LITERATURA BOLIVIANA
NOVELAS
INTIMAS 1913 ADELA ZAMUDIO
TIRINEA 1967 JESUS URZUGASTI
EL OTRO GALLO 1982 JORGE SUAREZ
JONAS Y LA BALLENA ROSADAC1987B WOLFANGO
MONTES VANNUCI
JUAN DE LA ROSA MEMORIAS DEL ULTIMO SOLDADO
1885 NATANIEL AGUIRRE
HISTORIA DE LA VILLA IMPERIAL DE POTOSI 1965
BARTOLOME ARZANS
LOS DESHABITADOS 1959 MARCELO QUIROGA
SANTACRUZ
ALUVION DE FUEGO 1935 OSCAR CERRUTO
LA CHASKAÑAWI 1947 CARLOS MEDINACELI
FELIPE DELGADO 1979 JAIME SAENZ
POEMAS
1 L CISNE
Soy la flor que en su tallo se dobla,
porque sufre guardando en su seno.
de un gusano escondido el veneno,
que devora mi triste existir;
¡de un gusano escondido el veneno,
que devora mi triste existir!
Cuanta pena contiene un recuerdo
olvidando las penas se calma,
si el olvido es el sueño del alma,
pero mi alma no puede dormir…
2 AMANECER
Mundo carnal, la primavera,
resina en los dedos, pegajosos
después de abrazar el árbol de palma y
la corteza pegada,
su opresión débil que despierta
con un toque de rojo y los ojos
velado por la tristeza, la prohibición
se puede descubrir el centro
del corazón.
¿Cuál fue mi voluntad
pero subir a los árboles,
llegar a la cima
y ver las estrellas por la noche
brillando en silencio?
5 A UN SUICIDA
Como un eco perdido en el espacio,
como una estela en los profundos mares,
se ha borrado en el seno del olvido
la huella de tus íntimos pesares.
6 PACHAMAMA
Lo que cifra y clarece
el mito aymara
fue alta ciencia tan rara
que se esvanece.
¡Un son, un signo,
y aún ausente el espíritu
es fidedigno!
Autor del poema: Franz Tamayo
7 HABLA OLIMPO
Yo fui el orgullo como se es la cumbre,
Y fue mi juventud el mar que canta.
No surge el astro ya sobre la cumbre?
Por qué soy como un mar que ya no canto?
No rías, Mevio, de mirar la cumbre
ni escupas sobre el mar que ya no canta.
Si el rayo fue, no en vano fui la cumbre,
Y mi silencio es más que el mar que canta.
Autor del poema: Franz Tamayo
8 EL ULTIMO HUAYÑO
Guarda la tierra larvas
y el aire giros.
Pasan leves suspiros
y sombras parvas.
Así al destino
canto el último huayño
el cierzo andino!
Autor del poema: Franz Tamayo
Atrás los días sin imagen, las puertas, los espejos, las máscaras
falaces que la ausencia ha disuelto.
Y es otra vez la dicha viajar junto a la luz que salta entre las piedras
y los árboles e ir con ella al encuentro del mar: azul abierto de par
en par a la medida del deseo.
11 Casi la dicha de Eduardo Mitre
a Martha Beatriz
En Hanover este crepúsculo de invierno. tu denudez consumada:
brasa blanca en el lecho. Y la mirada que vuelve a gozarla en la
penumbra del deseo. En la ventana la nieve extendida como tú en el
sueño absorta como mis ojos sobre la página. Lejos: el grito de los
niños que resbalan por la colina y el silencio y el pino plantados
como un solo cuerpo en el aquí y el ahora donde no falta sino la
palabra digna de tanto don tanta gracia.
Cuando entre el humo undívago del ascua Del coro voló un ave al
campanario, La campana mayor repicó a pascua.
17 Epigrama de Pedro Shimose
Después de impresionar a las muchachas con nuestro ingenio;
después de quemar lirios, enterrar nubes e incendiar templos;
después de degollar vacas sagradas y asesinar dioses; después de
escribir sin mayúsculas y sin signos de puntuación;
Veo mis ruinas en tus ojos hermosos todavía. Veo tus manos
todavía perfectas y emerjo de las brumas violentas del pasado cada
vez más solo.
Se que interés te vence, abate, humilla; Se que los celos te dan gran
temor; Se que el mortal te inclina la rodilla. Yo te desprecio y te
maldigo, amor!
20 A ti de Jaime Saenz
Al calor de tu forma progresa mi sangre, en el aire de sueño el clima
para lo solo eres tú -una sombra canta para ti en el fondo del agua al
compás de mi corazón y en tu mirar mis ojos están silenciosos por
la música al soplo de la luz, en el cielo y en la oscuridad.
Los curiosos que se asomaban a las calles tras escuchar estos ruidos
sobrenaturales, pudieron percibir con total espanto que la carreta iba
conducida por un esqueleto portando una hoz o un látigo, de expresión
maligna con llamas en sus cuencas al igual que los caballos con cuernos que
la halaban.
‘Colocado el santo y puesta una gran cruz en la cueva mayor nunca más se
experimentó otra desgracia, y desde entonces tiene esta Villa gran devoción a
San Bartolomé y cada año van españoles e indios a celebrar su fiesta con gran
solemnidad’
Lo que una vez fue el pantano, se estaba llenando de agua cristalina para
convertirse en un lago. Lamentablemente, el pequeño nunca apareció y,
como conmemoración, el jefe de la tribu bautizó el lago con su nombre. Se
cuenta que desde ese día, el niño se convirtió en un ‘jichi’ (espíritu
protector) en forma de anaconda. Actualmente se puede visitar este lago en
la provincia de Moxos.
«El cerro, para largar todo el oro, solo pide una fanega de Quinua. Cada
grano representa una persona.» Es decir, necesitaba el equivalente de
personas por cada grano de arena para obtener el oro. Por ello dice que esa
misteriosa mina nunca será encontrada y quienes se acerquen recibirán el
ataque de cóndores y una ilusión interminable de que están cerca pero
nunca podrán llegar y de ello también se asegura el tío que resguarda su
mina y el oro en ella.
Cuentan los lugareños que este guardián vive en los ríos, pozos y lagos de
toda Bolivia vigilando el cuidado de la naturaleza. Incluso se afirma que,
como castigo a los daños que hacen a la madre tierra, el Jichi se va de esas
aguas y deja a su paso una terrible sequía. Es por ello que hay que rendirle
tributo.
También se cuenta que si una persona se encuentra cara a cara con la
serpiente, esta te roba el alma y deja a una persona vacía, agresiva e
incontrolable que ya no pertenece al mundo de los vivos.
Ambos reyes tenían sus hijos: Astro Rojo (hijo de Illampu) y Rayo de Oro
(hijo de Illimani) quienes, aunque eran de corta edad, eran sumamente
diferente a sus padres, ya que en ellos imperaba el deseo de convivir en paz.
Sin embargo, luego de la despiadada lucha entre los reyes, ambos obligaron
a sus hijos a realizar un juramento de venganza contra su enemigo y como
líderes de su nación, no podían negarse.
Así inició una nueva lucha entre los hijos de los reyes, quedando ambos
heridos de gravedad y arrepentidos, pero en lugar de maldecirse, ambos se
pidieron perdón y murieron abrazados en un acto de reconciliación.
Conmovida, Pachamama clamó que castigaría a los padres por obligar a sus
hijos a un acto tan vil, convirtiéndolos en montañas con nieve.
Llegado el día, la esposa imploró a Huayu que no fuese a la pelea pero este
se negó, ya que eso sería deshonroso. En lugar de quedarse tranquila y
proporcionarle piedras (instrumento de pelea), ella lo sigue para tratar de
detenerlo. Sin embargo, en medio de la batalla, una flecha se disparó sin
norte (instrumento que utilizaba el otro bando), impactando en su corazón y
matándola al instante.
Se dice que falleció con una sonrisa en su rostro. Al verla, Huayu rompió en
un llanto tan profundo que fecundó la tierra donde estaba la tumba de su
esposa y de la cual brotó una extraña planta con hojas en forma de lanza y
tan verdes como los ojos de Sara. Incluso parecía traer su misma vestimenta
amarilla.
Tumpaete les aconsejó que se fuesen a las riberas del río donde podrían
cultivar. Sin embargo, Aguaratumpa envió esta vez un torrencial de agua
que se convertiría en un diluvio del que nadie podría salvarse. Rendido ante
el destino, el Dios le habló a sus hijos sobre su inminente muerte pero
también les dijo que su raza podría sobrevivir si elegían al niño y a la niña
más fuerte, hijos de la misma madre para esconderlos en un mate gigante y
así repoblar algún día la tierra.
Por ello idearon un plan para deshacerse del niño antes de que lo declararan
como heredero. Un día, cuando el Inca salió sin el niño, las esposas
encargaron a un arriero aymará que desapareciera a Locoto. Cuando el
Inca volvió y no encontró al niño, las esposas en llanto fingido le dijeron que
este se había caído por un barranco donde aún se podía ver sus ropas y
huesos.
Así los súbditos siembran esta misteriosa planta, pues el rey no quería comer
otra cosa que no fuese sus frutos a los que llamaba Locoto en honor a su hijo
muerto. Con el tiempo, se retiró y dejó el reino en manos de su hijo mayor
para esperar la muerte. Sin embargo, un día llegan los chasquis con noticias
terribles sobre un poderoso ejército comandado por un feroz guerrero
dispuesto a conquistar el imperio.
Dicho y hecho, se exigió luego la presencia del rey pues era la tradición el
asesinar al Inca cuando éste perdía su territorio. Él mismo se vistió con la
típica vestimenta elegante para los muertos dispuesto a aceptar su destino.
Sin embargo, la muerte no llegó. En su lugar, el guerrero tomó las manos del
rey y se hincó a sus pies diciendo que él era Locoto. Así ambos lograron
gobernar el Imperio Inca hasta su desaparición por los españoles.
El ave que anuncia la salida del sol, Huaychau avisó a los gemelos del
destino que había sufrido su madre y les aconsejó que fueran a la cueva para
atar a Wakon y escapar. Lo hicieron y en el camino se encontraron con la
zorra Añas quien los reguardó en su madriguera y les ayudó a tender una
trampa a Wakon que, al caer en esta muere ocasionando un gran terremoto.
Conmovido por lo sucedido, Pachacama envió una soga para traer a sus
hijos junto a él, convirtiéndolos en el sol y en la luna, de manera que la
tierra nunca quedase en penumbras, mientras que Pachamama se quedó en
el mundo terrenal protegiendo a la naturaleza.
Sumaq Urqu era el nombre del Cerro de Potosí, porque era una hermosa
mujer, la mejor vestida y engalanada. Estaba ataviada con doce vestimentas.
Cada prenda era una enorme capa de plata y, cada vez que caminaba, el
resplandor de su ropaje se veía desde muy lejos.
Todas las mañanas, Huari era despertado por la primogénita y bella hija de
Inti, Huara (Aurora), enamorándose de ella. Al intentar tomarla a la fuerza,
provocó la ira de Inti, quien le encerró en su guarida. Huari tomó la forma
humana e inculcó odio y envidia a los Urus, quienes abandonaron el trabajo
y dejaron de orar a Inti.
PELICULAS