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HIPNOFAGO.

El sueño me agobia. No sé cuánto tiempo más pueda permanecer


despierto. Soy el último. Nadie nos advirtió nunca sobre del terrible poder de los
sueños, del terrible poder de Sretk-Kbl, el Hipnófago, aquel que se alimenta en el
más lejano reducto de la mente humana. Estas serán mis últimas palabras, mi
legado al hombre; las palabras que retornarán al enemigo a su sueño eterno, a la
dimensión de la que nunca debió salir. Estas se encuentran grabadas en lo más
profundo de mi mente. Los sedantes están en mi bolsillo. Será mi último sueño,
finalmente podré descansar.

Tú que lees estas líneas toma en cuenta el poder de Los Primordiales. No


tientes al destino y por favor, recuerda mis palabras, Sretk-Kbl no cometerá el
mismo error dos veces.

II

Era una tarde tranquila, eso lo recuerdo bien. El sol brillaba con todo su
esplendor veraniego. Nos reunimos los cuatro para examinar la reciente
adquisición de Alejandro, un libro.

Se trataba del Libro de los Sueños de Magor Soffi, traducido al inglés por
H.P. Lovecraft. Estaba forrado en piel con tonalidades rojizas y bordes carcomidos
con el tiempo por las polillas. Las palabras aún se distinguían claramente.
Faltaban algunas hojas, las últimas diez de acuerdo al índice. No prestamos
atención a este pequeño detalle. De ello nos íbamos a arrepentir, pero entonces
no lo sabíamos.

El tema general versaba sobre Los Primordiales, seres míticos que existieron
antes del principio del tiempo, si se pudiera decir así, provenientes de dimensiones
desconocidas, perdidas; con una antigua religión, en la que adoraban a Sretk-Kbl,
el comedor de sueños.

El libro incluía un completo ritual en el que extrañas palabras prometían


desconocidos poderes, atractivos para nuestro afán de aventuras.

Decidimos llevarlo a cabo, esperando que algo interesante sucediera; todo


sin sospechar el poder que desencadenaríamos. Yo sería el ejecutante, Bruno y
Juan los acólitos, mientras que Alejandro sería el medio. Una semana era el plazo
para aprender nuestros papeles.

A la semana siguiente, de acuerdo con nuestros planes, nos reunimos de


nuevo. La oscuridad imperaba en la noche, densos nubarrones ocultaban el
resplandor nocturno. Trazamos un gran círculo en el suelo y dentro de éste, un
cuadrado perfecto, colocándose una veladora por cada ángulo. Cada uno se situó
en el lugar que le correspondía, yo dando la espalda al norte, Bruno y Juan a mis
costados y Alejandro quedaba frente a mí.

En el centro se hallaba el libro abierto en las páginas del ritual. Yo recité las
primeras palabras: “Bradt suu dtnaa Sretk.Kbl rtus saa…”.

A partir de ese momento el tiempo dejó de correr. El espacio se difuminó. La


oscuridad total nos rodeaba. La luz de las velas se tornó de un color rojo pálido,
dando un aspecto espectral a mis camaradas. Una profunda somnolencia se
apoderó de mí. Las palabras rituales venían a mis labios sin cruzar por mi mente.
Muy a lo lejos escuchaba las respuestas. Extraños acentos se mezclaban en
nuestras lenguas. De pronto todo terminó. El espacio y el tiempo regresaron a su
estado normal, pero algo sutil e indescriptible flotaba en el aire, como si una puerta
cerrada durante mucho tiempo se abriera despidiendo un olor podrido, a viejo.
Alejandro se encontraba en el suelo cubierto de sudor, sumido en un profundo
sueño del que fue difícil despertarlo. La cara de espanto y horror reflejada en sus
ojos tardó en desaparecer. Sólo después de varios minutos de reposo fue capaz
de relatarnos lo que le había sucedido:

-“Poco después de iniciado el ritual, cuando recitaste las primeras frases, sentí
que todo cambiaba. La cadencia con que pronunciábamos las palabras me
produjeron sueño. Al acercarme a la frontera entre el sueño y la vigilia tuve la
sensación de que “algo” penetraba en mi mente.

Al quedar totalmente dormido vi una forma que se acercaba a una esfera


brillante. Yo era la esfera, ésta contenía mi conciencia, mis recuerdos, mi manera
de ser y de pensar. Poco a poco aquel Ser reptaba hacia mí. Era un ser pulposo,
gelatinoso, como una gran amiba que absorbía todo cuanto hallaba a su paso,
incluso la luz parecía desaparecer dentro de Él; finalmente se introducía en mi
conciencia, observaba mis recuerdos, con sus horribles psudópodos de
protoplasma. Comprendí que los percibía como un preciado manjar, mi voluntad
como un exquisito postre, mis sentimientos como un delicioso aperitivo; sin
embargo mi conciencia se resistía a la invasión. Oleadas de energía azotaban a
aquel Ser pero nada podía detenerlo. Inexorablemente se acercaba a una esfera
plateada, pequeña. Por intuición comprendí que aquello era mi subconsciente, el
platillo sin el que “eso” no podría iniciar su festín. Conforme se acercaba, la esfera
plateada emitía más y más oleadas de energía. Por un momento parecieron surtir
efecto, el Ser perdía sus bordes, se volvía menos nítido, como si se estuviera
desvaneciendo. Todo parecía desvanecerse.

A lo lejos pude oír múltiples voces. Como emergiendo de un profundo abismo


me sentí despertar, pero aún así presiento que ese “algo” permanece dentro de
mí, al acecho, esperando sólo la inconciencia del sueño para atacar de nuevo…”

Después de discutir acerca de tan aterradora experiencia nos despedimos y


nos dirigimos a nuestras casas.
Durante los siguientes tres días no pudimos reunirnos por diferentes
motivos, los cuales no vienen al caso.

Por fin pudimos vernos. El lugar de la cita era un pequeño bar cercano a la
casa a la casa de Juan. Algo había pasado con Alejandro, el cambio acontecido
en él resultaba aterrador; el rostro demacrado, la mirada perdida. No podía
mantener una conversación coherente, saltaba de una frase a otra sin ni siquiera
hacer una pausa. La memoria le fallaba, no recordaba ningún acontecimiento de
más allá de tres días; sólo una idea le obsesionaba, el permanecer despierto. Le
aterraba la idea de dormir, el solo hecho de parpadear le crispaba el rostro. Le
propusimos ir al médico pero se negó rotundamente a esto. Sin embargo, al
momento de separarnos, me suplicó que lo acompañara a su casa. El terror que
observé en su semblante me impidió negarme a ello.

Al llegar a su habitación noté que, lo que solía ser una viva muestra del
orden, se había convertido en un caos total: prendas de vestir esparcidas por
todos lados, trastes sucios diseminados por todo el lugar, comida ya podrida que
estaba sobre la estufa… Sólo una parte del mobiliario conservaba el orden, la
cama. Al parecer no se había utilizado en varios días, ni una pequeña arruga se
observaba en ella.

Rápidamente Alejandro se preparó una taza de café, el más cargado que


pudiera yo recordar. Denotando cansancio se dirigió hacia la silla más incómoda
que encontró y, sentándose, comenzó a balancearse de un lado a otro.

De manera repentina empezó a murmurar algunas palabras, suavemente al


principio, con una cadencia como si entonara un ancestral canto ritual, el cual fue
ganando volumen hasta convertirse en un espantoso alarido: “Sretk-Kbl, Sretk-
Kbl…” Una y otra vez gritaba aquel espantoso nombre.
Traté de tranquilizarlos, pero su vidriosa mirada me traspasaba como si
algo horrible se encontrara detrás de mí. Por fin pude calmarlo Algo de vivacidad
retornó a sus ojos, me miró fijamente diciéndome desesperado –“¡Reúne las trece
páginas perdidas y detenlo, ya no puedo luchar más!”. Luego con algo más de
calma se incorporó, y sin que pudiera evitarlo se lanzó por la ventana. Cuando
legué a su lado ya estaba muerto.

La policía aceptó de buena manera la explicación de suicidio. Enseguida


me enviaron a mi casa, solicitando únicamente que los mantuviera informado de
mi paradero. Al llegar a casa el teléfono estaba repiqueteando, me apresuré a
contestar: -“¡Alejandro ha muerto!”- dijo Bruno desesperado. –“¡Él y Stetk-Kbl se
encuentran dentro de mí, tienes que venir, necesito tu ayuda!”.

Dos cigarrillos más tarde me hallaba frente a la casa de Bruno. Él estaba en


el umbral aguardando mi llegada. –“Pasa, por favor, tengo que contarte lo que sé
antes de que pierda la razón”- Al instante os acomodamos en la sala. Bruno inició
si relato:
“Ayer por la noche. mientras dormía, escuché la voz de Alejandro
diciéndome que Sretk-Kbl estaba destruyendo su mente, que ya nada podía
salvarlo, que necesitábamos regresar al monstruo a su sueño eterno. Aquí tengo
escrito parte del ritual, ya que Srtek.Kbl no permitió que me dijera más. Al parecer
uno de los últimos adoradores destruyó las trece páginas finales del libro, sin
embargo, en el proceso de absorción de las mentes, las personalidades de las
víctimas permanecen vivan dentro de la gran conciencia del Ser. Así fue como
Alejandro obtuvo estas líneas, pero aún falta la parte final del ritual para detenerlo.
Ahora me voy a dormir para tratar de rescatar el resto. Quiero que permanezcas
aquí por si algo sale mal”.

Dicho esto, se recostó sobre el gran sillón de la sala y se quedó quieto,


inmóvil. Su respiración se hizo más lenta y acompasada, Bruno dormía.

Como a la hora sus ojos empezaron a moverse con rapidez, su respiración


se acelerón, espasmos recorrían sus extremidades; esto no duraría más de cinco
minutos pues abrió sus ojos. Durante unos instantes no realizó movimiento alguno,
luego de manera lenta se incorporó dirigiéndose rumbo a la mesa que estaba
frente a él. Tomo una pluma y empezó a escribir en una hoja el resto del ritual. Al
finalizar colocó la pluma sobre la mesa. Ese fue su último movimiento, el último
que realizó en su vida.

En el hospital diagnosticaron estado catatónico, pero no pudieron descubrir


alguna causa aparente. Yo sí la sabía, pero de haberlo dicho no me hubieran
dejado salir.

Los siguientes tres días no los recuerdo bien. Pasé la mayor parte del
tiempo estudiando la manera de vencer a Sretk-Kbl. Al cuarto día la esposa de
Juan me llamó para decirme que él había muerto. No mencionó la causa, además
que ni hacía falta. El círculo se cerraba sobre mí.

Anoche la Bestia se presentó en mi sueño. La angustia de hablar con mis


amigos muertos fue la experiencia más terrible de todas las que pudiera haber
imaginado. Sabiendo que esto me debilitaría fue lo primero que el Ser utilizó en mi
contra. Escuchaba sus voces pidiendo ayuda, suplicando que detuviera el suplicio,
mientras que yo, impotente para ayudarles, sólo podía rezar y pedirle a Dios por
sus almas.

Lentamente, sin prisa, el Ser se adentraba en mi campo visual. Se


deslizaba hacía mí, tocándome, saboreándome. Gritos silenciosos salían de mi
garganta. Nadie podía oírme.

La insensatez nos había conducido a esto. Ahora nada más yo sobrevivía y


tendría que enfrentarlo solo. Oleadas de energía dorada emanaban de mi
pequeña esfera plateada sin ningún resultado aparente.
De manera repentina empezó a difuminarse, retrocediendo ante la fuerza
con que me defendía; su poder pareció disminuir. Sentía que flotaba en el espacio,
percibía las cosas a mi alrededor, la almohada bajo mi cabeza y las sábanas
cubriendo mi cuerpo. Pensé: -“Por fin el despertar”.

De manera rápida y extraña mi mente acudió a auxiliarme, creo que Dios no


olvidó mis plegarias, recordé el ritual que podía destruirlo. De prisa inicié su canto.
No pasé de la primera parte del ritual, ya que me vi catapultado a la vigilia, como si
un disparo hubiera sonado en mi cabeza. Desperté bañado en sudor, sofocado y
con el corazón palpitando fuertemente.

Luego de haber leído detenidamente el manuscrito creo que ya conozco la


manera de vencer a la Bestia.

Por lo que he entendido, ésta predomina en el instante que la mente se


encuentra entre la vigilia y el sueño. En ese momento toma su máximo poder, ya
que el subconsciente no es todavía lo suficientemente fuerte para defenderse,
mientras que la conciencia ya no tiene control sobre los pensamientos. Es durante
ese pequeño lapso cuando Sretk-Kbl obtiene la energía necesaria para derrotar y
devorar al subconsciente, el cual es más poderoso mientras más profundo es el
sueño.

Por lo tanto, debo suponer que una sobredosis de narcóticos me darán el


sueño más profundo que se pueda tener, y al mismo tiempo, impedirán que
despierte antes de haber terminado el ritual. Sólo espero mantenerme vivo el
tiempo indispensable para destruir a la Bestia y dejar terminado este testimonio
para que sirva de advertencia. Si fallo…

III

EXTRACTO DE UN DIARIO LOCAL:

“Una inexplicable racha de suicidios ha ensombrecido la ciudad. Los


reportes que se tienen indican que personas que gozaban de buena salud física y
mental de forma extraña han buscado la muerte.

El doctor Abreu, director del servicio de salud mental, informó que algunas
de las personas muertas se quejaron de sufrir fuertes dolores de cabeza al igual
que horribles pesadillas, pero que no se observaban tendencias suicidas.

Otros médicos, autoridades en la materia, opinan que tal vez se trate de


alguna clase rara de virus que ataca el sistema nervioso, ya que aseguran que
nadie se quitaría la vida por simples pesadillas…”

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