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¿Esclavos o libres?

Tanto la esclavitud como la libertad son un estado espiritual más que físico, y para entender
qué es la libertad tendremos que saber qué es esclavitud. Ésta, como fenómeno social, es la
subyugación parcial o total de una persona a una institución o hacia otro ser humano, con la
pérdida de su criterio y voluntad, habiendo llegado históricamente a niveles tan horrendos que
los hombres por oficio salían de verdaderas cacerías en el continente africano, y los esclavos
capturados eran usados como efectivo, o eran vendidos en las plazas y adquiridos como parte
del patrimonio personal de los «poderosos». Éstos eran marcados, trasladados por las selvas y
luego transportados en grandes naves marinas con cadenas y grilletes en pies y manos a otros
continentes, en las peores condiciones, totalmente infrahumanas, como verdaderos bovinos o
aves de corral. A veces aún eran hasta castrados, muertos por pestes, por asfixia, sed y hambre;
los hombres existían sólo para cumplir la voluntad y caprichos extremos de un perverso señor
feudal o amo.
En cuanto a lo espiritual, la esclavitud se proyecta a la pérdida de la libertad para sujetarse
incondicionalmente a un deseo, a una pasión, deber o afecto. Esto habla de la entrega a un placer
sin importar nada; a un trabajo, sin pensar las repercusiones –aun de salud– por la avaricia, o
quizás por un sentimiento entre un hombre y una mujer, o vice versa, a extremos de que aquellos
enamorados (esclavos), cantan, lloran, declaman, se embriagan, pierden el valor de la auto
estima y son capaces de abandonarse y abandonar su casa, su familia, sus hijos, aun a Dios
mismo, por ese obsesivo «sentimiento» que se traduce en esclavitud y que puede llevar hasta el
suicidio mismo: «…por el amor de una mujer he dado todo lo que fui, lo más hermoso de mi vida…».
Dios puso para el hombre en el huerto del Edén dos opciones determinantes ilustradas en
dos árboles; uno: el conocimiento del bien y del mal (esclavitud al materialismo), y dos: el árbol
de vida (libertad para vida eterna). Pero el hombre fue deslumbrado por todo lo que causaba
placer a la carne, que era lo más cercano, lo cual, como bocado o carnada puesto en el anzuelo
del ser más esclavizante, tomó el cuerpo, la voluntad, los sentimientos de aquella criatura y los
sometió a verdaderas prisiones de esclavitud; lo encadenó, lo ató y nunca le abrió la cárcel a
ningún ser humano o alma y tomó el control absoluto de la voluntad del hombre, convirtiéndolo
en su más fiel servidor (esclavo). «…y el mundo entero (el sistema social y humano) está bajo
el (poder) maligno» (1Jn.5:19). En la condición de esclavo no hay razonamiento ni voluntad;
pero Dios vio toda aquella perversidad e infamia, y –por amor– en el cual es movido a su infinita
misericordia, abre el telón de la oportunidad de conocer de nuevo la libertad, la cual estuvo
oculta por el maligno; pero que ahí ha estado siempre, y es así como se hace el llamado más
excelso a la libertad, al haberse acercado el reino de los cielos a través de Jesucristo, el cual no
vino a esclavizar sino a presentar las virtudes de la libertad para quien quiera tomarla. «El
Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas
nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los
presos apertura de la cárcel;» (Is.61:1). La puerta y el camino rumbo a la libertad están ya
definidos. Ahora, ¿quién será el que entiende el anuncio de libertad? Primero: el que entiende
que es esclavo y luego de entenderlo surge muy por dentro de él, un ansia de libertad; en
segundo lugar: reconocer mi incapacidad para alcanzar por mis propios medios mi libertad; en
tercer lugar: encontrar la fe en Cristo, tomándolo como ejemplo, y seguir el camino que él trazó,
sometiéndome enteramente a su voluntad; cuarto: unirme a la iglesia de Cristo para
introducirme efectivamente en el aprendizaje de la Palabra y en la lucha contra el pecado. No es
necesario un grupo religioso, sino estar dentro de los seguidores auténticos de la cruz de
Cristo. Luego, la libertad no se proclama únicamente con la boca, sino con una vida diferente y
el poder desprenderme prontamente de todo aquello que mal amamos, y que de una u otra
manera nos esclaviza a hombres, posiciones o posesiones. Los escogidos o predestinados
siempre estaremos inconformes con el charco y la inmundicia, anhelando nuestra pronta
libertad, que viene por el conocimiento de la verdad y la obra magnífica del Espíritu Santo. No
importa cuánto tiempo llevamos en una iglesia, mientras tengamos actitudes compatibles con un
esclavo, esclavos seremos, y el esclavo no permanece en casa sino únicamente el hijo, y el hijo
es símbolo de un verdadero libre. Busquemos juntos e individualmente nuestra verdadera
29.may.2011

libertad como hijos, que únicamente viene por Jesucristo, él venció aun a la misma muerte,
siendo libre de ella. Ningún hombre puede evitar la muerte; pero sí podemos resucitar en Cristo,
porque el que cree en Jesucristo; aunque esté muerto vivirá. Añoremos nuestra libertad;
supliquémosla, clamémosla y pronto vendrá... Amén.
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