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Lenguaje, sujeto e inconsciente

(Ponencia ante el XL Congreso de la APM)


Julio Ortega Bobadilla

Es sabido que el analista opera sobre lo que el sujeto le dice... palabras, más palabras y solamente
palabras. A partir del examen de un comportamiento locutorio, "fabulador" (Beneviste 1976) del
paciente, se explicita para el sujeto mismo, aquello que se encuentra más allá de su enunciado. Se
trata de descubrir bajo el decir del consciente eso que subyace como complejo inconsciente.
Analizante y analista se ven así ligados por mediación del lenguaje. Textos centrales de la obra de
Lacan nos encaminan a pensar que la interlocución característica de la situación analítica se
esclarece si se abreva en la lingüística estructural (Saussure y Jackobson), pero también la obra de
Lévi-Strauss, la retórica, la cibernética y una o dos referencias filosóficas centrales como es el caso
de Heidegger, quien como se sabe, considera que la morada del ser es el lenguaje.

Todas estas referencias tienen un punto de fuga común y es que aparecen relacionadas con lo que
Lacan llama el Orden simbólico, dimensión exclusivamente humana que da cuenta del hombre
como un animal histórico y encarnado en el lenguaje, para el cual, éste no es sólo un instrumento
de comunicación, sino el propio marco de su existencia.

Lacan ha sugerido entonces, que: "El inconsciente se encuentra estructurado como un lenguaje"
(1953). La afirmación es de una simplicidad aparente, trae consigo quizá más preguntas que
respuestas. El uso de la preposición "como": ¿Supone acaso el recubrimiento de un campo por el
otro? ¿Es quizás un intento de establecer una subordinación del inconsciente al lenguaje más allá
del dominio de la imagen, el deseo o Lo Real? ¿Acaso el orden de lo simbólico puede dar cuenta
de lo Real sin falla? ¿Es el analista un simple lector que establece un significado último a través de
una hermenéutica definida? ¿Como un lenguaje, es un apunte hacia la posibilidad de existencia de
varios lenguajes? ¿Se trata a final de cuentas de estructuras homólogas? Y lo más importante: ¿Su
proyecto es fiel a la intención freudiana? Lacan ha afirmado: "Ni en lo que dice el analizante, ni en
lo que dice el analista hay otra cosa que escritura..." (20/12/1977). Si aceptamos que el
inconsciente tiene un carácter de escrito: ¿De qué escritura estamos hablando? Porque hay más
de una... ideográfica, iconográfica, de nudos, alfabética, etc.

El problema es fundamental para la teoría y la práctica del psicoanálisis. Freud hizo notar en "La
interpretación de los sueños" (1900), una afinidad profunda entre el lenguaje y las asociaciones de
imágenes que se presentan en el sueño. No nos parece absurdo, ligar las investigaciones de Freud
a sus intereses personales en el campo de la historia, la antropología y arqueología. Recordamos
bien su lectura cuidadosa de Artemidoro de Daldis y también su propia identificación con los
conquistadores como Napoleón, Cortés y el descifrador sui géneris que fue Jean Champolion.

La comparación entre el trabajo de Champolion en el desciframiento de la "Piedra Rosetta" —


enterrada en las murallas de esa ciudad—, que dio origen a la fundación de la disciplina hoy
llamada Egiptología y el trabajo del creador del Psicoanálisis en la deconstrucción de los
contenidos inconscientes, son hechos que guardan una semejanza extraordinaria.
Jean François Champolion siguiendo el rastro de Thomas Young, busca en el griego, la antigua
lengua árabe y los jeroglíficos mismos, constantes respecto a la aparición del nombre propio de
Ptolomeo V.

El misterio del desciframiento de la piedra - así como el de los sueños -, y en general de la


escritura egipcia, abarcó varias generaciones. Los diversos intentos de trascripción toparon con las
dificultades propias de los prejuicios de cada época, así se tradujeron simbólicamente los
contenidos tomando como base desde la Biblia, hasta la comparación con la escritura ideográfica
china. En la "Piedra Rosseta" aparece claro que se trata del mismo texto escrito: en una versión
griega, otra demótica (antigua lengua árabe) y finalmente en los misteriosos jeroglíficos egipcios.

El enigma se centra en la traducción de un lenguaje a otro del edicto escrito en el 196 A.C. por un
concilio de sacerdotes reunidos en Menphis en honor del primer aniversario de la coronación de
Ptolomeo V, fecha trascendente que debido a su importancia en la historia, fue grabada para la
posteridad en estos tres idiomas.

Recalcamos, el problema es curioso y asombrosamente similar al de la estructura misma del


Inconsciente, tal y cómo nos es planteada por Freud. La piedra consiste en su parte alta de un
conjunto compuesto por jeroglíficos. De ellos, nos resta sólo un pedazo compuesto por 14 líneas, la
piedra se va ensanchando y del demótico tenemos 32 líneas, para finalmente encontrar una base
más ancha compuesta por 54 líneas, escritas estas últimas en griego. Así, tendríamos que el límite
superior refleja una cantidad de signos obviamente menor que el inferior, haciéndose
extremadamente difícil la traducción en este sistema de transcripciones, pues correlacionar los
contenidos y significaciones entre las diversas lenguas, parece imposible dado que ningún patrón
es evidente

¿Será exagerado y ocioso hacer una comparación, en primer lugar, con la diferenciación entre
contenido manifiesto y contenido latente, y en un segundo término más puntualmente con los tres
registros originales del aparato psíquico freudiano que comprenden: Consciente, Preconsciente e
Inconsciente ?

La tentativa de establecer una analogía entre el trabajo de desciframiento del Inconsciente con este
problema extraído del contexto arqueológico, nos ha sido dada por el mismo autor de la
Traumdeutung. Antes de proseguir estas reflexiones, nos parece más que oportuno, el mencionar
que el misterio de la Piedra Rosetta se resuelve merced a la identificación del nombre propio, clave
sin la cual el enigma persistiría.

Las investigaciones de Champolion, de seguro no fueron ajenas a Freud, estudioso apasionado de


la arqueología. Sabemos que llega a comparar más de una vez su trabajo con el de esa disciplina,
no sólo es patente su admiración por los trabajos de Schliemann y sus espectaculares
descubrimientos en Creta y Grecia, basados en el estudio de los mitos y que finalmente resultaron
ser en muchos casos hechos verdaderos y no solamente producto de la imaginación de los
helenos. Compara justamente su propio trabajo con el de éste, al afirmar: "Es como si Schliemann
hubiera vuelto a desenterrar una Troya en la que nadie hubiese creído." (Carta a Fliess del 21-12-
1889). Llega a establecer también una comparación metafórica del sueño con el jeroglífico mismo:
"Pues bien: el sueño es exactamente uno de estos jeroglíficos, y nuestros predecesores en la
interpretación onírica han incurrido en la falta de considerar el jeroglífico como una composición
pictórica. De este modo no tenía más remedio que parecerles insensato y sin valor alguno."
(Capítulo VI de la Interpretación de los Sueños, 1900). De esta manera, se ve conducido a meditar
sobre el funcionamiento del lenguaje en su relación con el psiquismo inconsciente y a preguntarse
sobre la relación existente entre dichos contenidos inconscientes y la estructura del lenguaje
mismo. La hipótesis formulada por Freud consiste en la propuesta siguiente: los contenidos del
sueño, como el síntoma, el lapsus, el chiste y otras formaciones del Inconsciente pueden ser
leídas, retraducidas a una lengua más fundamental, que es la lengua reprimida y primigenia del
deseo.
Sus cavilaciones le llevaron a recurrir a la lingüística y a la filología de su tiempo, sin escoger
demasiado bien sus referentes. En diferentes momentos, se ve obligado a plasmar sus ideas con
cierto apresuramiento - y por tanto, éstas permanecieron inconclusas - tratando de dar cuenta de la
parte más obscura y negada del ser humano.

En "El sentido antitético de las palabras primitivas" (1910) toma las hipótesis erróneas de Kurt Abel
como ciertas, usándolas para sustentar y confirmar su tesis del carácter regresivo y arcaico de la
expresión de los pensamientos en el sueño. El equívoco tiene, sin embargo, el valor de indicarnos
el camino que Freud no recorre aquí, pero sí señala:

(...) a nosotros, los psiquiatras, se nos impone, como una hipótesis irrechazable, la de que
comprenderíamos mejor y traduciríamos más fácilmente el lenguaje de los sueños si conociéramos
mejor la evolución del lenguaje (...)

En otros términos, en "La Interpretación de los sueños" el material expuesto se relaciona siempre
con un soporte lingüístico que aparece en la base del juego del deseo y la satisfacción de las
pulsiones. Lacan no hace otra cosa sino explicitar su intención, que desde la perspectiva semiótica
de Eco podría llamarse un imperialismo lingüístico.

La Traumdeutung, entrega su mensaje a quien sepa leer que la interpretación de cada sueño
depende puntualmente de ideas latentes expresadas en imágenes que representan al mismo
soñante y que pueden formularse siempre o casi siempre... como piezas de discurso. Puede
decirse que Freud concedió al lenguaje mucha más atención de lo que permite suponer la literatura
psicoanalítica posterior. Hay que considerar que su formación médica y el poco desarrollo de una
disciplina que tomase al lenguaje como objeto de estudio, dificultaron su tarea de establecer una
completa teoría sobre la relación inconsciente - lenguaje y probablemente le empujaron a una
pseudo-biología y la postulación de una metáfora energética de la cual es difícil desembarazarnos
todavía y que nos pesa como lastre a los analistas.

Ahora bien, el hecho de que Freud juegue preferiblemente a interpretar un sueño como un Witz: un
chiste, un retruécano verbal; desemboca en una sola conclusión lógica, si para Lacan la esencia
del hombre es el deseo, podríamos decir, siguiendo una lectura rigurosa de Freud, que la esencia
del hombre sería el lenguaje hablado. No es una cuestión de poco peso, y Focault (1994), en un
artículo que serviría de prólogo al libro de Binswagner Le revé et L’Existence, lamenta la pérdida de
la pureza de la imagen en la aproximación freudiana. Para el filósofo, traducir un sueño a palabras
es anclarlo en el sentido, traicionar la libertad de lo imaginario y empobrecer su riqueza plástica
desdeñando el contenido iconográfico.

Para Freud, el lenguaje desarrolla su capacidad máxima de eficiencia en tanto que es el medio por
el cual nos comunicamos con ese otro mundo que designamos como Inconsciente. Esta
dimensión, sacando el jugo a los escritos de Freud sobre Metapsicología, se encuentra habitada
por pulsiones no del todo aprehensibles y deseos intraducibles a términos de conciencia. Así pues,
la única forma de comunicación de dicho Inconsciente es a través del verbo. Pero el hecho de que
se manifieste en forma discursiva, no implica que para Freud - quizá a diferencia del Lacan de los
años 50’s – que éste sea sólo discurso. Si bien es cierto, que a través de la dimensión simbólica
éste se hace inteligible y el análisis es una suerte de dispositivo óptico, que nos acerca a nuestro
objeto de estudio, lo esencial es que el Inconsciente no es necesariamente un texto, a pesar de lo
jugosa que haya sido la metáfora para Lacan al hacer su comentario de la Carta Robada de Poe.

La historia del término Inconsciente en la literatura Freudiana es compleja. En los escritos sobre
Metapsicología el trabajo de "Lo Inconsciente" (1915), ocupa un lugar fundamental. La pregunta
que emerge es: ¿De donde vienen las palabras? Es absolutamente central en sus intentos de
construir un modelo del aparato psíquico. Este escrito hace un resumen de algunos de sus puntos
de vista más esenciales y replantea cuestiones que Freud había desarrollado en la Traumdeutung
e incluso hace tambalearse la hipótesis de una topología con diferentes registros rechazando en
este escrito la idea, en favor de una hipótesis funcional que privilegia los cambios de un estado a
otro en función de cargas de libido:

Sin embargo, al hacer la diferenciación clave entre "representación de palabra" (Wortvorstellungen)


y "representación de cosa" (Sachvorstellungen) en su Metapsicología, Freud sostiene una
discontinuidad entre el sistema Inconsciente y el sistema Consciente-preconsciente y los
mecanismos que hacen esta división posible operan con reglas del todo incompatibles. A lo
Inconsciente se le adscriben, por ejemplo, características bien definidas: las pulsiones buscan sin
dilación su satisfacción, la falta de negación, duda ó grados de certitud, y la existencia de
tendencias del todo contradictorias en convivencia unas con otras. Pero quizá una de las
características que más llaman la atención es la de que los impulsos y tendencias del Inconsciente,
nunca pasan tal cual, al sistema Consciente-preconsciente. La obra de Freud, no por sabido debe
dejar de repetirse, no es unívoca ni falta de rectificaciones, queda en cualquier caso claro para el
lector competente, que el aparato psíquico —completamente desligado de cualquier noción
anatómica—, se trata finalmente de un sistema de representaciones en distintos niveles que no
mantienen un isomorfismo, que no se recubren.

A través del escrito, se repiten un sinnúmero de metáforas para revelarnos las discrepancias entre
ambos sistemas. Concluye con una sorprendente diferenciación entre ambos. Afirma que aquello
que la represión niega a la representación de lo rechazado en las neurosis de transferencia, es lo
que tiene que ver con la presentación en palabras de aquello que permanece ligado al objeto de
deseo. El núcleo de lo reprimido no puede ser totalmente puesto en palabras, entonces busca su
expresión coja a través del acto y los síntomas, ese núcleo de lo reprimido se puede identificar al
irrepresentable noúmeno kantiano, mientras que el lugar del discurso del analizante puede
equipararse al fenómeno. Vayamos más lejos, hay un semejanza de lo reprimido primordial con
aquello que un temprano Nietzsche denominaba en el Origen de la Tragedia: Lo Dionisíaco
(expresión salvaje, extática y casi intolerable) en oposición a lo Apolíneo (rostro común que no es
sino una máscara).

"T.t.y.m.u.p.t.": estas letras aparecen como una firma enigmática al final del escrito de Lacan
intitulado: La instancia de la letra en el Inconsciente o la razón desde Freud (1957). Cuando al fin y
al cabo se pudo entrever su significado resultaron pertenecer a un registro puntual de una
conversación que remitía al comentario: " Tu t’y es mis un peu tard" (Te has puesto a la obra un
poco tarde).

La Interpretación de los Sueños fue el trabajo de un hombre de 44 años, Lacan por su parte tenía
52 antes de empezar a publicar artículos que tuviesen para él una fuerza comparable al libro de
Freud. Había llegado tarde a la tarea de recrear el psicoanálisis y tenía una urgente necesidad de
completar su tarea puesto que el tiempo se le iba encima.

El método de Lacan será primero articulado en su escrito: "Función y campo de la palabra y del
lenguaje en psicoanálisis". Precede al de "La instancia de la letra..." en cuatro años, pero juntos se
complementan para articular un sistema. Ambos artículos son complejos y de difícil lectura. Detrás
del espíritu lúdico de estos textos y del estilo un poco enervante de su tono, una representación
teatral tiene lugar: Lacan se presenta en el papel de no más que un alumno aplicado del maestro
vienés, se dedica simplemente a anotar y explicar los textos freudianos, no intenta hacer ninguna
contribución por sí mismo. Adopta también, el rol de paladín de Freud, en contra de las
desviaciones de dentro y ataques de fuera. Aunque Lacan intercala estos papeles y apenas puede
reconocerse él mismo cuando representa uno u otro, en el fondo se transluce el nacimiento de un
nuevo maestro que utiliza a Freud y su mensaje como el pretexto para sostener su propia palabra.

Un par de factores contingentes hace posible el explicar la estrategia de Lacan y su


implementación que desembocará en estilo y escuela.
Freud había llegado a un impasse en su escritura de la concepción del Yo, él había creado un
nuevo edificio teórico que estaba de manera precaria conectado con el psicoanálisis como método
terapéutico y como teoría, el papel del Yo era incierto. La mayoría de los discípulos de Freud
emigrados a Norteamérica le consideraron el más importante de los asuntos a elaborar después de
la muerte del maestro. Cuatro obras de Freud son acentuadamente usadas por Lacan para
precisar el papel del Yo y enfrentar a los que considera sus adversarios: "La Traumdeutung"; "Más
allá del Principio del Placer"; "Psicología de las masas y análisis del yo"; y "El Yo y el ello". Las
conclusiones son sorprendentes: el Yo es un agente de desconocimiento de la realidad, El Yo es
una construcción imaginaria, paranoico por excelencia es un producto del deseo del Otro. Los
ejemplos de que la especularidad es perniciosa y a la vez ineludible sobran en la literatura: Plauto,
Moliere, Edgar Alan Poe. Ellos demuestran la relación de dependencia al Otro y de la relación de
ambivalencia que surge de este fenómeno se desprende el hecho irremediable de que el objeto
amado puede ser al mismo tiempo el odiado, y hasta el perseguidor; solución adelantada por Freud
en el caso Schreber. Grodeeck y Tausk están en el punto de proyección de estas ideas, sería
igualmente justo buscar aquí la influencia de Emmanuel Levinas, no citado jamás por Lacan en su
seminario.

Por otro lado, los escritos freudianos de técnica analítica no parecen ofrecer más que líneas muy
generales de reflexión y alguna que otra advertencia, queda a juicio del analista la dirección de la
cura en cada caso.

Fue justamente alrededor de este punto controversial de la técnica — concretamente el uso de las
sesiones cortas—, que Lacan se encontró expulsado en 1953 por un error de cálculo —
paradójicamente— de la IPA. Necesitaba, entonces, una nueva posición teórica que explicara y
justificara de manera sólida su método clínico y su posición analítica, Suscribimos en lo que haya
que hacerlo y de manera no puntual, las interpretaciones de Bowie respecto a los acontecimientos.
Evidentemente, no era la única razón que lo impulsaba a crear su propio estilo de abordar el
psicoanálisis, pero la contingencia jugó un papel. En Roma, Lacan presentó por intermedio de
algunos alumnos su escrito: "Función y campo de la palabra...", desde entonces, éste ha sido
conocido como el Discurso de Roma. Puede decirse que, la locación escogida para su discurso no
fue casual, esa ciudad en los escritos de Freud siempre tuvo un sentido emblemático. Se trata de
una ciudad dónde las fantasías de saber y poder —aún en la prehistoria de las concepciones
foucaultianas— tienen completa pertinencia. Por otro lado, las búsquedas y excavaciones
arqueológicas que hasta hoy día prosiguen ofrecían al padre del psicoanálisis una hermosa
metáfora de su propia labor. Freud también, se fantaseó como Aníbal entrando a la Ciudad Eterna
y Lacan cedió a colocarse en ese lugar de héroe vencedor adquiriendo en algunos de los párrafos
de su discurso el tono de conquistador.

El lenguaje, según Lacan, es el laberinto en el cual el psicoanálisis se desarrolla y del cual se


desprenden sus conceptos, por lo tanto se convierte así en el límite de su dominio. Los analistas
que han desarrollado teorías y prácticas alternas tendrán indubitablemente, problemas para probar
sus hallazgos y obtener el reconocimiento de su disciplina si no se nutren de la reflexión teórica
contemporánea desarrollada en otros campos humanísticos afines, también deben sumar a sus
propuestas la reflexión profunda introducida por los métodos y resultados de los estudios de las
consideradas ciencias duras.

Para Lacan, el trabajo del sueño sigue, específicamente, las leyes del significante. La lingüística
estructural de Ferdinand de Saussure es el punto de partida de una elaboración que conduce a
formular una primacía del significante sobre el significado, en este sentido, se modifican conceptos
no en función de la creación de una nueva teoría lingüística. Lacan ha preferido hablar de:
Lingüistería que en este caso nombra una teoría sobre el cómo opera Lalangue (apropiación
subjetiva y personal del Lenguaje). Asimismo, tomando su inspiración de Freud y de los conceptos
por éste elaborados: Verdichtung (condensación) y Verchiebung (desplazamiento) y
armonizándolos con su interpretación sesgada de la lingüística estructural de Jackobson, formula
una ecuación que hace equivaler el par metáfora - metonimia al de condensación y desplazamiento
respectivamente. No es, cómo puede observarse, una trasposición del todo fiel, a los conceptos
lingüísticos, más bien, para Jackobson desplazamiento y condensación serían equiparables a la
metonimia, mientras que la metáfora se jugaría con relación a la identificación y el simbolismo.

No hay tampoco, una fidelidad absoluta al maestro vienés. Desde su perspectiva, el objeto —
siempre perdido y situado en el margen de lo Real para utilizar un término lacaniano capital—, es
apresado por el lado del lenguaje simplemente por el borde, por un contorno derivado de una
presencia original y traumática que deja justamente una huella en el sentido pleno de la palabra.
De este modo se efectúa la dimensión de no-complementariedad entre Sujeto y Objeto. Este objeto
perdido escapará al Saber, no pudiendo constituirse en objeto de conocimiento más que de
manera aproximada, jaloneando siempre al sujeto del lado de la pulsión ciega, también nombrable
como: compulsión a la repetición y ligada por tanto, a la pulsión de muerte.

Quizá sea un abuso afirmarlo pero nos permitiremos decir, que Freud sostiene una teoría
equiparable, en más de un sentido, a las vibraciones de la filosofía kierkegardiana que fundaría la
existencia del Sujeto justamente en los conceptos de reminiscencia y repetición. Curiosas
coincidencias que tal vez deberían ser estudiadas en un trabajo imaginable que relacionara al
psicoanálisis con la filosofía.

Lacan por su parte, hace equivalentes los términos Sachvorstellung y significante. Esta
aproximación al Inconsciente no es simple, pues si bien en Freud la representación - cosa se
encontraría ligada al sistema inconsciente —concepción identificable a una topología de esfera—,
en Lacan, el significante se encontraría en la parte "superficial" del hecho lingüístico. Por otro lado,
la cita extraída del contexto saussuriano es forzada, pues invierte los términos, privilegiando en la
ecuación: S/s, el significante sobre el significado.

El algoritmo lacaniano sugiere una plusvalía del significante. El dominio del significante cobra una
independencia respecto al significado y adquiere, por así decirlo, su propia autonomía. Cualquiera
que trate de buscar la fuente de N significado no puede hacer otra cosa sino referirse al lenguaje
mismo y usarlo para completar su tarea. Lo cual para nosotros revela que el lenguaje es más que
una herramienta o una nomenclatura. La relación con el mundo, es entonces, sólo posible a través
de lo enunciable. La alianza entre lo visible y lo no visible, lo posible y lo imposible se apoya en
todo momento en el lenguaje.

En su importante conferencia del 8/07/1953 conocida como "Lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario"
al interrogarse sobre la cuestión de la palabra —es decir, el símbolo—, esencia de la experiencia
analítica, nos hace saber que palabra en el hombre es algo que implica la dimensión del acto.
Agrega que en la cuestión simbólica no se trata del pueril intento de deducir cómo las palabras
salen de las cosas y les son sucesivamente aplicadas. Son estos los años de la primacía del
significante y el predominio de lo Simbólico donde la experiencia última a la que se reduce el
hombre es justamente la palabra. Gracias al símbolo el hombre existe y consiste, debido a éste se
realizan alianzas, intercambios y prohibiciones entre los animales humanos que se reconocen en
términos de: "...padre, madre, hijo..." Se configuran así sus relaciones con la realidad, que merced
a la sustentación en proposiciones negativas universales de resonancia ética, subvierten el orden
de la Naturaleza.

Nuestra relación con la realidad, es más que curiosa, pues no tenemos acceso a ella más que a
través de esas proposiciones negativas y la contrastación conceptual es la base única para
establecer diferencias entre las distintas percepciones subjetivas. Este fenómeno lo que demuestra
es la imposibilidad de una definición estrictamente positiva e inequívoca de las cosas. Blanco es lo
que no es negro, verde lo que no es ni rojo, ni amarillo, etc. En el ámbito filosófico se ha definido
este problema como inadecuación del lenguaje a la realidad y ha tratado de ser superado por
diferentes autores —vrg. Wittgenstein—, a través de la creación de un simbolismo lógico que
intenta crear un lenguaje sin ambigüedades que evite confusiones, figurando más que reflejando,
de manera fiel las cosas del mundo, tratando de alcanzar una relación isomórfica entre lenguaje y
mundo. Según esta propuesta un simbolismo adecuado permitiría decir sólo lo que es posible decir
y lo que no tiene sentido quedaría fuera de los límites de lo decible: en el ámbito del silencio. En
este proyecto, la actividad filosófica será concebida como una tentativa de elucidación de
confusiones lingüísticas y no como establecimiento de ningún tipo de verdades ontológicas.

El lenguaje cotidiano es negativo — y dialéctico— en sus afirmaciones más simples: "Es imposible
que tengas la misma fecha de nacimiento que tu padre", "El pasado no vuelve", "No se puede
nacer dos veces", "Mi hermana es mi hermana... (y no mi hija)".

En el punto de la prohibición, el deseo se configura. Así, se crea la paradoja que empuja al hombre
justamente en la dirección de su deseo y a un mismo tiempo de una frontera infranqueable que
graba su destino ya sea en la renuncia o el síntoma, dos maneras de límite.

Los registros tienen, sin embargo un mismo peso, es decir; no puede privilegiarse uno sobre otro y
entre sí guardan una unidad que les hace consistir, es esta la conclusión final de Lacan en su
seminario RSI .

El síntoma gozoso y proveniente de lo Real, puede comprenderse solamente si se considera como


una pieza de discurso. Un dialecto que, por así decirlo, no es comprensible para el sujeto que lo
sufre y sin embargo lo sostiene. Carente de todo sentido de antemano, la enfermedad se significa a
través del análisis, al principio vagamente y luego con claridad, como producto de un castigo, una
orden o como reproducción violenta de un destino familiar rastreable generaciones atrás. En el
neurótico se encuentra una palabra "amordazada" donde según Lacan: "... se expresa un número,
digamos, de transgresiones a un cierto orden que, para sí mismos, gritan al cielo el orden negativo
en el cual se ha inscrito" (Lacan 1953). Y: "... a falta de realizar el orden del símbolo de una
manera viva, el sujeto realiza imágenes desordenadas..." (Ibidem.) Imágenes que, según el mago
del verbo francés, se interponen a una relación simbólica verdadera.

Lo cual no deja de plantear: ¿cuál es la diferencia entre una relación simbólica verdadera y lo que
encarnado en el síntoma se presentaría como una falsa? Si el síntoma es un enlace fallido: ¿dónde
reside la falla?. La respuesta que puede ofrecerse es en principio simple, en el sujeto neurótico - y
conservemos en este nivel la respuesta -, existe una vocación hacia la verdad: su verdad
desconocida y despejada de todo intelectualismo sólo calificable como fascinante y horrenda,
verdad de lo Real, a la que se niegan los sentidos de la conciencia. El acto psicoanalítico se revela
entonces como una dialéctica del sentido. Así, tendríamos que el Inconsciente es esa parte del
discurso transindividual que se restablece en el devenir consciente del sujeto merced al encuentro
con la figura del analista. Éste, procede a través de la asociación libre a ligar significaciones
posibles a la historia única y personal de cada sujeto, no se trata de revelar verdades ontológicas
sino de enunciar y conjugar modalidades del deseo específicas para su aceptación y su
enfrentamiento, no necesariamente para su puesta en acto. Aclaremos como último punto,
enunciación no significa revelación o soldamiento del significado, el sentimiento místico y el goce
sexual tan cercanos en su fenomenología se encuentran ellos sí, ligados a la experiencia de lo
inefable y señalan en su dimensión de Goce, ese éxtasis inexplicable, indecible y embriagante que
Lacan señala como central para tratar de entender la tela de la que está hecha el hombre.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura


Número 12 - Diciembre 2000
www.acheronta.org

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