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Unidad 2:

Re-significar
la cultura desde las
tecnologías de la
información

Desafíos Culturales
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Módulo 5: Costumbres universales, locales y lo local

Contenido
Módulo 5: Costumbres universales, locales y lo local ......................................................... 1

Para empezar: .................................................................................................................... 2

Introducción ...................................................................................................................... 3

1. Lo local ....................................................................................................................... 5

2. Lo global ..................................................................................................................... 9

3. La suma de ambos: lo local ....................................................................................... 12

Conclusiones .................................................................................................................... 16

Referencias bibliográficas ................................................................................................ 18


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Para empezar
Re-significar la cultura desde las tecnologías de la información es el nombre de nuestra
segunda unidad. Ahora, ya pasada la mitad del curso, avanzamos hacia un quinto módulo:
Costumbres universales, locales y lo local. En esta unidad revisaremos conceptos que
facilitarán el dominio temático de los contenidos propuestos y entraremos en el universo
de lo planetario, de lo universal, para poder leer y comprender la singularidad que
caracteriza a la cultura local.

En base a lo universal, estaremos en condiciones de


comprender los conceptos de global y local,
conceptos que vivenciamos a diario en nuestro siglo
XXI y que la pandemia del coronavirus ha logrado
afianzar en nuestra conciencia. Podemos pensar
esta situación como un componente más del
fenómeno de la globalización, de la apertura de los
mercados mundiales, de las multinacionales, de la
tecnología, de la cultura, de las letras y de la
ciencia. Hemos aprendido la dinámica del traspaso en muchos ámbitos, pero nunca
imaginamos que tendríamos que convivir un año completo con el COVID-19. A ratos
pareciera que estamos viviendo la ficción de una película en la propia vida, en la que
también se diluyen las fronteras entre lo real y lo virtual.
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Introducción

Entendemos por globalización la entrada en vigencia de un


largo proceso económico, tecnológico, cultural y social que
se ha configurado de manera creciente gracias al manejo de
la tecnología y los modos en que se ha establecido la
comunicación. Ello ha llevado a muchos países del mundo
hacia la llamada interdependencia. En consecuencia, hemos
visto cómo se han unido diferentes mercados, culturas y
sociedades completas, que desde la generalidad han prosperado en aspectos que tienen
que ver fundamentalmente con la obtención de bienes, pero al mismo tiempo, han visto
afectadas sus propias cosmovisiones y formas culturales al asumir y compatibilizar lo
propio con este carácter global.

Las tecnologías de la información y la comunicación son el piso desde el cual crece y se


desarrolla la propia globalización. Desde allí, la interacción de las personas que formamos
una sociedad, los entornos, la educación, las empresas, los capitales y los gobiernos,
generan estrategias cada vez más eficientes y eficaces para lograr que estos intercambios
y conexiones con el resto del mundo funcionen. El propósito anida en asegurar las
inversiones del ámbito internacional, para auspiciar el crecimiento nacional. A partir de
estas ideas podemos materializar la visión de que la
globalización afecta directamente la economía de los
países y, desde allí, a la sociedad completa con todo lo que
ello significa: formas de pensamiento, tipos de relaciones
sociales, la expresión creativa y sus narrativas e imágenes.
Todo ello aporta en la construcción de un sistema de signos
que responden a una configuración de un mundo propio.
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Entonces, la asimilación de la globalización determina nuevos modos de actuar aterrizados


en una tradición cultural que se vuelve dinámica, ya que la vamos adaptando y
actualizando en función de las culturas foráneas que comienzan a penetrar con ella. En
este punto resulta fundamental preguntarnos: ¿puede convivir una cultural local con una
cultura global?, ¿de qué manera se pueden atraer o repeler?, ¿es posible instalar visiones
de mundos distantes en un mismo territorio?

Esta realidad que vivimos en la actualidad la podemos objetivar


desde las costumbres propias del ser humano, que desglosaremos y
definiremos tras separar las aguas de lo local, lo global y lo local,
situaciones ondulantes, cambiantes y activas que se relacionan en
esta masa oceánica que comprende el mundo.
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1. Lo local
La palabra local viene del latín “localis” y hace referencia a
aquello que pertenece a un lugar, que es parte de un territorio
determinado. Lugar viene del “locus” latino y si le sumamos el
sufijo “al” que indica aquello relativo o perteneciente a algo,
completamos la idea de “localis” En tanto palabra, tiene
derivaciones muy interesantes, como aquella que hace
referencia al cuerpo humano en cuanto totalidad compuesta
por órganos y miembros. Así, podemos localizar el dolor de un órgano específico del
cuerpo, porque local remite justamente a eso, a la especificidad. Desde esta idea que
porta la propia palabra, podemos acercarnos al reconocimiento de lo local en el ámbito de
la sociedad y la cultura.

A lo largo y ancho de esta franja de tierra y de islas, se convocan los ecos de profundas
raigambres culturales propias de las innumerables etnias que constituyeron hace mucho
tiempo la habitabilidad de esta tierra. Así, Margarita Alvarado y Pedro Mege en el texto
Cuerpos y gestos de los nómades del fin del mundo, a través de una cita a Cañas P., nos
relatan:

Efectos del medio ambiente en el carácter del indio fueguino es el natural producto de las
condiciones en que se ha desarrollado su existencia. Sin la menor instrucción, abandonado
y olvidado en esa inhóspita región, pasa su vida en la más cruel de las luchas por la
existencia: lucha el ona en tierra por cazar los pájaros del cielo y los animales terrestres
para alimentarse, persiguiéndolos hasta sus guaridas […]. Luchan el yahagan y el alacaluf
en los procelosos mares que, muchas veces, les niegan estos productos. (Góngora y
Sagredo, 2009: 340).
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Hoy seguimos conviviendo diferentes sociedades en esta patria contemporánea, debido a


diversos motivos, entre ellos, culturales, sociales, políticos y/o religiosos. Y esa misma
diferencia de formas, de altitud o latitud, nos hace conservar algunos de estos ecos del
pasado o buscar nuevas formas de vida que repercutan en el propio desarrollo. Desde esta
idea anclamos la importancia que tiene la atención en el desarrollo local, el cual lo
podemos comprender como un proceso complejo, producto de una construcción grupal
que hace relación con la idea de pertenencia a un lugar. Esto permite el fortalecimiento de
ideas, costumbres, oficios que estarían en riesgo de desaparecer y que a una comunidad
determinada le parece relevante conservar. La importancia tanto de lo local en la propia
localidad, como en el territorio total de un país o una nación repercute en el desarrollo y
despliegue que esta totalidad tenga en el presente y en su proyección hacia el futuro. Por
ello, lo local resulta relevante tanto en su espacialidad formal, como en la espacialidad
que completa el todo de un país.

Aquí hacemos coincidir esta idea con la relación


matemática de la correspondencia de las partes al
todo y del todo a las partes, en un desarrollo de
conjuntos armónicos. También podemos enlazar estos
verdaderos principios con las diferentes teorías
griegas en relación con las proporciones del cuerpo.
En el siglo V a. d.C., Policleto anunció que un cuerpo
debidamente proporcionado debía contener en su
extensión la totalidad de siete cabezas exactamente iguales, de esta manera, estaba
construyendo una imagen del cuerpo armonizado según su visión de realidad. Para este
propósito creó una escultura conocida con el Doríforo en la que aplicó sus ideas
destacando en ella atributos de autoconfianza, plenitud y fuerza que venían del más puro
instinto natural. Así avanzó ingenuamente hacia el combate de la vida. Más adelante,
Lisipo, en el siglo IV a. d. C., aumentó en una cabeza la tesis de Policleto, para conferirle a
ese cuerpo mayor altura, según nuevos cánones y visiones. En el mismo siglo, Praxíteles
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conservó esa nueva nomenclatura de cabezas contenidas en el cuerpo, pero le sumó lo


que conocemos como la curva praxitélica, que consistía en trasladar el peso del cuerpo de
una pierna a otra, para dotar de mayor naturalidad a la pose. Podemos así darnos cuenta
de que la imagen del cuerpo humano fue cambiando con los siglos bajo la mirada de
teóricos y artistas mediante su adaptación a los cambios, pero sin perder jamás una visión
establecida como propiamente griega, que consistía en la búsqueda de la belleza según la
consentía su propia cultura y que debía encajar en un grado de armonía visual en relación
con el mundo.

Estas mismas teorías fueron aplicadas en la arquitectura de templos: así, El Partenón de


Atenas concebido para la diosa Atenea contaba
con ocho columnas frontales en las que se
constataba ese traspaso armónico en su altura y
anchura, basados en las medidas del propio
cuerpo, vale decir, en pies, palmos, codos, brazas
y pulgadas. Con ello estaban estableciendo la
correspondencia de las medidas del cuerpo
humano con las creaciones oficiadas por el propio
ser humano y sus medidas corporales, vale decir,
se destacaba nuevamente la visión de que las partes se corresponden con el todo; así
como lo local se relaciona con ese todo geográfico.

Aquí podemos destacar que el desarrollo local mira desde una perspectiva integral de
desarrollo e influye en la dimensión social, política, ambiental y cultural, cuyo objetivo es
disponer y movilizar los bienes producidos desde su propia pertenencia hacia el territorio
general. Resulta relevante la importancia que tiene esta integración local en todas las
comunidades humanas, tanto micro como macro, ya que permite la obtención de
recursos, planificación de las necesidades de la comunidad, su participación, la perspectiva
de la inclusión social, la movilización de los recursos, talentos locales y, con ello, mejoras
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sustanciales en la calidad de vida de la población. Importante es destacar que las


propuestas locales requieren de articulaciones mayores a nivel municipal, regional y
gubernamental para levantar sus posibilidades de desarrollo. Por consiguiente, resulta
relevante potenciar estas articulaciones y, sobre todo hoy, obtener las mejoras
tecnológicas que ayuden a fortalecer y acercar la relación territorial en función de las
nuevas formas de comunicación. El desarrollo local influye de manera categórica en la
integración de la propia comunidad, al comprenderse las diferentes edades, etapas de la
vida humana, perfiles, y estimular el arraigo al lugar a través de la creación de
posibilidades de empleabilidad y el fortalecimiento de las habilidades blandas para
convivir en un buen clima social.

Todo ello reafirma la idea de pertenencia, de integración, de


movilización de energías y recursos que hacen posible la transformación
e incorporación de una comunidad al conjunto de la población

Pregunta activadora:

¿Te sientes parte de una familia, agrupación o colectividad que propicie


el ejercicio de lo local?

Respuesta a la pregunta activadora:


Resulta muy interesante hacernos esta pregunta para reflexionar en la consistencia que
tiene nuestra idea de pertenencia a un lugar, a un grupo humano, a una sociedad. El
pertenecer nos hace identificarnos con algo, y ese algo nos abre fronteras para fortalecer
aquello que somos. La vida universitaria también se corresponde con lo local, porque anida
formas de aprendizaje, metodologías que en general se vinculan con situaciones
identitarias nacionales pero, sin duda, la vida universitaria se plantea desde su nombre
como una apertura hacia lo otro, hacia lo universal, por lo tanto, también aquí vivimos
experiencias que nos introducen en visiones amplificadoras de las diferencias y de las
múltiples pertenencias.
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2. Lo global
La palabra global está emparentada con la idea de aglomeración de un conjunto, que
podría ser un grupo de personas. Deriva del latín globus, que alude justamente a
aglomeración, materia. Joan Corominas amplía el horizonte de la palabra globo, al aludir a
bola, esfera y como derivación de ello: lo “Global […] Glóbulo, lat. Globulus; globuloso.
Conglobar. Englobar, S. XX.” (Corominas, 1977: 298). Es interesante pensar esta imagen
como la totalidad tridimensional de un globo ocular, que mira el espacio desde su
posicionamiento en el cuerpo. Tanto la movilidad del propio globo ocular, como la acción
de manipular y poner en movimiento un globo, sería la verbalización de la palabra
globalizar. Desde aquí podemos imaginar que viene la construcción cultural de visualizar el
mundo como un globo terráqueo. Un globo que contiene, compacta y aglomera la tierra.

Ya sabemos que el concepto de globalización como lo


entendemos hoy ha cambiado. Desde el tiempo de los
orígenes existió la necesidad del intercambio de alimentos
y objetos. Las primeras culturas consideraron el trueque
de productos como un eslabón para el conocimiento del
mundo circundante. Los griegos se caracterizaron por
expandir los primeros cuestionamientos en torno al
origen, dialogados en la ciudad de Mileto por Tales, Anaxímenes y Anaximandro y, desde
allí, ampliaron la observación de la naturaleza y del ser humano a tal punto, que hicieron
posible el nacimiento de la filosofía. Los romanos comercializaron no solamente especias y
olivas, sino que forjaron una verdadera revolución bajo la motivación de constituirse en
un magno imperio, globalizando una visión de mundo romanizada que incluía la cultura, la
religión, la estructura castrense, la traza de las ciudades y la política, influencia que
repercutió a gran escala en el mundo moderno. Además, hubo apertura para permitir a las
poblaciones conquistadas trabajar como mano de obra con el fin de alcanzar el éxito del
imperio y de conservar sus costumbres, mitos y ritos. El Renacimiento nacido en la ciudad
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de Florencia amplió sus territorios y su cultura con las ideas del Humanismo y el
Neoplatonismo, y desde allí se fue tejiendo la idea de cruzar el globo para universalizar el
mundo con sus principios:

La aceptación misma de la esfericidad de la tierra implicaba la posibilidad de la navegación


—y el dominio— global y la reducción del mundo a una esfera cerrada en sí misma. El
planeta era objetivado en una bola que se podía manosear, sostener —según se ha
representado en estatuas de Colón y otros personajes— o aún jugar con ella, como hace
Chaplin en El gran dictador. (Mosquera, 1999: 57 - 58)

La adquisición de un poder mundial fue ganando territorio. Lo local-


occidental se impuso en otras latitudes y comenzaron los
descubrimientos, conquistas, colonias y, por primera vez, el traspaso
e imposición de una visión de mundo a otra. Desde ese momento
comenzó a girar la rueda de los intercambios y del fortalecimiento de
la economía y en cada momento histórico se adaptaron y ampliaron las variables, hasta
llegar al siglo XXI con la idea de globalizar la economía mundial. Este es uno de los paisajes
sociales más influyentes en el presente para permitir el desarrollo de un país, pues los
bienes que produce un territorio tienen que entrar en esta esfera económica mundial para
poder alcanzar el éxito. Desde una primera lectura, podemos pensar que esta situación
trae ventajas y que el proceso de globalización económica suma oportunidades, desafíos
importantes para las comunidades, desarrollo en diversos aspectos, disciplinas y una
esperada y mejorada calidad de vida, pero, lamentablemente, también genera lo contrario
y podemos observar cada vez con mayor rigor el alarmante aumento en la brecha social
entre ricos y pobres. Si un país no cuenta con el acceso necesario a la tecnología
posiblemente quede fuera de estos planes y proyectos económicos. Frente a tal situación,
aparece en el escenario la explotación de países menos desarrollados implicados en esta
estrategia económica como mano de obra y, con ello, la inalcanzable movilidad social.
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Con todo lo anterior se produce, estrechamente ligado a la


globalización económica, un enorme impacto en la sociedad, pues
la globalización no es solo económica y cultural, sino también
política, lo que lleva a determinar prácticas habituales de
interdependencia, interrelación e interconexión de manera cada
vez más acelerada, en donde la percepción de las fronteras, de los límites y de lo propio,
se van internacionalizando.

Pregunta activadora:
¿Cómo enfrentas desde tu mirada los contrastes y fricciones que trae la
globalización económica en los diferentes aspectos que conforman la
sociedad?

Respuesta a la pregunta activadora:


Sabemos que la globalización económica suma oportunidades y desafíos importantes
para las comunidades. También sabemos que promueve vías de desarrollo en
diversos aspectos que interesan a la sociedad y permiten su crecimiento. Sin
embargo, si un país, una región o una localidad no cuenta con el acceso necesario
para sumarse a las virtudes que promueve la tecnología, es posible que quede fuera
de estos planes y proyectos económicos. Ello aumenta las diferencias sociales,
establece ciertos parámetros de inequidad y hace que aumente todavía más la
brecha social entre ricos y pobres.
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3. La suma de ambos: lo local


Existe una dinámica en el mundo actual que hemos convenido
en llamar local. La podemos definir como la sumatoria de las
costumbres locales en relación cada vez más vinculante con
formas de vida globales. Esto, debido al vertiginoso fenómeno
de la globalización y su expansión, desde aproximadamente los
últimos treinta años del siglo XX y hasta la actualidad. A causa de
esto, la misma palabra permite adicionar ambas realidades en un mismo concepto: lo
local, vale decir, lo global y lo local. Todo ello nos obliga a hacernos preguntas en torno al
concepto de pertenencia, a cómo se sostiene, inventa o reinventa en estas nuevas
condiciones de habitabilidad y convivencia del ser humano:

La creencia en una identidad propia que, por lo tanto, es considerada como única,
intransferible e imperecedera […] cumple una función política evidente, una función que el
nuevo poder tecnocrático está intentando reforzar para reconstruir el valor unitario del
nuevo individuo mediático reorientado a partir de fragmentos y parcelas (Mosquera, 1999:
19).

Las identidades en esta relación local parecieran provenir de una doble situación. De un
lado, la condición de pertenencia a un territorio, clase social, a una generación familiar
que determina formas y tradiciones propias y al género. Por otro lado, diversas cualidades
se asignan al ser humano desde los diferentes roles que va
asumiendo en función de la participación y dirección de una
comunidad. Si se tiene en cuenta estas dos participaciones
humanas, podemos inferir en que lo local se autosostiene y
construye justamente en la perspectiva que indica la palabra,
es decir, fusionando ambas dimensiones.
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Lo local no puede constituirse sin lo global y lo global, al mismo tiempo, tampoco puede
alcanzar sus propósitos sin lo local. Ambos ámbitos van tejiendo en el tiempo una
aproximación de pertenencia y generan una cercanía necesaria. Lo local se integra a otros
ámbitos locales mediante articulaciones que hacen posible la conectividad, por ello, es
insustituible su relación con lo global. En este punto de la definición de lo local podemos
inferir que “las identidades son contradictorias, múltiples, simultáneas y cambiantes; por
eso, la diferenciación que introduce la globalización —entre el espacio de los flujos y el
espacio de los lugares— tiende a afirmar nuevas identidades” (Castells, 1997: 52). Estas
nuevas identidades conforman el eje de la relación global-
local, y transforman en una interrelación permanente y
condicionante todos los ámbitos sociales, la economía, la
política, la cultura y las preocupaciones y ocupaciones
ambientales. Estos ámbitos establecen una suerte de
conexión que permite la participación del Estado, la
integración laboral en las llamadas empresas
transnacionales y la vida que acontece en la ciudad.

La ciudad es el espacio público por excelencia, por ende, un lugar que se funda en la
concepción embrionaria de lo territorial. Se vive en la ciudad constatando la integración
de esta como un espacio común, de todos, en donde se construye no solamente la
vivienda, sino también el pensamiento que articula la convivencia y la convergencia
humana.

Existe la convicción de que la ciudad la construimos todos y que los espacios comunes que
en ella se trazan permiten la sociabilidad sin objeciones de ningún tipo:

La nueva ciudad posmoderna confía su notoriedad también a su capacidad de producir


acontecimientos. Ella misma tiende a convertirse en acontecimiento. […]. La ciudad-
acontecimiento es también la puerta a través de la cual todos pueden acceder al mundo
de los medios y de la visibilidad.
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Para las personas, tomar parte en acontecimientos memorables y visibles en todo el


mundo representa ser, de alguna manera, parte del mundo, subir al escenario con el
acontecimiento, convertirse ellos mismos en acontecimiento. (Améndola, 2000: 296)

A partir de la idea del acontecimiento, las identidades


múltiples y cambiantes van forjando la mediación y
traspaso hacia la consolidación de una ciudad diversa, y
en esta diversidad se fortalecen episodios sociales que
unifican las identidades, por ejemplo, el futbol, que es
capaz de crear conectores emocionales y pasionales
transversales, porque forma parte de la sociedad. El
futbol establece características identitarias que lo sitúan
como una de las prácticas sociales fundamentales de un conglomerado humano. Así, se
levanta una identidad territorial compartida y, en muchas ocasiones, este compartir
elimina o borra transitoriamente el desarraigo y la homogeneización de procesos
culturales, psicológicos y sociales que trae inevitablemente la globalización, porque no
debemos olvidar que la convivencia de identidades múltiples y cambiantes también puede
generar una transgresión a lo local, a lo que reside en el lugar propio fundado en ideas,
formas de vida, políticas y autonomías.

Hoy pareciera que la globalización ha normado una manera de


vivir que se aleja considerablemente de la dimensión local, a
partir de lo cual se generan episodios de desarraigo de la
identidad al enfrentar una realidad de vida que se percibe alejada
de la cotidianidad. Lo anterior cambia las formas de habitar el
lugar propio y genera fracturas en el ser social-relacional. Esto ocurre porque los procesos
globalizantes permiten el desplazamiento de personas desde un lugar a otro, en general
con el fin de mejorar la calidad de vida, mejores medios para trabajar o huir de guerras y
situaciones políticas hostiles, entre muchas otras variables. Ello ha abierto las fronteras a
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las migraciones y al desplazamiento de millones de personas en el mundo entero hasta


generar la sensación de continuas deslocalizaciones y relocalizaciones que repercuten en
las formas y hábitos adquiridos y que necesariamente obligan a invertir bastante tiempo
en procesos de adaptación a nuevos territorios, climas, idiomas, costumbres, trabajos y/o
educación. Estos cambios tienen directa relación con actividades económicas macro que
van configurando un sistema y orden social nuevo, además de transformar de manera
acelerada y radical la factura de un mundo conocido. Aquí cobra importancia el desarrollo
de las tecnologías y la comunicación, porque nos abre fronteras no solamente físicas, sino
también virtuales y, allí, lo local puede encontrar ventanas a través de las cuales
conformar un verdadero intercambio de prácticas sociales, culturales y económicas con
nuevas políticas de mercado que propicien una mejora determinante en la búsqueda de
oportunidades, tanto profesionales como laborales y, con ello, una mejora en la calidad de
vida.
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Conclusiones
Una vez que empecé a buscarlos, estos momentos podían encontrarse en cualquier
parte. Podía estar sentada en una cafetería en Londres tomando un café espresso
italiano servido por un mesero argelino al ritmo de la música de los Beach Boys; o
podía andar por ahí, en una cantina de Nueva Delhi en donde se sirve comida
libanesa amenizada con la música de una banda de filipinos en un sitio decorado
con barriles de cerveza de malta irlandesa […]. Algunos japoneses son fanáticos del
flamenco. Dinamarca importa cinco veces más pasta italiana ahora que hace diez
años. La clásica muñeca rubia estadounidense, la Barbie, se vende ya en unas
treinta variedades nacionales, y este año acaba de salir al mercado su versión
austriaca y la marroquí. (Swingle, 1999: 12)

Este itinerario descrito por Erla Swingle con tanta naturalidad hace
algunos años nos podría haber parecido exótico. Hoy es una realidad
tangible en nuestra cultura nacional, porque se han abierto de tal
forma las barreras y fronteras que obstaculizaban o limitaban la
entrada de lo foráneo, que estas situaciones que podrían
perfectamente ser rodadas como escenas en una película ya forman parte de nuestra
realidad cotidiana.

Podríamos relatar que en nuestros barrios, en el centro de nuestra ciudad, en la casi


totalidad de comunas que conforman nuestra región y en las ciudades y pueblos que
completan la traza de nuestro territorio nacional escuchamos el español bañado y cantado
de acentos y entonaciones diversas; que cuando caminamos por la calle, vemos la
floración de un maremágnum cosmopolita con pieles distintas y ropas multicolores que
irradian formas culturales inimaginables; que han prosperado los emprendimientos
callejeros con una amplia oferta de variedades culinarias exorbitantes, desde un jugo de
naranjas recién exprimidas, uno de mangos fragantes con maracuyá o piña, hasta carne
rebozada en harina de maíz acompañada de hojuelas de tapioca. Podemos en nuestro
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propio territorio saborear comida japonesa, coreana, vietnamita, filipina, francesa o


gallega, entre otras expresiones culinarias múltiples. Y hemos logrado convivir con todas
estas variedades, hasta instalarlas en nuestras propias costumbres, por ejemplo, hemos
integrado el delicioso ají de gallina y el salteado de lomo a nuestras tradicionales
empanadas.

Esto es lo local, una experiencia abierta a todos nuestros


sentidos, en todas las dimensiones de lo posible en la
constante y creciente construcción y reconstrucción de una
sociedad que, desde ahora, es global. Con las nuevas
tecnologías, tambien se hace posible el encuentro con
oportunidades novedosas que ofrece la apertura de esta
geografía humana mundial. Lo local se abre paso en la
producción y procesos propios de la globalización en nuestra vida cotidiana, y
perfectamente podemos estar enviando mensajes de texto a un amigo que vive en
Alemania, usar un teléfono móvil hecho en China, estar conectados a un soporte con
dominio en España. Son las aperturas de los nuevos portales que ha traido la
globalización, que se reflejan en los espejos de la integración económica mundial y
conforman esta nueva espacialidad social y cultural promovida por la movilidad
internacional. De este modo, se conforma una estructura global que acerca las
pertenencias e identidades a lo local. No obstante, también esa apertura de portales
manifiesta la evidencia de fricciones y brechas sociales cada vez más grandes que
agudizan las diferencias y las oportunidades para minorías que no entran en esta escalada
global.
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Referencias bibliográficas
Améndola, G. (2000). La ciudad postmoderna. Madrid: Celeste.

Castells, M. (1997). La era de la información. La sociedad red, Vol.1. Madrid: Alianza.

Corominas, J. (1976). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid:


Gredos.

Góngora, A. y Sagredo, R. (2009). Fragmentos para una historia del cuerpo en Chile.
Santiago: Aguilar.

Han, B-Ch. (2017). La expulsión de lo distinto. Barcelona: Herder.

Han, B-Ch. (2018). Hiperculturalidad. Barcelona: Herder.

Jiménez, J. y Castro, F. (1999). Horizontes del arte latinoamericano. Madrid: Tecnos.

Swingle, E. (1999). “Los bienes circulan. (…) Las ideas circulan. Y las culturas cambian”.
Revista National Geographic, agosto, Nº 2.

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