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CAPÍTULO 2: Signo y significación

Autora: María Luján Barrionuevo

“El lenguaje es un ordenamiento eficaz de esa enigmática


abundancia del mundo. Dicho sea con otras palabras: los
sustantivos se los inventamos a la realidad. Palpamos un
redondel, vemos un montoncito de luz color de
madrugada, un cosquilleo nos alegra la boca, y mentimos
que esas tres cosas heterogéneas son una sola y se llama
naranja. La luna misma es una ficción”.

(Borges, J. L Fragmento de “Palabrería para


versos”. 1926)

1. Aproximaciones al estudio de los signos

Las preguntas por el signo y la significación constituyen problemáticas


centrales en el campo de la semiótica, sin embargo las respuestas
teóricas que se han generado a lo largo la historia y las disciplinas, no
son homogéneas, remiten a posturas y perspectivas distintas. En este
capítulo, proponemos introducirnos en esos recorridos.

La preocupación por el signo acompaña a la cultura occidental desde el


origen mismo de la filosofía, con los antiguos pensadores griegos como
Platón, Aristóteles y los Estoicos, pasando por la filosofía medieval de
San Agustín, Santo Tomás, Robert Bacon, o Guillermo de Ockham. Si
bien no nos detendremos en ello, es importante reconocerlo como
bagaje cultural sobre los que emergen pensamientos modernos acerca
del signo y la significación que dan lugar a la formalización de la
lingüística, la semiología y la semiótica como disciplinas del
conocimiento.

Una de las primeras preguntas que suelen surgir al introducirnos en


este campo, es sobre la denominación: semiología o semiótica. A pesar
de que en el uso suelen ser tomadas como sinónimos, no lo son. La
diferencia radica en la historia, la tradición a la que cada una pertenece
y también en sus aplicaciones y reflexiones metodológicas.

Fue Saussure quien desde la lingüística denominó semiología a la teoría


de los signos, tomando del griego “semeion”, “signo”, y otorgándole el
estatuto de una futura y nueva ciencia “que estudie la vida de los signos
en el seno de la vida social” (Saussure, 1945). En tanto “semiótica”
tiene como antecedente el nombre “semiotiké” acuñado por John Locke
en el siglo XVII, y retomado por Charles Sanders Peirce al hablar de “La
ciencia de la semiótica, o ciencia cenoscópica de los signos” (Peirce,
1977).

Estamos en este punto frente a dos teóricos que desde principios del
siglo XX, sin conocer cada uno los trabajos del otro, escribieron sobre el
signo. Uno desarrolló sus pensamientos en Francia y el otro en Estados
Unidos, instaurando dos tradiciones con miradas distintas a cerca del
mismo objeto. Pero ¿será, entonces, el mismo objeto?, ¿qué conceptos
de signo construyen cada una de las teorías? y ¿qué perspectivas se
abrirán en función de ellas?

En lo que sigue del texto, buscaremos abrir un panorama de la


semiótica que permita tomar ciertas coordenadas de ubicación en un
mapa complejo, que proponemos reconstruir. Partiremos de las dos
corrientes principales que emergen en relación con las teorías de los
signos de Saussure y de Peirce: Estructuralismo y Pragmatismo,
respectivamente, identificando autores, líneas de trabajo desarrollados
en distintas épocas y sociedades.

Este recorrido permitirá sentar las bases para adentrarnos en otras


teorías que recuperan conceptualizaciones específicas de cada
perspectiva, construyendo nuevas propuestas teóricas metodológicas,
como la de Juan A. Magariños de Morentín, que constituye la perspectiva
de la cátedra.

2. El signo lingüístico

Las lecciones del Curso de lingüística General de Ferdinand de Saussure


(Ginebra 1857- 1913), fueron muy influyentes para el desarrollo de la
lingüística como ciencia. En esos trabajos se vislumbra, además, la
posibilidad de una ciencia más abarcativa dedicada al estudio de los
signos a la que llamó semiología.

Preocupado por cumplir con los parámetros de cientificidad de su época,


Saussure distingue conceptualmente entre: lengua, lenguaje y habla,
con la intención de darle especificidad a la disciplina.

Lengua Lenguaje Habla

- Es un hecho - Multiforme - Es Individual


social - Heteróclito - Se trata de un
- Producto social - Estudiado desde hecho de
de la facultad distintas voluntad e
del lenguaje perspectivas inteligencia de
- Conjunto de - Tiene carácter los hablantes
convenciones estático pero - Es “más o
adoptados por la dinámico, actual menos
comunidad que y pasado accidental”
permite el - Incluye aspectos
ejercicio de la físicos y
facultad del fisiológicos. Por
lenguaje. lo que
- Exterior al Invididuos
individuo. impedidos del
- El individuo la del habla
registra pueden, sin
pasivamente, no embargo poseer
puede crearla ni lengua. Por eso
modificarla. se dice que es
- Para conocer su “accesorio”.
funcionamiento
es necesario
realizar un
aprendizaje.

La siguiente cita resulta significativa, “¿qué es la lengua? Para nosotros,


la lengua no se confunde con el lenguaje: la lengua no es más que una
determinada parte del lenguaje, aunque esencial. Es a la vez un
producto social de la facultad del lenguaje y un conjunto de
convenciones necesarias adoptadas por el cuerpo social para permitir el
ejercicio de esa facultad en los individuos. (Saussure, 1945). Así, al
entender que la lengua es un sistema acotado, un conjunto de
convenciones y normas, a la vez que un producto social; se la identifica
como objeto de estudio propio de la lingüística.

Entonces, la mínima unidad de la lengua es el signo lingüístico que es


concebido desde un pensamiento dicotómico como la relación solidaria y
arbitraria al mismo tiempo, entre los dos componentes: Significado o
concepto y significante o imagen acústica.

En las lecturas que Magariños realiza sobre Saussure, retoma una


modificación propuesta por Lacan que consiste en invertir los
componentes, poniendo por encima de la barra al significante y debajo
al significado, ateniéndose a la idea de que es preciso acceder al
significado (o concepto) mediante la percepción de las formas del
significante (o imagen acústica). Por ejemplo, cuando percibimos
mediante la audición los fonemas de la palabra m-e-s-a, se representa
una imagen acústica en nuestra mente que por convención social e
idiomática, conlleva el concepto o idea de mesa como: “mueble de
cuatro patas sobre el cual es posible colocar objetos”.

Uno de los atributos del signo es la solidaridad entre sus dos


componentes, ya que se dan siempre en relación y son como dos caras
de la misma moneda. Al mismo tiempo, se dice que el signo lingüístico
es arbitrario porque la relación entre, significante / significado no es
natural, no es en sí, sino producto de una convención social. Más
adelante, Benveniste realizará una crítica a esta idea, al decir que entre
significante y significado, el lazo no es arbitrario, sino necesario ya que
el concepto es idéntico al conjunto fónico “¿cómo podría ser de otro
modo? Los dos juntos han sido impresos en mi espíritu; juntos se
evocan en toda circunstancia”, (Benveniste, 1939).

Para Saussure la arbitrariedad preserva al signo de toda modificación,


por eso habla de la inmutabilidad al plantear que “un estado de lengua
dado es siempre un producto de factores históricos, y son esos factores
los que explican por qué es inmutable el signo, es decir, por qué resiste
a toda substitución arbitraria”. (Saussure, 1945)
Sin embargo, plantea que el valor de los signos lo establece el colectivo
social y no depende de los individuos, entonces “A su vez lo arbitrario
del signo nos hace comprender mejor por qué el hecho social es el único
que puede crear un sistema lingüístico. La colectividad es necesaria para
establecer valores cuya única razón de ser está en el uso y en el
consenso general; el individuo por sí solo es incapaz de fijar ninguno”
(Saussure, 1945). De manera que, son los procesos de usos sociales de
la lengua los que pueden generar cambios, y estos representan el
carácter de mutabilidad de la misma.

Retomando el esquema binario, el concepto de significación se


encuentra reducido, encerrado en el mismo signo, siendo la unión del
Significante / Significado.

Un concepto fuerte que retomaremos desde nuestra perspectiva


semiótica es el de valor, en tanto diferencia: “Si la parte conceptual del
valor está constituida únicamente por sus conexiones y diferencias con
los otros términos de la lengua, otro tanto se puede decir de su parte
material. Lo que importa en la palabra no es el sonido por sí mismo, sino
las diferencias fónicas que permiten distinguir una palabra de todas las
demás, pues ellas son las que llevan la significación”. (Saussure, 1945).

2.1. La corriente estructuralista: Lingüística y semiología

Los desarrollos de Saussure lograron que, hacia fines de la Primera


Guerra Mundial, se constituya la lingüística moderna como disciplina
científica autónoma. En un comienzo la semiología intentó expandir los
métodos con los cuales la lingüística estudiaba la lengua, a otros
sistemas de signos. Esta perspectiva predominó en Europa, llegando
hasta Rusia y América Latina.
El estructuralismo tiene como constante el análisis de las estructuras
más o menos organizadas y sistemáticas de la lengua; que subyacen en
la puesta en funcionamiento de la misma. Esta corriente permite
generar explicaciones sobre fenómenos aparentemente desconectados
entre sí, haciendo hincapié en las relaciones que surgen entre sus
elementos. De modo que, el análisis estructural posibilitó buscar la
estructura de cualquier fenómeno, trascendiendo lo disciplinar. Entre sus
referentes se encuentran los trabajos sobre constantes estructurales del
antropólogo Levis-Strauss, las investigaciones literarias y narrativas de
Greimas; y los estudios de formas sociales de Roland Barthes.

De acuerdo con el recorrido que propone Zecchetto, surge entre los


años 50 y 60, una semiología que responde a una conceptualización e
instrumental estructuralista para el análisis de diferentes lenguajes:
cinematográficos, artes plásticas, publicidad, entre otros.

Esta perspectiva asume que todo lector es un decodificador y el mensaje


es fruto de una instancia de producción. Roland Barthes afirmaba,
entonces, que todo texto se organiza en torno al concepto central de
estructura, siendo el proceso de la comunicación, el flujo informativo
entre emisores y receptores. Este último autor, puede ser considerado
también post –estructuralista debido a las críticas que realiza para
recrear los límites del estructuralismo, desde finales de los ´60.

Desde entonces, los estudios semiológicos viraron hacia nuevas


posturas teórico metodológicas. Se reconocen diferentes tendencias
como el deconstruccionismo, referenciado principalmente en la figura de
Derrida, quien plantea que para analizar un texto es necesario
descentralizarlo. Es decir, apartarlo de los temas centrales y
reconstruirlo en base a otros temas que han sido marginados e incluso
excluidos.
Como explican Jensen y Jankowsky, una progresiva transformación
atravesó las ciencias sociales, transformando los límites de las
disciplinas y dejando al descubierto las zonas fronterizas; “enraizados en
la lingüística temprana y en la escuela formalista rusa de estética, el
estructuralismo y la semiología representan una reorientación teórica
general que influyó en gran parte del trabajo desarrollado por las
disciplinas humanísticas, y socio-científica durante el Siglo XX” (Jensen y
Jankowsky, 1997).

3. El signo triádico de Charles Sanders Peirce

¿Cómo conocemos el mundo?, ¿qué mecanismos se activan en el acto


de conocer?, ¿qué lugar ocupan los signos en ese proceso?, ¿qué es un
signo?, ¿cómo funcionan?, preguntas como estas, algunas con raíz
filosófica, encuentran en la lógica de este autor algunas pistas
novedosas.

Charles Sanders Peirce nació en Massachusett en 1839 y falleció en


1914, dejando una prolífera obra. Publicó libros como:
Photometric Researches (1878) y Studies in Logic (1883), y un gran
número de artículos en revistas especializadas en distintas áreas. Sus
manuscritos fueron recopilados entre 1931 y 1958; y publicados en
ocho volúmenes con el nombre de Collected Papers.

Entre las claves para comprender el pensamiento peirceano está el


concepto de abducción. La abducción constituye una operación lógica
en la que se articulan: razón, imaginación e intuición. Lo propone como
forma de sacar una predicción general sin certeza positiva. Este
concepto lleva a pensar que la manera en como los seres humanos
percibimos e interpretamos la realidad es necesariamente creativa.
Peirce propone una lógica triádica en la cual la primeridad, secundidad y
terceridad son pilares de su pensamiento filosófico y semiótico,
definiendo al signo como una relación de tres. Siguiendo a Peirce “un
signo o representamen, es algo que está para alguien, por algo, en
algún aspecto o disposición” (Magariños, 2008).

Ese algo o representamen (primeridad, forma) es el sustituto de algo a


lo que denomina su objeto (secundidad, existente) pero no lo sustituye
por completo sino que tomando algún rasgo; y se dirige a alguien,
interpretante (terceridad, valor), produciendo la creación de otro signo
más elaborado, a partir del primero. El signo, y todo lo es, no podría
entenderse sin la mediación de la terceridad, es decir, del interpretante.

Según Zechetto, la noción de interpretante encuadra perfectamente con


la actividad mental del ser humano, donde cada pensamiento no es sino
la representación de otro, de manera que el interpretante refleja
hábitos mentales. Si bien se tiene en cuenta que se trata de categorías
lógicas, el autor ejemplifica este funcionamiento afirmando que “los
individuos, en el momento de leer un signo, lo interpretan a partir de lo
que ya tienen formado en su mente, es decir, las ideas, las valoraciones
sociales, las visiones de la realidad y los prejuicios que por cultura,
costumbres o tradición poseen de antemano” (Zecchetto, 2013).
La lógica de tres se extiende a todas sus reflexiones, en cuanto a tipos,
niveles de signos y formas de razonamiento. Como hemos expuesto, los
componentes del signo son tres: Representamen – objeto –
interpretante, que a su vez son también signos. Entre los signos
principales que identifica el autor se encuentran: el ícono, el índice y el
símbolo. Para ahondar en este tema, sugerimos la lectura del libro de
Magariños Semiótica de los bordes1, donde presenta una interesante
propuesta de interpretación de los aportes de Peirce a la semiótica.

El carácter recursivo de los signos hace que se generen incalculables


relaciones triádicas, formando una red semiótica, al infinito ¿es quizás
una metáfora de la cultura?

Según Zecchetto, para Peirce “todo está integrado en el campo de las


relaciones comunicativas, donde la realidad entera se articula como un
sistema total de semiosis, amplio e ilimitado, previo a cualquier
descripción posterior” (Zecchetto, 2002).

3.1. Semiótica y pragmática norteamericana

Pierce es considerado, junto con William James, fundador de la


pragmática al preguntarse por el conocimiento y su relación con el uso
práctico de lo conocido. Esta corriente desafía al funcionalismo de su
época y posteriormente al estructuralismo, por considerar a la semiosis
como un proceso complejo de sucesivos e infinitos encadenamientos de
significación.

El pragmatismo plantea una teoría general de los signos a partir de la


cual se establece una reflexión amplia sobre los hechos de comunicación

1 En el Capítulo 6 de La Semiótica de los Bordes, llamado “Charles Sanders Peirce, semiótica, lógica y
cognición”; Magariños De Morentin, Juan.A.realiza una interpretación de la teoría del signo peirciano y
propone una dinámica tendiente a operativizar las relaciones y dinámicas entre los signos, brindando ejemplos
y generando preguntas tendientes a explorar el potencial analítico de la teoría.
(humana o no). Constituye una visión no homogénea que incluye a
pensadores que en algunos puntos se diferencian, como: Ch. S. Peirce,
Charles Morris y Sebeok.

Morris nació en Estados unidos en 1901 y murió en 1979, fue un filósofo


pragmatista y fundador de la psicología social conductivista. Estudió los
signos en el marco de las ciencias del comportamiento ya que le
interesaba especialmente la relación del lenguaje con la conducta.
Sostenía que la semiótica podía brindar una base común a las ciencias
sociales a partir del concepto de signo, de la misma forma que el átomo
lo es para la física o la célula para la biología. Morris distinguía tres
dimensiones en las manifestaciones de los signos:

Sintáctica: la relación de los signos puesto en combinación con otros


signos en un contexto existencial.

Semántica: la relación de los signos con los objetos a los que designan,
es decir sus referentes.

Pragmática: relaciones de los signos con los usuarios y los usos para
los que se sirven de los signos en la comunicación.

Por su parte, Thomas Sebeok comparte la iniciativa de producir una


teoría general de los signos aplicable a cualquier fenómeno de
significación humana o de cualquier ser vivo. Se dedicó al estudio de la
comunicación humana no verbal, gestual, mímica, proxémica o
interacción espacial y el comportamiento simbólico de los animales. Se
interesa especialmente por los procesos cognitivos por los que se
relaciona la experiencia del mundo corporal con la abstracción y el
pensamiento. Entre sus publicaciones se encuentran Signos: una
introducción a la semiótica (1994)
El pragmatismo fue un movimiento filosófico predominante en EEUU a
fines del siglo XIX y principios del XX. Especialmente el pensamiento de
Peirce tuvo gran influencia sobre reconocidos teóricos del lenguaje como
L. Wittgenstein (1989 – 1951), R. Jakobson (1896-1982), y M.A.K
Halliday, como se aprecia en El lenguaje como semiótica social (1979).

Actualmente son muy importantes sus ideas porque en ellas puede


leerse toda una teoría sobre la significación y la acción humana.

La semiótica peirceana ofrece un marco para el estudio de las


significaciones sociales con un potencial analítico que enfatiza en los
usos sociales de los signos. En esta línea Jensen y Jankowsky,
reconocen que esta teoría es superadora del dualismo saussureano y el
estructuralismo francés, porque “aunque para Peirce el signo sigue
siendo el concepto explicatorio central, el significado acaba siendo
definido en términos relacionales más que en términos esenciales. El
significado de los signos queda determinado no por sus aspectos
inmanentes sino por su posición, sus relaciones de diferencia dentro del
sistema de producción de significado en su conjunto” (Jensen y
Jankowsky, 1997).

Bibliografía

- Benveniste, Emile. – “Naturaleza del signo lingüístico”. Problemas


de lingüística general. Siglo XXI. México. 1979
- Borges, Jorge Luis – “Palabrería para versos” En: El tamaño de mi
esperanza. Ed. Alianza. 1999
- Jensen, Klaus B. y Jankowsky Nicholas W. Metodologías
cualitativas de investigación en comunicación de masas. Madrid,
Ed. Bosch, 1997
- Magariños de Morentin, Juan A.- La semiótica de los bordes.
Córdoba. Comunicarte. 2008
- Peirce Charles S. Carta a Lady Welby. Bloomington, Indiana
Unversity Press, 1977
- Saussure, Ferdinand. Curso de lingüística general. Buenos Aires,
Ed. Losada. 1945
- Zecchetto, Victorino. La danza de los signos. Nociones de
semiótica general. Quito. Ediciones Abya – Yala, 2002
- Zecchetto, Victorino. Seis semiólogos en busca del lector. Quito.
Ediciones Abya – Yala. 2da, 2013.

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