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TITULO : TERCERA CULTURA

INDICE

RESUMEN

ABSTRACT,

1.- INTRODUCCION

2.- DISEÑO DE INVESTIGACION

2.1 PROBLEMÁTICA

2.2 OBJETIVOS

2.3 HIPOTESIS

2.4 IMPORTANCIA Y FINALIDAD DEL ESTUDIO

3.- ESTRUCTURA REFERENCIAL

3.1 MARCO HISTORICO

3.2 MARCO CONCEPTUAL

3.3 MARCO NORMATIVO LEGAL

4.- CUERPO DEL TRABAJO

5.- RESULTADOS

6.- CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES

7.- REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS


RESUMEN:

Desde que en 1959, en su archialudida conferencia de Rede, C. P.Snow


diagnosticara como grave la hendidura de la cultura occidental, según la cual
esta última se encontraba escindida en dos, una humanista y otra científica, los
intentos por levantar puentes entre ambas culturas no han dejado de repetirse.
Recientemente, John Brockman ha adoptado el término tercera cultura para
referirse a la difusión masiva de conocimientos científicos llevada a cabo por
los propios científicos. Los éxitos editoriales de sus publicaciones serían
indicativos del nacimiento de una nueva cultura, cuya principal virtud residiría
en poner en contacto a los científicos con el gran público. En este trabajo se
examina la propuesta de una tercera cultura de J. Brockman, señalando sus
limitaciones, así como la intención cientificista que entraña.

ABSTRACT (traducción al Ingles)

Since 1959, in its Commented conference of Rede, C. P. Snow diagnosed as a


serious the cleft in the western culture, according to which the latter was divided
into two, a humanist and other scientific, attempts by building bridges between
the two cultures have not ceased to repeated. Recently, John Brockman has
adopted the term third culture to refer to the mass dissemination of scientific
knowledge carried out by the scientists themselves.

The successes publishers of its publications would be indicative of the birth of a


new culture, whose main virtue reside in bringing to the scientists with the
public at large. In this work is discussed the proposal for a third culture of J.
Brockman, noting its limitations, as well as the intention scientistic that entails.
1.- INTRODUCCION

A partir de la célebre conferencia de C.P. Snow titulada “Las dos culturas y la


revolución científica”, pronunciada en mayo de 1959 en la Universidad de
Cambridge, se dibuja una división entre literatos y científicos, que están
involucrados en la interpretación del mundo desde sus respectivas posiciones
en la cultura tradicional y en la científica. Esto plantea muchos problemas, entre
los que se sitúa la necesidad de separar estas dos culturas claramente,
identificando entre ellas una tercera, o estableciendo que no hay más que una
de la cual forman parte la Ciencia y la Literatura.

En los países occidentales la zona intermedia la ocupan las Ciencias Sociales,


que están más próximas que las Humanidades a la metodología de las
Ciencias Naturales y, en cambio, se ocupan de contenidos humanísticos. En el
fondo, esta sería la tercera cultura, si bien hoy se concibe de una manera
diferente a la de los primeros tiempos de la Sociología, pero sin caer en la
degradación metodológica que se observa ahora por muchas partes.

Se examinó los detalles de la polémica establecida entre Snow y el profesor


Leavis y posteriormente expuso como durante el siglo XIX la ciencia
orientadora de la vida fue distinta en Francia, donde primaba la Sociología, que
en Inglaterra, donde el lugar eminente correspondía a la Literatura, y que en
Alemania, donde la Historia era considerada la enseñanza social principal.

En la parte final de su exposición habló de los problemas surgidos con los


intentos de renovar la docencia de saberes que pertenecen a la cultura
tradicional, como la Historia y los problemas a que da lugar la
profesionalización en sociedades como la nuestra, donde la disciplina de
Ciencias sociales fue absorbida en el Bachillerato por los historiadores que en
general no estaban preparados para ello.
Algo análogo ha pasado posteriormente con la asignatura de Ciencia,
Tecnología y Sociedad, que se ha puesto en manos de los filósofos y no de
científicos sociales especializados.

Por último, Para John Brockman La tercera cultura consiste en aquellos


científicos y otros pensadores del mundo empírico que, a través de su trabajo y
sus escritos, están sustituyendo al intelectual tradicional en la tarea de aclarar
los significados más profundos de nuestras vidas, redefiniendo quienes y qué
somos.
Así, los pensadores de la tercera cultura son:
Entre ellos,según Brockman cita a los físicos Paul Davies, J. Doyen Farmer;
Murray Gellmann, Atan Guth, Roger Penrose, Matin Rees y Lee Smolin; los
evolucionistas RichardDawkins, Nile Eldredge, Stepehn Jay Gould, Steve
Jones y George C. Williams; el filósofo Daniel C. Dennet; los biólogos Brian
Goodwin, Stuart Kauffman, Lynn Margullis y Francisco J. Vareta; los
informáticos W. Daniel Hillis, Christopher G. Langton, Mavin Minsky y Roger
Schank, y los psicólogos Nicholas Humhrey y Steven Pinker.

2.- DISEÑO DE LA INVESTIGACION

2.1. PROBLEMÁTICA

• La ciencia, a diferencia de las artes y las humanidades, Permanece al


margen de la vida social económica y cultural.

• Falta de interrelación con la sociedad en audiencias masivas, por parte


de los científicos.

2.2. OBJETIVOS

• Ampliar el conocimiento de las tres culturas de tal manera que nos


permita entender las ventajas en los tiempos actuales.
• Asegurar el desarrollo de la estructura y el orden social, así como a la
supervivencia y convivencia equilibrado de las clases sociales, a través
de la ciencia y la tecnología de nuestro tiempo.
• Mayor comunicación equilibrada intercultural e interpersonal basada en
la búsqueda de conocimiento y divulgación.

2.3. HIPOTESIS

• Permitir que las ciencias y humanidades se puedan unir en una tercera


cultura.

• Interrelación con la sociedad en audiencias masivas, por parte de los


científicos.

2.4. IMPORTANCIA Y FINALIDAD DEL ESTUDIO

La finalidad del presente trabajo es que los nuevos científicos de la tercera


cultura emergente establescan una comunicación directa con los ciudadanos,
sin que para ello sea necesaria la intervención mediadora de divulgadores o
pensadores.
La conexión con los ciudadanos se produce por el propio punto de desarrollo
en el que se encuentra la ciencia y la tecnología de nuestro tiempo, que se ven
implicadas y envueltas en cuestiones que afectan a valores básicos de la
estructura y el orden social, así como a la supervivencia misma de la especie
humana.
En el momento actual, el campo de las tecnologías bioquímicas y médicas, por
ejemplo, el potencial técnico hace posible la destrucción del mundo así como la
modificación de la propia evolución del ser humano.
La población se interesa y preocupa por esas posibilidades y presiona para que
afloren a la opinión pública. En este contexto, los lectores de este tipo de libros
se habrían incrementado sobremanera en los últimos años de modo tal que la
tercera cultura se habría convertido en una operación de tanta envergadura
comercial como de difícil interpretación sociológica.
3. ESTRUCTURA REFERENCIAL

3.1. MARCO HISTORICO

Los antecedentes

El hiato entre ciencias y humanidades es un contencioso relativamente joven


en la historia de las ideas en Occidente, pues la confrontación sólo empezó a
verse como tal en el siglo XIX. Es entonces cuando surge como una
preocupación que provoca -para decirlo a la manera de Stefan Collini- una
ansiedad cultural que viene a ser la forma moderna de la oposición, no
necesariamente virulenta ni enemistada, entre ciencias y humanidades y que
en los periodos anteriores discurrió por cauces algo distintos.

A partir de mitad del siglo XIX, en Gran Bretaña puede seguirse un hilo
conductor que, empezando por el historiador de la ciencia William Whewell,
pasará por la controversia entre T. H. Huxley y Matthew Arnold y terminará -o
reempezará- con la polémica idea de Snow de "las dos culturas" y la respuesta
de F. R. Leavis.

Stefan Collini sostiene que "puede trazarse una genealogía específicamente


británica de la ansiedad de las dos culturas". Considera que esta genealogía
responde al distinto desarrollo de las instituciones sociales de educación e
investigación y que "esta distinción queda reflejada en la peculiaridad
lingüística por la cual el término ‘ciencia' era usado en un sentido restringido
para referirse solamente a las ciencias ‘físicas' o ‘naturales'". En efecto, así lo
confirma el Oxford English Dictionary, en el que no se encuentra ninguna
entrada en este sentido restringido de la palabra ‘ciencia' antes de 1860, lo que
revela que "el uso inglés del término había comenzado a disentir del uso de las
otras lenguas europeas". De ahí que W. G. Ward llamara a los ingleses a "usar
la palabra ciencia en el sentido en que los ingleses comúnmente la usan;
refiriéndose a la ciencia natural o experimental, y excluyendo el sentido
metafísico o teológico". De manera muy parecida, la acepción "científico"
dirigida a los que practican el estudio de las ciencias naturales no ha lugar en
Inglaterra antes de 1830 o 1840. Se atribuye al historiador de la ciencia William
Whewell la paternidad del término al quejarse públicamente, en un artículo de
1834, de la falta de una palabra para describir a "los estudiantes del
conocimiento del mundo material"; por ello "algún ingenioso gentleman propuso
que, por analogía con ‘artista', podían llamárles ‘científicos', pese a que, tal y
como anota en el mismo texto, "esto no fuera generalmente aceptable" [4]. El
ambiente intelectual y en materia de investigación del momento en Gran
Bretaña abría brecha conceptualmente entre los que estudiaban el mundo
natural y los que no; y este era un paso indispensable, una precondición social,
para que posteriormente se constituyera la división entre las dos culturas.

Pero donde realmente se forjó la génesis en el ámbito social inglés de la


división entre las dos culturas -en los términos en que luego se desarrolló tanto
en la controversia Huxley/Arnold como en la de Snow/Leavis- fue en el campo
de la educación. Esta aseveración que, sin dejar de ser verdad, se cumplió en
menor medida en el resto de Estados europeos que en Inglaterra, guarda una
de las claves para entender las connotaciones que adquirieron las susodichas
controversias. La ciencia, como materia de estudio, empezó a introducirse
gradualmente en las instituciones de élite inglesas, pero en otros centros el
estudio de las ciencias era estigmatizado como una actividad vocacional, como
un ejercicio mental, loable en este sentido, pero que desatendía los
fundamentos recomendables y apropiados para la formación y educación de
una persona. En ese momento la resistencia de los programas académicos, y
de quien los estructuraban, a un cierto grado de paridad entre las asignaturas
de ciencias y las disciplinas tradicionales bifurca la intelectualidad entre
defensores de la educación científica y defensores de la educación literaria o
tradicional, en una tensión que estalla, de manera muy elegante, eso sí, con
una conferencia de T. H. Huxley en 1880 y la respuesta en otra conferencia
pronunciada por Matthew Arnold en 1882, curiosamente, en el mismo marco en
que, casi ochenta años después, Snow difundiría su idea de "las dos culturas":
la conferencia Rede en Cambridge.
La controversia entre Huxley y Arnold

A finales del siglo XIX no había en Inglaterra, un defensor más incisivo de la


ciencia en general y de la educación científica en particular que T. H. Huxley.
Naturalista y anatomista, profesor en la Royal School of Mines, fue invitado, en
1880, a impartir la conferencia de inauguración del curso académico en Mason
College, una institución fundada en Birmingham, en el corazón de la Inglaterra
industrial, proyectada para ofrecer una educación científica a aquellos que
quisieran orientar su carrera al comercio. En esa conferencia, bajo el epígrafe
"Ciencia y Cultura", Huxley, abuelo del célebre escritor Aldous Huxley, lanzó un
desafío a los defensores de la educación tradicional y denunció la resistencia,
por parte de los partidarios de la educación tradicional o literaria a las
demandas y argumentos de la educación científica.

Huxley decía tener dos convicciones muy arraigadas: por un lado, las materias
de la educación humanista no tienen un valor directo suficiente para el
estudiante de ciencias físicas que justifique el -valioso- tiempo a ellas dedicado;
por otro lado, para la adquisición de una auténtica cultura, una educación
únicamente científica es cuando menos igual de eficaz que una exclusivamente
literaria.

Valga decir que esa igualdad de eficacia es para Huxley totalmente insuficiente,
pero le sirve para poner de manifiesto irónicamente la opinión de la mayoría de
ingleses cultos influidos por las tradiciones escolares y universitarias que no
estarían de acuerdo con esa segunda convicción de Huxley, ya que "desde su
punto de vista, sólo se adquiere cultura por medio de una educación liberal, lo
que se entiende como sinónimo, no simplemente de instrucción y educación
literarias, sino de la enseñanza de un tipo concreto de literatura, la de la
antigüedad griega y romana". El apóstol -como le denomina el propio Huxley-
de esa cultura, abanderada por la mayoría de ingleses cultos, responde al
nombre de Matthew Arnold y es citado por Huxley:

"El señor Arnold afirma que cultura significa ‘conocer lo mejor que se ha
pensado y dicho en el mundo'. Esto es, el análisis crítico de la vida tal como
aparece expresado en la literatura".
Huxley ve en Arnold dos proposiciones: 1) el análisis crítico de la vida es la
esencia de la cultura y 2) para tal análisis la literatura contiene material
suficiente para llevarlo a cabo..

Por otro lado, los científicos naturales no deberían haberse apropiado del
concepto de ciencia ya que, según Arnold, el estudio sistemático de los textos
originales, la crítica literaria y el estudio de las lenguas de la antigüedad
también eran ciencias.

Arnold recondujo su oposición a las tesis de Huxley reconstruyendo el


panorama conceptual del asunto; tarea, por cierto, nada fácil y que desarrolló
de manera sutil, tirando de los hilos que, estratégicamente, más le convenían.
Al ejercicio reconstructor, Arnold le sumaba -a modo de conclusión de la
conferencia- la certidumbre de que el creciente poder y prestigio de la ciencia
no desbancaría a las humanidades de su papel central en la sociedad, puesto
que la literatura y lo que ella significaba era un elemento inherente a la
condición humana: "Mientras la naturaleza humana sea lo que es, su atractivo
permanecerá irresistible".

La respuesta de Leavis y su parentesco con Arnold

La respuesta de F. R. Leavis a Las dos culturas de Snow encuentra su


precedente más claro en la discusión entre Huxley y Arnold, por lo que puede
establecerse una correlación entre estos cuatro autores, para mostrar con
claridad la continuidad del debate, que se estructuraría como sigue:
1. T. H. Huxley, Ciencia ycultura, 1880: pro educación científica, contra el
monopolio de las humanidades clásicas.

2. Matthew Arnold, Literatura y ciencia, 1882: ni humanidades ni ciencias son


contingentes, es decir, ambas son necesarias, pero la ciencia es un
conocimiento instrumental; la literatura no.

3. C. P. Snow, Las dos culturas y la revolución científica, 1959: incomunicación


entre científicos y literatos; estos últimos coartan la evolución y el progreso con
su moral arcaica.
4. F. R. Leavis, ¿Dos culturas? La importancia de C. P. Snow, 1962: literatura
como disciplina jerárquicamente superior.

4.- CUERPO DEL TRABAJO

Jhon Brockman, Boston, EE.UU. 1941

John Brockman, tiene una amplia trayectoria en el campo del arte, la ciencia,
los libros, el software e internet.

En 1960 sento las bases de los “entornos cineticos intermedia “ aplicables al


arte al teatro y a los negocios mientras asesoraba a General Electric, Columbia
Pictures, el Pentagono, la Casa Blanca. En 1973 creo su propia agencia
literaria y de software, es fundador de Edge Foundation y editor Edge, pàgina
web donde los pensadores mas destacados y lideres de lo que el llama “tercera
cultura”analiza la ciencia vanguardista.

Es autor y editor de varios libros, entre ellos: La Tercera cultura (1995): ); The
greatest inventions of the past 2000 years (2000) ); Los próximos cincuenta
años (2002) y The new humanists (2003).

Goza del privilegio de haber aparecido en la primera pagina del Science Times
(1997) y del Arts & Leisure (1966), ambos suplementoss del New York Times.

4.1. ¿Que es la Tercera Cultura?

Para John Brockman

La tercera cultura consiste en aquellos científicos y otros pensadores del


mundo empírico que, a través de su trabajo y sus escritos, están sustituyendo
al intelectual tradicional en la tarea de aclarar los significados más profundos
de nuestras vidas, redefiniendo quienes y qué somos.

Hay signos optimistas sobre la inclusión de los académicos de las


humanidades dentro de la tercera cultura, académicos que piensan del mismo
modo que los científicos. Piensan que existe un mundo real y que su tarea es
comprenderlo y explicarlo. Someten sus ideas a prueba en términos de
coherencia lógica, poder explicativo y conformidad con los hechos empíricos.
No difieren de las autoridades intelectuales: las ideas de cualquiera pueden ser
desafiadas y los progresos del entendimiento y del conocimiento se acumulan a
través de tales desafíos.
No reducen las humanidades a los principios físicos y biológicos, pero piensan
que el arte, la literatura, la historia o la política –una completa panoplia de
temas humanistas- necesitan tener en cuenta a las ciencias.

Las conexiones realmente existen: nuestras artes, nuestras filosofías, nuestra


literatura, el producto de las mentes humanas interactuando unas con otras, y
la mente humana son un producto del cerebro humano, que se encuentra
organizado en parte por el genoma humano y evoluciona por los procesos
físicos de evolución. Al igual que los científicos, los académicos de
humanidades basados en la ciencia son intelectualmente eclécticos, buscan
ideas en una gran variedad de fuentes y adoptan aquellas que prueban ser
útiles, mas que aquellas que operan dentro de “sistemas” o “escuelas”.

No son académicos marxistas, freudianos, o católicos. Piensan como los


científicos, conocen la ciencia y se comunican fácilmente con los científicos; la
principal diferencia con los científicos es el tema del que escriben, no su estilo
intelectual. La ciencia y el pensamiento basado en la ciencia entre las
humanidades ilustradas forman parte ahora de la cultura publica.

Y este no es el camino de una sola dirección. Así como los académicos de las
humanidades basadas en la ciencia están aprendiendo de la ciencia, y están
influidos por la ciencia, los científicos están alcanzando una comprensión más
amplia sobre el origen de su propio trabajo a través de las interacciones con los
artistas.

Algo radicalmente nuevo esta en el aire: nuevos modos de entender los


sistemas físicos, nuevos modos de pensar sobre el pensamiento que ponen en
cuestión muchas de nuestra asunciones básicas. Una biología realista de la
mente, avances en físicas, electricidad, genética, neurobiología, ingeniería, la
química de la materia – todas ellas están desafiando nuestras asunciones
básicas sobre qué y quienes somos, y sobre lo que significa ser humano.”

4.2. La propuesta de John Brockman para la Tercera Cultura.

En 1963, C. P. Snow, escribió una especie de epílogo sobre Las dos culturas,
que denominó Un segundo enfoque. Llama la atención que, ya al empezar este
segundo texto, remarca cuáles fueron sus objetivos al dictar la conferencia
Rede: "A lo sumo esperaba obrar como un acicate para la acción, primero en la
enseñanza, y segundo -en mi propio criterio la última parte de la conferencia
fue siempre la más apremiante- en avivar el interés de las sociedades ricas y
privilegiadas por aquellas otras con menos fortuna". En lo que se refiere al
avivamiento de las sociedades occidentales por aquellas que eufemísticamente
están en desarrollo, prosigue la optimista profecía que ya anunciara en Las dos
culturas: "Todo depende de que la revolución científica se extienda por el
mundo entero". Hasta aquí nada nuevo. La novedad viene justo a continuación,
cuando hace una confesión que, entiendo yo, arroja un poco de luz sobre la
conferencia de 1959: "Antes de escribir la conferencia pensaba titularla ‘Ricos y
pobres', y ahora me arrepiento un poco de haber cambiado la idea". En efecto,
debería haberla titulado Ricos y pobres, porque la propia estructura de la
conferencia implica que la conclusión es la de imbricar el proceso de desarrollo
tecnológico y científico en la batalla contra la desigualdad. Bajo este contexto la
idea de las dos culturas es, o debiera ser, si damos por buena la confesión
anterior, una mera excusa, de menor enjundia, para proponer y auspiciar su
alegato, casi panfletario, a favor de la implantación de la revolución científica en
los países pobres. Volvamos ahora al tema de la enseñanza a caballo de una
cuestión tan criticada incluso por gente que apoyó a Snow en la reyerta con
Leavis: el Segundo Principio de la Termodinámica. "Me he arrepentido en
cambio de haber empleado, como piedra de toque del saber o ignorancia en
materia científica, la pregunta: ¿Qué sabe usted del Segundo Principio de la
Termodinámica?". Este principio, admite Snow, es de la mayor trascendencia y
generalidad; sin embargo, añade que no tiene valor alguno para un no científico
conocerlo enciclopédicamente, a menos que lo comprenda en el lenguaje de la
física [8]. ¿Es exigible, se pregunta Snow, tal comprensión a mediados del siglo
xx, Snow cita a Lord Cherwell para responder afirmativamente: "esa
comprensión debería formar parte de una cultura general del siglo veinte".
Pero, pese a estos "pros", cuestiona la idoneidad del ejemplo para su
propósito: "Sin embargo, preferiría haber escogido un ejemplo distinto. Había
olvidado que la enunciación del principio es para casi todo el mundo una jerga
un poco insólita, y por lo tanto cómica" .Sorprende que el hecho de que en
algunos resulte cómico sea la razón final por la que Snow renuncie a hacer del
principio de entropía la piedra de toque del saber científico; y más teniendo en
cuenta que él mismo admite que muchos físicos convendrían en que es quizá
la más incisiva y oportuna de todas. En su lugar propone otra rama de la
ciencia que también debiera considerarse parte de la cultura general: "Esta
rama de la ciencia es hoy conocida por el nombre de biología molecular".
Conjetura que ese estudio reúne las características ideales "para encajar en un
nuevo modelo de enseñanza", ya que es el mejor candidato a piedra de toque
del saber científico. Pero además, o incluso con más urgencia que la reforma
educativa, Snow cree que entre esas dos culturas debe existir una tercera, que
haga de puente entre ambas. ¿A qué tercera cultura se refiere particularmente
Snow?: "dicha cultura no tiene más remedio, para cumplir su cometido, que
entenderse en su propio lenguaje con la cultura científica" y "cuando llegue,
algunas de las referidas dificultades de comunicación serán por fin allanadas".
Así que este debe ser el gran cometido de una tercera cultura: solventar los
problemas de comunicación entre los dos gremios para que los literatos, a
priori quienes comunican con el público, puedan transmitir los conocimientos
científicos a la sociedad de una manera más comprensible y luchar de esta
manera contra la ignorancia propia y la del público.

La idea de los escritores o humanistas como correa de transmisión entre


quienes estudian la realidad y quienes la habitan puede resultar algo ingenua,
pero no ha sido óbice para que, inspirándose vagamente -o nominalmente- en
ella, alguna gente la haya tomado como referencia para un programa de
desarrollo de una tercera cultura. Quien con más insistencia ha apelado a una
tercera cultura como modelo puente entre las dos culturas en brecha ha sido el
agente literario John Brockman. Fundador del proyecto Edge, en el cual nació,
en 1991, y se desarrolló, con Brockman a la cabeza, la idea de una tercera
cultura que él mismo, en el libro que sirvió de presentación de su proyecto [9],
definió así: "la tercera cultura reúne a aquellos científicos y pensadores
empíricos que, a través de su obra y su producción literaria, están ocupando el
lugar del intelectual clásico a la hora de poner de manifiesto el sentido más
profundo de nuestra vida, replanteándose quiénes y qué somos".

Primer Enfoque: Brockman interpreta que ha llegado el momento de que eso


que él denomina pensadores empíricos tome el relevo del gremio intelectual
tradicional, porque en la actualidad "una educación estilo años cincuenta,
basada en Freud, Marx y el modernismo, no es un bagaje suficiente para un
pensador de los noventa". Recoge las quejas de Snow sobre la no
consideración del término "intelectual" para los científicos, adjetivo reservado
sólo a los literatos, e intenta revertir la situación; puesto que, pese a la
polémica generada por Snow, las dos culturas siguen sin comunicarse, los
científicos han pasado a comunicarse directamente con el gran público y han
prescindido de los humanistas. Hay que decir que, en un gesto de honestidad,
aunque ha adoptado el lema que Snow lanzó.

Segundo enfoque, Brockman reconoce que la tercera cultura que él promueve


no describe la tercera cultura que Snow predijo. Para Brockman el fenómeno
editorial de la literatura de divulgación científica indica que, de hecho, existe ya
esa tercera cultura. Como no es este un ensayo dedicado a la crítica del
proyecto de Brockman, no me extenderé en este punto, sin embargo señalaré
algunas críticas razonables a esa tercera cultura:

a) Para Sánchez Ron: "hay quien ha apuntado que ya vivimos en una


‘tercera cultura'. Que una muestra de ello es el gran número de libro de
divulgación científica que se publica en la actualidad. Sin duda que ello
es cierto, aunque habría que recordar que el género de la divulgación
científica y el interés popular por resultados científicos no es, en
absoluto, nuevo. Ambos tienen una larga historia. Una nueva cultura en
la que la ciencia y humanidades se integren necesita algo más que de
buenos y numerosos divulgadores. Si fuera suficiente con esto, hace
tiempo que no hablaríamos de culturas separadas" [10].
b) Existe también un problema sobre cómo se resiente la transmisión del
conocimiento.

b) Ovejero, ha advertido que buena parte de la ciencia popularizada


presenta unas peculiares características que invitan a la preocupación
acerca de la calidad de los resultados presentados, del tipo de ciencia
que se divulga, a cómo se hace, a lo que está en juego". Sostiene que
"se tiene la impresión de que la opinión pública parece haberse
convertido en el tribunal donde se dilucidan disputas académicas antes
que el escenario en donde se exponen los resultados consolidados, el
conocimiento compartido por una comunidad científica, una vez ha sido
discutido

En ningún momento habló Snow de prescindir de los literatos


tradicionales, cosa que sí ocurre en el proyecto de Brockman, donde
sólo a Daniel C. Dennett, y con ciertas precauciones, puede
enmarcársele en el ámbito de las humanidades clásicas por su
formación de filósofo; el resto, aunque tengan intereses por las artes y
las humanidades (Stephen Jay Gould, por ejemplo), no están en
elcatálogo de la tercera cultura por esos intereses, sino por su formación
y prestigio científico.

c) Jonah Lehrer : “En 1959 C. P. Snow declaro que nuestras dos culturas
-artes y ciencias- sufrian de una profunda incomprensión mutua. Como
resultado, Snow dijo, nuestro conocimiento se había convertido en una
coleccion de campos aislados, cada uno con sus propios habitos y
vocabularios. Los intelectuales literarios analizaban a T. S. Elliot y a
Hamlet, mientras que los científicos estudiaban las particulas
elementales del universo. "Sus actitudes eran tan diferentes" escribía
Snow, "que no podían encontrar una base común". La solución de Snow
a este cisma epistémico era la formación de una Tercera Cultura. El
esperaba que esta nueva cultura pudiera cerrar la brecha
comunicacional entre científicos y artistas. Cada lado podía beneficiarse
de la comprensión del otro. En tanto los poetas contemplaran a Einstein
y los científicos leyeran a Coleridge, nuestra ficciones y nuestros datos
podrían nutrirse mutuamente…Mas alla, esta tercera cultura podría
mantener a raya las extravagancias de ambas culturas en sus extremos.
Snow se volvió profético, al menos en parte. La Tercera Cultura es ahora
un movimiento cultural genuino. Sin embargo, mientras esta nueva
tercera cultura recoge la frase de Snow, se aleja de su proyecto. Mas
que referirse al diálogo entre artistas y científicos, la tercera cultura
contemporánea refiere a científicos que se comunican directamente con
el público general. Ellos están traduciendo sus verdades para las
masas.”

d) La Otra “Tercera Cultura”: Mario Vargas Llosa : En los años corridos


desde aquella polémica, la sociedad occidental, y el resto del mundo a
su remolque, han ido encaminándose por el rumbo que les señalo C. P.
Snow y dando la espalda al irascible profesor Leavis, cuyas tesis suenan
ahora todavía mas excéntricas que entonces. Aunque sumida en una
crisis de la que no se vislumbra la salida, resulta evidente que la
Universidad es y seguirá siendo cada vez mas científica que literaria.
Las sociedades modernas, incluidas las mas prosperas, están cada vez
menos dispuestas a invertir recursos, que distraerían de lo pragmático,
para financiar en gran escala y de manera significativa aquellos
quehaceres académicos o creativos sin valor de uso que, para el doctor
Leavis, eran los únicos con derecho a representar la cultura. La manera
literaria de entender la vida del espíritu ha pasado a ser un anacronismo
de los países atrasados, los que perdieron el tren de la modernidad, e
incluso en ellos este es un estado de cosas transitorio: a medida que
progresen, se volverán más realistas, es decir, más prácticos

Sin embargo, cuando uno relea ahora los capítulos de aquel debate, no
es esta demorada victoria de C. P. Snow lo que mas llama la atención.
Sino el que en el interregno se haya hecho mucho mas importante –e
incluso dominadora- una tercera opción cultural, que algunos exigentes
llamarían subcultural, y a la que, aunque ya era muy visible en esa
época, ninguno de los polemistas concedió la menor importancia. Una
cultura que no puede ser considerada ni literaria ni científica, y tal vez en
sentido estricto ni siquiera cultura, pero si algo que hace sus veces para
una vasta porción de la humanidad, cuya vida intelectual y espiritual
mayoritariamente ocupa y alimenta. Me refiero a aquella que fabrican,
vulgarizan y diseminan los medios masivos de comunicación, todo ese
polimórfico material que provee al gran público -ese que grafica la
expresión: el lector o espectador promedio- de los conocimientos y
también las experiencias, mitos, emociones y sueños que satisfacen sus
necesidades practicas y espirituales básicas para funcionar dentro de la
sociedad moderna.”

4.3. LOS PROBLEMAS DE LA TERCERA CULTURA DE J. BROCKMAN

Es innegable que la perspectiva que subyace en los planteamientos y


desarrollos de la tercera cultura es una muestra del creciente interés social por
la actividad científica. Sin embargo, desde nuestro punto de vista, es un
planteamiento que dista mucho de considerarse satisfactorio como solución al
problema de las dos culturas. A continuación se examinan algunos de los
problemas que presenta la propuesta de Brockman.

No es cierto que suponga una conciliación entre las dos culturas.

En primer lugar, el concepto de tercera cultura de Brockman se aleja mucho del


que en su día propusiera Snow. Es cierto que el propio Brockman reconoce
esta diferencia9, pero no lo es menos que la diferencia es tal que
prácticamente hace inviable su uso.

En la segunda edición de The Two Cultures, Snow añadía un ensayo en el que


de manera optimista sugería que una nueva cultura, la tercera cultura,
emergería y llenaría el vacío de comunicación entre los intelectuales de letras y
los científicos, de tal modo que los primeros se entenderían con los segundos.
Sin embargo, lo que de hecho ocurre en la tercera cultura es que los científicos
establecen una comunicación directa con las audiencias o públicos,
prescindiendo de intermediarios. Mientras tanto, los humanistas e intelectuales
de letras siguen sin comunicarse con los científicos y esto (más que la
inexactitud conceptual respecto a la propuesta de Snow) lleva a que el uso que
Brockman hace de la expresión tercera cultura sea inadecuado.
La conciliación entre las dos culturas no se puede circunscribir a que los
científicos se comuniquen con los grandes públicos, pues la conciliación entre
las dos culturas no se puede ceñir a divulgar ciencia. Hay aspectos propios de
la tradición literaria o de las humanidades sobre los cuales las ciencias
deberían reflexionar y repensar su actividad, dándoles cabida, evitando la
colonización cognoscitiva y abriéndose a un mayor pluralismo epistemológico y
metodológico. Así pues, sugerir que hay conciliación entre las dos culturas por
el hecho de que los científicos escriben libros que llegan a grandes audiencias
(como siempre han hecho los intelectuales de letras y las humanidades), es
una simplificación similar a la que cometen aquellos que afirman que se
produce una convergencia entre las dos culturas, cuando los artistas aplican
las nuevas tecnologías para el desarrollo de sus creaciones, tal y como hoy en
día se propone frecuentemente. Así pues, que los representantes de una de las
dos culturas utilicen una herramienta propia de la otra cultura no significa que
se produzca una convergencia o conciliación. La tecno ciencia no lo es menos
cuando sus protagonistas escriben libros para ser leídos masivamente, pese a
que eso hasta ahora sólo lo hacían los hombres de letras. Del mismo modo, los
artistas no son menos artistas por aplicar las nuevas tecnologías de la
información en la realización de sus creaciones.

Incurre en la falacia del cientificismo


Podría decirse que los científicos se han cansado de ser auditados por
investigadores de las ciencias sociales y humanas, y han pasado a la ofensiva,
Una ofensiva que pretende fundir en un solo marco las ciencias biomédicas, las
Ciencias de la materia y el espacio, y las humanidades y las ciencias sociales.
Es cierto que el affaire Sokal puso en entredicho la labor de algunos
intelectuales y las limitadas posibilidades de ciertos science studies. En ese
contexto, la situación es propicia para lanzar lo que algunos han considerado la
mayor OPA nunca imaginada por la cienciasobre la totalidad del saber. Así, no

es que «las humanidades se muevan en la arena movediza de lo opinable,


como dijeron los comtianos, sino que la mayor parte de cuanto han aquilatado
en su devenir histórico gana nueva relevancia cuando es iluminado por la
genética, la evolución y las neurociencias. Los profetas de la tercera cultura no
lanzan sus diatribas contra las artes, como hiciera Platón al excluirlas de la
República. No piden su abolición, ni exhiben desprecio hacia lo emocional,
simplemente reivindican sus explicaciones como las objetivamente certeras.
Desde la tercera cultura se discute que las producciones artísticas y
humanísticas sólo puedan ser entendidas desde el territorio de la subjetividad
(auténtico resorte y fundamento del humanismo).
Se reclama, por contra, que se trata de respuestas de la maquinaria cerebral,
circunstancia que hace posible su estudio científico. Con ello, la especificidad
de las humanidades es conquistada y sus producciones convertidas en objeto
de estudio de un territorio científico al que en principio eran ajenas.
Frente al expediente cientificista que entraña la propuesta de Brockman, habría
que reconocer que si bien es cierto que hoy en día no se puede seguir
estableciendo una distinción radical entre lo que aporta la ciencia y lo que
aporta la reflexión humanista, no lo es menos que, como dice F. Varela, «lo
peor que le puede acontecer a una línea de pensamiento es el cientificismo,
para ello «mejor sería quedarse con las dos culturas separadas», pese a que
no se puede dudar ya de que éstas no pueden funcionar por separado, y es
necesario alcanzar una tercera cultura.

Identifica opinión pública con participación

En líneas anteriores se ha convenido que una de las aportaciones positivas de


las que se vanaglorian los representantes de la tercera cultura es la de haber
permitido el establecimiento de una comunicación directa entre el hombre de
ciencia y el hombre de la calle.
La sociedad occidental actual es heredera de una forma de pensar según la
cual los públicos, aquejados de ignorancia científica, debían ser empapados de
conocimientos. Así, «se postula una y otra vez el foso entre ciencia y sociedad,
para inmediatamente tratar de rellenarlo, inventando en un mismo movimiento
el mal y su remedio». De este modo, el espacio público de la ciencia se
expande hasta incluir al nuevo miembro que representan las masas, si bien
éstas progresivamente adquieren un papel más pasivo. Proceso que en su
lógica recuerda al mismo fenómeno descrito por Haber mas al referirse a la
expansión del espacio público al conjunto de la sociedad y la consiguiente
contracción de su capacidad de influencia motivada por la adquisición de
irrelevancia política por parte de quienes la integran.

Desde este punto de vista, fenómenos como la tercera cultura de Brockman no


sólo no acercarían al hombre de la calle a los verdaderos problemas, sino que,
además, contribuyen a la creación de una cierta promiscuidad cultural en la que
la distancia entre el sabio y el lego queda relativamente difuminada.
Además, como consecuencia de la cada vez mayor difusión que reciben los
resultados de la investigación científica, habría aparecido y se habría
desarrollado una exigencia propia de los sistemas democráticos, según la cual
es necesario que los ciudadanos dispongan de conocimientos técnicos y
científicos con los que juzgar las acciones de las Administraciones Públicas
para impedir que las decisiones públicas se tomen sobre la base de informes
de expertos.
Así, como reacción a esa difusión masiva de conocimientos científicos y
técnicos que generan demandas de participación entre los ciudadanos, se está
articulando, dentro del mundo científico, una fuerte corriente de opinión acerca
de la necesidad de un control público de la investigación, así como de los
riesgos asumibles. Sirva como ejemplo el Manifiesto de Heidelberg, documento
en contra de la intromisión del público en el mundo científico, firmado por 264
científicos (52 de los cuales eran premios Nobel) y hecho público en el contexto
de la Cumbre de Río de Janeiro de 1992. En ese documento, entre otras cosas
se pedía formalmente que el control y la preservación de las riquezas naturales
estuvieran fundados en criterios científicos y no en suposiciones irracionales
Es una cultura diseñada para el consumo masivo
La tercera cultura de Brockman, más que como cultura de
conciliación está concebida como una cultura de masas en el sentido
de que es una cultura diseñada para el consumo masivo. Se ha
afirmado que los libros de los científicos de la tercera cultura son
libros que la gente compra pero no lee. Sin embargo, incluso en el
supuesto de que esos libros fueran leídos, el problema reside en el
modo de consumo de esa tercera cultura.
Al igual que la cultura de masas, la tercera cultura de Brockman, se
articula sobre la unidireccionalidad de la comunicación masiva y
ofrece un producto simplificado para que sean mayormente accesible.
Aunque los científicos de la tercera cultura «expresan sus reflexiones
más profundas de una manera accesible para el público lector
inteligente», no cabe duda de que su articulación es unidireccional y
simplificadora de los problemas científicos.
Las producciones editoriales de la tercera cultura, extraídas de su
contexto originario, son distribuidas como bienes de consumo y
equiparadas con otros productos de consumo y entretenimiento.
La orientación comercial afecta al modo de distribución de la
mercancía, en este caso el conocimiento científico, que abandona los
canales de diálogo científico y se dirige a los canales de distribución
comercial propios de los productos de ocio y entretenimiento de las
sociedades avanzadas. Y también afecta al producto, es decir, la
producción literaria, que se ve obligada a simplificarse hasta ser
asumible por una gran mayoría a la que previamente se le ha
despertado el interés por la ciencia.
El modo de consumo de la tercera cultura también sería el propio de
la cultura de masas. Como argumenta Morin, el verdadero problema
de las emisiones científicas, de las que dice «están perfectamente
realizadas con la colaboración de científicos eminentes en su
dominio», es su modo de consumo, ya que se trata de un tipo de
consumo que no permite la reflexión, no sólo porque una emisión a
través de los medios de comunicación de masas desplaza a la otra,
sino porque se contempla en los momentos de relajación, de modo
consumista, en los momentos de búsqueda de entretenimiento o
antes de ir a dormir.
La tercera cultura, pues, «es como la música: escucharla como ruido
de fondo
es completamente distinto a ir a un concierto.
4.4. LA BUSQUEDA DE LA TERCERA CULTURA

En la segunda edición de The Two Cultures, el propio Snow ya utilizo el termino


“Tercera Cultura”. Ahí añadia un ensayo. En el que de modo optimista, sugería
que una tercera cultura emergería entre hombres de ciencias y letras, para
hacer posible el mutuo entendimiento entre ambos. Lo que Snow postulaba,
ante la situación de incomunicación entre la cultura tradicional, literaria o
humanística y la liberal o científico positivista, era una solución consistente en
fusionar, en una tercera cultura, los conocimientos sobre la naturaleza y los
conocimientos sobre la conciencia.

Pese a la simpleza e ingenuidad de los planteamientos de Snow, lo bien cierto


es que desde la fecha de su propuesta, los intentos orientados a articular lo
científico y lo humanístico se han repetido, con mayor o menor acierto,
constantemente. Una interesante clasificación de los mismos ha sido realizada
recientemente por Hottois (1991: 147-8). Este autor clasifica esos intentos de
articulación cultural en cinco expedientes:

1. Investigaciones sobre la historia de las ciencias y las técnicas cuya


finalidad consiste en mostrar no solo la ausencia de linealidad o de
una dirección única en ese trayecto histórico, sino también las
profundas influencias culturales y psicosociales.

2. Los programas de investigación CTS (Ciencia, Tecnologia y


Sociedad) y de desarrollo de una cultura científica, orientados a
salvar la brecha entre las dos culturas, buscando una integración
reciproca entre la tradición reciproca entre la tradición cultura
humanista y la tecnocientifica.
3. La implementación de programas de evaluación pluridimensional de
proyectos de investigación y desarrollo en los que se analizan y
consideran, anticipadamente, todas las consecuencias e
implicaciones previsibles (políticas, económicas, sociales,
psicológicas) facilitando y controlando, asi, su inserción en la
sociedad en que van a implantarse.

4. El esfuerzo de intercomunicación, capital para la democracia, entre


tecnocientificos y publico en general. Esfuerzo que, como el propio
Hotois afirma, no elude riesgos, como la divulgación caricaturizada
de la ciencia o la manipulación de la opinión publica.

5. El desarrollo de los comités de ética, con especial incidencia en el


campo de las tecnologías biomédicas, orientados a considerar los
problemas humanos planteados por la aplicación de las mencionadas
tecnologías biomédicas.

Los cinco expedientes aludidos por Hottois pueden ser considerados como
contribuciones a una tercera cultura, en el sentido en que se ha usado esa
expresión en occidente desde la segunda mitad siglo XX, es decir como
intentos de salvar la brecha entre lo técnico y lo simbólico, entre las ciencias y
las humanidades.

Dos expedientes contemporáneos:

La tercera cultura y la Bioética.

Pueden ser asociadas a los expedientes cuarto y quinto a los que se refirió
Hottois. Se trata, respectivamente, de la Tercera Cultura, propuesta (propuesta
por Jhon Brockman) y la Bioética (Propuesta inicialmente por V.R. Potter). En
ambos casos hay, explicita o implícitamente, un intento de superar el cisma de
la cultura occidental al que aludió Snow.

El primero de ellos se presenta explícitamente como tal, tercera cultura.


Aunque también ha sido denominado nerd cultura o tecnocultura. Tras la
exposición de sus principales características se señalaran sus limitaciones,
para llegar a la conclusión de que entraña una actitud cientificista y sus
resultados finales no pueden considerarse satisfactorios.

El segundo, La Bioética, puede ser considerado como un interesante


exponente de una tercera cultura. Aunque surgida en un contexto
absolutamente ajeno a la preocupación sociológica académica por la escisión
de la cultura occidental (cual es la preocupación por los problemas humanos
planteados por la aplicación de las nuevas tecnologías, especialmente
biomédicas), constituye un ejemplo paradigmático de lo que, desde nuestro
punto de vista, debería considerarse como una tercera cultura.

La perdida de inocencia de la ciencia


Como punto de partida inexcusable
Antes de seguir adelante para exponer un análisis sobre el encaje de la
Bioética en el contexto de la escisión en dos de la cultura occidental, es
necesario apuntar unas reflexiones sobre lo que podría denominarse la
perdida de la inocencia de la ciencia, lo que exige dar cuenta de su
extraordinario desarrollo tecnológico, asi como el surgimiento de la revolución
biológica.

Efectivamente, la sociedad actual asiste a un espectacular desarrollo de la


tecnología que pone a la humanidad ante difíciles encrucijadas y alumbra un
sinfín de amenazas y temores: la energía nuclear, la ingeniería genética, los
semiconductores, el calentamiento global, los alimentos transgénicos, la
clonación de embriones humanos, la radiación emitida por los teléfonos
móviles, la deforestación, las dioxinas o los priones de las vacas locas.

Los problemas afectan a todos por igual y los ciudadanos se sienten


desorientados. La ciencia es ya una parte sustancial de nuestras vidas. Muchas
discusiones ético-políticas o ético-jurídicas relevantes suponen y requieren
cierto conocimiento del estado de la cuestión en una o varias ciencias ciencias
como la biología, genética, neurología, ecología, física nuclear, termodinámica.

Hay una intrínseca relación entre las implicaciones éticas y sociales de las
nuevas tecnologías, los avances científicos y la necesidad de una disciplina,
discurso o expediente que introduzca la reflexión humanista en el seno de la
ciencia.

El primer atisbo de la necesidad de introducir la reflexión humanista en el seno


de la ciencia se manifestó, quizás por primera vez en 1945, cuando el estallido
de primera bomba atómica marco el final de la inocencia de la comunidad
científica. Hasta ese momento era considerada a la ciencia como fundamento
objetivo del desarrollo, culminación de la racionalidad y el espíritu de la
Ilustración. Durante siglos triunfo el arquetipo del científico que estaba mas alla
del bien y del mal. Solo a partir de los años treinta del siglo XX, el científico
empezó a perder la inocencia original que siempre había conservado. Tras la
explosión de las primeras armas nucleares, en Hiroshima y Nagasaki, la física
perdió su inocencia. Poco antes, en Dachau y Auschwitz, la había perdido la
medicina.

La tecnociencia como Techne incompleta

Y el proyecto de una tercera cultura.

La tenociencia como actividad productora y modificadora del mundo, ha llevado


a la ciencia a la perdida de inocencia de la ciencia teórica pura y ha introducido
en el sistema científico la problemática ética. La tecnociencia actual esta mas
cerca de la techne que de la ciencia clásica.

En la actualidad, las tremendas posibilidades abiertas por el avance


tecnocientifico hacen sugir la necesidad de la reflexión humanista. Los logros
cada vez mas espectaculares de la ingeniería genética han hecho crecer
rápidamente la esperanza, pero también el miedo ante sus posibilidades. La
triste experiencia de lo ocurrido hace décadas con las armas nucleares no hace
mas que aumentar la desconfianza social hacia los investigadores, que la
sociedad considera poco capaces de autocontrol.

La conciencia de superación de los limites de la tecnología ha provocado la


emergencia de disciplinas que, como es el caso de la Bioética, tratan de
aportar una reflexión sobre fines en el marco de un saber técnico.
Mas en concreto, la revolución biológica y la aplicación de los conocimientos
científicos a las practicas medicas tienen mucho que ver con la aparición de la
Bioetica.

Del mismo modo que la Bioetica aporta la dimensión humanística al polo


tecnocientifico, también será necesario que, por parte de los que se encuentran
en el polo humanista, haya un acercamiento al conocimiento científico.

La Revolución Biotecnológica
Y el Surgimiento de la Bioética.
La revolución biotecnológica y la aplicación de los conocimientos científicos a
las practicas medicas ha dado lugar a la aparición de la Bioética, disciplina que
en los últimos 25 años, ha adquirido un enorme cuerpo doctrinal convirtiéndose
en una de las ramas mas desarrolladas de la ética.

La bioética no solo le corresponden los temas de ética clínica o de la


investigación biomédica, también le corresponden las cuestiones de la ética
medioambiental, por ejemplo, ya que la reflexión sobre la vida iría mas allá de
la existencia humana. Por eso, la Bioética se convierte en una tarea
interdisciplinar que ocupa a médicos, biólogos, filósofos y sociólogos, ya que el
principal punto de su agenda es encontrar un lenguaje común con el cual
analizar los problemas y aplicar una metodología para el análisis de los
conflictos.

Conclusión:
La Bioética como tercera cultura.
Surge como respuesta a las formas de innovación a través de la investigación
científica aplicada en las que el desarrollo tecnocientifico pone de manifiesto
las posibilidades manipuladoras e intervencionistas de la ciencia
contemporánea. Su aparición no es fortuita. Sociológicamente, rinde justicia al
desarrollo eminentemente practico de la tecnociencia:desde las tecnociencias
de investigación básica (que revelan cuestiones éticas porque implican la
experimentación con seres vivos) y a las tecnociencias aplicadas (que
manifiestan problemas relativos a la procreación, a la extracción y el trasplante
de órganos, por citar algunos ejemplos). Por todo ello, la bioética verifica el
carácter fuertemente técnico del proyecto occidental contemporáneo y se
muestra como un espacio privilegiado para la interacción entre los
conocimientos tecnocientificos y humanistas.

5.- RESULTADOS

• Fácil entendimiento de las ciencias por la sociedad.

• La Tercera Cultura propone una transformación de la sociedad


exclusivamente a través de la tecnología.

• El propósito de los miembros de la tercera cultura es crear novedades en


ruta hacia la verdad y la experiencia.

• La Tercera Cultura, desde nuestro punto de vista, es un planteamiento


que aproxima a considerarse satisfactorio como solución al problema de
las dos culturas.

• La Bioética, puede ser considerado como un interesante exponente de


una tercera cultura, porque es una disciplina con la pretensión de
convertirse en un saber interdisciplinar capaz de ir mas alla de las
simplistas creencias en el carácter bondadoso del conocimiento
científico y sus aplicaciones técnicas.

6.- CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES

• La tercera cultura en la definición de Brockman, incluye a los mas


destacados lideres y científicos que están comprometidos, conscientes
de la trascendencia con respecto a la sociedad en la que trabajan.
• Los indicadores de desarrollo científico y tecnológico cuentan tanto
ahora como los económicos para jerarquizar a las sociedades según su
grado de prosperidad y desarrollo.

• Una reforma en la educación es necesaria para las nuevas


generaciones basado en un contexto global, analicen la ciencia
vanguardista, hara que es la única manera de adaptarse al cambio.

• El desarrollo de una política pública de apoyo a la investigación básica


debe incluir a las ciencias sociales y humanas. Sin embargo, estas
disciplinas deben siempre distinguirse de las Humanidades, que
continúan siendo relevantes por sí mismas y deberían de beneficiarse
también.

• En sociedades de ciencia y tecnología como las nuestras, la resolución


de problemas sociales y políticos exige a los científicos una mínima
formación humanista y a los humanistas cierta cultura científica. En ese
campo de convergencia es en el que, a nuestro juicio, cabria entender
las bases para la formación de una tercera cultura.

7.- REFERENCIA BIBLIOGRAFICA

1. BROCKMAN, J. (1995), La tercera cultura, Barcelona:Editorial Tusquets.


2. HABERMAS, J. (1994), Historia y crítica de la opinión pública,
Barcelona: Gustavo Gili. Jourdant, B. (1998), Impostures intellectuales,
3. Paris: La Découverte.
4. LAFUENTE, A. y T. SARAIVA (2002), «El espejismo de las dos
culturas», Claves de Razón Práctica, 120, pp. 63-69.
5. LAFUENTE, A. y T. SARAIVA (2001), «La OPA de la ciencia y la
abducción de las humanidades », Claves de Razón Práctica, 112, pp.
67-76.
6. LLOPIS, R. (2001), «Cultura tecno científica y cultura humanista.
Escisión y alianza»,A distancia, 20, pp. 94-100.
7. MORIN, E. (2000), «Por una teoría de la cultura », Sociología. Madrid:
Tecnos.
8. SNOW, C. P. (1964), The two cultures and a second look. New York:
Mentor Books.
9. VARELA, F. (1991), «Hay que buscar una nueva cultura», El País (9-XI-
1991).
10.http://www.terceracultura.net/tc/
11.http://www.regionalcit.es/dosculturas/
12.http://www.edge.org

8.- ANEXOS.

Los chicos de la Tercera Cultura


Por Cindy King

• “Chico de la Tercera Cultura” (CTC) es alguien que pasó su


niñez en más de una cultura, usualmente porque su familia se
reubicó en otro país, lo que consecuentemente altera su visión
del mundo. No se refiere necesariamente a niños. Es más bien
un término utilizado para describir a las personas que crecieron
en ambientes fuertemente internacionales.

• El Presidente de Estados Unidos, Barack Obama es un ejemplo


de estos niños, ya que pasó sus años de formación tanto en
Estados Unidos como en Indonesia. Incluso el mismo Obama
llenó su gabinete con los CTC, ya que estudios sugieren que
este grupo comparte tratos psicológicos comunes que podrían
moldear su administración.

• La experiencia en un contexto internacional facilita la


comprensión de otros, más allá de las diferencias culturales.
Igualmente, afirma que son especialmente flexibles en
situaciones donde la adaptación es la única manera de salir a
flote.
• La Empresa Global puede también beneficiarse de los CTC, pero
es doblemente importante que aquellos sin la experiencia
internacional acumulen habilidades culturales para triunfar en
equipos diversos. Contar con un CTC en tu equipo puede
ayudarte a evitar errores en la comunicación cultural. O al
menos reconocerlos más rápidamente y aprender cómo
navegar a través de ellos más efectivamente.

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