestas, la seguida actualmente tanto por la doctrina como por la
jurisprudencia es la última de las analizadas. La jurisprudencia reciente viene separando en
distintos planos la relación causal y la imputación objetiva, determinando la primera
mediante la teoría de la equivalencia de las condiciones, mientras que para la imputación
objetiva del resultado toma en consideración el riesgo creado y el fin de protección de la
norma.
Las condiciones objetivas de punibilidad no tienen que ser abarcadas por el dolo del
sujeto, esto es, no guardan relación ni con la culpabilidad del sujeto ni tampoco relación
de causalidad con la acción. La infracción penal será, pues, completa con o sin ellas, tan
sólo repercuten sobre la penalidad en base a consideraciones de política-criminal.
La segunda parte del programa está dedicada al estudio de la teoría jurídica del delito.
Con ello se pretende ofrecer un concepto de delito, en el que se recojan los elementos
comunes a todas las figuras delictivas que, a su vez, sirvan para diferenciarlo de otros
ilícitos. Tiene por tanto una naturaleza abstracta y generalizadora que sirve como
instrumento de interpretación de los tipos penales; además de ofrecer seguridad jurídica
al ciudadano: éste conoce a priori los criterios de aplicación del Derecho penal que
empleará el juez.
que se describen los elementos que diferencian a los distintos delitos como el homicidio,
las lesiones, el robo, el hurto, etc. La Parte general del Derecho penal no estudia estas
especifidades propias de cada delito, sino los principios y elementos comunes a todo
delito: lo que de universal y común tienen todos los delitos.
del delito. Se hará ahora una referencia esquemática a los mismos, advirtiendo que todos
ellos tienen que estar presentes para poder existir un delito.
a) Acción: bajo este término genérico se engloba tanto el actuar en sentido estricto
como el no actuar en aquellos casos en los que hay obligación jurídica de hacerlo;
es decir, quedan comprendidas la acción y la omisión. En cualquier caso, se deberá
tratar de un comportamiento humano. Se excluyen, pues, los resultados dañosos
que pueden generar animales o fuerzas de la naturaleza. Este comportamiento,
además, ha de manifestarse externamente, pues, como ya advertíamos al analizar
el principio de hecho, el Estado sólo puede incriminar conductas que se
exterioricen a través de acciones u omisiones, no debiendo ocuparse de meros
pensamientos o formas de ser de los sujetos. Asimismo, en tales conductas debe
intervenir, de algún modo, la voluntad del agente y no realizarse, por tanto, bajo la
influencia de una fuerza física irresistible o en situaciones de inconsciencia plena.
b) Típica: que la acción sea típica quiere decir que encaja en alguna de las conductas
consideradas como delictivas en la legislación penal, ya que, de lo contrario, no
interesarían al orden punitivo. Este requisito deriva de la vigencia del principio de
legalidad, en base al cual una conducta, por reprochable que se nos antoje, si no
está previamente descrita como delito en el CP o en la legislación penal especial,
no podrá ser objeto de punición. Como se recordará los artículos 1.1 y 4.2
constituyen exponentes de esta garantía criminal. Es importante saber que la
correspondencia entre el hecho realizado y el descrito en la ley no debe ser
aproximada, sino absoluta o, lo que es lo mismo, sólo si el encaje entre uno y otro
es perfecto podrá afirmarse la tipicidad del hecho.
d) Culpable: Para que una conducta típica y antijurídica constituya delito debe ser,
además, culpable. La culpabilidad supone la posibilidad de reprocharle al autor la
realización de un comportamiento que reúne las dos notas citadas. Ese reproche se
funda en la idea de que el hombre es un ser libre y racional, capaz de establecer y
decidir sus conductas. De aquí que se pueda exigir al sujeto que actúa conforme a
la norma. El ordenamiento jurídico impone y ordena comportamientos para
proteger a los bienes jurídicos. La norma penal, por tanto, no sólo valora,
decidiendo los bienes que va a tutelar, sino que también impone una determinada
actuación positiva u omisiva, esto es, una obligación específica y concreta de actuar
conforme a la norma. Para que se pueda considerar infringido este mandato o
prohibición es necesario que se den estos elementos:
condiciones de perseguibilidad. Así ocurriría, por ejemplo, en el caso de que alguien, que
hubiese sido objeto de una calumnia, decidiese no entablar acción judicial contra quien
atentó contra su honor, ya que la perseguibilidad del delito de calumnia queda reservada a
la persona ofendida o a su representante legal (artículo 215.1).
Se considerará sólo la clasificación legal que atienda a su gravedad. De acuerdo con ello
se diferencia entre delitos graves, menos graves o leves, según tengan asignada una pena
grave o menos grave (art. 13). En el art. 33 CP se puede consultar la clasificación de las
penas, en función de su naturaleza y duración).
Para saber si un hecho constituye o no delito se han de realizar dos tipos de juicios o
valoraciones: el de antijuridicidad del hecho y el de culpabilidad del autor. Cada uno de los
cuales se compone a su vez de diversos elementos. El juicio de antijuridicidad constituye,
así, el primer escalón para examinar si hay o no delito.
La doctrina penal, según cual fuera su posición respecto a la función y naturaleza de las
normas penales, defendía una visión objetiva u subjetiva de la antijuridicidad. Una
antijuridicidad objetiva funda la contrariedad a derecho de un comportamiento en la
lesión o puesta en peligro del bien jurídico, mientras que una antijuridicidad subjetiva lo
hace depender de la voluntad de transgredir la norma que tiene el autor que desobedece
el mandato o la prohibición contenido en la norma. De acuerdo con ello, por ejemplo,
disparar sobre alguien que se cree dormido, pero que en realidad está muerto, no será
antijurídico desde un punto de vista objetivo, pero sí lo será subjetivamente, pues el sujeto
al disparar quería matar al otro, desobedeciendo con ello la prohibición del art. 138 CP.
Mientras que la antijuridicidad es una cualidad de la acción común a todos los sectores
del ordenamiento jurídico, el injusto (o ilícito) es una acción antijurídica determinada: la
acción antijurídica de incumplimiento contractual, de hurto, etc. El término antijurídico se
emplea, por tanto, como atributo de una acción, que indica que es contraria al
ordenamiento jurídico. El término injusto, en cambio, es un sustantivo que se usa para
denominar la acción misma calificada ya como antijurídica, o lo que es lo mismo, la propia
conducta antijurídica. La antijuridicidad es genérica, mientras los injustos son específicos.
Desde un punto de vista objetivo, el contenido de injusto de un hecho, viene dado sólo
por el desvalor de resultado, esto es, por la lesión o peligro para el bien jurídico que haya
supuesto ese hecho. (El desvalor de resultado coincide con lo que más adelante
llamaremos resultado jurídico del tipo frente al resultado material de los delitos de
resultado). Así el contenido de injusto del homicidio viene dado por la destrucción (lesión
del bien jurídico) de la vida humana. Ese es su desvalor de resultado.
en la norma. Bien entendido que la contrariedad subjetiva no significa que el sujeto tenga
que ser consciente de que lo que hace está prohibido por el ordenamiento jurídico –
conciencia de la antijuridicidad-, sino que es suficiente con que el sujeto actúe
intencionadamente –dolo- o con falta de diligencia –imprudencia-: se quiere causar la
lesión o peligro para el bien jurídico o se actúa descuidadamente, lesionando o poniendo
en peligro un bien jurídico.
El concepto de tipo se debe a BELING, que en 1906 emplea la palabra Tatbestand (hecho)
para referirse a la “descripción, valorativamente neutra de la parte externo-objetiva de la
acción”. La definición se refiere sólo a la parte objetiva de la acción, porque la
consideración de los elementos subjetivos (ánimos, finalidades, etc.) eran considerados en
el elemento de la culpabilidad. La caracterización del tipo como valorativamente neutro
indica que la realización del tipo no dice nada sobre la antijuridicidad o contrariedad a
Derecho del comportamiento.
Este concepto de tipo, sin embargo, no puede sostenerse, pues muchos de los delitos
exigen la realización de juicios de valor para saber si la conducta es típica o no. Así, cuando
concurren elementos normativos, por ejemplo, el hurto exige que se tomen las cosas
muebles ajenas, lo que hace necesario acudir al Derecho civil para determinar ambos
elementos (si son muebles o no y si son o no ajenas). De esta manera se llega a un
concepto de tipo valorativo, en el que éste se configura o bien como indicio o ratio
cognoscendi de la antijuridicidad o bien como condición necesaria o parte (ratio essendi)
de la antijuridicidad. Pero antes de abordar las relaciones entre tipo y antijuridicidad
conviene ofrecer un CONCEPTO DE TIPICIDAD.
⁃ c) Tipo de garantía o tipo en sentido amplio se identifica con todos los elementos
exigidos en la descripción legal para imponer una pena.
El concepto que se va a manejar de aquí en adelante es el del tipo de injusto, esto es,
todos los elementos que determinan la desvalorización del hecho o lo que es lo mismo los
que inciden en la lesión o peligro para el bien jurídico. No basta con una constatación de
que el hecho coincide con lo descrito en la norma penal, sino que exige la valoración de si
se ha lesionado o puesto en peligro el bien jurídico. Este concepto de tipicidad supone tres
planos:
⁃ - el valorativo, que viene dado por la lesión o puesta en peligro del bien
jurídico
⁃ - El fáctico, esto es, el sustrato material representado por los elementos del
hecho: sujetos, objeto, conducta. Se ha dicho que la tipicidad cumple diversas
funciones, a saber: indiciaria, motivadora general y de garantía. Indiciaria, en
cuanto que la tipicidad se configura como indicio de la antijuridicidad que puede
finalmente desaparecer si concurre alguna causa de justificación. Lo cierto es que
la tipicidad es algo más que un indicio de la antijuridicidad, pues la realización del
tipo exige la afectación del bien jurídico o lo que es lo mismo del desvalor de
resultado. Por lo que, el tipo cumple una función fundamentadora del injusto. La
función motivadora general deriva de que los tipos penales influyen en los
ciudadanos para que se abstengan de realizar las conducta allí prohibidas.La
función de garantía se produce en tanto en cuanto sólo los comportamientos
subsumibles en el tipo pueden ser sancionados penalmente. Esto es, delimita las
esferas de libertad a los efectos penales. Constituye el reflejo del principio de
legalidad en su vertiente de seguridad jurídica. De lo que acabado de exponer se
extrae que la relación que guarda la tipicidad con la antijuridicidad puede adoptar
una de estas dos formas: a) ratio cognoscendi: esto es, la tipicidad, aunque implica
valoración jurídica (determina lo relevante para el derecho penal), es sólo un
indicio de la antijuridicidad. Ofrece una primera selección de qué comportamientos
son los penalmente relevantes. Un juicio provisional que se confirmará o no con la
constatación de la concurrencia o no de causas de justificación. b) Ratio essendi de
la antijuridicidad: de acuerdo con ello la tipicidad cumple una función
fundamentadora de la antijuridicidad. Aquí hay, a su vez, dos posibilidades:
⁃ Una según la cual la tipicidad fundamenta el injusto en cuanto que exige la afectación al
bien jurídico, de manera que tipicidad constituye parte o elemento de la
antijuridicidad. El primer escalón del juicio de antijuridicidad es el examen del tipo
⁃ La desarrollada por la “teoría de los elementos negativos del tipo”. De acuerdo con ella,
el tipo tiene una parte positiva (tipo de injusto) y otra negativa (la ausencia de
causas de justificación), de manera que toda conducta típica es siempre
antijurídica, pues el juicio de valor sobre la contrariedad a derecho de un
comportamiento exige también la constatación de que no concurren causas de
justificación. Es como si todos los tipos penales recogieran algo así: “ el que matare
a otro será castigado con la pena de prisión de 10 a 15 años, salvo que se actúe en
legítima defensa, estado necesidad, cumplimiento de un deber, oficio o cargo,
ejercicio de un derecho”. ¿Qué consecuencias tiene esta identificación total entre
tipicidad y antijuridicidad (adviértase que esto no ocurre en la primera variante)?
La más destacada es que ofrece el mismo tratamiento a conductas que carecen de
relevancia jurídico-penal (matar a una mosca) y a otras que sí la tienen (matar a un
hombre en legítima defensa). En el primer ejemplo, falta un elemento del tipo,
mientras que en el segundo, concurre una causa de justificación. Ambas conductas
son atípicas, por tanto, irrelevantes para el derecho penal. Con lo cual, se acaba en
que la vida de una mosca vale para el derecho lo mismo que la vida un hombre
justificadamente muerto por otro.
⁃ a) descriptivos: son los que requieren una mera comprobación del hecho. Pueden ser a
su vez a. objetivos: son los que hacen referencia a un acontecimiento del mundo
externo. Por ejemplo, el “otro” del homicidio. b. Psicológicos: se refieren a un
hecho del ánimo del autor o de la víctima, por ejemplo, el ánimo de lucro, el
“contra la voluntad”, etc.
⁃ b) Normativos: son los que exigen un juicio de valor. Se dividen a su vez, en:
a. por la intensidad del ataque se distinguen los delitos de lesión y los delitos de peligro.
Los primeros requieren la efectiva lesión o menoscabo del bien jurídico protegido, ya
supongan la destrucción de algo material (la vida, un objeto valioso,...) o algo ideal (el
honor, la libertad,...), en tanto que los delitos de peligro exigen sólo la probabilidad de
lesión, mediante una acción de puesta en peligro del correspondiente bien jurídico que se
trata de tutelar. A su vez, los de peligro, pueden serlo de peligro concreto o de peligro
abstracto. El peligro concreto requiere la creación de una efectiva situación de peligro,
siendo necesario, pues, que el juez compruebe la proximidad del peligro al bien jurídico de
que se trate. Tal sería el caso del tipo del artículo 380.1, en el que se castiga el hecho de
conducir un vehículo a motor con temeridad manifiesta y poner en concreto peligro la vida
o la integridad de las personas, de modo que si alguien conduce temerariamente, pero sin
que se dé la circunstancia aludida no incurre en este delito. El peligro abstracto, en
cambio, no precisa que en el caso concreto la acción cree un peligro efectivo. Así ocurre en
el artículo 379.2, donde el legislador castiga simplemente la actividad de conducir bajo la
influencia de determinadas sustancias, sin que sea necesario para su aplicación que el juez
entre a valorar si tal conducta supuso o no un riesgo para alguien. En el fondo la ley
presume que la realización de ciertas acciones entraña la creación de un peligro y castiga,
por tanto, la peligrosidad de la conducta en sí misma. Los artículos 345 y 359 también
contienen delitos de peligro abstracto.
6. Delitos uniofensivos o pluriofensivos, según que protejan un solo bien jurídico o varios.
Ejemplo de los primeros es por ejemplo el homicidio, de los segundos, el delito de
acusación y denuncia falsa en el que junto a la afectación del buen funcionamiento
de la administración de justicia también se ataca el honor de la persona acusada o
denunciada falsamente.
7. Por la duración de la ofensa al bien jurídico cabe distinguir entre delitos instantáneos y
delitos permanentes. En los instantáneos la ofensa al bien jurídico cesa
inmediatamente después de realizarse el tipo, sin que se cree una situación
antijurídica duradera. Esto sucede, pongamos por caso, con el delito de homicidio,
ya que desde el momento en que se produce la muerte del sujeto pasivo, el bien
jurídico (vida) se extingue, no pudiendo verse afectado más. En los delitos
permanentes, sin embargo, se crea una situación antijurídica duradera, que se
prolonga hasta que se deja de presionar sobre el bien jurídico. Así por ejemplo, en
la detención ilegal, el ataque al bien jurídico no cesa hasta que el sujeto es puesto
en libertad, lo que tiene repercusiones en materia de prescripción (artículo 132) y
de participación de terceros, ya que ésta sigue siendo posible en tanto dure la
afección del bien jurídico (consumación).
c) Por razón del sujeto activo, se diferencia entre delitos comunes, en los que el sujeto
puede serlo cualquiera, como es el caso del hurto (artículo 234) o del homicidio (artículo
138), y delitos especiales, que requieren que el sujeto activo reúna determinadas
cualidades (ser funcionario, abogado, juez o autoridad pública, por ejemplo). A su vez,
estos últimos pueden ser:
⁃ Especiales propios o en sentido estricto: Estos tipos prevén sólo como posibles sujetos
activos a determinadas personas especialmente cualificadas, de modo que el delito
nunca lo podrían ejecutar otros. Es decir, no tienen una figura paralela de delito
común. El delito de prevaricación judicial, consistente en dictar una sentencia o
resolución injusta (artículo 446), sólo lo pueden llevar a cabo jueces o magistrados,
ya que son los únicos facultados para realizar tal actividad.
⁃ Especiales impropios o en sentido amplio: Son aquellos que cuentan con un tipo común
paralelo, sucediendo que si lo realizan determinadas personas hace que se
convierta en un tipo agravado, por ejemplo, el delito de detención ilegal realizado
por funcionario público o autoridad (art. 167 CP) frente a la detención ilegal del art.
163 CP, donde se tipifica esa misma conducta cuando es realizada por cualquier
particular.
⁃ Aparte de los anteriores existen los denominados delitos de propia mano, en los que la
esfera de los posibles sujetos activos queda restringida a quienes están en
condiciones de ejecutar inmediata y corporalmente la acción prohibida, sin que
puedan valerse de intermediarios. La violación (artículo 179), como modalidad
agravada de las agresiones sexuales, o el hecho de conducir un vehículo a motor o
un ciclomotor bajo la influencia de drogas tóxicas, estupefacientes, sustancias
psicotrópicas o de bebidas alcohólicas (artículo 379) constituyen sendos ejemplos
de esta modalidad.
d) En atención a la conexión que puede existir de unos tipos con otros se habla de tipos
básicos y subtipos (o tipos derivados) agravados o atenuados. Los primeros son aquellos
que contienen los elementos esenciales de una determinada conducta delictiva, mientras
los subtipos añaden elementos accidentales, que suponen la creación de tipos agravados
(o cualificados) o atenuados (o privilegiados). Así, el art. 163
CP, en su apartado 1 castiga con prisión de cuatro a seis años la modalidad básica del
delito de detenciones ilegales -consistente en encerrar o detener a otro, privándole de su
libertad- y en los números 2 y 3 se contienen, respectivamente, un tipo atenuado y otro
agravado en función de la menor o mayor duración del encierro (en el caso de la
atenuación se exige, además, que el culpable no hubiese logrado el objeto que se había
propuesto), lo que se traduce en la consiguiente rebaja o aumento de pena respecto de la
prevista para el tipo básico. Frente a estos tipos derivados se encuentran los llamados
tipos autónomos, esto es, tipos independientes porque presentan diferencias cualitativas
respecto del bien jurídico (protegen otro u otros bienes jurídicos, la forma de ataque es
diversa, etc.). Así, por ejemplo, el delito de hurto respecto del de malversación de
funcionario público. En el primero se toman las cosas muebles ajenas, mientras que en el
segundo se limita a la sustracción de los caudales públicos llevada a cabo por funcionario
público (restringe el objeto material y el sujeto activo, el bien jurídico es diverso).
⁃ a) la político-criminal: se plantea lo que debe ser objeto de protección penal (de lege
ferenda). Esta es la visión del legislador. Aquí se trata de determinar cómo y de
dónde se tienen que extraer los bienes jurídicos que deben ser protegidos por la
ley penal. Para algunos el catálogo de bienes jurídicos tiene una base sociológica –
se identifica con las posibilidades de participación del individuo en el sistema
social, o con la satisfacción de necesidades sociales, etc.-, mientras que para otros
su fundamento debe estar en una base formalizada como es la Constitución, en la
que se expresan los valores y fines del ordenamiento jurídico de una sociedad.
⁃ De garantía. Esta función tiene que ver de nuevo con el citado
principio de exclusiva protección de bienes jurídicos, ya que implica que el
legislador no puede castigar cualesquiera conductas, sino sólo aquellas que
lesionan o ponen en peligro un bien jurídico. Obliga a no recoger delitos formales o
de mera obediencia. 5.- Contenido de injusto El contenido de injusto de una
El sujeto pasivo es el titular del bien jurídico lesionado o puesto en peligro por el delito.
Pueden ser sujetos pasivos del delito todas las personas –físicas o jurídicas- con capacidad
para ser titulares de derechos o intereses, así como el Estado o una colectividad carente de
personalidad jurídica, pues basta que el sujeto tenga reconocido un interés esencial en la
protección del bien jurídico, esto es, basta con una relación de pertenencia. En el delito de
homicidio el sujeto pasivo es la persona que pierde la vida mientras que en el delito
medioambiental del artículo 325, lo sería la propia sociedad y no un individuo concreto.
Conceptualmente suele distinguirse entre sujeto pasivo del delito y sujeto pasivo de la
acción, en referencia a la persona sobre la que incide la acción típica y que, por tanto,
puede aparecer también como objeto material. Normalmente coinciden ambos, pero a
veces son diferentes, como ocurriría en el supuesto de que el ladrón arrebatase
violentamente el reloj de un adulto con el que momentáneamente jugaba un niño. En tal
caso el sujeto pasivo del delito sería el propietario del objeto, en tanto que el sujeto pasivo
de la acción lo sería el niño, ya que sobre él recayó la conducta.
No hay que confundir tampoco el sujeto pasivo con el perjudicado, que es la persona que
sufre los perjuicios originados por la acción delictiva. Es cierto que ambas cualidades
coinciden en la mayoría de los casos, pero hay veces que no es así. El delito de homicidio
constituye un buen ejemplo de esta segunda hipótesis, pues obviamente el sujeto pasivo
será el muerto y los familiares del mismo serán realmente los perjudicados.
El sujeto activo es aquel que realiza la conducta típica, el que conjuga el verbo que
constituye el núcleo del tipo. En el delito de homicidio del artículo 138 CP será, pues, el
que mata.
Aunque hablemos de sujeto activo del delito, en realidad nos estamos refiriendo al sujeto
activo de la acción típica, ya que puede ocurrir que el individuo que ha llevado a cabo la
acción no sea finalmente responsable del delito, como sucedería en el caso de que quien
dispara y produce la muerte de otro sea un enajenado mental. De ahí, la necesidad de
diferenciar el sujeto activo del autor del delito, que es el responsable del mismo. De este
modo, podríamos decir que el sujeto activo es un elemento de la formulación del tipo,
mientras que el autor es un
Ver la clasificación de los delitos atendiendo al sujeto activo, según sea indiferenciado o
no.
a) responden por los delitos cometidos en nombre o por cuenta de las personas jurídicas,
y en su beneficio directo o indirecto, por sus representantes legales o por aquellos que
actuando individualmente o como integrantes de un órgano de la persona jurídica, están
autorizados para tomar decisiones en nombre de la persona jurídica u ostentan facultades
de organización y control dentro de la misma. Para evitar la indeseable responsabilidad
objetiva por la actuación de otro, se exige que el delito se deba a un defecto de
organización de la sociedad, esto es, a una omisión del cuidado debido en la evitación de
la comisión de delitos en su seno. Además debe haberse cometido el delito por el
representante legal –quien ostenta la representación de la persona jurídica en relación con
todos los actos comprendidos en su objeto social-, el administrador de derecho –quien
realiza funciones de administración en base a un título jurídicamente válido- o el
administrador de hecho –quien de hecho manda o gobierna sin título jurídico o con uno
defectuoso-. En cualquier caso, el delito debe provenir de una decisión controlable por los
órganos de gobierno de la persona jurídica. La exigencia de actuar en nombre o por cuenta
de la persona jurídica y en su provecho excluye los casos en que se comete el delito al
margen de su función de representación o administración, aunque el delito beneficie a la
persona jurídica y también los casos en que se actúa exclusivamente en beneficio propio.
El provecho no tiene que ser necesariamente económico, y puede ser directo o indirecto
(ahorro de costes).
b) responden por los delitos cometidos, en el ejercicio de actividades sociales y por cuenta
y en beneficio directo o indirecto de las mismas, por los empleados cuando la persona
jurídica no haya ejercido el debido control sobre ellos (incumplimiento grave de los
deberes de supervisión, vigilancia y control). No es necesario que se encuentre
formalmente vinculado a la empresa a través de un contrato mercantil o de trabajo,
pudiendo serlo un autónomo o un trabajador subcontratado (basta con estar sometido a
la autoridad de las personas del párrafo anterior), siempre que se encuentre integrado en
el ámbito de dominio social. El trabajador además debe actuar por cuenta y en provecho
de la persona jurídica. Ésta responde por la omisión del deber de vigilancia (culpa in
vigilando).
El apartado 2 del art. 31 bis regula las condiciones en que la persona jurídica queda exenta
de responsabilidad cuando implanta un programa de prevención de delitos. Así, cuando el
responsable del delito es representante legal o quien toma las decisiones, se requiere que
el programa se haya adoptado y ejecutado antes de la comisión del delito, que se haya
atribuido a órgano de la persona jurídica con poderes autónomos la facultad de
supervisión y control de dicho programa, que el autor del delito haya eludido
fraudulentamente el modelo de organización y prevención, no se ha producido ninguna
omisión ni defecto de supervisión en la vigilancia y control por parte del órgano encargado
de esta función. La acreditación parcial de estas circunstancias producirá una atenuación
de la pena.
Cuando el responsable del delito fuera el empleado la persona jurídica quedará exenta de
responsabilidad penal cuando si antes de la comisión del delito hubiera adoptado y
ejecutado un modelo de prevención adecuado de delitos de la naturaleza del que fue
cometido. Al igual que en el caso anterior, una acreditación parcial dará lugar a una
atenuación de la pena.
En ambos casos los programas de prevención deberán reunir las condiciones a que se
refiere el apartado 5 del art. 31 bis: identificar las actividades en las que pueden ser
cometidos los delitos que se quieren prevenir, establecer protocolos o procedimientos que
concreten la formación de la voluntad de la persona jurídica, la toma de decisiones y
ejecución de las mismas, desarrollar modelos de gestión de recursos financieros
adecuados para impedir la comisión de delitos que deben ser prevenidos, imponer la
obligación de informar de posibles riesgos e incumplimientos al organismos encargado de
la vigilancia y supervisión del programa, contar con un sistema disciplinario ante el
incumplimiento de las medidas previstas, un sistema de verificación periódica del modelo
y de eventual modificación.
jurídica con la del autor que afecta a la pena de multa, tratando de evitar así una situación
de bis in ídem por ejemplo cuando el capital de la persona jurídica y el del autor del delito
coinciden (pequeñas empresas).
El art. 31 ter. 2 CP declara también que las circunstancias que afectan a la culpabilidad del
acusado o que agraven su responsabilidad no son comunicables a la persona jurídica.
Igualmente el hecho de que las personas físicas que hubieran materialmente realizado los
hechos hayan fallecido o se hubieran sustraído a la acción de la Justicia no excluirá la
responsabilidad de la persona jurídica. A contrario sensu, la responsabilidad de la persona
jurídica podría excluirse por cualquier otra causa de las previstas en el art. 130.1 CP de
extinción de la responsabilidad penal (indulto, prescripción del delito o de la pena). La
referencia que se hace en este precepto a la culpabilidad no debe ser entendida en su
sentido estricto y por tanto diferenciado de otros elementos del delito como la
antijuridicidad, sino en un sentido más amplio. Otra conclusión nos llevaría a entender
comunicables todas las atenuantes del art. 20 a excepción de las no 1 y 2, lo que chocaría
con lo dispuesto en el art. 31 quater CP que establece que sólo podrán considerarse
circunstancias atenuantes de la responsabilidad penal de la persona jurídica haber
realizado, con posterioridad a la comisión del delito y a través de sus representantes
legales alguna de las siguientes actividades: a) confesión de la infracción a las autoridades
antes de conocer que el procedimiento judicial se dirige contra ella; b) reparación del
daño; c) aportar pruebas nuevas y decisivas para esclarecer las responsabilidades penales
en cualquier momento del proceso; d) establecer medidas eficaces para prevenir y
descubrir los delitos que en el futuro pudieran cometerse con los medios o bajo la
cobertura de la persona jurídica. Se trata aquí de implementar programas de prevención
después de la comisión del delito y en todo caso, antes del comienzo del juicio oral.
El artículo 31 del CP, al regular el actuar en nombre de otro -bien sea persona física o
jurídica- establece en su primer párrafo, respecto a la segunda hipótesis, que el que actúe
como administrador de hecho o de derecho de una persona jurídica, o en nombre o
representación legal de otro, responderá personalmente, aunque no concurran en él las
condiciones, cualidades o relaciones que la correspondiente figura del delito o falta
requiera para poder ser sujeto activo del mismo, si tales circunstancias se dan en la
entidad en cuyo nombre o representación obre.
Por su parte, el artículo 129 CP recoge una serie de medidas (consecuencias accesorias)
que se pueden imponer a empresas, organizaciones, grupos o cualquier otra clase de
entidades o agrupaciones de personas que carecen de personalidad jurídica, y en cuyo
seno o con cuya colaboración se han cometido los delitos en los que se reconoce
responsabilidad a la persona jurídica.
El objeto material es la persona o cosa sobre la que físicamente recae la conducta típica.
Aunque en el plano conceptual el objeto material y el sujeto pasivo son siempre
susceptibles de distinción, de hecho pueden coincidir. Repárese, por ejemplo, que en el
delito de lesiones así ocurre, porque el sujeto pasivo es la persona cuya integridad física se
ha dañado y el objeto material es el cuerpo de la misma. Sin embargo, en un delito de
hurto el objeto material viene representado por la cosa mueble sustraída mientras que el
sujeto pasivo es su propietario, por ser el titular del bien jurídico protegido.
Hay que tener en cuenta que existen delitos que carecen de objeto material: aquellos que
consisten en la lesión o puesta en peligro de bienes jurídicos puramente ideales, por ej. el
honor, en el delito de injurias. Se advierte con ello que el concepto de objeto material está
vinculado a la naturaleza del bien jurídico: existe una relación de repercusión con el bien
jurídico, en cuanto que la realización de la acción sobre el objeto material implicará un
peligro o lesión para el bien jurídico protegido. Se reservará, en cambio, el concepto de
objeto de la acción para aquellos delitos en los que el bien jurídico es puramente ideal,
aunque no obstante la acción se proyecte sobre entes externos, como ocurre por ejemplo
en unas injurias vertidas por escrito en una carta. El objeto de la acción es la carta, aunque
no constituye ninguna materialización del bien jurídico honor.
Aparte de los elementos subjetivos específicos acabados de examinar, en todos los delitos
se requiere para poder afirmar la tipicidad del hecho, que el actuar sea intencionado –
doloso- o al menos un actuar no intencionado pero carente de la diligencia debida. Se
distingue así entre tipos dolosos y tipos imprudentes. Comenzaremos por analizar lo
peculiar de los tipos dolosos: la concurrencia del elemento intencional o dolo.
⁃ a) el dolo malo, desarrollado por la doctrina causalista clásica, según el cual el sujeto
sabe y quiere lo que hace y sabe que no debe hacerlo. Esto es, está compuesto del
conocimiento y voluntad de los hechos y de la conciencia de su significación
antijurídica. Normalmente, este se configura como una forma de culpabilidad
⁃ b) Eldolonatural,propiodeladoctrinafinalista,quesóloexigequeelsujetosepa y quiera la
dimensión externa de los hechos, no siendo necesario para su apreciación el que
además tenga conocimiento de que lo hace es contrario al ordenamiento jurídico.
Este se configura como un elemento subjetivo del tipo.
Aquí se va a partir de un concepto de dolo natural en el que es suficiente con que el sujeto
conozca y quiera los elementos objetivos del tipo. En consecuencia, se distinguen dos
elementos: intelectual (o cognoscitivo) y volitivo, que se corresponden con la doble
dimensión de conocimiento y voluntad.
o En el dolo directo de primer grado hay plena coincidencia entre el propósito del autor y
el resultado típico: el sujeto quiere matar a otro y le dispara causándole la muerte.
Así las cosas, la teoría de la probabilidad parece ofrecer en principio más seguridad
jurídica y menos dificultades de prueba que la del consentimiento. Bastaría, por tanto,
para apreciar el dolo con que el sujeto asuma la consecuencia como probable, esto es, que
la quiera en el sentido de que sea bastante probable que el hecho ocurra y aún sin
quererlo directamente, actúe.
Clases: son muy diversas las clasificaciones que se ofrecen por la doctrina. Se considerarán
sólo las que tienen una mayor incidencia práctica:
⁃ por sus efectos, se distingue entre error inesencial o irrelevante y error esencial o con
relevancia para el derecho penal, que a su vez se subdivide en error vencible o
invencible, según que fuera o no superable con un esfuerzo de conciencia exigible
al sujeto.
que recae sobre la significación antijurídica del hecho y será examinado más adelante en la
culpabilidad.
Ese déficit de conocimiento que afecta al autor es tomado en cuenta por el CP.
Concretamente, el Código penal se refiere al error en el art. 14, distinguiendo entre error
de tipo y de prohibición, los cuales a su vez pueden ser vencibles o invencibles, de acuerdo
a los criterios acabados de establecer. Concretamente, en los números 1 y 2 se refiere a lo
que hemos llamado error de tipo y en el número 3 al denominado doctrinalmente error de
prohibición, asignándoles consecuencias diferentes según sea, en cada caso, vencible o
invencible.
Así, las consecuencias de un error invencible, tanto de tipo como de prohibición, son las
mismas: excluir la responsabilidad penal. En cambio, éstas difieren cuando se trata de un
error vencible. En efecto, el error vencible de tipo (“hecho constitutivo de la infracción
penal”) supone el castigo de la infracción, en su caso, como imprudente. Esta salvedad
–“en su caso”- significa que si no está prevista la comisión del delito a título imprudente la
conducta en la que medie error de tipo vencible estará excluida de pena. Por su parte, el
error vencible de prohibición (“sobre la ilicitud del hecho”) conlleva la atenuación de la
pena del delito doloso en uno o dos grados.
que se trate. Así no es posible, por ejemplo, respecto de delitos que contengan elementos
subjetivos del injusto –como el robo o el hurto- o en los que se exija expresamente dolo.
Había, por tanto, que investigar si respecto de cada figura delictiva cabía la versión
imprudente o no, piénsese por ejemplo, en el delito de violación, que no admite su
comisión mediante imprudencia. Con el nuevo sistema de incriminación excepcional y
cerrada de la imprudencia se gana en seguridad jurídica.
En cuanto a la estructura típica del delito imprudente, se distingue entre una parte
objetiva, consistente en la lesión o peligro para el bien jurídico en la forma descrita
(desvalor de resultado) precisamente por infracción del deber objetivo de cuidado
(desvalor de acción); y una parte subjetiva, consistente, desde el punto de vista positivo,
en haber querido la conducta descuidada, con conciencia del peligro resultante (culpa
consciente) o sin él (culpa inconsciente), y desde la perspectiva negativa, de no haber
querido el autor causar el resultado producido.
El ordenamiento jurídico exige para realizar diversas acciones en la vida social una
determinada diligencia o cuidado. Se trata de una medida objetiva, que está en función de
la necesidad de protección de los bienes jurídicos y de las exigencias de la vida social. Esta
medida de cuidado debido es independiente de la capacidad de cada sujeto.
Dicha infracción del cuidado debido se produce cuando el resultado injusto producido era
previsible y evitable. Para afirmar que el resultado era previsible no es preciso que el autor
lo haya previsto efectivamente; bastará que haya debido y podido preverlo (conocimiento
potencial, al contrario que en el dolo, que era actual), no siendo suficiente tal dato, al que
habrá que añadirse que haya podido y debido evitarlo, ya que el Derecho no puede
reprochar lo inevitable. Aquí hay que tener en cuenta la capacidad del sujeto y lo que era
personalmente exigible, teniendo en cuenta que el deber de cuidado sólo es exigible allí
donde es útil para la protección del bien jurídico, de manera que si es ineficaz (el resultado
se hubiera producido de todas maneras) no habrá infracción del deber personal de
cuidado).
Según reiterada doctrina del Tribunal Supremo, los elementos sobre los que descansa la
imprudencia son los siguientes:
sentido, se distingue entre los casos de impericia y negligencia profesionales; es decir, los
casos de falta de conocimientos o preparación en el sujeto para llevar a cabo la
correspondiente actividad y aquellos otros en que el sujeto realiza prácticas peligrosas en
el ámbito de su profesión de manera descuidada. En tales supuestos, aparte de la
consiguiente sanción privativa de libertad, al autor se le impone una pena de inhabilitación
para el ejercicio de la profesión, oficio o cargo.
4.-Otros elementos subjetivos del tipo: los llamados elementos subjetivos específicos del
injusto.
Concepto: son ánimos o fines específicos distintos del dolo y requeridos expresamente por
la descripción legal, sin los cuales una conducta no estaría ni siguiera prohibida. No están
previstos en todos los tipos, sólo en aquellos que lo requieran para distinguir una acción
relevante para el DP de otra que no lo es. Por ejemplo: en el hurto la acción de tomar las
cosas muebles ajenas exige el ánimo de lucro (elemento subjetivo del injusto). Con ello se
distinguen acciones de tomar fundadas en el error de aquellas que persiguen la
apropiación de las cosas ajenas. Externamente ambas acciones son las mismas, se
diferencian en el aspecto interno o ánimo que guía al sujeto.
La consecuencia es que aquellos delitos que tienen elementos subjetivos del injusto no
admiten versión imprudente del delito. En función de los elementos subjetivos los delitos
se clasifican en:
Si se parte de que la acción penalmente relevante debe ser una conducta humana
conducida por la voluntad, resulta obvio que no habrá acción cuando no se trate de un
comportamiento humano (animales o fuerzas de la naturaleza) o cuando no se lleve a
cabo una acción como manifestación de la voluntad. Esto último sucede en los casos de
fuerza irresistible, de estados de inconsciencia y en los movimientos reflejos. Veamos cada
uno de ellos.
ausente la voluntad. A las anteriores características el Tribunal Supremo exige además que
proceda de otra persona. No se recoge expresamente en el Código penal, lo que no obsta
a su apreciación, por cuanto el art. 10 CP exige que esté presente la acción.
La atipicidad por falta del contenido o dimensión valorativa del tipo tiene que ver con el
bien jurídico. La inexistencia de bien jurídico o la falta de la afectación del mismo supone
que el comportamiento es atípico. Así cuando se dispara sobre un cadáver respecto del
homicidio o cuando se reproduce la firma de otro por mero divertimento respecto de las
falsedades. Es aquí también donde entra en juego el consentimiento del sujeto pasivo
como elemento negativo del tipo que elimina el desvalor, esto es, la afectación del bien
jurídico.
a) los de acuerdo: son aquellos en los que el delito requiere explícita o implícitamente que
se realice contra la voluntad de la víctima, siendo ésta elemento del contenido de injusto,
de manera que si hay consentimiento del sujeto pasivo no hay lesión del bien jurídico. Por
ejemplo, en el allanamiento de morada, detención ilegal o el hurto es necesario que el
comportamiento se realice en contra de la voluntad del morador, del propietario, etc.
Resulta claro que si María consiente que Carla la encierre durante una semana en su casa
por puro experimento no hay delito de detención ilegal.
b) los supuestos de consentimiento en sentido estricto son aquellos en los que, aunque se
tiene en cuenta la voluntad del sujeto pasivo, no desparece la lesión del bien jurídico
porque su titular acepte el comportamiento típico. Por ejemplo, en
las lesiones, los daños, etc. Aunque Pedro consienta que Juan le lesione, no por ello el
daño a la salud queda eliminado. La afectación al bien jurídico persiste.
Ahora bien, hay que tener en cuenta que el consentimiento como causa de justificación no
se recoge expresamente en el Código penal. Es necesario buscar un fundamento legal para
esta causa de justificación. Para unos, se encuentra en el art. 20.7 CP –ejercicio de un
Ámbito de aplicación. En lo que se refiere a los delitos contra la colectividad (salud pública,
medio ambiente, etc.) resulta indiscutible que habrá que negarle toda eficacia, dado que
dichos bienes jurídicos se protegen independientemente de la voluntad de los individuos.
Por el contrario, en lo que atañe a los delitos contra los particulares podríamos partir del
principio de la eficacia del consentimiento. Ello resulta evidente cuando el interés
protegido es exclusivamente privado y renunciable; sería el caso de la propiedad. Sin
embargo, ocurre que en ciertos delitos contra los particulares es discutible que el interés
protegido tenga las anteriores características, como lo demuestra la regulación que de los
mismos efectúa el CP. Veamos algunos casos:
En los delitos contra la vida, por ejemplo, el legislador no concede eficacia eximente al
consentimiento desde el momento en que en el artículo 143 castiga la
cooperación con actos necesarios a la muerte de otro, incluso aunque sea el suicida el que
solicite dicha intervención del tercero. Por otra parte, es cierto que los supuestos de
eutanasia los castiga el CP con menos severidad que cuando se priva de la vida a alguien
que no quiere morir (lo que demuestra que de alguna manera toma en cuenta la voluntad
de la víctima), pero, en cualquier caso, no le otorga plena relevancia, seguramente porque
parte de la premisa –no siempre compartida por parte de la doctrina- de la
indisponibilidad de la vida.
- Capacidad del sujeto pasivo de comprender el alcance del acto en el que consiente. En
general, como causa de atipicidad, basta con la capacidad natural de discernimiento, que
permita advertir el alcance y significado de sus actos, aunque algunos tipos fijan un límite
mínimo de edad (por ejemplo, en el abuso sexual del art.
181 CP). Como causa de justificación, tendrá que reunir los requisitos de capacidad
exigidos por la rama del derecho en la que se haya actuado para cometer el delito.
- No es directamente aplicable la doctrina del negocio jurídico civil sobre los vicios del
consentimiento al ámbito penal, porque aquí se examina el consentimiento como
institución que excluye o no el merecimiento de pena. Así, la coacción impide en todo caso
un consentimiento válido en el ámbito penal, pero el error y el engaño a veces sí y a veces
no. Así un consentimiento por engaño no exime en el ámbito de los delitos sexuales –
abusos sexuales fraudulentos-, pero en cambio sí lo hace en el delito de allanamiento de
morada (engaño para entrar en la morada ajena para satisfacer la curiosidad ajena).
6. Fines de la Pena
En relación con los fines de la pena en primer lugar definiremos el significado de pena,
siendo esta el recurso que utiliza el estado para reaccionar frente al delito, expresándose
como la "restricción de derechos del responsable". Por ello, el Derecho que regula los
delitos se denomina habitualmente Derecho penal.
A su vez las teorías sobre la función de la pena pretenden determinar la función que la
sanción penal o pena tiene asignada y que, a su vez, permite establecer cuál es la función
que posee el Derecho penal en general. Así pues podemos hacer una división de las
distintas teorías existentes sobre la pena, en primer lugar encontramos las teorías
absolutas siendo su artículo principal la justicia retributiva, en segundo lugar encontramos
las teorías relativas siendo su artículo principal el prevencionismo, a su vez las teorías
relativas podemos dividirlas en dos grupos las teorías preventivas generales y las teorías
preventivas especiales.
Por otro lado las teorías relativas otorgan un fin ulterior a la pena, como prevenir futuros
delitos. A continuación explicaremos los dos tipos de teorías en que se dividen:
-La prevención general apunta a la generalidad de los individuos de una sociedad. En su
versión negativa el conjunto de normas jurídicas está respaldado por la coerción o
amenaza de sanción que conllevaría el incumplimiento de tales normas. Esta coerción
tiene como fin último el disuadir a los individuos de que ejecuten el comportamiento
legalmente prohibido. Sin embargo, la corriente positiva de la prevención general
propugna reafirmar las expectativas de cumplimiento de las normas jurídicas que
cualquier persona tiene, y que se ven quebrantadas cuando terceras personas cometen un
delito.
-La prevención especial trata los efectos que tiene la aplicación de una pena en
el individuo a la que va dirigida. El principal objetivo de esta clase de prevención será
evitar que aquel que ya haya cometido un acto ilícito vuelva a tener tal actitud en el
futuro. Así, la prevención especial no va dirigida al conjunto de la sociedad, sino a aquellos
que ya hayan vulnerado el ordenamiento jurídico. Podemos distinguir una doble vertiente
dentro de la prevención especial: por un lado la peligrosidad criminal de manera que se
busca evitar el peligro que para la sociedad supone el criminal y por otro lado la
prevención especial en sentido estricto que supone el condicionamiento interno del sujeto
que ha infringido la norma para que no vuelva a realizar tales infracciones.
En definitiva podemos ver que la pena persigue varios fines, el intimidar a los sujetos para
que no delincan, en segundo lugar debe corregir y reinsertar al sujeto en la sociedad, en
tercer lugar lograr la prevención y protección de la sociedad ante dichos actos negativos y
en último lugar la pena debe ser un ejemplo para los sujetos causando así en estos un
comportamiento favorable.