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De nuevo el Señor Jesús les repite a sus apóstoles la promesa de que les
enviaría el Espíritu Santo. Que debía complementar la obra que en ellas había
iniciado Jesús mismo, ‘El Espíritu abrirá a la Iglesia de Jesús nuevos horizontes,
nuevos campos, nuevas realidades y la irá conduciendo a través de borrascas y
tormentas, de inseguridades y fracasos, de cárceles y martirios.
La historia de la Iglesia no puede explicarse sin la asistencia peculiarísima del
Espíritu Santo, que en no pocas ocasiones hace hasta visible su protección.
Es también el Espíritu Santo el que va descubriendo a su Iglesia las intimidades
de la realidad divina, que actúa en las almas verdaderamente espirituales. En
efecto las almas de. alto vuelo en las regiones de la vida espiritual, siempre
fueron almas muy dóciles al Espíritu Santo, quien con sus inspiraciones les fue
dando a conocer los secretos del amor y con sus mociones las impulsó a una
correspondencia fiel a las exigencias de la gracia.
Déjate guiar también por el Espíritu de Dios, no ahogues en ti sus impulsos. En
determinadas ocasiones sentirás la voz del Espíritu; sea en una Comunión,
recibida con algo más de detención de la acostumbrada y en la que• te pusiste
en diálogo amoroso con el Señor Sacramentado; sea en una meditación
reposada en la que f1iiste analizando tu situación espiritual frente al Evangelio;
sea en alguna lectura de algún tema de espiritualidad, o en la conversación con
un amigo, o en el intercambio de experiencias religiosas con tu grupo de
hermanos cristianos; sea en cien otras ocasiones, podrás sentir en tu intimidad
el deseo de una vida más perfecta, más cristiana, más apostólica... Es el Espíritu
el que te está inspirando; no te hagas el sordo, no rechaces al Espíritu.
Escribiendo San Pablo a los cristianos de la Iglesia de Éfeso, les advertía, que en
particular debían evitar ciertas palabras, que por ir contra el amor, van contra el
Espíritu Santo, al cual debían todo respeto, y así les decía: «No salga de vuestra
boca palabra dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la
necesidad y hacer el bien a los que os escuchan. No entristezcáis al Espíritu San-
to de Dios con el que fuisteis sellados para el día de la redención» (Ff4, 29-30).
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