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Ubicación geográfica

La Región Chaqueña, es una de las


regiones geográficas de la República
Argentina y forma parte de la región
sudamericana del gran Chaco
Sus límites son el Río Pilcomayo
al norte, los ríos Paraguay y Paraná al
este, el río Salado al sur y la región del
Noroeste al oeste.
Geológicamente la región
chaqueña constituye una unidad con la
Pampasia o llanura pampeana y en tal
sentido se habla de región chaco-
pampeana aunque la región chaqueña se
distingue de la pampeana principalmente
por razones climáticas y, por este
motivo, ecológicas. En efecto, mientras
la región pampeana posee las cuatro estaciones bien definidas y temperaturas anuales
promedio de tipo templado, la región chaqueña posee dos estaciones climáticas: la seca
(con su clímax de pocas precipitaciones en el mes de julio) y la húmeda (con su clímax
de precipitaciones hacia el mes de enero), siendo el promedio de las temperaturas de un
rango elevado (cálido). Adaptados a estas diferencias se dan dos biomas bastante
contrastados: en la región chaqueña predominan las formaciones forestales de madera
dura, ya sea en forma de bosque, selva o parque, mientras que en la región pampeana
predominan las praderas y estepas de gramíneas y de arbustos bajos xerófilos fachinal
con aislados "montes" forestales.

Acerca de los primeros pobladores de la región


Los primeros seres humanos en llegar al actual territorio argentino parecen haber
llegado por el extremo sur de la Patagonia provenientes de lo que hoy es Chile. La
presencia humana más antigua se encuentra en Piedra Museo (Santa Cruz) y se remonta
a 11.000 años a. C. Junto con los yacimientos de Monte Verde (Chile) y Piedra Furada
(Brasil) constituyen, hasta el momento, los sitios de poblamiento más antiguos de
Sudamérica y sustenta la teoría del poblamiento temprano de América (pre-Clovis).
Otro remoto asentamiento fue ubicado en Los Toldos, también en la provincia de
Santa Cruz, con restos que datan de 10.500 años a. C.
Estos primeros habitantes del
territorio argentino cazaban
milodones (parecido a un gran oso
con cabeza de camello ya extinguido)
e hippidions (caballos sudamericanos
que desaparecieron hace 10.000
años), además de guanacos, llamas y
ñandúes.
Cerca de allí, también es
posible ver las pinturas de manos y
guanacos estampadas 7.300 años AC
en la Cueva de las Manos (Río
Pinturas, Santa Cruz). Se trata de una
de las expresiones artísticas más antiguas de los pueblos sudamericanos y ha sido
declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.
Para el año 9.000 a. C. ya había comenzado el poblamiento de la pampa, en tanto
que la zona del noroeste comenzó a ser habitada hacia el año 7.000 años a. C.

Culturas de la Región Chaqueña


En la zona norte del Chaco se instalaron cinco culturas o familias lingüísticas:
"guaycurú", "mataco-macá", tupí-guaraní, arahuac y lule-vilela. A la cultura Guaycurú
pertenecen los qom'lek (tobas), pilagaes, mocovíes y los abipones. Se distinguieron por
sus habilidades guerreras y a la llegada de los españoles incorporaron el caballo y
resistieron la colonización. Los españoles les llamaban "frentones" (especialmente a los
q'om-leek) porque se depilaban la frente-esto es debido a la marcha a la guerra, y la
palabra toba tiene más que ver con la cara grande, en forma despectiva, pero esto era
debido a lo ya mencionado, que parecían frentones). Ocupaban el territorio oriental y
sur de la región chaqueña. La cultura Mataco-Macá la integran los wichís ("matacos"),
chulupíes y chorotes; se ubicaron en la zona occidental del Chaco. Pertenecientes a la
cultura Tupí-Guaraní son los chiriguanos, que se instalaron en el oeste de la región. En
la misma zona se asentaron los chané, de la cultura Arahuac. Al noroeste del Chaco se
ubicaron los vilelas (lule-vilela).

Los Guaycurúes del Chaco Oriental


Generalidades
Conócese con el nombre de
Guaycurú una extensa familia lingüística
compuesta por una serie de pueblos de
origen patagónico que hace tiempo
habitan o habitaban las inmensidades del
Chaco, especialmente en su parte
oriental y meridional. Las entidades que
suelen darse como seguras componentes
de esta familia son aquellas que
constituyen los Abipones, los Mbayaes,
los Payaguaes, los Mocovíes, los Tobas
y los Pilagaes.
Mas no todos esos pueblos han
podido llegar como tales hasta nuestros días, ni su habitad ha estado siempre en lo que
es hoy territorio Argentino. Pues los Mbayaes y loa Payaguaes, célebre pueblo canoero
este último, no solo hace tiempo que desaparecieron, sino que también fueron siempre
señalados como morando más allá de nuestras fronteras. Por su parte, los Abipones, que
vivían dentro de ellas y que mucho dieron que hacer a las autoridades del período
hispánico, hace igualmente tiempo que pertenecen al pasado. En realidad, en sus
antiguos territorios del Chaco austral o argentino sólo se encuentra hoy unos pocos
Mocovíes y un número mayor de Tobas y Pilagaes. Y aún de éstos, sólo los últimos
gozan todavía de un estilo de vida más o menos independiente.
El primitivo hábitat de los Abipones parece haber sido las riberas septentrionales
del río Bermejo inferior. Principios del siglo XVII adoptaron el caballo, y comenzaron
una vida de depredación y pillaje que los llevo a destruir otras poblaciones indígenas
primero, y a atacar las estancias y ciudades de los españoles después.
Los Abipones se dividían en tres distintas ramas, a saber: los Riicabé o “gente
del campo”, los Nakaigetergebé o “gente del bosque” y los Jaankanigá o “gente del
agua”.
En su belicismo destructor, los mejores aliados de los Abipones fueron los
Mocovíes. Viviendo originariamente sobre las fronteras del antiguo Tucumán, una vez
que se hubieron convertido también en pueblo ecuestre participaron activamente en la
destrucción de la ciudad de Concepción del Bermejo y en numerosos ataques a las de
Salta, Tucumán, Esteco, Santiago del Estero y Córdoba. Luego, al ser empujados por la
expedición de don Esteban de Urízar y Arespacochaga que se efectuó en 1710,
dedicaron sus atenciones a la ciudad de Santa Fe y a las estancias que en su jurisdicción
se iban creando. Hacia mediados de siglo XVII convivió durante algunos años con ellos
el P. Florián Baucke; misionero jesuita.
Los Tobas originariamente han de haber ocupado la casi totalidad del territorio
formoseño, tanto al este como al oeste de la actual Gobernación. Luego se desplegaron
hacia la parte oriental del mencionado territorio, pero corrientes simultáneamente hacia
el norte y el sur.
Los Tobas adaptaron el caballo en el transcurso del siglo XVII en lo que lo
hicieron los anteriores grupos guaycurúes. Convertidos en nómades montados,
estuvieron siempre dispuestos a atacar a las poblaciones españolas y a vivir de lo que
producían los otros.
Los Tobas que moran en el Chaco paraguayo son a veces llamados Toba-mirí o
“pequeños Tobas”, y los del Chaco argentino Toba-guazú o “Tobas grandes. Ambas
denominaciones pertenecen a la lengua Guaraní.
Las subdivisiones de los Tobas, antes que agrupaciones étnicas independientes,
parecen haber sido los Cocolotes y los Aguilotes que mencionan algunos autores y que
también hace tempo que han desaparecidos.
Los Pilagaes viven desde hace varios siglos en la parte central de Formosa, sobre
la margen derecha del Pilcomayo, principalmente en la región anegadiza del estero
Patiño. Hacia el sur su límite es más o menos coincidente con la línea del ferrocarril que
une a Formosa con Embarcación.
Los Pilagaes son hoy los únicos guaycurúes que todavía gozan de una cultura en
gran parte autóctona.
El hábitat general de los Guaycurúes en la Argentina puede señalarse como
estando comprendido por los territorios que se encuentran entre el río Pilcomayo, por el
norte; el Salado, por el sur; el Paraná-Paraguay, por el este; y por una línea ideal que
aproximadamente corra a la largo del meridiano 62°, por el oeste.
Aspecto físico
Los Guaycurúes son de alta estatura, fuerte complexión, y constituyen en general
un bello tipo de hombre.
Esto fue notado por los mismos conquistadores. Sotelo Narváez, por ejemplo
que hacia 1583 habla de los “frentones” occidentales que eran vecinos de los
Omaguacas, dice que “es gente mas alta y desproporcionada” que éstos, los que por ser
ándidos, son de estatura más bien baja.
Lo dicho por “desproporcionado” ha de entenderse, no en el sentido de la falta
de armonía en las distintas partes del cuerpo de los Frentones, sino en el otro de la
existencia de una notable desproporción entre unos y otros indios, en lo que a estatura y
complexión se refiere.
La misma observación pudieron hacer los misioneros que en el siglo XVIII
actuaron entre ellos. El P Dobrizhoffer, por ejemplo nos dice que los “Abipones están
físicamente bien formados y tienen rostros agraciados, muy parecidos en esto a los
europeos”. Además “son altos de talla ,de suerte que podrían alistarse entre los
mosqueteros austríacos”. Tienen “ojos más bien pequeños y negros” y pelo liso, y entre
ellos no hay individuos deformes.
Jamás se verá a un Abipón con una nariz torcida o arremangada o de una
anchura excesiva o joroba o con piernas torcidas o con enorme vientre o con labios
peludos o con pies deformes o que tropiece en el hablar.
Tienen además una dentadura bien blanca que por lo general conservan hasta la
sepultura.
Según la descripción que da D´Orbigny de los Tobas eran “de bastante alta de
estatura; hay con frecuencia individuos que miden 1 metro 73 a 76 centímetros (5 pies 4
a 5 pulgadas), y su talla media parece aproximarse a 1 metro 68 centímetros (5 pies 2
pulgadas).
La de las mujeres es semejante, o por lo menos éstas tienen hermosas
proporciones relativas (1 metro 590 milímetros). Según éste autor considera como un
solo pueblo a Tobas, Pilagaes y Mocovíes, lo que dice de unos deben entenderse que
vale igualmente para los otros. Y en cuanto a los Abipones, ellos serían “de formas y
facciones idénticas” a las de los Tobas y Mocovíes. Respecto de los otros caracteres
físicos sobresalientes, el mismo D´Orbigny nos dice que en la arquitectura general del
cuerpo estos indios se parecen a los Charrúas. “Son robustos, tienen la piernas gruesas,
las espaldas anchas, el pelo saliente y el cuerpo poco esbelto.
Las mujeres poseen el mismo exterior: no podrían ser más fuerte, tienen ancha
las caderas y el pecho; su cintura se destaca poco; sus senos no son muy voluminosos y
están bién ubicados.
En ambos sexos “su cabeza es grande, su rostro ancho sin ser lleno, su frente
saliente, su nariz ancha, con las fosas abiertas; sus pómulos pronunciados en la edad
adulta; la boca grande y los dientes magníficos; las orejas pequeñas; los ojos pequeños.
Los Tobas actuales tienen una estatura de 1.680 mm los hombres y 1.580 las mujeres.
La talla media es de 1.698 mm.
La forma del cráneo es alargada, siendo el índice cefálico horizontal medio de
78,5 para los hombres, y 80 para las mujeres. El índice medio de altura de la cabeza es
también alto.
La cara, por su parte, es también alargada. Mientras que su nariz,
moderadamente leptorrina, carece de la anchura considerable de otros grupos vecinos.

Estilo de vida
Economía y alimentación
Pese que en la actualidad nuestros Guaycurúes practican algo el cultivo de la
tierra, ellos deben ser considerados como fundamentalmente cazadores y recolectores.
Los difíciles y espinosos bosques del Chaco poseen una mayor riqueza en árboles y
otras plantas de valor alimenticio que la misma floresta tropical, la recolección de
productos agrestes es sin duda el más importante renglón en la economía de nuestros
indios.
Los Pilagaes recolectan abundantemente, y cada uno a su debido tiempo, los
fruto del algarrobo, del chañar, del mistol, de la tusca y del molle. Recolectan también
higos de tuna, pequeños ananá silvestres, porotos del monte, raíces distintas, cogollos de
palmeras y otro muchos productos más. Todo es objeto de una activa búsqueda por
parte de las mujeres, quienes por la mañana, se dirigen a los bosques y palmares, en fila
indiana, llevando a la espalda, sujetas por la frente o en bandolera, grandes bolsas de
caraguatá o de cuero de pecarí, donde depositarán el producto de sus búsquedas; algunas
de ellas llevan también las palas de madera en forma de remo o palos aguzados para
descogollar palmeras o cavar el suelo para desenterrar raíces. Todo lo cual sirve para
alimentación.
Los Guaycurúes más meridionales, esto es, los Mocovíes, comían también la
langosta, al igual que sus vecinos por el sur, los Pampas, usaban ensartándolas en una
varilla a las grandes, y cocían a las más chicas.
También gustaban sobremanera de la miel y de toda clase de pequeños animales.

La caza
La caza se práctica tanto individual como colectivamente, y fuera de la estación
más propicia para la pesca, en toda familia medianamente grande hay siempre un
individuo dedicado a cazar.
Las carnes más solicitadas son las de avestruz, tapir, venados y pecariés.
Los métodos de caza son diversos. Común es el incendio de la pradera; con el
fuego se quiere sacar de sus escondrijos a los animales, y obligarles a ir hacia el lugar
donde está el cazador, quien puede entonces flecharlos cómodamente.
Para los antiguos Comovíes era un gran placer poder tomar parte de una cacería de
pecariés, la que realizaba con la ayuda de perros; los cazadores no obstante el peligro, se
introducían en la manada y atacaban a los animales a golpes de macana. Común es
también el método que consiste en disfrazarse con hojas o plumas para así poderse
acercar a los animales hasta tiro de flecha sin ser notados.
De tanta o más importancia para la comunidad que la caza es la pesca.
Se utilizan también métodos varios. Individualmente se pesca con la lanza y con arco y
flecha. Pero la manera más común es aquella que se practica con redes. Éstas están
armadas sobre dos varas largas atadas por los extremos. Para pescar entra el indio al
agua empuñando su red, la sumerge, y cuando nota que ha entrado algún pez en ella la
cierra y la retira del agua. Los pescados son luego muertos con un palo y ensartados en
un hilo; las sartas de pescados se llevan en bandolera, en collar o a la cintura.

Vivienda
Por lo general lo Guaycurúes viven e chozas hechas con una armazón de ramas y
una cubierta de paja. Tienen una sección ovalada, una altura máxima de unos dos
metros, y se reúnen en grupos formando aldeas. Fuera de éstas chozas más o menos
estables, se usa todavía, especialmente en las marchas, el antiguo paravientos o tolditos
de esteras a que se refieren las fuentes antiguas.

Vestimenta
Antiguamente el vestido estaba constituido por el clásico manto de pieles de los
patagónicos. En tiempos de Dobrizhoffer lo usaban los Abipones, tanto los hombres
como las mujeres, especialmente cuando hace frío. Se fabricaba con pieles de nutria
cocidas unas con otras y se pintaba con líneas rojas las superficies externa. Pero por
época este manto tenía un sustituto, que era tejido y de lana, pero cortado según el
modelo antiguo. Todavía hoy se usa varias prendas. El manto tejido, que suele
fabricarse de dimensión variable, se lleva por lo general atado a la cintura por su parte
media con ayuda de una faja de lana tejida. Otras prendas de vestir como vinchas para la
cabeza y mocasines para los pies, están aún en uso entre los Pilagaes.
Como adornos corporales están el tatuaje del rostro, las plumas en la cabeza y tobillos,
las pulseras de distintas clases, los tarugos cilíndricos en el lóbulo auricular, etc. En el
labio inferior los hombres solían antes llevar un barbote; más desde hace tiempo la
costumbre va cayendo en desuso.

Las armas
Las armas de los Guaycurúes son el arco y flecha, la lanza y la macana. El arco
es relativamente corto, de sección rectangular y aplanado; la cuerda es de tiras de cuero
retorcidas. Para la caza de avestruces usan también la boleadora.

Arte
Actualmente se conoce y practica el arte del alfarero. Más solo se fabrican
piezas de carácter utilitario. Una de las más características formas de vaso es una
especie de botijo de amplio cuerpo y angosto cuello, base puntiaguda y con dos asas
verticales en el ecuador, que groseramente recuerdan los aríbalos incaicos; sirven para
el transporte y almacenamiento del agua.
Se practica igualmente el hilado y tejido. Como materias primas se usa la lana de
oveja y las fibras de caraguatá. El telar es extraordinariamente sencillo y de tipo
vertical.

Familia
La familia tiene base monógama, aunque se permite la poliginia de los caciques.
Los Abipones practicaban el casamiento por compra.
Entre los Tobas es común que el pretendiente lleve los productos de su caza a los
padres de la pretendida a fin de que éstos vean que siendo ya hábil para cazar, puede
mantener una mujer.

Historia
En una época aun imposible de determinar un importante grupo de patagónicos
comenzaron a extenderse por la región que luego ocuparon por completo, estos
procedían del sur, ya que gran parte del inventario de bienes culturales de los
guaycurúes son semejantes a los de ellos. La demostración de estos hechos se ven en
elementos como por ejemplo: de pieles, cinturón de cuero y las cuerdas de arcos hechas
de tira de piel que son impropios y hasta inconvenientes en una región como el Chaco.
Los grupos que comienzan a formarse son muy parecidos a los Patagones estos eran
recolectores, nómadas y cazadores. Se vestían con el clásico manto de pieles pintadas,
cazaban y vivían en habitaciones portátiles. Carecían de cerámica y de tejidos, pero
fabricaban bolsas y redes trenzadas con fibra de caraguatá.
En lo social constituían pequeñas bandas compuestas de unas pocas familias.
Reconocían la existencia de un Supremo Hacedor. Celebraban la iniciación de los
muchachas y también aunque muy poco la de los muchachos, practicaban ritos y
ceremonias mágicas de significados distintos.

Influencias
Sobre la población patagónica del Chaco Oriental hubo sobre todo por contacto
con los pueblos del oeste, influencias andinas, que dieron lugar al conocimiento y al
cultivo del suelo, a la fabricación y empleo de la cerámica, al uso de la honda, a la
practica del tejido, a la creencia de que las enfermedades son debidas a una perdida del
alma.
Otras influencias culturales vinieron del norte y este, de los pueblos Brasilitos,
estos proceden de elementos como el telar, la hamaca, la faja portadora de niños, el
cultivo de la mandioca y otros.
Pueblos de la cultura amazónica influyeron también en las creencias religiosas y
las practicas Chamanísticas de nuestros indios.
Por ultimo se agregaron las influencias de origen español, estas últimas alteraron
grandemente el estilo de vida tradicional, adoptando el caballo que los españoles traían
a estas tierras, esto provoca que nuestros indígenas se convirtieran en pueblos
montados. La gran movilidad que permitía el caballo favoreció la belicosidad de los
indios y así no tardaron en convertirse en enemigos poderosos.

En el siglo XVII los Abipones fueron los primeros guaycurúes ecuestres, la


primera consecuencia de todo esto fue la perdida de la ciudad de Concepción del
Bermejo, la ciudad tubo que ser abandonada por los repetidos ataques de los indios, con
ellos se perdió un valioso centro de cultura europea.
En la primera mitad del siglo XVIII las tropas jesuitas comenzaron a actuar,
tratando de civilizar a los indios reduciéndolos a poblado.
Los esfuerzos tuvieron éxito y se fundaron varias misiones que todavía subsisten
como florecientes pueblos por ejemplo: San Javier reducción de los Mocovíes,
Concepción con Abipones al igual que San Fernando, San Ignacio de Ledesma
conformados por Tobas y también San Juan Nepomuceno formado por Tobas y
Pilagaes, Rosario del Timbó de Abipones y San Pedro entre otros, que esta conformado
por Mocovíes.

Lengua
Las distintas lenguas Guaycurúes habladas en territorio argentino son muy afines
entre si y constituyen la rama austral de la familia. En estas lenguas ahí algunos sufijos
que son casi idénticos en todas ellas. Es un lenguaje difícil, de una fonética y léxico un
tanto inseguro y cambiante.
Por lo general estas lenguas carecen de artículo, otra dificultad también es la
distinción entre el masculino y el femenino, generalmente inexistente.
Los Guaycurúes disponían de numerales para contar solo hasta cuatro. Antes de
entrar en contacto con los españoles cuando querían expresar cantidades mayores
recurrían a múltiplos de aquellos numerales, y decían por 5 “dos mas tres”; por 6 “dos
veces tres”, y así sucesivamente “dos manos” eran 10, y “todos los dedos de los pies y
manos” eran 20.

Vida espiritual y creencias


En la organización social hallamos la familia monogámica, pero con una
facilidad de disolución; la poligamia existía y existe para los jefes: matrimonios por
simple convenio o por compra.
En la parte de la religión encontramos algunos datos antiguos que indican
animismo y magia: se señalan también vestigios de la creencia en un ser Supremo;
espíritus dueños de las aguas, los animales, la caza, la tierra, etc. Fiestas de la luna llena,
Hechiceros hacedores de la lluvia, con maracas y plumas, y viajes mágicos; tambores,
palos zumbadores, flautas y silbatos, arco musical.
Entre algunos pueblos del Chaco, los cuerpos celestes o los fenómenos naturales
están personificados y se los consideran serviciales o peligrosos, pero no existen
pruebas de que se les rendía un culto regular.
Los Abipones y Mocotes se dirigían a las Pléyades como si se tratara de un ser
viviente y las llamaban “Nuestro Gran Padre”. Explicaban su desaparición como
producida por una enfermedad y se alegraban cuando reaparecía en el mes de mayo, y
celebraban la aparición de las Pléyades no porque los consideraban como una deidad
sino porque anunciaban la estación de las nueces.
Los Tobas y Mocovíes daban señales de alegría cuando la luna nueva brillaba en
el cielo. Los Mocovíes sin embargo pedían fuerza física a la luna y los jóvenes tiraban
de sus narices para mejorar su forma.
Continuando con la cultura espiritual de los guaycurús podes decir que aquí los
muertos eran enterrados con sus efectos personales, envueltos en posturas plegadas en
una fosa. Cuando la muerte se producía lejos de sus sitios de enterramiento, se los
descarnaban a dichos cadáveres, se limpiaban los huesos y los llevaban a enterrar en el
lugar de sus cementerios correspondiente. Se destruya el toldo y todas las pertenencias
del difunto, la viuda era recluida por un tiempo y ayunaba; estaba prohibido pronunciar
el nombre del difunto.

Arte
Se considera muy importantes las muestras de artes que todavía se conservan de
este grupo indígena, el arte de esta tribu se encuentra especialmente en forma grabada,
en calabazas, que se usaban como copas y platos; en estos aparecen numerosas figuras
de animales, peces, aves, algunos mamíferos y raras figuras humanas y algunos motivos
geométricos, cuyo estilo nos pone frente a un tipo artístico semejante al del periodo de
la prehistoria de Europa. En algunas cuevas de Brasil aparecen pinturas de estilo
relacionable.
También podemos destacar piezas de alfarería del tipo de las llamadas
“campanas”, que se utilizaban para los entierros; por otra parte bolsas de tejido que se
usaban para la recolección de alimentos, vincha de lana con pluma y cuentas entre otros.
En el arte cultural Chaco-Santiagueño encontramos un mundo estético completamente
diverso, donde predomina lo pictórico, por más que con muchas variaciones y evidente
empobrecimiento. Toda la cerámica correspondiente a estas culturas en la Argentina
evidentemente esta muy empobrecida con respecto a lo que fue en sus primeras zonas
de origen.

Tobas
Los tobas ocupaban originariamente el territorio de Formosa; después se
replegaron a la parte oriental, pero extendiéndose simultáneamente hacia el norte y
hacia el sur. Adoptaron el uso del caballo en el siglo XVII y fueron en lo sucesivo
nómadas montados, siempre dispuestos a atacar las poblaciones españolas y saquear sus
establecimientos ganaderos. Pero como su número era escaso y su importancia relativa,
los daños ocasionados no fueron de tanta magnitud como los de otros grupos
guaycurúes que operaban en zonas más pobladas. Actualmente los tobas viven en el
Chaco paraguayo y se les llama pequeños tobas, los del Chaco argentino son los grandes
tobas, denominaciones guaraníticas. Subdivisiones de los tobas habrían sido los
cocolotes y los aguilotes, grupos ya desaparecidos, a los que se refieren algunos
documentos.
Pilagaes
Los pilagaes son los únicos guaycurúes que conservan todavía en gran parte una
cultura autóctona; habitan en la parte central de Formosa, sobre la margen derecha del
Pilcomayo, en la zona anegadiza del estero Patiño.
Los españoles llamaron a estos aborígenes, en los primeros tiempos, frentones,
por la costumbre que tenían muchos de ellos de raparse la parte anterior de la cabeza,
dando así la impresión de tener una frente ancha. El nombre guaycurú es, en realidad, el
de una subdivisión de los mbayaes, que vivían desde el siglo XVI frente a lo que es hoy
Asunción del Paraguay. Más tarde se aplicó esta denominación a todos los grupos de
esa familia.
Eran de estatura alta y complexión fuerte, un hermoso tipo humano, esbelto.
Los frentones occidentales, que eran vecinos de los omaguacas, fueron descritos ya en
1583 por Pedro Sotelo Narváez, gobernador de Tucumán, como «gente más alta y
desproporcionada» que los omaguacas, que eran andinos de talla más bien baja.
Estos pueblos fueron cazadores y recolectores y finalmente practicaron de modo
restringido el cultivo del suelo. La economía indígena se orientó hacia la recolección de
los frutos silvestres que abundaban en el bosque chaquense. Los pilagaes recolectaban
los frutos del algarrobo, el chañar, el mistol, la tusca y el molle; higos de tuna, pequeños
ananaes silvestres, porotos de monte, raíces, cogollos de palmera, etcétera. La
indumentaria antigua era el manto de pieles de los patagónidos; en tiempos de
Dobrizhoffer lo usaban todavía hombres y mujeres abipones; las pieles eran cosidas
unas con otras y pintadas con líneas rojas en la superficie exterior. Pero ya entonces
llevaban vestimenta tejida de lana, cortada según el modelo de la indumentaria antigua;
vinchas para sujetar el pelo, mocasines de cuero para los pies, etcétera.

Abipones
Los abipones habrían tenido su hábitat en las riberas norteñas del Bermejo
inferior; a comienzos del siglo XVIII, adoptaron el uso del caballo y se dedicaron a
vivir de la depredación, atacando las estancias y ciudades de los españoles. En ese
período los conoció Martín Dobrizhoffer, jesuita austríaco (1718-1791), que vivió entre
ellos en 1750-1762 y en su obra publicada en 1784 en tres volúmenes, ofreció
abundante información. Los abipones se subdividían en tres ramas: gente del campo,
gente del bosque y gente del agua; es probable que estos últimos fuesen restos de los
mepenes. Los abipones fueron así descritos por Dobrizhoffer: “Están físicamente bien
formados y tienen rostros agraciados, muy parecidos en esto a los europeos (...). Son
altos de talla, de suerte que podrían alistarse entre los mosqueteros austríacos. Tienen
los ojos más bien pequeños y negros, pelo liso, la nariz en general aguileña”.
Dobrizhoffer no encontró entre ellos deformaciones, jorobas, piernas torcidas o vientres
enormes, labios peludos o pies deformes; tenían además una dentadura blanca que
conservaban hasta su muerte.
Mocovíes
Aliados de los abipones en sus
depredaciones y pillajes fueron los
mocovíes, que originariamente vivían en
las fronteras del antiguo Tucumán y,
cuando adoptaron el caballo para su
mayor movilidad, contribuyeron
activamente a la destrucción de
Concepción del Bermejo, y participaron
en otros ataques a las ciudades de Salta,
Tucumán, Santiago del Estero y
Córdoba. Alejados de esos centros de población por la expedición de Esteban de Urízar
en 1770, se dedicaron entonces a hostilizar a Santa Fe y las estancias de su jurisdicción.
Con los mocovíes convivió a mediados del siglo XVIII, el jesuita alemán Florián
Paucke o Baucke (1719-1780), cuyo relato, traducido con el título de Hacía allá y hacia
acá, refiere sus experiencias enriquecidas con apuntes plásticos sobre la vida y las
costumbres de ese núcleo aborigen.

Los Matacos y congéneres del Chaco Occidental


Generalidades
Los Wichí fueron llamados “Matacos” por los españoles. Es palabra castellana
vieja que significa “animal de poca monta”, “animal sin importancia”.
Los Matacos, junto con los Chorotís, los Asbluslay y los Maccaes constituyen
una familia lingüística modernamente conocida como mataco-maccá (matacos y
chorotís poco o nada se diferencian de Asbluslay y maccaes).
El hábitat histórico de los Matacos y Chorotís es la parte occidental del Chaco,
especialmente el Oriente salteño de las zonas colindantes de las Gobernaciones del
Chaco y Formosa. Sus aldeas estaban situadas sobre todo a lo largo de los ríos
Pilcomayo, Bermejo, Teuco, Yegua y Vega Quemada.
Los Matacos se dividían en cuatro grandes grupos: Los Agoyaes, los Teutas, los
Taynoaes y los Mataguayos. Esta división subsiste en los tiempos posteriores; solo los
nombres cambian en el correr de los tiempos. Serrano cuenta q coincide con el mito de
la creación de esos indios que aún se conserva entre ellos, y que salieron de la cueva del
Escarabajo. Las denominaciones actualmente en uso para estas subdivisiones son:
noctenes para los “Taynoaes” que moran al pie de los Andes, entre la Cordillera de
Pirapó y los ríos Pilcomayo, Piquirenda e Itiyuro; Vejoces para los antiguos
“Mataguayos” de la zona de Embarcación y Orán; guisnay o “Hoklay” para los
llamados antes “Agoyaes” que tienen sus aldeas a lo largo de la rivera del Pilcomayo,
desde el paralelo 23° de latitud sur, hasta Puerto Irigoyen; y Montaraces se llama al
grupo q vive en el interior de las tierras, y que posiblemente esté constituido por los
descendientes de los “Teutas”. Cada uno de estos grupos se subdivide a su vez en
parcialidades, las que llevan nombres de un animal, una planta o algún otro objeto.
Estas tribus no llegaron a adaptarse a la cultura del caballo, y por considerarse
una tribu pacifica conservan mucho mas su cultura originaria precolombina.

Aspecto Físico
Son considerados como
de tipo racial patagónico,
aunque se encuentran
diferencias significativas pese a
que la formación de esos
pueblos ha de haber sufrido
mezclas más o menos
profundas con otros tipos.
Su estatura es más baja
que la de sus vecinos
Guaycurúes. Son también mas
rechonchos y de morfología más primitiva. El Capitán de fragata Aguirre, por ejemplo,
los da como miserables y “feísimos, y de talla más baja que los demás nacionales de
esta infidelidad”. Pero ello surge también de las modernas mediciones antropométricas
de las que disponemos.
R. Lehmann- Nietsche, por ejemplo, reveló métricamente a 20 hombres y 10
mujeres chorotís, y 30 hombres y 20 mujeres matacos. La estatura masculina de ambas
series resulto ser de 1.616 Mm. Para los Chorotís y 1.638 para los Matacos. Mientras
que la estatura femenina alcanzaba 1.553 Mm. en los primeros, y 1.529 en los segundos.
Ambas series son parecidas. Solo que los miembros hombres Chorotís son algo más
bajos que los Matacos, en las mujeres es a la inversa (las mujeres Matacas son más
bajas).
De todas maneras, es indudable que Matacos y Chorotís son de talla algo menos
que los Guaycurúes y demás grupos patagónidos.
En los Chorotís y los Matacos la nariz resulta ser bastante más ancha que la de
los otros grupos.
Si a las dos características aberrantes (piernas cortas y nariz ancha) agregamos el
calificativo de “morrudos” que a los Matacos les aplica Pelleschi, tendremos sin duda la
causa del porqué los trato de “feísimos” el capitán Aguirre.

Estilo de vida
Todos los autores concuerdan en que el género de vida y la cultura de los
Matacos y congéneres son muy parecidos a los de sus amigos los Guaycurúes. Lo cual,
naturalmente, no ha de extrañar si se tiene presente que ambos grupos de pueblos han
tenido un mismo origen, comparten hábitats vecinos de una misma región natural, y han
estado sometidos a parecidas influencias culturales alóctonas. Tal vez lo que permita
hoy distinciones culturales entre Matacos y Guaycurúes sea la distinta intensidad en que
unos y otros han recibido y aculturado las mencionadas influencias.

Economía y alimentación
La economía de los Matacos y congéneres es esencialmente recolectora. Es
cierto que también cazan y cultivan la tierra; mas ambas actividades las practican en
mucha menor proporción y nunca alcanzan la importancia de las dos primeras.
Como muy bien se ha señalado, la región del Chaco produce innumerables
productos agrestes que son susceptibles de servir a la alimentación humana. Y que
escalonándose en su aparición a lo largo de las estaciones del año, es hasta posible
establecer una especie de calendario alimenticio para los indios chaqueños. Así,
comenzando con la algarroba que madura de noviembre a febrero, y siguiendo con los
porotos del monte, el tasi y los higos de la tuna, que todos ellos don de verano, se llega
a la época de la pesca intensiva que son los meses de abril a junio. Esta época, junto con
la de la recolección de la algarroba, son las mejores del año y las más abundantes en
alimentos. El resto del año pasa con algunas reservas de esos dos principales productos
y lo que diariamente se caza, se cosecha o se recolecta en tusca, tasi, cucurbitáceas
silvestres, tubérculos, cogollos de palmera, etc. Sin olvidar la miel a la que los Matacos,
son muy aficionados y de la qué conocen nada menos que 16 clases distintas, según sea
la especie de abejas que la elaboran.
La pesca se practica tanto colectiva como individualmente.
La pesca se realizaba con una especie de arpón. El instrumento se compone de
una vara de “palo bobo” de unos 5m. de largo, en cuyo extremo distal está atada una
varilla de palo blanco sobre la que descansa, flojamente, la punta del arpón. Esta punta
es la punta de un cuerno de vacuno. La misma va atada a una larga cuerda que corre
paralela al palo, y que no está sujeta al mismo, sino que pasa directamente a manos del
pescador.
El lugar en que los Matacos cultivan sus escasos vegetales se rodea de un cerco
de árboles y ramas espinosos, para evitar su destrucción por animales depredatorias. Los
trabajos de plantación y cuidado de las pequeñas huertas están a cargo de los hombres,
aunque son las mujeres las que corren con el levantamiento de la cosecha. De los
distintos cultivos que de manera rudimentaria se practican, los Matacos prefieren las
calabazas. Principal implemento de cultivo es una especie de pala de madera de forma
de remo, que sirve también para descogollar palmeras.

Vivienda
La vivienda peculiar de estos indios tiene carácter primitivo, por lo general, es
de forma cupular hemisférica, hecha de ramas y paja, y se agrupan varias de ellas, sin
orden alguno, para formar aldea. Las chozas son pequeñas y bajas, de un diámetro
aproximado de tres metros y dos de altura. No hay puertas en ellas, y el moblaje se
limita a pieles amontonadas que sirven de cama, bolsas y redes de fibra de caraguatá
para el transporte, platos de madera, cucharas de concha, ollas de barro, etc.

Vestimenta
Antiguamente los Matacos y
congéneres vestían el clásico manto de
pieles patagónico. Se fabricaba con
pieles de nutria, venado o zorro,
cosidas entre si. La parte del pelo se
aplicaba sobre la carne, y la otra se
pintaba con dibujos geométricos
negros y rojos. Se llevaba atado a la
cintura. Por influencia andinas
apareció posteriormente la manta de
lana, que pronto empezaron a tejer ellos mismos, y que luego se convirtió en prenda
general para los hombres. Las mujeres, en cambio, llevaban un trozo de género
arrollado a la cintura a manera de falda y sujeto con un cinturón de piel. Esta prenda
femenina era antes también de cuero, y en parte lo es todavía hoy.
Los adornos son generales y comprenden pinturas, collares, tatuajes faciales,
plumeros en la cabeza y los tobillos, vinchas rojas en la cabeza, etc.

Armas
Como armas de guerra y caza tenemos el arco y la flecha, la lanza y la macana.
El arco es de sección rectangular y cuerda de tiras de piel trenzadas; su tamaño es corto.
La ergología de matacos y congéneres para el transporte de los productos de la
recolección; cerámica ordinaria, a veces decorada con impresiones dactilares o con
series de pequeñas bolitas aplicadas sobre la superficie cuando la arcilla es aún húmeda;
el trabajo de pieles; el hilado de caraguatá; el tejido de lana y algodón, etc.

Familia
Como en todas partes, la familia, generalmente monógama, es la base de la
sociedad mataca. No obstante, ocurre también la poligamia. Antes del matrimonio la
mujer goza de gran libertad sexual, y es ella la que generalmente toma la iniciativa en
estos asuntos. Una vez casada, suele empero ser muy fiel a su marido.

Creencias religiosas
Una situación destacada ocupan las danzas entre estos indios. Carecen de
música, y se baila al compás monótono canto que entonan los bailarines. Las danzas se
efectúan muy frecuentemente y en toda circunstancia. Muchas de ellas tienen un
significado mágico que suele consistir en el intento de tener alejados a los malos
espíritus del cuerpo de un fallecido, de una moza que menstrúa por primera vez, de la
fermentación de la algarroba, de una pareja de desposados. Etc. Otras veces las danzas
nocturnas parecen no tener otro significado que el de que las jóvenes se elijan un
amante para el resto de la noche.
Los Matacos y congéneres creen en la existencia de numerosos espíritus que
llaman wilan. Es de éstos que son los shamanes obtienen el poder de que disponen, y
que utilizan para curar enfermedades mediante las conocidas prácticas del soplar la
parte doliente y succionar la causa del mal, etc. Distintos de estos espíritus, que se
suponen moran en los árboles, son las almas de las personas y los espíritus de los
fallecidos. Estos últimos son muy temidos. Para sus embelesos, los hechiceros usan el
cebil que aspiran por la nariz.
En tiempos antiguos los cadáveres se depositaban sobre una especie de
plataforma que se construía en la copa de un árbol. El cuerpo quedaba allí hasta que
desaparecieran las partes blandas; todavía se practica, aunque muy raramente, esta vieja
costumbre. Otras veces el cuerpo es colocado en el fondo de una fosa que permanece
abierta hasta que los huesos estén limpios. Tanto en un caso como en otro, cuando sólo
quedan los huesos, se ponen éstos en un nicho lateral que tienen las fosas, y luego se
tapan las mismas definitivamente. Un calabazo con agua suele colocarse al lado o
encima del cadáver.

Lengua
También las lenguas matacas no son suficientemente bien conocidas, al igual
que las guaycurúes.
Ambos grupos de lenguas tienen, por otra parte, una cierta semejanza en su
esquema gramatical, aunque se diferencian notablemente por su vocabulario. Empero,
es bastante general la creencia en una vinculación muy antigua, a la que habría seguido
la diferenciación también muy antigua. Mediante una nueva entidad lingüística llamado
Macro-Guaycurú, se trata de dar una nueva expresión a la antigua idea.
Uno de los autores que más han trabajado para el conocimiento de las lenguas
matacas es el misionero anglicano R. J. Hunt. A él le debemos una serie de estudios del
mayor interés sobre la lengua Vejoz, la Chorotí y la Maccá.
El fonetismo del Mataco es algo complicado. Las vocales son en su mayoría
simples. Pero en consonantes se carece, al igual que en otras lenguas vecinas, de las
oclusivas sonoras B, D y G; además, de la R, RR, V y X. Conoce, en cambio, tanto la J
española como una especie de Z. Otra de sus características: las terminaciones en una o
dos consonantes son bastante comunes.
La gramática conoce la diferencia entre la forma inclusiva y la exclusiva del
pronombre personal de primera persona plural y también la del masculino y femenino
en el pronombre. Los demás sustantivos carecen de género. Tampoco hay artículo,
aunque cierto pronombre haga las veces de tal. El genitivo se antepone, y el adjetivo
puede estar tanto delante como detrás del sustantivo que califica. El sistema de
numeración es, como el de los vecino guaycurúes, de tipo cuaternario, es decir que hay
numerales independientes solo hasta cuatro.

Historia
Hace miles de año, pueblos de habla Arawak comenzaron a desplazarse desde el
Caribe, hace alrededor de 2.500 estaban en las nacientes de los ríos chaqueños y por el
salado, hasta el Plata. Se aposentaron en las cordilleras pedemontañas, los llanos y los
pantanos del Izozog (hoy Bolivia), el bosque tucumano-oranense de las sierras
subandinas (hoy Salta y Jujuy de la Argentina), el sector occidental del Gran Chaco.
Hacia los siglos XIII, XIV, XV y XVI, oleadas de “Guaraní” llegaron hasta sus
aldeas (a las ultimas migraciones se “engancharan” algunos españoles) en búsqueda de
“tierra sin mal”. Se unieron a sus mujeres, al convertirse en parientes los hicieron socios
económicos, Chané (socios menores) o Tapuí (servidumbre) los llamaron. Fueron los
Avá: cazadores, pescadores y guerreros; los Arawak-Chané: Artesanos y labriegos.
Cada grupo mantendría su identidad, pero poco a poco todos concluirían hablando
“guaraní”. Subiendo a los Andes, igual q otros chaqueños y selváticos, obligaron a los
Inka del curso a erigir cadenas de ciudades (desde Perú a Tucumán incluyendo Machu-
Pichu) en la frontera este de su imperio. Algunos Jaguareté- avá tomados prisioneros
“murieron de frio” a 3.400 metros de altura. De entonces a hoy se los llamo Chiriguano
(Chiri: Frio, guano: estiércol, en queshwa).
Cuando los europeos reemplazaron a los Inka como “casta superior”,
pretendieron avanzar sobre la Cordillera de los Chiriguano, los llanos de Mason o de los
Chané y el chaco salteño, pero fracasaron por el valor de los nativos. Finalmente el
emperador europeo Felipe II avanza y los declara sujetos a esclavitud perpetua.
Los Matacos y chorotís, que han de representar la antigua población indígena del
chaco occidental, ingresan en la región poco después de mediados del siglo XVI.
Constituye el núcleo noroccidental, habitan la mitad oeste de Formosa y gran parte del
Chaco salteño. Sus tribus son numerosas y se prolongan hacia el norte entrando
ligeramente en Bolivia y más en el Chaco Paraguayo, posiblemente la misma área en la
que viven sus congéneres Asbluslay y Maccaes.
Durante la época histórica, y cuando matacos y chorotís ya estaban establecidos
en su último hábitat, fueron conocidos como pueblos relativamente pacíficos que poco
dieron que hacer a las autoridades del periodo hispánico. Al contrario de los pueblos
guaycurúes, los Matacos y congéneres no se convirtieron nunca en pueblos ecuestres, y
carecieron por tanto de la belicosidad que la adopción del caballo suele imprimir a los
pueblos indígenas. Solo dos veces dieron ellos muestra de intranquilidad bélica. Fue la
primera en el siglo XVII, cuando presionados sin duda por los guaycurúes, avanzaron
sobre las fronteras de Salta y Jujuy. Una expedición mandada por don Juan de
Amusátegui restableció la paz turbada y escarmentó a los indios. A partir de entonces
muchos matacos comenzaron a conchabarse para trabajar en los obrajes y cañaverales
de Salta y Jujuy.
La segunda intentona fue realizada en 1863. Maltratados sin duda por la
población blanca de la región, quisieron ellos vengarse atacando colonia Rivadavia, en
el Chaco salteño. A raíz de esto tuvieron que soportar en los años siguientes un terrible
castigo, que redujo considerablemente su número.
También se crearon misiones para nuestros matacos. Fue la primera la de centa,
llamada nuestra señora de las angustias. Se creó en 1779 en la misma zona en la que
poco después su fundara Orán.
En la actualidad, los Matacos conviven relativamente bien con la población
criolla de la región. Trabajan como obrajeros o peones en los ingenios y cañaverales.
También forman parte de varias misiones y reducciones. De las primeras puede
nombrarse las anglicanas de El Algarrobal, Yuto, San Patricio y San Andrés, todas ellas
en la gobernación de Formosa.

Wichís
Muchos antropólogos les atribuyen origen patagónico (pámpido) aunque con
indudables influjos y aportes amazónidos y ándidos lo cual se ve reflejado en sus tallas:
sus estaturas son generalmente menores que las de otras etnias chaquenses de la familia
pámpida.
Su lengua forma parte de la familia lingüística mataco-guaycurú, subfamilia
mataco-mataguayo. Este grupo incluye a otras etnias: chorote, maká, chulupí,
mataguayo y vejoce. En cuanto a éstos últimos su filiación con los wichís actuales
(hacia 2006) es tan estrecha que se los considera simplemente como una parcialidad
étnica.
Ya en el siglo XVI habían adoptado un sedentarismo casi completo, posediendo
paraderos y asentamientos en las orillas de los ríos. Formaban comunidades
relacionadas por parentesco; cada una de éstas estaba administrada por un jefe anciano y
un consejo comunitario de varones que gobernaba cada aldea (huef o huet). Varias
comunidades o grupos parentales formaban parcialidades. Sus viviendas eran chozas
(huep) construidas con ramas, teniendo forma de cúpula de 2 a 3 m de diámetro en cada
una de las cuales convivían los integrantes de una familia. La familia era generalmente
monógama aunque los caciques solían tener más de una mujer. Las familias se
agrupaban en bandas u hordas de caza que aceptaban la autoridad de un cacique. Estas
bandas, también llamadas tribus, variaban en cantidad de individuos y se desplazaban
en busca de lugares con buena caza, pesca y frutos vegetales. Se instalaban por lo
general en lugares altos y cerca de los ríos y lagunas.
La cultura wichí es una de las culturas del Gran Chaco, con características
similares a la de las demás etnias de pueblos originarios por su relación con la
naturaleza: el contacto permanente con el monte, el río, los pájaros.
En la etapa de subsistencia del pueblo wichí, los sonidos y cantos de la
naturaleza tuvieron un lugar muy destacado en las luchas y en las conquistas. Los cantos
y las danzas eran protagonizados por los chamanes y algunas personas con capacidades
muy especiales para proteger a los humanos de seres extraños. Vivían así en armonía
con la naturaleza como parte de la misma creación. Para la cultura wichí, los sonidos y
todo lo que hace ruido está relacionado con la vida. Por eso tienen mucha importancia
para la subsistencia de las familias. La pesca, la marisca, la recolección de frutos del
monte y las actividades hechas por las manos de las mujeres wichí son actividades que
se acompañan por cantos y por sonidos de la naturaleza para alentar o comunicar buenos
o malos mensajes. Estas actividades están protegidas según normas establecidas por los
integrantes de la comunidad.
El canto, que expresa tristeza, alegría o búsqueda, pertenece a cada clan familiar
y es con el mismo que el clan se identifica. Se escuchan a veces cantos de pájaros
imitados por personas para atraer y elegir la presa. Se oyen mujeres y varones que
entonan melodías cuando un ser querido está enfermo o para conservar en la memoria a
personas que fueron importantes por las actividades en las que tuvieron participación.
Todo esto es parte de la cultura wichí de la zona, y como toda cultura aborigen, tiene
además el recurso de la lengua oral, una riqueza cultural que muchas veces no se refleja
en la expresión escrita por ser una lengua ágrafa desde hace muchos siglos. Sin
embargo, son un pueblo con capacidad de transmitir, de generación en generación, lo
propio de su cultura.
En este sentido, las capacidades de expresión artística constituyen un recurso
estratégico para fortalecer y avanzar en la defensa de la identidad de cada wichí y de la
pertenencia al clan familiar.
Su agricultura antes del siglo XX apenas superaba el estadio de la horticultura,
ya que pese al influjo ándido indicado mantenían (y aún hoy practican) el modo de
producción cazador-recolector. Su sustento principal era la caza, la pesca y la
recolección.
Como entre muchos otros pueblos cuyo modo de producción ha sido hasta hace
poco principalmente el cazador-recolector la situación ecológica de interdependencia
con los animales es tal que los wichís suelen darle el calificativo de "hermanos" a los
animales.
Sus utensilios y artefactos eran principalmente de madera (por ejemplo los
"palos de labranza" que mantenían alguna semejanza con las de los pueblos ándidos),
aunque realizaban obras de cestería, cerámica, piedra pulida y textiles como las bolsas
de caraguatá (Bromelia hieronymi) también conocida como chaguar) muy usado para
confeccionar sus elegantes morrales y bolsos llamados yiska.
Su sistema de creencias ha sido incluido por los antropólogos en el animismo y
el chamanismo, rendían culto a los seres de la naturaleza y poseían la noción de un ser
superior (Tokuah) regía al mundo.
El chaguar es una actividad netamente femenina. Las mujeres, en pequeños
grupos, salen al monte a cosechar, ellas desfibran la hoja, ellas hilan, tiñen y tejen. Las
wichís conocen bien los lugares donde encontrarán chaguar. De cada chaguaral solo
eligen aquellas plantas que tienen el tamaño y la calidad requerida. Eligen las hojas,
sacan las espinas, y las pelan, separando las fibras de la parte externa. Luego la fibra es
limpiada machacándola, raspándola y remojándola en agua una y otra vez. Cuando está
limpia se la seca al sol por uno o dos días. El hilado se hace uniendo varias hebras,
torciéndolas con un movimiento veloz de las manos sobre el muslo. Una vez hilada la
fibra, y teniendo muchos metros de hilo, se forman ovillos. Se tiñe el hilo, usando
diversos tintes (negro, marrón, gris, rojo son los más usuales) preparados en base a
plantas del monte. Y finalmente, se hace el tejido.
Las wichís tejen sus yicas en forma de malla apretada trabajándolas con una
gruesa aguja de madera, dos palos plantados en el suelo y un hilo tirante entre ellos;
sobre éste hace una primera hilada de lazada con la cantidad de mallas necesarias para
el tamaño de la yica a confeccionarse. Después hace una segunda vuelta entrecruzando
los hilos de tal modo que sin apretar el nudo queda la malla abierta.
Los típicos dibujos que tejen combinando diferentes colores reciben nombres
tales como “codos”, “lomo de avestruz”, “caparazón de tortuga”, “cuero de
lampalagua”, “frutos de doca”, “dedo de carancho”, “pata de corzuela”, “pata de loro”,
“cuero de yarará”, “pata de zorro”, “pecho del pájaro carpintero”
Las mujeres Wichí fabrican a base de semillas y palitos numerosos trabajos
como collares, pulseras, aros, cortinas, yicas, cinturones y adornos. Entretejiendo
semillas con fibras de chaguar y adornando con bolitas de barro y conchas. Obtienen
diseños muy originales verdaderamente poco vistos.
Las especies de árboles y arbustos de la zona provén las semillas necesarias para
hacer numerosos diseños, intercalando tipos y posiciones de semillas y palitos. Las
semillas se entraman utilizando hilo de chaguar para enhebrarlas el que confiere gran
resistencia al tejido que se forma. Los árboles y plantas de las que se extrae semillas
para artesanías:
• Mimosa (leucaena leucocephala): semilla marrón oscura alargada y plana, es la
más utilizada por las Wichí
• Jaboncillo o palo del jabón (sapindus saponaria): semilla redonda, grande, de
color negro opaco; es también muy utilizada.
• La tipa (tipuana tipu): semilla alargada de color rojizo.
• El tártago (recinus communis): semilla grande moteada de varios colores.
• Palo bolilla o palo borracho (chorisia insignis): se utiliza la espina del tronco.
• La achira o achera (canna edulis): semilla negra redonda más chica que la del
jaboncillo.
• El Guayacán (Caesalpinia paraguariensis): semilla dura color marrón claro,
alargada, más gorda que la de la mimosa.
• El algarrobo
• El Sirari

Chorotes o Chorotís
Los chorotes son un pueblo originario de ambas orillas del río Pilcomayo, en
Bolivia, Paraguay y la Argentina.
En la Argentina son cerca de 2.300 personas, repartidas en ocho comunidades de
la provincia de Salta.
Junto a los wichís y los chulupís, pertenecen a la familia étnica mataco-
mataguaya. Son del tipo racial patagónico con influencia andina y brasílida.
Su lengua forma parte de la familia lingüística mataco-guaycurú. La lengua
chorote o tsoloti es hablada por menos de 10.000 personas y consta de dos dialectos
muy diferenciados, hasta tal punto que muchas fuentes los consideran idiomas distintos.
El manhui, manjuy o chorote iyo'wujwa (habitantes del monte), tiene cerca de 1.500
hablantes en la Argentina, un par de familias (8 personas) en Bolivia (fuente de 1982) y
500 en Paraguay (fuente de 1991).
Los chulupís denominan al otro dialecto como eklenhui o eclenjuy y también es
conocido como chorote iyojwa'ja (habitantes del río), sólo es hablado por 800 personas
en la Argentina. En este país ambas ramas se han fusionado en gran medida, facilitando
el proceso la adopción del castellano.
Antiguamente su economía se basaba en la recolección y la pesca.
La Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas (ECPI) 2004-2005,
complementaria del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001, dio como
resultado que se reconocen y/o descienden en primera generación del pueblo chorote
2.147 personas en la Provincia de Salta. De los cuales 2.022 residen en comunidades.

Chulupís
Los chulupís (nombre guaraní) son un pueblo indígena del Gran Chaco. En su
idioma se autodenominan nivaclés, que significa hombre. Sus vecinos chorotes los
llaman ashuslay o alhulhai. Otras variantes del nombre que se puede encontrar en
diversas fuentes son: churupí, chulupie, chulupe, ashlushlay y axluslay. En algunas
fuentes antiguas se los llamó también chorpil o chunupí, pero no debe confundírselos
con la parcialidad vilela de este último nombre.
Existen algo más de 20 comunidades chulupís. En la Argentina viven en la
provincia de Salta, sobre el río Pilcomayo donde hay dos comunidades principales:
Misión La Paz y La Bolsa. Históricamente han sido cazadores-recolectores.
Su lengua forma parte de la familia lingüística mataco-guaycurú, subfamilia
Mataco-Mataguayo.
La lengua chulupí o nivaclé es hablada por aproximadamente unas 15.000
personas, que la prefieren al castellano. De los cuales sólo unos 200 se encontrarían en
la Argentina. Existen dos dialectos principales, el de los chulupí del interior o del monte
y el de los chulupí de los ríos.
La Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas (ECPI) 2004-2005,
complementaria del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001, dio como
resultado que se reconocen y/o descienden en primera generación del pueblo chulupí
440 personas en las provincias de Salta y Formosa. De los cuales 392 residen en
comunidades. En todo el país se auto reconocieron 553 chulupíes, 392 viviendo en
comunidades.

Lenguas Mataco-Guaycurú
La familia de lenguas mataco-guaicurú es un conjunto de 12 lenguas indígenas
de América habladas en Argentina, Bolivia, Brasil y Paraguay. Comprende dos
subfamilias, con un total aproximado de 100.000 hablantes distribuidos en las cuencas
de los ríos Bermejo, Pilcomayo y Paraguay. Una lengua (el abipón) está extinguida,
pero las demás no parecen amenazadas.
La relación entre ambos grupos fue intuida por Lafone Quevedo (1896), aunque
el primer trabajo comparativo con cierta profundidad es muy reciente. Viegas Barros
(1993-94) comparó ambas familias y propuso un esbozo de reconstrucción del sistema
fonológico, unas pocas decenas de similitudes gramaticales y unos setenta comandos.
Este estudio incluye datos no sólo de las lenguas habladas actualmente sino también del
abipón, el payaguá y el guachí (las dos últimas cuentan con muy poca documentación, y
su inclusión en la familia debe considerarse más insegura).

Las consecuencias de los pueblos originarios con la llegada de los españoles


El poblamiento humano del actual territorio de Argentina tiene una antigüedad
de entre 10.100 y 13.000 años, de acuerdo a los hallazgos de Piedra Museo, en la región
patagónica. Con posterioridad se conformaron tres regiones muy marcadas: en el
cuadrante del noroeste andino se establecieron culturas agroalfareras emparentadas con
la civilización andina y una parte de ellas llegó a integrar el Imperio Inca; en el
cuadrante nordeste se establecieron culturas agroalfareras emparentadas con la familia
tupí-guaraní; en el cono sur de la pampa y la Patagonia se establecieron culturas
nómades.
Durante la conquista europea las culturas indígenas que habitaban el actual
territorio argentino corrieron suerte diversa. Por un lado las culturas pampeanas y
patagónicas así como las que habitaban el Gran Chaco resistieron exitosamente la
conquista española y nunca estuvieron bajo dominación colonial. En el cuadrante
noroeste la colonización española estableció sus principales centros de población y
producción sobre la base de trabajo encomendado de los indígenas, en tanto que las
naciones indígenas protagonizaron grandes guerras e insurrecciones contra los
españoles. El cuadrante noreste se caracterizó por el establecimiento de las misiones
jesuíticas de los pueblos guaraníes que conformaron un tipo completamente original de
sociedad indígena-cristiana autónomas de la Monarquía Hispánica que se enfrentaron
incluso a las tropas conjuntas de España y Portugal en la llamada Guerra Guaranítica, y
que fueron finalmente disueltas por la Corona Española en 1767.
Todas las naciones indígenas sufrieron también el colapso demográfico que
afectó a todos los pueblos indígenas americanos, y que fue en gran medida consecuencia
de las enfermedades introducidas por los europeos. Se estima en 500 mil a un millón los
indígenas a la llegada de los españoles. Las fuentes más altas llegan a 1.500.000 y las
más bajas a solo 300.000 personas.
Una vez constituida como nación independiente las Provincias Unidas de Sud
América, primero y su continuadora la República Argentina, después, iniciaron un
proceso de conquista de los territorios ocupados por los pueblos originarios que no
habían sido dominados por el Imperio Español, especialmente en la pampa, la Patagonia
y el Gran Chaco. Estas guerras contra el indio, tuvieron su punto más alto en la llamada
Conquista del Desierto de 1880 en la que fueron derrotadas las naciones Mapuche, Het
y Ranquel, y le permitieron a la Argentina triplicar su territorio y expandirlo hacia el
norte y hacia el sur.
Los datos definitivos de la Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas
(ECPI) realizada en 2004-2005 destacan la existencia de 35 pueblos indígenas en la
Argentina, integrados por 600.329 individuos (457.363 que se auto reconocen
pertenecientes a algún pueblo aborigen más 142.966 que no pertenecen pero son
descendiente en primera generación de un pueblo) equivalente a aproximadamente el
1,6% de la población total. Ello sin perjuicio de que poco más de la mitad de la
población tiene al menos un antepasado indígena, aunque en la mayoría de los casos se
ha perdido la memoria familiar de esa pertenencia. Todas las culturas indígenas han
sido afectadas por un proceso deliberado de invisibilización, promovido desde el
Estado, desde la segunda mitad del siglo XIX.

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