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GUÍA No.

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EVALUACION DE LOS EJERCICIOS ABIERTOS

Al culminar la experiencia espiritual de estos meses, durante los cuales hemos


practicado los Ejercicios completos de San Ignacio en forma abierta, nos vendrá bien
dedicar algún tiempo a evaluar el período de gracia que hemos vivido y a recoger sus
frutos.

Practiquemos este último «examen de la oración» que abarca todo el tiempo de los
Ejercicios, como algo que forma parte integral de ellos, su momento conclusivo. Lo más
conveniente sería dedicar la oración diaria durante la próxima semana a un encuentro
coloquial con el Señor, que sería más fructuoso si se compartiera con quien ha sido el
acompañante de la experiencia. Momento de acción de gracias porque Dios se ha
comunicado tan generosamente con nosotros para «abrazarnos en su amor y alabanza», y
proyección hacia el próximo futuro para preguntarnos «lo que debo hacer y padecer por
Jesucristo».

Pongámonos en la presencia de Dios nuestro Señor, que nos mira y hagamos un


memorial de los beneficios recibidos durante el tiempo de los Ejercicios. «Ponderar con
mucho afecto cuánto ha hecho Dios nuestro Señor por mí y cuánto me ha dado» (EE 234)
y pedir gracia «para que yo, enteramente reconociendo, pueda en todo amar y servir a su
divina majestad» (EE 233).

Respondamos pausadamente algunas preguntas, escogiendo y deteniéndonos más o


menos en ellas, según parezca conveniente para el fin que se pretende y de acuerdo con el
espíritu ignaciano del «mucho examinar». Agradezcamos y pidamos perdón según lo que
vayamos encontrando en el examen. Y dispongámonos para seguir adelante en el espíritu
de la Cuarta Semana.

1. ¿Ha sido el período de los Ejercicios un tiempo de paz y alegría, de generosidad


y disponibilidad? ¿Hemos mantenido un deseo sincero de escuchar a Dios y de dejarnos
conducir por su Espíritu en la vía del divino servicio?

2. ¿Hemos sido fieles y constantes para dar un tiempo diario a la oración y a los
exámenes, siguiendo el ritmo y el método («modo y orden») indicado por San Ignacio a lo
largo del proceso de los Ejercicios?

3. ¿Hemos tenido, además, tiempos fuertes, días de desierto, para complementar y


profundizar la oración cotidiana? Hemos puesto diligentemente las condiciones y
adiciones (cf EE 6)
4. ¿Nos ha servido todo este tiempo para regularizar nuestra vida de oración; para
recuperarla o para ordenarla y enriquecerla?

5. ¿Hemos practicado con regularidad el examen de la oración y el examen de


conciencia? ¿Les hemos encontrado nuevo sentido como momentos de “oración de
discernimiento” para percibir y discernir las diversas mociones causadas en nuestro
espíritu y para reconocer la consolación del Espíritu Santo que conduce nuestra vida?

6. ¿Hemos experimentado la cercanía de Dios? ¿Hemos sentido que el mismo


Criador y Señor se nos ha comunicado y ha obrado inmediatamente en nosotros,
«abrazándonos en su amor y alabanza y disponiéndonos por la vía que mejor podremos
servirle adelante» (cf EE 15)?

7. ¿Qué impedimentos hemos puesto a la comunicación y a la acción de Dios en


nosotros? ¿Qué cosas han podido obstaculizar que reconociéramos en nuestra vida
cotidiana los signos de su cercanía y de su acción?

8. ¿El tiempo de los Ejercicios, por lo general, ha sido de consolación o de


desolación? ¿O más bien un «tiempo tranquilo»? (cf EE 177). ¿A qué atribuimos estos
posibles estados? ¿Qué tipo especial de mociones podemos reconocer como provenientes
del Espíritu Santo? (cf consolación y desolación en las reglas de discreción de espíritus nn.
316 y 317)? ¿Creemos haber observado diligentemente las indicaciones de San Ignacio
para proceder en los tiempos de consolación y de desolación?

9. ¿Hemos seguido el proceso con acompañamiento regular de un asesor, testigo de


nuestra experiencia, y hemos acudido sinceramente a él para confrontarla? ¿Qué tanto nos
ayudó esta relación? ¿Preferimos para adelante hacer los Ejercicios solos o con el
acompañamiento de un asesor?

10. ¿Qué participación tuvo la comunidad en los Ejercicios en la vida corriente?


¿Hicimos algún discernimiento y realizamos intercambio y conversación espiritual?
¿Compartimos la experiencia con otros? ¿Qué pudimos nosotros aportar y qué apoyo
recibimos del grupo?

11. ¿Tomamos notas o hicimos diario espiritual durante los Ejercicios, para recoger
la experiencia de Dios y las constantes de su acción? ¿Fue esto provechoso y convendría
conservar tal práctica en adelante?

12. ¿Qué ayuda nos prestaron las Guías para los Ejercicios a lo largo del proceso de
oración? ¿Para una mayor comprensión de los Ejercicios, para la tarea del discernimiento,
como lectura espiritual? ¿Cómo podríamos seguir utilizándolas, de manera concreta, para
la oración diaria, para la lectura espiritual y como instrumento apostólico para ayudar a
otros?
13. ¿Ha sido este tiempo una escuela para integrar la oración a la vida, para vivir
mejor la espiritualidad de la unión con Dios en la acción? ¿Hemos aprendido a escrutar los
signos de los tiempos y a descubrir a Dios presente y actuante en nuestra vida diaria y en la
de los demás?

14. ¿Hemos logrado mantener una actitud tranquila, contemplativa, en medio del
trajín y de las preocupaciones diarias?

15. ¿Hemos descubierto el valor del tiempo para poder madurar, profundizar y
personalizar la experiencia de Dios y consiguientemente para descubrir las “constantes” de
la consolación del Espíritu Santo?

16. ¿Los Ejercicios han proporcionado el clima espiritual para un discernimiento


real sobre lo que Dios está queriendo de nosotros en este momento de la vida y del trabajo
apostólico? ¿Nos hemos familiarizado con las reglas de discreción de espíritus y creemos
que pueden servirnos en adelante para nosotros mismos y para ayudar a otras personas?

17. ¿Hicimos elección o reforma de vida? ¿Hemos confirmado y profundizado


nuestra opción fundamental y estamos dispuestos a las elecciones particulares que
constantemente requiere el deseo de seguir más de cerca a Jesús pobre y humilde?
¿Pudimos formular la elección o reforma de modo tan claro y concreto que nos permita
evaluarla periódicamente para que se haga efectiva?

18. ¿Nuestros discernimientos y nuestras elecciones son ordinariamente por el


primer tiempo? ¿Por el segundo, de percibir y discernir mociones? ¿Por el tiempo
tranquilo, usando de las potencias naturales? (cf EE 175-177).

19. ¿En qué medida nos han ayudado los Ejercicios a asumir la misión de la
Compañía hoy, tal como la definen las últimas Congregaciones Generales? ¿Hemos
concretado más generosamente la opción preferencial por los pobres con miras a su
liberación, y la forma de vivir nuestra responsabilidad con la promoción de la justicia?

20. ¿Hemos aprendido nuevas maneras de orar y descubierto los modos de oración
más apropiados? ¿La contemplación ignaciana de ver, oír, mirar, reflectir, nos ha servido
para conocer más internamente a Jesús, amarlo más y seguirlo más de cerca?

21. ¿Hemos utilizado la repetición y le hemos reconocido valor para nuestra vida
espiritual? ¿Hemos practicado la aplicación de sentidos y la “lectio divina” con buen
provecho? ¿Nuestra oración, es más racional o más afectiva? ¿Preferimos la meditación, la
contemplación, la lectura divina, la aplicación de sentidos?

22. ¿Qué lugar han tenido La Eucaristía y la Liturgia de las Horas en el proceso de
los Ejercicios? ¿Cómo nos puede ayudar la celebración eucarística para confirmar todo lo
que hemos experimentado y optado durante los Ejercicios?

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