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DIRECCION GENERAL DE CULTURA Y EDUCACION/ SUBSECRETARÍA DE

EDUCACIÓN

DIRECCION PROVINCIAL DE EDUCACIÓN SUPERIOR Y CAPACITACIÓN


EDUCATIVA

DIRECCION DE CAPACITACION

PROGRAMA PROVINCIAL DE LECTURA EN LA ESCUELA

CURSO
PRACTICAS DE LECTURA Y ESCRITURA EN LA
ESCUELA: PROBLEMAS, DEBATES Y PROPUESTAS.
Febrero 2011

MATERIALES DE DISCUSION Y PROPUESTAS DIDÁCTICAS PARA LA ESCUELA


PRIMARIA

Autores:
Sara Bosoer
Inés Bugallo
Agustina Peláez
Leticia Peret
Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011

Equipo PPLE:
Director: Miguel Dalmaroni

Claudia Fino (subcoordinación secundaria), Paula Tomassoni, Sergio Frugoni, Eugenia


Straccali.
Viviana Asens (subcoordinación primaria), Sara Bosoer, Inés Bugallo, Nélida
Fernandez, Agustina Peláez, Leticia Peret

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Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011
INDICE

Poemas “de boca a oído”


Secuencia didáctica: De la lectura colectiva a los susurros.
………………………………………………………………………………..

Niños promotores literarios


Proyecto “Club de lectores”: situaciones de lectura y escritura alrededor de la
biblioteca.
………………………………………………………………………………..

EL TÚNEL, de Anthony Brwne: dos lecturas comparadas


Situación didáctica habitual: lectura de un cuento y apertura de un espacio de
intercambio.
…………………………………………………………………………………

Intervenciones a partir de comentarios sobre lecturas de textos literarios


………………………………………………………………………………….

Materiales de reflexión y trabajo para la escuela primaria. Programa Provincial de


Lectura en la escuela. DGCyE. Buenos Aires. 2010. Capítulo 2: Modos de leer
literatura.
…………………………………………………………………………………………..

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Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011
Poemas “de boca a oído”
Secuencia didáctica: De la lectura colectiva a los susurros

La maestra de tercer grado decide trabajar en clase con poesía y propone a los niños
tomar como modelo un “Comando poético” francés llamado Los susurradores (Les
souffleurs). La propuesta es innovadora, tanto por desconocida como porque puede
funcionar como actividad de cierre de un trabajo de lectura, selección y discusión o
puesta en común, que son centrales para el propósito de la docente: trabajar poesía en el
aula.
I - Presentación del “comando poético”
La docente comenta las características del grupo de Susurradores y, a medida que
avanza en su relato, se mantiene atenta a cómo lo reciben los niños, observando cuáles
de los rasgos llaman más la atención y deteniéndose en los aspectos que deberán adaptar
para formar dicho “comando” en la escuela1. Así, cuando cuenta que utilizan un largo
tubo para susurrar los poemas, muestra una imagen para que puedan hacerse una idea de
su tamaño y explica que ellos deberán hacer sus propios instrumentos, acordes a su

tamaño y posibilidades.
Explica también que se los llama “ruiseñores”, que es el nombre de un pájaro común
en Europa y Asia, mundialmente conocido por su habilidad para cantar. Esto permite
plantear la primera actividad: la de bautizar sus instrumentos. Para esto, deberán
investigar si todos los pájaros cantan y proponer uno. Finalmente se escoge al canario
por ser el más popular entre los niños y, por ello, acuerdan que todos llevarán una
prenda amarilla para el día de los susurros.

1
El comando de Los Susurradores toma como punto de partida la consigna de “desaceleración del
mundo”; de esta manera, irrumpe en espacios públicos (bibliotecas, eventos, exposiciones,
embotellamientos, filas de espera), y propone decir al oído de quien lo desee un fragmento o un breve
poema, abriendo un espacio para la poesía. Su filosofía pretende “practicar el arte contra la diversión, lo
esencial contra lo estratégico y el júbilo contra lo convencional”. Sus integrantes se visten de negro y el
instrumento a través del cual susurran es un tubo de aproximadamente 1, 80mt, hecho de cartón, plástico
o una simple caña hueca, que denominan “Ruiseñor”. Para mayor información puede visitarse el sitio
web: www.les-souffleurs.fr.

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Curso febrero 2011
Por último, y antes de comenzar a trabajar con los poemas, la maestra explica que
tendrán que seleccionar pensando en que luego los susurrarán en la escuela: entre
compañeros y a otros grados, por ejemplo, durante el recreo.

Criterios de selección
Ejemplo de un corpus de poemas para leer con los niños
En primer lugar, la maestra ha decidido incorporar textos “difíciles”, que no han sido
escritos pensando en niños como destinatarios. Incluso autores de literatura infantil, a la
hora de contar alguna de sus experiencias escriturarias, encuentran que sus textos se
convierten en infantiles o juveniles según decisiones editoriales y de mediadores, y no
porque existan decisiones iniciales que dirijan su proyecto creador a un determinado
público2.
En este aspecto, entonces, la docente desea ensayar una lectura que no restrinja el
material a lo que el mercado establece que es adecuado para un niño, ya que supone, por
ejemplo, que la ruptura de una sintaxis lineal, la incorporación de vocabulario
desconocido o una cierta condensación descriptiva en detrimento de la narratividad
supondría un desafío para sus chicos. En este caso, el ingreso a un texto literario no
estría observando primordialmente la sencillez del vocabulario, la simpleza sintáctica o
retórica o la familiaridad de los niños con cierta temática. Siguiendo estos criterios,
comienza con la lectura.

Registro de un intercambio
Decide comenzar con el poema “Mosquitos”, pero sin dar a conocer a los chicos el
título:

Nacen en los pantanos del insomnio. / Son negrura viscosa que aletea. / Vampiritos
inermes, / sublibélulas, / caballitos de pica / del demonio.

(José Emilio Pacheco, en Álbum de zoología. Ediciones Era)

2
María Teresa Andruetto, “Charla abierta” en Jornada “Literatura argentina e infancia. Un caleidoscopio
de poéticas.” La Plata, noviembre de 2010.

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Terminada la lectura, se abre el espacio de intercambio con comentarios de los niños:
Alumno: Lo único que entendí es que hay lodo y libélulas.
Alumno: Para mí está hablando de un bichito... o de un pescado porque dice que
aletea...
Alumna: No, está hablando de un cocodrilo, porque los cocodrilos viven en los
pantanos.
Después de que los niños presentan algunas de sus hipótesis partiendo de los
elementos que se le han dado y, entre estos, los que ha comprendido, la docente lee el
título del poema y se genera un nuevo intercambio:
Alumno: ¡Ah, viste que era un insecto!
Alumna: Estaba hablando de los mosquitos.
Alumna: Por eso dice “vampiritos”…
La docente relee “vampiritos inermes” y repone:
Docente: Es como decir vampiritos indefensos ¿Por qué dirá esto?
Alumna: Porque los vampiros chupan la sangre.
Alumno: Como los mosquitos.
Alumno: ¡Porque los aplastás y listo, seño!
Docente: Ah, miren qué interesante, unos dicen que chupan la sangre como los
vampiros, pero que también se matan fácilmente.
Alumno: Y… un vampiro es peligroso, te da miedo… un mosquito no.
En este caso, la maestra elige releer el verso “vampiritos inermes” porque considera
interesante la unión de dos términos que, en otro contexto y desde la perspectiva del
sentido común, raramente estarían asociados. El poema se convierte en el territorio
donde pueden establecerse las nuevas posibilidades de vinculación entre dos palabras
que, para ser interpretadas, exigen perder de vista sus referentes cotidianos.
Docente: ¿Y qué opinan de que “se crían en los pantanos del insomnio”?
Alumna: ¿qué es isomnio, seño?
Alumno: es cuando no te podés dormir...
Docente: Es cierto, es eso. ¿Y por qué piensan que dice eso el poema?
Alumno: Y... está hablando de los mosquitos que se crían en el agua estancada y...
Alumno: y de que no pueden dormir
Docente: ¿Quiénes no pueden dormir?
Alumno: Los mosquitos
Alumna: ¡No! a vos no te dejan dormir cuando te pican.

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Dado este intercambio, lo que la maestra ha conseguido que se plantee, sin necesidad
ni intención de explicitarlo, una práctica de lectura en torno a la desautomatización de
los usos convencionales del lenguaje de la que se vale la poesía para significar. Explica
que, en la poesía, las palabras a veces se usan de una manera distinta a la que estamos
acostumbrados y usamos todos los días, y que por eso resulta algo complicado decidir
exactamente qué es lo que quiere decir “pantanos del insomnio”.
Docente: Tiene razón Antonio cuando dice que habla del pantano porque el mosquito se
cría en agua estancada; pero Lucía también cuando dice que se habla de insomnio
porque el mosquito pica de noche y no nos deja dormir. Vean cómo, con tan solo dos
palabritas podemos pensar varias cosas...
El intercambio continúa y la maestra ahora se detiene en “sublibélulas”:
Docente: Ustedes conocen a las libélulas,
Alumno: Sí, yo una vez vi una.
Alumna: Sí, en la película de Campanita hay un montón.
Docente: Pero acá dice sublibélulas, ¿por qué les parece que le dirá así a los mosquitos?
Alumna: porque las libélulas son lindas y no pican, y los mosquitos son más feos
Alumno: y son cabezones y flaquitos como las libélulas, pero más chiquitos.
En esta instancia del intercambio, los niños demuestran que han percibido con claridad
cuál es la apreciación que el poema presenta del mosquito, sin necesidad siquiera de
conocer el significado de la totalidad de los términos o construcciones – más
específicamente, el prefijo sub, que aquí parte del sentido espacial “por debajo de”, pero
el contexto plasma un sesgo orientado a una subordinación jerárquica que hubiese sido
muy engorroso, y finalmente, innecesario, explicar.

¿Temas “poéticos”?
“Poético” como adjetivo, “Poético” como discursividad
Antes de pasar al siguiente poema, la docente recuerda a los niños que luego
susurrarán, así que a quienes les haya gustado pueden marcarlo como posibilidad. Una
de las nenas señala: “Ni loca elijo este, no me gusta”, y la señorita pregunta “¿podrías
decirme qué es lo que no te gusta?”, “Y...no sé... las poesías hablan de cosas lindas, y
acá se la pasa diciendo cosas asquerosas: el pantano, la sangre.... cosas feas”. Algunos
opinan lo mismo y otros tantos lo contrario, oportunidad que la maestra aprovecha para
hablar, entre otras cosas, de cómo un poema no siempre “habla de cosas lindas”, “de
amor y de flores”. En este caso, ha podido desautorizar una común y bastante

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generalizada representación que los niños traen de lo poético, que lo entiende como
sinónimo de sublime, bello, refinado. Y dichas adjetivaciones, por reducción y
simplificación, suelen poner el ojo directamente en el tema que el poema decide tratar,
(habría temas más “poéticos” que otros, o atributos a destacar más “poéticos” que
otros), de modo tal que se convierte en el discurso reservado a los grandes temas como
el amor, la libertad, la soledad, la humanidad y no, como en este caso, los insectos, o un
desdeñable mosquito.

II- Construyendo Territorios compartidos de lectura


1- Sobre los modos de leer y los “territorios compartidos de lectura”

Hay muchos modos de leer. Puede decirse que tantos como lectores. Se los puede
distinguir de muchas maneras: por las expectativas que los activan o, al contrario, por
los efectos que provoca leer los textos; por los intereses culturales que los condicionan
o, en cambio, por las experiencias artísticas por las que un texto nos hace pasar. Por los
recuerdos que provoca o, si no, por la imágenes completamente nuevas que nos
permiten componer.
Una lectura puede abrir un territorio compartido –un diálogo entre dos lectores-
que deje de ser, más temprano que tarde- un territorio de lectura. Por ejemplo, a
partir de la lectura de un soneto de Quevedo sobre la efimeridad de la vida, dos lectores
pueden terminar dialogando largamente acerca de sus muertos más próximos primero,
acerca de sus familiares y parientes luego, sobre sus respectivos árboles genealógicos
más tarde, hasta que descubren su pasión común por las historia de los inmigrantes
europeos a países sudamericanos durante el siglo XX. Ese sigue siendo un territorio
compartido, pero dejó de ser hace rato un territorio de lectura compartido del
soneto de Quevedo.
Para que haya territorio de lectura compartido hace falta, además de dos o más
interlocutores, un cierto apego al texto o a los textos que se han leído; o a una
cadena más o menos intermitente de textos, por ejemplo, si el soneto de Quevedo
condujo a compartir la lectura de El reposo del fuego de José Emilio Pacheco (otro
poeta de la finitud). En cambio, si del soneto de Quevedo inicial, la larga
conversación condujo a un libro sobre la historia de las migraciones modernas,
deberíamos decir que un territorio de lectura compartido abrió otro territorio de
lectura, o condujo a otro.

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Dicho en otros términos: hay modos de leer que nos reúnen en torno de la lectura
porque nos mantienen en torno de los textos; hay modos de leer que nos dan paso/nos
hacen pasar a otras prácticas.

2- El aula como espacio privilegiado para las lecturas compartidas


Cuando el docente favorece que se abra un espacio de intercambio posterior a una
lectura, no tiene más que un ámbito ideal en el que construir un territorio de lectura
compartido.
Es importante poder visualizar los “territorios compartidos de lectura” como un
concepto capaz de atravesar las previsiones didácticas docentes. Es un hecho
consumado que los niños, ante un cuento o poema que se lee en clase, encuentren, en
cualquiera de sus dimensiones, algún aspecto identificable con la propia experiencia –
vital y /o de lectura -, saberes, impresiones e intuiciones (es decir, toda una gama de
razonamientos sensibles que el texto ha suscitado y que son, en su esencia, no
previsibles). Un claro ejemplo aparece en el registro de clase anterior, cuando luego de
leer los primeros versos de Pacheco, los niños sostienen que está hablando de un
cocodrilo, sea por los procedimientos inferenciales más o menos caprichosos que
fueran.
Los textos siempre presentan, en tanto palabra escrita, una porción “controlable”,
mensurable, y esta primera decodificación sostiene, soporta, fundamenta cualquier
estrategia para una lectura subjetiva y única.
Este es el trabajo que a los niños, como lectores en formación, los docentes podemos
ofrecer: profundizar la relación con aquello que está escrito; el texto como punto de
partida (y no la palabra del docente, las impresiones o un incontrolable impulso
asociativo); en fin, reconocer la importancia de una mirada que contemple las
posibilidades que el texto permite. O, mejor: una mirada que esté atenta a distinguir las
posibilidades que el texto permite, de aquellas que se abren a partir del encuentro
singular de ese lector, en ese momento, con ese texto. En cualquier situación de
enseñanza de la lectura, parece necesario que el docente tenga en cuenta cuándo y cómo
el trabajo en el aula se ha desprendido de la lectura del texto e ido a parar a un territorio
ya desvinculado de la lectura y del texto; itinerario que puede ser muy productivo para
construir otros saberes, por supuesto. Pero siempre es necesario que el docente sepa qué
hará con esa migración si se produce o si ha decidido propiciar que se produzca.

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3 - Descubriendo territorios compartidos
El siguiente ejemplo corresponde a la experiencia de una docente de segundo grado,
durante la lectura de un poema de Elsa Bornemann, “Gata que mira a niña que mira a
gata”, en Disparatario. (Alfaguara).
La gata me mira.../ ¿qué quiere decirme? / ¿Tal vez un poema / intenta pedirme?

¿O será que sabe / que hoy me siento triste/ y busca maullarme: /- “Me di cuenta,
¿viste?”

Seguro esta noche / - sin mí en el tejado - / contará a otros gatos / lo que me ha ocultado

y unirá mi pena / con su propia sombra, / mientras doña Luna / reteja su alfombra...

Mirada redonda... / Cola que se estira... / Un miau de silencio... / La gata me mira.

Si hay algo interesante en este poema es la irrupción de un tiempo imaginario en lo


que dura la mirada entre la gata y la niña; tiempo durante el cual, la niña presenta varias
posibilidades que buscan hacer “significar” algo el mutismo de la gata.

Durante el intercambio de la lectura, se suscitó una discusión centrada en qué era lo


que la gata le decía a los otros gatos: “que la dueña está triste”, “que la nena es una
pesada”, “que la gata está enamorada”, “que la nena está enamorada”, y algunas más
opiniones del tipo. Entonces la docente decidió intervenir, proponiendo una vuelta al
texto, una lectura completa, deteniéndose primero en el título y luego con la pregunta
“Quisiera que busquen en el poema la parte en la que habla la gata.” Y la respuesta
inmediata fue: “Cuando dice miau”. Entonces la maestra repregunta: “¿Quién habla
todo el tiempo?” y todos contestan: “la niña”.

La conversación viró y se centró entonces en la imaginación de la niña, en que los


gatos no hablan, en por qué sería “de silencio” el maullido y demás apreciaciones, pero
ya no en los dichos hipotéticos de la gata. Luego, la docente pudo retomar las primeras
hipótesis para conversar acerca de la tristeza, el amor, los gatos enamorados que se van
al techo, etc. Pero antes quiso que quedaran establecidos los límites de ese territorio
compartido de lectura por el cual desplazarse en principio, ella y los niños; para luego
sí, continuar compartiendo territorios de los más variados tipos.

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III - Poesía en el aula: importancia del porque para el cómo.
Según la caracterización de “la poesía” en un manual, las nociones centrales son “la
medida de los versos y la rima”, “la estrofa como unidad de sentido”, “los sentimientos
del poeta” o “efecto de diversión que provoca en el lector”. Bien es sabido que es
imprescindible, siempre que el maestro desea introducir un determinado contenido en el
aula, trazar límites mediante los cuales también delimitar el contorno de ese nuevo
objeto que se propone abordar. Esta serie de rasgos que se decide poner sobre la mesa,
dirigen de manera subterránea la planificación, a la vez que orientan las posibles
intervenciones. Pero si como docentes podemos proponernos otros rasgos que también
consideramos son capaces de definir al discurso poético; porque creemos, por ejemplo,
que poniendo el acento en cuestiones tales como la desautomatización de los usos
convencionales del lenguaje, o en la categoría “yo poético”, e incluso en diferentes
modos en que puede circular la poesía, tanto la planificación de la situación didáctica
como de las intervenciones deben atender a estas concepciones que al docente le
interesa poner en juego. De este modo, la lectura de poesía se puede presentar como una
actividad bien diferente de cualquier otra situación de lectura por el detenimiento que la
brevedad requiere, la vuelta hacia atrás en el texto, las hipótesis de lectura que se
mantienen suspendidas, los diálogos inusuales que se mantienen entre sus partes, en fin,
la búsqueda de la unidad de sentido, la co – operación de los elementos formales y
semánticos, que representan ejercicios de lectura muy movilizantes, e implican un
desafío más que enriquecedor para los lectores en formación.

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Niños promotores literarios
Proyecto “Club de lectores”: situaciones de lectura y escritura alrededor de la
biblioteca

Otro modo de abrir espacios alternativos para la lectura de literatura en la


escuela, es partir de la generación de proyectos que abarcan diferentes situaciones de
lectura y escritura e implican la realización de actividades que exceden el espacio del
aula.
En una escuela con Jornada Extendida, la docente, dentro del Proyecto “Club de
lectores”3 propone a los niños de 4º año trabajar con los libros de la biblioteca de la
escuela para ayudar a las bibliotecarias en su difusión; las intenciones son varias:
* conocer los materiales que la biblioteca de la escuela tiene
* leer pensando en lo que puede interesarle a otro lector, permaneciendo atento
a todo aquello que puede llamarle la atención, que puede atraerlo o presentarle
dificultades
* recomendar el libro seleccionado

Etapas del proyecto


Selección del libro: Acercarse a la biblioteca de la escuela para relevar los libros que en
ella existen, para fichar aquellos que puedan interesar al público más pequeño. Esta
tarea siempre es en grupo: dos, tres o cuatro alumnos discuten entre ellos los criterios
que les permitirán defender la selección. Una vez fichados los leen para realizar el
descarte.
Los niños pueden acercarse al encargado de la biblioteca para solicitar asesoramiento
acerca de la ubicación y la manera en que se hallan clasificados los libros; ya que esto
puede despertar un nuevo criterio para su selección, antes ignorado.
Los niños pueden apelar a libros leídos en su primera infancia o libros desconocidos
hasta el momento que, suponen, pueden llegar a interesar a su público, destinados a los
más pequeños y descartarlos o no, según se los considere adecuados para la lectura.

3
Parte de este documento pertenece a Materiales de reflexión y trabajo para la escuela primaria.
Programa Provincial de Lectura en la escuela. DGCyE. Buenos Aires. 2010. Capítulo 2: ´Modos de leer
literatura´. 39-40.

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Los alumnos aprenden a fundamentar sus elecciones analizando el contenido, las
expresiones, las ilustraciones de los libros que escogen y el efecto que pueden tener
sobre el lector.
Una vez que ya se han puesto de acuerdo, se propone una puesta en común para
continuar discutiendo esos criterios con el grupo total. La docente promueve un espacio
en el que los alumnos den sus opiniones, contrargumenta con ejemplos los criterios de
selección.
A partir de estas situaciones, los niños explicitan sus criterios de selección, discuten
sobre ellos y dan cuenta de sus concepciones sobre la literatura y la lectura, así como de
sus objetivaciones sobre los niños pequeños, sus habilidades y dificultades.

El ensayo: Los niños pueden optar por leer todo el texto o sólo una parte. En este
último caso, tendrán que decidir si leer los fragmentos más representativos o cortar en
una parte que genere intriga al lector.
Luego, preparan esa lectura y ensayan qué les van a decir a los más pequeños para
convencerlos de acercarse a la biblioteca.

La experiencia en las aulas de los más pequeños: En el momento de concurrir a las


aulas para realizar la lectura en voz alta. Los alumnos de 4º grado, se mostraban
inquietos, nerviosos, con dudas…
Para los alumnos más pequeños, la situación de escuchar leer es muy habitual. Escuchan
leer a sus maestras, participan de espacios de intercambios posteriores a la lectura…
Antes de comenzar la lectura los niños más grandes, decían el título del libro que iban
a leer, su autor, editorial, que lo podían encontrar en la biblioteca de la escuela y por qué
lo habían elegido: “Elegimos este porque creemos que les va a gustar porque ustedes
ahora en tercero están leyendo obras de teatro…” (Refiriéndose al libro “Colón agarra
viaje a toda costa”); “Este es un cuento clásico, que quizás ya conozcan, pero lo
elegimos porque es otra “versión” y tiene buenas imágenes” (Refiriéndose a “Los tres
chanchitos”).
Luego de la lectura, los niños más pequeños se mostraron muy interesados, los
comentarios fueron: “¡Que bien leyeron, se nota que habían ensayado!”; “Me encantó
cuando cambiaban las voces”; “La historia esta buenísima”; “Me decís otra vez como se
llama, así voy a buscar el libro a la biblioteca”.
Hubo también comentarios como: “Leíste muy bajito, no se escuchó mucho” o bien,

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“Leíste muy rápido”.
Los alumnos de 4º, en el momento de leer se mostraron muy distendidos y con la guía
del docente, pudieron desarrollar la clase. Al momento del intercambio dieron el espacio
para que cada niño pudiera dar su opinión.
Entre ellos habían “repartido” los roles, quién leía, quién preguntaba…
Los comentarios después de la lectura, cuando se evaluó con todo el grupo de 4º cómo
se habían sentido con la experiencia, fueron: “Mientras leía me parecía que no me
escuchaban y después me di cuenta que si, porque participaban y sabían muy bien
como era la historia”; “Profe saben un montón, más que nosotros”; “Yo estaba nervioso
pero cuando fui allá y me puse a leer se me pasó todo”.

Otras situaciones de promoción de los libros de la biblioteca de la escuela


Escribir graffitis4
Se comentó a los alumnos que teníamos que buscar una manera de continuar
promocionando los libros de la biblioteca, ya que no todos los alumnos habían tenido la
posibilidad de escucharlos leer. Se dialogó con ellos sobre la escritura de graffitis: qué
eran para ellos, cuál era la intención o el propósito de cada autor, si sólo eran frases o
textos o estaban acompañados de imágenes, cuál era el soporte que se usaba para la
escritura de los mismos… Se pensó en transcribir, en afiches, frases de los textos
elegidos que fueran representativas de la historia que contaba cada libro y además que
generara interés o ganas de leerlo; el titulo del libro y su autor y donde encontrarlo.
Ellos sugirieron agregar imágenes o dibujos a esos afiches. Estos carteles diseñados por
los alumnos fueron pegados en las paredes de la escuela a la vista de todos los alumnos.

Grabación de CD
Además de la selección de libros para la lectura en voz alta que realizaron en las aulas
de los más pequeños; los niños llevaron adelante otra selección de libros, con el
propósito de grabar un CD. Para que quedara en la biblioteca de la escuela, como así

4
La escritura en graffiti es algo más que simple decoración. El graffiti se ha vuelto un medio para
expresar ideas políticas y el pensar de la gente común y un medio de expresión para los artistas. El graffiti
transforma viejas y ruinosas paredes en bellas piezas de arte, llegando a convertirse en una forma de
expresión artística en todo el mundo. Es una práctica de ir dejando huellas. Empezó como un medio para
expresar inquietudes, sentimientos y anhelos. El graffiti es un producto diseñado que implica un proceso
donde se resuelva la forma, el mensaje y el impacto. Este proceso de diseño comienza con la gestación de
una idea. Libertad de expresión…jóvenes vinculados al mundo de la imagen, el arte y el diseño.

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para entregarles a los alumnos ciegos o disminuidos visuales que concurren a la misma.
En esta oportunidad el trabajo podía ser individual o en parejas. Los destinatarios
podían ser alumnos de primer ciclo como de segundo ciclo. Hubo ensayo de lectura en
voz alta, de entonación, de cambios de voces. Diseñaron la tapa y contratapa del CD.
Luego, las lecturas fueron grabadas.

Situaciones intermedias en el desarrollo de la secuencia


Tanto para movilizar los criterios rígidos que los alumnos puedan explicitar en las
primeras clases, como para mostrar otras aproximaciones a los textos literarios, la
docente también selecciona algunos libros que lee para todos y pregunta si esos textos
podrían leerse a niños más pequeños. Así, les lee versiones originales de cuentos
clásicos y algunos cuentos de animales de Horacio Quiroga.
Docente: ¿Qué pasó cuando les leí “Barba Azul”?
Un alumno: Era sangriento.
Otro alumno: Era aburrido.
Otro alumno: No es para leérselos a los de primero porque se van a asustar.
Otro alumno: Por ahí podría ser para los de tercero.
Docente: ¿Y qué pasa si se asustan? ¿Opinan que eso es malo?
Alumno: Es que son chiquitos y les va a dar miedo porque no saben…
Alumna: Sí, y a lo mejor ellos quieren hacer lo mismo.
Docente: ¿Por qué les parece que pasaría eso? ¿A ustedes les pasa o les pasó
algo así?
Alumna: No, no. Para mí eso que dice Eugenia de que se copian, no. Pero sí se
pueden asustar por la sangre.
Alumno: Son chiquitos y por ahí no saben, no se dan cuenta que es un cuento,
que no es de verdad y les puede dar miedo.
Docente: ¿Y qué pasa cuando miran escenas sangrientas en los dibujitos?
Alumno: (rápidamente) ¡Ah! ¡Pero es diferente!
Alumno: Si, es otra cosa.
Docente: Matías y Juan Cruz dicen que es distinto ver una escena sangrienta que
eerla ¿Qué opina el resto? ¿Por qué es distinto?
Alumno: Sí, yo estoy de acuerdo seño. Son cosas diferentes porque cuando te lo
imaginás es mucho peor.

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Programa Provincial de Lectura en la escuela
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Alumno: Sí, leerlo es más sangriento. Cuando lo ves, lo ves y se termina y ya
está.

En el momento de explicitar los criterios de selección de los libros elegidos, surgen


comentarios de los niños: “…Este libro no les va a gustar porque es de terror y son
chiquitos…Este autor no, porque escribe para más grandes…Este libro no, porque no
van a entender la historia….Esta historia es muy larga, se van a aburrir…”
La docente encuentra cierta “subestimación” sobre las lecturas de los niños más
pequeños. Por este motivo, decide organizar con ellos una entrevista para relevar los
datos que les permitieran revisar o reflexionar los criterios puestos en juego en el
momento de la elección. Los destinatarios de las entrevistas son los alumnos de primer
ciclo de la escuela o familiares y amigos de esa edad.
Las preguntas que contendría la entrevista fueron elaboradas por los alumnos con la
orientación de la docente. Luego de haber “tomado” las primeras entrevistas, los niños
se dieron cuenta que algunas preguntas requerían ser revisadas.

Se transcribe la versión final de la entrevista y las Dinosaurios


respuestas de varios niños de 1° y 2° año. Misterio

Respuestas a las entrevistas realizadas a niños de 5 a Aventuras

8 años. De Hadas, de brujas


Con malos entendidos porque son graciosas

Entrevistadores: Niños de Jornada Extendida. De mitos griegos porque me gustan las criaturas

¿Te gusta leer? ¿Por qué? ¿Te gusta leer libros cortos o largos?

Sí, porque es divertido. Las historias raras. Cortos y largos

Sí, porque me gustan las historias. Historieta y de Cortos como los de la Valijita

héroes. Largos como los prisioneros de Zeus

Sí, porque si. Cortos porque mi papá me hace los ruidos y voces de

Sí, porque los cuentos son graciosos. los personajes

Sí, porque aprendes a leer. ¿Te gusta que te lean o leerlos vos?

Sí, porque es divertido. Leerlos yo porque puedo aprender

Poco, porque me gusta la compu. Me gusta que me lean

¿Qué tipos de libros te gustan leer? ¿Por qué? Leer yo porque si no me aburro

Princesa, todos hasta Jack Con imágenes o sin imágenes ¿Por qué? ¿con qué tipo

Historias raras de letra?

Historietas y de héroes Con imágenes y con letra chica

Cuentos clásicos Con imágenes porque me gusta ver los dibujos mientras

De Tom y Jerry me leen el cuento. Letra grande así puedo leer, un poco

De terror las cosas que dan miedo mayúscula

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Con imágenes porque te dan información Por el nombre
Por la contratapa
Mi papá
¿Qué imágenes te gustan? ¿Cómo son esas
Porque no lo tengo y los quiero leer
imágenes?
Recordás algún nombre de autor que leíste
Me gustan todos lo dibujos de cualquier color, cualquier
Adela Basch, María Inés Falconi
tamaño
Maria Inés Falconi Fabián Sevilla
Imágenes grandes con mucho color
Graciela Montes
Imágenes grandes con mucho color
Maria Elena Walsh
Las grandes que están en toda la hoja
Silvia Schujer
De Barbie
Anthony Brown
Imágenes en blanco y negro
Elsa Borneman
¿Cómo elegís los libros que lees?
Laura Devetach
Por los dibujos
Miguel Cané
Por el título
El autor de Caperucita Roja
Por el título
Javier Villafañe
Por el dibujo de la tapa

Siguiendo con los argumentos de los niños para la elección de los libros, un grupo
comenta que había seleccionado un cuento porque “dejaba una enseñanza” y que en la
mayoría de los cuentos para niños pequeños, los protagonistas son buenos,
responsables…y, siempre tienen un final feliz. En ese momento, la docente buscó la
opinión de otros grupos para contrargumentar y en la clase siguiente, decide leer a los
alumnos el cuento “El narrador de cuentos”, de Saki.
Síntesis de la historia: En esta historia una tía viaja en tren con sus tres sobrinos
pequeños y muy cerca de ellos está sentado “un solterón”. Como los niños iban y venían
por el vagón, conversando; la tía decide contarles un cuento. Pero no lograba llamar la
atención de los niños ya que les parecía la historia más “estúpida” que habían escuchado.
En ese momento el solterón se dirige a la tía diciéndole que no parece una buena
contadora de cuentos. Uno de los niños le pide a él que les cuente un cuento. Él les relata
la historia de una niña que era “espantosamente buena”, responsable, amable,… y que
debido a esto había ganado una medalla por obediente, otra por puntual y una tercera por
comportamiento. El príncipe de su país se enteró de esto, entonces la dejaba pasear por su
parque una vez por semana.
Un día mientras la niña paseaba por el parque merodeaba un lobo. Cuando vio al lobo
que se acercaba, corrió muy rápido y se escondió tras un matorral. Cuando el lobo
comienza a husmear entre las ramas, la niña temblaba como una hoja, a causa de esto las

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Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011
medallas comienzan a tintinear. El lobo escucha esto, se lanza hacia el arbusto y devora a
la niña hasta el último bocado. Cuando “el solterón” termina el relato, los niños comentan
el final hermoso y la tía contrariamente menciona lo impropio de la historia. Y el solterón
le responde: ´los niños ya le van a pedir que les cuente un cuento impropio´.

Finalizada la lectura en voz alta de la docente, se abre el espacio de intercambio. Entre


los comentarios de los alumnos:
“No me imaginaba este final”…
“Nos quiere decir que ser buena a veces no te sirve de nada”…
“Te deja una enseñanza diferente”…
“¿Por qué a los chicos le habrá gustado este cuento? Tiene un final trágico”

Luego de efectuar las entrevistas y analizar las respuestas, como así también después de
la lectura del cuento de Saki, algunos alumnos cambiaron los libros que habían elegido,
incluyeron libros “de terror”, libros de mayor extensión, con mucho humor…
Entre los libros elegidos están: “El cuento más asustón del mundo” de Susana
Goldemberg; “Irulana y el ogronte. Un cuento de mucho miedo” de Graciela Montes;
“Colón agarra viaje a toda costa” de Adela Basch.
Finalizada la lectura en voz alta en los diferentes grados, los destinatarios de estas
lecturas (alumnos de 2º y 3º grado), expresaron su entusiasmo e interés en cada uno de los
libros elegidos. Los comentarios fueron: “Esta buenísimo”;“Me repetís el título y el autor
que lo voy a buscar a la biblioteca”; “A mi me encantan los cuentos de terror, pero además
este me gustó más porque es gracioso”; “Nosotros estamos leyendo obras de teatro, pero
esta no la leemos. Que bien la representaron”; “Cambiaron las voces, eso me encantó”

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Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011
EL TÚNEL, de Anthony Brwne: dos lecturas comparadas
Situación didáctica habitual: lectura de un cuento y apertura de un espacio de
intercambio.

Libro-Album
5
Analizaremos, en este apartado, dos clases , una de primer año y otra, de
Sorprende desde el
sexto, ambas de escuelas públicas de la ciudad de La Plata. Semanalmente, primer encuentro; nada
queda afuera: la
las docentes destinan un tiempo, para compartir una obra literaria con sus interacción de palabras,
alumnos y abrir un espacio de intercambio imágenes y cada uno de
los elementos que
Las docentes han elegido para leer a sus alumnos “El túnel”, libro-álbum de conforman el libro
construye las historias en
un autor inglés, Anthony Browne6. la experiencia del lector.
Un libro-álbum se lee y
El libro fue seleccionado de acuerdo a ciertos criterios: se ve, o si se quiere, se
lee de otra manera.
La calidad de sus ilustraciones Imágenes y texto en su
diálogo invitan a volver la
Ciertas construcciones lingüísticas o discursivas
página una y otra vez, no
Recomendación de otros docentes perder ningún detalle,
entrar en el juego que
proponen y a menudo
imaginar lo que no está
“La historia se sintetiza de la siguiente manera: Rosa y Juan son dos dicho. Este diálogo que
se genera entre las
hermanos muy diferentes en todo: a la niña le agrada leer y soñar en su casa y palabras y las
ilustraciones hace que
al niño le gusta jugar afuera con sus amigos. Ambos pelean y discuten todo el
un texto pueda ser leído
tiempo. Juan suele burlarse de Rosa y entrar a su cuarto para asustarla pues de mil formas diferentes
de acuerdo con la
sabe que su hermana le teme a la oscuridad. Cansada de los pleitos entre sus imagen que tiene al lado.
La unión de dos
hijos, la mamá decide un día mandarlos juntos afuera de la casa. Juan lleva a discursos para crear un
nuevo espacio de lectura
Rosa a un terreno baldío. Mientras explora el lugar, el niño descubre un túnel desencadena
obligatoriamente lecturas
y se adentra en él. La niña asustada y preocupada por su hermano, decide múltiples.
seguirlo. El túnel oscuro, húmedo y resbaladizo la conduce a un bosque que Un dibujo puede ampliar
o hasta contradecir lo
pronto se convierte en un lugar tenebroso. La niña corre temerosa y llega a un que dice el texto. Y un
dibujo, de acuerdo con el
claro del bosque donde encuentra a su hermano convertido en estatua de texto que lo "ilumine",
puede verse con nuevos
piedra. Llorando, lo abraza y lentamente el niño recobra su figura humana. Al ojos
regresar juntos a su hogar, la madre los nota distintos y les pregunta si todo
está bien. Como respuesta Rosa y Juan expresan sólo una sonrisa cómplice” 7

5 La clase de primer año fue extraída de Molinari, C. y otros (2008) La lectura en la alfabetización inicial. Situaciones

didácticas en el jardín y la escuela. Dirección General de Cultura y Educación. Pcia. Bs As. Los comentarios de los
niños y las intervenciones de la docente que se analizan en este apartado son cita textual.
6
Las imágenes que aparecen en este apartado fueron extraídas de “El túnel” de A. Browne.
7 Castedo, M; Molinari, C y otros (2008) La lectura en la alfabetización inicial. Situaciones didácticas en el jardín y la

escuela. Dirección General de Cultura y Educación

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Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011

En ambas clases, antes de la lectura, se decidió ensayar la lectura en voz alta con el fin
de reflexionar sobre los gestos, entonaciones y pausas durante la oralización; prever
ciertas intervenciones, ya que puede suceder que los niños no inicien espontáneamente el
intercambio; establecer acuerdos para propiciar un ambiente cálido y de respeto; y en
cuanto a la organización espacial, las docentes se ubicaron en el centro y los niños
sentados, en semicírculos, alrededor de ellas.
Se contextualiza la obra a partir de la lectura de los elementos paratextuales y se comentan
brevemente experiencias previas de lectura de Anthony Browne.

Durante la lectura, se lee el texto completo, no se saltean párrafos ni se sustituyen


palabras mientras el maestro lee. Los niños van realizando comentarios pero los docentes
no detienen la lectura. En ambas clases los comentarios hacen referencia a las imágenes
del libro

Después de la lectura las docentes generan un espacio de intercambio. A continuación


se analizan las discusiones posteriores a la lectura.
En ambas clases son los niños los que comienzan el intercambio. En la clase de 1º año,
hacen referencia a la relación afectiva entre los hermanos. “Un niño expresa: Ella lo quería
mucho, pero el hermano no la quería. Pero ella lo abrazó cuando estaba convertido en
estatua”. La docente aprovecha estas contribuciones espontáneas para abrir el problema a
la clase y promover la participación de todos.

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Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011
En cambio, las primeras intervenciones de los niños de 6º año se orientan a establecer
relaciones intertextuales con otras obras del mismo autor o de otros autores conocidos por
ellos:
Juani: Es igual que “Voces en el parque”, los árboles tenían
doble sentido…
Tomás: Además la chica está vestida de rojo y hay un lobo
escondido, podría ser la Caperucita Roja (mostrando la
imagen y señalando el árbol)
Docente: Tomi dice que le hace acordar al cuento de la
Caperucita Roja porque la chica está vestida de Rojo y en uno de los árboles
muestra que se ve la figura de un lobo

O bien, en plantear dudas o interrogantes sobre el relato, como por ejemplo Mauricio
pregunta, “ ¿Por qué se convirtió en piedra?”

En la imagen mencionada por Juani y Tomás, el bosque se transforma en una selva


oscura. La niña decide avanzar, a pesar de su miedo, para buscar a su hermano, abandona
su mundo de fantasía y concreta su actuar. El bosque se puebla de figuras extrañas. Es un
recurso recurrente del autor que sus diseños sugieran ambigüedades entre lo humano, lo
vegetal, lo animal. En los troncos aparecen caras, un pulgar… Se observa además, la
fuerte alusión a “Caperucita Roja”, nuevamente, en el abrigo de la niña y en la canasta que
parece haber quedado descuidadamente abandonada

En las dos clases, los niños se interesan en la secuencia de imágenes donde Juan, el
hermano, pasa de estar convertido en piedra a volver a recobrar la figura humana.

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Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011
Los alumnos comienzan a pensar en el juego de luces y de sombras que atraviesa la
secuencia de imágenes mencionada anteriormente.

En 1º grado, los niños dicen: “En las dos partes de acá (señala los dos primeros cuadros
de la secuencia de la ilustración) está oscuro y en la otra está medio oscuro y en la otra,
no…”. Como mencionan las autoras, “un detalle para nada banal, en tanto las imágenes
aportan significado en su progresiva iluminación” (p.66).

En 6º, los niños explicitan el juego de luces y sombras vinculándolo con la posible
transformación del “hermano” y con el estado anímico de los personajes. Dice una niña:
Lara: Acá encontré una cosa, acá cuando está convertido en piedra está todo
oscuro y triste. Y después va cambiando y se va convirtiendo el hermano…Mirá acá
hay piedras a los costados y está todo nublado como que va a llover, después acá
las piedras (se refiere a la segunda imagen de la secuencia) no se ven tantas y el
hermano está un poco menos convertido y después acá no hay piedras directamente
y está casi convertido y en la última hay florcitas y está todo…
Y también vuelve a aparecer la mención a un rasgo del autor:
Juani: Pasaba igual que con Voces en el parque cada uno tenía una visión. Cuando
Carlos estaba triste todo era oscuro. Mancha era feliz, podía expresarse, todo era
con luces. Y acá pasaba lo mismo, porque aunque ellos no demostrarán, se querían
y cuando ella estaba triste y lo veía todo mal, todo estaba oscuro y cuando volvió a
la normalidad ella volvió a la felicidad.

En ambas clases hay relecturas de pasajes por parte de ambos docentes. Se vuelve al
texto con diferentes propósitos, favoreciendo la reflexión sobre el texto y el intercambio
con otros lectores.
En la clase de 1º año, la docente vuelve al texto con el propósito de confrontar
interpretaciones y encontrar pistas que las justifiquen. Hay diferentes interpretaciones de
los niños sobre algunos de los pasajes, entonces la docente trata de ver hasta dónde son
avaladas por el propio texto: “Ella dice que lo abrazó la hermana y él dice que actuó el sol
(refiriendo a la causa por la cual el niño de la historia deja de ser piedra). Voy a leer (relee
el pasaje) Abrazó la figura dura y fría y lloró. Poco a poco la figura empezó a cambiar de
color y se hizo más suave y más tibia (…)”

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Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011
Con los alumnos de 6º año, la relectura de fragmentos del texto se da tanto por el
docente como por los alumnos. En este caso, con el propósito de corroborar lo que estaba
diciendo una de sus compañeras:
Lara: Que por ahí ella tenía miedo de lo que iba a pasar en el bosque, que pensaba
que se iba a encontrar brujas, lobos y todas esas cosas y pensaba que estaban
persiguiéndola…
Juani: ¿Y, lo decía?
Galo: Acá lo dice…( señala una página del libro y lee) “Empezó a pensar en lobos y
gigantes y brujas…”

La docente lee un fragmento de la historia con el propósito de alentar las diferentes


interpretaciones de ese pasaje y pensar si están avaladas por el texto:
Docente: Ahora les voy a hacer una pregunta. Hay una parte del libro que dice “una
figura como de piedra…” ¿Es lo mismo decir que se encontró una figura de piedra
o una figura como de piedra?
Valentin: Una figura de piedra como una piedra y …
Docente:¿Y una figura como de piedra?
Valentín: Con forma, parecida a una piedra.
Docente: Marilyn, ¿vos que pensás?
Marilyn: No es lo mismo, porque de piedra es de piedra, como de piedra es otra cosa,
como…
Cele: Algo parecido a una piedra
Meli: Una figura de piedra, si o si es de piedra, y como de piedra es como si fuera de
piedra.
Docente: Ahora yo les voy a volver a leer la parte de la historia dónde dice eso
“Cuando se dio cuenta de que ya no podía correr más, llegó a un claro en el
bosque. Había una figura, inmóvil, como de piedra. -¡Oh, no! –gimió-, llegué
demasiado tarde”… ¿Sofi? (la niña estaba levantando la mano)
Sofi: Como de piedra, sería cuando vos estás así, como estatua.
Cele: Inmóvil
Docente: Estás inmóvil…
Sofi: pero no sos de piedra. La piedra es cuando hay, ponele…una piedra tallada.

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Curso febrero 2011
En relación con esta problematización sobre el lenguaje, la docente comienza a
reflexionar con sus alumnos sobre la intención del autor. Por eso les pregunta: “¿Por qué
el autor habrá elegido escribirlo de esa manera y no de otra?”.
El intercambio se suscita:
Galo: Porque no te quiere asegurar que es de piedra.
Lara: Como de piedra porque ella ve que parecía piedra pero no sabes, en cambio si
decís de piedra es como que si o si es de piedra.

Otra de las discusiones promovidas, en ambas clases, es En la clase de 1º no queda


saldada la discusión entre “sueño” en la ficción o “imaginación del personaje”. Los niños
expresan: “Esto me parece que fue todo un sueño”; “Porque ella estaba leyendo un libro,
después se durmió y después se despertó porque el hermano la asustó. Pero primero estaba
soñando”; “Capaz que está leyendo el libro y después estaba imaginando todo el libro”.
Con los alumnos de 6º, surgen diferentes opiniones sobre lo real o lo imaginario pero en
este caso, en torno a una imagen.
Lara: Viste como a la noche cuando ves sombras, como ella tenía miedo quizás veía
figuras de lobos en los árboles.
Docente: Todos estamos mirando la imagen del bosque, creo que a todos les pareció
interesante. Ahora, Lara se está preguntando sobre esta imagen, se está preguntando
esta imagen ¿es real o se la está imaginando Rosa?
Juani: Se la está imaginando.
Tomi: Es real del libro.
Docente: A ver Lara, volvé a decir lo que pensás.
Lara: Que por ahí ella tenía miedo de lo que iba a pasar en el bosque, que pensaba
que se iba a encontrar brujas, lobos y todas esas cosas y pensaba que estaban
persiguiéndola… Entonces se imaginaba eso en los árboles.
Docente: ¿Qué era lo que más le gustaba hacer a Rosa?
Juani: Leer libros.
Celeste: Quedarse en casa
Docente: Leer libros y quedarse en casa. Ustedes piensan ¿que esta caminata por el
bosque, puede tener que ver con la imaginación de Rosa?
Juani: Porque lee libros.
Docente: Acá dicen que puede ser por los libros que lee Rosa.

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Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011
Intervenciones a partir de comentarios sobre lecturas de textos literarios

Cuando los espacios de intercambio posteriores a la lectura son sostenidos, es decir


cuando el docente los garantiza cada vez que lee junto a sus alumnos en el aula, los niños
opinan y discuten; expresan, a veces brevemente, en ocasiones con extensas
argumentaciones, sus lecturas. Durante estas discusiones, que pueden ser intensas, el
docente interviene para construir una gran conversación grupal (¿Escucharon lo que dijo
su compañero? ¿Qué opinan? ¿Están todos de acuerdo? ¿Alguien leyó o pensó lo mismo?,
son solo algunas de las preguntas posibles); se trata de una conversación que busca
enseñar a sus alumnos a leer, es decir a construir/desconstruir entre todos, significados
para ese texto. Entonces el maestro pide que busquen la parte del texto que les hizo pensar
lo que dicen; que expliquen más sus hipótesis; les lee algún fragmento que contradice o
relativiza alguna afirmación, y también, si es necesario, contra argumenta. Pero para esto,
para decidir de qué modo intervenir, el docente permanece atento a lo que dicen sus
alumnos porque, más allá de las intervenciones generales, la clase de literatura requiere
intervenciones específicas que permiten movilizar esas lecturas y desestructurar las
hipótesis cristalizadas.
¿Pero por qué usamos el par construcción/desconstrucción de sentidos? Lo que nos
interesa enfatizar mediante esa aparente dicotomía es que no hay, no puede haber lectura
que se reduzca a la noción unilateral de “construcción de sentido”. Los textos literarios –
como puede verse en las intervenciones de docentes y alumnos que citamos y en tantas
otras- conducen a interrogar el sentido mismo como preconcepto; o nos ponen ante la
perturbadora conjetura de una la falta o una ausencia de sentido; o ante la no menos
inquietante convivencia y superposición se sentidos divergentes, contrapuestos, vacilantes.
La literatura nos permite ver, en suma, que en todas nuestras prácticas verbales hay, más o
menos en estado de latencia, un margen indecidible, algo que se escapa o se resiste a la
“interpretación” (es decir a la atribución incluso provisoria de un sentido, de algún
sentido). Que el docente tenga en cuenta esta dimensión es decisivo, porque la lectura
literaria así enfocada interviene en agudizar nuestra formación como lectores y como
observadores críticos. Es decir que nos predispone para suponer que un texto o un hecho,
un mensaje o una acción, son siempre experiencias abiertas; por tanto, nos conduce a
saber, por la práctica, que los saberes son construcciones y a la vez, que cada uno de
nosotros actúa de hecho como el constructor de un saber nuevo o como el desconstructor
de un saber previo que se pretendía definitivo o se tomaba por instaurado en sí mismo y

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Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011
por sí mismo (como si no hubiese estado allí porque alguien, antes, lo construyó, lo
legitimó y lo naturalizó).
Para que lo antedicho funcione, es decir, para que una situación de lectura en la
escuela contribuya a la formación de lectores críticos de textos y de observadores activos
de la realidad, es imprescindible que el docente haya alcanzado a creer -porque además,
se lo ha demostrado su propia práctica, su experiencia en el aula- en la productividad de la
apertura y del riesgo de incertidumbre. Este docente es el que está esperando que los niños
digan o pregunten cosas que él no ha previsto, porque como docente confía (por
experiencia) en que cada vez que pone a sus alumnos en ese papel activo, se dispara en
cada niño y en todos un acrecentamiento de lo que saben y, sobre todo, un
acrecentamiento de su capacidad para darse y construirse saber por iniciativa propia (se
trate de un saber por construcción, o por desconstrucción de sentido).
Un tipo de trabajo como el que intentamos proponer aquí, entonces, conduce menos a
apropiarse de saberes que a producirlos. Y a la vez, sobre todo, lleva a saberle a los
saberes y a los sentidos sus condiciones frecuentemente olvidadas: que son siempre
construidos; y que son siempre incompletos (es decir que, si nos disponemos a buscarlos,
siempre nos presentan agujeros más o menos escondidos que desmienten su pretensión de
completud y de consistencia).
En esta línea, entonces, proponemos el análisis de algunos comentarios realizados por
los niños en diferentes espacios de intercambio para pensar cuáles son las operaciones de
construcción/desconstrucción de sentidos que realizan estos lectores. Saber cómo leen
nuestros alumnos, así como sabemos de qué manera aprenden, ayuda a planificar las
clases y las situaciones de lectura.
Pero subrayamos con insistencia que estas descripciones son sólo orientativas y no
suponen que todos los lectores hagan lo mismo cuando leen. Tampoco se trata de
establecer reglas, ni decidir buenas o malas lecturas; ni siquiera de fijar una graduación
entre ellas, sino de conocer los diversos modos de lectura que pueden estar circulando en
el aula. Es decir, se trata de prestar atención a qué cosas leen nuestros alumnos y cómo las
leen para producir intervenciones que movilicen esas hipótesis e incentiven nuevos
modos de leer.
A continuación intentaremos describir algunas prácticas de lectura concretas,
pero insistimos, no para tomarlas como modelos, sino porque proponemos diseñar las
intervenciones a partir de lo que los niños hacen cuando leen.

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Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011
Algunas lecturas en torno a “cuentos policiales” en segundo ciclo
Las siguientes lecturas de alumnos de sexto grado de una escuela pública de la ciudad
8
de La Plata, se produjeron en el marco de un proyecto anual de lectura y escritura de
historias con una trama policial y detectivesca. Todas las semanas la docente lee un
cuento, mientras sus alumnos siguen con la vista en una copia que comparten entre dos o
tres compañeros. Luego de la lectura, sistemáticamente, comparten sus impresiones sobre
cada relato y también reflexionan a partir de preguntas y relecturas propuestas por el
docente. Así, leyeron cuentos policiales clásicos -como los de Conan Doyle- y otros que
cuestionan las clasificaciones genéricas -como los de Poe o Rodolfo Walsh-, con el
objetivo de evitar que las lecturas queden restringidas al reconocimiento de las
características del género.

A continuación, comentaremos algunos fragmentos de intercambios de una clase sobre


el cuento “Diez Negritos” de Agatha Christie, no para analizar la intervención del docente,
sino para pensar los modos de leer que los niños están poniendo en juego y, como
anticipamos, esbozar algunas intervenciones posibles:

Luciano: Había planeado todo con una canción que conocía de chico. No me gustó del
todo, me hubiese gustado que incluya el epílogo en la historia.
Docente: ¿Por qué les parece que la autora decidió contar algunas cosas en el epílogo
en lugar de ir contando todo durante la historia?
Lucero: Y porque dejaría de tener suspenso, te vas enterando de todo, no tiene gracia.

La respuesta de Luciano evidencia, en primer lugar, las huellas del trabajo realizado en
clase: por un lado, Luciano sabe que puede expresar su opinión, pero que debe
fundamentarla. Además, su respuesta muestra que está habituado a manipular libros
extensos de estructura clásica: sabe lo que es un epílogo y tiene una idea formada sobre lo
que podría incluir cada una de sus partes. Este libro -leído en la escuela en el marco de
situaciones de lectura planificadas-, le permitió advertir en primer lugar, cuáles son sus
preferencias como lector y contrastarlas con lo que el texto le propone; luego, a partir de
una intervención del docente que buscaba desnaturalizar la posible organización de una
novela, Luciano confrontó su lectura con la de sus compañeros.

8
Agradecemos a Fernanda Caratolli, la docente que llevó adelante este proyecto, que haya compartido con
nosotros sus materiales.

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Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011
Por su parte, Lucero también demuestra sus conocimientos previos y sus preferencias:
para ella la literatura es, en este momento y en esta clase, una experiencia cuyo atractivo o
interés (su “gracia”) reside en el efecto que le produce, por ejemplo, el suspenso. También
sabe que para que ese efecto se produzca, es necesario que la escritura tenga determinadas
características y puntualmente, sabe que para promover suspenso e interesar al lector, el
texto necesita callar, no decirlo todo.
Sin embargo, como se puede apreciar en su respuesta, la visión de Luciano es otra y
concuerda con la de muchos de sus compañeros, aunque difieran en la opinión sobre este
libro. Es decir que por lo que se puede deducir de sus respuestas, tienen ideas similares
sobre la literatura, pero difieren en lo que les pasó al leer el mismo escrito. Veamos qué
dice Matías:

Docente: ¿Y qué te gustó del cuento?


Matías: No sé, era entretenido, tenía todo bien explicado. No te dejaba dudas, a mí
no me gusta que me deje dudas.
Docente: Me acuerdo que en el cuento de Marco Denevi era eso lo que no te había
gustado ¿no? Todo lo que el narrador no explicaba.
¿Y en todos los cuentos pasa lo mismo? ¿Que no te quedás con ninguna duda de lo
que pasa?
Matías: Sí, porque Poirot te dice cómo lo resolvió. Claro, Poirot te dice siempre
cómo resolvió y por qué pensó tal cosa. Todo. Como Sherlock Holmes.

Matías prefiere que las historias no tengan huecos, vacíos de información. El suspenso,
entendido como una ausencia de información momentánea, mientras que para algunos es
atractivo, para otros lectores es intranquilizador y no están dispuestos a atravesar, o por lo
menos no siempre, esa barrera. Pero Matías, además, se siente incómodo con la
incertidumbre (“no me gusta que me deje dudas”); es decir que reclama menos espacio
para él en tanto lector y prefiere que el texto resuelva por él. En la escuela debemos
enseñar a quienes sólo leen como Matías, a encontrarle el gusto a escrituras que no
rellenan todos los espacios y, en cambio, demandan un lector más activo y dispuesto a
tomar ciertas decisiones. En este sentido, también esperamos que lectores como Matías
aprendan a dudar de su propia lectura y sospechar, entonces, de los textos en cuya
literalidad parece estar todo resuelto; porque esa “consistencia” (por ejemplo, la de la voz
del detective) podría no ser tal o mostrar puntos débiles o “agujeros” en detalles

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Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011
aparentemente secundarios. Se sabe, por ejemplo, que Poirot pero sobre todo Sherlk
Holmes paga un precio muy alto por su dedicación eficaz, pero obsesiva, a la persecución
de la verdad de los hechos (un precio afectivo, emocional o biográfico, el de vivir en
cierto un estado de alienación y de soledad muy perturbadores en los que –podría pensar
algún lector- reside el sentido más denso y fuerte de las novelas que lo tienen de
protagonista).
Además, Matías espera que al final de la historia, el misterio se aclare. Esta es una
expectativa habitual en los lectores de narrativa, como en el cine, lo que no se puede
anticipar es el final, porque es el momento en que las narraciones clásicas resuelven los
conflictos, develan los misterios, restablecen los sentidos. En cambio, Luciano, cuyo
modo de leer parece similar al de Matías, esperaba que desde el comienzo el texto lo
ayudara a comprender los sucesos de la narración, por eso hubiese preferido que la
información reservada para el epílogo integrara la historia desde el principio.
Para movilizar estos modos de leer el docente garantiza la confrontación de opiniones
entre compañeros y enseña a escuchar lo que dice el otro, así como a pensar a partir de
esos comentarios; y sobre todo, repregunta y pide justificación sin dar nada por
sobreentendido. Además, planifica la lectura de narraciones que incentivan otros modos
de leer. En este caso, narraciones que demanden del lector cierta actividad.

Entre los cuentos siguientes, leyeron “La espera” de Jorge Luis Borges. Un texto que le
demandó al docente varias lecturas previas para poder decidir las intervenciones más
adecuadas.
Luego de un agitado espacio de intercambio posterior a la lectura -en el que varios
alumnos se quejaban por no entender nada, a la vez que demostraban, a partir de la
repregunta del docente (¿qué no entendieron?) y de otras intervenciones, que en realidad
habían podido formarse una idea respecto a lo que el cuento narra, pero que era
precisamente eso lo que les resultaba incomprensible- les propuso que registraran por
escrito sus opiniones en base a algunas preguntas. Aquí tomamos una (“¿Se parece este
cuento a los que hemos leído hasta ahora?”), y algunas respuestas que dan cuenta de la
diversidad de modos de leer puestos en juego, además de las variadas interpretaciones que
los alumnos pudieron construir.
Las respuestas contienen, como en los casos anteriores, las marcas del trabajo previo,
en ellas los alumnos dan cuenta, en primer término, de que están habituados a expresar sus
opiniones y de que la justificación forma parte de esa opinión. En segundo lugar, las

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Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011
respuestas muestran que las lecturas no han estado condicionadas hacia una dirección
determinada, como podía haber sido la identificación genérica. En este sentido la pregunta
es para nosotros muy relevante porque si el trabajo de las clases anteriores se hubiese
limitado a discutir la relación de cada cuento con el género policial y a reconocer sus
características y desviaciones, las respuestas de los alumnos, sobre todo tratándose de una
consigna escrita, hubiesen buscado demostrar ese saber. En cambio, de las treinta
repuestas solo una realizó una comparación basada en esos parámetros:

Se parece a los cuentos de Edgar Allan Poe porque son cuentos policiales negros ya
que hay una muerte y nadie investiga. No se parece a los cuentos de Agatha Christie
porque son cuentos policiales de enigma ya que hay crímenes resueltos por un
detective (Tomás)

Tomás está informado sobre las características del género y su lectura se circunscribe a
señalar los aspectos comunes a las modalidades de policial leídas, siguiendo los
parámetros sobre policial prefijados en las teorías literarias. El comentario nos informa
qué es lo que sabe Tomás sobre literatura –más precisamente, sobre un modo de
sistematizar y estudiar la literatura-, pero no cuál fue su experiencia de lectura, es decir
qué le pasó a él, como lector, con los cuentos leídos. Si bien se podría señalar que el niño
se limita a responder la pregunta, esta es lo suficientemente amplia como para que cada
lector pueda proponer sus propios modos de análisis (preguntar por el parecido de los
cuentos no implica responder por lo genérico, a menos que, reiteramos, ese haya sido el
criterio de discusión privilegiado). En cambio, la mayoría de sus compañeros estableció la
comparación a partir de criterios “personales” de lectura cruzados con alguna
característica de lo genérico:

Para mí no se parece a ninguno. Éste tiene una cosa especial que te invita a
analizarlo, tiene detalles escondidos y yo creo que eso es propio de este cuento. Otra
cosa que lo diferencia es que en el cuento habla sobre un crimen futuro, sobre que
Villari falso lo van a asesinar y los otros cuentos tratan de un crimen ya cometido y
de su investigación (Carmen)

Carmen comienza su opinión situándola como producto de su subjetividad y


confirmando lo que ya señalamos: la familiaridad con espacios de intercambio donde las

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Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011
distintas voces del aula están autorizadas a hablar. Luego Carmen intenta dar cuenta de la
singularidad del cuento a partir de su experiencia de lectura (“tiene una cosa especial que
te invita a analizarlo”). Aunque todavía no pueda decir por qué, Carmen descubrió el
“atractivo” en la lectura trabajosa, el cuento la “atrapó” porque necesitó aprender a leerlo
de otro modo, como ella dice, un modo que lo hace distinto –más allá del género- a los
otros cuentos. Pero Carmen también sabe, y lo señala en segundo término, que en los
cuentos policiales puede haber crímenes e investigaciones, y que estos componentes se
suelen ordenar de una forma determinada.
Mencionamos dos ejemplo más de la diversidad de lecturas que se produjeron con
esta situación:

Se parece a “El corazón delator” porque no cuenta la investigación sino cuenta lo que
se siente (Manuela)

Manuela observó o se detuvo en el modo en que está contado el relato. También lo


compara con una característica del policial (“no cuentan la investigación”), pero su lectura
no se queda en lo genérico, más bien lo toma como punto de partida para poder observar
una diferencia en la materia que construye el relato: no son solo los sucesos sino lo que le
pasa al narrador mientras esos sucesos ocurren, el modo en que cuenta su experiencia.

Se parece a “El corazón delator” por la forma de relatar el crimen y es muy parecida
la sensación de escuchar el cuento (Gonzalo)

¿A qué se refiere Gonzalo cuando dice “la sensación de escuchar el cuento”? Podemos
suponer, ayudados también por lo que explica primero (“la forma de relatar”) que está
hablando de la voz del narrador. Como en Manuela, la atención sobre los sucesos pasó a
un segundo plano para recaer en las modulaciones de la lengua, en el modo en que cada
cuento construye el relato singular de una experiencia. Más allá de si es discutible o no su
apreciación (otro lector podría objetar que no encuentra similitudes entre los narradores, ni
entre las formas en que se relatan los dos cuentos), lo que interesa es la experiencia de
lectura que tuvo Gonzalo. Seguramente, a Gonzalo lo ayudaría que le preguntáramos más
sobre ese comentario, que pudiera explicar a qué se refiere cuando habla de la “sensación
de escuchar” o de “la forma de relatar”, y confrontar estas opiniones con sus compañeros.

31
Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011
Además, por supuesto, de pedir que localicen en los cuentos ejemplos de esa forma
particular de narrar que están señalando.

En la escuela tenemos la responsabilidad de interrogar estos modos de leer para


garantizar que nuestros alumnos tengan la posibilidad de construir otros modos y que
puedan así, abrir nuevos “territorios compartidos de lectura”. No solo porque esto
garantiza el acercamiento a otros textos, cada vez más; sino porque la diversidad de modos
de leer literatura (si se los identifica, interroga, cuestiona, analiza y discute) es un
contenido fundamental en las clases de literatura. Porque es a su vez (a escala más
amplia), un contenido acerca de la consistencia y la inconsistencia, la completud e
incompletud, de los sentidos en general, así como de los territorios de experiencia
compartidos.

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Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011
Materiales de reflexión y trabajo para la escuela primaria. Programa Provincial de
Lectura en la escuela. DGCyE. Buenos Aires. 2010. Capítulo 2: Modos de leer
literatura.

2. MODOS DE LEER LITERATURA

2.1. Primero, leer sin saber


Dado que la propuesta para la escolaridad básica es que los niños ejerzan diversas
prácticas de lectura, entre ellas las prácticas de lectura literaria9, intentaremos responder
a estos interrogantes a partir de dos ejes de reflexión que son, a su vez, las dos
estrategias principales de esta propuesta:
1) Pensar acerca de los modos en que adultos y niños nos relacionamos con escritos
que nuestra cultura considera “literarios”, tanto fuera del aula como dentro de ella. Es
decir que nos detendremos a observar cómo se recepciona “lo literario”.
2) En la situación de lectura de literatura en la escuela, nunca antepondremos la
intermediación de saberes previos del docente o de lo escolar acerca de la literatura. En
cambio, procuraremos prever y propiciar que todas las situaciones y secuencias
didácticas planificadas y desarrolladas para la enseñanza de la literatura pongan el
énfasis en los textos y en los efectos que los textos produzcan sobre las
predisposiciones y saberes previos de los estudiantes (predisposiciones emotivas,
imaginarias, actitudinales, etc. ; saberes comunicativos, lingüísticos, culturales,
ideológicos, etc.). Para ello la lectura estará orientada a advertir y reflexionar acerca
de las configuraciones diferenciales del texto artístico respecto de otras prácticas
verbales. Esto implica enfocar los textos literarios y los efectos que provocan como
acontecimientos que desbordan las convenciones de la comunicación más
estandarizada y que problematizan los modos usuales de la reproducción social de
sentidos.
Este enfoque conduce, a la vez, a comparar y contrastar el espesor particular del texto
artístico con las prácticas discursivas sociales de propósito predominantemente
pragmático, comunicacional y/o reproductivo, escritas u orales.
Otros aspectos, por supuesto, deben ser tenidos en cuenta (contextos, tradiciones,
poéticas y biografías de los autores, géneros literarios, etc.), y es no sólo inevitable sino
también necesario que lo sean, como veremos más adelante en algunos ejemplos. Pero
lo que proponemos es que el encuentro detenido con el texto nunca quede supeditado a

9
Véase “Formarse como lector de literatura” en Primer y Segundo Ciclo en DGCyE, Diseño Curricular para la Educación Primaria. La
Plata. 2007.

33
Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011
la puesta en escena de saberes previos a ese encuentro. Es decir, que estos saberes de
la crítica textual, de la teorías de los géneros literarios, de la historia literaria y cultural, de
las biografías de los escritores o de las teorías del discurso no predominen sobre los
efectos singulares que el encuentro con el texto pueda producir, sino que –a la
inversa- vayan a la saga de esos efectos o estén a su servicio. Si tales efectos se
producen y son expresados, comentados, interrogados, discutidos, razonados y
procesados en la comunidad de lectores que conforman los niños y el docente, los
saberes externos a esa experiencia podrán enriquecerla sin reducirla ni reemplazarla.

Pensemos los dos ejes de esta estrategia general a la luz de algunos ejemplos a partir
de textos conocidos:

# “Nuestro Canuto” de Ema Wolf: Antes de la última versión de este cuento (en una
reedición del 2009, la autora corrigió o retocó algunas pocas frases, entre ellas la
primera), el inicio del relato –uno de los más leídos en la escuela argentina- decía: “En el
pueblo todos tenemos un perro”. Cualquier lector del texto que recuerde lo principal de la
historia, sabe que se trata de un perro (uno solo) que pertenece al conjunto de los
habitantes del pueblo, que vive y come un día en cada casa. Pero sabemos eso unas
cuantas líneas después del comienzo, mientras que la primera frase nos mantiene
suspendidos en una incertidumbre, en la imposibilidad de fijar una interpretación, muy
próximo al malentendido: “En el pueblo todos tenemos un perro”. ¿Quiere decir que
todos, es decir cada uno de los habitantes del pueblo, sin excepción, tiene un perro, y
que por tanto hay tantos perros como habitantes, o tantos como familias? Esa sería una
conjetura más acorde con el sentido común, con la expectativa más probable por parte
del lector. Pero luego sabemos que es una suposición errónea. La frase quiere decir algo
mucho menos usual, menos esperable: que en el pueblo hay un perro, y que sus amos o
dueños son todos los pobladores y no uno solo. Ahora bien: ¿por qué el texto se inicia de
ese modo ambiguo, por qué posterga la posibilidad de interpretar de modo unívoco el
sentido de esa primera frase? Ensayemos una respuesta, sabiendo que nunca podremos
tomarla por definitiva: la escritora sacrificó la precisión semántica de la frase porque para
la imaginación política de este cuento es muy importante la idea de que la colectividad
de los pobladores es una unidad sin defecto en tanto tal, propiciada (encadenada) por el
perro (¿Lo hizo deliberadamente? ¿O en cambio le salió escribirlo así? Y si este es el
caso ¿puede decirse que su ideología sobre los lazos comunitarios operó en su escritura
de un modo inconsciente, como si le hubiese conducido la mano al escribir? Lo más
interesante del caso es que son todas preguntas sin respuestas más que muy
conjeturales). De acuerdo a eso, la escritora necesitaba precisamente reforzar la

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Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011
unificación de la primera persona del plural que narra (“tenemos”) con un sujeto
universal, es decir que no dejase a nadie fuera: ni muchos, ni unos cuantos, ni algunos,
sino “todos”. En tal caso, lo que el cuento pone en escena, lo que dice no con
explicaciones sino mediante el modo en que está escrito, es que a veces las formas
usuales del lenguaje –sus formas convencionalizadas- son insuficientes para expresar la
intensidad o la singularidad de ciertas ideas, concepciones o imágenes. Que a veces es
inevitable (y es lo que sucede en el arte literario) distorsionar, forzar, desviar las
correlaciones establecidas entre el orden de las palabras y el orden de las cosas. Porque
en el orden de las cosas –en una experiencia nueva, en un mundo inédito imaginado por
nuestros deseos- surge algo que aún no tiene nombre, algo que no ha sido hablado aún
por el orden de las palabras que conocemos.
→ Para el caso de este relato, el uso de la estrategia que proponemos puede consistir
en que el docente intervenga apenas para hacer que la puesta en común de la lectura
por parte de los niños se detenga en esta frase inicial o vuelva a ella una vez leído el
cuento hasta el final, para interrogarla y contrastarla con los modos más corrientes del
habla. Es decir, postergar la explicitación de los saberes gramaticales y lingüísticos que
utilizamos para formular la posible interpretación de la frase que desarrollamos antes,
esperando que sean los niños quienes noten la distorsión, e incluso que se aproximen a
esa misma interpretación o a otras, ejerciendo ellos mismos la contrastación entre el
texto y sus competencias como hablantes del idioma.

# “Casa tomada” de Julio Cortázar: un docente de sexto año de una escuela primaria nos
explicaba que la dificultad de interpretación que ofrecía ese cuento a los niños
comenzaba a destrabarse cuando, ante la incertidumbre que la historia abre en el lector,
él explicaba que había que leer el relato a la luz de un “contexto” específico, el contexto
del peronismo como irrupción de un “Otro” amenazante en la placidez de la vida
burguesa de una pareja de hermanos vinculados a la lectura y la cultura letrada. Que el
cuento, en fin, era una especie de alegoría del temor de los intelectuales ante la irrupción
de las masas en la vida política, social y cultural argentina. Ese docente tenía razón, por
supuesto: “Casa tomada” puede ser leído de ese modo, y de hecho lo ha sido por
reconocidos especialistas. Pero no es menos cierto que la intervención del docente
funcionaba como tabla de salvación pedagógica: ante la indeterminación de sentido que
el texto abre, ante los riesgos de una pluralidad indecidible de interpretaciones
divergentes que podría provocar la lectura, el docente elige anclar el relato en un sentido
definido y socialmente ya sabido y establecido –en lugar de abrir un espacio para la
circulación compartida de esas interrogaciones de apariencia irresoluble-.

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Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011
Por supuesto, hay otros modos de reducir el texto y detener la actividad del lector –
siempre algo imprevisible y singular- que es capaz de desatar cada vez que es leído. El
docente, por ejemplo, podría haber antecedido la lectura del cuento con una exposición
acerca del “género fantástico”, de sus convenciones, y de las modalidades del relato
fantástico en Julio Cortázar. En ese caso, sus estudiantes hubiesen dispuesto de una
respuesta de antemano, ya sabida, al momento de encontrarse –durante la lectura- con
la incertidumbre enigmática que el texto de Cortázar deja sin resolver. En los dos casos,
lo que queda suprimido por la intervención docente es la lectura misma, porque el
sentido que atribuimos al relato no es efecto de nuestro encuentro lector con él, sino un
saber previo, cristalizado, que otro nos ha provisto.
→ Lo que propone la estrategia que aquí priorizamos para este caso sería,
sencillamente, planificar una primera fase de la o las clases donde se trabaje con “Casa
tomada”, en que se exploren e interroguen únicamente las experiencias derivadas del
encuentro entre el texto y los estudiantes; por supuesto, todos ellos harán intervenir en
ese encuentro con el texto algunos saberes previos de que disponen. Pero lo importante
es que el docente coordine una primera fase de construcción colectiva de lectura e
interpretación donde no predominen el peso reductivo o la clausura que pueden producir
los saberes previos, especialmente aquellos que de modo visible proceden menos de
una genuina experiencia de lectura anterior que de alguna enseñanza o información
escolar o cultural ajena a la iniciativa productiva del niño (“ah, lo que pasa es que es un
cuento fantástico. Vimos literatura fantástica con la seño del año pasado”). Un modo de
encarar esto es focalizar la lectura sobre lo que el texto dice, sobre cómo lo dice, y sobre
lo que el texto no dice; es decir, restringir esa primera fase a los efectos de la lectura en
la lengua de los niños: en sus saberes, competencias y predisposiciones lingüísticas y
discursivas. O, dicho de otro modo, en el efecto del texto sobre los modos conocidos de
darnos y organizarnos mundo por el lenguaje.

# El comienzo de Don Quijote: incontables lectores hispanohablantes recordamos cómo


comienza la monumental novela de Miguel de Cervantes: “En un lugar de la Mancha, de
cuyo nombre no quiero acordarme,…”. Ha habido muchísimas especulaciones acerca de
ese inicio, pero lo cierto es que hace siglos no sabemos a ciencia cierta dos cosas: una,
por qué motivo no quería acordarse; otra, por qué Cervantes escribió “no quiero” en lugar
de, pongamos por caso, “no puedo”, o “preferiría no acordarme”. Y esa elección de
Cervantes marca -en el umbral mismo del texto- su carácter literario, porque provoca una
divergencia y, por tanto, una incomodidad, respecto del sentido común, es decir respecto
de los modos usuales y aceptados de hablar y de pensar un mundo. En este caso, el
texto de Cervantes está desfasado respecto de las concepciones más corrientes sobre la

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Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011
memoria. Si el texto hubiese sido pronunciado de viva voz en una conversación, por
ejemplo, es posible que se hubiese impuesto una interpretación usual de frases como
esa, como cuando decimos “Mirá: no quiero ni acordarme de ese lugar”. Todos sabemos
que frases como esa responden a una convención y que significan más o menos esto:
quisiera no recordarlo; por supuesto que me acuerdo de ese lugar, pero desearía no
recordarlo. El recuerdo de ese lugar me fastidia, o me daña de algún modo. Ahora bien:
en el libro de Cervantes, claro, la frase no está dicha solamente sino escrita, y la
entonación vocal que podría orientar su sentido y volverlo menos inseguro, entonces,
está completamente ausente. Podemos suponer, aunque sin estar nunca seguros, que el
narrador quiere dejarnos sospechar que en ese “lugar de la Mancha” ha tenido algún
problema, alguna desgracia. Pero también, de hecho, lo que el texto no impide leer es
una idea en principio ajena al sentido común: que el olvido pueda ser voluntario (en
efecto, la frase de Cervantes puede interpretarse, también, así: si quisiera, podría
acordarme del nombre de ese lugar, pero no lo recuerdo porque no quiero; pero todos
sabemos que no hay mejor modo de fijar un recuerdo que proponerse empecinadamente
olvidarlo). Por supuesto, todas estas conjeturas o ensayos de lectura de la frase pueden
discutirse, pero la cuestión principal es que no podemos dejar de discutirlos desde hace
siglos. La cuestión es que –precisamente porque la frase ha quedado escrita y es releída
indefinidamente- su discutibilidad es crónica. Es decir, su sentido fue, es y será
indecidible o por lo menos, como dicen los semiólogos, plurisémico. Pero persistamos en
el espíritu de contradicción, y retrocedamos: digamos que no es obvio pero sí más que
razonable entender que Cervantes quiso decir “mejor ni me hablen de ese lugar de la
Mancha, no quiero ni acordarme de su nombre”. Asumamos por un momento que ese es
el sentido claramente preferible de la frase. Pues bien: ¿por qué en una novela con
episodios decisivos que se desarrollan precisamente en ese lugar de la Mancha, el
narrador nos dice que ni acordarse quiere de su nombre, pero nunca nos explica por
qué? ¿Por qué esa reticencia, ese vacío, esa laguna informativa –además- en un relato
que prodiga detalles, circunstancias, incontables nombres de lugares y personajes
durante más de mil páginas? ¿Por qué ese silencio –además- por parte de un narrador
que en otros numerosos tramos del libro expresa con pormenores sus opiniones, sus
puntos de vista y hasta las circunstancias que le permitieron componer la obra, que lo
condujeron a escribir la segunda parte, etc.?
El comentario precedente no intenta convencer al lector de este documento
acerca de que uno u otro modo de leer esa frase de Cervantes sea el preferible. Lo que
nos interesa es destacar que llamamos literatura a una práctica del arte de escribir en la
que siempre hace su aparición una divergencia o una problematización. La literatura
diverge de nuestros modos usuales de hablar y de pensar el mundo (y mantiene,

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Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011
crónica, esa divergencia, capaz de actualizarse en cada nueva lectura). La literatura
problematiza las relaciones que damos por no problemáticas entre las palabras y los
sentidos, entre lo que decimos y lo que experimentamos (y mantiene, crónico, ese
carácter problemático, capaz de actualizarse en cada nueva lectura). La poeta y
narradora argentina María Negroni escribió que “la poesía es una epistemología del no
saber”. Algo así como el conocimiento no acerca de algo que alguien sabe y otros
ignoran, sino acerca de lo que no sabemos. Los ejemplos de Cortázar y Cervantes
pueden servirnos para utilizar esa hipótesis de trabajo: la literatura –a diferencia de lo
que sucede con mayor frecuencia con el resto de los usos del lenguaje- nos pone frente
a las indeterminaciones, las incertidumbres, las grietas o los agujeros negros de nuestro
propio lenguaje-mundo. Por tanto, nos dice algo, nos hace ver, o –mejor- nos hace ver
que no vemos, algo que desconocíamos de nosotros mismos.
→ Por eso, el punto nodal de la estrategia didáctica general que proponemos aquí es,
como decíamos antes, la de focalizar y privilegiar en la clase de literatura el encuentro
del estudiante, en tanto lector, con el texto y sólo con el texto; y en demorar, explorar y
confiar en ese encuentro durante el mayor lapso posible. Supongamos un aula de
literatura en que se está leyendo el primer capítulo del Quijote, o una adaptación para
niños que no obstante retome literalmente la primera frase, “En un lugar de la Mancha,
de cuyo nombre no quiero acordarme, …”. Si la pregunta “¿por qué dice que no quiere
acordarse?” no es planteada por uno de los niños, puede formularla el docente, y
detener la clase allí, hasta que los alumnos formulen por lo menos algunas conjeturas.
Es posible, en un caso como este (según el año y la edad de los niños) que algunos
propongan respuestas fantasiosas para el interrogante, es decir respuestas para las que
no hay indicio alguno en el texto: “A lo mejor en ese lugar perdió una pelea con su peor
enemigo, y toda la gente de ese lugar vio cómo lo vencían, y se rieron de él”; “Seguro
que en ese lugar conoció a una novia que tenía, que lo dejó y se fue con su mejor
amigo”; “Lo que pasa es que ese lugar no tenía nombre”. Ante respuestas como esas, el
docente puede intervenir con una pregunta del tipo: “¿lo decís porque en el cuento
encontrás alguna pista para sospechar que es por eso que no quiere acordarse?”.
Este tipo de estrategia didáctica puede resultar muy productiva por dos razones:
a- Siempre es importante en el aula de literatura generar un contexto que
permita que los niños desaten y den curso a las ocurrencias de la imaginación,
más o menos caprichosas, más o menos asociativas; es algo que sucede
normalmente en la lectura, en cualquier contexto, escolar o no.
b- Mediante un regreso intermitente y constante al texto, es igualmente
importante propiciar que los niños noten cuándo las ocurrencias que acaban de
expresar toman como punto de partida una señal o indicio escrito en el texto, y

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Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011
cuándo no. Para el caso, puede verse lo importante de este trabajo de
contrastación: cuando adviertan que nada en el texto sugiere que en ese lugar de
la Mancha el narrador padeció tal o cual contratiempo, los niños notarán que el
texto de Cervantes activa la imaginación conjetural precisamente porque el texto
mismo impide que sepamos por qué el narrador no quiere acordarse del nombre
de ese lugar de la Mancha. Y resulta muy relevante y revelador que los niños
lectores de literatura descubran que un narrador que sabe muchísimas cosas y
las escribe, no sepa él mismo algo (por qué no quiere acordarse), o no quiera
que los lectores lo sepamos.

2.2. Los saberes del lector social


Por supuesto, la estrategia mencionada es un instrumento de trabajo, algo así como una
apuesta o un horizonte que sea capaz de contrabalancear –por la voluntad de propósitos
del docente- lo que suele suceder casi indefectiblemente en tantas situaciones reales de
lectura: que los propios alumnos, aún los de los primeros años de la escuela primaria,
han incorporado o adoptado ya saberes culturales previos acerca de la literatura, y que
los ponen en juego durante el encuentro con un texto que leen por primera vez. Entre
esos saberes se cuentan los modos en que todos, niños y adultos, en tanto lectores
legos, nos relacionamos con escritos literarios, tanto dentro del aula como fuera de ella.
Trabajar a partir de la estrategia general que proponemos aquí es hacerlo sabiendo que,
durante el proceso, será suspendida y retomada, retomada y vuelta a suspender por la
intervención de esos saberes, que a veces son preconceptos pero otras derivan de
genuinas experiencias de lectura anteriores. Por supuesto, descartar esos saberes o
imponer su postergación en situaciones concretas de aula resultaría no sólo artificial sino
también, en no pocas oportunidades, perjudicial para el proceso mismo de la experiencia
de la lectura literaria. Se trataría por eso, si se quiere, de una estrategia en tensión, o
de un avance en vaivén entre suspenderse en la interrogación y dirigirse hacia las
respuestas, entre la incertidumbre y las determinaciones, entre la exploración y el
hallazgo, entre lo abierto y lo concluido.
Como punto de partida para comprender y explorar las posibilidades de esta estrategia
en tensión, reflexionaremos sobre situaciones que se produjeron durante una
capacitación del Programa Provincial de Lectura durante 2009, y en otros trabajos de
exploración y experiencias en aula. Estos ejemplos permiten problematizar el lugar que
encuentran en el aula los diferentes modos de leer literatura.

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Programa Provincial de Lectura en la escuela
Curso febrero 2011
2.2.1. La autoridad de la firma

En uno de los encuentros de capacitación mencionada, destinado a docentes de escuela


primaria, se propuso la lectura de algunos textos y fragmentos, con el objetivo de pensar
“lo literario”. Para eso los participantes debían conjeturar dónde podían haber sido
publicados y separar aquellos textos que suponían literarios de los que no. Por ello se
borraron las referencias bibliográficas de los textos. El ejercicio tenía un propósito
didáctico: pensar en los criterios por los que nos guiamos para identificar un escrito.
Entre los textos se encontraba uno titulado “La mandrágora”, que iniciaba del siguiente
modo:
Como el Borametz, la planta llamada Mandrágora confina con el reino animal,
porque grita cuando la arrancan; ese grito puede enloquecer a quienes lo
escuchan (Romeo y Julieta, IV, 3). Pitágoras la llamó "antropomorfa"; el
agrónomo latino Lucio Columela, "semi-homo", y Alberto Magno pudo escribir que
las mandrágoras figuran la humanidad con la distinción de los sexos. Antes, Plinio
había dicho que la Mandrágora blanca es el macho y la negra es la hembra.
También, que quienes la recogen trazan alrededor tres círculos con la espada y
miran al poniente; el olor de las hojas es tan fuerte que suele dejar mudas a las
personas.

Una de las docentes rápidamente reconoció que el texto fue escrito por Jorge Luis
Borges. Comentó al resto del grupo que se encontraba en El libro de los seres
imaginarios que en alguna oportunidad había leído. Si bien la copia utilizada en el
ejercicio no consignaba el nombre del autor, la maestra, al recordar a quién pertenecía,
no dudó en identificarlo ante el resto de los participantes como un texto literario. Esta
docente se guió por uno de los modos en que se recepciona lo literario en nuestra
cultura: es el nombre del autor reconocido socialmente como escritor de ficciones,
poemas, dramas o ensayos, digamos, lo que garantiza la pertenencia de ese texto a la
literatura. Fue el efecto de firma el condicionante cultural para atribuirle el carácter de
literario a un escrito.
En el aula, no podemos ignorar esta manera de recepcionar el texto, que le otorga
estatus o identidad literaria por el reconocimiento del autor. Se trata, en cambio, de
preguntarnos como docentes de qué modo podemos aprovechar esa disposición previa
para desplegar la estrategia didáctica general aquí propuesta. Lo que podemos hacer
cuando aparece en el aula el saber sobre la firma de autor –su reconocimiento- es
ingresar a la lectura del texto a partir de esas firmas que los niños conozcan, deseen o
sugieran. A partir del nombre de autora o autor, ir antes que nada al texto (y no a la
biografía, o al género, por ejemplo, aspectos que pueden introducirse con resultados
más enriquecedores si antes se ha propiciado un intenso encuentro con el texto).

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El ingreso por la firma, entonces, puede funcionar como un encadenador de textos, de
uno que ya leímos a otro que aún no, y así sucesivamente. De modo que conviene tener
en cuenta que el ingreso por el nombre del autor suele devolvernos al vínculo con el
texto y a la comparación entre textos.
Otra de las participantes de la capacitación, maestra de 4º año, estaba preocupada por
garantizar a sus niños algo así como un acervo o patrimonio cultural. Sus alumnos son
niños que viven en un barrio desfavorecido y que pertenecen a familias de padres
desocupados u ocupados en trabajos temporarios. Por eso, para aproximarlos a los
considerados “clásicos de la literatura occidental”, decidió compartir la lectura de una
conocida escritora de libros para niños, Adela Basch, que revisita y reescribe autores,
motivos narrativos y obras clásicas. Basch escribe piezas teatrales con un fuerte toque
humorístico. La obra que decidió leer la docente se titula Abran cancha que aquí viene
don Quijote de la Mancha. Alrededor de su lectura, Laura, la maestra, presentaba a
Cervantes, recuperando características de los personajes, y estableciendo puntos de
contacto con la obra de referencia. La docente buscaba así una manera de resolver la
distancia cultural de sus alumnos con la cultura “legitimada” y halló una favorable
recepción. Ahora bien: a medida que iba avanzando en el relato sintió la necesidad de
volver a la motivación de la firma autoral, pero una de sus principales estrategias para
hacerlo fue la de focalizar en el estilo de la escritora. Así es que decidió incorporar
intervenciones relativas no propiamente a la persona de Adela Bach sino referidas a los
textos que llevan su firma, es decir a una manera de escribir. Durante los espacios de
intercambio posteriores a la lectura compartida de cada capítulo se detuvieron no sólo en
la historia sino también en la manera en que estaba narrada. La siguiente lectura que
propuso fue de la misma autora, porque continuaba con su convicción de introducir
ciertos saberes de los clásicos de la literatura, mientras proseguía con la exploración del
estilo a través de la comparación entre un texto y otro.
En esta secuencia de trabajo con los textos de Bach, entonces, podemos ver que un
saber cultural insoslayable en el trato con obras escritas –la autografía, la autoría- puede
ser negociado con la estrategia general propuesta aquí: las decisiones de esta docente
no funcionaron como un modo de salir del texto y reducirlo a características personales
de la autora, a circunstancias de su biografía, de su formación intelectual o de su talento
artístico. Por el contrario, la firma funcionó como motivo e impulso para leer otros textos,
con la expectativa de que produjesen experiencias semejantes a las provocadas por el
texto ya leído.
Leer varias obras de un autor permite establecer rasgos comunes entre una obra y otra,
pero también diferencias. Esto último puede ser importante porque - no interesa que se
haga explícito o no en la clase - debilita o relativiza la figuración social del autor como un

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Curso febrero 2011
sujeto de identidad estable. “Tiene que ser bueno, tendrá seguro tales méritos de estilo,
etc., ya que lleva la firma de Fulano”: es el modo reductivo en que a veces funciona la
autoridad que la cultura atribuye a la firma de autor, y que suele conducir a una clausura
de la lectura, a la supresión de la lectura en tanto encuentro con la singularidad
inesperada y productiva -novedosa- del texto. No es de ninguna manera un disparate
decir que el Oscar Wilde de El gigante egoísta no es el mismo que el Oscar Wilde que
escribió y firmó El retrato de Dorian Grey; o que el Cervantes de Don Quijote no es el
mismo autor que el Cervantes de Trabajos de Persiles y Sigismunda; dos de los títulos
más célebres de Herman Melville, Bartleby y Moby Dick, tienen menos familiaridades
que diferencias.

2.2.2. La autoridad de los géneros


En otro momento de la capacitación mencionada los participantes leyeron La mezcla,
uno de los poemas del libro En la masmédula (1956) del argentino Oliverio Girondo:
LA MEZCLA
No sólo
el fofo fondo
los ebrios lechos légamos telúricos entre fanales serios
y sus liquenes
no sólo el solicroo
las prefugas
lo impar ido
el ahonde
el tacto incauto solo
los acordes abismos de los órganos sacros del orgasmo
el gusto al riesgo en brote
al rito negro al alba con su esperezo lleno de gorriones
ni tampoco el regosto
los suspiritos sólo
ni el fortuito dial sino
o los autosondeos en pleno plexo trópico
ni las exellas menos ni el endédalo
sino la viva mezcla
la total mezcla plena
la pura impura mezcla que me merma los machimbres e!
almamasa tensa las tercas hembras tuercas
la mezcla

la mezcla con que adherí mis puentes

Tras la lectura en voz alta los capacitadores invitaron a los participantes a opinar acerca
de la lectura, sin más precisiones. Las primeras manifestaciones de los docentes fueron:
“una mezcla de palabras difíciles”, “parece de un lenguaje antiguo”, “me cuesta leerlo”,

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Curso febrero 2011
“un texto poético”, “la disposición en la hoja es de poesía”, “no tiene sentido”, “si no fuera
porque no tiene sentido podría ser un tango”.
Dejando de lado por ahora las conceptualizaciones sobre la poesía (no tiene sentido,
una mezcla de palabras difíciles…) había un acuerdo, se trataba de un poema. Esta
ubicación del texto dentro de la clasificación genérica parece regular la conducta del
lector: el escrito era identificado como literario por la posibilidad de inscribirlo en una
clasificación literaria conocida, dada en este caso por algunos rasgos reconocidos
explícitamente –la distribución espacial en la página- y otros advertidos de modo menos
preciso –el privilegio que el poema de Girondo otorga a la materialidad sonora de la
combinación aliterativa y a-normal de palabras y morfemas-.
Más adelante los mismos docentes leyeron el siguiente fragmento:

LAS TRES LEYES ROBÓTICAS


1. Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser
humano sufra daño.
2. Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano,
excepto cuando estas órdenes están en oposición con la Primera Ley.
3. Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no
esté en conflicto con la Primera o Segunda Leyes.

Varios señalaron que podía pertenecer a un manual de instrucción o un reglamento: por


la numeración, por la referencia a leyes, por el empleo de algunos verbos (deber,
obedecer). Al clasificar el escrito como reglamento éste era excluido automáticamente
del ámbito de la literatura. Sin embargo, el fragmento pertenece a la novela de Isaac
Asimov Yo robot.

A la luz de estas experiencias conviene recordar por lo menos estos aspectos del
problema:
1) Los géneros son poderosas matrices culturales con que los textos particulares son
incluidos en alguna clasificación conocida. Orientan y predisponen modos de leer y
expectativas del lector antes de la lectura propiamente dicha. Desconocerlos es al
conocimiento cultural como ignorar las nociones de órbita o galaxia al conocimiento
astronómico.
2) La escuela es desde hace mucho uno de los ámbitos en que esas clasificaciones
genéricas tienden a naturalizarse y se vuelven, si no inflexibles, por lo menos recursos
pedagógicos privilegiados y poco problematizados que se aplican a los textos y los
rotulan y agrupan antes de la lectura. Como sabemos, los manuales, las planificaciones
y los programas recurren con especial frecuencia a los géneros como claves de
construcción de contenidos: “La narrativa: el cuento”; “Mitos y leyendas”; “La épica”; “La

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poesía”; “La historieta”. Por supuesto, no se trata de categorías descartables ni
improductivas, pero a condición de que se las someta a un ejercicio poco frecuente en la
escuela: el de pensar no sólo qué posibilitan los géneros sino, a la vez, qué impiden
pensar, qué textos o autores impiden agrupar y comparar, qué aspectos de tal o cual
texto literario particular impiden advertir e interrogar. Por ejemplo, es claro que la
planificación de las clases de literatura con arreglo a los géneros provoca a veces que
sólo puedan ingresar textos escritos ad hoc, o textos fragmentados de modo tal que
encajen en la categoría que se busca enseñar; y, sobre todo, que no puedan ingresar
textos que el docente ama, conoce en profundidad y desea intensamente dar a sus
alumnos, convencido de que esa lectura les procurará una experiencia realmente
formativa e intensa.
3) En parte, los géneros resultan de un ejercicio clasificatorio posterior a la producción de
los textos literarios –se establece un género determinando y reuniendo bajo un rótulo
una serie de rasgos comunes advertidos en una masa de textos que los presentan-; pero
no es menos cierto que al mismo tiempo, cuando se disponen a escribir, los escritores
también están condicionados por las clasificaciones genéricas que, como sujetos de una
cultura, heredan o encuentran en su contexto inmediato.
4) Por eso mismo, el trabajo propiamente artístico del texto literario consiste –entre otras
cosas- en desafiar, alterar, renovar, ignorar las matrices genéricas heredadas. En
escapar de las expectativas que la pertenencia a un género establece. La relación del
texto singular con el género podría describirse así: la obra pone fuera de sí al género,
desde el interior del mismo género, o utilizándolo como punto de partida del que –a su
manera- habrá de apartarse o divergir.
5) Los textos literarios en general, especialmente los de los últimos tres o cuatro siglos,
presentan dos características:
a- Incurren en tantas variaciones y particularidades que se resisten a una definición clara
y precisa. Esto se da particularmente en el caso de la narrativa, y sobre todo con el
cuento y la novela: son tan pocos los rasgos comunes que presentan los textos así
denominados, que casi las únicas constantes que se mantienen en pie para definirlos
son: narración corta en prosa, narración larga en prosa, respectivamente.
Otro caso, si se quiere extremo, lo representa el título del libro de poemas de Juan José
Saer, El arte de narrar, como recuerda Analía Gerbaudo cuando retoma cuán
problemático y rígido puede resultar ordenar nuestras lecturas y sus posibles
interpretaciones desde la lupa de la clasificación de los géneros. Muchos críticos
consideran que novelas enteras de Haroldo Conti, como Sudeste, o varias de Juan José
Saer, están escritas siguiendo no los principios y ritmos de la narratividad, sino los de la
poeticidad.

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b- Los textos literarios incluyen y hacen desfilar en sus páginas innumerables tipos y
géneros discursivos, al punto que podemos decir que la literatura es una enciclopedia no
sólo de saberes sino además de formas retóricas y usos del lenguaje. Desde principios
del siglo XX por lo menos, la poesía incluye fragmentos y procedimientos procedentes de
discursos de la publicidad, de la ciencia, del habla coloquial, de la canción popular, de la
cultura del cine, de la crónica y otros géneros del periodismo, de la oratoria política, de
jergas y “argots” de subgrupos sociales diversos (etnias, profesiones, clases sociales,
niños, jóvenes, etc.). La obra poética del nicaragüense Ernesto Cardenal y la del
mexicano José Emilio Pacheco son algunos de los tantos ejemplos claros de esta
mezcla de géneros desde el interior de un género. Pero podríamos retroceder hasta los
comienzos de la novela moderna: Robinson Crusoe es una novela de aventuras y un
relato de viajes, pero a la vez está repleta de diversos géneros de su época: géneros de
los discursos antropológicos, geográficos, náuticos, gastronómicos, médicos,
anatómicos, antropométricos, agronómicos, botánicos y zoológicos, técnicos, etc. Sobre
todo desde el siglo XVIII, la narrativa utiliza algunos de los llamados géneros de la
intimidad: cartas, diarios íntimos, memorias, confesiones; tanto que en determinado
período esos géneros de uso social se convirtieron en géneros literarios: la novela
epistolar, por ejemplo, completamente compuesta de la correspondencia epistolar entre
dos o más personas.

→ En el contexto de la estrategia general que proponemos aquí, el género puede


tornarse objeto de reflexión, luego de que los alumnos noten rasgos comunes entre
varios textos y entonces ensayen sus propias definiciones; ya recorridos esos primeros
pasos, se puede recurrir a la comparación con definiciones de bibliografía específica
(manuales, teorías literarias, enciclopedias); obviamente, se tratará de una comparación
crítica, es decir que no conceda a esa bibliografía la autoridad para definir los géneros
sino la utilidad de la contrastación con las definiciones surgidas de la lectura previa de
textos concretos. Las clasificaciones en género son construcciones históricas
cambiantes; por lo tanto, la tarea del docente consiste en este caso en propiciar la duda,
la corrección, la modificación de las diversas definiciones. De este modo es la
experiencia de lectura la que siempre se sobrepone a los saberes previos y los pone a
su servicio, y no viceversa.

2.2.3. Literatura y recursos estilísticos

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En la capacitación que venimos comentando los participantes contrapusieron dos textos.
El primero es el siguiente:

Almohadones chicos

Almohadones grandes

¿Cuántos almohadones tiene Fernández?

Y el segundo texto decía

Consultorio sentimental
Caballero de buena voluntad
Apto para trabajos personales
Ofrécese para cuidar señorita de noche
Gratis
Sin compromisos de ninguna especie
A condición de que sea realmente de noche.

Seriedad absoluta.
Disposición a contraer matrimonio
Siempre que la señorita sepa mover las caderas.

Para el primer texto los docentes mencionaron el ritmo, la rima entre “grandes” y
“Fernández”, el tempo dado por la reiteración de algunas sílabas; este recurso los
inducía a pensar que estábamos ante un escrito literario. Igual que cuando hallamos
metáforas u otros recursos estilísticos, no dudamos en pensar que se trata de literatura;
la rima de los almohadones de Fernández inducía a pensar que podía tratarse de versos
escritos para niños. Para sorpresa de muchos el fragmento pertenecía a una publicidad.
El texto propagandístico recurría a un recurso convencionalmente considerado “literario”
para llamar la atención de los potenciales compradores. Como en “Venga al bingo”; o en
“I like Ike” (Me gusta Ike), el slogan de la campaña presidencial del estadounidense
Dwight David Eisenhower, cuyo apodo, “Ike”, era popularmente conocido (los dos
ejemplos usan la aliteración, como en “infame turba de nocturnas aves” de Góngora).

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Volvamos al segundo de los textos: varios de sus rasgos retóricos lo aproximan a un
aviso clasificado de un diario. Sin embargo, también encontramos indicios en contrario:
la sintaxis generada por la disposición en la página, cierto tono humorístico dado por lo
inadecuado de ciertas frases (“A condición de que sea realmente de noche”, que “sepa
mover las caderas”). El poeta chileno Nicanor Parra, autor del texto, juega con un
lenguaje propio de otros medios, en principio ajeno a las expectativas de un lector de
poesía. Poetiza –apenas pero lo suficiente- la retórica de un género discursivo social.

Este tipo de ejercicios puede resultar productivo en la medida en que permite


advertir y reflexionar sobre varios problemas:

1) Los llamados recursos estilísticos o incluso “recursos literarios” (las


llamadas figuras o tropos) no están confinados a los textos que la cultura
denomina literarios, ni definen qué sea literatura y qué no. En todas las lenguas,
son recursos del habla social en general: cuando decimos “agua cristalina”
usamos sin notarlo lo que en su origen fue una metáfora, es decir una asociación
semántica por semejanza entre la apariencia cromática del agua y la del cristal.
Cuando decimos “me bebí el vaso entero” usamos sin notarlo una metonimia, es
decir una figura retórica que reemplaza en este caso el contenido por el
continente (propiamente, lo que bebemos es el líquido contenido en el vaso, no el
vaso).
2) Como hipótesis teórica a revisar en el encuentro de lectura con cada texto,
es posible, en cambio, suponer lo siguiente: la literatura es quizás la práctica del
lenguaje donde las figuras inapropiadas suelen ser nuevas, donde la invención de
metáforas, metonimias, rimas o aliteraciones es más activa e intensa. De ese
modo, en la literatura los tropos producen un efecto de extrañamiento: cortan el
transcurso de la lectura porque su novedad llama la atención y porque introducen
una dificultad interpretativa. Federico García Lorca escribió de Preciosa, un
personaje femenino de uno de sus poemas, que “su luna de pergamino /…
tocando viene”: el verso nos obliga a detenernos, a retomar algunos otros indicios
de los versos anteriores, para poder decodificar que esa “luna de pergamino” es
una pandereta que Preciosa lleva en su mano. La metáfora es un invento del
poeta (nunca antes la habíamos leído ni escuchado), pero además no es una
metáfora semánticamente evidente, de interpretación inmediata. Diverge de
nuestras expectativas y de nuestros modos convencionales de imaginar el mundo
a través de las palabras. El poeta mexicano Xavier Villaurrutia escribió en uno de
sus textos:

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[…]
Y en el juego angustioso de un espejo frente a otro
cae mi voz
y mi voz que madura
y mi voz quemadura
y mi bosque madura
y mi voz quema dura
como el hielo de vidrio
como el grito de hielo
aquí en el caracol de la oreja
el latido de un mar en el que no sé nada
en el que no se nada
[…]

Como se ve, el poema llama la atención sobre posibilidades asociativas o variaciones


que la invención puede producir con las palabras (o que puede descubrir o revelar,
diríamos), posibilidades ausentes de los usos corrientes del lenguaje, de las formas de
combinación verbal convencionalizadas. Lo que el poema hace con voz/bosque y con
“que madura / quemadura/ quema dura” nos detiene, impide que continúe la lectura
como un discurrir ininterrumpido y aproblemático. El uso pragmático o normal de las
palabras supone que son transparentes. El poema de Villaurrutia, en cambio, hace notar
que las palabras esconden, diríamos, dimensiones que hemos olvidado, posibles
encadenamientos o espesores para los que de ordinario somos sordos.
El final del fragmento de Villaurrutia (“un mar en el que no sé nada / en el que no se
nada”) recuerda el título de una novela de Juan José Saer: nadie nada nunca. La frase
tiene dos lecturas posibles, y es literaria porque el libro de Saer no nos proporciona
recurso alguno para decidirnos por una de las dos. “nadie nada nunca” puede leerse
como una acumulación o enumeración de las negaciones de persona, de objeto y de
lugar del idioma castellano (lo cual puede estar sugerido por la minúscula inicial de la
primera palabra, como si se tratase de un verso que –como sucede a menudo en la
poesía contemporánea- hubiese suprimido los signos de puntuación: Nadie, nada,
nunca). Una frase nominal. Pero, claro, también se deja leer como una oración
predicativa con sujeto (nadie), verbo núcleo del predicado (nada –tercera persona
singular del presente de indicativo del verbo “nadar”-) y complemento circunstancial
(nunca).

3) En el aula de literatura, el trabajo de reconocimiento de recursos como


estos puede contarse entre las herramientas de una estrategia didáctica, pero no
debería convertirse en la estrategia misma. En casos extremos pero reales,
algunas clases de literatura se reducen a la tarea de reconocer e inventariar los
recursos que presenta un texto (metáforas, comparaciones; rimas, aliteraciones).
Sin saber siquiera lo que sea un reloj, ni cómo funciona ni para qué sirve, sin

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dudas alguien puede aprender a reconocer y nombrar cada una de sus piezas y
engranajes.

→ Por supuesto, el trabajo con los tropos, figuras o recursos estilísticos es


especialmente compatible con la estrategia general que proponemos; un modo posible
de encarar esta compatibilidad sería el siguiente:

1º: Dando prioridad al encuentro con el texto y deteniéndonos en ese encuentro todo lo
posible, cualquier lector está capacitado para advertir o reconocer por lo menos varios de
esos desvíos y divergencias. Para hacerlo, no necesita saber que los especialistas en
retórica los han denominado “metáfora”, “octosílabo”, “sinécdoque”, “anáfora”,
“peripecia”, “analepsis”, etc.

2º. Del reconocimiento –que deriva del efecto de extrañamiento, curiosidad, sorpresa o
desconcierto que producen los tropos- cualquier lector pasará naturalmente a interrogar
su sentido, su relación con otros segmentos menos figurativos del mismo texto y con el
texto en conjunto, la divergencia de ese modo de escribir respecto de los usos corrientes
del lenguaje que sí conoce y lo rodean, etc… Con algunas intervenciones mínimas, el
docente puede ir propiciando esta secuencia de exploraciones y de análisis, sin que sea
necesario aún que enseñe ni transmita ningún saber previo. Debe bastar por ahora lo
que los niños pueden llegar a descubrir-saber por sí mismos, en base a lo que ya saben
(su condición de hablantes y de lectores) y a eso que les está pasando con el texto.

3º. En el momento final de la secuencia, el docente, ahora sí, compartirá con los niños
cierta información de la que dispone: a esto que ustedes acaban de encontrar, de
descubrir y que ahora saben, algunos especialistas en analizar el lenguaje y la literatura
le han puesto nombres, lo han descripto, comparado y clasificado, etc. El niño que en
ese momento de la secuencia reciba esa información no tendría por qué imaginar que le
están enseñando algo que ignoraba, sino más bien dándole la razón a su experiencia de
lectura a través de un discurso sistematizado y establecido por otros lectores que han
experimentado lo mismo antes que él.

Por supuesto, la descripción anterior de la secuencia es una simplificación y una


generalización. La transcribimos como un instrumento que procura describir y someter a
reflexión el principio rector o la matriz de trabajo de una estrategia. Como insistimos
siempre en estos casos, su productividad real en la lectura escolar deberá ser probada
por los docentes, creando todas las particularidades y correcciones que demande el
contexto concreto de sus alumnos y sus circunstancias.

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