Sei sulla pagina 1di 17

De Gómez Suárez de Figueroa al Inca Garcilaso

B. APL, 45. 2008 (97-113)

DE GÓMEZ SUÁREZ DE FIGUEROA AL INCA GARCILASO:


CONFIGURACIÓN DEL ESTATUTO FICCIONAL EN LA
FLORIDA DEL INCA

DE GOMEZ SUAREZ DE FIGUEROA A L’INCA GARCILASO:


CONFIGURATION DU STATUT FICTIONNEL DANS
LA FLORIDA DEL INCA

FROM GÓMEZ SUÁREZ DE FIGUEROA TO


GARCILASO: FICTIONAL STATUTE IN
LA FLORIDA DEL INCA

Óscar Coello
Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Resumen:
El presente artículo, luego de contextualizar la figura del autor y fijar
la identidad actancial del narrador, llamado así mismo Inca, precisa las
categorías literarias de base para fortalecer la mejor intelección ficcional
de La Florida. Es un artículo conmemorativo producido con ocasión del
cuatricentenario de la edición de La Florida, celebrado por la UNMSM y
la Academia Diplomática del Perú.

Résumé:
Après avoir remis la figure de l’auteur dans son contexte et fixé l’identité
actancielle du narrateur, également appelé Inca, le présent article décrit
les catégories littéraires de base afin de renforcer la meilleure intellection
fictionnelle de La Florida. Cet article commémoratif fut rédigé à l’occasion

B. APL 45(45), 2008 97


Óscar Coello

du quadricentenaire de la parution de La Florida, célébré par l’UNMSM


et l’Académie diplomatique du Pérou.

Abstract:
Alter placing the author in its relevant context and making precise his
actantial identity, the article lays down the basic literary categories for
better understanding the fictional intellection of La Florida. This article
forms part of the oncoming events commemorating the quadricentennial
edition of La Florida.

Palabras clave:
La Florida; Inca Garcilaso; ficcionalidad; literaturidad; narrador

Mots clés:
La Florida; Inca Garcilaso; fictionnalité; littératurité; narrateur

Key words:
La Florida; Inca Garcilaso; fictionalizing

En el siglo XVI, antes de la llegada de Pizarro, el Perú era una


imprecisa leyenda como el Dorado, como el país de la Canela, como el
reino de las Amazonas, como la Atlántida. Pizarro, cuando descubrió
el Tawantinsuyo, instaló un sueño en el mundo de las verdades de
Occidente y determinó que ese sueño que había alcanzado a tocar con
sus manos era El Perú.

Dicho de otra manera: el Tawantinsuyo antes de ser descubierto


ya tenía un nombre ficcional para los alucinados españoles que
merodeaban por el novísimo mar descubierto hacia el sur. No se sabía
ni siquiera dónde quedaba ese país de leyenda, si hacia el poniente o
hacia el levante. Los extraviados descubridores le llamaron a su empresa
la Armada del Levante. Y, así, el nombre del Perú de la leyenda, si bien
está documentado desde 1523 (Archivo General de Indias, Contaduría,

98 B. APL 45(45), 2008


De Gómez Suárez de Figueroa al Inca Garcilaso

leg. n.° 1451)1, nace con el esplendor del descubrimiento del Pacífico,
aquel día de San Miguel de 1513 cuando Balboa y Pizarro lo tocaron por
primera vez.

Cuando nuestros fundadores se encuentran el Tawantinsuyo, casi


veinte años después, corre por todo el mundo la noticia del hallazgo del
Perú y todo lo que había en él comienza a ser rebautizado con el nombre del
desvarío; así, los incas comienzan a ser peruanos, los Andes son peruanos,
el oro llega del Perú y todo vale un Perú. “Este nombre fue (...) impuesto
por los españoles a aquel imperio de los incas, nombre puesto a caso y no
propio, y por tanto de los indios no conocido antes, por ser bárbaro tan
aborrecido, que ninguno de ellos lo quiere usar, solamente lo usan los
españoles”2. Es el Padre Valera, citado en los Comentarios reales, 1609.

La formación del estado español en el Perú corre por un camino


paralelo. El nacimiento del estado español en el Perú tiene su forma
visible en la fundación de Piura, en 1532. Pero las escrituras públicas
(dicho esto en términos figurados) de la constitución del estado español
en el Perú nos llevarían acaso a la capitulación de Toledo, en 1529, o al
momento en que se le pone nombre oficial a esta provincia hispana aún
no bien habida: la Nueva Castilla.

Es por ello que, unos años más tarde, cuando el capitán español Garcí
Lasso de la Vega y Vargas procrea un hijo en estas tierras, este habría de
ser —sin asomo de dudas— un súbdito español de por vida, cuyo nombre
oficial quedó asentado como el de Gómez Suárez de Figueroa, nombre del
bisabuelo español repetido en el niño, según la costumbre hispana.

En mi argumentación, creo de interés algunos datos puntuales acerca


de este capitán español Garcí Lasso de la Vega y Vargas. De tres hermanos
que fueron, dos vinieron al Perú poco antes de la fundación de Lima:

1 MATICORENA, Miguel: “El vasco Pascual de Andagoya inventor del nombre del
Perú”. En: Cielo Abierto. Lima, Vol. II, N.° 5, octubre 1979, pp. 38-42.
2 GARCILASSO DE LA VEGA, El Ynca: Primera parte de los commentarios reales.
Lisboa: En la oficina de Pedro Crasbeeck, 1609. Libro I, cap. VI.

B. APL 45(45), 2008 99


Óscar Coello

Juan de Vargas, muerto en 1547 en la batalla de Huarina, y el padre de


nuestro Gómez Suárez de Figueroa, muerto como sabemos en el Cuzco
de muerte natural, en 1559. El otro hermano nunca vino al Perú, fue un
capitán español de nombre Alonso de Vargas y fue el tío acomodado a
cuya casa de España se fue a vivir el joven Gómez Suárez, no por un día,
sino por casi treinta años, cuando murió su padre el capitán Garcí Lasso
en el Perú, y cuando la madre se unió a un mercader español.

Gómez Suárez de Figueroa nunca perdió la conciencia de que era


un súbdito español: litigó como tal ante la justicia hispana y si alguna vez
perdió, en otras ganó; tal cosa le sucede a cualquiera de las dos partes
en un tribunal. Su padre lo crió como a hijo muy querido; no solo fue
su padre biológico sino su padre de verdad: todos conocemos la casa
soledosa en el Cuzco donde lo hizo crecer, todos sabemos lo bien que
fue educado en nuestro idioma y cultura, en nuestra santa religión; y
sabemos, asimismo, que era muy buen amigo de su padre. Es famosa
la anécdota que cuenta cómo niño de trece años ayudó al capitán su
padre a huir por los techos en la revuelta de Girón, cómo le escribía
sus cartas de jovencito y llevaba sus cuentas, cómo su padre el capitán
Garcí Lasso, en un claro presentimiento de las dotes literarias de su hijo,
lo hizo apadrinar, el día de su confirmación en el Cuzco, por Diego de
Silva y Guzmán, el poeta del Prerrenacimiento que nos legara el primer
libro de poesía del Perú y América; y quiso el capitán Garcí Lasso que
su primogénito andino se fuera a estudiar a España para lo cual le dejó
cuatro mil pesos de oro y plata bien probados y ensayados a la hora de
morir; una pequeña fortuna, entonces. En fin, todos sabemos que el joven
Gómez Suárez de Figueroa allá en el solar español, extrañaba a su padre
muerto en el Cuzco y cómo consiguió permiso del Papa para trasladar sus
restos a España, donde él se pensaba quedar, es decir, hasta cumplir su
destino de escritor; aun consciente y abrumado porque sabía que debía
hacerlo cuando las alas del siglo inmenso y dorado del Renacimiento
hispano estaban ya en el cenit.

Gómez Suárez de Figueroa fue acogido en la Península de una


manera natural, no llegó al cielo pero tampoco llegó al infierno. Consta
que tuvo permiso de volver a los dos años de su llegada, pero no volvió.

100 B. APL 45(45), 2008


De Gómez Suárez de Figueroa al Inca Garcilaso

He dicho que bien quería a su padre, por eso prefirió llamarse como él
y no como su bisabuelo; además, le correspondía también, según el uso
hispano, llevar el nombre del padre si era el mayor. Los documentos
hablarán de él ahora como Garcilaso de la Vega, a secas. Y así se produce
el tránsito de Gómez Suárez de Figueroa a Garcilaso de la Vega, los dos
seres reales, los que existieron en sucesivos tiempos y espacios de este
mundo en que vivimos.

El Inca

Ahora voy a tratar de El Inca Garcilaso de la Vega, es decir, de la


configuración de un ser no real sino ficcional, del narrador llamado así
mismo, el Inca, es decir, el que se nos muestra en los textos literarios,
la voz ficcional que nos habla o narra, la mirada o perspectiva también
ficcionales a través de las cuales nos llega el relato. Es por 1587, cuando
firma la dedicatoria a don Maximiliano de Austria, de La traduzión del
Indio de los tres diálogos de Amor, publicada esta en 1590, y allí comienza
a llamarse Garcilasso Inga de la Vega. En el manuscrito de 28 páginas
publicado, en 1951, en forma facsimilar por la Facultad de Letras de la
Universidad Mayor de San Marcos, de la genealogía de Garcí Pérez de
Vargas, hay una firma tachada: Ynca Garcilasso de la Vega3. Y tachada
está también la fecha: 1596. Recién en La Florida (1605) fija en forma
definitiva su nombre literario: el Inca Garcilasso de la Vega.

El literato o escritor

He dicho que es probable que su padre o él mismo hubieran


intuido su destino perdurable. Ya en España, perdió veinte años en
impostergables menesteres terrestres: “(...) lo estoruauan los tiempos y

3 GARCILASO DE LA VEGA, Inca: Relación de la descendencia de Garcí Pérez de


Vargas. [1596]. Lima: Ediciones del Instituto de Historia, Facultad de Letras de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Edición facsimilar, con prólogo de Raúl
Porras Barrenechea, 1951, p. 32.

B. APL 45(45), 2008 101


Óscar Coello

las ocasiones que se ofrecieron, ya de guerra por yo acudir a ella, ya de


largas ausencias (...) que se gastaron más de veinte años” 4, explica en La
Florida del Inca, proemio al lector. Primero fue capitán del Rey, como su
padre y como su tío don Alonso, sirvió a las órdenes del príncipe don
Juan de Austria; fue presentado por el tío a la sociedad andaluza, los
caballos finos que criaba eran premiados, y era padrino de cuanto niño
tuviera por padre a un montillano o a un cordobés ávidos de probar los
rumbosos capillos del español americano. Fue heredado por su tío don
Alonso, que no tenía descendencia, y fue heredero también de una tía
española, doña Leonor de la Vega, soltera y sin hijos. Ya bien pasados
los años de juventud (hacia los 50 años de edad) es cuando encontró el
reposo para hacer lo que había llegado a hacer y se puso a estudiar: acopió
bibliografía, trabó amistad con reputados intelectuales renacentistas de
su entorno, fue hábil en el apremio a memoriosos informantes, escandió
borradores, y cuando lo tuvo todo listo, el noble y distinguido vecino de
Montilla, el ilustre caballero Garcilaso de la Vega y capitán de su majestad,
como solía hacerse llamar en la vida real, el hombre de carne y hueso,
el mortal, se dedicó a crear a ese narrador querido e inmarcesible al que
indistintamente, lo he dicho, bautizó como Garcilaso Inca de la Vega,
como Garcilaso de la Vega Inca5 y cuando lo tuvo bien configurado lo
llamó El Inca Garcilaso de la Vega, a secas, voz de narrador, visión ficcional
que no muere, es decir, la pluma memoriosa, la perdurable, la inmortal.

El Inca Garcilaso de la Vega fue exclusivamente su nombre de


escritor. Revisados detenidamente los numerosos documentos de
Montilla y Córdova que publicó en 1955 nuestro insigne director del
Instituto de Historia de la Facultad de Letras de San Marcos, doctor
Raúl Porras, no consta, antes de La traduzión del Indio de los tres diálogos
de Amor, publicada esta en 1590, por ningún lado que alguna vez se
llamara Inca en la vida real. Varios años después, sí hay alguna partida
de bautismo donde el despistado padre de su ahijado número cien lo

4 GARCILASO DE LA VEGA, Inca: La Florida del Ynca. Lisbona: Impresso por Pedro
Crasbeeck, 1605. Proemio al lector, fol. 4.
5 Las primeras ediciones de sus libros reflejan las variaciones onomásticas; por ello, las
citas en este artículo las reproducen.

102 B. APL 45(45), 2008


De Gómez Suárez de Figueroa al Inca Garcilaso

declara así ante el párroco. Y uno que otro insignificante papel tardío
donde se le llama Inca, es decir, cuando ya su nombre literario sin duda
había sido asimilado y confundido por el pueblo como su nombre real6.
En la vida real le placía llamarse “el capitán Garcilasso de la Vega”.
Tampoco consta por ningún lado que aquello de ‘inca’ le correspondiera
por algún título legal. Repito, nada documenta en la vida real el nombre
inequívoco de “el Inca Garcilaso de la Vega”. Lo de Inca solo está en
sus libros de creación. Recién al momento de morir es cuando asume la
transformación perpetua: “[...] yo garcí laso inga de la bega, clérigo que
por otro nombre me solía llamar gómez suárez de Figueroa”7. Entonces,
está claro que fue inca cuando descubrió que para los fines intelectuales
que se proponía, es decir, configurar, crear de golpe la literatura española
del Perú, de rango universal, a su condición de súbdito español había que
agregarle el plus ultra que lo distinguía: español, pero del Perú. Del famoso
‘Perú de los Incas’ que solo existía en el vocabulario de los españoles, en
la conciencia de la hispanidad, en el imaginario europeo, conforme a la
cita que hice, en su lugar, del P. Blas Valera. Era totalmente conciente de
que había dado con ese rico filón de las letras castellanas: el del Perú de la
leyenda; y ese fue el espacio que escogió para su creación. Fue como nadie
hasta entonces conciente de que él y solo él era poseedor de los títulos
indiscutibles para asumir la tarea: a cada trazo de su pluma nos recuerda
que era nacido en el Cuzco, y nos cuenta con candoroso orgullo que su
madre había pertenecido a la dinastía solar, por ello es que decía llamarse
el Inca; en tanto que, por el lado del padre, se entendía pertenecer a una
raza de escritores hispanos. En su primer libro, La traduzión del Indio de
los tres diálogos de Amor, le dice al rey don Felipe que lo ha servido con
la espada y con la pluma; como el Cisne de Toledo, el de las corrientes
aguas, puras cristalinas. “Con la espada y con la pluma” es el lema que
exhibe como pórtico de sus libros, junto a los simbolismos indios e
hispanos. Contemplemos, pues, juntas las razones por las que le placía

6 PORRAS BARRENECHEA, Raúl: El Inca Garcilaso en Montilla (1561-1614), nuevos


documentos hallados y publicados por Raúl Porras Barrenechea. Lima: Instituto de Historia
de la Facultad de Letras de la Universidad Mayor de San Marcos de Lima, 1955.
7 GONZÁLEZ DE LA ROSA, Manuel: «El testamento, codicilos, etc. del Inca
Garcilaso de la Vega». En: Revista Histórica. Lima, Tomo III, 1908, pp. 261-295.

B. APL 45(45), 2008 103


Óscar Coello

firmarse Garcilaso de la Vega, entrelazando en su rúbrica de artista lo de


Inca. En consecuencia, nadie como él hasta entonces, entre los nuestros,
había tenido con tanta claridad una muy noble misión en el ars u oficio
de escribir: la de ser una voz autorizadísima de la España de América, y
de una patria nueva que tendría que aprender a armonizar sus esencias
humanas, espirituales. Al hacerlo así, convirtió para siempre en ociosas
las preguntas de dónde termina lo español y dónde comienza lo indio en
el Inca Garcilaso o dónde termina lo español y dónde comienza lo indio
en César Vallejo o dónde termina lo español o comienza lo indio del
Perú; para decirlo con sus propias palabras, de ambas naciones tenemos
prendas. Cuando uno de sus amigos, caballero y gran señor, como el
mismo Inca lo llama, le obsequió ni más ni menos que al rey don Felipe
II un ejemplar de su exquisita La traduzión del Indio de los tres diálogos
de Amor de León Hebreo8 (Garcilaso de la Vega, el ser real, era amigo de
gente importante en España, lo he dicho), el rey le dijo a su guardajoyas:
“Guárdame este libro y cuando estuviéremos en El Escorial, acordadme
que lo tenéis. Ponedlo por escrito; no se os olvide”9. El escritor cuenta
con indisimulado orgullo cómo después de haberlo leído el rey, este le
comentó al prior del convento de San Jerónimo: “Mirad este libro, Padre,
a ver qué os parece del. Mirad que es fruta nueva del Perú”10. Por ahí iba
la cosa. Él intuyó desde un comienzo que era la voz, la “fruta nueva del
Perú”, en decir del rey don Felipe. Por eso su nombre de escritor decía
eso, español del Perú: Garcilaso de la Vega, Inca.

El narrador ficcional

Los estudios literarios del último medio siglo, han establecido


ya con casi apacible verdad, que no podemos cometer el equívoco de
identificar al autor con el narrador. Alejados completamente de la posición

8 GARCILASSO INGA DE LA VEGA: La traduzión del Indio de los tres diálogos de Amor
de León Hebreo. Madrid: En casa de Pedro Madrigal, 1590.
9 GARCILASO DE LA VEGA, Inca: Historia General del Perú. [1617]. Edición al
cuidado de Ángel Rosenblat. Buenos Aires: Emecé Editores, 1944. Tomo I, p. 15.
10 Ibíd., p. 16.

104 B. APL 45(45), 2008


De Gómez Suárez de Figueroa al Inca Garcilaso

ingenua que usaba el texto literario como un documento fiel, ya no le


podríamos llamar hoy día la atención al narrador Vargas Llosa porque la
imagen del Colegio Leoncio Prado que se plasma en el texto literario no
corresponde fielmente a la realidad, o porque los sucesos que cuenta no
fueron exactamente así, pues ello significaría desconocer la existencia de
un mundo nuevo, de un universo recreado, ficcional que hace un artista
de la palabra o literato y cuyos límites precisos son nada más que las
tapas del libro que propone. Generalmente, el autor, el ser real, instaura,
crea un actante ficcional, el narrador, que posee una perspectiva y una
voz ficcionales desde donde vemos o escuchamos lo que se nos cuenta o
narra, es decir, desde donde se nos habla y se nos muestran las cosas en
el texto literario.

Para decirlo de una buena vez, no le podemos increpar al narrador


ficcional —llamado a sí mismo el Inca— que nos diga una verdad absoluta,
cuando lo que se ha propuesto no es eso, sino crear o recrear, a partir
de un mundo real, un mundo nuevo pensado, querido así o soñado así
por él; es decir, cuando lo que se ha propuesto es configurar un objeto
literario, una obra de arte, con la simbolización preciosa de un Perú, de
una América bullente en el imaginario aún disperso, recortado, multíplice
y exagerado del europeo de fines del siglo XVI o inicios del XVII.

El lector implícito

Esto me lleva a tratar de establecer lo que la teoría literaria


contemporánea llama el lector implícito. La voz del narrador ficcional
tiene un correlato también ficcional en el lector o destinatario virtual
al que se dirige. Está claro que el destinatario o narratario al que se
dirige el narrador ficcional llamado a sí mismo el Inca es el europeo que
sueña con el Orbis Novus. Aunque lo diga expresamente el Inca escritor,
o lo hubieran querido entender así ingenuamente los desaparecidos
indianistas, el llamado a sí mismo Inca, que se decía que mamó en la leche
la lengua general de los indios, escribe en perfecto castellano renacentista
unos textos que solo podían ser degustados por hispanohablantes que

B. APL 45(45), 2008 105


Óscar Coello

tuvieran el paladar acostumbrado a esa prosa cuasi perfecta y jesuítica


con la que escribe nuestro primer y paradigmático escritor nacional. Si
sus lectores implícitos hubieran sido los indios tal vez hubiera escogido
el quechua o el medio quechua español de su contemporáneo el indio
Huamán Poma, que muestra desde el título de la crónica las discordancias
gramaticales que subsisten vivas e intocables en nuestro castellano novo-
andino: “El primer [no la primera, sino ‘El primer’] nueva corónica y
buen gobierno compuesto [no compuesta] por don Felipe Huamán Poma
de Aiala”11. No es este el caso de Garcilaso. Faltaría un siglo aún para que
se instalara la primera sesión de la Academia Española, pero el castellano
del llamado a sí mismo Inca Garcilaso de la Vega es, simplemente, de lo
más pulcro a lo que podía aspirar un escritor hispano que se preciara de
tal en su momento.

En La Florida, comparándose con el español Juan Ortiz, que por


haber estado perdido diez años entre los indios se había olvidado hasta
de pronunciar el nombre de su tierra natal Sevilla, confiesa nuestro Inca:
“se le había olvidado pronunciar el nombre de la propia tierra, como yo
podré decir también de mi mesmo (...) que no acierto ahora a concertar
seis o siete palabras en oración, para dar a entender lo que quiero decir;
y más, que en muchos vocablos se me han ydo de la memoria, que no se
quáles son, para nombrar en indio [en quechua] tal o tal cosa”12.

El estatuto ficcional de La Florida

Es hora ya de referirme al estatuto ficcional de La Florida del Inca.


Desde las primeras líneas del libro podremos darnos cuenta que de lo
que se propone el escritor es contar, narrar, relatar, recrear mejor, como
solo él podría hacerlo, ese mundo que ya existe en el imaginario de sus
contemporáneos europeos. Les dice lo que quieren oír. Es decir, lo que
busca un artista de la palabra con sus lectores, encantar, encandilar con

11 GUAMÁN POMA DE AYALA, Felipe: Nueva corónica y buen gobierno. [1615]. Edición
y prólogo de Franklin Pease G.Y. México: Fondo de Cultura Económica, 1993. Tomo
I, p. 3.
12 GARCILASO, La Florida del Ynca, óp. cit., fols. 39-40.

106 B. APL 45(45), 2008


De Gómez Suárez de Figueroa al Inca Garcilaso

el relato, desbordar la imaginación, deleitar con el cuento, descorrer las


cortinas de la imposible verdad.

El arte de este narrador deslumbrante ha sido —es— hacernos creer


siempre que lo que dice es la más pura de las verdades. Así, nos cuenta
cómo el más que cincuentón Hernando de Soto, perulero, rico de los
más ricos con su parte de Caxamalca, inicia desde España su búsqueda
del país “donde los indios fabulosamente dezían, auía vna fuente que
remoçaba a los viejos”13 llevando en su nao a una chica de 17 años, doña
Leonor de Bobadilla, “dama cuya hermosura era extremada”14, hija natural
del conde de la Gomera, una de las islas Canarias, al cual De Soto se la
solicita “con muchos ruegos y súplicas”15, antes de partir para “hacerla
gran señora de su nueva conquista”16. Sin embargo, el dato lo encubre
tan bien con sus explicaciones catolicísimas de que La Florida se llamó
así porque se descubrió el día de Pascua de Resurrección o día de Pascua
Florida y nos distrae con la prestidigitación de fechas y pormenores asaz
puntuales y agobiantes de quisquilloso historiador. No obstante, ya dejó en
obrar latente la presentación artística y solo artística del drama de nuestros
fundadores, cual fue el haber alcanzado estas tierras ya maduros, y de no
alcanzar a entender cómo después de tantas penurias habían ganado un
reino dorado y legendario, para tener ante sus ojos la cercana humillación
del sepulcro. Pizarro tenía 54 años cuando ganó el Perú y las princesas
incas con las que anduvo, a él como a todos sus compañeros, acaso los
convencieron que el oro del Perú no era nada sin ‘la florida del Inca’, es
decir, “sin la fuente que remoçaba a los viejos”. Vasco Porcallo de Figueroa
se ofreció a Hernando de Soto «de yr en su compañía a la conquista de la
Florida tan famosa, sin que su edad que pasaba ya de los cinquenta años
(...) ni la mucha hazienda ganada y adquirida por las armas, ni el desseo
natural que los hombres suelen tener de la gozar, fuesse para resistirle,
antes posponiendo todo quizo seguir al Adelantado para lo cual le ofreció

13 Ibíd., fol. 3.
14 Ibíd., fol 14.
15 Ídem.
16 Ídem.

B. APL 45(45), 2008 107


Óscar Coello

su persona, vida y hazienda”17. Estoy leyendo La Florida. A este hombre


Hernando de Soto lo hizo su teniente general, deponiendo del cargo a
Nuño Tovar, un muchacho que en un abrir y cerrar de ojos se alzó con la
mentada Leonor de Bobadilla de 17 años, y se casó en secreto con ella, para
callado desconsuelo de nuestros héroes maduros. Sin embargo, el escritor
llamado el Inca cuenta todo esto con su estética del sigilo, con su perfecta
discreción y esa pulquérrima elegancia que aquí admiramos.

Y luego comienza a encandilarnos con todas las historias asombrosas


y alucinantes del viaje, prácticamente desde el inicio, como aquella historia
frente al puerto de Santiago de Cuba, donde un exquisito corsario francés y
un rico mercader español, hidalgo este de “conversación, tratos y contratos
(...) porque ello es lo que hace hidalguías”18, acordaron no cañonear sus bellas
naves para no malograrlas, sino que, en vez de esto, escogieron destrozarse
ambos a cuchilladas al frente de sus tripulaciones, pero solo durante el día
porque al caer la noche pactaron detener el asalto para visitarse en las naos
e intercambiar regalos, cortesías y remedios y preguntarse mutuamente por
la salud de los heridos y el bienestar personal de los capitanes, y desearse los
mejores parabienes, para al amanecer siguiente volver a despedazarse a sable
limpio con mayor furia que el día anterior hasta que llegaba la noche otra vez
y se volvían a visitar y a decir cortesías, y así sucesivamente19.

Esta es la Florida del Ynca, una sucesión deleitosa de relatos e historias


alucinantes como la historia de los indios que se suicidaron colectivamente
con sus familias por no querer ir a recoger el oro que se encontraba, dice el
narrador, regado a flor de suelo en Santiago de Cuba20.

Hay muchas más cosas, sin duda, no voy a referirlas todas ahora, con
las que logró encandilar nuestro primer escritor universal a los lectores
castellanos, de allende y aquende los mares; o europeos, en general, a
juzgar por las casi inmediatas y posteriores traducciones de sus libros

17 Ibíd., fols. 21-22.


18 Ibíd., fol. 16 y ss.
19 Ídem.
20 Ibíd., fols. 20-21.

108 B. APL 45(45), 2008


De Gómez Suárez de Figueroa al Inca Garcilaso

al inglés, francés, italiano, alemán, etc. Para los americanos, para los
peruanos, en particular, el Inca Garcilaso soñó para nosotros una patria
nueva, un país invalorable. Sin olvidar los avatares de la confrontación
inicial, la soñó armonizada, reconciliada y, sobre todo, nunca dudó de
soñarla incomparablemente bella.

Para finalizar, debo aquí citar las principales voces que he atendido
en esta visión del Inca Garcilaso de la Vega. Ya a finales del siglo XIX,
Marcelino Menéndez y Pelayo, en su memorable Historia de la poesía
hispanoamericana escribió que es: “uno de los más amenos narradores
que en nuestra lengua pueden encontrarse”21. Dice que en el espíritu del
Inca Garcilaso se formó “lo que pudiéramos llamar la novela peruana o
la leyenda incásica, que ciertamente otros habían comenzado a inventar,
pero que solo de sus manos recibió forma definitiva”22. Dice el insigne
don Marcelino que: “Garcilaso hizo aceptar esos sueños por el mismo tono
de candor con que los narraba y la sinceridad con que acaso los creía, y a
él somos deudores de aquella ilusión” 23. Culmina el eminente polígrafo
español con una afirmación rotunda: “Como prosista, es el mayor
nombre de la literatura americana colonial: él y Alarcón, el dramaturgo,
son los dos verdaderos clásicos nuestros nacidos en América”24.

Ventura García Calderón dijo en “La literatura peruana”, de 1914,


que los “episodios de La Florida están escritos en lengua cálida y muy
vecina al lirismo”25. Y, a renglón seguido, anticipándose a conceptos
que se usarían recién en la década del 60, sobre lo real maravilloso, se
pregunta “[...] por qué rehusaremos el nombre de epopeya a aquella
historia de Hernando de Soto, en donde la realidad por asombrosa, ha
parecido novela a los comentadores?”26.

21 MENÉNDEZ Y PELAYO, Marcelino: Historia de la poesía hispanoamericana. Madrid:


Librería General de Victoriano Suárez, 1913, p. 145.
22 Ídem.
23 Ibíd., p. 148.
24 Ibíd., p. 149.
25 GARCÍA CALDERÓN, Ventura: “La literatura peruana (1535-1914)” [1914]. En:
Obras escogidas. Lima: Ediciones Edubanco, 1986, p. 7.
26 Ídem.

B. APL 45(45), 2008 109


Óscar Coello

Aurelio Miró Quesada Sosa se ha fijado en los rasgos de la novela


bizantina o de aventuras, de la novela italiana y por qué no de los libros
de caballerías. “Donde se observan las improntas de su vocación literaria
es en la manera feliz como intercala [...] expresivos aspectos novelescos.
Escenas de novela bizantina al principio con pérdidas, encuentros,
naufragios, reconciliaciones, desventuras. Por paisajes insólitos,
avanzando y luchando entre arcabucos y pantanos, desfilan los bravíos
caballeros, triunfadores del sueño y la fatiga, abriéndose camino con la
espada para ganar un reino, dominar a un cacique, deslumbrarse con
piedras fabulosas o complacerse en la arrogancia de arrancarle laureles
a la gloria”27.

Hay muchos más que están en esta línea, con mayor o menor
decisión. No necesito nombrarlos a todos, con los mostrados ya basta.

En cuanto al testimonio documental de textos que evidencian el


tránsito de la historia a la ficción, hoy día sabemos que se ha encontrado
el manuscrito de borrador con los datos puntuales que sirvieron de
base para la redacción artística de La Florida del Inca; fue hallado por el
historiador peruano don Miguel Maticorena; y la noticia la conocemos
por un artículo periodístico de su descubridor28. Se trata de los apuntes
que hizo tomar Garcilaso de su principal informante, Gonzalo Silvestre:
“Consta de 40 folios con 79 páginas útiles y ordenado o dividido en
96 parágrafos, pero aún sin títulos ni numeración de capítulos. Es un
resumen breve en comparación a la extensa primera edición de 1605. Esta
tiene 179 capítulos divididos en seis libros. O sea que el Inca aumentó
el resumen de Silvestre con 83 capítulos adicionales, todos sumamente
elaborados”29. Es decir, La Florida es la reelaboración ficcional de estos
apuntes o, para decirlo con palabras del propio Maticorena: “El texto
base de la edición de Lisboa es pues el recogido por Silvestre. En 1605,

27 MIRÓ QUESADA, Aurelio: “El Inca Garcilaso”. [1945]. En: Obras completas, Tomo
IV. Lima: Empresa Editora El Comercio, 2002, 4.ª edición, p. 190.
28 MATICORENA ESTRADA, Miguel: “Un manuscrito de la Florida del Inca
Garcilaso”. El Comercio [Lima], “Dominical”, 09 de abril de 1989.
29 Ídem.

110 B. APL 45(45), 2008


De Gómez Suárez de Figueroa al Inca Garcilaso

repetimos, aparece sumamente aumentado con escenas y consideraciones


con las que el Inca impregnaba de color y animación sus relatos”30. Así
es, pues, que uno es el texto prosaico con la historia a referir; y el otro,
es el arte de narrar del insigne escritor. O, como diría el maestro de
Santander, “la historia anovelada”31.

Estas son mis palabras finales: al comenzar dije que el Perú nace en la
leyenda, aunque la leyenda —bien lo sabemos— fue superada largamente,
por la realidad maravillosa. Con el Inca Garcilaso empezamos a amar
ese sueño. Gracias a su decantada formación humanista, que lo hizo
comprender la importancia de las epopeyas originales para los pueblos
que aspiran a ser grandes —como la vieja Ilíada, como la hechizada Eneida,
como la Sagrada Biblia— él se propuso soñar la epopeya del Nuevo Mundo.
La esbozó, la trazó, la configuró como una espléndida obra de arte; al
hacerlo inauguró las letras peruanas universales. Por ello, cuatrocientos
años después, desde la más noble sede de la cultura hispanoamericana, la
Universidad Mayor del Perú, en cuyos claustros aún resuenan con fervor
las voces de insignes garcilasistas: desde José de la Riva Agüero hasta Raúl
Porras Barrenechea, desde Aurelio Miró Quesada hasta Luis Alberto
Sánchez, José Durand Flórez, Carlos Araníbar, Miguel Maticorena, de
entre un largo elenco sanmarquino de estudiosos del Inca, venimos a
celebrar otra vez La Florida (1605) con decidido orgullo y justo regocijo.

30 Ídem.
31 Menéndez Pelayo, Marcelino: Orígenes de la novela. Tomo II. Madrid: Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, 1961, 2.ª edición, p. 152.

B. APL 45(45), 2008 111


Óscar Coello

BIBLIOGRAFÍA

GARCÍA CALDERÓN, Ventura: “La literatura peruana (1535-1914)”


[1914]. En: Obras escogidas. Lima: Ediciones Edubanco,
1986, pp. 1-97.

GARCILASO DE LA VEGA, Inca: Historia General del Perú. [1617].


Edición al cuidado de Ángel Rosenblat. Buenos Aires:
Emecé Editores, 1944. Tomo I.

GARCILASO DE LA VEGA, Inca: La Florida del Ynca. Lisbona: Impresso


por Pedro Crasbeeck, 1605.

GARCILASO DE LA VEGA, Inca: Relación de la descendencia de Garcí


Pérez de Vargas. [1596]. Lima: Ediciones del Instituto de
Historia, Facultad de Letras de la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos. Edición facsimilar, con prólogo
de Raúl Porras Barrenechea, 1951.

GARCILASSO DE LA VEGA, El Ynca: Primera parte de los commentarios


reales. Lisboa: En la oficina de Pedro Crasbeeck, 1609.

GARCILASSO INGA DE LA VEGA: La traduzión del Indio de los tres


diálogos de Amor de León Hebreo. Madrid: En casa de Pedro
Madrigal, 1590.

GONZÁLEZ DE LA ROSA, Manuel: “El testamento, codicilos, etc. del


Inca Garcilaso de la Vega”. En: Revista Histórica. Lima,
Tomo III, 1908.

GUAMÁN POMA DE AYALA, Felipe: Nueva corónica y buen gobierno.


[1615]. Edición y prólogo de Franklin Pease G.Y. México:
Fondo de Cultura Económica, 1993. Tomo I.

MATICORENA, Miguel: “El vasco Pascual de Andagoya inventor del


nombre del Perú”. En: Cielo Abierto. Lima, Vol. II, N.° 5,
octubre 1979, pp. 38-42.

112 B. APL 45(45), 2008


De Gómez Suárez de Figueroa al Inca Garcilaso

: “Un manuscrito de la Florida del Inca Garcilaso”. El


Comercio [Lima], “Dominical”, 09 de abril de 1989.

MENÉNDEZ Y PELAYO, Marcelino: Historia de la poesía hispanoamericana.


Madrid: Librería General de Victoriano Suárez, 1913.

-: Orígenes de la novela. [1905-1910]. Tomo II. Madrid:


Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1961,
2.ª edición.

MIRÓ QUESADA, Aurelio: “El Inca Garcilaso”. [1945]. En: Obras


completas, Tomo IV. Lima: Empresa Editora El Comercio,
2002, 4.ª edición.

PORRAS BARRENECHEA, Raúl: El Inca Garcilaso en Montilla (1561-


1614), nuevos documentos hallados y publicados por Raúl Porras
Barrenechea. Lima: Instituto de Historia de la Facultad de
Letras de la Universidad Mayor de San Marcos de Lima,
1955.

B. APL 45(45), 2008 113

Potrebbero piacerti anche