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La fe de los cristianos es siempre la misma, pero cada época y cada cultura la vive con
un matiz diferente, por ser gracia, reviste para cada uno un sello personal. Así podemos
hablar de una espiritualidad.
En Claudina la fe comienza por ser una experiencia de amor, de la bondad infinita del
Padre. Jesucristo es el testigo de ese amor. Jesús que no tiene sino un deseo, cumplir la
voluntad del Padre, y una certeza, la de que ha sido llamado a la libertad de dar su vida
para poseerla de verdad. “El Padre me ama porque yo doy mi vida para recuperarla en
plenitud”. (Jn, 10, 17)
En ese camino de seguir a Jesús, lo más lógico es mirar a María, toda disponible para
acoger la Palabra y dejar que se cumpla en ella. “Se ha tratado de las virtudes de la
Sma. Virgen...Se han propuesto estas virtudes a nuestra imitación, que están al alcance
de todas nosotras. Se la ha considerado, sobre todo, en su vida sencilla y común por la
cual ha adquirido más mérito que todas las mujeres que han sido ilustres por sus grandes
acciones.” (Pos. Doc IV p.112). La imitación pasa por las circunstancias concretas de la
vida ordinaria, sin extravagancias, más bien como un modo de hacer que busca en todo
conformarse al Evangelio. Al Corazón mismo de Jesús y su Madre.
Sobre todo, vivir como Jesús quiere decir que “el fuego que vino a traer a la tierra” hay
que anunciarlo, hacerlo arder en une vida plenamente apostólica, y al igual que el
Maestro llama a sus discípulos, Claudina va reuniendo a su alrededor a las que han sido
tocadas por el mismo ejemplo y comparten el mismo deseo; porque el Evangelio pide
que se lo viva en comunidad. Ante todo en comunidad de oración: “Cuando dos o tres se
reunan en mi nombre, ahi estaré yo en medio de ellos”, y como consecuencia en
comunidad de obras: “La unión entre nosotras consiste en este espíritu de caridad que
debe hacer de todas nosotras un solo corazón y una sola alma, de la cual Jesucristo es la
vida y el lazo” (Pos. Doc IV p. 114). Y sobre todo como lo señala el prólogo del
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Para cada uno de los que han sido llamados, la fe es la gracia que alimenta el deseo y
que se transforma en actividad: socorrer, consolar, enseñar, anunciar así el amor del
Padre por todos sus hijos. Por que el amor se muestra con obras, llenando los vacios
concretos que la debilidad y la falta de justicia van dejando abiertos en las vidas propias
y ajenas. Es la obra del perdón.
Esa fe se celebra, en torno del don por excelencia, el de la propia vida puesta en las
manos del Señor de la Vida, el único que puede devolverla en plenitud. El banquete de
la Eucaristía se hace lugar central, ya que brinda el modelo, la fuerza para vivirlo y
sobre todo el gozo de saberse amada, sostenida y acompañada en el servicio. “Este
alimento de nuestra alma...tiene la propiedad de hacer crecer , robustecer e impedir que
muramos...(con él) nos transformamos en Dios como un hierro que metido en el fuego
se vuelve candente y participa de dicho elemento.” (Pos. Doc.IV p. 104)
Con la gracia de Aquel a quien había entregado su corazón, Claudina pudo entonces
caminar humildemente con su Dios y estallar al fin en un canto de alabanza a su
bondad.
CITAS BÍBLICAS
Mt.5,38-42; Mt.5,43-48
Mt. 18,21-22; Mt. 18,11-14;
Lc.7,36-48; Lc.15,1-7
Lc.23, 39-43; Jn.8,1-11
• Noticias de la Angélica nº 4.
• Declaración de las Religiosas de Jesús-María sobre la Paz (Roma, octubre 2001)
Lisbeth Guadalupe Vega Pasos RJM,