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En ninguno de los diálogos de Platón se hallará una teoría del

conocimiento expuesta sistemáticamente. El Teeteto está dedicado al


examen de los problemas que plantea el conocimiento, pero su
condición es negativa, ya que Platón trata de refutar algunas teorías
del conocimiento falsas especialmente la que el conocimiento
consiste en la percepción sensible. En su época ya Platón había
elaborado su teoría de los grados del conocer, correspondientes a la
jerarquía del ser como lo expone en la República.
El verdadero conocimiento habrá de versar sobre la verdadera
realidad. En el orden del tiempo, nuestro primer conocimiento es
opinión, δο ξ α , pura fantasmagoría como producto de la
imaginación, o mera creencia, es decir, percepción de las cosas
sensibles. Los sofistas se quedan aquí, y en la sensación disolvían la
realidad. Sócrates ascendía inductivamente a la elaboración de
conceptos. Platón tiene que trascender la sensación porque ve en ella
un signo de lo metasensible. No puede elaborar los conceptos porque
tienen realidad con anterioridad a la actividad del alma. La
percepción es la ocasión para que el alma recuerde el concepto caído
en olvido. La Mayéutica se ha convertido en reminiscencia. El
verdadero conocimiento es para Platón recuerdo, anámnesis.

Nos debemos de detener en un momento ya que estamos en centro


de la gnoseología platónica. El conocimiento comienza con la
percepción, pero concluye con la inteligencia. Sensación y
pensamiento son los dos polos de la concepción platónica del
conocimiento. Mas los dos polos no distanciados sino conectados.
Precisamente por la relación entre sensación y pensamiento entre
conocimiento sensible y conocimiento intelectual no preguntamos
ahora; ante todo, debemos rechazar por estar construida de espaldas
a la realidad histórica, la interpretación de P. Natorp y demás
neokantianos de Marburgo, según la cual la relación entre sensación y
pensamiento hay que entenderla en Plantón a la manera de Kant, es
decir por modo material – formal. Entiende Kant el conocimiento
como el maridaje fecundo de una intuición y un concepto como la
síntesis de una materia aportada por la sensibilidad y una forma
poseída por el espíritu humano. El objeto mismo del conocimiento
encuéntrase en el término de una elaboración u organización
gnoseológica sobre la base de una materia dada y una forma puesta.
Pero nada de esto hay en Platón. La inteligencia humana no tiene
que elaborar ni organizar los contenidos noéticos, ni mucho menos
sus objetos; tiene, simplemente que conocerlo y lo hace
recordándolos al conjuro de la percepción, es decir, trayéndolos a la
actualidad de la inteligencia con ocasión del uso y aplicación del
sentido.

Un ejemplo de Platón mismo nos ayudará a comprenderlo. Cuando


veo un retrato de mi amigo me acuerdo de él, y es claro que la visión
de la imagen es la ocasión de que se me haga actual el conocimiento
que ya tenía de mi amigo. Lo mismo sucede cuando percibo una
recta, un círculo, un triángulo, un árbol, un perro, un hombre... todas
las cosas del mundo sensible son como imágenes o copias que tras la
percepción, debemos referir a sus modelos para que se actualice en
nosotros el verdadero conocimiento intelectual merced al recuerdo.
El sentido y lo sensible no son una causa material de los contenidos
conceptuales de nuestro pensamiento. Tampoco son causa eficiente
ni formal; son simplemente la ocasión o instrumento para que se
dispare el proceso de reminiscencia en que consiste el concepto
intelectual.

Esto es todo. Pero también es cierto que la explicación platónica del


conocimiento intelectual como simple reminiscencia lleva ya
implicada la triple teoría ontológica, física y antropológica. Por ende
debe existir un mundo eidético, espiritual, trascendiendo del mundo
sensible, material. Y como con ocasión de las percepciones recibidas
de este mundo recuerda el alma al otro, debe declararse su
preexistencia en él.

EL CONOCIMIENTO NO ES LA PERCEPCIÓN SENSIBLE

En el Teeteto, lo que Platón se propone es ante todo un refutar las


teorías falsas. Notemos entonces, cómo se propone en combatir la
teoría de Protágoras sobre el conocimiento como mera percepción
sensible y su tesis de que lo que a cada cual le parece verdadero eso
es la verdad para él. El método de Platón consiste aquí en procurar
dialécticamente una clara exposición de la Teoría del Conocimiento
que resulta de la ontología heraclitiana y de la epistemología de
Protágoras, de modo que se manifiesta en consecuencias y se vea
que la concepción del “conocer” no cumple en absoluto los requisitos
del verdadero conocimiento, pues éste, según Platón, debe:
1º) ser infalible
2º) tener por objeto lo que es. Mas la percepción sensible no necesita
ninguna de estas exigencias.

Platón heredó de su maestro Sócrates esta convicción de que es


posible el conocimiento, entendiendo por tal un conocimiento objetivo
y universalmente válido; pero quiso demostrarlo teóricamente, y así
se metió de lleno y con profundidad en los problemas del
conocimiento, preguntándose por su naturaleza y objeto.

Teeteto, joven matemático, entra en controversia con Sócrates, y


éste le pregunta qué es lo que piensa él sobre la naturaleza del
conocimiento. Teeteto responde mencionando la geometría, las
ciencias y las artes; pero Sócrates le hace comprender que eso no es
contestar a su pregunta, pues ésta inquiría no en el objeto del
conocimiento, sino el quid, la naturaleza del mismo. La cuestión
pretende ser, pues, puramente epistemológica, aunque, como ya
hemos indicado, resulta imposible excluir las consideraciones
ontológicas, debido a las características de la epistemología
platónica. Es más, no se ve muy bien cómo puedan evitarse en
ningún caso, tratándose de cuestiones epistemológicas, las
interferencias ontológicas, puesto que no se da el conocimiento in
vacuo: si hay algún conocimiento, por fuerza ha de ser conocimiento
de algo, y aún cabe la posibilidad de que el conocer éste
necesariamente vinculado a algún tipo particular de objetos.

Teeteto animado por Sócrates, hace otra tentativa de responder a la


cuestión propuesta, y sugiere que “el conocimiento no es sino la
percepción”.1

EL VERDADERO CONOCIMIENTO

Platón ha dado por supuesto que desde el comienzo, el conocimiento


es algo que se puede alcanzar y que debe ser 1. Infalible y 2. Acerca
de lo real. El verdadero conocimiento ha de poseer a la vez ambas
características, y todo estado de la mente que no pueda reivindicar
su derecho a ambas es imposible que sea verdadero conocimiento.
En el Teeteto, demuestra que ni la percepción sensible, ni la creencia
verdadera poseen a la vez esas dos señales; por lo cual, ni la una ni la
otra pueden ser equiparadas al verdadero conocimiento. Platón
acepta de Protágoras la creencia en la relatividad de los sentidos y de
la percepción sensible, pero no admite un relativismo universal: al
contrario, el verdadero conocimiento, absoluto e infalible, es
alcanzable, pero no puede ser lo mismo que la percepción sensible,
que es relativa, ilusoria, y está sujeta al influjo de toda clase de
influencias momentáneas, tanto de la parte del sujeto como la del
objeto. Platón acepta también de Heráclito, la opinión de los objetos
de la percepción sensible, objetos particulares, individuales y

1
Teet. 151 e 2-4
sensibles, están siempre cambiando, en perpetuo fluir, y, por ello, no
pueden ser objetos del verdadero conocimiento. Se hacen y se
destruyen sin cesar, su número es indefinido, resulta imposible
encerrarlos en los claros límites de la definición, no pueden llegar a
ser objetos del conocimiento científico. Pero Platón no saca la
conclusión de que no haya cosas capaces de ser objetos de verdadero
conocimiento, sino que sólo concluye que las cosas particulares y
sensibles no pueden ser los objetos que busca. El objeto del
verdadero conocimiento ha de ser estable y permanente, fijo,
susceptible de definición clara y científica, cual es la del universal,
según lo comprendió Sócrates. Así la consideración de los diferentes
estados de la mente, va ligada de un modo indisoluble a la de los
diferentes objetos de esos estados de la mente.

Si examinamos los juicios con los que pensamos alcanzar el


conocimiento de lo que es esencialmente estable y constante,
hallamos que son juicios que versan sobre conceptos universales. Si
analizamos por ejemplo éste juicio: “La Constitución ateniense es
buena” hallaremos que el elemento socialmente estable que entra en
él es el concepto de la bondad. Después de todo la Constitución
ateniense, podría modificarse hasta tal punto que ya no hubiésemos
de calificarla de buena, sino que mala. Esto supone que le concepto
de bondad sigue siendo el mismo, pues si llamamos “ mala” a la
Constitución modificada, ello solo puede deberse a que la juzgamos
con relación a un concepto fijo de la bondad. Es más sin se nos
objeta, aunque la Constitución ateniense como cosa empírica e
histórica, sea susceptible de cambio, aun podemos decir “ La
Constitución ateniense es buena” refiriéndonos a la forma concreta
de la Constitución que anteriormente llamamos buena,
responderemos que éste caso nuestro juicio se refiere, no tanto a la
constitución de Atenas como hecho empírico determinado, sino a
cierto tipo de Constitución. El que éste tipo de constitución se
concrete en algún momento histórico y tome cuerpo en la
Constitución ateniense no tiene demasiada importancia: lo que en
realidad queremos decir es que éste tipo universal de Constitución
( se de en Atenas o dondequiera ) lleva consigo la cualidad universal
de la bondad.
Nuestro juicio, en la medida en que atañe a lo permanente y estable,
se refiere en realidad a un universal.

Además, el conocimiento científico, tal como Sócrates lo vio


(principalmente en conexión con las valoraciones éticas ), aspira a
dar con la definición, a lograr un saber que cristalice y se concrete en
una definición clara e inequívoca. Un conocimiento científico de la
bondad, por ejemplo, debe poder resumirse en la definición: “la
bondad es…”, mediante la cual exprese la mente la esencia de la
bondad. Pero la definición atañe a lo universal. De aquí el verdadero
conocimiento sea el conocimiento del universal. Las Constituciones
particulares cambian, pero el concepto de bondad permanece en el
mismo, y por referencia a este concepto estable es como juzgamos
acerca de la bondad de las Constituciones particulares. Síguese, por
tanto, que es el concepto universal el que cumple los requisitos
necesarios para ser objeto del verdadero conocimiento. El
conocimiento del universal supremo será el conocimiento más
elevado, mientras que el “conocimiento”, de lo particular será el
grado más bajo del “conocer”.
TEORIA DEL CONOCIMIENTO EN PLATON
(Síntesis lógica)

FREDDY BONILLA MORENO


PROFESOR
JOSÉ DE JESÚS HERRERA

SEMINARIO MAYOR LA MILAGROSA


PADRES VICENTINOS
Asignatura: LÓGICA
MEDELLIN ANTIOQUIA
2002
BIBLIOGRAFÍA

COPLESTÓN, Frederick. HISTORIA DE LA FILOSOFÍA. I. Grecia y Roma. Ed. Ariel,


págs. 154-173. Barcelona 1969.

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