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Pecado y misericordia I
1 Juan 1,8-10
1. Método: Reglas de Discernimiento I [314-317]
La distancia entre el proyecto de Dios y nuestra realidad: San Ignacio nos invita a
mirar con honestidad las fisuras de nuestra vida, la distancia que hay entre el proyecto de
Dios y nuestra realidad limitada y frágil. Esa distancia entre el ‘sueño’ de Dios y nuestra
fragilidad es, precisamente, nuestro pecado. Delante del fin, nos reconocemos limitados.
El Dios de la misericordia: Este día debemos vivirlo desde la mirada del Dios de la
misericordia. Se trata de pedir dolor por haber quebrantado el amor, no la ley, no mi ego,
no mi autoimagen de bondad. El objetivo de este día es sentir que soy perdonado, es
decir, salvado de la muerte, salvado del egoísmo, salvado de la dinámica del mal.
Coloquio del número [53] de los Ejercicios.
3. Puntos
Textos bíblicos:
2 Samuel 11-12,23: “¡Tú eres ese hombre!”
Salmo 51: “Por tu amor, oh Dios, ten compasión de mi...”
Salmo 40: “Puse mi esperanza en el Señor...”
Lucas 15, 11-32: “Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti...”
Mateo 9, 1-8: “Tus pecados quedan perdonados”
Preguntas y sugerencias:
¿Cuál ha sido la historia de nuestro pecado en este último tiempo?
¿Hasta qué punto nos hemos perdonado y hemos aceptado el perdón de Dios?
¿Cómo nos hiere, en nuestra experiencia personal, el ‘pecado del mundo’?
¿Qué necesitamos para dejarnos transformar por el Señor?
Contemplar nuestro pecado
desde la realidad de pecado del mundo
“Sólo se accede a la “vergüenza y confusión” desde fuera. Es lo que le pasó a David: se
coge a la mujer de Urías, se cepilla al marido y se queda tan tranquilo (¡Igual compuso un
salmo de acción de gracias el día en que se llevó a Betsabé a palacio!). Pero llegó Natán
y le saca la historieta de la ovejita del otro. Y cuando David ya ha picado en el anzuelo y
se indigna de lo ocurrido con la ovejita, le lanza aquello de: “éste hombre eres tú”. Gran
vergüenza y confusión que viene cuando te cogen con las manos en la masa. Y sólo te
cogerán, si te pillan desprevenido, sin preparar las justificaciones”.
"¡Oh Dios todopoderoso, ojalá me hubieses concedido vivir en los tiempos de Nerón o de
Decio...! Por la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, yo no habría tenido miedo
a los tormentos (...). Me habría considerado feliz al combatir contra tus enemigos declarados,
ya que en tales casos no habría duda alguna respecto a quienes incitarían a renegar... Pero
ahora tenemos que luchar contra un perseguidor insidioso, contra un enemigo engañoso,
contra el anticristo Constancio. Este nos apuñala por la espalda, pero nos acaricia el vientre.
No confisca nuestros bienes, dándonos así la vida, pero nos enriquece para la muerte. No
nos mete en la cárcel, pero nos honra en su palacio para esclavizarnos. No desgarra
nuestras carnes, pero destroza nuestra alma con su oro. No nos amenaza públicamente con
la hoguera, pero nos prepara sutilmente para el fuego del infierno. No lucha, pues tiene
miedo de ser vencido. Al contrario, adula para poder reinar. Confiesa a Cristo para negarlo.
Trabaja por la unidad para sabotear la paz. Reprime las herejías para destruir a los
cristianos. Honra a los sacerdotes para que no haya Obispos. Construye iglesias para
demoler la fe. Por todas partes lleva tu nombre a flor de labios y en sus discursos, pero hace
absolutamente todo lo que puede para que nadie crea que Tú eres Dios. (...) Tu genio
sobrepasa al del diablo, con un triunfo nuevo e inaudito: Consigues ser perseguidor sin hacer
mártires”
JESÚS ÁLVAREZ GÓMEZ,
Historia de la Vida Religiosa, Publicaciones Claretianas, Madrid, Volumen I, 1987, 170.